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Regalo de navidad...

¿Se acuerdan de Jorgito? Espero que sí, porque se trata de uno de esos hombres que han dejado una profunda marca en mi vida.
No puedo decir que me haya enamorado de él, pero sí que le tomé un enorme cariño. Sobre todo porque aunque ya tenía 23 o 24 años, yo fui su primera mujer, la que le enseñó todo sobre el sexo.
Por algún tiempo se convirtió en un polvo ineludible para mí, alguien con quién debía estar sí o sí, hasta que conoció a una buena chica en la Iglesia evangélica a la que concurre, se casó con ella y él mismo decidió, unilateralmente, que lo nuestro ya no debía continuar. Aunque lo "nuestro" no fuera en realidad ninguna relación, solo cogíamos de vez en cuando en un telo cercano a la oficina. Aún así supe respetar su decisión.
Igual no es que hayamos perdido del todo el contacto. No nos veíamos pero para las fiestas y cumpleaños siempre nos mandábamos un mail o un wasap, y seguíamos siendo amigos en Facebook. Y fue por ésta red social que me enteré que estaba por ser papá.
Por un conocido en común supe además que el embarazo venía medio complicado, por lo que la chica estaba internada desde hacía unos cuántos días a espera de que se produjera el nacimiento.
Siempre por intermedio de éste conocido pude averiguar en que clínica se encontraba, y hacia allá fui una tarde luego del trabajo, llevando un osito de peluche y pañales "Pampers" como regalo.
Como me había demorado con unas pólizas mal cargadas, llegué fuera del horario de visita, pero resulta increíble lo que puede lograr una sonrisa y un botón de la blusa estratégicamente desabrochado.
Sin quitarme los ojos de encima, el vigilante me indica cuál ascensor debo tomar para acceder a la sala de maternidad.
-Gracias...- le digo con un tonito sexy, asegurándome de que al voltearme tenga una buena panorámica de mi anatomía. Después de todo se lo merece.
Al llegar al piso correspondiente me pongo a buscar la habitación, evitando cruzarme con alguna enfermera que me haga notar que la hora de visita terminó hace rato.
Al girar en el primer pasillo lo veo allí sentado, solo, agotado, la mirada perdida como si acabara de recibir una mala noticia.
-¡Jorge!- le digo acercándome y poniéndole una mano en el hombro.
Tarda en reaccionar, mirándome como si fuese una aparición o parte de un sueño.
-¡Mary!- repone sorprendido mientras se pone de pie.
Acuérdense que es alto, altísimo, por lo que tengo que mirarlo hacia arriba, como quién mira a una torre.
Me abraza y me da un beso en cada mejilla, el segundo mucho más cerca de los labios.
-¿Como estás? ¿Como está...?- intento preguntar refiriéndome a su esposa, pero el tercer beso, el que no esperaba, lo recibo de lleno en la boca.
No puedo hacer otra cosa más que corresponderle, yo en puntas de pie, él agachado, besándonos apasionadamente en la sala de espera de la maternidad, a escasos metros de la puerta de la habitación en donde descansa la inminente madre de su primer hijo.
Por suerte no es horario de visitas, sino hubiéramos tenido que soportar las aireadas miradas no solo de los curiosos, sino también de algún que otro familiar.
Cuando nuestros labios se separan, lo noto ansioso, excitado, como si no hubiera tenido lo que un hombre necesita durante mucho más tiempo de lo conveniente. Jorgito es de pocas palabras, aún conmigo, aunque no tiene que decirme nada para que me dé cuenta de lo que le sucede.
Lo agarro de la mano y decidida a prestarle mi desinteresada ayuda, me lo llevo conmigo, buscando ahí mismo, en el piso de maternidad, un lugar en donde podamos estar a solas.
No tenemos que buscar mucho, ya que a unos pocos metros vemos una puerta con un letrero que dice: "Limpieza". No creo que a esa hora haya algún personal, y si lo hay, ya no nos importa.
La puerta está sin llave, así que entramos y cerrándola tras de nosotros, nos apoyamos contra la misma para evitar incómodas interrupciones.
Nos sonreímos divertidos por la ocurrencia, la de escondernos, y nos volvemos a besar, esta vez con él apoyando todo su cuerpo contra el mío, de modo que puedo sentir su excitación creciendo en forma desmesurada.
