Aunque creía que no, mi marido, sí se dio cuenta de que tanto mi cuñada, como yo, estando en casa, vestíamos más provocativas de lo normal, y que al contrario que su hermana, yo no solía ponerme ropa interior. Él pensaba que lo hacía por él, para intentar atraerle.
Un día, que mi hijo estaba estudiando en su habitación, y que mi cuñada había salido; hablamos sobre ello. Yo imaginaba que abordaría todos los cambios, no sólo los de la ropa << verás cómo al final ha visto cómo me dejaba meter mano por nuestro hijo >> me dije, pero me equivocaba de medio a medio. Mi marido me propuso una cosa, que me dejó perpleja y pasmada a la vez. Estábamos en el salón, y yo estaba agachada haciendo no sé qué.
─ Me ponéis muy cachondo con esa ropita que os pones mi hermana y tú; ella lleva tangas por lo menos, pero me he dado cuenta de que tú no llevas braguitas.
─ Lo hago por comodidad, nada más.
─ Pues se te ve el precioso culito, y cuando te agachas, enseñas todo el conejo. Me pones muy cachondo y a nuestro hijo también, cada vez que te mira se le hace la boca agua.
─ Joder, tenías que habérmelo dicho antes, ahora mismo subo y me cambio de ropa, también hablaré con tu hermana.
─ Ni se te ocurra golfa—dijo abrazándome.
─ ¿Eso crees que soy?
─ A ver si no.
─ No me gusta que nuestro hijo se ponga cachondo mirándome el culito a mí o a su tía.
─ Déjale mujer. El pobre se mata a estudiar; ya ves las notas tan buenas que saca. Tampoco sale los fines de semana, por lo menos darle una alegría al pobre. Yo que tú, le provocaría un poco más ¡díselo también a mi hermana!, por lo menos que se pueda hacer una buena paja soñando con el cuerpazo de su madre y su tía.
─ O sea, que no te importa que le pongamos cachondo a nuestro hijo ¿no? —no podía creerme lo que escuchaba a mi marido.
─ Mujer ¿qué hay de malo en ello?
─ ¿Y si se pone tan cachondo que intenta tocarme, o a su tía, y si no se conforma sólo con tocarnos? Según tú ¿Qué debemos hacer?
─ Dejadle que os toque—me dijo tan tranquilo
─ Tú estás loco—dije e intenté soltarme de su abrazo.
─ Escúchame. Tú no eres un hombre. No sabes cómo nos hierve la sangre con 18 años. Nuestro hijo debería estar saliendo con chicas para soltar la presión de sus huevos. En vez de eso, se mata a estudiar para labrarse un buen futuro, como nosotros. Demasiada presión podría influir negativamente en sus estudios.
─ Entonces, siguiendo tu razonamiento, yo me debería encargar de bajarle la presión sexual a nuestro hijo y si me ayuda tu hermana, mejor que mejor ¿no?
─ Exactamente— mi marido se frotaba contra mi culito ¡Se había empalmado!
─ Lo que me estás pidiendo, me suena a prostituirme con nuestro hijo
─ Por favor cariño, no seas tan melodramática. Tanto mi hermana como tú tenéis libre elección para hacer lo que creáis más conveniente. No pido nada, sólo lo he sugerido. En tu caso, creía que una madre era capaz sacrificarse por su hijo, pero ya veo que tú no estás dispuesta. No pasa nada, todos contentos y ya está—dijo apartándose de mí.
─ Eh espera un momento. Insinúas acaso, que no soy capaz de sacrificarme por nuestro hijo ¿es eso? Pues te equivocas cielo, así que, no seas tan demagogo por favor, dame otros argumentos.
─ ¡Vale! Te daré argumentos: ¿qué te parece si contratamos a una profesional para que desfogue a nuestro hijo?
─ ¿Pretendes traer a una puta a nuestra casa? Tú estás loco de remate.
─ Ya veo que es imposible razonar contigo. En fin ¡déjalo y olvídate de todo! Me estás poniendo cachondo—dijo sobándome el culito.
─ Si tan cachondo te pongo, échame un buen polvo ahora—le acaricié el paquete, le bajé la bragueta y metí la mano dentro. Estaba muy duro y excitado.
─ ¿Aquí y ahora? —me preguntó.
─ Aquí y ahora y si nos sorprende nuestro hijo, a lo mejor aprende algo—dije acariciándole los huevos con mis uñas.
Se puso muy cachondo. Me arrastró hasta el sofá y me echó de espaldas. Yo abrí mis piernas dispuesta a recibirle, pero mi marido me sorprendió cuando se agachó y empezó a comerme el chocho y ¡De qué forma!
