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Familia y sexo Capítulo 6

Hola! les dejo la nueva continuación de este día

Para el medio día la tensión sexual entre todos los miembros de la familia era palpable. Debido a los calentones que nos dimos nosotras las mujeres por el juego de la botella, Tifany y Celia no habían salido de la habitación durante horas. Si pegaba mi oreja a la puerta del cuarto, podía escuchar sus murmullos, gemidos suaves y risas mientras tenían sexo. Ya que mis padres no estaban porque habían salido a comprar algunas cosas al centro del pueblo, ellas dos podían darse el lujo de revolcarse en la cama sin que nadie les dijera nada.

El pecho me latía desbocado de sólo imaginarme a mi hermana desnuda, comiéndole el sexo a Celia, o chupándole las tetas como si no hubiera un mañana. Estaba en eso, deleitándome con mis imaginaciones, cuando alguien me tocó la espalda.
—¿Qué haces? —Preguntó Alejandro, pegando su cuerpo a mí y poniendo su boca muy cerca de mi oreja.
—Estoy oyendo cómo esas dos se divierten —susurré.
Las manos de Alejandro se posaron en mis caderas y pegó la oreja a la puerta. Los gemiditos de Tifany eran dulces y agudos. Nos moríamos por ver lo que estaba sucediendo, pues el morbo era tal que no me hubiera importando formar parte de su sesión.

Por lo visto mi hermano pensaba lo mismo, y se pegó un poco más a mí, de tal forma que podía sentir su erección sobre mis nalgas. Como si nada moví un poco mi trasero para incentivarlo a agrandar su pene, y él se dio cuenta, así que nos miramos con una sonrisa pícara.
—¿Qué crees que haces, traviesa?
—Sólo… intento entrar en calor.
Aquello podía derivar en algo más que simples coqueteos. Me di media vuelta, despegando el oído de la entrada. Mi hermano me tomó de la cintura y me atrajo hacia él. Yo le rodeé el cuello con los brazos y me le pegué al cuerpo. Ya que él era un poco más alto que yo, mi boca quedaba justo a la altura de su pecho y le di unos besos allí. Sus manos bajaron hacia mis caderas y continuaron un poco más hasta apretarme el trasero con mucha fuerza, tanteando la carne y después, recorriendo mi cuello con sus besos.
Él era mi hermano, el hombre que adoraba y que me hacía sentir como una niña. Me encontraba tan excitada que fue difícil no resistirme al impulso de meter mi mano entre sus pantalones y tocar su pene, que para esos momentos ya palpitaba y hervía por la sangre almacenada. No pensé en nada en ese instante, como si no pudiera contenerme porque me encontraba tan caliente que me hubiera follado a mi hermano en ese momento.

Claro que las cosas no pudieron seguir así. Mis padres llegaron justo en medio del faje y nos tuvimos que separar de inmediato y sin decir nada. Él se fue a su cuarto y yo me quedé en el corredor, excitada y mojada por culpa suya.
Más tarde él y mi padre se fueron a nadar. Mi mamá decidió tomarse una siesta. Tifany y su novia seguían en la habitación, así que sólo estábamos Lilian y yo, solas en el cuarto. Ella en su laptop y yo mirando una revisa de modas.
—¡Jennifer! ¡Mira! —exclamó, señalando su pantalla —. Estuve investigando un poco de éste lugar y dice que hay una playa nudista muy cerca de aquí.
—¿Nudista? Eso suena bien —miré el mapa. No quedaba muy lejos. Podríamos ir si nos lo propusiéramos, y tal como estaba la mirada de mi hermana, supuse que en eso estaba pensando —¿Estás segura de que te puedes desnudar frente a otras personas?
—Claro. ¡Vamos! Sólo nosotras. Tomamos el autobús y ya. Volveremos en unas horas.
—Es que… no sé. A mí no me da eso de andar desnuda frente a desconocidos. Tú eres la rarita a la que le gusta exhibirse.
—No seas mojigata. Anda, vamos.
No tardó mucho en convencerme. Yo adoraba a mi hermana menor, así que dije ¿por qué no?
Apurada por ella, empaqué un poco de bloqueador solar, toallas y otras cosas para la pequeña excursión que íbamos a hacer.

