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Caballero y cordial, perverso y boca sucia

Sentada en la silla alta que acompaña la barra dispuesta en la cocina del departamento, veo al otro lado de la sala el sillón donde tantas veces me tiré a consumir de manera maratónica capítulo tras capítulo de mis series favoritas. Esta vez lo veía distinto a ese sillón. ¿Será quizás porque ahí estaba anoche tirada cuando empecé a pensarte y no pude evitar tocarme por vos? Te escribí en ese momento, un poco buscando inspiración renovada y un poco para provocarte. Pero respondiste más tarde, cuando toda la vorágine de mi calentura había pasado y yacía mi cuerpo satisfecho -en parte, porque el cuerpo nunca queda satisfecho si no es penetrado por el miembro que desea- luego de dos intensos orgasmos en tu nombre.
 
¿En qué pensé cuando te sentí en mis manos recorriéndome completa? Primero, en ese lunar en tu mejilla derecha, que no hace otra cosa que provocarme, que calentarme. Ese lunar que desata mis deseos más profundos de buscar, ayudada por mi lengua, cuántos más puede albergar tu cuerpo. Pensé en tus labios, carnosos manjares que quiero probar. Pensé en tu cuello siendo depósito de mis besos más húmedos. En tu pecho siendo acariciado por mis manos que lo usan como puente para bajar más allá, a la zona franca de los deseos.
 
Te pensé completo. Te pensé con ese aspecto rudo, varonil, de chico malo que llevas. Te pensé serio, y te pensé riéndote también. Te pensé caballero y cordial en un café previo a devorarnos mutuamente. Y te pensé perverso y boca sucia en la cama de la habitación, testigo momentáneo del instinto animal que emerge apenas cerramos la puerta.
 
No pude -ni quise- apartar de mis pensamientos el deseo de recorrernos mutuamente con todas las partes que la naturaleza nos brindó -boca, labios, dientes, dedos, manos- sin dejar ni un solo centímetro sin andar. No pude dejar de pensar en la funda de una almohada siendo usada en mis muñecas como improvisada atadura, dejándome servida a tus caprichos. Me imaginé con lencería de tu color favorito, unas medias largas y el portaligas que habías visto en una vidriera y que, más tarde sin que lo supieras, fui a comprar. Quería que me tuvieras así, entregada a tus deseos, arrodillada sobre la cama, con la cabeza apoyada en el colchón, las manos atadas en la espalda, y vos recorriendo la habitación, haciendo que mi ansiedad crezca, casi tanto como mi calentura.
 
Mientras pensaba todo esto, mis manos recorrían mi cuerpo, la yema de mis dedos cruzaban lugares estratégicos haciéndome estremecer. Mi lengua se encargaba de humedecer lascivamente mis labios. Mis dedos se encargaban de llevar la humedad de mi boca a mis pezones. La temperatura de mi saliva no hacía más que aumentar al contacto con mis pezones, duros como mármol, que deseaban ser apretados por tus labios, mordidos por tus dientes. Dos de mis dedos ya habían jugado con la humedad saliendo de mí, un poco más abajo. Ahora, ambos, estaban penetrándome frenéticamente, al tiempo que de mis labios salían -entre dientes y entre gemidos- “quisiera que estés acá ahora y que me estés cogiendo”, “quisiera que me hagas tu puta”, “dale hijo de puta, ¡contestame el mensaje y vení!” y un sinfín de deseos con un tinte de puteadas.
 
El orgasmo se sentía cerca, mi cuerpo ya no respondía a mis órdenes sino a los estímulos que yo misma le brindaba, y al deseo irrefrenable de tenerte en ese preciso momento, ahí, en el sillón, entre mis piernas jugando con tu lengua en mi clítoris. ¡Ay! Esa lengua, la quería jugando en mi humedad, la quería penetrándome, hurgándome, llevándome al punto máximo de placer. Llevándome al gemido mayor, aquel del que los vecinos hablarían la mañana siguiente en el ascensor, y luego al último gemido ahogado, exhausto, donde el cuerpo parece estar volviendo de ese trance en el que entró segundos antes.
 
¡Tin-tin! Me saca de mis pensamientos el ruido del teléfono recibiendo un mensaje, uno tuyo: “Perdón, caí dormido temprano anoche, ¿qué necesitabas?”
 
“Nada, nada importante. ¿Querés venir a desayunar? Te muestro algo en lo que me quedé pensando anoche…”
 
Inspirado en mi buen compañero de pensamientos pecaminosos, @maritox-69.

6 comentarios - Caballero y cordial, perverso y boca sucia

Pervberto +1
Los abandonos solitarios que presagian placeres compartidos...
SweetDragonfly_ +1
Ojala asi sea, y esto sea un presagio!
maritox-69 +1
Fuego puro en tus dedos. Ese teclado arde... Y yo tambien...
SweetDragonfly_ +1
Ardamos juntos, entonces 😘😏
maritox-69 +1
@SweetDragonfly_ ni que lo digas. 🔥 ardamos en esa hoguera
mdqpablo +1
muy bueno . para arder de placer
SweetDragonfly_ +1
Siempre arder esta entre los principales objetivos... Gracias por pasar 😘
morochadel84 +1
Si no responde mensaje, no me merece la paja. He dicho.
Aunque a veces no se puede evitar atraparse en la red del deseo, lo sé.
Placer leerla. 😉
SweetDragonfly_
Que me lleve a ese placer, aun sin responder en ese momento.. merece la paja, jajaja

Gracias @morochadel84 😘
paspadohastalos +1
me gusto mucho el final, me hizo sonreir. buen relato!