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Mate en el 5to "B"...



Se llama Armando. Tiene unos 60 años, viudo, jubilado del PoderJudicial. Vive en el 5to B, solo, sin más compañía que un gato al que llama"Cortazar".
Fue el primer vecino que conocimos cuando nos mudamos. Siempre muy cortésy amable. Sin embargo, no todos son lo que parecen.
Cuando me veía con mi marido o con mi hijo, saludaba con sumacordialidad y seguía su camino, silbando, como es su costumbre, alguna melodía tanguera.Pero cuando lo cruzaba estando sola, dejaba a un lado su papel de abuelito simpáticoy ahí sí, me mostraba los colmillos, afilados e incisivos.
-¿Como está hoy la mamá más linda del edificio?- recuerdo que medijo la primera vez que me dirigió algo más que un simple saludo.
Ahí fue que empecé a darme cuenta de que además, se aprovechaba delos espejos del pallier para mirarme el culo.
Me gustan los viejitos, y si son verdes, mejor, por lo que la opción"Armando" empezó a resultarme sumamente tentadora.
-¿Cuando te venís a casa a tomar unos mates?- empezó a proponermecierto día.
Yo le rehuía argumentando que entre el trabajo y mi hijo estabasiempre ocupada.
-Aunque sea unos minutos- me insistía, y con un velado doblesentido, agregaba: -Te estás perdiendo a un muy buen cebador-
Era evidente que aunque estaba en mi habitual modo madre y esposaobsecuente, algo alcanzaba a vislumbrar por debajo de ese caparazón que mepongo todos los días para no revelar mi verdadera personalidad. De algo se dabacuenta, sino no se entendía que fuera tan insistente, ni que me mirara de esaforma, como si pudiera ver mi interior.
-Podés venir cuando quieras, tengo el agua siempre caliente- volvíaa decirme, de una manera que muchas mujeres considerarían acoso sexual, más enestos días, pero que a mí me resultaba sumamente provocativo.
Estaba segura de que, tarde o temprano, terminaría subiendo atomarme uno de sus tan publicitados mates, solo era cuestión de encontrar elmomento. Y como suele ocurrir cuando algo se desea tanto, ese momentofinalmente llegó.
Mi marido había viajado de última hora para seguir de cerca laevolución de los negocios de sus clientes mendocinos. Estaría fuera solo unanoche, lo cuál era más que suficiente para que su mujercita volviera adisfrutar de los placeres de la infidelidad.
Ya era medianoche. El Ro dormía como un tronco y yo que no podíapegar un ojo. Quise masturbarme, pero mis dedos eran insuficientes paraapaciguar el fuego que me consumía por dentro. Fue entonces que me acordé deArmando. Estaba ahí, a solo unos pisos de distancia, mi dulce acosador, sinimaginar siquiera que en la soledad de mi cama estaba pensando en él.
Si subía a esa hora, no habría forma de disimular mis intenciones.En otro momento del día podía alegar que aceptaba su invitación a tomar mate,pero ¿a medianoche? Sería obvio que iba por unos buenos mates de leche, jaja.
Estuve dando vueltas en mi cama durante un buen rato, incapaz de conciliarel sueño, sintiéndome cada vez más excitada con la idea de entregarle a mi ancianovecino lo que tanto estaba buscando.
Finalmente me decido. Quién no arriesga, no gana, ¿no?
Me levanto, voy a la habitación del Ro, y tras asegurarme de que estebien dormido, me pongo una bata por encima del camisón, y con todas mis ansiasa flor de piel, subo al quinto piso.
El departamento B está a la izquierda del ascensor, a un extremo delpasillo. Golpeo un par de veces, pero me imagino que a esa hora, en un día de semana,debe de estar durmiendo, así que le toco el timbre.
Nada. Insisto.
No me voy a dar por vencida tan fácilmente.
Una vez más. Recién entonces veo por la rendija de abajo que seprende la luz y lo escucho putear a medida que se acerca a la puerta.
