Acá, la primera parte
Bajamos con Esteban en el octavo piso y me hizo gestos de que no dijera ni una palabra. Yo iba con la cabeza gacha atrás y las mejillas enrojecidas de la vergüenza. Sacó las llaves y entró al departamento B haciéndome señas de que lo siguiera. Era un monoambiente muy bonito, poco decorado. Una cama, un sillón. Sin mesa y con apenas una barra al lado de la cocina con dos banquetas.
- Andá al baño, preparate como corresponde y presentate ante mí cuando estés lista -dijo Esteban con tono muy imperativo. Se lo veía risueño- Que te quede claro que de acá en más no decís una palabra a menos que yo te pregunte algo. Eso sí, cuando te pregunte lo que sea quiero que detalles y uses tu imaginación. ¿Entendido?
Asentí sin mirarlo a los ojos, entré al baño, me quité la ropa de varón, saqué del bolso la pollera metalizada y el top y me los puse. También las botas y la peluca rubia. Me apliqué rubor, me pinté los labios de un rojo flúo y con sombra rosa para los ojos terminé de verme como una puta.
Me impresionó verme así en el espejo y ya siendo Camila tardé unos segundos en salir, un poco paralizada por el miedo y la vergüenza. Antes de abrir la puerta pasó como un rayo por mi cabeza la situación en la que estaba: iba a prostituirme con alguien que detestaba, con un hombre que me había hecho bullying durante años en el colegio. Me sentí la peor basura del mundo, una persona indigna de cualquier consideración. Y por debajo de la vergüenza, el miedo y la incertidumbre, encontré también gusto y placer. Poco, pero lo había.
Cuando salí, Esteban estaba recostado en el sillón, con un whisky en la mano. Estalló en una carcajada al verme y siguió riéndose sin poder parar por lo menos un minuto. Yo me quedé parada, inmóvil al lado de la puerta del baño. Pensé que quizás todo se reducía a eso, a verme vestida con ropa de mujer para reirse un rato, pero no.
- No te quedés ahí parada, Camila. Pagué para usarte así que vamos a empezar. Quiero que me desfiles bien guarra. Vamos, desfilame de una punta a la otra del depto como una putita obediente- dijo cuando pudo recomponerse de la risa.
Empecé a caminar moviéndome lo más femenina posible de un lado al otro, tratando de mover mucho mis caderas, con una mano en la cintura. Entre sorbo y sorbo de whisky, Esteban me animaba y me daba indicaciones:
- A ver, a ver, moviendo bien la colita. Eso, muy bien. Mostrando al macho lo que tenés para ofrecer. Eso. Insinuate, haceme saber que sos una trola y querés que te use. A ver, una caidita de ojos...Jajajaja...¡Muy bien!...A ver, la pollerita un poco más arriba. Eso, así. Ahora con un dedito en la boca...eso, mirame con carita de ingenua...Jajajaja...No te sale bien la carita de ingenua, con la cara de petera que tenés...Jajajajaja...vení, vení acá, arrodillate acá enfrente mío. Dale, puta, rápido.
Me apuré con los tacos a llegar donde estaba Esteban, bastante ridícula por mi poca habilidad, y me arrodillé con las manos en el regazo. Todavía no lo había podido mirar a los ojos. Me ordenó que lo hiciera y con mucho esfuerzo y las mejillas hirviendo lo hice. Esteban se sonrió, sabiendo que tenía el dominio total de la situación:
- Cuando te conocí, hace tantos años, me di cuenta enseguida que no eras un hombre de verdad. Primero pensé que eras un Beta, alguien insignificante que no merecía ni un segundo de atención. Después me di cuenta que eras menos que eso, y me pasé años tratando de hacértelo entender. Al final lo entendiste solita. Esta es la situación natural, Camila: vos arrodillada esperando mis órdenes, dispuesta a complacerme, a ser usada. Porque eso es lo que sos. Un objeto con un único pensamiento en la cabeza: una pija. ¿Cuál tiene que ser tu último pensamiento antes de ir a dormir?
