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Vacaciones nudistas con mi papá - capítulo 5 y 6

Hola! tengo una historia nueva en mi perfil llamada "orgías". Pueden pasar a leerla. Muchas gracias por la gran cantidad de comentarios! eso me anima mucho a seguir trayendoles contenido para sus pajas 7u7.
Disfruten de esta entrega.

Pese a todo pronóstico, ya había transcurrido una semana desde nuestra llegada a la isla. La radio seguía sin funcionar, ninguna clase de transporte pasaba cerca de nosotros y la señal de SOS que habíamos puesto en la arena y la inmensa fogata tampoco ayudaba para atraer a cualquier buen hombre que quisiera brindarnos apoyo. Yo ya comenzaba a angustiarme, e incluso Mara, a la que al principio le gustaba la idea de una isla para ella sola, ya decía lo mucho que ansiaba volver a casa. Papá, al ser el hombre, estaba un poco más callado pero tampoco dejaba ver su miedo.

De acuerdo al calendario ya era viernes, y me levanté perezosa al medio día aproximadamente. Me miré al espejo y vi que mi piel blanca ahora había adquirido un lindo bronceado, y mis pechos no tenían esas feas líneas dejadas por el bikini. Estaba un poco más delgada y ojerosa debido a la angustia de no saber qué iba a pasar conmigo.

Salí del bote hacia la playa. Debajo de una palmera estaba Mara, acostada en una hamaca que habíamos traído en la bodega y que habíamos colgado de los troncos.

—Creo que debemos resignarnos —dijo con voz triste—. Nunca nos encontrarán.

—Apenas ha pasado una semana. No puede ser que nos hayamos perdido tanto, ni que estuviéramos en otra dimensión.

—¿No te da miedo ir a explorar la isla?

—Un poco... puede haber animales salvajes. Sin embargo estamos bien. Tenemos el cenote de donde extraemos agua dulce, y también hay una gran dotación de peces, frutas... tenemos gas en el bote, el generador de energía solar que nos da electricidad, ropa limpia, cubiertos, herramientas... si no fuera por el motor y la radio jodidas, creo que ya estaríamos en casa. Lo malo es que ni los celulares tienen señal

— Me siento como si estuviéramos atrapadas en otro planeta.

—Has leído mucha ciencia ficción.

—Daniela. Desde esa vez no me has dejado probarte.

—¡No digas eso! Qué asco.

—¡Bah!

Si mi amiga de la escuela supiera que yo era una squirter... se moriría de la envidia. Y de hecho hasta yo misma me sorprendía de saberlo. Había intentado producir el efecto yo sola, masturbándome con mucha energía o penetrándome con los mangos de mis cepillos. Nada había dado resultado. No funcionaba si no estaba acompañada de otra persona.

—Me iré a asolear tras esas rocas —le dije—, y no quiero compañía.

—Bien, bien. Al cabo que ni me quería mover.

Una vez oculta tras las grandes piedras, me quité los shorts hasta quedar desnuda, me acosté sobre una toalla. Me coloqué protector solar, abrí las piernas y dejé que el Sol me acariciara durante un rato para que toda mi piel adquiriera ese bonito color tostado que tan bien iba con mi cabello.

Fue entonces que volvieron los recuerdos de lo que había hecho con Mara, y la vez que dormí con papá sintiendo sus atributos contra mi cuerpo. El gran hombre en el que se había convertido y todo lo que sin duda, él estaba deseando hacerme en su cama.

Mi cuerpo reaccionó de inmediato. Me estremecí de gusto y apreté los muslos para aprisionar mis manos que excavaban dentro de mí. Me giré hacia la derecha, jadeando de gozo, imaginando que una polla me entraba por la boca y dejaba dentro de mí su caliente esperma... y fue entonces que la vi: ¡una balsa! ¡Era una balsa sin duda!

Dejé mi hendidura en paz y fui a ver. En efecto era una rudimentaria balsa hecha con ramas y lianas, pero sin duda alguien que no éramos nosotros la había construido. Estaba en la orilla. Eso significaba que habría más gente.

Volví corriendo con papá, que estaba al lado de Mara.

—Hija ¿ya eres nudista?

—¿Qué?

Por las prisas no me había dado cuenta de que estaba sin ropa.

—No es eso... papá, hay una balsa. ¡Allí está! Quiere decir que otras personas viven en la isla.

No nos llevó tiempo comprobar que era cierto, pero lo más raro es que la balsa tenía unas raras letras talladas, como alguna caligrafía antigua. No le dimos mucha importancia. La guardamos, estudiamos y finalmente decidimos que al día siguiente exploraríamos un poco más las orillas para ver qué más nos encontrábamos.

