—¡Papá, papá, papá! —Comencé a tocar en el hombro para despertarlo…
—Eeehhh…ss…sí…que…que pasa… —Dijo entre abriendo los ojos.
—Ya es hora de despertarte, se te hace tarde… —Le dije mirando de reojo a mi madre sonriendo toda llena de semen.
—Gracias…hijo… —Dijo mi padre incorporándose, momento en el que vio a mi madre con toda la cara cubierta de semen y el pelo, momento en el que la mirada con mi madre se cruzó —Pero…Lucía…¿Qué te ha pasado? —Preguntó sorprendido mi padre a mamá.
—Eeehhhh…yo… —Balbuceó empalideciendo hasta coger el color de la pared.
—¿Y…tus documentos? ¿Qué les ha pasado? —Preguntó mi padre sin entender nada.
—Yoo…eehhh…verás…me compré una crema…nueva y…yo…me la eché en la cara…y…verás…tropecé y todo se derramó…sí eso…todo se derramó y…quedó todo…y yo…
Salí de casa y me dirigí a casa de Mónica, sabiendo que a esta hora estaría su marido, me daba morbo follármela con el cornudo en casa. Una vez llegué a su casa me abrió su marido.
—¡Hombre Richard, que alegría verte! —Me dijo el cornudo, marido de Mónica.
—Igualmente Santiago, aunque a tu mujer la veo mucho más que a ti, ya sabes, a la considero casi de mi familia, a este paso se convierte en mi segunda madre —Dije al cornudo sonriendo.
—jajajajaja, la verdad que sí, tienes razón, anda que no te cuida ¡eh! —Me dijo el gilipollas dándome una palmadita en mi espalda.
—Sí, es muy servicial conmigo jajajaja, no me falta de nada con ella —Le dije con segundas.
—jajaja, ella es así, además te tiene mucho cariño —Me dijo él.
—Lo sé, lo sé, es muy mimosa jajaja —Le contesté al ignorante.
Me adentré en la casa y le pregunté al cornudo.
—¿Y Mónica?
—Está en la habitación, creo que buscando unos papeles —Me contestó.
—Voy a ver, me ha dicho que tenía que mirarle algo del ordenador, que a ver si le hacía el favor —Le mentí.
—Ah, pues ve, ya sabes dónde está la habitación, dentro de 15 minutos se va a una reunión —Me dijo.
—Pues voy rápido a ver si me da tiempo —Le dije adentrándome en la casa.
Entré adentrándome en el largo pasillo, hasta que a la derecha vi la puerta entreabierta de la habitación y, allí estaba ella, de espaldas a la puerta, con el cuerpo flexionado hacia adelante, buscando documentación en unas carpetas, con el culo bien ceñido de color negro en la parte superior y negra la falda, un elegante vestido, el cual había conjuntado con unos panties, haciendo un conjunto precioso, realmente esta mujer tenía un gusto exquisito para vestir, al igual que mi madre. Me acerqué por detrás silenciosamente y, cuando estuve junto a ella, levanté rápidamente su falda y le propiné una fuerte nalgada sobre los panties.
—¡Aaaaaayyyyyy! —Gritó ella por el gran susto y el azote que le pilló desprevenida.
—¡¿Pasa algo!? —Preguntó el cornudo desde la lejanía.
—¡Eeehh…no…cariño…nada…me ha dado un susto Richard…jajaja! —Contestó Mónica.
—¿Estás loco, está mi marido…? —Me dijo susurrando.
—Pues mejor, más morbo con el cornudo en casa —Dije riéndome y girándola sobre sí misma para tener su culo a mi disposición de nuevo.
Flexioné su cuerpo pegando con mi mano su cara sobre el colchón de la cama, de esa forma su culo quedaba completamente expuesto. Comencé a acariciarlo, dándole una fuerte nalgada, otra, otra más. Sus nalgas ceñidas dentro de esos panties luchando por salir eran espectaculares.
—Pero…Richard…por favor… —No era capaz de decir ni una palabra más, sabía que no estaba en disposición, a su marido le había hecho un cornudo ella, no yo y, era consciente de que yo tenía la sartén por el mango.
—¡A cuatro patas sobre la cama marrana, tenía que darte vergüenza, menuda follada te voy a dar, perra! ¡Plaaaaaaaaassssssssss! ¡Tenía que dejarte preñada por puta y que el cornudo os mantuviera mientras yo te follo! —Le decía mientras se ponía a cuatro patas con el elegante vestido arremangado hasta la cintura y la cara pegada contra la cama.
En esa posición ella estaba mirando hacia la puerta, por lo que podía ver como sus ojos nerviosos no quitaban los ojos de la puerta, sus sentidos, sobre todo del oído, seguro se había agudizado por si oía los pasos de su marido acercarse, puesto que el cornudo llevaba zapatos. Agarré un abrecartas que había sobre el escritorio y atravesé los panties, a lo que ella, rápidamente, giró la cabeza sorprendida y alarmada
—¡Nooooo, estás locoooo! —Me gritó, aunque discretamente —por favor Richard, tengo que ir a trabajar…
—Yo, haciendo honor a mi carácter de hijo de puta, cabronazo sin escrúpulos y mal nacido, y una vez atravesados los panties, tiré hacia abajo y los rasgué por toda la raja del culo, quedando toda la raja abierta, mostrando en el interior de las nalgas un tanga negro, el cual igualmente pegué un corte a la goma de la cintura y lo quité, de esta forma tan solo quedaban sus blancas nalgas sobresaliendo por los cortados panties.
Agarré la grieta con mis manos y tiré fuertemente hacia los lados desgarrándolos más todavía para descubrir totalmente sus nalgas. Al dar el tirón y abrir un gran agujero en estas, sus nalgas vibraron al liberarse de golpe de la presión a la que estaban sometidas dentro de los panties. La imagen era espectacular.
—¡Y no se te ocurra quitarte estos panties, te vas a ir con ellos a trabajar, entendido! —Le dije aproximándome a su cara, portando en mis manos su tanga, el cual pasé por suboca anudándolo en esta por detrás de la cabeza a modo de mordaza —¡Plaaaaaaassss! —Le dije propinando otro fuerte azote a su nalga derecha, la cual vibró violentamente quedando mi mano plasmada de color rosado.
—…hhhhiiiiiii… —Contestó como pudo con su boca impedida por su tanga improvisado a modo de mordaza.
—Menuda corrida te voy a dejar en el coño, zorra ¡Plaaaaaaaaasssssssssss! —Le dije oyendo como su respiración se agitaba, más que por los nervios, por la excitación y el morbo de permanecer ofrecida y como una vulgar perra a un niño que podía ser su hijo y por el morbo de tener a unos pasos a su marido.
Miré sobre la mesita de su marido y, ahí tenía uno de sus puros a medio terminar, un puro Cubano, de calidad, muy gordo y largo. Lo agarré y, tras dejar caer un grueso salivazo sobre el ojo de su culo, comencé a presionar con el puro en su ojete, cediendo su esfínter, por lo que seguí presionando, más, y más, mientras con la otra mano la nalgueaba con fuerza, sorprendido porque el cornudo no oyese las tremendas nalgadas que propinaba a su dulce y angelical esposa. Introduje más de medio puro en el ojete y, fue en ese momento cuando me dispuse a meter mis dos dedos en su coño, el cual estaba totalmente encharcado, los introduje poco a poco, recreándome con el escandaloso chapoteo del coño emitido por el torrente de flujos que segregaba el coño, metiéndolos hasta el final para girarlos sobre sí mismos mientras los sacaba lentamente, volviéndolos a introducir mientras con la otra manos comencé a azotar nuevamente sus nalgas para que no se le apagará la rojez de sus nalgas. Agarré el portarretratos de su mesita y se lo di para que lo mantuviese en sus manos.