Le dejamos una nota a nuestra madre y tomamos el autobús en el paradero de la esquina. Lilian iba muy guapa, con una minifalda de cuadros y un top. Era una diva andante y envidiaba su belleza exótica, tierna y casi infantil e inocente, como de quien no rompe un plato. Crucé un brazo alrededor de su cuello y le dejé un besito de pico en sus labios. Unos chicos que estaban en el asiento frente a nosotros nos miraron y se rieron con expresiones alucinadas por lo que veían. Le estaban echando el ojo a Lilian.
Llegamos a la playa y tuvimos que andar por un camino de tierra e internarnos un poco entre la maleza. El campo nudista estaba justo frente a nosotros, y era espectacular. Lilian sonrió, victoriosa, y antes de poder decirle nada, se desabrochó la falda, se quitó su tanguita, su top y su sujetador. Metió todo a la bolsa.
—¿Qué esperas? ¿Vamos a nadar, Jennifer?
—Bueno… ya voy, sí.
Penosa, me bajé los shorts y la camiseta. No llevaba nada más, así que quedé desnuda en un dos por tres. Miré el cuerpo de mi hermana, tan virginal que casi quería que se conservara así. Sus tetas, que no eran más grandes que las mías, estaban firmes, con sus pezones un poquito tiesos por la emoción. Nos tomamos de la mano y bajamos por la pequeña duna hasta la playa.
Yo esperaba que las miradas se posaran sobre nosotras, pero no fue así. Creo que la gente ya había perdido la curiosidad, porque todos estaban desnudos. Hasta los ancianos, lo cual no era un espectáculo muy agradable para mis ojos.

Por un lado vi a una pareja de adultos, tendidos en la arena. La mujer, despreocupada, le masajeaba las bolas a su esposo mientras platicaban. Dos chicas se estaban dando cariñitos untándose bloqueador y muchas otras personas tomaban el sol o se daban chapuzones.
Lilian, que tenía una manía por observar a los demás, estaba en el cielo, y lo pude ver por su sonrisa de oreja a oreja mientras miraba a todos sin excepción. Sacó su toalla de la bolsa y se recostó a la orilla de la playa, con las piernitas algo separadas y se puso sus lentes de sol.
—¿No te molesta si te ven?
—De eso se trata —me respondió.
Me recosté junto a ella para tomar el sol. Vi que algunos hombres pasaban y le lanzaban miradas lujuriosas a mi hermana, y a mí también, lo cual sólo me incomodó un poco más, pero con el pasar del tiempo me sentí menos apenada, por lo que también separé un poco mis piernas para que toda mi piel se bronceara. Me puse un poco de protector solar sobre los senos y las piernas. Lilian había ido a dar una vuelta para ver los cuerpos de los demás, porque de eso se trataba una playa nudista, de observar el cuerpo humano en su estado natural.
—Hay una pareja teniendo relaciones, ven a ver.
—¿De verdad?
Seguí a Lilian a un sitio un poco más alejado, entre unas piedras. Efectivamente vimos, escondidos de los demás, a dos novios que follaban. Ella sobre él cabalgaba y lo mejor de todo es que estaban practicando sexo anal. El ojete de esa mujer debería de estar muy flexible porque el pene del hombre entrara y salía con mucha facilidad. Sus gemidos se escuchaban casi al mismo nivel que el de las olas rompiendo en la orilla.

Mi hermana estaba alucinada y noté que tenía una mano entre sus piernitas. Yo también estaba excitada viendo como esa verga se hundía entre las nalgas de la mujer. El sexo anal era maravilloso. Yo era casi adicta a él, puesto que todavía era virgen. Entregar mi vagina era un regalo para el elegido, pero el resto de mis agujeritos no importaban.
—Auch —dijo Lilian —. Me intenté meter un dedo por el trasero y me dolió.
—Mensa. Tienes que lubricarte.
Me miró coqueta.
—¿Me enseñas?
—¿Qué? —me sonrojé — ¿Aquí?
—Sí. ¿Por qué no?
Sin decir más, Lilian se puso en cuatro y me ofreció una vista panorámica de su trasero. Incluso se abrió las nalgas, permitiéndome ver sus labios estrechos y rosados. Toda mi hermana era un precioso ángel, una princesita sexual. Bastó esa imagen de ella para que me calentara a más no poder, y desviando la mirada de la pareja que hacía el amor, me dediqué a darle placer a Lilian.
Primero dejé escapar una gotita de saliva sobre su raja. Luego, lentamente, dándole un beso en sus pompas, deslicé mi dedo anular en dentro de su sexo, y también tanteé la otra entrada por la que sentía curiosidad.

