You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Vacaciones nudistas con mi papá capítulo 7

Desperté al día siguiente más descansada de lo que habría imaginado. Hacía días que no dormía a gusto, pues en la isla, el frío congelaba hasta los huesos. La pequeña casa en la que estaba se hallaba vacía, y desde la ventana se filtraba un aroma a comida frita y también los ruidos de la aldea que estaba cobrando vida. Según mi reloj, eran las once de la mañana, y el estómago me rugía de hambre.

Fuera, era como un pequeño mercado, y estaba abarrotado por personas realmente hermosas y atractivas. Los hombres, vistos a la luz del día, exhibían cuerpos bronceados y esculpidos por una dieta alta en proteínas y frutas. Las mujeres iban semidesnudas, con pechos frondosos caminando al vaivén de sus pasos mientras sus hijos correteaban felices alrededor de ellos.

Comencé a caminar para buscar a mi familia, aunque pronto me dejé llevar por las maravillas de ese lugar y las increíbles figuras que desfilaban ante mí. Los hombres, que a mí me fascinaban, eran más altos que yo y quizá estaban desprendiendo una fragancia que me excitaba, porque al verlos con el torso desnudo, no me costó imaginar el tremendo paquete que les colgaba allí abajo.

Me ruboricé. Poco a poco comenzaba a darle rienda suelta a mi libido, cosa a la que yo no estaba totalmente acostumbrada, así que bajé la mirada y caminé tratando de no prestar atención ni de imaginar los placeres carnales que mi cuerpo podría tolerar.

Llegué a la gran casa del líder de los nahili. El hombre se paseaba a sus anchas, vestido con ropas finas y una gran cantidad de adornos hechos con jade, conchas y piezas de oro. Mi papá y Bárbara estaban con él, así que me les acerqué con una sonrisa tímida.

—Buenos días.

Leandro me saludó con un beso en la mejilla.

—Estábamos esperando a que despertaras, pero como estabas bien dormida, mejor te dejamos. Íbamos a ir a almorzar ¿vienes?

—Claro, me muero de hambre.

—Es por aquí, cariño —dijo Bárbara.

De cerca, la fotógrafa era más bella. Vestía una corta falda hecha de cuero, y un top de lino que mostraba una espalda esbelta y tostada. Su cabello negro y le caía libremente detrás de los hombros. Era una amazona entre un montón de hombres que prometían delicias inimaginables. La forma en la que ella había sido tomada seguía implantada en mi memoria como un vivo recuerdo que me quemaba placenteramente el estómago.

Llegamos hasta un restaurante, que más bien era un gran techo que daba sombra a varias mesas y bancos hechos de madera. El suelo era de tierra apisonada. No había calor, sino que una brisa muy fresca soplaba por entre las columnas de madera. Nos sentamos tranquilos y de inmediato dos chicas nos trajeron platos y cuencos llenos de una bebida que sabía a agua de sandía, dulce y refrescante.

—¿En dónde está Maira?

—Jugando por allá. No debe tardar en venir.

Y no tardó mucho para que mi hermana apareciera. Venía totalmente desnuda, rodeada de pequeños niños que correteaban junto a ella y le incitaban a seguir jugando con una pelota de piel.

— ¡Hola! Qué divertido es este lugar. Tienen un lago hermoso por allí.

—¿Por qué no te pones un poco de ropa?

—¿Bromeas? Aquí me siento de maravilla.

Ella estaba en el paraíso. Se sentía libre. No había ataduras de ninguna clase. Su estado natural, su estado desnudo, resultó en un deleite del que yo me sentí envidiosa.

—¡Vamos! ¡Jugar! ¡Jugar! —dijo un chico, tirando de mi hermana.

—Tengo hambre. Voy a comer y después seguiremos jugando ¿vale?

Fuera de toda perversión de Maira, era una chica muy agradable. Se sentó junto a mí y me dio un besote en la mejilla, y luego se dedicó discretamente a acariciarme la pierna por debajo de la mesa.