—¡Toman guarra! ¡Para que te acuerdes del cornudo de tu marido y de lo pequeña que tiene la polla! ¡Plaaaaaaaaaasssss! ¡Ya verás como el puro le va a saber a gloria jajajajajaja! —Le decía incrementando la velocidad de mis dedos en su coño —¡Hay que ser puta para permitir que un chico de 18 años te tenga de esta forma en la cama en la que duermes con tu marido, puerca, mientras el pobre cornudo está en el salón! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Te voy a dejar el coño bien relleno se semen, te va a salir hasta por las orejas, voy a preñarte como si fueras una vaca, perra! —Le decía, vejándola y humillándola mientras ella, ahí, a cuatro patas, con el retrato de su boda en las manos, con sus nalgas a mi disposición haciendo con ella lo que me daba la real gana, insultándola y humillando a su vez a su marido, mientras permanecía con el coño chorreante y babeando entre temblores producidos por el placer que le provocaba esa situación.
—¿Qué es tu marido? —Le preguntaba maliciosamente.
—¡Oooohhhh…! ¡Unnn…unn…cor…nu…doooo…! —Decía entre gemidos.
—¡Y qué más, zorra!
—¡Uuunnn…un…maricónnn…yyy…uunn…mieeeer….da…! —Decía la muy zorra que hasta hacía 15 minutos se hacía la digna y la decente.
—¿Y tú que eres, marrana? —Le seguía preguntando mientras ahora, sacaba los dedos de su coño todos chorreando de flujos y, mientras los limpiaba en su vestido, bajé la cremallera de mi bragueta y saqué mi tremendo rabo, enorme y tieso, y lo aproximé a la entrada de su coño, simplemente dando pinceladas de arriba abajo.
—¡Uuuuuffffff….aaaaaaahhhhh…! —Exclamó al sentir mi enorme capullo escarbar en su coño —¡Sssoooyyyy…unaaa…putaaaa…! —Decía mientras, con la boca abierta giró su cabeza para intentar mirar hacia mí, deseando ver como me la agarraba con la mano y jugaba con el rabo en su coño.
Sin introducirlo en su coño, comencé a frotarlo a lo largo de este, lentamente y apretándolo, provocando un potente orgasmo en ella, que provocó que del exagerado temblor de piernas casi no se sostuviese a cuatro patas, por lo que aproveche3ese momento y, sin piedad, introduje mi rabo de golpe, sin esperar a que su coño se amoldase a mi barra de carne, embistiendo de una solo vez como un animal, pudiendo sentir como forzaba la apertura de sus paredes vaginales totalmente lubricadas, intentando ajustarse estas al tremendo invasor que se abría paso sin compasión. Pude sentir el placer en cada centímetro que introducía, hasta que lo enterré casi por completo.
—¡Chupa el retrato, perra! ¡Plaaaaaaaaassssssssss!—Le dije mientras comenzaba a embestir sacando y metiendo mi enorme miembro, taladrando el coño de la guarra sin miramientos.
—¡¿Pasa algo cariño?! —Gritó el cornudo desde el salón al oír las nalgadas.
En ese momento le subí el tanga que le había puesto de mordaza y se lo puse a la altura de los ojos, dejando su boca libre, sin embargo ya no podría ver venir lo que viniese.
—¡Naaa…nada…cariño…! ¡Uuuuuffff…! ¡Que…aaaaahhhh…había una mosca y…joooodeeerrr…Richard la intenta matar… —Contestó entre pequeños gemidos intentando moderar su tono.
—¡Malditas moscas, en cuanto ven una ventana libre se nos cuelan…! —Dijo el cornudo.
—¡Tranquilo, ya la mato yo, es algo que me divierte, no pararé hasta que la mate, aunque me deje la mano en ello…! —Le dije al maricón mientras le daba más fuerte todavía a su mujercita ¡Plaaaaaaaaaaaaassssssssss! ¡Maldita hija de puta! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaassssssssss! ¡Zorraaaaa! ¡Plaaaaaaaaaaasssssssss! —Decía a su mujercita mientras impactaba fuertísimas palmadas en sus nalgas humillándola en voz alta.
Ella de inmediato comenzó a lamer el retrato mientras me miraba con la cabeza ladeada y temblando de placer, por el morbo de estar siendo follada como una puta de carretera, a 4 metros del cornudo de su marido y tratada como una fulana modosa y de estatus social alto, humillada en voz alta de forma que su marido creía justificada.
Abrí entonces uno de los cajones de la mesita de su marido y agarré unos calzoncillos suyos, los cuales los puse en su cabeza a modo de pasamontañas, solo pensaba en tratarla como lo que era.
—Cuando te rellene de leche como si fueras un pavo, me vas a dar 150 Euros delante de tu marido ¿Me has entendido perra? —Le dije agarrándola del moño y levantando su cuerpo mientras le abría el coño con mi rabo.
—¡Ooooohhhhhh…! ¡Sssiii…sssiiiii…te daré lo que…quieras…¡Dioooooosss…! ¡Me corrooooooo…otraaaa…veeeezzzz…! ¡mmmmmmmmm…! —Dijo agarrando fuerte el retrato aferrándose a él pegando su frente contra él pegando su boca contra el colchón para amortiguar los gemidos, mientras le embutía todo el enorme pollón hasta quedar solo 7 centímetros por meter, para sacar el cipote de golpe y dejar un enorme butrón en su coño, donde le cabrían cuatro dedos, para, volver a introducirlo de una sola vez, mientras tiraba de su moño y daba manotazos a sus pechos, haciéndolos balancear de forma violenta como si de péndulos se tratasen.
—¡Solo por follarme a una guarra como tú sin dignidad merezco que me paguen, el cornudo me lo tiene que remunerar por tener que follarme a la perra de su mujer por lo maricón y pichacorta que es! —Le dije pegando
La visión desde mi posición era espectacular, esas blancas nalgas asomadas por la grieta echa a tirones, ondeando a cada embestida, observando el gordísimo puro metido en el ojete como si fuera un consolador, mientras le montaba como a una perra, balanceándose sus ubres, las cuales quedaron colgando al levantarla del moño, arqueando su espalda hasta levantar casi su cuerpo a la altura del mío. Fue entonces cuando saqué el puro del ojete y tiré del agujero de los panties un fuerte tirón rasgándolos todavía más, hacia los lados, ahora ya quedaban sus nalgas totalmente al descubierto con mis cinco dedos marcados en cada nalga, marcada como ganado de mi propiedad, un macho que marca a su perra, pero, en este caso, el macho semental de esta señora de 36 años es un chico de 18, con un cipote que pone a las guarras de estas edades como auténticas cerdas, babeando por jovencitos que las follen como a putas, haciendo a un lado su dignidad con tal de ser taladradas por donde sus machos quieran, porque las rellenen de enormes barras de carne que les exploten en el coño, el culo o en las misma boca aunque se les salga el semen por la nariz. Y eso lo sabéis todas las zorras de esas edades, madres que desean ser sometidas por sus hijos, o por un amigo de este, con esos enormes rabos y esos gordos cojones como pelotas de tenis. Y yo lo sé por experiencia.