- Una pija- susurré con un hilito de voz.
- ¿Y cuál el primero al despertarte?
- Una pija.
- Muy bien. Tenés que vivir para servir a los hombres. Te voy a mostrar algo con un ejemplo práctico. ¿Qué haría cualquier persona si yo escupo así?- dijo Esteban, acumuló saliva en la garganta y escupió al piso a un costado.
- No sé...nada.
- ¿Y qué debe hacer una basurita como vos que vive para servir?
Tuve dos o tres segundos de confusión y finalmente entendí lo que Esteban quería. Apoyé los antebrazos en el suelo, justo donde había escupido y limpié con la lengua todo. Despacio y con delicadeza. Una ola caliente me recorrió el cuerpo y por primera vez superó a la vergüenza.
Cuando terminé, Esteban se paró del sillón y muy lentamente, mirando las reacciones de mi cara, se desabrochó el pantalón, bajó el boxer y sacó su pija. Era grande, con venas muy marcadas y con algunas gotas de líquido preseminal cayendo por el tronco. Del bolsillo del pantalón sacó su celular.
- Vamos a sacar una fotito- dijo con una sonrisa pícara ante mi cara de susto- No pongas esa cara zorra. Yo soy el que sabe lo que puedo y no puedo hacerte. Vos tenés que obedecer y nada más. Ahora agarráme la pija, ponela sobre tu cara y dame tu mejor sonrisa. Quiero la sonrisa de una trola enamorada de las vergas que tiene una en la mano.
Agarré la pija muy excitada, la apoyé sobre mi mejilla derecha y sonreí a la cámara. Esteban sacó la foto satisfecho.
- Ahora la vamos a mandar acá. Mirá.
Me mostró la pantalla del celular y vi el listado de un grupo de Whatsapp que se llamaba "Amos de la putita Camila". Casi me desmayo al ver los nombres. Además de Esteban, estaba Carla y los cuatro amigos del colegio de Esteban con los que me hacían la vida imposible. De la impotencia, se me cayeron un par de lágrimas. Esteban se rió:
- Están esperando novedades, así que vamos a darles algo. Está todo acordado con Carla. Mi primera opción para terminar de liquidar todo rastro de falsa masculinidad en vos era organizar un gloryhole. ¿Sabés lo que es? ¿Sí, no? Que nos chuparas la pija a todos sin saber quiénes éramos y una vez que te hubiéramos llenado la pancita de leche te mostrábamos. Pero Carla quería algo más íntimo. Ahora vamos a cambiar el color de las letras a rosa y vos vas a escibir y a mandar la foto.
Me dio el celular y me dictó lo que tenía que escribir: "Holis, soy Cami. ¡Gracias por la linda sorpresa! Es el mejor regalo del mundo para una putita como yo. No veo la hora de poder ser la puta de todos ustedes. Graciasssssss". Y muchos emojis de corazoncitos.
Escribí, mandé la foto e inmediatamente empezaron a sonar notificaciones del celular. Se me cayeron un par de lágrimas más.
- Ahora empezá a chupar, puta. Sin las manos- Esteban se me paró adelante, me sostuvo la pija frente a mí y con la mano en mi nuca me obligó a tragármela. Empecé a chupar despacio, suavemente, con un ritmo constante y haciendo mucho ruido de succión. Esteban me hizo parar.
- Está muy bien. Ahora vamos a mandar un videito. Chupá mirando al celu.
Lo hice, Esteban filmó un poco y mandó el video al grupo.
- Ahora un poquito las bolas. Dale, perra, con ganas.
Me apropié de una de sus bolas con la boca y me la metí de lleno en la boca, saboreándola con la lengua. Del celular se escuchó otra notificación. Y otra. Y otra.
