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Eran pasadas las 2 y cuarto cuando escuché que llamaban al timbre.
Salí de la cocina y vi cómo mis niñas secuestraban a Pamela, tomándola una de cada mano para presentarla a las visitantes.
Durante toda esa semana, había sido la entretención favorita de mis hijas, particularmente de Pamelita, por ser la primera mujer que conocía con el mismo nombre que el suyo (Aunque no se ha dado cuenta que con su “tía Sonia”, comparten el segundo nombre).
Marisol abrió la puerta y la primera en entrar fue Sonia, que traía el bolso con las cosas de Bastían.
o¡Tía, tía! ¡Ella es mi tía Sonia! ¡Tía Sonia, ella es mi nueva tía Pamela!- comentó mi Pamelita, muy entusiasmada.
Pamela y Sonia se sonrieron, mirándose sorprendidas la una de la otra. Ese día, mi jefa llevaba como de costumbre, una falda corta de cuero y una blusa celeste sin hombros y con vuelo, mostrando sus pechos y como ya mencioné, Pamela vestía unos bermudas de mezclilla y un tank-top negro.
Aunque las prendas de la prima de Marisol no eran tan destacables de por sí, Pamela es de esas mujeres curvilíneas que pueden envolverse en una sábana y todavía verse sexy.
Mas para Pamela, no daba crédito a sus ojos, al ver que los pechos de Sonia habían crecido con el embarazo.
*¡Hola, tía!- se saludaron mutuamente.
Pero entonces, Verito empezó a gritar desde el pasillo del edificio.
o¡Tía, Tía! ¡Este es mi hermanito, Bastían!
A Pamela, eso hizo cambiar su mirada como si hubiese roto un plato. Posteriormente, me miró con genuino odio, imaginándome usar un encendedor dentro de un tanque de propano.
Pero al ver al más pequeño de mis hijos (de ese entonces) caminar, Pamela sufrió una inesperada transmutación.
Bastían, que apenas tenía 2 años y 2 meses, caminaba de forma inestable como todo niño y al ver una nueva cara amiga, sonrió con su entusiasmo habitual y enfiló hacia ella muy decidido.
Entonces Pamela, al verse sorprendida y acorralada por el pequeño y en un gesto que nos dejó boquiabiertos, lo tomó en brazos y lo abrazó, con un amor genuino e inmediato.
Les recalco una vez más que Pamela es lejos, la mujer más sexy que he visto en mi vida. Pero en esos momentos, pude darme cuenta que ella siempre me dijo la verdad: que buscaba tener un hijo y ese abrazo y cierre de ojos fue de un amor tan incondicional, que nos dejó a todos perplejos, puesto que hasta Marisol esperaba que Pamela estallase como una fiera.
o¡Mi tía Sonia quiere tanto a Pappa, que le dijo a mamá si él le podía poner una semilla en su barriga y así, nació mi hermano!-terminó explicando Verito, sonriendo con optimismo.
Y finalmente, le presentaron a Elena, que entró de las últimas.
Durante el almuerzo, éramos nosotros (Marisol y yo) los más perturbados por la“normalidad” de Pamela, que se aguantó hasta que recogiéramos la mesa para hacer las preguntas.
* Decidme cómo ha pasado…- demandó una vez que estábamos los 3 en la cocina.
Y entonces, Sonia le contó la historia de su vida.
o¡Mira, Pamela! La vida es fregada para las mujeres: cuando sales del instituto, entras a trabajar y te explotan y te abusan viejos estúpidos, que solo te miran el culo y te tienen para los mandados…(Sonia me miró sonriente) entonces, te ascienden y te empieza a ir bien y ganas plata… y no te das cuenta, Pamela, que pasaste los 30 años, has viajado y tienes de todo, pero te falta lo más esencial…
Como era de esperarse, las 2 me miraron al mismo tiempo…
o Y te digo, Pamela, que esta pega es maricona: no tienes tiempo para conocer gente y tratas de engancharte con compañeros de trabajo, que no les vale un veinte cuidar un hijo y son embaucadores y chamulleros, que hasta te llega a revolver el estómago pensar que ese gallo sea el padre de tu guagua… pero te acuerdas de ese amorcito rico. Ese, que imaginabas con el que te ibas a casar… pero que ya es papá y está casada con una loca… y bien… lo invitas un día a tu casa… lo hablas con su esposa… y te lo presta por una noche entera.