Agarré la falda de su vestido y la tiré hacia arriba de un fuerte tirón tapando su cabeza completamente, agarré sus dos muñecas y tiré de ellas hacia mí con una mano, mientras con la otra agarré la parte trasera de los panties de la cintura y la utilice de asas para tirar como si fuesen unas riendas para atraer su culo hacia mí, haciendo que fuera ella la que ordeñase mi cipote.
Agarré un gordo rotulador que Mónica tenía sobre los papeles, de color rojo, muy gordo, lo destapé quitando el tapón con la boca mientras le mantenía agarradas sus muñecas con mi fuerte mano, teniéndola bien cogida, para escribir en sus nalgas “SOY UNA PUTA MARRANA”, a lo que ella inmediatamente…
—¡Te voy a marcar como a una marrana de corral, con tu rotulador, con ese rojo que utilizarás como mi madre para la pizarra de las reuniones ¿Verdad zorra? —Le dije.
—¡Nooooooo…! ¡Richard, es un rotulador permanente! —Me dijo alarmada, a la vez que inmovilizada, intentando mover sus nalgas para evitarlo, haciendo que estás se balanceasen como una gelatina hacia los lados.
—¿A sí? —Le pregunté con inocencia fingida —Lo siento… —Dije dibujando una leve sonrisa de maldad.
—¡Uuuuffffff! Vale…jejeje…que susto…eso cuesta muchísimo de quitar, mi marido me mata, venga, me tengo que ir Richard —Me dijo sonriendo con gesto aliviado.
Introduje de nuevo mi rabo, con fuerza, durísimo y todo cubierto de flujos, y penetré su coño. Rápidamente comenzó a lubricar como una cerda, a emitir gemidos, como maullidos amortiguados por apretar su cara contra el colchón.
Cogí el rotulador y, con decisión, lo dirigí hacia sus nalgas mientras la taladraba y comencé a escribir en contra de su voluntad…¡SOY LA MARRANA DE RICHARD! Y, no contento con eso la firmé. Acto seguido, ya que la parte trasera del rotulador era redondeada y lisa, lo introduje en el ojete, dilatándolo de forma notable dado el gran grosor del rotulador.
—¡jajajaja zorra, ya te he marcado como a una puta marrana! ¿Qué te parece? —Le dije, consciente del momento en que se lo preguntaba era un momento de plena excitación.
—¡Ooooooooohhhhhh…! ¡Ssssiiii..iii! ¡Hazzzm…eee…lo…! ¡Uuuuufffffffffff!… —Decía sin ser consciente de nada de lo que decía, sin concentración ni voluntad.
—¡Ya casi está Santiago! ¡Ya casi he podido con la zorra! ¡Estoy a puntoooo! —Le dije al cornudo pichacorta a voces, haciéndole creer que hablaba de la puta mosca en vez de su mujercita —¡Plaaaaaasssssssssss! ¡Plaaaaaaaaaaaaaassssss! —Con el rotulador empujado hasta casi toda su longitud alojada en el interior del ojete.
En ese momento, aparté su falda de la cabeza que le cubría, le solté las muñecas e introduje los tres dedos de cada mano en la comisura de sus labios y estiré para arriba levantando su cuerpo de la cama, me abalancé mientras embestía mi cipote, sintiendo como cada milímetro de él se incrustaba en su interior y, tiré un gordo y espeso salivazo sobre su mejilla derecha, el cual fue deslizándose hacia su barbilla.
—¡Muy bien , campeón, dale fuerte a la cabrona! —Me decía el gilipollas del cornudo.
—¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! ¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaa…! ¡Uuuuuuffffffffffff! ¡Meeee corrooooooooooo deellll gustooooooooo! —Comencé a gritar mientras.
Apreté con fuerza mi rabo en el interior de su coño y, pude sentir como, un potentísimo torrente de semen subía a toda velocidad por mi uretra, para salir de forma explosiva y estallar en el interior del coño, donde lo penetré hasta el fondo, sintiendo como el cuerpo de Mónica se tensaba e intentaba echarse hacia adelante dado el gran tamaño del invasor.
Mientras la tenía bien agarrada como a una golfa por la comisura de los labios, impidiendo que pusiese recoger con sus labios la saliva que su boca producía, por lo que toda se le derramaba por el labio inferior, chorreando por su barbilla y su cuello de forma abundante hacia sus pechos. Al sentir la potentísima corrida en su interior, su cuerpo comenzó a dar espasmos, a temblar por el tremendo placer de sentir tal cantidad de semen impactando de forma potente contra el interior de su coño,por lo que yo apreté todavía con más fuerza mi rabo hacia adentro, comenzando a rebosar por los pocos huecos que quedaban en su coño, correando grandes cantidades hacia mis enormes cojones para caer sobre la cama. Fue entonces cuando saqué su rotulador del ojete, aplasté su cara con mis dos manos contra el colchón para tener sus nalgas a mi entera disposición y apunté mi todavía durísimo capullo hacia el agujero, el cual comencé a empujar, venciendo la fuerza que hacía el esfínter, comenzando a penetrarlo dada la cantidad de flujo y semen del que está cubierto mi pollón, y fui avanzando lentamente, para sentir las paredes intestinales, para luego retroceder lentamente, sacarla por completo y admirar el gran socavón que dejaba mi cipote en su ojete. Tiré un gran salivazo en el interior de este y, enfilando de nuevo mi capullo, lo volví a enterrar hasta la mitad, ante sus leves gemidos, desconozco si de placer o dolor, no me importa.
Cuando el rabo perdió dureza lo saqué lentamente, todo empapado en sudor, al igual que ella, dándole otra fuerte nalgada.
—¡Bueno, zorra, ya veo como te has corrido en presencia de tu marido y abrazadita a tu retrato de boda, hay que ser adúltera y golfa, jajajaja! —Le dije, viendo sentimiento de culpabilidad en su cara —¡Te he marcado y…he firmado tu culo de guarra, ahora te miras jajajaja, y esos panties no se te ocurra cambiártelos ni ponerte bajo de ellos tanga ni bragas, vas a ir con el culo al aire, como las perras, así que venga que te estoy esperando, bájate la falda, mete las ubres en el escote y para fuera, que me tienes que dar 150 Euros delante de tu marido, que el follarme a una vil puta como tú no está pagado —Le dije propinando un salivazo a su cara que impactó en sus labios, asintiendo levemente con gesto de aprobación a lo que le había ordenado —Te espero fuera.
Salí al salón tras arreglarme los pantalones y allí viendo la televisión estaba el cornudo, sentado.
—¡Bueno…bueno…Santiago…! ¡Qué tal! —Le dije dándole una palmadita en el hombro, mofándome del cornudo.
—Bien, campeón, viendo las noticias, y tú que tal ¿Arreglaste el ordenador? —Me preguntó sonriendo.
—No, se me ha complicado la cosa, pero bueno, acabé con la” guarra” —Le contesté con segundas, pensando él que me refería a la mosca.
—Pues me has hecho un favor, Richard, jajajaja —Me dijo dando una carcajada.
—Ya lo sé jajajaja, ya me ha dicho tu mujer que, “tú no vales para eso” jajajaja —Le dije al imbécil.
—Pues no jajajaja, yo eso de ir dando palmadas al aire…no se me da bien, me acabo dejando las palmas rojas y no consigo nada —Me dijo dando una palmada.
—Jajajajaja, eso sí, la mano se me ha quedado algo roja de estar dando, pero como me lo he pasado…jajajajaj —Le dije riéndome de él.
—Pues nada, cuando tengamos más moscas le diré a Mónica que te llame jajajaja —Me dijo el tío cachondo.