-¿Quién es?- pregunta de mal modo antes de abrir.
-Soy yo Armando, Mariela, tu vecina de la planta ba...- antes de quetermine de responderle, ya está abriendo la puerta, mirándome con una mezcla defascinación y sorpresa.
-No sé por qué, pero se me antojaron unos mates- le digo con esetonito de boluda sexy que tanto me gusta usar con hombres mayores como él,añadiendo en una forma no tan sutil - Y como dijiste que siempre tenés el aguacaliente...-
Ya está, si con eso no sabés lo que estoy buscando, mejor volvé anacer. Pero sí lo sabe. El brillo de sus ojos y la sonrisa lobuna con querecorre mi cuerpo así me lo confirma.
No necesita invitarme a pasar, la invitación ya está implícita en sumirada.
-¿Y te gustan dulces o amargos?- me pregunta mientras entro al departamento-Me refiero a los mates- se apura a aclarar, sonriendo en forma torva einsinuante.
-Depende de como me lo ofrezcan- le contesto, siguiéndole el juego.
-Bueno, yo te veo como una mujer a la que le gustan las cosasdulces...- repone acercándose hasta quedar frente a frente, separados por unospocos centímetros.
-Sabés que no vine por los mates, ¿no?- le digo de una,imposibilitada de seguir con el juego.
La calentura me estaba matando.
-¿Ah no?- se hace el sorprendido -¿Y por qué viniste?-
-¡Por esto!- le digo metiéndole una tremenda mano por entre laspiernas, aprisionando por encima del pantalón pijama, algo que habría desorprenderme más que gratamente.
A veces suelo intimidar a los hombres. Supongo que algunos no estánacostumbrados a que una sea tan directa. Y aunque me había aparecido en supuerta, de madrugada, pidiéndole casi a los gritos que me cogiera, creo que Armandoesperaba poder desplegar todo su arsenal de seducción para llevarme a la cama.Y ahí estaba yo, salteándome todos los protocolos del levante, mostrándole el caminomás corto, pero no por eso menos apasionado.
-Vení, acá vamos a estar más cómodos- me dice llevándome hacia un sofáque está a un costado.
Antes de sentarme me quito la bata, y entonces sí, apenas con el camisónpuesto, me acomodo junto a él, volviendo a poner mi mano en esa parte de sucuerpo que ya presume una erección mucho más contundente.
Entendiendo cuál es mi anhelo, Armando se baja el elástico del pantalónpijama, y sacándola afuera, despliega ante mí algo que no me esperaba ni ensueños.
-¡Guauuu...!- alcanzo a exclamar.
-Nada mal, ¿no?- repone con justificado orgullo.
-Para alguien de 60 está mucho más que bien- coincido.
-De 67- me corrige -Cumplo 68 el mes que viene-
-¡Recontra Guauuuuu...!- vuelvo a exclamar, tratando de tocarme losextremos de los dedos al agarrársela, aunque por el grosor que ostenta meresulta imposible.
Está muy bien dotado Armando. Tiene una pija gruesa, contundente, forjadaen carne dura y caliente, toda surcada por sinuosas venas amoratadas. La cabeza,ancha y bulbosa, humedecida ya por ese persistente goteo que precede al posteriorestallido.
Le paso el pulgar por encima, mojándome la yema con una de esas gotitas,y llevándomela a la boca me la chupo con incitante fruición.
-¡Mariela! Vos y yo vamos a ser unos muy buenos vecinos- me aseguraacariciándome los pechos por encima del camisón.
-Y decime, ¿como te diste cuenta que iba a terminar aceptando tuinvitación?- le consulto, siempre aferrada a su verga, sin dejar de meneársela.
-Es que puedo oler una putita a un kilómetro de distancia- responde,haciendo como que me huele.
Inclino la cabeza hacia un lado, para que pueda olerme el cuello,tras lo cuál nos besamos en la boca, en forma urgente y jugosa.
