Con mi marido planeamos un viaje a algún lugar paradisíaco. Sólo nosotros dos, sin hijos. Armamos las valijas y partimos al Caribe a disfrutar nuestras tan ansiadas vacaciones.
Ya en el aeropuerto, no podía disimular mi tensión por el avión y mi marido se ofrecio a darme masajes y caricias para relajarme, mientras me relataba alguna fantasía de trío que tenía en mente. Yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por sus palabras.
Al llegar a destino, no dabamos crédito del lugar soñado en el que estabamos. El clima, la calidez de la gente, la belleza del lugar me llenaron de una extraña energia que ni el cansancio del viaje ni la tensión previa pudieron aplacar. Al cerrar la puerta de la habitación cogimos como desenfrenados, con la pasión de la primera vez y el morbo acumulado de los años.
Al tercer día de nuestra estadía, mi marido me cuenta que había reservado una sesión de masajes relajantes en el spa del hotel. Hacia allí nos encaminamos, yo totalmente emocionada ya que habrán descubierto a esta altura del relato que los masajes son mi debilidad.
Nos recibieron con un te de hierbas y nos invitaron a disponernos para la sesión. Nos indicaron que una vez terminada la infusión nos acostaramos en las camillas y esperáramos a nuestros masajistas. Obediente me acosté a esperar mientras escuchaba el sonido del mar frente a mi.
Ya casi adormecida escuché un buenos días y levanté mi vista para saludar. Se presentó con una amplia sonrisa y me dijo que se llamaba Miguel Ángel. Yo también sonreí y me presenté.... Ya mi sexo se había humedecido por tanta belleza. Busqué la mirada de mi esposo que sonreía lascivamente en su rol de espectador.
Miguel Ángel tenía unas manos encantadoras. manos que corrían aceitadas delicadamente por mi espalda. Ya les mencioné que mi sexo empezaba a humedecer, conforme iba sintiendo sus masajes la intensidad de mis jugos aumentaba. Podía sentir la mirada de mi esposo al verme morder mis labios...eso me excitaba aún más.
Miguel me pidió si podía sacar mi toalla, quería masajear todo mi cuerpo. Me incomodé un poco ya que pensé que iba a ver mi sexo totalmente chorreado pero luego me calmé pensando que quizás no era la primera. Corrió la toalla tan delicadamente que erizó toda mi piel. Miguel apenas rozaba sus yemas yendo y viniendo por toda mi espalda, manteniendo mi excitación a mil. Con la misma suavidad pasó a mis piernas, de los tobillos hasta llegar casi a tocar mi cola. Y volvía a mi espalda. Quería enloquecerme y lo estaba logrando.
Fue entonces que ya entregada, abrí un poco mis piernas, arqueé la espalda y levanté mi cola soltando un suave gemido. Me tomó de la cintura y con masajes circulares empezó a bajar hacia mi cola. Su mano se torno más pesada y su ritmo más fuerte abriéndome la cola en cada presión ....mezclándose aceite y jugos.
No podía discernir que me calentaba más, si la mano de Miguel o la mirada de mi pareja pero estaba en éxtasis, sentía mi sexo doler.
Miguel pasó un dedo bordeando mi sexo y era lo que necesitaba sentir para acabar, sintiendo sus dedos entrando y saliendo al ritmo de esa acabada. Me costó recuperarme. Y hubiera seguido si no fuera que Miguel me avisa que el turno había terminado.
Me incorporé y lo saludé con un beso en la comisura de los labios y subimos rápidamente a la habitación con mi marido a disfrutar todo lo que esa escena nos había calentado. Le chupé la pija con tanta devoción, que no tardó en explotar en mi boca.... Seguí lamiendo, tragando y lamiendo. Querés tener a las dos juntas? Me preguntaba sabiendo la respuesta. Yo asentía y murmuraba un sí con su verga atragantandome.
Me puso en cuatro y me embistió tan duro que tuvo que tapar mi boca para suavizar mis gemidos.
Por suerte nos quedaban aún varios días antes de que nuestras vacaciones terminaran.