—Sí, claro, es más, volveré más a menudo, ya que en el ordenador hay mucho trabajo y, de paso, ya te cazo a las moscas jajajaja —Le dije, haciendo acto de presencia Mónica en la estancia, con su precioso vestido con la falda arrugada.
—Bueno…ejeeemmm…toma…Richard… —Dijo escarbando en su monedero —Los 150 Euros… —Me dijo mirando de reojo al cornudo.
—¿150 Euros? ¡¿Joder no?! —Dijo sobresaltado el cornudo mirando a Mónica como pidiendo explicaciones.
—Eeehhh…sí…es que ha…traído un cable en el bolsillo muy caro que…ejeemmm…y…unos programas que ha descargado…antivirus… —Estaba intentando justificarse sin dar explicaciones lógicas.
—Bueno…bueno…si de todas formas tampoco entiendo de eso…lo que haya costado está bien —Dijo desentendiéndose volviendo su cara hacia la televisión.
—¡Uuuuuyyyy! Se me ha caído un billete —Dije sonriendo a Mónica —cógemelo, anda, guapa —Le dije mirando de reojo al cornudo, el cual no quitaba la vista del televisor.
Al agacharse, quedaron sus nalgas al descubierto por los panties todos rotos, por lo que miré de reojo y, a gran velocidad, le solté un sonoro azote en las nalgas que retumbó en todo el salón.
—¡Aaaaaaalaaaaa! ¡Que ha sido esto? —Preguntó el cornudo sobresaltado.
—Eeeehhhhh, yo que…he dado una palmada…me había parecido ver la mosca otra vez… —Improvisó Mónica con agilidad mental.
—¡Bueno, yo me voy! —Dije despidiéndome de ellos.
Mónica y yo salimos por la puerta juntos, me quería asegurar que no se cambiaba la ropa y se iba así.
—¡Marrana, cuando te mande un mensaje quiero una foto de tu asqueroso culo y los panties rotos! ¿Entendido? —Le dije imperativamente.
—eehh…pero…bueno…vale…sí… —Contestó dubitativa aunque acatando la orden.
Se abalanzó sobre mí y me besó con lengua apasionadamente justo antes de salir de su escalera, a lo que respondí. Acto seguido tomé mi camino, en dirección a mi casa.
Una vez llegué a mi casa, entré en ella y allí estaba el cornudo de mi padre, otro viendo la televisión.
—Hola —Dije al entrar.
—Hola hijo, contestó mi padre.
Me adentré en mi casa y en la cocina se encontraba mi madre, vestida con unos pantalones de deporte muy cortos negros, por debajo del culo, y una camiseta corta, con tres botones en el escote.
—Marrana…que tal… —Le dije sonriendo.
Mi madre me miró con desconfianza por mi cantarín tono, su nerviosismo se hizo patente.
—Hola Richard… —Me dijo girando la cabeza mirándome con timidez.
—¡Ven aquí! —Dije mientras me sentaba en la silla de la cocina, mientras ella terminaba de poner los macarrones en los platos que había hecho de comida.
Ella se acercó muy lentamente.
—¡Papá! ¡Papá! —Grité a mi padre.
—¡Que pasa, hijo! —Contestó desde el salón.
—¡Dice mamá que si quieres queso en los macarrones! —Le dije mientras miraba a mi madre, la cual me miraba con los ojos muy abiertos.
—¡Sí! —Contestó.
Yo abrí las piernas estado sentado en la silla, mostrando mi gran bulto, el cual había revivido solo de pensar en mi mamá.
—¡Papá dice que tiene queso y, yo tengo bastante ración para él y para ti! —Le dije mirándome el rabo por encima del pantalón.
Mi madre me miró fijamente, era una mirada suplicante.
—¡Ya sabes lo que tienes que hacer! —Le dije seriamente.
—Pero…Richard…por favor… —Intentó razonar.
—¡Ya! ¡y empieza porque la tienes que sacar y cuando más tardes en empezar más vas a tardar! —Le dije apretando sus mofletes con mi mano.
Cuando se iba a arrodillar entre mis piernas…
—¡Date la vuelta, marrana! —Le dije.
Ella se dio la vuelta, mostrando sus respingonas y carnosas nalgas bajé su pantalón apretado. Yo Agarré sus nalgas por encima del pantalón y las apreté con fuerza, moviéndolas con las manos, haciéndolas vibrar. Bajé su pantalón lentamente hasta descubrir sus blanquitas nalgas, dejando sus pantalones por debajo de su culo.
—¡Agáchate! —Le ordené, agachando la cabeza y apoyando las manos en el suelo, pudiendo vigilar mirando con su cabeza por bajo de sus piernas abiertas, con el culo todo ofrecido a su hijo de 18 años.
Sus nalgas se abrieron para mí, descubriendo toda la raja, el ojete y el coño, bien depilados. Comencé a darle fuertes nalgadas sin que lo esperase, una, otra, otra más, ella solamente emitía pequeños quejidos mientras sus carnosas nalgas vibraban a un lado y a otro, quedando mis grandes manos marcadas.
—¡Ahora arrodíllate! —Le ordené.
Ella lentamente se arrodilló entre mis piernas.
—Saca el biberón de mi pantalón —Le dije.
Ella me miró fijamente y llevó sus manos temblorosas hacia mi bragueta, la cual abrió lentamente sin dejar de mirar la puerta de la cocina, aleta en todo momento. Introdujo su mano y, abrió los ojos completamente al sentir el enorme y cálido miembro de su hijo, no abarcaba con la mano, aunque ya la había visto no se terminaba de acostumbrar a ese monstruo, Lentamente lo sacó hasta tenerlo fuera por completo, con su mano agarrando su tronco, apuntando hacia su cara.
—¡Mis cojones también! ¡Y baja mis pantalones del todo! —Le volví a ordenar.
Ella obedeció y bajó mis pantalones hasta mis tobillos, quedando ante ella todo mi rabo y mis cojones a su disposición.
—¡Acerca la nariz y huele el cipote de tu querido hijo! —Le dije.
Ella acercó lentamente su nariz y olió, echando la cabeza para atrás rápidamente.
—¡Huele fatal! —Me dijo arrugando la cara.
—¡Abre la puta boca y me la limpias, es culpa del culo de tu amiga Mónica! —Le dije sonriendo —¡Venga o llamó a papá! —Le dije amenazadoramente.
—Pero… —Dijo resignándose.
Lentamente acercó su cara abriendo levemente la boca, arrugando nuevamente la cara, con asco, por lo que pincé su nariz y, sin que lo esperase, le introduje el rabo hasta el fondo, sin compasión, hasta que las arcadas fueron agónicas, sus lágrimas se derramaban por sus mejillas, babeaba abundantemente y sus sonidos guturales eran aberrantes y morbosos.
—¿A qué sabe bien el ojete de tu amiga? jajajajaa—Le decía mofándome de ella, mientras mantenía su cabeza apretada contra mi rabo, introduciéndole todo lo que daba su garganta.
Me levanté del golpe de la silla y le saqué el rabo rápidamente de la boca, quedando tosiendo babas arrodillada, y rápidamente la agarré del pelo y la puse de rodillas sobre la silla, con mi mano agarrándola fuertemente del pelo. Agarré mi rabo completamente durísimo y, dirigiéndolo al coño de mi pobre madre, sin darle opción a reaccionar, se lo introduje de golpe hasta la mitad, comenzando rápidamente a lubricar la muy cerda…
Continuará…
—Eeehhh…ss…sí…que…que pasa… —Dijo entre abriendo los ojos.
