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Y todo con la luna en la ventana...

Antonia tenía los ojos fijos en la pequeña ventana cuadrada de esa habitación desconocida. Una luz tenue, blanca, mortecina inundaba plácida el cuarto de hotel barato de la zona de la terminal bañando las piernas flacas y huesudas de Miguel. No sabía su apellido, lo había conocido esa misma noche en un bar en una renunión con amigos en común. Había sido obvia la "trampa" de su amiga Belén y Antonia se dejó llevar por la situación. El flaco era simpático y hacía bastante que no cogia.
Tenía apoyada la cabeza entre el hombro y el pecho de Miguel. Escuchaba el corazón latir en su oído mientras miraba la luna medio tapada por nubes blanquecinas que se movían despacio haciendo formas extrañas.  Adentro había olor a sexo. A huevos y concha. A sudor placentero y del otro. A guasca derramada sobre las sábanas revueltas. A flujos fluyendo. A culo chupado. A saliva entremezclada. Antonia disfrutaba oler sus cuerpos descansando del sexo reciente.
No le gustaba demasiado el olor de Miguel. Sabía por experiencia que cada persona huele diferente, y él olía rancio, como a animal asustado. Algo así había sido el sexo entre ellos. Él queriendo satisfacerla todo el tiempo sin lograrlo por miedo a no estar a la altura. Ella intentando encarrilar la cogida, siempre al borde de caer en el precipicio del aburrimiento. 
Fue un sexo ansioso, intenso, un poco impersonal. Hicieron lo que se suele hacer. Lo que parece que hay que hacer siempre. Chupar, arriba, abajo, de atras, leche afuera...
Al fin de cuentas habían acabado los dos y ahora estaban acostados desnudos, en silencio, mirando la luna casi llena en la pequeña ventana de la habitación, en el mejor momento de ambos en la noche. Disfrutando del silencio y de la paz recientemente ganados.
De repente las nubes, como si fuesen una sábana imaginaria "destaparon" a la luna y la dejaron sola en una noche estrellada.
A mayor luz, Antonia pudo ver mejor la verga de Miguel. Flaca y larga como todo su cuerpo. Venosa y oscura. Brillante de los flujos y la leche que la mancharon recientemente. Subía y bajaba en cada respiración. Reposaba hacia atrás, sobre el comienzo de la panza, entre la mata velluda y oscura que la rodeaba. Acercó su mano y tiró hacia atrás el prepucio dejando la cabeza al aire. Tenía el frenillo cortado y era chiquita al lado del tronoco largo y filoso de la poronga.
A Antonia le calentaba ver las vergas de los hombres con los que estaba. Le parecía una parte bella del cuerpo. Le causaba una gran extrañeza lo diferente e iguales al mismo tiempo que podía ser cada pija. Esta en particular le calentaba bastante.  Un cosquilleo le empezó a subir desde la entrepierna cuando tuvo una idea.
- Hacete la paja para mi.- le dijo a Miguel, sorprendiéndolo con la propuesta. 
El le retrucó con su obvia intención de que se la chupara. Los hombres siempre le piden que se la chupe. Que los pajeen. Que les muestren el cuerpo. Pero no se acostumbran a ser mirados. A ser objeto de deseo.
- No, tengo ganas. Quiero verte pajear. Mostrame, no seas tímido. Agarratela y pajeate!.- insistió Antonia, sin dejar su postura, acostada de costado, con la cabeza entre el hombro y el pecho.
Dudó un poco. Intentó convencerla de que se la chupara. Al fin de cuentas aceptó con la condición de que ella aceptara que le acabara en la boca.
- Dale, te dejo que me acabes.- Terminó la negociación Antonia con una sonrisa en los labios.
Miguel entonces se agarró la verga, que a esa altura ya estaba dura, y empezó a subir y bajar el prepucio despacio. Asomando y escondiendo la cabeza en cada ida y vuelta. Un poco calentándose, pero sin dejarse llevar.
Antonia se acomodó mejor, de manera que su boca quedara a la altura de su tetilla izquierda y empezó a pasarle la lengua despacio por el pezón. Las nuevas sensaciones y la visión del cuerpo desnudo de esa mujer apenas conocida, hicieron que la calentura de Miguel fuera aumentando de a poco y empezó a pajearse más fuerte, con intensidad y morbo de ser visto.
Antonia se dió cuenta de que entraba en onda y ella misma se fue calentando viéndolo como se apretaba la cabeza de la poronga, como movía la mano ansiosa sobre la verga dura de ansiedad. Lo empezó a escuchar gimiendo despacio. Con un sonido rondo que parecía salir de sus entrañas. Ella misma se empezó a pajear despacio, pasando el dedo medio por encima del clítoris empapado sin dejar de lamer el pezón duro.
Siguió así unos minutos cortos e intensos hasta que le dijo que estaba listo. Antonia acomodó la cabeza sobre la panza y esperó con los labios abiertos la llegada de la leche. El se pajeó muy rápido y quedó en un momento duro y acabando. Un segundo después salió el primero chorro de guasca. Caliente y profuso, que cayó justo entre las comisuras de sus labios y la nariz. El segundo fue con menos puntería y casi le entra en el ojo izquierdo, derrámdose casi entero en la frente. El tercero y último finalmente logró entrar en la boca. Antonia sintió el gusto amargo del semen en su lengua mientras se pajeaba. La calentura le subía intensamente de la entrepierna al cerebro.
Llena la cara de leche, se incorporó y sin decir nada se sentó sobre el rostro de Miguel. Quería su lengua para acabar. El le agarró los glúteos con ambas manos y empezó a chuparla intensamente. Pasando la lengua por la entrada de la vagina y hasta llegar al clítoris que estaba duro como una pequeña pija. Los flujos lo inundaban, llenándo su cara y cayendo por el cuelllo hasta las sábanas.
Antonia con las palmas de las manos se sacó la leche que le chorreaba de los cachetes y se empezó a pellizcar los pezones. Caliente y disfrutando. Moviendo las caderas sobre el rostro de Miguel que hacía su trabajo como quería.
Acabó apoyando las manos contra la pared. Casi gritando de placer y con los ojos cerrados. Dejó dos manchas notorias de semen en el empapelado. Las vió y pensó en la persona que debía limpiarlas luego.
Se volvió a acostar al lado de Miguel apoyando la cabeza entre el hombro y el pecho. Resoplaba y sonreía.
En la ventana todavía resplandecía la luna casi llena.

5 comentarios - Y todo con la luna en la ventana...

morochadel84 +1
Qué bueno es leer historias que escapan a los lugares comunes, que despliegan lo complejo de cada encuentro...
paspadohastalos
Gracias por la devolucion, siempre ayuda.
BirreinadelSur +1
Es una mezcla perfecta de ordinariez y belleza, de lo desconocido y lo atávico. Adoré este texto. Gracias!
paspadohastalos
gracias a vos por resucutar este relato!