(Continuará)
Bajamos con Esteban en el octavo piso y me hizo gestos de que no dijera ni una palabra. Yo iba con la cabeza gacha atrás y las mejillas enrojecidas de la vergüenza. Sacó las llaves y entró al departamento B haciéndome señas de que lo siguiera. Era un monoambiente muy bonito, poco decorado. Una cama, un sillón. Sin mesa y con apenas una barra al lado de la cocina con dos banquetas.
- Andá al baño, preparate como corresponde y presentate ante mí cuando estés lista -dijo Esteban con tono muy imperativo. Se lo veía risueño- Que te quede claro que de acá en más no decís una palabra a menos que yo te pregunte algo. Eso sí, cuando te pregunte lo que sea quiero que detalles y uses tu imaginación. ¿Entendido?
Asentí sin mirarlo a los ojos, entré al baño, me quité la ropa de varón, saqué del bolso la pollera metalizada y el top y me los puse. También las botas y la peluca rubia. Me apliqué rubor, me pinté los labios de un rojo flúo y con sombra rosa para los ojos terminé de verme como una puta.
Me impresionó verme así en el espejo y ya siendo Camila tardé unos segundos en salir, un poco paralizada por el miedo y la vergüenza. Antes de abrir la puerta pasó como un rayo por mi cabeza la situación en la que estaba: iba a prostituirme con alguien que detestaba, con un hombre que me había hecho bullying durante años en el colegio. Me sentí la peor basura del mundo, una persona indigna de cualquier consideración. Y por debajo de la vergüenza, el miedo y la incertidumbre, encontré también gusto y placer. Poco, pero lo había.
Cuando salí, Esteban estaba recostado en el sillón, con un whisky en la mano. Estalló en una carcajada al verme y siguió riéndose sin poder parar por lo menos un minuto. Yo me quedé parada, inmóvil al lado de la puerta del baño. Pensé que quizás todo se reducía a eso, a verme vestida con ropa de mujer para reirse un rato, pero no.
- No te quedés ahí parada, Camila. Pagué para usarte así que vamos a empezar. Quiero que me desfiles bien guarra. Vamos, desfilame de una punta a la otra del depto como una putita obediente- dijo cuando pudo recomponerse de la risa.
Empecé a caminar moviéndome lo más femenina posible de un lado al otro, tratando de mover mucho mis caderas, con una mano en la cintura. Entre sorbo y sorbo de whisky, Esteban me animaba y me daba indicaciones:
- A ver, a ver, moviendo bien la colita. Eso, muy bien. Mostrando al macho lo que tenés para ofrecer. Eso. Insinuate, haceme saber que sos una trola y querés que te use. A ver, una caidita de ojos...Jajajaja...¡Muy bien!...A ver, la pollerita un poco más arriba. Eso, así. Ahora con un dedito en la boca...eso, mirame con carita de ingenua...Jajajaja...No te sale bien la carita de ingenua, con la cara de petera que tenés...Jajajajaja...vení, vení acá, arrodillate acá enfrente mío. Dale, puta, rápido.
Me apuré con los tacos a llegar donde estaba Esteban, bastante ridícula por mi poca habilidad, y me arrodillé con las manos en el regazo. Todavía no lo había podido mirar a los ojos. Me ordenó que lo hiciera y con mucho esfuerzo y las mejillas hirviendo lo hice. Esteban se sonrió, sabiendo que tenía el dominio total de la situación:
- Cuando te conocí, hace tantos años, me di cuenta enseguida que no eras un hombre de verdad. Primero pensé que eras un Beta, alguien insignificante que no merecía ni un segundo de atención. Después me di cuenta que eras menos que eso, y me pasé años tratando de hacértelo entender. Al final lo entendiste solita. Esta es la situación natural, Camila: vos arrodillada esperando mis órdenes, dispuesta a complacerme, a ser usada. Porque eso es lo que sos. Un objeto con un único pensamiento en la cabeza: una pija. ¿Cuál tiene que ser tu último pensamiento antes de ir a dormir?