—Come cabrón que me tienes abandonada.
Levanté las caderas ofreciéndole mi conejo ¡Cómo me lo comía mi marido! No parecía ni él mismo, su forma de chupar y la avidez con que se comportaba, no eran propias, parecía otro. Una mujer se da cuenta de esas cosas enseguida.
─ ¡Joder qué gusto me das! Chupa más mamón.
Me acaricié los duros pezones y me abandoné. Me rendí a su hambrienta lengua que también me lamía el agujero trasero. Joder, mi marido me estaba comiendo ¡El culo!
— ¿Te gusta mi ojete? cabronazo—soltó un gruñido de satisfacción, pero no dijo nada.
Yo creo que era la primera vez que mi marido me lo hacía en todos nuestros años de matrimonio. Empecé a jadear y a gemir en voz alta.
—Me corro cariño, me corro joder—le dije apretándole la cabeza contra mi sexo.
El soltó de nuevo una especie de gruñido y siguió lamiéndome el clítoris, como un gatito la leche del plato, me corrí en su boca y él me sorbió el líquido que yo le daba, completamente encantado.
Más tarde, cuando se lo conté todo a mi cuñada y mi hijo y se quedaron tan asombrados como yo. Las dos estábamos tumbadas en el sofá, muy juntas.
─ Joder con mi hermano—dijo ella.
─ Ya sabéis, tenéis que dejaros meter mano—dijo mi hijo que ya llevaba un buen rato sobándonos el coño a las dos.
─ Eso es porque nos ha visto y se ha puesto cachondo—dije yo dejando que mi hijo me separara las piernas para comerme el chocho.
─ Es que menuda guarra que estás hecha—dijo mirando como mi hijo me comía.
─ Parece mentira que me digas eso, precisamente tú, que me estás sujetando una pierna para verlo todo mejor. Eres una jodida mirona—le dije bromeando.
─ ¿Yo una mirona? Te vas a enterar—dijo. Me agarró un pecho, me lo apretó suavemente y empezó a comerme el pezón.
─ Además de una mirona, eres un zorrón—mi cuñada levantó la cabeza y puso expresión de estar cabreada. Pero inmediatamente sonrió al ver que yo misma le ofrecía mi otro pecho. Para chuparme mejor, se puso encima de mí.
─ Vaya bocadillo de chochos que me voy a comer—dijo mi hijo encantado por tenernos a ambas a la vez.
─ Te quiero señora puta—me dijo ella muy bajito.
─ Y yo también, señora zorra, mucho más que tú—dije en voz muy baja.
Acabamos dándonos un morreo de padre y muy señor mío.
─ Me gustaría que papá pudiera vernos ahora mismo—dijo mi hijo dándose un atracón con nuestras entrepiernas.
o00o
Desde ese día, los tres teníamos escarceos delante de mi marido, y los tres pudimos darnos cuenta de que se empalmaba cuando mi hijo, nos daba un azote en el culo a su tía y a mí, o cuando nos tocaba un pecho inocentemente.
Todos los fines de semana, por la noche, mi hijo nos llevaba a alguna discoteca; mi marido veía con buenos ojos que su hermana y yo saliéramos con nuestro hijo, e incluso nos animaba, porque él se sentía cansado del trabajo. Mi cuñada y yo, vestíamos con falditas muy cortas para salir.
— Tenéis unas piernas preciosas y unos cuerpos impresionantes— vais a poner muy caliente al chaval, ─decía mi marido sin inmutarse.
A mí me costaba cada vez más, retener a mi cuñada y a mi hijo, ya que estaban dispuestos a dar un caliente espectáculo a mi marido, echando un polvo delante de él.
Una noche, antes de salir, decidí ponerme una blusa sin sujetador y desabotonada hasta el punto que se me salían los pechos al menor movimiento. Me moví a propósito delante de mi marido, a ver si decía algo, pero nada de nada, sólo me miraba y sonreía dándome su aprobación. Mi hijo, envalentonado al ver que su padre guardaba silencio, me sacó un pecho, me lo besó y me mamó el pezón delante de sus narices. Su padre le miraba y se acariciaba el paquete, pero no decía nada.
El colmo, fue cuando bajó mi cuñada para reunirse con nosotros. Llevaba una minifalda con vuelo, tan corta, que tendría que estar toda la noche de pie, si no quería enseñar su ropa interior en cuanto se sentara. Mi hijo, se aproximó a ella cogiéndola por las manos y estampándola un beso en la boca, casi de película, menos mal, que el lápiz de labios que nos habíamos puesto ambas, era resistente, incluso debajo del agua.