Se la acaricio por encima del pantalón sin dejar de saborear su lengua, entregándome por completo a sus más urgentes deseos.
No sé desde cuando no la pone, pero se lo nota terriblemente necesitado, y no hay nada que me erotice más que un hombre con las ganas a flor de piel.
Sin despegar mis labios de los suyos, le desabrocho el pantalón, le saco la pija afuera y se la acaricio a todo lo largo.
Él tampoco se queda atrás, me abre la camisa, me baja el corpiño, y agachándose hasta quedar a la altura, me chupa las tetas, arrancándome unos gemidos por demás excitados.
Sin dejarme casi respirar me baja la falda y sujetándome de las caderas, me levanta como si no pesara nada. Ni siquiera tiene que bajarme la bombacha, yo misma me la hago a un lado, buscando con mis propios movimientos ensartarme en ese portento viril que ya está a punto de estallar entre sus piernas.
-¡¡¡Ahhhhhhhhhh...!!!- los dos gemimos al unísono, fundiéndonos en un abrazo cargado de morbo y excitación.
Cuando ya lo tengo adentro, me garcha con todo, pegándome bombazo tras bombazo, haciéndome rebotar la espalda contra la puerta, una y otra vez, llenándome del más puro y exquisito deleite con cada centímetro de esa verga que irradia pura pasión.
Hay personas a las que me une un vínculo que trasciende el tiempo, Jorge es una de ellas. Pueden pasar años sin que nos veamos, pero cuando nos encontremos, seguro que terminamos garchando. Está en nuestro ADN. Un mínimo cromosoma que nos empuja irremediablemente el uno hacia el otro.
Estallo de placer cuando siento su leche derramándose en mi interior, cálida, espesa, caudalosa. Lo que se estuvo conteniendo todo este tiempo.
-¡Sí mi amor, dámela toda..., toda!- le pido entre plácidos suspiros, sujetándolo entre mis piernas, atrayendo su cabeza hacia la suave hondonada que forma mi clavícula.
Por supuesto que ahí se queda, bien refugiado, disparándome a mansalva, liberando dentro de mi sexo hasta la última gota. Si no me hace trillizos, le paso raspando.
Luego del polvo, nos arreglamos y salimos del cuartito de limpieza tan subrepticiamente como entramos.
Ya más calmados me cuenta que hace seis meses que no tiene relaciones con su esposa ya que el médico le había diagnosticado un embarazo de riesgo. Y por como es él, ni soñando iba a ir con una puta. Pero conmigo..., conmigo es diferente.
-¿Por qué no me llamaste?- le recrimino al enterarme de su prolongada abstinencia -Sabés que siempre voy a estar para vos- enfatizo agarrándole la mano y poniéndola contra mi pecho.
Se viene otro beso, pero justo aparece una enfermera y me veo obligada a soltarlo para que no piense mal, ya que aunque se lo explicáramos con diagramas y todo jamás llegaría a entender el verdadero sentido de nuestra relación.
Jorge le dice que soy una amiga de Laura, su esposa, por lo que la enfermera se muestra comprensible y me deja entrar a visitarla, aunque solo por un par de minutos, nos aclara.
Entramos con Jorge a la habitación, saludo a la futura mamá con un beso, y le doy los regalos que compré para el bebé y un par de consejos de quién ha estado en su misma situación. Pero ya tengo que irme, y no por la advertencia de la enfermera, sino porque empiezo a sentir algo que me humedece la entrepierna.
"Disculpame querida pero la leche de tu marido ya me está chorreando por las piernas, así que tengo que ir a enjuagarme. Un besito y hasta la próxima."
Me despido de Laura, tras lo cuál Jorge me acompaña hasta el pasillo.
-Tengo que ir urgente al baño- le digo en un susurro, provocándole una sonrisa, ya que se imagina cuál es la emergencia que tengo.
-En la semana hablamos- le aseguro mientras corro por el pasillo.
Lo demás es anecdótico. Voy al baño, me enjuago con abundante papel y me pongo la bombacha de repuesto que siempre llevo en la cartera.