—Ya es hora de despertarte, se te hace tarde… —Le dije mirando de reojo a mi madre sonriendo toda llena de semen.
—Gracias…hijo… —Dijo mi padre incorporándose, momento en el que vio a mi madre con toda la cara cubierta de semen y el pelo, momento en el que la mirada con mi madre se cruzó —Pero…Lucía…¿Qué te ha pasado? —Preguntó sorprendido mi padre a mamá.
—Eeehhhh…yo… —Balbuceó empalideciendo hasta coger el color de la pared.
—¿Y…tus documentos? ¿Qué les ha pasado? —Preguntó mi padre sin entender nada.
—Yoo…eehhh…verás…me compré una crema…nueva y…yo…me la eché en la cara…y…verás…tropecé y todo se derramó…sí eso…todo se derramó y…quedó todo…y yo…
Salí de casa y me dirigí a casa de Mónica, sabiendo que a esta hora estaría su marido, me daba morbo follármela con el cornudo en casa. Una vez llegué a su casa me abrió su marido.
—¡Hombre Richard, que alegría verte! —Me dijo el cornudo, marido de Mónica.
—Igualmente Santiago, aunque a tu mujer la veo mucho más que a ti, ya sabes, a la considero casi de mi familia, a este paso se convierte en mi segunda madre —Dije al cornudo sonriendo.
—jajajajaja, la verdad que sí, tienes razón, anda que no te cuida ¡eh! —Me dijo el gilipollas dándome una palmadita en mi espalda.
—Sí, es muy servicial conmigo jajajaja, no me falta de nada con ella —Le dije con segundas.
—jajaja, ella es así, además te tiene mucho cariño —Me dijo él.
—Lo sé, lo sé, es muy mimosa jajaja —Le contesté al ignorante.
Me adentré en la casa y le pregunté al cornudo.
—¿Y Mónica?
—Está en la habitación, creo que buscando unos papeles —Me contestó.
—Voy a ver, me ha dicho que tenía que mirarle algo del ordenador, que a ver si le hacía el favor —Le mentí.
—Ah, pues ve, ya sabes dónde está la habitación, dentro de 15 minutos se va a una reunión —Me dijo.
—Pues voy rápido a ver si me da tiempo —Le dije adentrándome en la casa.
Entré adentrándome en el largo pasillo, hasta que a la derecha vi la puerta entreabierta de la habitación y, allí estaba ella, de espaldas a la puerta, con el cuerpo flexionado hacia adelante, buscando documentación en unas carpetas, con el culo bien ceñido de color negro en la parte superior y negra la falda, un elegante vestido, el cual había conjuntado con unos panties, haciendo un conjunto precioso, realmente esta mujer tenía un gusto exquisito para vestir, al igual que mi madre. Me acerqué por detrás silenciosamente y, cuando estuve junto a ella, levanté rápidamente su falda y le propiné una fuerte nalgada sobre los panties.
—¡Aaaaaayyyyyy! —Gritó ella por el gran susto y el azote que le pilló desprevenida.
—¡¿Pasa algo!? —Preguntó el cornudo desde la lejanía.
—¡Eeehh…no…cariño…nada…me ha dado un susto Richard…jajaja! —Contestó Mónica.
—¿Estás loco, está mi marido…? —Me dijo susurrando.
—Pues mejor, más morbo con el cornudo en casa —Dije riéndome y girándola sobre sí misma para tener su culo a mi disposición de nuevo.
Flexioné su cuerpo pegando con mi mano su cara sobre el colchón de la cama, de esa forma su culo quedaba completamente expuesto. Comencé a acariciarlo, dándole una fuerte nalgada, otra, otra más. Sus nalgas ceñidas dentro de esos panties luchando por salir eran espectaculares.
—Pero…Richard…por favor… —No era capaz de decir ni una palabra más, sabía que no estaba en disposición, a su marido le había hecho un cornudo ella, no yo y, era consciente de que yo tenía la sartén por el mango.
—¡A cuatro patas sobre la cama marrana, tenía que darte vergüenza, menuda follada te voy a dar, perra! ¡Plaaaaaaaaassssssssss! ¡Tenía que dejarte preñada por puta y que el cornudo os mantuviera mientras yo te follo! —Le decía mientras se ponía a cuatro patas con el elegante vestido arremangado hasta la cintura y la cara pegada contra la cama.
En esa posición ella estaba mirando hacia la puerta, por lo que podía ver como sus ojos nerviosos no quitaban los ojos de la puerta, sus sentidos, sobre todo del oído, seguro se había agudizado por si oía los pasos de su marido acercarse, puesto que el cornudo llevaba zapatos. Agarré un abrecartas que había sobre el escritorio y atravesé los panties, a lo que ella, rápidamente, giró la cabeza sorprendida y alarmada
—¡Nooooo, estás locoooo! —Me gritó, aunque discretamente —por favor Richard, tengo que ir a trabajar…
—Yo, haciendo honor a mi carácter de hijo de puta, cabronazo sin escrúpulos y mal nacido, y una vez atravesados los panties, tiré hacia abajo y los rasgué por toda la raja del culo, quedando toda la raja abierta, mostrando en el interior de las nalgas un tanga negro, el cual igualmente pegué un corte a la goma de la cintura y lo quité, de esta forma tan solo quedaban sus blancas nalgas sobresaliendo por los cortados panties.
Agarré la grieta con mis manos y tiré fuertemente hacia los lados desgarrándolos más todavía para descubrir totalmente sus nalgas. Al dar el tirón y abrir un gran agujero en estas, sus nalgas vibraron al liberarse de golpe de la presión a la que estaban sometidas dentro de los panties. La imagen era espectacular.
—¡Y no se te ocurra quitarte estos panties, te vas a ir con ellos a trabajar, entendido! —Le dije aproximándome a su cara, portando en mis manos su tanga, el cual pasé por suboca anudándolo en esta por detrás de la cabeza a modo de mordaza —¡Plaaaaaaassss! —Le dije propinando otro fuerte azote a su nalga derecha, la cual vibró violentamente quedando mi mano plasmada de color rosado.
—…hhhhiiiiiii… —Contestó como pudo con su boca impedida por su tanga improvisado a modo de mordaza.
—Menuda corrida te voy a dejar en el coño, zorra ¡Plaaaaaaaaasssssssssss! —Le dije oyendo como su respiración se agitaba, más que por los nervios, por la excitación y el morbo de permanecer ofrecida y como una vulgar perra a un niño que podía ser su hijo y por el morbo de tener a unos pasos a su marido.
Miré sobre la mesita de su marido y, ahí tenía uno de sus puros a medio terminar, un puro Cubano, de calidad, muy gordo y largo. Lo agarré y, tras dejar caer un grueso salivazo sobre el ojo de su culo, comencé a presionar con el puro en su ojete, cediendo su esfínter, por lo que seguí presionando, más, y más, mientras con la otra mano la nalgueaba con fuerza, sorprendido porque el cornudo no oyese las tremendas nalgadas que propinaba a su dulce y angelical esposa. Introduje más de medio puro en el ojete y, fue en ese momento cuando me dispuse a meter mis dos dedos en su coño, el cual estaba totalmente encharcado, los introduje poco a poco, recreándome con el escandaloso chapoteo del coño emitido por el torrente de flujos que segregaba el coño, metiéndolos hasta el final para girarlos sobre sí mismos mientras los sacaba lentamente, volviéndolos a introducir mientras con la otra manos comencé a azotar nuevamente sus nalgas para que no se le apagará la rojez de sus nalgas. Agarré el portarretratos de su mesita y se lo di para que lo mantuviese en sus manos.