—Bueno, comamos —indicó Bárbara —. Después iremos a ver su bote. No tenemos herramientas, pero a lo mejor podemos... parchar algo, o hacer algo.

—No te molestes —papá suspiró—. Lo he intentado todo, pero no funciona. Tendremos que esperar a que nos rescaten.

—Entiendo. Bueno, nada haremos por sentarnos a lamentarnos, así que a comer.

Después de ese rico almuerzo, mi hermana y yo decidimos dar un pequeño paseo por la aldea, que era más grande de lo que habíamos pensado. Maira iba desnuda, obviamente.

—Quítate la ropa. Que no te de pena, Dani.

—Mmm... bueno, pero sólo lo de arriba.

Me quité la blusa y expuse mis pechos. Al hacerlo, captamos la mirada de dos chicos de nuestra edad que estaban conversando bajo la sombra de un árbol. Uno de ellos tenía el pelo rizado, era alto, atlético y se me hizo la boca agua al verlo acercarse a nosotras.

—Hola —saludó con un marcado acento. Al igual que la mayoría de los muchachos, estaba aprendiendo el español —. ¿Cómo se llaman?

—Yo soy Maira, y ella es mi hermana, Daniela.

—Me llamo Tamir, y él, Aden.

—Ustedes hablan muy bien el español —les felicitó Maira, inflando el pecho con orgullo.

—Tú... tienes hermosos senos.

—Ah, gracias —rió mi hermanita.

Sin descaro alguno, Maira dejó que ambos chicos le manosearan los pechos y le pellizcaran sus delicadas puntitas mientras ella se reía de las cosquillas. Yo, por otro lado, me apené un poco, pero morbosamente vi cómo esos jóvenes se degustaban moldeando las pechos de Maira con sus fuertes manos.

—Tú también tienes hermosos senos.

—Ah... si quiere... toquen.

No se los dije dos veces. Sentí escalofríos cuando las cuatro manos se me pusieron sobre las tetas y comenzaron a moverlas y a pellizcarlas como si fueran ellos unos niños inexpertos.

—¿Quieren... jugar con nosotros?

—¡Yo encantada! —Maira, como siempre, se portó muy abierta con los jóvenes y se prendió del brazo de Tamir, el de los rizos—¿vienes, Daniela?

—Paso. Seguiré recorriendo este sitio. Diviértete.

Terminé cediendo a la presión social que tenía a mí alrededor. Tantos cuerpos desnudos. Tanta naturalidad. Yo era la única que no quería formar parte de todo ese paraíso. Armándome de valor y tomando una extensa bocanada de aire, me quité el resto de mi ropa y la doblé cuidadosamente. Ahora no sabía dónde ponerla; pero esa era la menor de mis preocupaciones. Una parte de mí se repudiaba mostrar mi desnudez al resto de las personas que caminaban a mi lado. Al ser una extranjera, producía la curiosidad de varios habitantes, que se quedaban mirándome como si nunca hubieran visto a una chica sin ropa paseándose por allí. El Sol me acariciaba por todas partes. Extremos que nunca había visto la luz, estaban de repente mostrándose para todos.

Era incómodo. Quería volver a colocarme los shorts y meterme en la cama para no salir nunca más.

—¿Te estás adaptando? —Preguntó Bárbara.

Estaba caminando a mis espaldas, y estaba desvestida. Percibí que su cuerpo tenía tatuajes en las piernas. Marcas tribales que guardaban un profundo significado con los nahili.

—Todavía no me acomodo. Siento que todos me quieren llevar a la cama.

—Algunos sí, otros no tanto. Deja de preocuparte por eso y mejor ven conmigo.

Sujetó mi brazo y comenzó a andar a mi lado como si diéramos una caminata por el parque. Ella intercambiaba palabras con los nahili. Tenía una fluidez para hablar, que me hizo pensar en que era una pueblerina local y no una forastera. Se mezclaba bien con todos y era una de las más bellas de la plaza.