Les prometo que lo que viene es mejor...
Ya en el aeropuerto, no podía disimular mi tensión por el avión y mi marido se ofrecio a darme masajes y caricias para relajarme, mientras me relataba alguna fantasía de trío que tenía en mente. Yo cerraba los ojos y me dejaba llevar por sus palabras.
Al llegar a destino, no dabamos crédito del lugar soñado en el que estabamos. El clima, la calidez de la gente, la belleza del lugar me llenaron de una extraña energia que ni el cansancio del viaje ni la tensión previa pudieron aplacar. Al cerrar la puerta de la habitación cogimos como desenfrenados, con la pasión de la primera vez y el morbo acumulado de los años.
Al tercer día de nuestra estadía, mi marido me cuenta que había reservado una sesión de masajes relajantes en el spa del hotel. Hacia allí nos encaminamos, yo totalmente emocionada ya que habrán descubierto a esta altura del relato que los masajes son mi debilidad.
Nos recibieron con un te de hierbas y nos invitaron a disponernos para la sesión. Nos indicaron que una vez terminada la infusión nos acostaramos en las camillas y esperáramos a nuestros masajistas. Obediente me acosté a esperar mientras escuchaba el sonido del mar frente a mi.
Ya casi adormecida escuché un buenos días y levanté mi vista para saludar. Se presentó con una amplia sonrisa y me dijo que se llamaba Miguel Ángel. Yo también sonreí y me presenté.... Ya mi sexo se había humedecido por tanta belleza. Busqué la mirada de mi esposo que sonreía lascivamente en su rol de espectador.
Miguel Ángel tenía unas manos encantadoras. manos que corrían aceitadas delicadamente por mi espalda. Ya les mencioné que mi sexo empezaba a humedecer, conforme iba sintiendo sus masajes la intensidad de mis jugos aumentaba. Podía sentir la mirada de mi esposo al verme morder mis labios...eso me excitaba aún más.
Miguel me pidió si podía sacar mi toalla, quería masajear todo mi cuerpo. Me incomodé un poco ya que pensé que iba a ver mi sexo totalmente chorreado pero luego me calmé pensando que quizás no era la primera. Corrió la toalla tan delicadamente que erizó toda mi piel. Miguel apenas rozaba sus yemas yendo y viniendo por toda mi espalda, manteniendo mi excitación a mil. Con la misma suavidad pasó a mis piernas, de los tobillos hasta llegar casi a tocar mi cola. Y volvía a mi espalda. Quería enloquecerme y lo estaba logrando.
Fue entonces que ya entregada, abrí un poco mis piernas, arqueé la espalda y levanté mi cola soltando un suave gemido. Me tomó de la cintura y con masajes circulares empezó a bajar hacia mi cola. Su mano se torno más pesada y su ritmo más fuerte abriéndome la cola en cada presión ....mezclándose aceite y jugos.
No podía discernir que me calentaba más, si la mano de Miguel o la mirada de mi pareja pero estaba en éxtasis, sentía mi sexo doler.
Miguel pasó un dedo bordeando mi sexo y era lo que necesitaba sentir para acabar, sintiendo sus dedos entrando y saliendo al ritmo de esa acabada. Me costó recuperarme. Y hubiera seguido si no fuera que Miguel me avisa que el turno había terminado.
Me incorporé y lo saludé con un beso en la comisura de los labios y subimos rápidamente a la habitación con mi marido a disfrutar todo lo que esa escena nos había calentado. Le chupé la pija con tanta devoción, que no tardó en explotar en mi boca.... Seguí lamiendo, tragando y lamiendo. Querés tener a las dos juntas? Me preguntaba sabiendo la respuesta. Yo asentía y murmuraba un sí con su verga atragantandome.
Me puso en cuatro y me embistió tan duro que tuvo que tapar mi boca para suavizar mis gemidos.
Por suerte nos quedaban aún varios días antes de que nuestras vacaciones terminaran.
Les prometo que lo que viene es mejor...
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