El matrimonio es demasiado peso para dos. Lo mejor es, de tanto en tanto, aliviar la carga con el concurso de terceras/os.
Las convenciones sociales vigentes, a esas pausas reparadoras, las denominan infidelidades (cuernos), y las condenan.
Pero el sexo es un mandato genético y nadie, en sus cabales, puede eludir el impulso de tenerlo con alguien más que con su pareja estable.
Desde los tiempos del Virreinato el saber popular lo gráfica con el dicho:
“Tira más un pelo de concha que una yunta de bueyes”.
Basta reemplazar concha por verga y se tiene el impulso simétrico.
Con Maru (Mariana) mi esposa, por un tiempo fantaseamos con una tercera (un tercero), hasta que, no alcanzó la imaginación y pasamos a la acción.
Eso sí, nunca, hasta el día que relato, yo asistí a un coitar, imprevisto o programado, de ella con otro, ni viceversa.
Esa tarde debía viajar, por un par días, como mínimo, a Brasil. Desde la casa matriz en Inglaterra, a tarde avanzada, avisaron que no habían podido viajar y que la convención, en San Pablo, sería reprogramada.
Puesto que llegaría a casa, con suficiente antelación a la cena, consideré innecesario avisarle a Maru, la suspensión del viaje. Ya le explicaría personalmente.
Decisión desacertada (¿O no?).
Había dejado el auto en el garaje, por lo que, volví en taxi contratado por la empresa.
Maru no estaba en casa. Me serví una gaseosa y me llevé el vaso a mi escritorio, encendí la notebook con la intención de hacer tiempo recorriendo diarios web.
Menos de media hora después, escuché girar la llave en la cerradura de la puerta del pasillo que une el garaje con el living, la suite matrimonial y el estudio, donde estaba yo y la voz, amortiguada, de Maru:
-¡Osvaldooo! …. ¡No empecés a manosearme antes de tiempo….!-
Entretenido con la notebook, no había percibido el ingreso, en el garaje, del auto de mi esposa. Evidentemente no venía sola. Involuntariamente, sin casi pensarlo, como respuesta al estímulo de ella acompañada, apagué el aplique que da sobre el escritorio y giré la pantalla de la notebook sobre el teclado. El estudio quedó en tinieblas.
-….. dale entrá….. esperame en el living…… que voy al baño….. si no me hago pichí encima…- continuó Maru.
Iluminado por la lámpara de pie, encendida en el living, vi pasar frente a mi puerta, un hombre de cuerpo atlético, de buen aspecto y caminar decidido.
Transcurridos unos pocos minutos, durante los cuales escuché ruidos de la puerta corrediza del baño, al, primero cerrarse, luego abrirse y del abrir de las persianas del ventanal del dormitorio, que da al jardín y por fin Maru pasó frente a la puerta, taconeando.
-¡Esperá…. esperá….. voy a abrir el ventanal…. así el ambiente se refresca….!!!! –
Nuevo ruido de abrir de persianas y
- Bueno ahora vení….. que tanto gre gre gre para decir Gregorio... dejate de joder- por fin, el tipo, habló por primera vez desde que entró a la casa. Hablar es un decir. Con cuidado asomé la cabeza al pasillo. Los vi trenzados, besándose efusivamente y apasionadamente. En el mientras a tanto, Osvaldo, metió mano a tetas y, después de levantar la pollera, al culo y la concha a modo de prólogo de la materia que iba a de tratar.
Casi de inmediato Maru perdió blusa y pollera. Osvaldo la inclinó boca abajo, con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, se bajó pantalón y calzoncillo (¡pijudo, él!!), le corrió al costado de la cola el calzón, la penetró por la concha y bombeó como poseído por largos minutos hasta el orgasmo. El rostro de Maru tenía la expresión de goce genuino y emitía gemidos, grititos, suspiros, etc… Hasta que, a viva voz, soltó una exclamación, reflejo de la emoción, del placer y asombro de su culminación.
¿Y yo? Presenciándolo todo con una erección colosal.
Tomaron aliento, una cena breve y frugal y la acción se trasladó al dormitorio.
Presa del, insospechado, disfrute de contemplar la sucesión de acciones íntimas y eróticas de mi esposa con otro, me fui al jardín, por el garaje y, por suerte, el ventanal abierto de par en par, y las cortinas parcialmente corridas, me dieron, protegido por los arbustos, un visión inmejorable de la cama, paralela al ventanal.
Allí el despliegue lujurioso fue completo y recíproco: hubo boca y lengua en la concha, lamida de pija, pija en la boca, misionero, cucharita, jineteadas, perrito. Todo “musicalizado” por suspiros, gritos, frases entrecortadas durante las cogidas y exabruptos, halagos y caricias durante las pausas, entre polvo y polvo.
Yo había sacado la pija del pantalón y acabé, casi, con sólo masturbación visual.
Con mi segunda eyaculación, en el césped, no estuve dispuesto a continuar con el mirar sin recato. Sentí cansancio por el día de trabajo y por la intensa alteración del ánimo, al volver a casa.
