Estaba juntada con mi novio de siempre viviendo en su casa; andaba por los 25 y debo reconocer que era de esas rubias atractivas, armaditas con unas piernas llamativas y lomazo.
Trabajaba como cobradora en una empresa lo cual hacía que la mayor parte del tiempo anduviera casi como una cadete en la calle pero sin mayores sobresaltos que los normales.
Había un día a la semana que era mi gloria, me despertaba derecho a levantar las sábanas y empezaba con mi lengua por las bolas de mi marido a buscar su erección.
el sabor de esa pija me resultaba obvio pero me encantaba como el primer día que se lo hice sentirla crecer en la boca y ver como me empezaba a costar respirar pero encaprichada en no sacármela para respirar y seguir me invadía mi propia baba haciéndome ahogar pero mirarlo con los ojos cerrados sonriente me daban fuerzas hasta que sentía el bombeo de la descarga y ahí si me tomaba la licencia de sacarla poquita cosa para que la adorada lechita pasara casi directa al estómago.
Respira fuerte por la boca y se la terminaba limpiando con la lengua lamiéndola toda.
Ese día era especial para mí, como siempre mi marido se iba a su trabajo y yo salía una hora después, era entonces cuando aparecía mi alto desgarbado veterano pero aún atractivo suegro.
tenía llaves de la casa ya que parte de su trabajo lo hacía en el galpón del fondo de casa.
Yo salía del baño envuelta en el toallón y era cuando camino al dormitorio en algún lugar había un almohadón en el piso; ese era el lugar donde debía arrodillarme a esperar que el apareciera masturbándose para endurecer la pija y después de refregarla por mi cara me dejaba atraparla en mi boca para que posterior al lengüeteo del glande empezar la chupada de verga para lograr la hermosa leche de macho calentón.
Rara vez me besaba o me dejaba penetrar a veces cedía y me dejaba coger por donde eligiera concha (la cual chupaba muy bien) o cola cuya pose favorita era ponerme patitas al hombro.
Lo que me gustaba de él eran sus insultos de que puta que era, que buena chupadora de pija, que le lamiera las bolas y el culo, una vez sentí como me escupía la cabeza y le pedí lo hiciera en la cara y a partir de ahí me acababa en la cara y con su lengua me desparramaba la leche y juntaba en su boca escupiendola en la mía para que la tomara.
Lo bueno de la verga de mi suegro era que con su edad me costaba ponerla dura y por ende estaba mas tiempo chupándola, lo pajeaba mientras mi lengua corría esos laterales venosos y sentía el bombeo sanguíneo expectante y desesperado de la descarga del placer.
Me manoseaba toda mientras me vestía y a trabajar.
Ese día me tocaba pasar informe semanal y encuentro con el regordete de mi jefe a media tarde cuando casi todos empezaban a irse.
Entraba a su despacho me levantaba la pollera para mostrarle la tanga y su color y le ponía el culo en la cara, después de acariciarme me decía muy lindo pero chupámela; sabíamos que siempre terminaba en eso pero me gustaba el jueguito hasta de pedirle por favor que me coja y me diera un aumento, las 3 eran pijas de tamaño normal, solo el ambiente que las rodeaba era diferente, a mi jefe le gustaba garganta profunda con intermitencias de besos de lenguas algunos bien desaforados y otros tenues de "rogame" que te la chupe.
era la última lecheada en la boca con eructo de olor a semen y pija incluido.
Así disfrutaba yo de las vergas que me hacían tomar el tan preciado amargo y salado semen.
Un día no sé que me pasó.
estaba con su obesidad sudando manantiales al costado de una camioneta de fletes viendo como cargaban cosas unos señores y me acerqué tratando de dominarme por lo que sin sentido me llamaba la atención ese tipo.
De los dientes que le quedaban la mayoría estaban cariados y con el pretexto de un viaje le pedí su tarjeta; creo que en un momento se turbó o mi mirada fue muy elocuente y el transmitió una rareza de "no puede ser"; lo real que ese tipo que se veía bizarro me llamaba o por lástima o asco.