Me enseñó algunos negocios locales. Vendían instrumentos de pesca elaborados con piedras y maderos convertidos en lanzas. También había joyas preciosas que estaban talladas con herramientas de precisión. Una gran cantidad de cuadros pintados a mano que hablaban acerca de lo que los nahili tenían como religión y deidad. Una criatura que adoraba el cuerpo y que había puesto su esencia en cada uno de sus hijos.

—¿En dónde está mi padre?

—Fue al bote. Va a traer algunas cosas.

—¿Ella sola?

—No temas. No le pasará nada. La acompañó un grupo de guerreros—¿Eres como el? —Bárbara dejó ir la pregunta.

—¿Qué quieres decir?

—Que si también eres nudista y liberal como tu papá.

—Él es distinto de mí —no me gustaba decirlo, pero tenía que ser sincera—. Aunque intento parecerme un poco más a él.

—¿Nunca has experimentado con una chica?

—Con Maira —confesé. Mis mejillas obtuvieron un jovial tono carmín. Bárbara cruzó un brazo detrás de mí cintura y me atrajo hacia ella.

—¿Te gustaría probarlo conmigo?

—No —contesté lo más rápido que pude y me alejé de ella haciendo un esfuerzo por no salir corriendo—. No se ofenda. No es nada personal.

—Qué lástima. De verdad esperaba tener un poco de confianza contigo.

—Pues hágalo con Maira. Estoy segura de que ella sí que estará encantada de relacionarse con usted.

—¿Dónde está Maira?

—Se fue con dos chicos.

—Ah... qué suertuda.

**Maira**

Agradecí que Daniela no me hubiese acompañado. Ella estaba descubriendo una nueva parte de su sexualidad y no quería espantarla con lo que yo estaba a punto de hacer: un divertido cuarteto que, además de mí, incluía a los dos chicos con los que me había ido y a una inocente señorita que pasaba por allí y a la que habían invitado. Esta joven, llamada Lidri, era tan bonita y alta como Daniela, pero a diferencia de esta última, su cuerpo estaba cubierto de exquisitos tatuajes con la forma de plantas coloridas.

—Déjenme ver si les entiendo —me dirigí a Lidri, quien era la única que no estaba distraída acariciándome la espalda y los pechos—. Aquí se permite la poligamia, siempre y cuando las partes interesadas estén de acuerdo.

—Sí —respondió la chica—. El jefe tiene doce esposas y veinticuatro hijas.

—Interesante.

Me eché al piso. Lidri, sonriendo como una colegiala novata, se lanzó sobre mí. Reparé en su calor cuando se sentó a horcajadas en mí vientre y se inclinó hacia abajo para buscar mis labios.

—¿El lesbianismo está bien visto?

—¿Qué es eso? —Preguntó la muchacha e hizo una mueca de dolor cuando, tras ella, Tamir se adentró a través de su raja. Los pechos de Lidri se mecieron sobre mí.

—Me refiero a cuando una mujer le gusta otra.

Tamir resoplaba mientras se movía dentro de la chica.

Lidri siguió sin comprender. Eso sólo me indicó una cosa: estas personas no sabían lo que era la homosexualidad. Para ellos, era tan natural, que ni siquiera tenían una palabra para definirla.

Quise preguntarle algunas cosas, pero ella abrió la boca para tomar el miembro de Aden y rozarlo contra la parte interna de sus mejillas. Iba a estar ocupada durante un rato. Eso produjo que tuviera tiempo suficiente para satisfacer mí hambre acariciando sus pechos con la superficie de mí lengua. Lidri estrujó los párpados y tensó la mandíbula. Estaba gozando sobre mí, y yo la tenía envuelta con mis piernas y rasguñaba su espalda.

