Regresando a casa, caminando, vi una hermosa mujer, parada frente al umbral vidriado de un centro de atención urológica. En varias otras ocasiones la había encontrado en mi vecindario y/o en un supermercado del barrio. Alta, cabellos azabaches, lindas facciones, seno abundante sin exceso, hermosas piernas, culo admirable. Nunca había hablado con ella.
Se me ocurrió hacerle una broma insolente, con la casi certeza de recibir una réplica airada. Me detuve y, con falsa expresión de preocupación en la cara, señalé, con el dedo índice, primero a sus pantalones a la altura de su sexo, luego a la palabra “Urología” en la marquesina sobre su cabeza y, por fin, uní las yemas de los cinco dedos e hice el gesto típico de interrogación, haciendo bascular la mano.
O sea, de modo gestual, sin palabras: “¿Qué le pasa a tu conchita que estas en una clínica de urología?”
Es inteligente y pescó la idea al vuelo.
-¡Idiotaaa!!!- me arrojó, arrugando el entrecejo
Uní las dos manos en señal de ruego, de disculpa. Cambió de semblante, sonrió y
-Estoy esperando que salga mi marido- murmuró
-¡Uhhhfff!!! ¡Qué alivio!- le repliqué mientras reanudé mi camino y, a mi espalda, sentí una risa sonora y un “…que pavote…”.
La volví a encontrar, unos días después en el supermercado. Ella con su esposo yo con mi esposa. La seguí con la mirada y, cuando quedó sola frente a una góndola, me separé de mi esposa y me aparee a ella, y en voz baja:
-¿Lo recauchutaron a tu marido?-
Giró la cabeza, me reconoció, sonrió y emulando mi manera de abordarla en la ocasión anterior, me respondió haciendo oscilar la mano abierta (con el típico gesto del “más o menos”)
-Podes contar conmigo-
-Acabala con esas estupideces-
-Está bien pero, decime como te llamás y de dónde te conozco-
-Liliana,…… No se, ….del barrio o, tal vez, de mi negocio de ropas, R…. P..., en la calle X….-
-Yo soy Juan. Pronto voy a necesitar comprar una remera….-
La cosa quedó ahí, porqué volvía junto a ella el marido.
Pero ya sabía dónde ubicarla ….. y que había sido ella que me pasó el dato.
Un par de días y entré en su tienda. Ella estaba con el control remoto apuntado al aire acondicionado y pulsando repetidamente uno de los botones, giró la cabeza, me ve y:
-Hola ¿Cómo estás Liliana?-
-Bien, gracias …. Pero con calor, las pilas del control agotadas, no puedo salir a comprarlas y voy a estar sola toda la tarde-
Rápido para el mandado me ofrezco para ir a comprarle las pilas. Me mira como si yo fuese un socorrista que la va a salvar de un naufragio.
-¿De verassss? ¡Graciasss, te lo voy a agradecer!-
Luego de verificar el modelo y número de las pilas, salí en procura de las mismas.
De regreso y con el equipo enfriando, paradójicamente, se iba a calentar el ambiente.
Preludio
-Es la primera vez que me da gusto hacer un mandado-
Ella intuye
-¿Vos sos siempre tan gentil con las mujeres?-
-¡Nooo! Sólo con las mujeres hermosas, y en particular, una preciosa, con cara hermosa y un cuerpo alucinante, del barrio-
Sonríe halagada, con las mejillas sonrojadas:
-Ustedes, los hombres, siempre listos para tirarse el lance cuando vislumbran la ocasión –
-Se deben aprovechar las oportunidades cuando se presentan-
Se quedó callada unos instantes, en procura de la mejor respuesta:
-Lo que vos, aquí, la única oportunidad que tenés es comprar una remera o una camisa que tengo en promoción-
La miro, sonrío y contragolpeo. Manoteo una de las prendas y:
-Elijo esta, mostrame donde me la puedo probar-
-Dale, vení-
Me precede, meciendo el caderamen, entra en la pequeña trastienda, enciende las luces y, en lugar de volver a salir, apoya la espalda en la pared perpendicular al espejo y me mira, incitante (a mi juicio). Titubeo pero al fin acepto el (supuesto por mi) convite. No estaba desencaminado.
