- ¿Y si no la dejo tomarse su siesta?
- ¿Qué tenes en mente? Acordate de la veda sexual.
- ¿Veda? Es el momento de lograr mi cometido: que usted tenga un orgasmo sin tocarse.
- No te atreverías…
- No me desafíe.
Porque te conozco sé que fue como abrir la caja de Pandora, pero de los placeres. ¡Cómo te gustan los desafíos! Se te metió en la cabeza algo y no ibas a parar hasta conseguirlo, porque sabes que me podes, porque sabes que me entrego completa a tus caprichos. Fueron tus palabras las que transcribo acá a modo de recuerdo, fueron tus palabras las que hicieron que llegar a tan intenso orgasmo sin siquiera tocarme, sólo leyéndote. Las consignas eran claras:
- Usted déjese llevar por el deseo y no escriba, sólo concéntrese en manejar esa electricidad en su cuerpo.
Me hiciste imaginarte detrás mío, con tu boca en mi cuello sintiendo tu aliento tibio y viajando hasta muy, muy cerca de mi boca. Ambos totalmente desnudos. Tus manos recorriéndome completa, pero apenas rozando mi piel con la yema de los dedos, empezando por mi cuello y bajando hasta mi vientre. En mi cintura sintiendo tu erección. Fue suficiente este comienzo para sentir como mi cuerpo empezaba a responder a tus mensajes. Mis pezones empezaban a despertar, haciéndose notar a través de la remera, la levanté levemente, apenas descubriendo un poco mis pechos -tal como me lo hacías imaginar con tus mensajes-.
Me hiciste imaginar la humedad tibia en mis pezones, provocada por tus dedos que previamente llevaste a mi boca para llenarlos de saliva, para luego masajear suavemente el par de pequeñas areolas morenas que se endurecían con cada caricia. En la soledad de mi habitación ya se podían escuchar los primeros gemidos, mis manos recorriéndome tal cual tu descripción. En tus mensajes me comes la boca con lujuria, metiendo tu lengua como si me estuvieras cogiendo con ella. En mi habitación, eso me humedece en la zona baja, más aún cuando me decís que ahora mi boca estaría llena de tu pija y tus manos se concentrarían en retorcer mis pezones.
Siento que no puedo describir con palabras las sensaciones que me provocas. Lo intento, pero solo me sale enviarte algunos emojis que, bien sabes vos, los uso cuando la calentura no me permite escribir. Me recordas no hacerlo.
- Sólo léame. Lleve esa electricidad hasta tus contracciones. Sienta mi lengua y mi pija dentro de su boca, un rato cada una. Mientras mis manos juegan con sus pechos.
Sabes que me enciende aún más tu falta de tuteo. La electricidad en mi cuerpo me recorre completa, por momentos parece que no la puedo controlar. ¡Es que no sé controlarla! Nunca nadie había logrado lo que estas logrando en mí. Hacerme delirar de placer, llevarme al borde del orgasmo, volver a traerme a disfrutar un rato más de esto, para luego llevarme de nuevo al borde, esta vez de la locura.
- Me encanta estar encima suyo, desnudo, con sus manos en mi cola, y que las mueva como si usted quisiera que la meta dentro suyo, sintiendo la cabeza de mi pija por encima de su ropa interior.
¡Ay, si me vieras! Retorciéndome de placer en mi cama, sintiendo en mi piel cada una de tus palabras. Moviéndome como si estuvieras realmente encima mío y yo quisiera ser penetrada salvajemente. Me llevaste nuevamente al borde, pero esta vez ya no hay vuelta atrás. Te aviso que estoy por acabar, y te hago una pregunta que estoy segura que te va a dejar expectante del resultado de tus provocaciones.
- ¿Querés verme?
Tu respuesta no podía ser otra más que sí, y continuas con la catarata de estímulos que terminan por llevarme al final. Me haces vibrar, me estremeces, me haces gemir, gritar. Mi cuerpo se sacude sin control. Siento el vacío en el estómago que se convierte en electricidad viajando directamente a mi clítoris y, por último, la descarga.
La descarga, el orgasmo siendo evidente en los espasmos musculares, en mi vientre contrayéndose al compás de mi agitada respiración, en mi clítoris latiendo aún sin haber sido rozado siquiera, en la humedad emanando de mí, en los gemidos de mujer satisfecha que salen sin permiso de mis labios. Todo grabado, todo en un video que te envío con lo último de energía que me queda antes de caer casi instantáneamente en una especie de transe. Un video con una dedicatoria final, una que no deja lugar a dudas que el video es para vos, que lo que ves lo lograste vos, y nadie más.
- ¡Qué hijo de puta que sos! ¡Qué perverso hijo de puta!