* ¿Una noche entera?- repitió Pamela, todavía desconcertada por la idea.
Sonia le respondió con una pícara sonrisa…
o ¡Sí!... ¡Y lo bueno, Pamela, es que tú puedes imaginarte qué noche me llevé!... ¡Fueron 4 polvos, Pame, 4 polvos maravillosamente fenomenales… y me dejó embarazada, mujer!
Cuando Pamela me miró, tenía la mirada entre perdida, afligida y enfadada. No podía cuestionar a Sonia, en vista que llevábamos 3 noches durmiendo juntos. Pero a la vez, la envidiaba, porque era algo que deseó desde el momento que Marisol se volvió mi mujer.
Solo una pregunta se pudo conformar en su boca.
*¿Y… valió la pena?
Mi jefa le sonrió de forma comprensiva, más sincera y triste.
o Sí y no.- Respondió.- Quiero decir, a Bastían no lo cambio por nadie. Es el amor de mi vida… pero si me preguntas si estoy completamente feliz, te digo que no… (una vez más, Sonia me miró a los ojos)… con Marco, como papá, no tengo quejas y mi chanchito sabe que él también tiene a su papá… pero te das cuenta que él es más feliz con Marisol que contigo y ves a sus niñitas cómo van creciendo… e igual sientes que algo te falta.
* Pero vosotros… en el trabajo…
Sonia le sonrió con desdén…
o ¡Pamela, tú sabes cómo es él!... ¡Y no, no pasa nada entre nosotros!- respondió riendo.- ¡No te lo voy a negar! ¡Igual lo molesto por si acaso!... pero no pasa nada… y está muy enganchado con tu prima…yo todavía lo quiero, Pamela, pero al menos, tengo a Elena que me acompaña y paso las penas…
Decidieron conversar a solas, en la terraza, mientras que Marisol cuidaba a nuestros hijos y yo conversé con Elena.
Sé que no he hablado mucho de ella en este tiempo, por lo que aquí va una breve recapitulación.
Recuerdo que ese día, usaba un sweater de lana sin mangas y una larga falda color celeste. Todavía lleva ese corte de pelo estilo bouffant rubio, que le hace ver como una madre norteamericana salida de una película de los 50, pero con un poderoso físico y su nueva nariz la ha tornado más atrayente y exótica.
Me era difícil procesar que un par de años atrás, Elena era la “yegua indomable del abogado y sus compinches” de la sucursal donde Sonia y yo trabajábamos originalmente y que hoy en día, se maneja como una profesional guapísima e inteligente.
Pero esa oportunidad, la aproveché para disculparme. Todavía me siento responsable por la decisión que tomó la compañía y creo que pude haber hecho más para que Elena siguiese al mando, tal como lo habíamos planeado desde un principio con Sonia.
Sin embargo, la memoria fotográfica de Sonia, junto con su capacidad de análisis y de toma de decisiones le hace un miembro fundamental dentro de la administración de la sucursal de Melbourne, por lo que optaron por restituirla en su cargo tras 3 meses de tener a Bastían, a cambio de concederle a Elena todos los beneficios para poder desarrollar su trabajo desde casa y los cuidados y comodidades necesarias para atender a Bastían.
Por este motivo, ya no me guardaba rencor por haberle quitado a Gloria de asistente y que la experiencia de criar a Bastían le permitió entender mejor a Sonia sobre la idea de ser madre y en tono de broma, me dijo que tal vez, más adelante, me “pediría también el favor”.