- Una pija- susurré con un hilito de voz.
- ¿Y cuál el primero al despertarte?
- Una pija.
- Muy bien. Tenés que vivir para servir a los hombres. Te voy a mostrar algo con un ejemplo práctico. ¿Qué haría cualquier persona si yo escupo así?- dijo Esteban, acumuló saliva en la garganta y escupió al piso a un costado.
- No sé...nada.
- ¿Y qué debe hacer una basurita como vos que vive para servir?
Tuve dos o tres segundos de confusión y finalmente entendí lo que Esteban quería. Apoyé los antebrazos en el suelo, justo donde había escupido y limpié con la lengua todo. Despacio y con delicadeza. Una ola caliente me recorrió el cuerpo y por primera vez superó a la vergüenza.
Cuando terminé, Esteban se paró del sillón y muy lentamente, mirando las reacciones de mi cara, se desabrochó el pantalón, bajó el boxer y sacó su pija. Era grande, con venas muy marcadas y con algunas gotas de líquido preseminal cayendo por el tronco. Del bolsillo del pantalón sacó su celular.
- Vamos a sacar una fotito- dijo con una sonrisa pícara ante mi cara de susto- No pongas esa cara zorra. Yo soy el que sabe lo que puedo y no puedo hacerte. Vos tenés que obedecer y nada más. Ahora agarráme la pija, ponela sobre tu cara y dame tu mejor sonrisa. Quiero la sonrisa de una trola enamorada de las vergas que tiene una en la mano.
Agarré la pija muy excitada, la apoyé sobre mi mejilla derecha y sonreí a la cámara. Esteban sacó la foto satisfecho.
- Ahora la vamos a mandar acá. Mirá.
Me mostró la pantalla del celular y vi el listado de un grupo de Whatsapp que se llamaba "Amos de la putita Camila". Casi me desmayo al ver los nombres. Además de Esteban, estaba Carla y los cuatro amigos del colegio de Esteban con los que me hacían la vida imposible. De la impotencia, se me cayeron un par de lágrimas. Esteban se rió:
- Están esperando novedades, así que vamos a darles algo. Está todo acordado con Carla. Mi primera opción para terminar de liquidar todo rastro de falsa masculinidad en vos era organizar un gloryhole. ¿Sabés lo que es? ¿Sí, no? Que nos chuparas la pija a todos sin saber quiénes éramos y una vez que te hubiéramos llenado la pancita de leche te mostrábamos. Pero Carla quería algo más íntimo. Ahora vamos a cambiar el color de las letras a rosa y vos vas a escibir y a mandar la foto.
Me dio el celular y me dictó lo que tenía que escribir: "Holis, soy Cami. ¡Gracias por la linda sorpresa! Es el mejor regalo del mundo para una putita como yo. No veo la hora de poder ser la puta de todos ustedes. Graciasssssss". Y muchos emojis de corazoncitos.
Escribí, mandé la foto e inmediatamente empezaron a sonar notificaciones del celular. Se me cayeron un par de lágrimas más.
- Ahora empezá a chupar, puta. Sin las manos- Esteban se me paró adelante, me sostuvo la pija frente a mí y con la mano en mi nuca me obligó a tragármela. Empecé a chupar despacio, suavemente, con un ritmo constante y haciendo mucho ruido de succión. Esteban me hizo parar.
- Está muy bien. Ahora vamos a mandar un videito. Chupá mirando al celu.
Lo hice, Esteban filmó un poco y mandó el video al grupo.
- Ahora un poquito las bolas. Dale, perra, con ganas.
Me apropié de una de sus bolas con la boca y me la metí de lleno en la boca, saboreándola con la lengua. Del celular se escuchó otra notificación. Y otra. Y otra.
(Continuará)
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