—Estás espectacular—la dijo haciéndola girar sosteniendo su mano en alto.
Cuando mi cuñada detuvo su giro, nuestro hijo le acarició los muslos — ¿Llevas braguitas? —preguntó, pero no esperó la respuesta de su tía. La subió la minifalda y mi marido y yo pudimos ver que llevaba un tanga color carne.
Con todo el descaro, mi hijo le acarició el culo, apretando las duras nalgas de su tía mientras miraba a su padre. La dio la vuelta, poniéndola de frente a mi marido y a mí y metió la mano por dentro del tanga de su tía tocándola el coño. Mi marido se acariciaba el bulto de su entrepierna, hasta yo, me puse cachonda. Mi cuñada miraba a su hermano, y él a ella, pero sobre todo a la mano de nuestro hijo, sin perderse ningún detalle. La temperatura subía por momentos, o los frenaba, o ya no habría remedio.
— ¡Venga vámonos! —les dije y de mala gana, dejaron lo que estaban haciendo y salimos de casa.
─ Joder mamá, me has cortado todo el rollo—protestó mi hijo.
─ ¡Mala pécora! ¡Envidiosa!—me llamó mi cuñada. No les hice ni caso y nos metimos en mi coche.
Al llegar a la discoteca, nos comportamos con un cachondeo fuera de lo normal. Salimos a bailar los tres, y mi cuñada y yo intentamos poner cachondo a mi hijo, rozándonos con él. Cuando nos cansamos fuimos a sentarnos a un sitio apartado del bullicio de la pista. Mi hijo, eligió un apartado muy poco iluminado. Entre la escasa luz, y que mi hijo y mi cuñada, situados detrás de mí me iban tocando el culo, tropecé y me caí sobre el sofá de bruces. Después de reírnos un buen rato, mi hijo fue a buscar bebida. Mi cuñada y yo nos morreamos mientras tanto.
No pusimos a beber tranquilamente. ¡Bueno tranquilamente no! Porque mi hijo nos acariciaba los muslos y lentamente ascendía hacia nuestras entrepiernas. Ambas separamos las piernas para darle facilidades y su mano se metió dentro de nuestras braguitas sobándonos el chocho con deseo.
Nosotras le acercábamos el vaso de vez en cuando, para que bebiera. Nos morreamos por turnos, y los tres a la vez. Fue en uno de esos momentos, cuando me di cuenta de que en la especie de entrada de donde estábamos, había un hombre que nos observaba. No podía verle la cara por la escasa luz que reinaba allí, pero si vi cómo se acariciaba el paquete por encima del pantalón.
Se lo comenté a mi cuñada y mi hijo, que en ese momento saciaba su deseo con uno de mis pechos, abandonó mi pezón llenos de su saliva y miró. Él también vio al hombre que nos observaba pero no le dio importancia y volvió sobre mi pezón que ya estaba muy duro. Mi cuñada le acariciaba el paquete. Un rato después, mi hijo cambió hacia su tía y mientras le mamaba los pechos, era yo la que le metía mano.
Cuando fue mi turno, a pesar del placer que me daba la lengua de mi hijo, no podía dejar de mirar al extraño. Sólo le veía la figura y algunos detalles que no bastaban para identificarle, pero juraría que había algo en él que me era familiar, estaba intentando hacer memoria cuando mi hijo me susurró.
— Démosle lo que busca.
Sacó la mano de dentro de mis bragas y yo me subí la falda hasta la cintura mostrándole al mirón mis bonitas piernas y las braguitas que llevaba. Me retiré las bragas a un lado y mi hijo empezó a sobarme el chocho, primero con la palma de la mano y después con las yemas de los dedos. El mirón se sobaba el paquete con más intensidad. Mi hijo me metió dos dedos en la vagina explorando su interior y después metiéndolos y sacándolos, al mismo tiempo se apoderó de mi otro pecho y me mordió el pezón torturándome de gusto, para entonces, mi cuñada le había sacado la polla a mi hijo y se la estaba chupando.
Con los ojos entrecerrados de placer vi como nuestro mirón se abría la bragueta, se sacaba el pene totalmente empalmado y comenzaba a masturbarse sin prisa. Me sentí aún más puta de mi hijo mirando al extraño. El orgasmo nacía tan rápidamente dentro de mis entrañas que cerré los ojos y me abandoné a las caricias de mi hijo. Tardé muy poco en explotar, tan fuerte lo sentí, que cerré las piernas atrapando la mano de mi hijo que no dejaba de follarme con sus dedos dentro de mi vagina.