Nos quedamos inmóviles por un momento, entro y nuestras bocas se unen en un beso lleno de deseo y pasión, nuestras lenguas se tocan, se persiguen, se chupan y nos permiten presentir la magnitud del deseo que nos ha arrebatado. Interrumpo el largo e intenso boca a boca y poso mis labios sobre su cuello. Chupo el lóbulo de la oreja, le acaricio la nuca, ella gime, luego se separa de mí y me mira fijamente.
-Dejame, o no me voy más. En cualquier momento entra alguien en el negocio-dice con voz terriblemente lánguida, mientras se suelta de mis manos y se encamina al mostrador.
Mi respuesta es elocuente, enfrentado a ella, mostrador de por medio, le tomo las manos en las mías y le propongo “almorzar” juntos en día siguiente, de 12:00 a 16:30 horas (tiempo en que permanece cerrada la tienda)
Queda convenido y, tácitamente entendido, que “almorzar” = masticar y beber algo frugalmente y, luego, coger copiosamente.
El(Los) polvo(s)
Estacioné a metros de la tienda, con algo de anticipación. A las 12:10 hs, nos saludamos con un beso fugaz pero premonitorio. Antes de las 13:00 hs abrí la puerta del cuarto del hotel.
Durante el breve almuerzo me enteré que estaba casada con Claudio, profesor universitario.
Gran esposo, pero, de un tiempo a esta parte un fiasco en la cama. Había pensado en serle infiel pero recientemente él había obtenido una importante cátedra y no quiso correr el riesgo de crearle problemas, por lo que, en lugar de buscar la oportunidad, había redoblado su dedicación a la tienda y a su casa.
-Hasta ayer, que, me dejé llevar, por vos- culminó el sinceramiento.
En la habitación del hotel, tras breve e intenso besuqueo y manoseo la acosté en la cama y la desnudé. Desnuda era un verdadero espectáculo: tetas importantes, hermosas y firmes, el vientre plano, piernas lisas y bien torneadas y, en el paraje donde las mismas confluyen, un hermoso triángulo de vello renegrido, que instaba a lamerlo todo.
Me desvestí velozmente y me acosté encima de ella. Disfruté el calor de su vientre, mientras con la verga dura le frotaba la raja, ya humedecida. Lanzó el primer gemido fuerte, mientras le lamía y mordisqueaba las tetas. Luego, lentamente, me fui deslizando hacia abajo, me demoré en el ombligo y seguí bajando. En el límite, ella, me agarró del cabello y me empujó hacia la concha. Vacilé un instante:
-….¡Dale, te lo ruego!!!...¡No aguanto más!!!-imploró.
Pegué, como ladilla, mi boca en sus grandes labios empapados, lamí, chupé y recogí con la lengua, insinuándose entre los pliegues, el néctar vaginal. No descuidé el clítoris, durísimo. De pronto tembló sacudida por estremecimientos de placer:
-….¡uuuhhmmm….. uumhmum….. hmumhmmm….sssiiiiiiii…..Diosssss…míoooo ….acabo!!!!-
Arqueó el cuerpo y, luego, se derrumbó en el colchón, saboreando el primer orgasmo, con el cuerpo inmóvil. Me sorprendió la facilidad con que la hice acabar.
De repente, parpadeó, se sentó, me obligó a acostarme y tomó posesión de mi verga dura y comenzó a chupar, lamer y pajear con ambas manos. Deslizó su lengua a lo largo del miembro, luego se metió las bolas en su boca, las chupó un rato, volvió a subir por el tronco, posicionó la boca frente al glande y su lengua se movió como la de una serpiente enloquecida.
Me doy cuenta de que la chica conoce su rol en el sexo, he conocido a algunas mujeres muy buenas para mamar, Liliana merece el podio.
De repente, se sube sobre mí y se emboca la pija entre los labios de su sexo empapado. Permanezco inmóvil y ella se empala. Descubro que lo tiene estrecho. Eso me sorprende. Disfruto que mi verga se abre camino en su interior mientras ella empuja su cuerpo hacia abajo. Su boca se abre para gritar, pero no sale ningún sonido. Comienza la cabalgata, cuando mi punta golpea en el fondo, ella tiembla sacudida por un choque de placer que nunca he visto experimentar a una mujer.