- ¿Qué tenes en mente? Acordate de la veda sexual.
- ¿Veda? Es el momento de lograr mi cometido: que usted tenga un orgasmo sin tocarse.
- No te atreverías…
- No me desafíe.
Porque te conozco sé que fue como abrir la caja de Pandora, pero de los placeres. ¡Cómo te gustan los desafíos! Se te metió en la cabeza algo y no ibas a parar hasta conseguirlo, porque sabes que me podes, porque sabes que me entrego completa a tus caprichos. Fueron tus palabras las que transcribo acá a modo de recuerdo, fueron tus palabras las que hicieron que llegar a tan intenso orgasmo sin siquiera tocarme, sólo leyéndote. Las consignas eran claras:
- Usted déjese llevar por el deseo y no escriba, sólo concéntrese en manejar esa electricidad en su cuerpo.
Me hiciste imaginarte detrás mío, con tu boca en mi cuello sintiendo tu aliento tibio y viajando hasta muy, muy cerca de mi boca. Ambos totalmente desnudos. Tus manos recorriéndome completa, pero apenas rozando mi piel con la yema de los dedos, empezando por mi cuello y bajando hasta mi vientre. En mi cintura sintiendo tu erección. Fue suficiente este comienzo para sentir como mi cuerpo empezaba a responder a tus mensajes. Mis pezones empezaban a despertar, haciéndose notar a través de la remera, la levanté levemente, apenas descubriendo un poco mis pechos -tal como me lo hacías imaginar con tus mensajes-.
Me hiciste imaginar la humedad tibia en mis pezones, provocada por tus dedos que previamente llevaste a mi boca para llenarlos de saliva, para luego masajear suavemente el par de pequeñas areolas morenas que se endurecían con cada caricia. En la soledad de mi habitación ya se podían escuchar los primeros gemidos, mis manos recorriéndome tal cual tu descripción. En tus mensajes me comes la boca con lujuria, metiendo tu lengua como si me estuvieras cogiendo con ella. En mi habitación, eso me humedece en la zona baja, más aún cuando me decís que ahora mi boca estaría llena de tu pija y tus manos se concentrarían en retorcer mis pezones.
Siento que no puedo describir con palabras las sensaciones que me provocas. Lo intento, pero solo me sale enviarte algunos emojis que, bien sabes vos, los uso cuando la calentura no me permite escribir. Me recordas no hacerlo.
- Sólo léame. Lleve esa electricidad hasta tus contracciones. Sienta mi lengua y mi pija dentro de su boca, un rato cada una. Mientras mis manos juegan con sus pechos.
Sabes que me enciende aún más tu falta de tuteo. La electricidad en mi cuerpo me recorre completa, por momentos parece que no la puedo controlar. ¡Es que no sé controlarla! Nunca nadie había logrado lo que estas logrando en mí. Hacerme delirar de placer, llevarme al borde del orgasmo, volver a traerme a disfrutar un rato más de esto, para luego llevarme de nuevo al borde, esta vez de la locura.
- Me encanta estar encima suyo, desnudo, con sus manos en mi cola, y que las mueva como si usted quisiera que la meta dentro suyo, sintiendo la cabeza de mi pija por encima de su ropa interior.
¡Ay, si me vieras! Retorciéndome de placer en mi cama, sintiendo en mi piel cada una de tus palabras. Moviéndome como si estuvieras realmente encima mío y yo quisiera ser penetrada salvajemente. Me llevaste nuevamente al borde, pero esta vez ya no hay vuelta atrás. Te aviso que estoy por acabar, y te hago una pregunta que estoy segura que te va a dejar expectante del resultado de tus provocaciones.
- ¿Querés verme?
Tu respuesta no podía ser otra más que sí, y continuas con la catarata de estímulos que terminan por llevarme al final. Me haces vibrar, me estremeces, me haces gemir, gritar. Mi cuerpo se sacude sin control. Siento el vacío en el estómago que se convierte en electricidad viajando directamente a mi clítoris y, por último, la descarga.
La descarga, el orgasmo siendo evidente en los espasmos musculares, en mi vientre contrayéndose al compás de mi agitada respiración, en mi clítoris latiendo aún sin haber sido rozado siquiera, en la humedad emanando de mí, en los gemidos de mujer satisfecha que salen sin permiso de mis labios. Todo grabado, todo en un video que te envío con lo último de energía que me queda antes de caer casi instantáneamente en una especie de transe. Un video con una dedicatoria final, una que no deja lugar a dudas que el video es para vos, que lo que ves lo lograste vos, y nadie más.
- ¡Qué hijo de puta que sos! ¡Qué perverso hijo de puta!
6 comentarios - La caja de Pandora, pero de los placeres
quién pudiera haberlo recibido!!!