Pero yo no podía esperar tanto. Movida por la curiosidad, salí esa noche sin que nadie me viera y me decidí a explorar el resto de la isla por mi cuenta. Había visto un pequeño cerro, desde en cuya cima podría abarcar un gran territorio en búsqueda de fuentes de luz o de cualquier otra señal de civilización. Entonces vi una luz provenir por entre los árboles. Claramente podrían ser antorchas alguna clase de lámpara de alguien. ¡Esa era nuestra salvación!

A medida que me internaba en la selva y me guiaba nada más por la luz de la luna, escuché sonidos. ¡Tum, tum, tum, tum! Eran tambores y flautas interpretando alguna clase de melodía tribal. Me recordó un poco a la película "La Laguna Azul", así que me guardé detrás de los árboles y me fui acercando a donde había una mayor concentración de luces.

Lo que vi, escondida de la vista de todo, me sorprendió.

Era una aldea. Casas de madera y paredes de barro. Una gran fogata en el centro.

Había mujeres, hombres, niños y niñas correteando por todos lados. Reían, comían, bailaban. Parecían inofensivos. Pero lo que más me llamó la atención fue que entre ellos, cuya piel de bronce y pintada brillaba por una capa de sudor, había una mujer. Una mujer realmente hermosa, de melena negra y rizada. Debería de tener unos treinta años. Estaba sobre un tronco, riendo y bebiendo agua de coco. Sus indumentarias eran cortísimas, como un vestido de seda adornado con hojas. Tenía una tiara de flores en la cabeza. Junto a ella descansaba una cámara fotográfica.

—Una exploradora.

Entonces unos hombres con taparrabo se acercaron a ella para sacarla a bailar. La mujer sabía interpretar esa danza y le tomó el ritmo rápidamente. La música se hizo más veloz. Ella daba vueltas alrededor de la fogata y permitía que los caballeros se acercaran a ella y la tocaran con gestos sensuales, casi artísticos. Se dejó acariciar los abultados pechos y las caderas. Poco a poco, fueron despojándola del vestido.

La mujer quedó desnuda ante la mirada de todos, y no parecía importarle. Luego, a la danza se unieron tres hombres más. Susurraron algo. Oí la voz de la mujer decirles en su idioma y después, se fueron a una de las pequeñas cabañas que estaban a un lado de la plaza.

Yo, excitada por esa muestra de seducción, me acerqué para investigar. Estaba oscuro. Nadie me vería. Al asomarme, vi que la mujer estaba en el suelo, entre los cinco hombres, cuyas pollas rígidas estaban a su disposición, y ella, riendo, pasaba la lengua por todas esas grandes cabezas rojas y se reía..

Uno de los individuos acostó a la señora en el piso y la colocó a gatas, con las nalgas abiertas hacia mi dirección. Eso causó que mirara sus secretos con toda claridad. El varón que estaba mejor dotado, se apresuró a enterrar su miembro en la estrecha morena, que respiró de satisfacción y comenzó a mover las caderas en círculos. Yo veía cómo el sudor se le perlaba en la excelente curvatura de su espalda, los hombros tensos, el trasero firme y orgulloso al ser penetrado. Otro de los hombres no perdió tiempo y se acercó con su virilidad hacia su boca. Vi cómo la boca de la extraña doncella se abría para tragarse aquella porra de carne. Los demás se estaban masturbando, atentos y con las miradas bien puestas en el espectáculo, al igual que yo.

No me costó mucho imaginar que esos eran los que me penetraban y que llenaban cada uno de mis orificios. No sentía recato. Quería ser tomada y hasta tanteé la posibilidad de hacer acto de presencia y simplemente acostarme allí.

En ese momento entró una jovencita muy linda, con algunos tatuajes sobre la piel. No pareció importarle nada de lo que pasaba. Se arrodilló frente a la señora. Intercambiaron palabras. La mujer ordenó al hombre que se detuviera y se puso de pie. Luego, colocándose boca arriba, otro de sus compañeros se acomodó entre sus piernas y la tomó con fuerza.

La jovencita miraba entusiasmada, pero seguía hablándole a la extraña, contándole quién sabe qué cosas. Uno de los individuos le ofreció su polla a la chica, y ella, distraídamente, comenzó a mamarla, quitándosela de la boca sólo para contestar lo que la mujer le decía.

Entonces la exploradora se puso de pie. La muchacha se sacó el falo de la boca, ayudó a vestir a la fotógrafa y las dos salieron de la casa, seguida de los hombres.