Mientras gozo lo indescriptible, le agarro las tetas y le torturo los pezones durísimos. Ella:
-……..¡aaaahhhhhh……..ohhhhh……ssssiiiiiiiii!!!!!!....¡me voyyyy!!! ...-
Le dejo un ratito, saborear su segundo orgasmo, luego la acuesto, me subo entre sus piernas abiertas, la penetro y bombeo con decisión y fuerza:
-¡Mirame!....¡ahhhh!.....quiero ver…. tu cara….cuando…..acabás ….¡oooohhhh!!....acabame adentro…..hace mucho….que no siento…..el placer…..del chorro de…..leche dentro de mí!!!!-
No tardo en cruzar el límite de aguante. Me entrego a un orgasmo superlativo.
-¡…Ohhh….Diossss mioooo……¡qué lindo!!!.....¡te sientoooo!......¡está calentito!!!!
Lentamente, salgo de dentro de ella, nos acostamos, recuperamos el aliento.
Ambos, admitimos que la cogida, había sido incomparable, que había acaparrado, exaltado, ensalzado a un grado superior nuestros sentidos.
En las casi dos horas que le restaban a turno del hotel cogimos con ella en cuatro:
-Hace mucho que no me montan de atrás, fue mi posición favorita, en los primeros años de matrimonio-
Le di, y me di, el gusto. Perdí la cuenta de cuantas veces gritó, mientras le daba, con fuerza por la concha. El clímax fue un alboroto, un estrépito.
Más tarde, como remate del tercer polvo de la tarde, mientras le estaba dando con pujanza y rudeza, en la pose misionero, me miró y sonriendo me dijo:
- ¡Haceme la colita!!!! Pero, despacito, son años que nadie me …… culea-
Costó apenas entrarle en el culo. Una vez adentro, me dejé llevar y, una vez más, la cogida y los orgasmos fueron un relajo, una obscenidad.
Después de la ducha y adecentados, la llevé de regreso a la tienda, sobre el filo del horario de apertura. Detenidos frente al umbral del negocio, nos dimos un beso fugaz, por eventuales miradas inoportunas y:
-¿Tendremos una segunda vuelta?- le pregunté.
-¡Seguro! …. Ahora que probé tu piel junto a mi piel…… tengo hambre de vos-
Nuevo roce de bocas y descendió del auto.
Se me ocurrió hacerle una broma insolente, con la casi certeza de recibir una réplica airada. Me detuve y, con falsa expresión de preocupación en la cara, señalé, con el dedo índice, primero a sus pantalones a la altura de su sexo, luego a la palabra “Urología” en la marquesina sobre su cabeza y, por fin, uní las yemas de los cinco dedos e hice el gesto típico de interrogación, haciendo bascular la mano.
O sea, de modo gestual, sin palabras: “¿Qué le pasa a tu conchita que estas en una clínica de urología?”
Es inteligente y pescó la idea al vuelo.
-¡Idiotaaa!!!- me arrojó, arrugando el entrecejo
Uní las dos manos en señal de ruego, de disculpa. Cambió de semblante, sonrió y
-Estoy esperando que salga mi marido- murmuró
-¡Uhhhfff!!! ¡Qué alivio!- le repliqué mientras reanudé mi camino y, a mi espalda, sentí una risa sonora y un “…que pavote…”.
La volví a encontrar, unos días después en el supermercado. Ella con su esposo yo con mi esposa. La seguí con la mirada y, cuando quedó sola frente a una góndola, me separé de mi esposa y me aparee a ella, y en voz baja:
-¿Lo recauchutaron a tu marido?-
Giró la cabeza, me reconoció, sonrió y emulando mi manera de abordarla en la ocasión anterior, me respondió haciendo oscilar la mano abierta (con el típico gesto del “más o menos”)
-Podes contar conmigo-
-Acabala con esas estupideces-
-Está bien pero, decime como te llamás y de dónde te conozco-
-Liliana,…… No se, ….del barrio o, tal vez, de mi negocio de ropas, R…. P..., en la calle X….-
-Yo soy Juan. Pronto voy a necesitar comprar una remera….-
La cosa quedó ahí, porqué volvía junto a ella el marido.
Pero ya sabía dónde ubicarla ….. y que había sido ella que me pasó el dato.