Cuando la polla de Aden salió de su boca y fue contra la mía, Lidri se dedicó a probar mis senos con el sabor de sus labios mojados. Tener a Aden tratando de entrar en mí garganta causó que me corriera una ola de calor que no tardé en sosegar apretándome los pechos. Mismos que Lidri estaba apurada llevándose a la boca. Tras ella, Tamir seguía penetrándola con remarcado entusiasmo

—Creo que me toca a mí.

La chica se dio cuenta de que estaba acaparando toda la atención. Sonrió al mirarme y me besó la punta de la nariz. Se quitó de encima y me ayudó a colocarme a gatas, con la espalda doblada como una ese. Tamir, atento a todo lo que sucedía, se colocó a mis espaldas y frotó mis nalgas con sus largos dedos cubiertos de anillos.

Al sentir que me invadía, mis ojos rodaron y me mordí el labio inferir. Lidri se acostó delante de mí, con sus tobillos separados y exponiéndome un primer ángulo de su intimidad. La tierna piel estaba cubierta de rocío y enrojecida por las penetraciones de Tamir.

—Quédate así —le indiqué. Enredé mis manos en sus muslos y exploré su hendidura con mí lengua. Sabía que podían atraparnos en cualquier momento, y que posiblemente a nadie le interesara lo que estaba haciendo con ellos.

El sabor de Lidri me llamó la atención. Era un néctar dulce que me hizo desear más. Ataqué su vagina con finas y precisas estocadas al mismo tiempo que mis dedos hurgaban entre sus finas formas. Aden, aproximándose a la chica, le ofreció su miembro. Ella no titubeó al momento de tomarlo con sus dedos y llevárselo a la boca.

Si Daniela estuviera aquí, definitivamente se moriría de la envidia. ¿Qué hacía falta para romperla? ¿Para que ella aceptara que le gustaría tomar mí lugar en esta práctica? Tenía que descubrirlo antes de que el viaje terminara.

Las estocadas de mis dedos en el coño de Lidri causaron que su vientre se estremeciera. Encerró mí cuello con sus piernas para mantenerme pegada a su sexo, del cual bebí a medida que el orgasmo iba apoderándose de sus nervios y los enviaba al fondo del placer. Casi al mismo tiempo, noté que Tamir temblaba al dejar su simiente en mí.

—Oh... ¡Si! —mí exclamación causó que Aden botara una copiosa cantidad en la boca de Lidri.

--------------
Comenten! diez comentarios y subo actualización 🙂

13 comentarios - Vacaciones nudistas con mi papá capítulo 7

Darkcaesar +1
Me encanta, la historia esta que echa fuego
Leona40k
jaja gracias!!
dariosuarz +1
Que gran historia...segui actualizando xfaaa! 😉
Leona40k
claro! sigan comentando 🙂
janelagricultor +1
Me falto relató, pero estaba buenisiml
Leona40k
jejeluego los puedes volver a leer de corrido
PAJAESVIDA +1
Como me gusta leer y pajearme! Van 10!
Leona40k +1
esa es la intencion XD
Jodoon765 +1
Me gustaria que fuera mas largo pero igual esta espectacular
Leona40k
gracias! es que no tengo mucho tiempo, por eso asi de cortos, pero directo al grano jeje
celta05 +1
Un relato mejor que el otro.
Leona40k
gracias por tus comentarois 🙂
feeer_menduco
muy buena historia! seguire esperando!
Leona40k +1
claro! hoy mismo subo
Lunip
Sigue, me encanta esta historia
Leona40k
igual a mí me está encantando escribirla
Lunip
@Leona40k cuando subes el proximo capítulo no aguanto las ganas de leerlo 😬
MartinQ18 +1
+10 esperando el próximo!!!
Leona40k
gracias y perdona la tardanza
MartinQ18
@Leona40k un poco de suspenso esta bueno da mas ganas al leer el próximo capítulo!!!
ja_wizard +1
Excelente relato esperó con ansia la continuación
Leona40k
gracias!!