—¡Toman guarra! ¡Para que te acuerdes del cornudo de tu marido y de lo pequeña que tiene la polla! ¡Plaaaaaaaaaasssss! ¡Ya verás como el puro le va a saber a gloria jajajajajaja! —Le decía incrementando la velocidad de mis dedos en su coño —¡Hay que ser puta para permitir que un chico de 18 años te tenga de esta forma en la cama en la que duermes con tu marido, puerca, mientras el pobre cornudo está en el salón! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaasssssss! ¡Te voy a dejar el coño bien relleno se semen, te va a salir hasta por las orejas, voy a preñarte como si fueras una vaca, perra! —Le decía, vejándola y humillándola mientras ella, ahí, a cuatro patas, con el retrato de su boda en las manos, con sus nalgas a mi disposición haciendo con ella lo que me daba la real gana, insultándola y humillando a su vez a su marido, mientras permanecía con el coño chorreante y babeando entre temblores producidos por el placer que le provocaba esa situación.
—¿Qué es tu marido? —Le preguntaba maliciosamente.
—¡Oooohhhh…! ¡Unnn…unn…cor…nu…doooo…! —Decía entre gemidos.
—¡Y qué más, zorra!
—¡Uuunnn…un…maricónnn…yyy…uunn…mieeeer….da…! —Decía la muy zorra que hasta hacía 15 minutos se hacía la digna y la decente.
—¿Y tú que eres, marrana? —Le seguía preguntando mientras ahora, sacaba los dedos de su coño todos chorreando de flujos y, mientras los limpiaba en su vestido, bajé la cremallera de mi bragueta y saqué mi tremendo rabo, enorme y tieso, y lo aproximé a la entrada de su coño, simplemente dando pinceladas de arriba abajo.
—¡Uuuuuffffff….aaaaaaahhhhh…! —Exclamó al sentir mi enorme capullo escarbar en su coño —¡Sssoooyyyy…unaaa…putaaaa…! —Decía mientras, con la boca abierta giró su cabeza para intentar mirar hacia mí, deseando ver como me la agarraba con la mano y jugaba con el rabo en su coño.
Sin introducirlo en su coño, comencé a frotarlo a lo largo de este, lentamente y apretándolo, provocando un potente orgasmo en ella, que provocó que del exagerado temblor de piernas casi no se sostuviese a cuatro patas, por lo que aproveche3ese momento y, sin piedad, introduje mi rabo de golpe, sin esperar a que su coño se amoldase a mi barra de carne, embistiendo de una solo vez como un animal, pudiendo sentir como forzaba la apertura de sus paredes vaginales totalmente lubricadas, intentando ajustarse estas al tremendo invasor que se abría paso sin compasión. Pude sentir el placer en cada centímetro que introducía, hasta que lo enterré casi por completo.
—¡Chupa el retrato, perra! ¡Plaaaaaaaaassssssssss!—Le dije mientras comenzaba a embestir sacando y metiendo mi enorme miembro, taladrando el coño de la guarra sin miramientos.
—¡¿Pasa algo cariño?! —Gritó el cornudo desde el salón al oír las nalgadas.
En ese momento le subí el tanga que le había puesto de mordaza y se lo puse a la altura de los ojos, dejando su boca libre, sin embargo ya no podría ver venir lo que viniese.
—¡Naaa…nada…cariño…! ¡Uuuuuffff…! ¡Que…aaaaahhhh…había una mosca y…joooodeeerrr…Richard la intenta matar… —Contestó entre pequeños gemidos intentando moderar su tono.
—¡Malditas moscas, en cuanto ven una ventana libre se nos cuelan…! —Dijo el cornudo.
—¡Tranquilo, ya la mato yo, es algo que me divierte, no pararé hasta que la mate, aunque me deje la mano en ello…! —Le dije al maricón mientras le daba más fuerte todavía a su mujercita ¡Plaaaaaaaaaaaaassssssssss! ¡Maldita hija de puta! ¡Plaaaaaaaaaaaaaaassssssssss! ¡Zorraaaaa! ¡Plaaaaaaaaaaasssssssss! —Decía a su mujercita mientras impactaba fuertísimas palmadas en sus nalgas humillándola en voz alta.
Ella de inmediato comenzó a lamer el retrato mientras me miraba con la cabeza ladeada y temblando de placer, por el morbo de estar siendo follada como una puta de carretera, a 4 metros del cornudo de su marido y tratada como una fulana modosa y de estatus social alto, humillada en voz alta de forma que su marido creía justificada.
Abrí entonces uno de los cajones de la mesita de su marido y agarré unos calzoncillos suyos, los cuales los puse en su cabeza a modo de pasamontañas, solo pensaba en tratarla como lo que era.
—Cuando te rellene de leche como si fueras un pavo, me vas a dar 150 Euros delante de tu marido ¿Me has entendido perra? —Le dije agarrándola del moño y levantando su cuerpo mientras le abría el coño con mi rabo.
—¡Ooooohhhhhh…! ¡Sssiii…sssiiiii…te daré lo que…quieras…¡Dioooooosss…! ¡Me corrooooooo…otraaaa…veeeezzzz…! ¡mmmmmmmmm…! —Dijo agarrando fuerte el retrato aferrándose a él pegando su frente contra él pegando su boca contra el colchón para amortiguar los gemidos, mientras le embutía todo el enorme pollón hasta quedar solo 7 centímetros por meter, para sacar el cipote de golpe y dejar un enorme butrón en su coño, donde le cabrían cuatro dedos, para, volver a introducirlo de una sola vez, mientras tiraba de su moño y daba manotazos a sus pechos, haciéndolos balancear de forma violenta como si de péndulos se tratasen.
—¡Solo por follarme a una guarra como tú sin dignidad merezco que me paguen, el cornudo me lo tiene que remunerar por tener que follarme a la perra de su mujer por lo maricón y pichacorta que es! —Le dije pegando
La visión desde mi posición era espectacular, esas blancas nalgas asomadas por la grieta echa a tirones, ondeando a cada embestida, observando el gordísimo puro metido en el ojete como si fuera un consolador, mientras le montaba como a una perra, balanceándose sus ubres, las cuales quedaron colgando al levantarla del moño, arqueando su espalda hasta levantar casi su cuerpo a la altura del mío. Fue entonces cuando saqué el puro del ojete y tiré del agujero de los panties un fuerte tirón rasgándolos todavía más, hacia los lados, ahora ya quedaban sus nalgas totalmente al descubierto con mis cinco dedos marcados en cada nalga, marcada como ganado de mi propiedad, un macho que marca a su perra, pero, en este caso, el macho semental de esta señora de 36 años es un chico de 18, con un cipote que pone a las guarras de estas edades como auténticas cerdas, babeando por jovencitos que las follen como a putas, haciendo a un lado su dignidad con tal de ser taladradas por donde sus machos quieran, porque las rellenen de enormes barras de carne que les exploten en el coño, el culo o en las misma boca aunque se les salga el semen por la nariz. Y eso lo sabéis todas las zorras de esas edades, madres que desean ser sometidas por sus hijos, o por un amigo de este, con esos enormes rabos y esos gordos cojones como pelotas de tenis. Y yo lo sé por experiencia.