Lo importante es que en la semana, tal como habíamos quedado, vuelvo a hablar con Jorgito. Todavía faltan unos días para la cesárea programada, así que sigue acumulando leche.
Le digo de vernos para tomar un café y acepta, así que nos encontramos a unas cuadras de la oficina. Todavía se lo nota tenso, nervioso por la internación de su esposa. Pero se libera conmigo.
Hablamos durante más de una hora, y aunque parezca increíble, es él quién más habla durante ese tiempo, muestra de la confianza que me tiene.
Luego, viéndolo ya más tranquilo y desahogado, apoyo mis manos sobre las suyas y casi en un susurro, le digo:
-Jorge, vamos a un telo- no se trata de una pregunta sino de un deseo.
Poniéndose levemente colorado, sonríe y asiente.
Salimos del café y vamos al albergue transitorio que solía servirnos de refugio cuándo todavía éramos amantes. Por supuesto que ahora sabe muchas más cosas que antes, e incluso hasta parece haber agarrado más cuerpo. Me doy cuenta cuándo está encima mío, penetrándome a intervalos largos y regulares.
No se apresura, se toma su tiempo para disfrutarme y que yo lo disfrute. Eso me gusta. Sentir que no soy solo un objeto para su goce personal. Que yo también importo.
Aunque unos días antes nos pegamos flor de garche en la misma clínica en dónde está internada su esposa, ahora hacemos el amor. Suave, dulce, intensamente.
Ambos sabemos que en cuanto nazca su hijo, lo cuál puede suceder en cualquier momento, quizás no volvamos a estar juntos en mucho tiempo. Por eso tratamos de disfrutar al máximo cada segundo.
Nos besamos, nos acariciamos, nos sentimos. Disfrutamos del tacto, de las sensaciones de la piel contra la piel, de los sabores.
Me gustaba sentirlo tan alzado, con la testosterona a tope, como si hubiera estado perdido en una isla desierta y después de meses se encontrara con una mujer. Con una verdadera mujer. Conmigo.
La obligada abstinencia a la que estaba siendo sometido debido al embarazo de riesgo de su esposa lo había convertido en una máquina de fifar.
Digamos que antes de que yo reapareciera en su vida, más o menos se la bancaba. Su religión, como solía decirme, lo ayudaba a superar semejante trance. Pero cuando me vió, y más aún, después de que me garchó en el cuartito de limpieza, ya no hubo religión que valiera. La tentación fue mucho más fuerte que cualquier dogma o creencia.
Sí, suelo provocar tales renuncias en los hombres, igual que el diablo.
Claro que conmigo no iría al infierno, sino al Paraíso, el Único, el Verdadero, el de los Sentidos.
Ya habíamos tenido un primero y hasta un segundo round, cuando me levanto de la cama, con la parte interna de los muslos enrojecida por el refriegue al que me había sometido.
Me echo de rodillas en uno de los sillones y me palmeo fuerte la cola. Atendiendo mi señal, Jorge se levanta y con la pija bien parada viene hacia mí. Sabe lo que quiero, lo que me gusta, lo que necesito.
Antes tenía que indicarle el camino con pelos y señales, pero ahora es él quién avanza, solito, y me la mete por el culo.
Lo que aprendió éste chico no deja de sorprenderme. De aquel alfeñique que apenas se movía en la cama a éste potro indomable que no deja agujero sin explorar. La verdad es que me enorgullece haber sido su mentora.
Apoyando las rodillas en el sillón, me agarra con firmeza de la cintura y sin piedad alguna, me rompe bien el orto con enculadas largas y profundas, de esas que parece que te abren un canal por el medio del cuerpo.
Me abro toda para esa pija tan necesitada de afecto, disfrutando cada combazo, cada golpe, cada suspiro que me arranca, hasta que siento la lechona fluyendo como un torrente incontrolable por todo mi recto. Enseguida, antes de que se corte, me la saca del culo y me la mete por la concha, vaciando en el ducto principal todo el resto de su descarga.
¡Me llenó de leche los dos agujeros, Jorgito!
Sintiendo como el semen borbotea en cada orificio, me volteo y lo beso en la boca, sellando así ese pacto tácito e inalterable que tendremos hasta el final de los tiempos.
Cuando me levanto, unos espesos y pesados grumos de guasca me caen por entre las piernas.