Elegí ese momento para marcharme de allí.

Volví sintiéndome como agua para chocolate. Era como si la imagen de esa mujer siendo follada por los hombres hubiera disparado en mí unas alborotadas hormonas que me hacían desear un hombre de inmediato, algo de verdad grande que se hundiera en mi mojado sexo. ¡Dios! Me molestaba pensar así. ¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Por qué este viaje estaba cambiándome tanto? No lo podía comprender.

Llegué al barco y fui al camarote de Leandro, desesperada por contarle de una vez sobre esa mujer.

—Despierta.

—¿Qué pasa?

—Vi alguien más en la isla.

—¿Lo dices de verdad? Ven, cuéntamelo.

Apreté las piernas. Mi clítoris palpitaba. Tragué saliva.

—Puedo... ¿acostarme?

— Pero estoy desnudo.

—No... No importa.

Me metí debajo de sus sábanas. Él me abrazó y me dio un beso en la mejilla. Le conté entonces sobre la mujer y de cómo a esta se la habían estado acostándose esos hombres, de las cosas que hicieron con ella y de cómo yo lo había visto todo. Le dije que la aldea no estaba muy lejos y que podríamos ir a hacerles una visita si queríamos.

—Este sitio debe ser un área protegida. Por eso no figura en el mapa de sitios turísticos que me dieron. ¿Qué hay de esa señora? ¿Cómo que se la estaban... follando?

—Es lo que vi —esbocé una sonrisa. Leandro se ruborizó y me frotó un hombro.

— Gracias por contarlo. Es importante —me dio un besito en la frente—. Bueno trabajo, hija.

Al sentir sus labios sobre mi piel, me invadió una ternura increíble. Una simpatía propia de una hija que venera a su padre, y yo le respondí con un besito en la unión de su boca. A él también pareció gustarle el gesto, porque de inmediato me regresó el beso, pero esta vez en la nariz. Yo me reí y me estiré para ponerme más cómoda. Interpreté eso como una señal positiva. Una de que quería que yo siguiera provocándolo. En ese instante, tomé su miembro entre mis dedos y bajé con sensuales besos alrededor de su torso. Él abrió sus piernas, permitiendo que me colocara entre ellas.

Desde ese momento, decidí que ya no me importaba lo que sucediera entre nosotros. Iba a disfrutar de él sin un tapujo. Obedecería a mis deseos. Permitiría hacer lo que poquísimas personas se permitían. Él lo comprendió de inmediato y mientras me acariciaba la cabeza, yo comencé a descender mi lengua a lo largo de todo su tronco.

Mi mano no alcanzaba a rodear todo su grosor. Abrí la boca al máximo para permitir que entrara. La carne rozó contra mis dientes. Lo atrapé con la parte interna de mis mejillas y succioné con algo de fuerza al mismo tiempo que mis manos jugaban con la superficie de sus testículos.

Leandro no tardó en jadear. Me decía que siguiera haciéndolo y repetía mi nombre hasta el cansancio. Eso me agradó. Ya no era su hija. Era una mujer para él. Habíamos roto algo. Una barrera, y me sentí feliz por eso.

Cuando logré que eyaculara dentro de mi boca, no titubeé al momento de tragarlo todo. Lo tenía dentro de mí y lo saboreé durante unos segundos antes de acostarme a su lado sin dejar de resoplar.

—¿Oigan? —Mara nos interrumpió en medio de una sesión de besos—. Hay alguien afuera. Son personas. ¡Vengan!

Me vestí y salí del camarote de mi padre. Mara nos vio y plegó las cejas. No tuvo que ser un genio para darse cuenta de lo que había sucedido.

Todavía era de noche y la Luna brillaba en un cielo sin nubes. Junto al bote había al menos unas doce personas, con antorchas flameando. En frente de ellos, con los brazos en jarras y vestida con un bonito traje de telas, hojas y una corona de flores, estaba la mujer.

—Me llamo Bárbara ¿qué hacen ustedes aquí? —preguntó de mal humor.

Papá se adelantó a presentarnos.

—Nos perdimos. Estas son mis hijas: Mara y Daniela. Yo soy Leandro. Encallamos y hemos estado aquí durante muchos días.

—Mmm... Ciertamente su bote se fue a la mierda.

La mujer tendió una mano a mi padre. Mientras se saludaban e intercambiaban palabras, vi que los hombres que la rodeaban eran los mismos que la habían cogido, entre otros, e incluso la misma muchachita estaba allí, vistiendo unas cortas faldas tribales y con una minúscula prenda cubriéndole los pechos.