Pero ya llegando al clímax de esta experiencia con Pamela, una vez que las visitas se fueron, las pequeñas se acostaron y solamente nosotros 3 quedábamos en la cocina, me atreví a preguntar…
- ¿Te importaría, Ruiseñor, que Pamela y yo durmiésemos solos esta noche?...
Y luego de mirar a Pamela, agregué:
- Suponiendo que todavía quieras dormir conmigo, por supuesto.
Marisol dice que le encantaba la manera en que nos mirábamos esos días. Durante los 4 años que la conoció y tuvo como amiga más cercana, jamás la había visto avergonzada o verdaderamente enamorada, a como lo estaba conmigo.
Y para mi esposa, esos días fueron como un verdadero manga desarrollándose frente a sus ojos, con sus 2 personajes favoritos: la orgullosa “tsundere” madrileña y su tímido marido.
* ¿Por qué… por qué habéis hecho todo esto?-preguntó con timidez, sentándose en el borde de la cama, cuando quedamos finalmente a solas.
Flexionó un poco sus rodillas y quedaron sus muslos perfectos expuestos de perfil en tal ángulo, que sentí una punzada en la punta de mi pene.
- Porque… quiero que tomes una buena decisión…
* Pero… ¿Por qué?- preguntó nuevamente, llevándose el índice al intersticio entre sus labios esponjosos y su redondo mentón.
Sus ojitos negros lucían encantadores y el giro que dio, me permitió ver la manera que esos pechos tan espectaculares se burlaban de la gravedad.
Ya me sentía crecer en los pantalones y mis pensamientos se extraviaban con la lujuria.
- Porque… porque sé que te quieres casar, de igual forma que hice yo.- logré concretar mis pensamientos, cerrando los ojos y enfocándome.- ¡Yo sé que tú también te quieres casar una sola vez y tener al amor de tu vida!
* Pero… ¿Por qué?- preguntó de nuevo, comenzando definitivamente a llorar.
Y a partir de ese punto, perdí el uso de la razón.
No puedo precisar exactamente qué me pasa, pero tiendo a descontrolarme cuando una mujer llora. Marisol se ríe, recordando lo mucho que me aflijo, pero reconoce que nuestros encuentros amatorios más tiernos han sido esos, porque me esmero mucho en restablecerla, mientras le hago el amor.
Y fue así que empecé a tomar a Pamela. La empecé a besar desbocado, como si yo fuese una abeja y sus labios, una flor deliciosa. La llegué a empujar y tirar en la cama y Pamela aprovechó de abrazarme.
*¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso?- preguntaba ella de forma inconclusa, a lo que yo no podía responder en esos momentos.
Todavía recuerdo el contraste de la frescura de sus muslos, comparado con el calor de sus apretados pantalones de mezclilla y la manera que forzaba ella mi cabeza, para que siguiésemos besándonos.
Desabroché su pantalón desesperado, de la misma manera que ella casi desgarraba mi camiseta, con besos incesantes.
Hasta que en un momento, ella tomó la iniciativa: me dio vuelta, ubicándose como la furiosa afrodita española, prensando mi pene con su pubis y me levantó las manos, para sacarme la prenda y arrojarla lejos. Una vez libre, sus besos resumieron su curso, con su cuerpo exótico adoptando una maravillosa cabalgata en seco.
Yo seguía luchando con el botón de sus bermudas y cuando lo solté, medio liberaba sus muslos, producto de su incesante vaivén.
*¡Fóllame, cariño, fóllame!- pedía ella, meneándose perfecta e irguiéndose, exaltando más sus venerables pechos.
Y en ese indeterminado intervalo de tiempo donde nuestros cuerpos se separaron para poderla desnudar con desesperación, ella hizo lo propio con mis pantalones y calzoncillos.
* ¡Joder, que me encanta tu polla!- dijo, antes de darle una profunda probada.