-¡Que calentura me hiciste agarrar, Mariela!- exclama con la vozronca, y levantándose de repente, me agarra de la mano -Vení, vamos a la cama-
A modo de resguardo había llevado mi celular, a través del cuál podíachequear las cámaras de seguridad de mi casa, así que tras asegurarme de que mihijo dormía apaciblemente, lo sigo a Armando hasta su dormitorio.
La cama esta deshecha, obvio, ya que cuando llegue estaba durmiendo.La tenue luz de un velador nos proporciona una ambientación más que adecuada. Lamezcla perfecta entre sensualidad e intimidad.
Siempre me resulta excitante estar en la habitación de un hombre,más que estar en un telo, porque es su terreno, su territorio. Allí soy tan solouna invitada, la que está por un rato y luego se va.
Al pie de la cama volvemos a besarnos, intensa, efusivamente. Él estácon la pija afuera, con los huevos colgando por sobre el elástico del pantalónpijama, por lo que mientras nuestras bocas se saborean la una a la otra, nodejo de tocársela, sintiendo en todo momento esa pulsión que a sus casi setentaaños resulta todo un prodigio.
Retrocediendo un par de pasos, Armando se sienta en el borde de lacama, y bajándose el pantalón pijama junto con  el calzoncillo, me ofrece su verga con huevosy todo.
Parada delante suyo, me quito el camisón por encima de la cabeza.Debajo no tengo nada, así que quedo completamente desnuda frente a sus voracesojos.
Me acaricio las tetas, me toco la concha, y gateando seductoramente,me acomodo por entre sus piernas.
La pija está en su apogeo, dura, erecta, compacta, las venas erizadas,la cabeza enrojecida.
Le paso la lengua a todo lo largo, provocándole un agradableestremecimiento.
Me divierte la forma en que se sacude, por lo que le doy variaslamidas, por la vena del medio y los costados, barriendo con el labio inferiorla saliva que voy dejando con la lengua.
Le suelto una larga escupidita, y abriendo la boca, me como poco másde la mitad. Cierro los labios en torno a tan macizo volumen y succiono con todasmis ansias.
Se la estoy chupando a mi vecino, el jovato del 5to B.
Arremeto con todo, decidida a darle la mamada de su vida, desplegandotoda mi habilidad lingüística sobre ese pedazo de carne que afronta altivo yorgulloso semejante descarga.
Pese a que la tiene grande, me la como entera, hasta los pelos, extasiándomecon su sabor y ese olor a hombre que me pone literalmente de la cabeza.
Me gusta comérmela toda, forzar garganta y labios a abrirse hasta ellímite del rompimiento, sentir ese agradable ahogo que provoca la carneatravesada.
Sin dejar de chupársela, le agarro una mano y la apoyo sobre mi cabeza.Armando comprende de inmediato el jueguito que le propongo.
Me sujeta la cabeza con las dos manos y me la empuja hacia abajo ala vez que con su pelvis va hacia arriba, haciéndome tragar casi toda su verga.Y digo casi, porque la cabeza es tan gruesa y la tiene tan hinchada, que no meentra más allá de la garganta. Así que debo conformarme con tragarme nada másque una buena porción. Igual es más que suficiente para desplegar sobre ellatodo mi catálogo de besos, lamidas y chupadas, para hacerle constar que, enmateria de sexo oral, soy toda una erudita.
Cuando la suelto, la pija está toda babeada, impregnada en saliva yfluido preseminal, del cuál, pese a la edad, Armando suelta en gran cantidad.
Se la sacudo y no puedo más que maravillarme ante su férrea contundencia.
-¡Haceme una turca, por favor..., desde que te vi por primera vezque sueño con que me hagas una turca!- me pide con el arrebato lógico del momento.
Dispuesta a complacerlo, me pongo la pija entre las gomas y apretándomela una contra la otra, le hago una paja turca de alta gama.