Había transcurrido más de dos horas y media, desde el primer perrito en el living.
Pasé a la acción, sin agresión contra la libertad sexual de Maru y su amigo.
Fue de una manera rebuscada.
Volví a entrar por el garaje, agarré el saco y llavero y por el mismo lado salí a la calle y, ruidosamente abrí la cerradura y, ya, detenido, en el living, en voz alta:
-¡Yyyyhuuuu, Maru….. no viajé….. estoy de regreso….!!!-
Sentí hablar entre dientes y desorden en el cuarto y el ruido de cierre de la puerta corrediza del baño.
-¡…. Juaaaannn!!! Me agarraste en el baño….. ya salgo… !!-
Esperé un, prudencial, lapso más de tiempo y entré al dormitorio, al pasar frente a la puerta del baño, percibí un murmurio bajito. La cama era un revoltijo, sin rastro alguno del visitante erótico. Debía estar con ella en el baño y se había llevado con él toda la ropa.
Deliberadamente le/les dije, a través de la puerta cerrada y en tono habitual, que iba a la cocina a tomar un vaso de agua.
Maru me alcanzó descalza, en bombacha y corpiño. Me abrazó y besó y averiguó que había alterado mi plan de viaje.
Involuntariamente, sus ojos, se desviaban, una y otra vez hacia el pasillo que da a la cochera. Osvaldo estaba por ahí.
De pronto, cambió de expresión y, en tono, pretendidamente, ordinario me dijo:
-Voy a buscar una leche del pack que está en el garaje…… voy a hacer un licuado, frio, para los dos, mientras te preparo algo para la cena, nos tomamos un vaso cada uno-
Salió raudamente hacia la cochera.
Habitualmente, me hubiese pedido a mí que fuera por la leche.
Caí en la cuenta que le había dicho a su amigo que saliera del baño y, por el ventanal del cuarto, vía el jardín, la esperara en la cochera, para abrirle paso a la calle.
Fue risueño como, pensó ella, podía ocultarme su aventura.
No se la reproché
Recordé y, adecué ligeramente, un aforisma de José Narosky
“Donde hay amor, poner los cuernos, no es pecado”
Con Maru nos amamos.
Esa noche, ella ya había cenado, no cenó conmigo, también ya había cogido (¡y como!!!) pero…. cogió conmigo, turbulenta y apasionadamente.
Me dormí con un tonto entripado: ¿quién la coge mejor, su huidizo pijudo o su estable cornudo?
Las convenciones sociales vigentes, a esas pausas reparadoras, las denominan infidelidades (cuernos), y las condenan.
Pero el sexo es un mandato genético y nadie, en sus cabales, puede eludir el impulso de tenerlo con alguien más que con su pareja estable.
Desde los tiempos del Virreinato el saber popular lo gráfica con el dicho:
“Tira más un pelo de concha que una yunta de bueyes”.
Basta reemplazar concha por verga y se tiene el impulso simétrico.
Con Maru (Mariana) mi esposa, por un tiempo fantaseamos con una tercera (un tercero), hasta que, no alcanzó la imaginación y pasamos a la acción.
Eso sí, nunca, hasta el día que relato, yo asistí a un coitar, imprevisto o programado, de ella con otro, ni viceversa.
Esa tarde debía viajar, por un par días, como mínimo, a Brasil. Desde la casa matriz en Inglaterra, a tarde avanzada, avisaron que no habían podido viajar y que la convención, en San Pablo, sería reprogramada.
Puesto que llegaría a casa, con suficiente antelación a la cena, consideré innecesario avisarle a Maru, la suspensión del viaje. Ya le explicaría personalmente.
Decisión desacertada (¿O no?).
Había dejado el auto en el garaje, por lo que, volví en taxi contratado por la empresa.
Maru no estaba en casa. Me serví una gaseosa y me llevé el vaso a mi escritorio, encendí la notebook con la intención de hacer tiempo recorriendo diarios web.
Menos de media hora después, escuché girar la llave en la cerradura de la puerta del pasillo que une el garaje con el living, la suite matrimonial y el estudio, donde estaba yo y la voz, amortiguada, de Maru:
-¡Osvaldooo! …. ¡No empecés a manosearme antes de tiempo….!-
Entretenido con la notebook, no había percibido el ingreso, en el garaje, del auto de mi esposa. Evidentemente no venía sola. Involuntariamente, sin casi pensarlo, como respuesta al estímulo de ella acompañada, apagué el aplique que da sobre el escritorio y giré la pantalla de la notebook sobre el teclado. El estudio quedó en tinieblas.
-….. dale entrá….. esperame en el living…… que voy al baño….. si no me hago pichí encima…- continuó Maru.
Iluminado por la lámpara de pie, encendida en el living, vi pasar frente a mi puerta, un hombre de cuerpo atlético, de buen aspecto y caminar decidido.