Sentía que el alma se me iba en cada bocanada y es que Pamela lo hacía con un ahínco desesperado.
* ¡Es la mejor polla que he probado!- comentó coqueta, dando breves lamidas con su lasciva lengua y al ver mi cara de imbécil, agregó.- ¿Queréis follarme?
Y una vez más, Pamela tomaba la ofensiva, acomodando de forma desesperada la cabeza de mi glande en el pináculo de su feminidad y deslizándose suavemente sobre mí, añadió:
* ¡Ostias, Marco! ¡Que hoy me coméis las tetas!
A lo que yo me encontré en una encrucijada, puesto que como mencioné, Pamela usaba esa tarde un tank-top negro tan ceñido, que su escote de por sí, se veía lujurioso y tentativo y esa satisfacción, de sentirla meneándose de forma desesperada sobre mi hombría, casi me hacía desvanecer.
* ¡Carajos, tío! ¡Comedme las tetas!- demandaba a viva voz, descendiendo casi hasta la base.
Y fue ella misma quien se descubrió los pechos y empezó a restregármelos sobre la cara.
* ¡Coño, que no me meto en el avión, si no me comes las tetas hoy, cabrón!
A lo que tuve que obedecerle. Sus lindos pezones morenos estaban alzados, demarcando la punta de la mama con una bolita de carne, como si fuese un pequeño chupón y al momento de probarlas con mi boca, su voz mágicamente se calmó.
* ¡Sí, cariño! ¡Sí, cariño! ¡Cómo me prendes, guarro! ¿Te gustan mis tetas, eh, tío?... ¡Anda!... ¡Decidme, carajos, cuánto te gustan!... ¡Me tienes arrecha!
- Tus pechos… tus pechos son perfectos.- le pude decir, medio soltándolos.
Sentí a Pamela humedecerse generosamente.
* ¡Síiii!... ¿Te gustan, eh, guarrete?...¡Anda!... ¡Muérdelos tan rico!... ¡Sí!... ¡Así, cabrón, así!
Y empezó a menearse lentamente. Mis manos se afirmaban a sus sensuales y duros muslos y mis dedos, inconscientemente, se dirigían hasta su trasero.
* ¡Ahhh!... ¡Ahhhhh!... ¿Queréis romperme el culo…guarrete?... ¿Queréis follarme por el culo?... ¡Joder!... ¡Sí, guarro!... ¡Sí, guarro!... ¡Fóllame!... ¡Fóllame!... ¡Fóllame, cabrón!
Empezó nuevamente a besarme, posando sus manos sobre mi pelo. Se meneaba como una gata deliciosa, subiendo y bajando con tal delicadeza, como si nunca hubiésemos parado de tener relaciones.
* ¡Me encanta follar contigo!... ¡Te adoro, cariño!... ¡Te amo!- un nuevo beso apasionado, desaforado y libidinoso aterrizó en mis labios, con sus manos prensando mi cara para no apartarme de ella.
Cuando se lo conté a Marisol, le describí la mirada de Pamela con la misma ansiedad que ponen nuestras niñas la mañana de navidad.
Pero como también sucede con mi mujer, llega el momento que el vaivén, la ansiedad y la atracción física convergen.
A lo que me refiero es que llegamos a un punto donde ya no nos importaba tanto la lascivia en nuestros cuerpos y nuestras miradas se concentraban en nuestros rostros, precisamente, esperando el inevitable orgasmo con cuantiosos besos.
Y cuando este llegó, Pamela se irguió perfecta, alzando el rostro hacia los cielos, en señal de agradecimiento.
Por mi parte, al ver esos pechos perfectos y pletóricos completamente alzarse, profundicé mi estocada un poco más y un quejido ronco salió de sus labios.
*¡Necesitaba tu polla!¡Gracias, cariño! ¡Gracias!
Y más besos y arrumacos siguieron, mientras nos calmábamos.