Al otro día no podía sacármelo de la cabeza y calculando todo lo llamé con el pretexto de un viaje.
no podía.
casi lloro de rabia e indignación de querer chupar una pija y ser rechazada aunque él no sospechara mi estado de hembra en celo.
Se dió al otro día y lo esperé en una esquina con el pretexto de ir al lugar del viaje, cuando subí y lo saludé noté sus terribles ojeras y que era más desagradable de lo que lo recordaba.
Le fui indicando lugares que conocía hasta que llegamos a un descampado y le pedí que parara, me miró desorientado y con mi mano resbalando por el sudor de su cuello busqué su boca con un aliento indescifrable de tabaco mate y fiambre, no sé si quiso ensayar una pregunta pero lo callé con la lengua hasta la garganta.
Tuve que bajar e ir del otro lado por su puerta la panza le daba casi en el volante y no podía meter mi cabeza para chuparle la pija por ahí.
Era de buen tamaño, gorda negra, sucia, grasosa y olía horrores pero eso me excitaba más.
Gemía como un niño y el sudor me ahogaba de tanto fluir hasta que toda la cabina fue un aura nauseabundo de olor a culo y bolas transpirados y llegó el asqueroso semen, caudaloso, espeso que me hizo hacer arcadas hasta casi vomitar.
Empecé a sacarle plata a mi jefe y suegro, no gran cosa pero les dije que necesitaba sentirme bien puta, se la daba a mi fletero a cambio de ser cogida, íbamos a hoteles y cogíamos a full, besos interminables donde nos pasábamos la saliva, yo me lo montaba y solo cuando me salía colita el hacía un esfuerzo tremendo para culearme al borde de la cama arrodillada abriendo las nalgas con mi mano tomándome la leche al final.
Lo lamí todo, desde las plantas de los pies plagados de callos hasta chupar la mierda de los pendejos de su culo, le recorría todo el cuerpo con mi lengua me tome los líquidos de su axilas y permanentemente le pedía que me tocara, me sentaba en su cara y fue cuando me pidió mis orines los cuales descargué oyendo como se tomaba hasta la última gota.
autor: anonimo
Trabajaba como cobradora en una empresa lo cual hacía que la mayor parte del tiempo anduviera casi como una cadete en la calle pero sin mayores sobresaltos que los normales.
Había un día a la semana que era mi gloria, me despertaba derecho a levantar las sábanas y empezaba con mi lengua por las bolas de mi marido a buscar su erección.
el sabor de esa pija me resultaba obvio pero me encantaba como el primer día que se lo hice sentirla crecer en la boca y ver como me empezaba a costar respirar pero encaprichada en no sacármela para respirar y seguir me invadía mi propia baba haciéndome ahogar pero mirarlo con los ojos cerrados sonriente me daban fuerzas hasta que sentía el bombeo de la descarga y ahí si me tomaba la licencia de sacarla poquita cosa para que la adorada lechita pasara casi directa al estómago.
Respira fuerte por la boca y se la terminaba limpiando con la lengua lamiéndola toda.
Ese día era especial para mí, como siempre mi marido se iba a su trabajo y yo salía una hora después, era entonces cuando aparecía mi alto desgarbado veterano pero aún atractivo suegro.
tenía llaves de la casa ya que parte de su trabajo lo hacía en el galpón del fondo de casa.
Yo salía del baño envuelta en el toallón y era cuando camino al dormitorio en algún lugar había un almohadón en el piso; ese era el lugar donde debía arrodillarme a esperar que el apareciera masturbándose para endurecer la pija y después de refregarla por mi cara me dejaba atraparla en mi boca para que posterior al lengüeteo del glande empezar la chupada de verga para lograr la hermosa leche de macho calentón.
Rara vez me besaba o me dejaba penetrar a veces cedía y me dejaba coger por donde eligiera concha (la cual chupaba muy bien) o cola cuya pose favorita era ponerme patitas al hombro.