—Nos encantaría —exclamó papá.

—¿Qué cosa? —le pregunté.

—Bárbara dice que podemos ir con ella a la aldea de estas personas para estar más cómodos.

—Ah, pues qué bien —soltó Mara, que iba sin sujetador. Sus bonitos pechos se movieron felices cuando brincó de alegría.

—Vamos, es por aquí. Es peligroso cruzar la selva de noche, pero estarán más seguros y calientitos que aquí en la playa. Por la mañana vendremos a ver su bote.

***

Recogimos unas cuantas cosas en nuestras mochilas. Mara se puso una remera sin mangas para el frío, aunque de mala gana, porque la nudista se negaba a vestirse y a romper con el aire natural de la isla.

La fogata todavía estaba encendida pero la fiesta se había acabado. Algunos hombres, ancianos y niños salieron a recibirnos con caras de confusión y sonrisas apenadas. Las mujeres iban sin nada que les cubriera los senos, al menos la mayoría.

—¿Qué lugar es este?—preguntó Mara, dándole voz a nuestros pensamientos.

—Soy fotógrafa. Me enviaron en una misión para investigar a estas personas. Llevo aquí como un mes. Estos son los nahili.

Nos guió hacia la casa que estaba en el extremo más alejado del pueblo. Una edificación de piedras y que estaba pintada con alegres colores de extractos naturales. Flameaban antorchas en la entrada. Era elegante, a su modo. La residencia de alguien importante.

Dentro y sobre un trono de madera, estaba un hombre barbudo, de unos cincuenta años quizá. La fotógrafa, quien hablaba su idioma, nos presentó como sus invitados. Intercambiaron más palabras y entonces el jefe de la aldea sonrió y nos saludó con un casi perfecto español.

—Ser bienvenidos. Divertirse y comer.

—Gracias —dijo papá.

El hombre miró a Mara sin descaro. Mi hermanastra se sonrojó.

—¿Qué me ve?

—Le gustan tus pechos —dijo Bárbara con una sonrisa bromista.

—Ah... gracias.

—Aquí se valora mucho el cuerpo femenino. No deberían de sentirse avergonzadas por mostrarse.

—Nosotros les cuidaremos. Ir a dormir.

—Vamos. Es por aquí —dijo Bárbara, llevándonos a todos hasta una casa lo suficientemente grande para todos.

Dentro había algunas camas con sábanas suaves, aunque viejas. Mara explicó que los aldeanos intercambiaban esta clase de "lujos" con los exploradores que venían aquí, a cambio de un poco de comida o piedras preciosas. Como la isla estaba protegida por el Gobierno, nadie les tocaba un pelo a estas personas y vivían felices.

—Entonces ¿podremos salir cuanto antes? —pregunté feliz.

—El barco que viene a recogerme estará en el muelle dentro de un par de semanas. Lo siento. Estamos incomunicados.

—Pero ¿no tienes radio o algo así?

—Sí... tenía todo eso, pero se lo comió un caimán y me quedé sólo con mi cámara y unas cuantas cosas nada más.

—Al menos ya no estaremos solos —dijo papá, optimista.

—Es cierto, y debo decir que me complace tener a gente de afuera aquí. Comenzaba a extrañar la civilización. Llevo semanas acá. No se preocupen. Salvo algunas... raras costumbres, se adaptarán rápido.

—¿Qué costumbres?

—Nada peligroso. Tranquilos. Estas personas son muy alegres.

Los adultos se fueron. Mara y yo nos quedamos solas y a oscuras.

—Este sitio es raro —comentó mi hermana menor—. Pero me gusta.

—Sí. Estás en tu ambiente.

—Mañana me la pasaré desnuda.

—Está bien... ahora duérmete. Mañana será un bonito día.

—Claro...

Sin poder decirle nada, Mara me abrazó cariñosamente.

¿Qué costumbres serán esas de las que habló Bárbara?

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7u7 ahora comienza mas diversión y un poco de profundidad en la historia. Espero seguir contando con su apoyo. el capítulo anterior fue muy bien recibido. Es un gusto saber que me apoyan. Gracias por los puntos y también por tomarse el tiempo de responderme. Yo les respondo sus comentarios.

10 comentarios - Vacaciones nudistas con mi papá - capítulo 5 y 6

Sarnilla86
no puedo parar de hacerme la paja leyendo esra historia.
ferphi
Me quede excitado
PAJAESVIDA
Quiero ser tu Papá! Paja mas 10!
ja_wizard
Me agradan bastante tus relatos son excelentes gracias por compartir