Pero a medida que la sangre volvía a circular en mi cerebro y esperábamos a poder despegarnos, tuve la mala idea de hacer conversación casual.
-¿Y cómo está tu madre?- pregunté, mientras esperaba poder despegarme de ella.
Pamela se indignó al instante…
*¿Por qué? ¿Acaso extrañáis sus tetas también?-exclamó muy celosa la “Amazona española”.
Y es que tenía sus motivos: Lucía debe bordear ya los 40 años, pero es una verdadera MILF, con unos enormes pechos, más grandes que los de su hija, sus sobrinas e inclusive, su propia hermana; una figura un poco más rellena, pero no menos sensual y los rasgos comunes de la familia de mi cónyuge: una nariz larga y estilizada y un par de ojos verdes cautivadores.
-¡No, es que no he sabido de ella!- respondí,tratando de calmarla.
Aun así, Pamela no me creía.
*Pues… está mejor.- explicó con una mirada inquisidora.- Se ha puesto un poquito guarra… como mi tía Vero… y a veces, liga con algunos novios por un tiempo… pero nunca, nada serio.
Era bueno saber que había dejado la memoria de Diego (Su ex) a un lado.
-¡Ya veo!... ¿Y qué hay de Celeste?
*¿Quién?
-Celeste, la sirvienta que ustedes tenían.
Pamela se volvió a indignar…
*¡Esa negra guarra! ¡Que se ha cogido al portero y unos cuantos en mi cama, joder!
Y podía creerlo, porque aquella fogosa morena estaba famélica por un buen macho.
*Y… ¿Qué hay de ti y Mari?
Mi reacción fue completamente involuntaria…
*¡Coño, Marco, que te ha latido!- exclamó enojada al sentirlo.- ¡Joder! ¿Tanto te excita mi prima?
-¡Lo siento! ¡No puedo evitarlo!- respondí con mi sonrisa de idiota.
En su rostro, había nuevas muestras de desilusión.
*¿Por qué te gusta tanto?- preguntó en un tono más bajo.
-¡No lo sé!- respondí.- Creo que es porque la quiero… y porque la encuentro tan rara.
Le conté de la manera que juega con las niñas; las noches que vemos animé; las compras locas de golosinas que hacemos en el supermercado y de los días que simplemente, almorzamos helado.
Pamela intentaba comprenderme, pero se escapaba de sus capacidades. Son cosas tan triviales e infantiles, que poco y nada tenían que ver con el sexo.
Y era eso lo que más la desconcertaba.
-Contigo, también habría pasado…- le dije, intentando brindarle un poco de paz a su rostro.
Enrojeció nuevamente, endulzando a la fiera amazona que reside en sus ojos.
-Habríamos salido a bailar, nos habríamos abrazado…
*¡Yo no quiero esas cosas!- me respondió cortante, simulando enfado.
Pero lo veía en sus mejillas: aun no perdían el rosado.
Y ese tono de voz, en particular, lo escuché muchas veces. En especial, cuando ella me decía que no me amaba.
-Por eso, pienso que no deberías casarte con Juan.- le respondí finalmente.
Al escuchar su nombre, sus preciosos ojos crecieron en sorpresa y su mentón, levemente comenzó a bailar.
-No creo que estés enamorada de él. Si así lo fuera, me lo dirías a la cara.
*¿Cómo podéis saber eso?- preguntó con arrogancia, indignación y también, con dolor.
-Porque si yo estoy con la mujer más sexy que conozco, con lejos, la que mejor he estado en una cama… y aun así, puedo pensar en tu prima… te digo que no… no estás para nada enamorada.
Nos volvimos a besar. Fue un beso refrescante, porque le había dado un gran alivio de un pensamiento que la carcomía desde el momento que lo oyó.
-Y yo no soy como ella, que cree que me amarás por siempre. Al contrario, te quiero ver enamorada…
*¡Carajos, Marco! ¿Qué cosas dices?- señaló coqueta.