Un par de días y entré en su tienda. Ella estaba con el control remoto apuntado al aire acondicionado y pulsando repetidamente uno de los botones, giró la cabeza, me ve y:
-Hola ¿Cómo estás Liliana?-
-Bien, gracias …. Pero con calor, las pilas del control agotadas, no puedo salir a comprarlas y voy a estar sola toda la tarde-
Rápido para el mandado me ofrezco para ir a comprarle las pilas. Me mira como si yo fuese un socorrista que la va a salvar de un naufragio.
-¿De verassss? ¡Graciasss, te lo voy a agradecer!-
Luego de verificar el modelo y número de las pilas, salí en procura de las mismas.
De regreso y con el equipo enfriando, paradójicamente, se iba a calentar el ambiente.
Preludio
-Es la primera vez que me da gusto hacer un mandado-
Ella intuye
-¿Vos sos siempre tan gentil con las mujeres?-
-¡Nooo! Sólo con las mujeres hermosas, y en particular, una preciosa, con cara hermosa y un cuerpo alucinante, del barrio-
Sonríe halagada, con las mejillas sonrojadas:
-Ustedes, los hombres, siempre listos para tirarse el lance cuando vislumbran la ocasión –
-Se deben aprovechar las oportunidades cuando se presentan-
Se quedó callada unos instantes, en procura de la mejor respuesta:
-Lo que vos, aquí, la única oportunidad que tenés es comprar una remera o una camisa que tengo en promoción-
La miro, sonrío y contragolpeo. Manoteo una de las prendas y:
-Elijo esta, mostrame donde me la puedo probar-
-Dale, vení-
Me precede, meciendo el caderamen, entra en la pequeña trastienda, enciende las luces y, en lugar de volver a salir, apoya la espalda en la pared perpendicular al espejo y me mira, incitante (a mi juicio). Titubeo pero al fin acepto el (supuesto por mi) convite. No estaba desencaminado.
Nos quedamos inmóviles por un momento, entro y nuestras bocas se unen en un beso lleno de deseo y pasión, nuestras lenguas se tocan, se persiguen, se chupan y nos permiten presentir la magnitud del deseo que nos ha arrebatado. Interrumpo el largo e intenso boca a boca y poso mis labios sobre su cuello. Chupo el lóbulo de la oreja, le acaricio la nuca, ella gime, luego se separa de mí y me mira fijamente.
-Dejame, o no me voy más. En cualquier momento entra alguien en el negocio-dice con voz terriblemente lánguida, mientras se suelta de mis manos y se encamina al mostrador.
Mi respuesta es elocuente, enfrentado a ella, mostrador de por medio, le tomo las manos en las mías y le propongo “almorzar” juntos en día siguiente, de 12:00 a 16:30 horas (tiempo en que permanece cerrada la tienda)
Queda convenido y, tácitamente entendido, que “almorzar” = masticar y beber algo frugalmente y, luego, coger copiosamente.
El(Los) polvo(s)
Estacioné a metros de la tienda, con algo de anticipación. A las 12:10 hs, nos saludamos con un beso fugaz pero premonitorio. Antes de las 13:00 hs abrí la puerta del cuarto del hotel.
Durante el breve almuerzo me enteré que estaba casada con Claudio, profesor universitario.
Gran esposo, pero, de un tiempo a esta parte un fiasco en la cama. Había pensado en serle infiel pero recientemente él había obtenido una importante cátedra y no quiso correr el riesgo de crearle problemas, por lo que, en lugar de buscar la oportunidad, había redoblado su dedicación a la tienda y a su casa.
-Hasta ayer, que, me dejé llevar, por vos- culminó el sinceramiento.
En la habitación del hotel, tras breve e intenso besuqueo y manoseo la acosté en la cama y la desnudé. Desnuda era un verdadero espectáculo: tetas importantes, hermosas y firmes, el vientre plano, piernas lisas y bien torneadas y, en el paraje donde las mismas confluyen, un hermoso triángulo de vello renegrido, que instaba a lamerlo todo.