—¿Nunca has hecho sexo anal?
—Nunca…
—Entonces te va a doler.
La muchacha recargó su peso en la arena y arqueó toda la espalda para levantar sus carnes hacia mí. Me sentí tan bien dándole un placer sin igual con mis dedos. Al principio ella se quejó de que estaba siendo un poco brusca, pero al poco rato incluso movía sus caderitas para que mis dedo entraran y salieran con mayor facilidad. Su sexo liberó gotitas de flujo, que yo me apresuré a recoger con mi lengua.
Estábamos en eso cuando dos chicos aparecieron, y también venían desnudos, con sus penes medio erectos. Yo me asusté un poco y me quedé quieta, con mis dos dedos dentro del cuerpo de mi hermana.
—Perdón —se disculparon ellos, visiblemente apenados —. No queríamos ver, adiós.
—Esperen —dijo Lilian —. Quédense.
—¡Lilian! ¿Qué crees que haces? —le reclamé.
—Son mis gustos. Tú sigue. Deja que miren. Es excitante, ya verás.
Yo no estaba muy de acuerdo con que me miraran desconocidos, aunque por otro lado los chicos sí que se acercaron y se sentaron sobre las rocas.
—Entonces… sólo mirar.

Volví a lo mío, un poco menos excitada por tener público desconocido. Lilian estaba encantada con ellos y sonreía mientras conversaba con total naturalidad. Les contó que éramos hermanas y que estábamos aquí admirando el paisaje y divirtiéndonos. Poco a poco los dos chicos empezaron a interesarse más por mi hermana que por lo que yo hacía, aunque sus penes comenzaban a ponerse más grandes. La del moreno, sin duda, era la mejor, gruesa y no tan larga. Justo como a mí me gustaban. La de su amigo era menos gruesa pero más larga, con un gran glande rosado. Los dos tenían enormes testículos que les colgaban bien peladitos.
—Entonces… ¿quieren participar? —les dijo Lilian. Saqué mis dedos de ella.
—Oye, no les digas eso.
Se me acercó al oído.
—Por favor.
—Lilian…
—Tú dijiste que debía probar cosas nuevas. Anda, vamos. Tengo muchas ganas. Por favor, por favor, por favor.
Oír a mi propia hermana menor rogarme para que le dejara hacer sexo anal era raro y cómico a la vez. Puse los ojos en blanco y luego miré los penes de esos sujetos, que estaban listos para la acción. Los muy cabrones hasta se estaban masturbando lentamente mientras conversaban entre sí.
—Oigan —les hablé—. Éste es el trato: si se sobrepasan, les arrancaré todo a mordidas.
—De acuerdo —rieron los dos.
Lilian me guiñó un ojo y se colocó con las rodillas sobre la arena y la espalda arqueada en una hermosa letra “ese”. El tipo con el sexo más largo se le acercó por detrás, le separó las nalgas y de un tirón le deslizó el miembro por el ano a mi hermana. Ella gritó de dolor y yo me asusté.
—¡Ten más cuidado, imbécil!
—Estoy bien —rio Lilian —. Deja que yo me mueva.