Le tomé de los brazos y la obligué que me mirara.
-Yo sigo creyendo que un día, vendrás hasta aquí,me presentarás a tu prometido y me sonreirás, sabiendo que entre nosotros, no pasará nada.
*¡Sí, claro, cariño!... como si me ha salido tan fácil.- comentó con desgano.
Su sarcasmo me desconcertó tanto, que me fue imposible no contraatacar.
-¡Sí, qué pena por ti, Pamela, que eres tan bonita y sexy, que te cuesta enamorarte!- le respondí en tono burlón, gesto que ella apreció.
Pero también en esos momentos, pensé en lo duro que ha sido su vida y la manera que había dejado la atrocidad que cometió su padre contra ella de lado, para ser una chica medianamente normal, que simplemente disfruta del sexo, para mirarla nuevamente con sinceridad.
-Por eso te digo que a mí, me tomó 28 años encontrar a tu prima, sin conocer a nadie más y tú te quejas, porque solo tienes 23.
*¡Coño! Pero si el tío con el que quiero casarme lo he encontrado. Solo que se ha casado antes con mi prima.- replicó de forma burlona.
Y nos empezamos a besar nuevamente, para disfrutar de la ansiedad de nuestros cuerpos.
No niego que viendo a una mujer como Pamela, los pensamientos más lascivos salen ala luz. Sin embargo, cada vez que he estado con Pamela, le he hecho el amor. Yes que si bien, para el resto, Pamela es una mujer despampanante y sexy, para ella misma, sigue siendo una mujer con sentimientos y emociones, tan normal como cualquier otra.
Lo que más me acuerdo eran de los meneos suaves que le daba, mientras movía su cintura de forma ondulante, a medida que la tomaba a lo perrito; Las veces que le agarraba los pechos con posesión y deseo, mientras ella me cabalgaba sin parar y la forma tan placentera que Pamela cerraba los ojos, a medida que iba sobre ella, sin olvidar, por supuesto, la sorprendente presión que mantenía su esfínter al momento de sodomizarla, considerando que su trasero es escultural y no le deben faltar propuestas.
Una vez más, nos sorprendió la mañana, con nuestros cuerpos exhaustos y entrelazados cariñosamente en dicha y satisfacción.
*¡Que me habéis cogido una vez más que a Sonia, guarrón!- Comentó de forma coqueta y casi infantil.
La besé por la mejilla y le agarré de nuevo los pechos, mientras sentía mi apéndice hinchado en su trasero, pero completamente inútil.
-Sí, pero no serías capaz de engañar a Juan con un embarazo mío…
Pude sentir cómo los nervios la embargaban y me miraba con terror.
*¡Ostias! ¡Que yo lo he dicho… por si te metes con otra golfa!... ¡Carajos, Marco!... Que yo contigo, siempre me cuido…
Y podía ver en esos morenos gestos que el placer la había desbordado, haciéndole olvidar completamente de Juan.
-¡Tú todavía crees que me meto con otras!- me burlé de ella, pellizcando su nariz.
Pamela volvió a enrojecer.
*¡Carajos, no, idiota!...que lo he dicho… porque te conozco… y me preocupa Mari.
Le tomé las manos y busqué su mirada huidiza.
-¡Pamela, es verdad! ¡Yo no tengo otras!-respondí “con honestidad”.
Y si bien, la situación ha cambiado un poco (Gloria y yo somos amantes ocasionales), en esos días de Enero, estaba demasiado preocupado del embarazo de Marisol y del cuidado de las niñas para fijarme en otras: podía reñir cada día con Maddie o encontrarme con Brenda o su madre todo lo que quisiera, pero lo que más me importaba era volver a casa a revisar a Marisol.
Como fuese, lo más memorable fue que el rostro de Pamela se alegró al oír aquello.
*¿Marco… creéis que yo sería buena madre?
-¡Por supuesto! ¡Serías una de las mejores!- le respondí, besando su mano.
