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Internado en la Clínica - Parte 3

Pude ver una especie de Consultorio con azulejos blancos de piso a techo y una camilla negra con estribos en el centro. Sobre camilla colgaban todo tipo de tubos de goma y plásticos y una especie de pequeños tanques. Sofía entró y golpeó con sus dedos suavemente la camilla como para que yo note a qué se refería.
- Vamos... a la camilla con los pies en los estribos! - me ordenó y después de asegurarme a la camilla con unas cintas de cuero negro, abandonó el Consultorio.
Yo me preguntaba qué estaba haciendo. Unos minutos después regresó con un carro. Se había puesto una bata de cirugía descartable amarilla semi transparente, cofia, barbijo y largos guantes de látex que llegaban hasta sus codos. En el carro había una botella de Pervinox y otra botella e instrumentos que no pude identificar. De repente otra persona entró al Consultorio. En seguida reconocí a la Dra. Susana, que venía con idéntico atuendo al de la Enfermera Sofía.
- Bueno, cómo estás? - me preguntó la Dra. Susana - Disfrutando de tu internación?
- Sí... Doctora... - contesté.
- Procedé! - le indicó la Doctora a Sofía.
Sin decir palabra Sofía tomó uno de los tubos de goma y con habilidad me lo introdujo en mi expuesto ano. En seguida la Dra. Susana agarró otro tubo y lo deslizó alrededor de mi pene. La Doctora presionó un botón y el tubo empezó a inflarse como un globo alrededor de mi pene. La Dra. Susana tomó una compresa, abrió la botella de Pervinox y humedeció la compresa. La cánula que me habían insertado en el ano previamente empezó a liberar agua tibia, me estaban haciendo una enema, mientras el tubo alrededor del pene empezó a vibrar suavemente. Cuando la Dra. Susana empezó a pasar la compresa con Pervinox por todo mi cuerpo, yo eyaculé. La Doctora me limpió de arriba a abajo con la compresa, que tenía un aroma bastante desagradable. Cuando terminó, Sofía me enjuagó con una manguera con agua. Fui liberado y conducido de vuelta a mi dormitorio. Casi inmedíatamente me quedé dormido, estaba exhausto.
Al día siguiente María me despertó. Me preparó para el segundo día de la revisación médica obligatoria. Después de unos minutos me ordenó que me siente en la silla de ruedas y me condujo al ascensor, donde se nos unió la Dra. Susana.
- Hola - me dijo y en seguida se dirigió a la Enfermera María. - Hoy lo voy a revisar yo.
Juntos subimos por el ascensor y otra vez me condujeron hasta un Consultorio que esta vez estaba rotulado como "Consultorio 2". Era bastante parecido al anterior.
- Con el primer examen que te vamos a hacer - empezó a explicar María - queremos medir tu resistencia.
Me llevó con la silla de ruedas hasta un sector del Consultorio que tenía una cinta para caminar.
- Vamos... de pie! - me ordenó mientras me quitaba la bata dejándome desnudo y me entregaba un par de zapatillas sin cordones. Me paré sobre la cinta, me pegó los electrodos al pecho y me puso una máscara de oxígeno.
Empecé a caminar. Después de unos minutos la cinta empezó a inclinarse para quedar un poco más elevada. Después de 45 minutos me detuve con una erección debido a la adrenalina. Me dejaron descansar en una cama de hospital antes de llevarme al próximo sector. Allí, había un gran equipo de resonancia magnética, me acostaron en la camilla del equipo y me pusieron un par de auriculares. La camilla se deslizó dentro del equipo y yo quedé dentro del resonador. A través de los auriculares María me ordenó que no me mueva. El equipo hacía mucho ruido y la camilla se deslizaba hacia adelante y hacia atrás antes de finalmente salir por completo. Como la jornada todavía no había terminado ellas decidieron "divertirse". Ambas mujeres me llevaron a una camilla y me sujetaron fuertemente. Primero me insertaron un catéter en el pene que conectaron a una bolsa colectora al costado de la camilla. Luego ambas mujeres desaparecieron de mi vista para retornar usando cofias, guantes de látex y batas de cirugía descartables. Por alguna razón María empezó a retirar el catéter. En cuanto terminó de sacarlo ella empezó a insertar sus dedos enguantados en mi trasero y acariciar mi próstata. Después de un minuto más o menos eyaculé con tanta fuerza que mi semen manchó la bata de la Dra. Susana. Después me dejaron en la camilla y abandonaron el Consultorio. Quedé acostado allí por casi media hora hasta que alguien entró, era Eva. Me dijo que había vuelto para llevarme a mi habitación, para dejarme descansar por el resto del día. En cuanto entramos en la habitación Sofía llegó con mi comida y me recomendó que descansara bastante porque lo iba a necesitar.

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