Transcurridos unos pocos minutos, durante los cuales escuché ruidos de la puerta corrediza del baño, al, primero cerrarse, luego abrirse y del abrir de las persianas del ventanal del dormitorio, que da al jardín y por fin Maru pasó frente a la puerta, taconeando.
-¡Esperá…. esperá….. voy a abrir el ventanal…. así el ambiente se refresca….!!!! –
Nuevo ruido de abrir de persianas y
- Bueno ahora vení….. que tanto gre gre gre para decir Gregorio... dejate de joder- por fin, el tipo, habló por primera vez desde que entró a la casa. Hablar es un decir. Con cuidado asomé la cabeza al pasillo. Los vi trenzados, besándose efusivamente y apasionadamente. En el mientras a tanto, Osvaldo, metió mano a tetas y, después de levantar la pollera, al culo y la concha a modo de prólogo de la materia que iba a de tratar.
Casi de inmediato Maru perdió blusa y pollera. Osvaldo la inclinó boca abajo, con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, se bajó pantalón y calzoncillo (¡pijudo, él!!), le corrió al costado de la cola el calzón, la penetró por la concha y bombeó como poseído por largos minutos hasta el orgasmo. El rostro de Maru tenía la expresión de goce genuino y emitía gemidos, grititos, suspiros, etc… Hasta que, a viva voz, soltó una exclamación, reflejo de la emoción, del placer y asombro de su culminación.
¿Y yo? Presenciándolo todo con una erección colosal.
Tomaron aliento, una cena breve y frugal y la acción se trasladó al dormitorio.
Presa del, insospechado, disfrute de contemplar la sucesión de acciones íntimas y eróticas de mi esposa con otro, me fui al jardín, por el garaje y, por suerte, el ventanal abierto de par en par, y las cortinas parcialmente corridas, me dieron, protegido por los arbustos, un visión inmejorable de la cama, paralela al ventanal.
Allí el despliegue lujurioso fue completo y recíproco: hubo boca y lengua en la concha, lamida de pija, pija en la boca, misionero, cucharita, jineteadas, perrito. Todo “musicalizado” por suspiros, gritos, frases entrecortadas durante las cogidas y exabruptos, halagos y caricias durante las pausas, entre polvo y polvo.
Yo había sacado la pija del pantalón y acabé, casi, con sólo masturbación visual.
Con mi segunda eyaculación, en el césped, no estuve dispuesto a continuar con el mirar sin recato. Sentí cansancio por el día de trabajo y por la intensa alteración del ánimo, al volver a casa.
Había transcurrido más de dos horas y media, desde el primer perrito en el living.
Pasé a la acción, sin agresión contra la libertad sexual de Maru y su amigo.
Fue de una manera rebuscada.
Volví a entrar por el garaje, agarré el saco y llavero y por el mismo lado salí a la calle y, ruidosamente abrí la cerradura y, ya, detenido, en el living, en voz alta:
-¡Yyyyhuuuu, Maru….. no viajé….. estoy de regreso….!!!-
Sentí hablar entre dientes y desorden en el cuarto y el ruido de cierre de la puerta corrediza del baño.
-¡…. Juaaaannn!!! Me agarraste en el baño….. ya salgo… !!-
Esperé un, prudencial, lapso más de tiempo y entré al dormitorio, al pasar frente a la puerta del baño, percibí un murmurio bajito. La cama era un revoltijo, sin rastro alguno del visitante erótico. Debía estar con ella en el baño y se había llevado con él toda la ropa.
Deliberadamente le/les dije, a través de la puerta cerrada y en tono habitual, que iba a la cocina a tomar un vaso de agua.
Maru me alcanzó descalza, en bombacha y corpiño. Me abrazó y besó y averiguó que había alterado mi plan de viaje.
Involuntariamente, sus ojos, se desviaban, una y otra vez hacia el pasillo que da a la cochera. Osvaldo estaba por ahí.
De pronto, cambió de expresión y, en tono, pretendidamente, ordinario me dijo:
-Voy a buscar una leche del pack que está en el garaje…… voy a hacer un licuado, frio, para los dos, mientras te preparo algo para la cena, nos tomamos un vaso cada uno-
Salió raudamente hacia la cochera.
Habitualmente, me hubiese pedido a mí que fuera por la leche.
Caí en la cuenta que le había dicho a su amigo que saliera del baño y, por el ventanal del cuarto, vía el jardín, la esperara en la cochera, para abrirle paso a la calle.
Fue risueño como, pensó ella, podía ocultarme su aventura.
No se la reproché
Recordé y, adecué ligeramente, un aforisma de José Narosky
“Donde hay amor, poner los cuernos, no es pecado”
Con Maru nos amamos.
Esa noche, ella ya había cenado, no cenó conmigo, también ya había cogido (¡y como!!!) pero…. cogió conmigo, turbulenta y apasionadamente.
Me dormí con un tonto entripado: ¿quién la coge mejor, su huidizo pijudo o su estable cornudo?
6 comentarios - Si hay amor, cornear, no es pecado.
Saludos