Estábamos nerviosos. Toda la secuencia hasta entrar en ese hotel alojamiento fue tensa, llena de miedos y paranoias, con ribetes hasta a veces detectivescos. Ella, que a fín de cuentas era la instigadora de la iniciativa, parecía querer retractarse todo el tiempo. Decía y se desdecía en el lapso de pocos minutos. Todos le parecían un poco locos, un poco demasiado pajeros, con tendencias asesinas.
-"Y si nos roban?" Era su duda preferida.
Después se volvía a calentar pensando en dos vergas dentro de su cuerpo y volvía a las charlas virtuales con posibles candidatos.
Que si foto de la verga y del cuerpo, que cara no. Que no cobramos ni pagamos. Que la higiene y la seguridad. Que donde encontrarnos. Que si el skype, o el wassap, o el messenger, o la mar en coche! Nunca pensé que fuese tan difícil concertar un trío sexual.
En algún punto me empecé a desalentar porque me sentía en un mercado de carne, donde la gente busca en un escaparate el cacho de piel que le parece que le gusta, casi como si fuesemos un kilo de asado o unos muñecos inflables.
Todo empezó años antes cuando le sugerí unos que viesemos porno para calentarnos. Al principio le pareció asqueroso y fuera de lugar. Me miró con su cara de rencor y me dejó afuera de su concha por casi un mes. Asi de exagerada es cuando se lo propone...
Después, sola, un día me dijo que probásemos. Previa indagatoria sobre qué tipo de porno quería ver yo y para qué. Arrancamos con algo tranqui. Me gustan la películas más bien caseras, pero preferí iniciarnos por esas producciones mas "femeninas" tipo Erika Lust.
Una chica rubia, muy blanca y con grandes tatuajes y tetas recibía la visita de un muchacho bastante peludo y flaco. Cojían en el sillón del living con una tenue luz de atardecer entrando por la ventana. Ella en algún momento le chupó el culo y mi mujer quiso probarlo. Me pareció extraño, pero excitante. Alguna vez se lo había pedido y no quiso. Esta vez, surgió de su propia iniciativa, asi fui al videt a higienizarme y después recibí su lengua en mi ano en cuatro patas, sintiendo su respiración agitada de excitación extrema, casi como nunca la había visto. Revolvía su cara entre mis nalgas, cojíendome con la lengua y gimiendo casi al borde de la asfixia. La sentí acabar detrás mío. Se había estado pajeando todo el tiempo. Me acercó sus dedos llenos de flujos al ojete y me los empezó a meter. Sentí la viscosidad que se mezclaba con la saliva. Me penetraba con los dedos y escupía todavía agitada. Seguía caliente. Yo estaba entre incrédulo y caliente, dejándome hacer eso que siempre había querido y ella nunca había aceptado. Sentía de a una sus falanges abriéndome el orto y me enloquecí de calentura. Me empecé a pajear con la cara contra las sábanas revueltas y el culo levantado para dejarla hacer. La veía a través del espejo del ropero sentada detrás mío, con una mano invadiéndome y la otra volviendo a frotar desenfrenadamente su cajeta. Su cara roja y líbida. Sus ojos semi abiertos y al borde del extasis. Acabé llenando las sábanas de mi gusca ansiosa. Me la hizo lamer y después me dio el beso de lengua más largo y profundo que nunca me haya dado. Quise chuparle la concha, viéndola tan caliente, pero me rechazó.
- "Vos quedate aca al lado, que tengo ganas de pajearme yo. Me gusta esto del porno..."
Así hizo entonces, echada boca arriba, acariciándose apenas la punta del clítoris con el dedo mayor de la mano derecha. Con la mano izquierda pellizcando fuerte la teta derecha y la vista fija en el televisor a los pies de nuestra cama matrimonial. La vi gemir, morderse el labio inferior, pasar su lengua por el labio superior. La vi revolver su cintura, levantar y bajar la cadera apoyada en los pies. Vi los dedos de sus pies, tensos y apuntando al techo. sus pezones duros como piedras. La vi acabar tensando los músculos al máximo y desfallecer apoyando su cabeza en mi hombro, con los ojos cerrados y una sonrisa en los labios.
Esa noche abrió una etapa de experimentación de los cuerpos en nuestra pareja. Hicimos casi todo lo que de a dos se nos pudo ocurrir, sin dejar agujero, porción de piel ni de pensamientos sin explorar.
Habíamos comprado algunos juguetes. Entre ellos un consolador que usábamos en ella y en mi. Muchas veces se lo metía en el orto mientras le daba por la concha, simulando las doble penetraciones que veíamos en la pantalla.
- Y si hacemos un trío?- me dijo una tarde después de cojer.
- Me gustaría probar dos vergas.. A vos no te da que te cojan, eso me calentaría te dijo...-
En nuestra jerga interna, eso pasó a llamarse "Operación Trío los Panchos" y comenzamos a indagar en internet. Y así fue que ahora estamos entrando tensos en un hotel alojamiento de la Avenida Circunvalación con un completo desconocido en el asiento trasero y con ganas de cojer a morir...