Lo que me gustaba de él eran sus insultos de que puta que era, que buena chupadora de pija, que le lamiera las bolas y el culo, una vez sentí como me escupía la cabeza y le pedí lo hiciera en la cara y a partir de ahí me acababa en la cara y con su lengua me desparramaba la leche y juntaba en su boca escupiendola en la mía para que la tomara.
Lo bueno de la verga de mi suegro era que con su edad me costaba ponerla dura y por ende estaba mas tiempo chupándola, lo pajeaba mientras mi lengua corría esos laterales venosos y sentía el bombeo sanguíneo expectante y desesperado de la descarga del placer.
Me manoseaba toda mientras me vestía y a trabajar.
Ese día me tocaba pasar informe semanal y encuentro con el regordete de mi jefe a media tarde cuando casi todos empezaban a irse.
Entraba a su despacho me levantaba la pollera para mostrarle la tanga y su color y le ponía el culo en la cara, después de acariciarme me decía muy lindo pero chupámela; sabíamos que siempre terminaba en eso pero me gustaba el jueguito hasta de pedirle por favor que me coja y me diera un aumento, las 3 eran pijas de tamaño normal, solo el ambiente que las rodeaba era diferente, a mi jefe le gustaba garganta profunda con intermitencias de besos de lenguas algunos bien desaforados y otros tenues de "rogame" que te la chupe.
era la última lecheada en la boca con eructo de olor a semen y pija incluido.
Así disfrutaba yo de las vergas que me hacían tomar el tan preciado amargo y salado semen.
Un día no sé que me pasó.
estaba con su obesidad sudando manantiales al costado de una camioneta de fletes viendo como cargaban cosas unos señores y me acerqué tratando de dominarme por lo que sin sentido me llamaba la atención ese tipo.
De los dientes que le quedaban la mayoría estaban cariados y con el pretexto de un viaje le pedí su tarjeta; creo que en un momento se turbó o mi mirada fue muy elocuente y el transmitió una rareza de "no puede ser"; lo real que ese tipo que se veía bizarro me llamaba o por lástima o asco.
Al otro día no podía sacármelo de la cabeza y calculando todo lo llamé con el pretexto de un viaje.
no podía.
casi lloro de rabia e indignación de querer chupar una pija y ser rechazada aunque él no sospechara mi estado de hembra en celo.
Se dió al otro día y lo esperé en una esquina con el pretexto de ir al lugar del viaje, cuando subí y lo saludé noté sus terribles ojeras y que era más desagradable de lo que lo recordaba.
Le fui indicando lugares que conocía hasta que llegamos a un descampado y le pedí que parara, me miró desorientado y con mi mano resbalando por el sudor de su cuello busqué su boca con un aliento indescifrable de tabaco mate y fiambre, no sé si quiso ensayar una pregunta pero lo callé con la lengua hasta la garganta.
Tuve que bajar e ir del otro lado por su puerta la panza le daba casi en el volante y no podía meter mi cabeza para chuparle la pija por ahí.
Era de buen tamaño, gorda negra, sucia, grasosa y olía horrores pero eso me excitaba más.
Gemía como un niño y el sudor me ahogaba de tanto fluir hasta que toda la cabina fue un aura nauseabundo de olor a culo y bolas transpirados y llegó el asqueroso semen, caudaloso, espeso que me hizo hacer arcadas hasta casi vomitar.
Empecé a sacarle plata a mi jefe y suegro, no gran cosa pero les dije que necesitaba sentirme bien puta, se la daba a mi fletero a cambio de ser cogida, íbamos a hoteles y cogíamos a full, besos interminables donde nos pasábamos la saliva, yo me lo montaba y solo cuando me salía colita el hacía un esfuerzo tremendo para culearme al borde de la cama arrodillada abriendo las nalgas con mi mano tomándome la leche al final.
Lo lamí todo, desde las plantas de los pies plagados de callos hasta chupar la mierda de los pendejos de su culo, le recorría todo el cuerpo con mi lengua me tome los líquidos de su axilas y permanentemente le pedía que me tocara, me sentaba en su cara y fue cuando me pidió mis orines los cuales descargué oyendo como se tomaba hasta la última gota.
autor: anonimo
5 comentarios - la delicia de chupar vergas