"¿Por qué esta mujer se me acerca arrastrándose? ¿Por qué no camina hacia mi? ¿Por qué tirada en el piso? ¿A mis pies? ¿Por qué pienso esto cuando en verdad quiero que no se levante, que siga gateando hacia mí?”
Sus movimientos me recuerdan al de un gato, su zigzagueante movimiento, y sus pechos caídos son los de una madre gata, un ser que ya ha servido para muchos propósitos. Al llegar a donde estoy sentado, y como si me hubiese leído la mente, se detiene, se sienta y acercándose a mi oído me susurra "Porque soy una sumisa, por eso estoy a tus pies" y ahí se queda, en silencio, agachada, rodillas en tierra y los ojos muy fijos en los mios.
SUMISA, que bella palabra, ¿Por que? No lo sabía, pero en ese momento me di cuenta que era todo lo que había soñado, todo lo que necesitaba; y estaba allí, ella y todo lo que representaba estaba a mis pies, a mi alcance.
“Ordene”, me dijo, y quede paralizado. ¿Que ordene? ¿Que ordene que? Ideas no me faltan, pero ¿Cual? ¿Cual de todas queria ahora?¿Ella haría esa en particular que yo tanto quería? ¿Las haría sin oponerse? Tenía muchos temores de lo que pudieran generar mis órdenes, tenía la responsabilidad de lo que pasará a continuación.
“Decile lo que quieras. Pediselo”. Era la voz de un hombre, del amo de la sumisa, no lo veía, pero lo sabía, estaba ahí. una sumisa no se aleje de su amo, lo mantiene cerca para escuchar sus órdenes, eso sí lo sabía.
“Ordene”, volvió a decir. No se había movido, seguía en la misma pose, con la cola apoyada en sus piernas y sus brazos apoyados a lo largo de sus robustas piernas. Las palmas las tenia hacia arriba, esperando. “Sumisa” volví a repetir en mi cabeza. “Esto es una sumisa y me gusta”
“Ordene” dijo él, “Ordeneme” dijo ella.
"Placer oral" dije sin pensar, podría haber pedido algo mucho mas específico, tenía listas mentales hechas de deseos, juegos, poses, posturas, palabras, pero necesitaba sentir el interior de su boca. y creo que ella había venido hacia mí con ese propósito, que logre dejar de lado todo mi trabajo mental y que solo pida, que pida lo que realmente quería, en el orden que lo quería y de la forma que lo quería.
Con la mano experta de la mujer que nació para una única tarea en el mundo y esa tarea la realizaba a la perfección, desabrocho mi cinturón y sin que yo llegara a verlo, un rápido movimiento de mano-cabeza terminó con mi verga en su boca. Todo fue estremecimiento en ese momento, sueños de juventud que no se dieron, saliva y semen que sentía bajar a lo largo de mis piernas desnudas, sentía mi propio semen en la comisura de sus labios, me sentía todo dentro de su boca, sobre su lengua, rodeado de sus labios. Pensé un momento en mi yo más chico, pensé en él y en lo feliz que habría sido si esta fuerte, dura, y rígida mamada la hubiese recibido él. Otra habría sido la historia. Quizás si ese niño habría recibido el amor sexual que necesitaba para crecer podría haberse alejarse del destino de escritor solitario que le deparaba. Pero fui egoista y decidí recibir yo el placer del buen sexo oral, y lo deje solo con la obligación de convertirse en mi, convertirse en una persona que solo se le permite usurpar el cuerpo y alma de la sumisa de otro, de un desconocido.
Mis pensamientos desaparecen al concentrarme en esa nuca desnuda, en esos cabellos negros que bajan y suben. Se aleja de mi pene, me vuelve a mirar a los ojos por un segundo, el fuerte color rojo de sus labios es más opaco debido a mi semen, su cara es blanca pero sus mejillas estaban enrojecidas por la presión de la succión. Es la cara mi he visto a lo largo de muchos años de paja solitaria. Su mirada es fría, como la de la persona que se concentra en la tarea que está realizando, vuelve a ocuparse de mi pene y en la tarea que le di.
Ella vino a mi, por pedido de su Amo, ella lee la mente y sabía que yo quería esto, esto y mucho más, y él la conoce a ella, más que a nada en el mundo, por lo que mis deseos de sexo ahora son suyos a través de su sumisa.