Agarré la falda de su vestido y la tiré hacia arriba de un fuerte tirón tapando su cabeza completamente, agarré sus dos muñecas y tiré de ellas hacia mí con una mano, mientras con la otra agarré la parte trasera de los panties de la cintura y la utilice de asas para tirar como si fuesen unas riendas para atraer su culo hacia mí, haciendo que fuera ella la que ordeñase mi cipote.
Agarré un gordo rotulador que Mónica tenía sobre los papeles, de color rojo, muy gordo, lo destapé quitando el tapón con la boca mientras le mantenía agarradas sus muñecas con mi fuerte mano, teniéndola bien cogida, para escribir en sus nalgas “SOY UNA PUTA MARRANA”, a lo que ella inmediatamente…
—¡Te voy a marcar como a una marrana de corral, con tu rotulador, con ese rojo que utilizarás como mi madre para la pizarra de las reuniones ¿Verdad zorra? —Le dije.
—¡Nooooooo…! ¡Richard, es un rotulador permanente! —Me dijo alarmada, a la vez que inmovilizada, intentando mover sus nalgas para evitarlo, haciendo que estás se balanceasen como una gelatina hacia los lados.
—¿A sí? —Le pregunté con inocencia fingida —Lo siento… —Dije dibujando una leve sonrisa de maldad.
—¡Uuuuffffff! Vale…jejeje…que susto…eso cuesta muchísimo de quitar, mi marido me mata, venga, me tengo que ir Richard —Me dijo sonriendo con gesto aliviado.
Introduje de nuevo mi rabo, con fuerza, durísimo y todo cubierto de flujos, y penetré su coño. Rápidamente comenzó a lubricar como una cerda, a emitir gemidos, como maullidos amortiguados por apretar su cara contra el colchón.
Cogí el rotulador y, con decisión, lo dirigí hacia sus nalgas mientras la taladraba y comencé a escribir en contra de su voluntad…¡SOY LA MARRANA DE RICHARD! Y, no contento con eso la firmé. Acto seguido, ya que la parte trasera del rotulador era redondeada y lisa, lo introduje en el ojete, dilatándolo de forma notable dado el gran grosor del rotulador.
—¡jajajaja zorra, ya te he marcado como a una puta marrana! ¿Qué te parece? —Le dije, consciente del momento en que se lo preguntaba era un momento de plena excitación.
—¡Ooooooooohhhhhh…! ¡Ssssiiii..iii! ¡Hazzzm…eee…lo…! ¡Uuuuufffffffffff!… —Decía sin ser consciente de nada de lo que decía, sin concentración ni voluntad.
—¡Ya casi está Santiago! ¡Ya casi he podido con la zorra! ¡Estoy a puntoooo! —Le dije al cornudo pichacorta a voces, haciéndole creer que hablaba de la puta mosca en vez de su mujercita —¡Plaaaaaasssssssssss! ¡Plaaaaaaaaaaaaaassssss! —Con el rotulador empujado hasta casi toda su longitud alojada en el interior del ojete.
En ese momento, aparté su falda de la cabeza que le cubría, le solté las muñecas e introduje los tres dedos de cada mano en la comisura de sus labios y estiré para arriba levantando su cuerpo de la cama, me abalancé mientras embestía mi cipote, sintiendo como cada milímetro de él se incrustaba en su interior y, tiré un gordo y espeso salivazo sobre su mejilla derecha, el cual fue deslizándose hacia su barbilla.
—¡Muy bien , campeón, dale fuerte a la cabrona! —Me decía el gilipollas del cornudo.
—¡Aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh! ¡Yaaaaaaaaaaaaaaaaaa…! ¡Uuuuuuffffffffffff! ¡Meeee corrooooooooooo deellll gustooooooooo! —Comencé a gritar mientras.
Apreté con fuerza mi rabo en el interior de su coño y, pude sentir como, un potentísimo torrente de semen subía a toda velocidad por mi uretra, para salir de forma explosiva y estallar en el interior del coño, donde lo penetré hasta el fondo, sintiendo como el cuerpo de Mónica se tensaba e intentaba echarse hacia adelante dado el gran tamaño del invasor.
Mientras la tenía bien agarrada como a una golfa por la comisura de los labios, impidiendo que pusiese recoger con sus labios la saliva que su boca producía, por lo que toda se le derramaba por el labio inferior, chorreando por su barbilla y su cuello de forma abundante hacia sus pechos. Al sentir la potentísima corrida en su interior, su cuerpo comenzó a dar espasmos, a temblar por el tremendo placer de sentir tal cantidad de semen impactando de forma potente contra el interior de su coño,por lo que yo apreté todavía con más fuerza mi rabo hacia adentro, comenzando a rebosar por los pocos huecos que quedaban en su coño, correando grandes cantidades hacia mis enormes cojones para caer sobre la cama. Fue entonces cuando saqué su rotulador del ojete, aplasté su cara con mis dos manos contra el colchón para tener sus nalgas a mi entera disposición y apunté mi todavía durísimo capullo hacia el agujero, el cual comencé a empujar, venciendo la fuerza que hacía el esfínter, comenzando a penetrarlo dada la cantidad de flujo y semen del que está cubierto mi pollón, y fui avanzando lentamente, para sentir las paredes intestinales, para luego retroceder lentamente, sacarla por completo y admirar el gran socavón que dejaba mi cipote en su ojete. Tiré un gran salivazo en el interior de este y, enfilando de nuevo mi capullo, lo volví a enterrar hasta la mitad, ante sus leves gemidos, desconozco si de placer o dolor, no me importa.
Cuando el rabo perdió dureza lo saqué lentamente, todo empapado en sudor, al igual que ella, dándole otra fuerte nalgada.
—¡Bueno, zorra, ya veo como te has corrido en presencia de tu marido y abrazadita a tu retrato de boda, hay que ser adúltera y golfa, jajajaja! —Le dije, viendo sentimiento de culpabilidad en su cara —¡Te he marcado y…he firmado tu culo de guarra, ahora te miras jajajaja, y esos panties no se te ocurra cambiártelos ni ponerte bajo de ellos tanga ni bragas, vas a ir con el culo al aire, como las perras, así que venga que te estoy esperando, bájate la falda, mete las ubres en el escote y para fuera, que me tienes que dar 150 Euros delante de tu marido, que el follarme a una vil puta como tú no está pagado —Le dije propinando un salivazo a su cara que impactó en sus labios, asintiendo levemente con gesto de aprobación a lo que le había ordenado —Te espero fuera.
Salí al salón tras arreglarme los pantalones y allí viendo la televisión estaba el cornudo, sentado.
—¡Bueno…bueno…Santiago…! ¡Qué tal! —Le dije dándole una palmadita en el hombro, mofándome del cornudo.
—Bien, campeón, viendo las noticias, y tú que tal ¿Arreglaste el ordenador? —Me preguntó sonriendo.
—No, se me ha complicado la cosa, pero bueno, acabé con la” guarra” —Le contesté con segundas, pensando él que me refería a la mosca.
—Pues me has hecho un favor, Richard, jajajaja —Me dijo dando una carcajada.
—Ya lo sé jajajaja, ya me ha dicho tu mujer que, “tú no vales para eso” jajajaja —Le dije al imbécil.
—Pues no jajajaja, yo eso de ir dando palmadas al aire…no se me da bien, me acabo dejando las palmas rojas y no consigo nada —Me dijo dando una palmada.
—Jajajajaja, eso sí, la mano se me ha quedado algo roja de estar dando, pero como me lo he pasado…jajajajaj —Le dije riéndome de él.
—Pues nada, cuando tengamos más moscas le diré a Mónica que te llame jajajaja —Me dijo el tío cachondo.