En otras circunstancias haría que me chupe la concha, pero necesitabasentirlo adentro cuanto antes, así que me levanto del suelo, me subo en la camaapoyando una rodilla en el borde, le agarro la pija con la mano y situándolaentre mis gajos, me voy sentando de a poco. Apoyo la otra rodilla, y ahora sí,me mando con todo, ensartándomela hasta donde me entre.
Suelto un largo suspiro al recibirlo en mi interior. Grueso, húmedo,potente. Así, en carne viva. Sin forro. Necesitaba sentir su humedadmezclándose con la mía, su fuego intensificando el mío, su pasión avivando la mía.
Me sujeta con las manos de la cintura y entre los dos encontramosenseguida la cadencia perfecta, amoldándonos en forma plena y absoluta, ya que porla concha, la pija sí me entra toda.
Miren que he tenido sexo con hombres mayores, con edad hasta paraser mis abuelos, pero lo de Armando resultaba francamente excepcional. Apartede estar muy bien dotado, la usaba más que bien, ya que movía la pelvis de unaforma que hacia que la pija me entrara desde diferentes ángulos y a un ritmoque no era siempre el mismo.
Pero si él tenía sus truquitos, yo también tenía los míos.
Me pongo en cuclillas y con las manos apoyadas en sus pantorrillas,me muevo arriba y abajo, cogiéndolo yo a él, clavándome en una forma mucho máscertera y concisa. Hasta me parece mucho más grande todavía.
Estoy totalmente mojada, empapada de placer, sintiendo como mi sexose adhiere a las torneadas formas de su verga.
Delicia. Delicia absoluta.
El primer orgasmo me llega rápidamente. Un estallido brutal yfulgurante que me sumerge en una especie de letargo, durante el cuál Armandoaprovecha para retomar la iniciativa y volver a cogerme con esos modos que meresultan tan agradables.
En cuatro me fulmina. ¿De dónde sacará tanta energía éste viejo?
Quizás sea alguna virtud de la sexualidad. A su edad yo me imaginode la misma manera, garchando a troche y moche, ya que de puta no piensojubilarme jamás.
En el segundo orgasmo, él me acompaña. Acabamos los dos juntos,envueltos en una retahíla de gemidos, suspiros y jadeos.
-Oficialmente declaro que sos la mejor vecina que haya tenido jamás-bromea luego, mientras nos tomamos un descanso, ya que para ninguno de los dosla noche ha terminado aún.
-¡Vamos! Me vas a decir que nunca te curtiste a una vecina- mepermito dudar.
-No te niego que haya tenido alguna que otra aventura, pero sin dudarlote aseguro que ésta es la mejor- me confirma.
Le doy un beso y me levanto. Así desnuda como estoy, impregnada ensus fluidos y sudor, voy al living a buscar mi celular. Chequeo la cámara delcuarto del Ro y tras asegurarme de que sigue dormido, vuelvo a acostarme conArmando.
Su verga se mantiene inclinada hacia un lado, sin la fuerza de haceun rato, pero en potencial estado de alerta.
-¿Sabés en que estaba pensando?- le digo acomodándome bien a sulado.
-¿En qué?-
-En que me debes una buena chupada- le suelto y abriéndome depiernas, le ofrezco mi concha todavía húmeda y carnosa.
Sin perder tiempo Armando me prodiga unas atenciones que me hacendelirar de placer. Poniéndome todavía más caliente de lo que estoy.
Cuando se levanta, relamiéndose gustoso y complacido, tiene una erecciónde esas a las que ninguna mujer, y menos yo, podría resistirse.
Ahora soy yo la que no pierde el tiempo y me pongo a chupársela,haciéndole, a modo de yapa, una de esas turcas que son mi marca registrada.
Me acuesto de espalda y me abro de piernas, hambrienta, anhelante, sintiendoque pese a los polvos que ya me he echado, mi sexo aún se resiste a cerrarse.
Armando se acomoda encima mío y me penetra suave, lentamente, quedándosequieto cuando llega al fondo, haciéndome sentir su inmensidad, la cual vibra, latey se estremece como si tuviera vida propia.