Por suerte, mi sesión anterior había lubricado sus entradas.
El muchacho se quedó quieto y fue ella quien comenzó a ir de adelante para atrás, marcando su ritmo. Yo me quedé a un lado mirando cómo él abría un camino dentro de mi hermana, que empezó a gemir en una amalgama de dicha y dolor. Su voz tierna emitió apetitosos gemidos que comenzaron a excitarme.
El otro muchacho, del pene más grueso, se arrodilló y acercó su miembro a la boquita de Lilian, quien no perdió tiempo y empezó a degustarla como si fuera su biberón. En cierta forma, ver a Lilian con sus ojitos cerrados de placer, comiéndose ese pedazo de carne que apenas le entraba en la mandíbula, resultó ser demasiado excitante para mí. Me tumbé a un lado y abrí mis piernas. Deseé no ser virgen para poder meterme los dedos hasta el fondo. Tuve que consolarme mirando fijamente a mi hermana. Antes había sido una niña tierna.
Y ahora esa misma niña, convertida en una joven mujer, estaba recibiendo los placeres de los hombres por ambos extremos. ¡Y lo gozaba!
El de atrás empujó hacia el frente con una de sus poderosas embestidas. Sólo así logró que el cuerpo de mi hermana se echara para adelante u hundiendo la otra verga hasta el fondo de su paladar.
Ella se la sacó para tomar un y poco después volvía a lo suyo. Un hilo de saliva le goteó hasta la arena. Sus mejillas estaban encendidas como luces de un semáforo rojo.
Así nos la pasamos un rato, con sus gemidos volviéndome loca. En un momento determinado el tipo preguntó:
—¿Me puedo correr dentro de ti, amor?
—Sí.
Comenzó a penetrarla con mayor velocidad. Su cara se puso roja.
Lilian soltó la otra verga y empezó a gemir con más fuerza. Luego el hombre se quedó inmóvil, con los ojos en blanco y las manos en las nalgas de la chica. Su pene bombeó semen al interior de mi hermana, que también se había sumergido en el orgasmo.
—Eso… fue genial.

—Me toca a mí —dijo el otro hombre.
—No… suficiente. Me duele bastante —dijo Lilian y se sentó a mi lado, la respiración agitada y la cara colorada.
El otro muchacho que se había quedado con el pene parada no buscaba como parar su erección.
—Ven —le dije, y él sonriendo como todo un galán, se acercó. Gateé hasta él, me arrodillé y me metí la carne caliente a la boca.
Desde que lo vi me había atraído un poco, así que mamé con entusiasmo, los ojitos cerrados y saboreando esa sensación de que no me lo podía comer del todo por su tamaño. Él me sujetó del pelo y empezó a marcar el ritmo. Me dejé controlar y luego bajé hasta sus testículos. Me encantan los testículos muy grandes, mientras más mejor, y los de éste hombre eran de muy buen tamaño, viriles y calientes.

De repente sentí que otra lengua recorría junto a la mía. Era Lilian. La muy cabrona trataba de robarme el aperitivo, y por un momento competimos por ver quien se metía el pene a la boca. De nuevo parecíamos dos niñas jugando y tratando de ganar un helado. Nos reímos divertidas y luego me rendí. Lilian se ocupó del pene y yo los testículos. El amigo de éste, viendo lo excitados que estábamos, empezó a pajearse mientras me tocaba el trasero y trataba de meterme los dedos por la vagina. Le dije que yo era virgen, así que ni lo intentara.
Mi hermana y yo realizamos una felación a la verga de ese hombre durante un buen rato, hasta que sin previo aviso, el tipo eyaculó sobre nuestras caras. Nosotras nos quedamos abrazaditas, mejilla con mejilla mientras una descarga de leche caliente nos caía en la piel del rostro. Lilian la saboreó al momento y yo también, pues se resbaló pegajoso y dulce por nuestro cuello.
—¿Y bien? —le dije a mi adorada hermana mientras le limpiaba con mi lengua un poco de semen en sus labios— ¿te gustó?
—Tenemos que volver a hacerlo —dijo sonriendo, y me abrazó muy fuerte, pegando su cuerpecito sudado contra mí.
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Comenten! en todo lo que les pido 🙂

7 comentarios - Familia y sexo Capítulo 6

AngelFold
Me dejas a full otra vez!! Tremenda historiaaa

Familia y sexo Capítulo 6
Jodoon765
Ya lo lei 3 veces! Espero con ansias en siguiente capitulo
Ryband46
Es fabulosa la manera en que relatas..me ponen a mil..inevitable pajearse
EricRan90
Adoro esta saga por lo bien estructurada, los detalles hacen volar tu imaginación a otro nivel, gracias por publicar esta grandiosa historia, espero el próximo capítulo con ansias.
Saludos!