No puedo terminar el relato sin mencionar que el 25 por la tarde, Jorge se convirtió en Papá. Y aunque estaba en San Justo, celebrando la Navidad en lo de mis viejos, ni bien me enteré, me fui volando a la clínica.
Cuando llegué la flamante mamá ya estaba en la habitación, descansando junto a su hija, una hermosa bebé de dos kilos seiscientos. Jorge también estaba allí, con una cara mezcla de miedo y felicidad, como ocurre con todos los primerizos.
Fue la misma Laura la que me dio una sorpresa que no esperaba, dos en realidad.
La bebé se llamaría Mariel, en honor obviamente a ésta servidora, y con Jorge querían que fuera su madrina, cuándo fuera bautizada en la Iglesia a la que concurrían.
Por supuesto que me puse a llorar de la emoción, los abracé a los dos, a Jorge con mayor intensidad, y les agradecí el gesto que tenían para conmigo.
Si se preguntan si después de semejante demostración de afecto por parte de su esposa, me sentí culpable por haber cogido no una, sino dos veces con Jorge, les digo que no.
Y enfatizo lo dicho diciendo que mientras manejaba de regreso a San Justo, en lo único en que podía pensar era en que ahora, siendo madrina de su hija, quizás podríamos coger más seguido.
No sé como se comportará él una vez que su esposa pueda volver a tener relaciones. De cualquier modo la esperanza es lo último que se pierde.




18 comentarios - Regalo de navidad...

Fedepatan
Gracias a vos me lancé a escribir mis propios relatos. Toda una musa.
maritainfiel
Que bueno, prometo leerte, por ahora gracias por pasar...
Fedepatan
Para mí sería un honor.
celta05 +1
Que más se te puede decir? Podés ser un ángel o un diablo. A quien le importa si es el infierno o el paraiso? Mientras el mortal elegido esté cogiendo con vos el resto es decorado
maritainfiel +1
Las diablitas nos divertimos mas...
metalchono
¡Se te echaba de menos! Ya me esperaba una navidad así.
maritainfiel
En navidad los regalos nunca
maritainfiel
@maritainfiel
maritainfiel
@maritainfiel faltan
Desert-Foxxx
Hay pibes que los toca el cielo varias de sin morirse.
veteranodel60 +1
Simplemente un lujo leer lo suyo más que relatos es como estár viendo el momento, demás está decir que se me pone duro como el acero pensando que yo soy el otro protagonista felicitaciones y van 10 puntos
maritainfiel +1
Muchas gracias...
porongarabiosa
como me gustaría ser Jorge
maritainfiel
Baja, me gustó tu nick...
porongarabiosa
@maritainfiel no la querés probar?
Pervberto
Brillante y desinhibido ejemplo de absoluta bondad.
maritainfiel +2
Hay momentos en que hay que ser una buena samaritana...
juanjitox027
hay cosas que solo un buen polvo puede lograr y esta es una de ellas
maritainfiel +1
Tal cuál...
juanjitox027
soy asiduo lector tuyo de hace 2 años y me encantaria compartir algunos mensajes tuyos por mp si gustas, claro
Cisco_xxx +1
Genia q manera de relatar q tenes! Los ratones en Ferrari andan en jajaja un placer leer tus relatos, no cambies nunca, acá tenes un fiel lector! Saludos hermosa
maritainfiel +2
Gracias, saludos y un beso para nos también...
furtivo2017
Me gusto gustó mucho , como siempre. Pudiste ver lo que te mande ?
Loza_Kyle
Que lindoo coger con semejante hermosura en el cuertito de limpieza... Van +10 amor me dejaste super duro @maritainfiel... Cada vez mejor
Loza_Kyle
Me dejas cada ves mas sorprendido preciosa!! Daría lo q fuese por tener una mínima probada de vos o la suerte de todos esos hombres y poder conocerte!!!

Regalo de navidad...
Sute41
Como siempre muy buen relato @maritainfiel.
faby3878
Sos una puta de mierda...eso no se hace.aunke estas historias suelen ser FAKE!.mal x el y vos...espero q el reciba su castigo eterno.
carapicha
MUY BUENO ME CALENTO BASTANTE.