“Pidele mas”, dijo la voz de él
“Pideme mas”, dijo ella al mismo tiempo que mi pene salió disparado de su boca. Lo vi saltar frente a ella, lo volví a sentir, volvió a ser mio, húmedo y aun duro. Deje de estremecerme.
“Dígamelo, dígamelo por favor, necesito una nueva orden”
¿A qué se refería? ¿A la penetración anal con golpes en los cachetes? ¿A lograr que mi pija acabe luego de ser franeleada por los dos grandes pechos de la mujer que se arrastró hacia mí? ¿Qué tan profundo estaba viendo a través de mi? Me pregunté si ella era capaz de llegar a ver en mis ojos mis deseos de olor sus ropa interior, o mis fantasías de sudor y orina, de pajas a duo, de penetración con dedos, mis sueños de una gruesa vagina moviéndose arriba de mi flácido pene, franeleando, masajeandolo con labios y clítoris, evitando la consumación del coito formal. Si acaso estaba viendo en mi ojos todos esos deseos nacidos de un libido reprimido, quizás no tendría que pedirselos, quizás ella me fuera a asaltar, cual presa indefensa y me obligaría a cumplirlos. Ella estaba hecha para accionar sin orden, cumplir con su rol sin que medien las palabras, la excitación en su forma más profunda, la obediencia pura. Ella está ahí para darme a mí lo que deseaba, aun sin necesidad de generar las palabras.
Este misterioso Amo había creado una obra de arte, un ser gobernado por el placer de los hombres, unido mentalmente a los deseos de estos.
Y yo era el afortunado que estaba viviendo la experiencia de ser bendecido por una obra de arte creada por un artista del orden. Su juguete era mío, hasta que él quisiera, era mio y yo no lo pedi, me llego. Me llego en imágenes, en deseo, en placer, en masturbación, me llego como estas palabras que ahora lees.
Me imagine cambiando lugar, ella en la silla y recibiendo mi placer y se tardo un parpadeo en alcanzar esta escena. Al darme cuenta la sumisa ya estaba sentada, yo terminaba de apretar las ataduras a los apoyabrazos, y al bajar la vista ya había cuerdas que sujetaban sus piernas a las patas del asiento y las mantienen separadas. Su entrepierna estaba frente a mi.
Estaba por abrir la boca cuando el Amo habló detrás mio “No le digas que vas a hacer, solo hazlo” Y así fue, guarde silencio sepulcral mientras hundía mi mano dentro de su lencería y masajeaba todo su contenido. En cuanto escuche débilmente sus suspiros acerque mi odio a su boca, necesitaba escuchar eso, lo anhelaba. “Más” dijo él y comencé a apretarle un pezon. “Más” dijo ella entre agitadas respiraciones y empecé a darle chupones en el cuello. “Más” dijo mi yo más joven en mi cabeza y casi sin darme cuenta baje su tanga y empecé a meterle dedos en la lubricada vagina. Los suspiros se hicieron gemidos, el silencio se llenó con constantes frases de afirmación y aliento por parte del Amo y mientras sentía en mi mano como la mujer se retorcía, yo solo podía decir sin parar “Sumisa, sumisa, es una sumisa. Al fin una sumisa para mi”
Ella nunca sera MI sumisa, nunca le daré ordenes ni cumplira mis sueños acumulados en años de delirios de hombre de letras. Pero ella está aquí, junto a mi, en las páginas escritas, y en el fuerte deseo de encontrar a esa mujer que si me escuche, esa mujer que diga “Si, amo” mientras me mira a los ojos y se excita si tocarse porque ha leído en mis pensamientos todas las órdenes que tengo reservado para ella.
14 comentarios - Relato BDSM: El sueño del joven escrito
gracias
Qué delicioso momento....
me alegra que le haya parecido delicioso
gracias por leer.
Es muy loco como siempre la "Sumisa" (por el contrario de lo que se cree) es la que tiene el poder! y el "Amo" es una mera excusa para saciar la sed de sexo que tiene esa mujer.
Avanti con las ecrituaras my darling, quizás yo me animo y vuelva a los relatos. Abrazo!
gracias por el animo y le deseo lo mismo a ustes, madame
Gracias por el comentario
gracias por leerlo
gracias por leerlo
Siempre se dice que una imagen vale por 1000 palabras pero la combinación entre las dos cosas
es LO MÁXIMO, GRAN RELATO👍👍👍👍👌👌👌👌
MUCHÍSIMAS GRACIAS AMIGO, SALUDOS😃😃