Y entonces, soltó un suspiro inquieto…
*¡Ostias! ¿Por qué no me pediste a mí antes de casarte con Mari?
-Yo sí te lo propuse…
*¿Cuándo?- preguntó sorprendida e indignada.
-La noche que casi me dijiste que me amabas.
Percibí ese estremecimiento y la pérdida de su mirada, divagando en los recuerdos…
Esa semana que Marisol se estaba alejando de mi lado (por no saber que yo mismo la había embarazado) y que Pamela me trataba de consolar.
Esos encuentros sin preservativos y esa preciosa tarde donde casi me dice que me ama.
*¡Que no podía hacerlo, joder!- exclamó anonadada.- ¡Eráis el novio de Mari!
-Sí… y en esos momentos, estaba débil… pero me habría casado contigo… las cosas habrían sido más fáciles.
Una vez más, ese lozano rosado en sus mejillas.
*¿Por qué?
-Porque te habría sido fiel…
Y con eso, volvimos a guardar silencio, reavivando ese sentimiento de relación ilícita, dado que ambos amamos a Marisol demasiado, como para creer que nuestro actuar es justo.
Hicimos verdaderos malabares por la mañana, para levantarnos sin despertar sospechas departe de las pequeñas, almorzamos y la fuimos a dejar al aeropuerto.
o¡Tía, tía! ¡No te vayas, por favor!- rogaba Pamelita, completamente desconsolada, algo que nos llenaba de asombro a mi esposa y a mí, en vista que es muy reservada con sus sentimientos.
Pamela se agachó y la abrazó a ella y a mi Verito nuevamente, con ese amor incondicional.
*¡Hala, nena, que las Pamelas somos valientes!-le respondió en su acento cantarín.- ¡No debéis poneros tristes, porque nos volveremos a ver! Quiero mucho a su madre y vosotras sois un encanto, pero vivo muy lejos y ya pronto, las volveré a ver.
Por algún motivo, me miró cuando dijo eso último, como si yo también estuviese en esa promesa.
Marisol las convenció para que fueran a comprar helados y así nosotros, despedirnos formalmente.
*¡Sabéis que no me quiero ir!- sonrió con tristeza.
-¡Tú sabes que no quiero que te vayas!
Y nos besamos una vez más, con ella colgándose de mis hombros y yo, afirmándome por última vez de su fino trasero.
*¡Caramba, cariño, cómo me prendes!- me susurraba despacio, deslizando su lengua seductora en torno a mi mejilla.- ¡Que ya me he mojado la tanguita, guarrón!
Quedé literalmente anonadado y Pamela sonrió una vez más, al notar mi duro cincel debajo de mi pantalón. Me miró una última vez de forma seductora y se embarcó en el control de aduana.
Cuando veíamos su vuelo despegar, Marisol y yo creímos que con eso, Pamela disolvería su compromiso.
Algo que nunca pasó…
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Primeros días de agosto, poquito pasado mi cumpleaños. Todavía estábamos avisando a nuestras familias la alegre llegada de Alicia a nuestro hogar, cuando escucho claramente la voz enfadada de Pamela en el altavoz del celular de mi esposa.
*¿Creéis que el gilipollas de Juan se ha retractado? ¡Ostias! Que luego de cogerme como él quiso, ahora me sale que no puede dejar a su mujer y sus hijos, ¿Podéis creerlo?
+¡Vamos, prima!... No puede ser tan malo.
*¡Carajos, no!... ¡Que estoy harta de los hombres, mujer!... y que si llego a los 30 y aun no me he casado o tengo hijos, que obligo a tu marido que me” haga el favor” también, ¡Joder!
Y mientras que Marisol se reía de mi cara, lo único que podía pensar era que la cuenta regresiva ya había empezado.
2 comentarios - Arroz con leche (XIV y final)
oie presenteme a pamela asi se ahorra un bb!
jajq