CONTINUARÁ...
-"Y si nos roban?" Era su duda preferida.
Después se volvía a calentar pensando en dos vergas dentro de su cuerpo y volvía a las charlas virtuales con posibles candidatos.
Que si foto de la verga y del cuerpo, que cara no. Que no cobramos ni pagamos. Que la higiene y la seguridad. Que donde encontrarnos. Que si el skype, o el wassap, o el messenger, o la mar en coche! Nunca pensé que fuese tan difícil concertar un trío sexual.
En algún punto me empecé a desalentar porque me sentía en un mercado de carne, donde la gente busca en un escaparate el cacho de piel que le parece que le gusta, casi como si fuesemos un kilo de asado o unos muñecos inflables.
Todo empezó años antes cuando le sugerí unos que viesemos porno para calentarnos. Al principio le pareció asqueroso y fuera de lugar. Me miró con su cara de rencor y me dejó afuera de su concha por casi un mes. Asi de exagerada es cuando se lo propone...
Después, sola, un día me dijo que probásemos. Previa indagatoria sobre qué tipo de porno quería ver yo y para qué. Arrancamos con algo tranqui. Me gustan la películas más bien caseras, pero preferí iniciarnos por esas producciones mas "femeninas" tipo Erika Lust.
Una chica rubia, muy blanca y con grandes tatuajes y tetas recibía la visita de un muchacho bastante peludo y flaco. Cojían en el sillón del living con una tenue luz de atardecer entrando por la ventana. Ella en algún momento le chupó el culo y mi mujer quiso probarlo. Me pareció extraño, pero excitante. Alguna vez se lo había pedido y no quiso. Esta vez, surgió de su propia iniciativa, asi fui al videt a higienizarme y después recibí su lengua en mi ano en cuatro patas, sintiendo su respiración agitada de excitación extrema, casi como nunca la había visto. Revolvía su cara entre mis nalgas, cojíendome con la lengua y gimiendo casi al borde de la asfixia. La sentí acabar detrás mío. Se había estado pajeando todo el tiempo. Me acercó sus dedos llenos de flujos al ojete y me los empezó a meter. Sentí la viscosidad que se mezclaba con la saliva. Me penetraba con los dedos y escupía todavía agitada. Seguía caliente. Yo estaba entre incrédulo y caliente, dejándome hacer eso que siempre había querido y ella nunca había aceptado. Sentía de a una sus falanges abriéndome el orto y me enloquecí de calentura. Me empecé a pajear con la cara contra las sábanas revueltas y el culo levantado para dejarla hacer. La veía a través del espejo del ropero sentada detrás mío, con una mano invadiéndome y la otra volviendo a frotar desenfrenadamente su cajeta. Su cara roja y líbida. Sus ojos semi abiertos y al borde del extasis. Acabé llenando las sábanas de mi gusca ansiosa. Me la hizo lamer y después me dio el beso de lengua más largo y profundo que nunca me haya dado. Quise chuparle la concha, viéndola tan caliente, pero me rechazó.
- "Vos quedate aca al lado, que tengo ganas de pajearme yo. Me gusta esto del porno..."
Así hizo entonces, echada boca arriba, acariciándose apenas la punta del clítoris con el dedo mayor de la mano derecha. Con la mano izquierda pellizcando fuerte la teta derecha y la vista fija en el televisor a los pies de nuestra cama matrimonial. La vi gemir, morderse el labio inferior, pasar su lengua por el labio superior. La vi revolver su cintura, levantar y bajar la cadera apoyada en los pies. Vi los dedos de sus pies, tensos y apuntando al techo. sus pezones duros como piedras. La vi acabar tensando los músculos al máximo y desfallecer apoyando su cabeza en mi hombro, con los ojos cerrados y una sonrisa en los labios.
Esa noche abrió una etapa de experimentación de los cuerpos en nuestra pareja. Hicimos casi todo lo que de a dos se nos pudo ocurrir, sin dejar agujero, porción de piel ni de pensamientos sin explorar.
Habíamos comprado algunos juguetes. Entre ellos un consolador que usábamos en ella y en mi. Muchas veces se lo metía en el orto mientras le daba por la concha, simulando las doble penetraciones que veíamos en la pantalla.
- Y si hacemos un trío?- me dijo una tarde después de cojer.
- Me gustaría probar dos vergas.. A vos no te da que te cojan, eso me calentaría te dijo...-
En nuestra jerga interna, eso pasó a llamarse "Operación Trío los Panchos" y comenzamos a indagar en internet. Y así fue que ahora estamos entrando tensos en un hotel alojamiento de la Avenida Circunvalación con un completo desconocido en el asiento trasero y con ganas de cojer a morir...
CONTINUARÁ...
4 comentarios - Operación Trio Los Panchos
Espero la continuacion!