—Sí, claro, es más, volveré más a menudo, ya que en el ordenador hay mucho trabajo y, de paso, ya te cazo a las moscas jajajaja —Le dije, haciendo acto de presencia Mónica en la estancia, con su precioso vestido con la falda arrugada.
—Bueno…ejeeemmm…toma…Richard… —Dijo escarbando en su monedero —Los 150 Euros… —Me dijo mirando de reojo al cornudo.
—¿150 Euros? ¡¿Joder no?! —Dijo sobresaltado el cornudo mirando a Mónica como pidiendo explicaciones.
—Eeehhh…sí…es que ha…traído un cable en el bolsillo muy caro que…ejeemmm…y…unos programas que ha descargado…antivirus… —Estaba intentando justificarse sin dar explicaciones lógicas.
—Bueno…bueno…si de todas formas tampoco entiendo de eso…lo que haya costado está bien —Dijo desentendiéndose volviendo su cara hacia la televisión.
—¡Uuuuuyyyy! Se me ha caído un billete —Dije sonriendo a Mónica —cógemelo, anda, guapa —Le dije mirando de reojo al cornudo, el cual no quitaba la vista del televisor.
Al agacharse, quedaron sus nalgas al descubierto por los panties todos rotos, por lo que miré de reojo y, a gran velocidad, le solté un sonoro azote en las nalgas que retumbó en todo el salón.
—¡Aaaaaaalaaaaa! ¡Que ha sido esto? —Preguntó el cornudo sobresaltado.
—Eeeehhhhh, yo que…he dado una palmada…me había parecido ver la mosca otra vez… —Improvisó Mónica con agilidad mental.
—¡Bueno, yo me voy! —Dije despidiéndome de ellos.
Mónica y yo salimos por la puerta juntos, me quería asegurar que no se cambiaba la ropa y se iba así.
—¡Marrana, cuando te mande un mensaje quiero una foto de tu asqueroso culo y los panties rotos! ¿Entendido? —Le dije imperativamente.
—eehh…pero…bueno…vale…sí… —Contestó dubitativa aunque acatando la orden.
Se abalanzó sobre mí y me besó con lengua apasionadamente justo antes de salir de su escalera, a lo que respondí. Acto seguido tomé mi camino, en dirección a mi casa.
Una vez llegué a mi casa, entré en ella y allí estaba el cornudo de mi padre, otro viendo la televisión.
—Hola —Dije al entrar.
—Hola hijo, contestó mi padre.
Me adentré en mi casa y en la cocina se encontraba mi madre, vestida con unos pantalones de deporte muy cortos negros, por debajo del culo, y una camiseta corta, con tres botones en el escote.
—Marrana…que tal… —Le dije sonriendo.
Mi madre me miró con desconfianza por mi cantarín tono, su nerviosismo se hizo patente.
—Hola Richard… —Me dijo girando la cabeza mirándome con timidez.
—¡Ven aquí! —Dije mientras me sentaba en la silla de la cocina, mientras ella terminaba de poner los macarrones en los platos que había hecho de comida.
Ella se acercó muy lentamente.
—¡Papá! ¡Papá! —Grité a mi padre.
—¡Que pasa, hijo! —Contestó desde el salón.
—¡Dice mamá que si quieres queso en los macarrones! —Le dije mientras miraba a mi madre, la cual me miraba con los ojos muy abiertos.
—¡Sí! —Contestó.
Yo abrí las piernas estado sentado en la silla, mostrando mi gran bulto, el cual había revivido solo de pensar en mi mamá.
—¡Papá dice que tiene queso y, yo tengo bastante ración para él y para ti! —Le dije mirándome el rabo por encima del pantalón.
Mi madre me miró fijamente, era una mirada suplicante.
—¡Ya sabes lo que tienes que hacer! —Le dije seriamente.
—Pero…Richard…por favor… —Intentó razonar.
—¡Ya! ¡y empieza porque la tienes que sacar y cuando más tardes en empezar más vas a tardar! —Le dije apretando sus mofletes con mi mano.
Cuando se iba a arrodillar entre mis piernas…
—¡Date la vuelta, marrana! —Le dije.
Ella se dio la vuelta, mostrando sus respingonas y carnosas nalgas bajé su pantalón apretado. Yo Agarré sus nalgas por encima del pantalón y las apreté con fuerza, moviéndolas con las manos, haciéndolas vibrar. Bajé su pantalón lentamente hasta descubrir sus blanquitas nalgas, dejando sus pantalones por debajo de su culo.
—¡Agáchate! —Le ordené, agachando la cabeza y apoyando las manos en el suelo, pudiendo vigilar mirando con su cabeza por bajo de sus piernas abiertas, con el culo todo ofrecido a su hijo de 18 años.
Sus nalgas se abrieron para mí, descubriendo toda la raja, el ojete y el coño, bien depilados. Comencé a darle fuertes nalgadas sin que lo esperase, una, otra, otra más, ella solamente emitía pequeños quejidos mientras sus carnosas nalgas vibraban a un lado y a otro, quedando mis grandes manos marcadas.
—¡Ahora arrodíllate! —Le ordené.
Ella lentamente se arrodilló entre mis piernas.
—Saca el biberón de mi pantalón —Le dije.
Ella me miró fijamente y llevó sus manos temblorosas hacia mi bragueta, la cual abrió lentamente sin dejar de mirar la puerta de la cocina, aleta en todo momento. Introdujo su mano y, abrió los ojos completamente al sentir el enorme y cálido miembro de su hijo, no abarcaba con la mano, aunque ya la había visto no se terminaba de acostumbrar a ese monstruo, Lentamente lo sacó hasta tenerlo fuera por completo, con su mano agarrando su tronco, apuntando hacia su cara.
—¡Mis cojones también! ¡Y baja mis pantalones del todo! —Le volví a ordenar.
Ella obedeció y bajó mis pantalones hasta mis tobillos, quedando ante ella todo mi rabo y mis cojones a su disposición.
—¡Acerca la nariz y huele el cipote de tu querido hijo! —Le dije.
Ella acercó lentamente su nariz y olió, echando la cabeza para atrás rápidamente.
—¡Huele fatal! —Me dijo arrugando la cara.
—¡Abre la puta boca y me la limpias, es culpa del culo de tu amiga Mónica! —Le dije sonriendo —¡Venga o llamó a papá! —Le dije amenazadoramente.
—Pero… —Dijo resignándose.
Lentamente acercó su cara abriendo levemente la boca, arrugando nuevamente la cara, con asco, por lo que pincé su nariz y, sin que lo esperase, le introduje el rabo hasta el fondo, sin compasión, hasta que las arcadas fueron agónicas, sus lágrimas se derramaban por sus mejillas, babeaba abundantemente y sus sonidos guturales eran aberrantes y morbosos.
—¿A qué sabe bien el ojete de tu amiga? jajajajaa—Le decía mofándome de ella, mientras mantenía su cabeza apretada contra mi rabo, introduciéndole todo lo que daba su garganta.
Me levanté del golpe de la silla y le saqué el rabo rápidamente de la boca, quedando tosiendo babas arrodillada, y rápidamente la agarré del pelo y la puse de rodillas sobre la silla, con mi mano agarrándola fuertemente del pelo. Agarré mi rabo completamente durísimo y, dirigiéndolo al coño de mi pobre madre, sin darle opción a reaccionar, se lo introduje de golpe hasta la mitad, comenzando rápidamente a lubricar la muy cerda…
Continuará…
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