Me desvestí velozmente y me acosté encima de ella. Disfruté el calor de su vientre, mientras con la verga dura le frotaba la raja, ya humedecida. Lanzó el primer gemido fuerte, mientras le lamía y mordisqueaba las tetas. Luego, lentamente, me fui deslizando hacia abajo, me demoré en el ombligo y seguí bajando. En el límite, ella, me agarró del cabello y me empujó hacia la concha. Vacilé un instante:
-….¡Dale, te lo ruego!!!...¡No aguanto más!!!-imploró.
Pegué, como ladilla, mi boca en sus grandes labios empapados, lamí, chupé y recogí con la lengua, insinuándose entre los pliegues, el néctar vaginal. No descuidé el clítoris, durísimo. De pronto tembló sacudida por estremecimientos de placer:
-….¡uuuhhmmm….. uumhmum….. hmumhmmm….sssiiiiiiii…..Diosssss…míoooo ….acabo!!!!-
Arqueó el cuerpo y, luego, se derrumbó en el colchón, saboreando el primer orgasmo, con el cuerpo inmóvil. Me sorprendió la facilidad con que la hice acabar.
De repente, parpadeó, se sentó, me obligó a acostarme y tomó posesión de mi verga dura y comenzó a chupar, lamer y pajear con ambas manos. Deslizó su lengua a lo largo del miembro, luego se metió las bolas en su boca, las chupó un rato, volvió a subir por el tronco, posicionó la boca frente al glande y su lengua se movió como la de una serpiente enloquecida.
Me doy cuenta de que la chica conoce su rol en el sexo, he conocido a algunas mujeres muy buenas para mamar, Liliana merece el podio.
De repente, se sube sobre mí y se emboca la pija entre los labios de su sexo empapado. Permanezco inmóvil y ella se empala. Descubro que lo tiene estrecho. Eso me sorprende. Disfruto que mi verga se abre camino en su interior mientras ella empuja su cuerpo hacia abajo. Su boca se abre para gritar, pero no sale ningún sonido. Comienza la cabalgata, cuando mi punta golpea en el fondo, ella tiembla sacudida por un choque de placer que nunca he visto experimentar a una mujer.
Mientras gozo lo indescriptible, le agarro las tetas y le torturo los pezones durísimos. Ella:
-……..¡aaaahhhhhh……..ohhhhh……ssssiiiiiiiii!!!!!!....¡me voyyyy!!! ...-
Le dejo un ratito, saborear su segundo orgasmo, luego la acuesto, me subo entre sus piernas abiertas, la penetro y bombeo con decisión y fuerza:
-¡Mirame!....¡ahhhh!.....quiero ver…. tu cara….cuando…..acabás ….¡oooohhhh!!....acabame adentro…..hace mucho….que no siento…..el placer…..del chorro de…..leche dentro de mí!!!!-
No tardo en cruzar el límite de aguante. Me entrego a un orgasmo superlativo.
-¡…Ohhh….Diossss mioooo……¡qué lindo!!!.....¡te sientoooo!......¡está calentito!!!!
Lentamente, salgo de dentro de ella, nos acostamos, recuperamos el aliento.
Ambos, admitimos que la cogida, había sido incomparable, que había acaparrado, exaltado, ensalzado a un grado superior nuestros sentidos.
En las casi dos horas que le restaban a turno del hotel cogimos con ella en cuatro:
-Hace mucho que no me montan de atrás, fue mi posición favorita, en los primeros años de matrimonio-
Le di, y me di, el gusto. Perdí la cuenta de cuantas veces gritó, mientras le daba, con fuerza por la concha. El clímax fue un alboroto, un estrépito.
Más tarde, como remate del tercer polvo de la tarde, mientras le estaba dando con pujanza y rudeza, en la pose misionero, me miró y sonriendo me dijo:
- ¡Haceme la colita!!!! Pero, despacito, son años que nadie me …… culea-
Costó apenas entrarle en el culo. Una vez adentro, me dejé llevar y, una vez más, la cogida y los orgasmos fueron un relajo, una obscenidad.
Después de la ducha y adecentados, la llevé de regreso a la tienda, sobre el filo del horario de apertura. Detenidos frente al umbral del negocio, nos dimos un beso fugaz, por eventuales miradas inoportunas y:
-¿Tendremos una segunda vuelta?- le pregunté.
-¡Seguro! …. Ahora que probé tu piel junto a mi piel…… tengo hambre de vos-
Nuevo roce de bocas y descendió del auto.
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