Nos besamos, una vez más, mientras inicia el tan anhelado vaivén. Unmovimiento nada apresurado, aunque igual de satisfactorio.
Esta vez me coge como un marido cogería a su esposa, haciéndome elamor, un polvo conyugal que, a diferencia de los que me echo con mi marido, mehace gozar como si mi cuerpo no hubiese conocido nunca antes una sensaciónsemejante.
En esa última acometida, Armando se desploma sobre mí y se deja ir.Mi cuerpo se llena de calor, a la vez que mi propio orgasmo estalla acoplándosecon el suyo, intenso, dulce, apasionado.
Nos besamos de nuevo mientras nuestros sexos se disuelven el unodentro del otro, jugosa y cálidamente. Un placer mutuo, compartido, como de maridoy mujer, aunque hacia tiempo que no disfrutaba de algo así en mi propio lechoconyugal.
-Te lo digo de nuevo, vamos a ser muy buenos vecinos- reafirmaArmando, saliendo de mi interior para echarse exhausto a un costado.
Yo también estoy agotada. Pese a ser casi un septuagenario, mivecino había demostrado estar más que a la altura.
Un breve relax, y vuelvo a revisar mi celular. Todo está en orden, aunqueya son las cinco de la mañana y en un par de horas tengo que llevar a mi hijoal colegio e irme a trabajar.
Me levanto, me pongo el camisón, la bata que dejé tirada en elliving, y me despido de Armando demostrándole mi gratitud con unos picos másque apasionados.
Cuando me volteo para dirigirme hacia la puerta, me palmea la cola.
-Hasta la próxima, vecina- me dice con una sonrisa rebosante depromiscuidad.
-Hasta la próxima- le respondo, devolviéndole una sonrisa plagada depromesas y lujuriosas intenciones.
Vuelvo a mi casa y lo primero que hago es ir a la habitación del Ro,que sigue durmiendo como un angelito. Duermo una hora apenas y luego sí, a comenzarmi día.
Ese mismo domingo, cuando salíamos con mi marido a llevar al Ro a laplaza, nos cruzamos con Armando en la entrada del edificio. Fue muy atento ycordial, como siempre. Nos saludó y luego siguió su camino, silbando un tango.
-Aunque tiene sus años, parece lleno de energía el abuelo- comentami marido.
"No te das ni una idea, querido".

24 comentarios - Mate en el 5to "B"...

apu_sta
La vecina que todos quisieramos!! excelente relato y mejor experiencia...
ositojos
Excelente relato! me dejo tan duro como el abuelo armando! +10, favorito y recomiendo!
Desert-Foxxx
Loismo puedo decir de una mujer de 57, tienen energia todavía
chechens
Siempre un placer leer tus relatos. Me calentas mucho y ojala algun dia nos crucemos...
Pervberto
Es una alegría que ese relato magnífico tenga como protagonista a un veterano calentón, todavía con ganas de disfrutar de los placeres que brinda Marita.
vitaljp
Brillo en los ojos, cada que vez que veo esa foto tuya, al lado del título del relato. Destino llévame al lado de esta potra!!
voyeur18
sis uba putita mariela
FabricioBiazzi
10 puntos, como siempree, me volves muy locooo
Guiyote07
Naaaaa...relatazo Marita, al repalo quede. Sos una genia, te dejo +10.
gust7387
como siempre muy bueno tus relatos
barrancayaco
espectacular.muchas poringeras desertan pero vos seguis contandolo tus relatos.la mejor😛😛😛😛😛
Titoxtuka
que buen relato, me dejaste verga como un poste !
juan226
Uh buen relato,van puntos y a favoritos
sobralargo
Cuando vamos a tomar mate?? 😉
Marc_2
Fueron puntos, genia de la descripción y el morbo, aunque siendo vos la protagonista me pareció algo convencional.
pigui1972
Morbo excelente!!! Fueron los puntos como corresponde