Tras el clímax me quedé completamente despatarrada sobre el asiento. Mi hijo sacó los dedos de mi vagina completamente empapados de mi flujo, se los chupó y se los dio a chupar también a su tía. Mientras me recuperaba, mi hijo y su tía se besaban. De repente, mi cuñada empezó a bajarme las bragas, yo no tenía fuerzas para protestar, y las pocas que me quedaban, las quemé levantando las piernas para que me sacara las bragas.
De nuevo miré al extraño y vi que seguía masturbándose, no sé si era su segunda paja o la primera, tampoco me importaba. Mi hijo, le hizo una seña y el extraño se aproximó. Intenté juntar mis piernas pero mi hijo me lo impidió: — Ni se te ocurra so puta— dijo.
─ ¿Qué pretendes? — dije excitada
─ Que te limpie el chocho con la lengua —me contestó. Lo mismo le dijo al mirón.
─ ¿Quieres comerle el chocho a esta puta? —Y me señaló— o prefieres a esta otra— dijo señalando a mi cuñada.
El extraño, que ya estaba arrodillado entre mis piernas asintió con la cabeza eligiéndome sin decir nada. Aun teniéndole tan cerca, no le veía la cara, no me extrañó pues apenas veía la de mi hijo.
─ Usa la boca solamente ¡nada más! —Le advirtió— si le tocas, aunque sea para apoyarte, te quito, y si logras que se corra tendrás una recompensa.
Me abrí de piernas, apoyando una de ellas en lo alto del sofá, a la espera de que el tío empezara su trabajo. El extraño se agachó y pegó su boca a mi húmedo chocho. En ningún momento me tocó. Siguió las instrucciones de mi hijo escrupulosamente y… ¡Qué lengua tenía el muy cabrito! Se introducía una y otra vez en mi vagina, bebiéndose de manera insaciable el flujo que destilaba mi chochito. Mi cuñada, pese a seguir mamando la polla a su sobrino, miraba como el extraño me comía el coño. A los pocos minutos de tenerlo lamiendo, logró que me corriera.
Entonces su lengua cambió de agujero y empezó a torturarme el esfínter de mi culito ¡Dios que placer! Era un gustazo tenerle en mi entrepierna. Desde luego no hacía falta que me tocara, yo misma elevaba mis caderas para que el tío se saciara a gusto. Mi cuñada había dejado de chupársela a su sobrino y se había sentado a mi derecha, besándome en la boca. A mi izquierda, mi hijo me sobaba las tetas y los pezones, observando encantado los espasmos que yo sufría al correrme con la boca del mirón.
Después de mi tercer orgasmo, no era capaz de controlar mi cuerpo.
—Me voy a mear de gusto, joder—dije a mi cuñada.
Y me meé de gusto en la boca que me torturaba. El tío bebía encantado mis líquidos. Cuando acabé de mear. El tío levantó la cabeza, parecía satisfecho porque se limpió la boca con el brazo. Entonces me di cuenta de que otros dos mirones nos observaban en la entrada mientras se masturbaban descaradamente.
Mi hijo recompensó el buen trabajo del extraño ordenándome que se la mamara. Mi cuñada tiró de mí, hasta ponerme la cabeza sobre sus piernas, abrí la boca y el tío me enchufó su polla al instante. Mi hijo me abrió la blusa.
— ¡Mira que tetas! Sóbaselas si quieres —le invitó.
Yo estaba dedicada por entero, a mamarle la polla al mirón y de repente sentí una boca que me chupaba los labios de la vagina. Me sobresalté y me saqué la polla de lo boca protestando.
─ Tranquila — me dijo mi hijo sujetándome por las muñecas— déjales. ─ A mi lado, mi cuñada le chupaba la polla a otro tío.
El extraño me enchufó la polla en la boca otra vez y empecé a mamarle con más ansiedad, pues la boca que me estaba comiendo el coño me estaba volviendo loca y encima, veía la mamada que mi cuñada le hacía al otro intruso. Lo extraño de todo, era que el mirón no había pronunciado una sola silaba, ni siquiera un gemido y eso que me esmeraba por darle gusto con mi boca. En cambio, el tío al que mi cuñada trabajaba, sí que gemía y jadeaba. El otro tío que me lamía el chocho obtuvo lo que quería, me provocó un orgasmo enorme y me vi obligada involuntariamente a destilar gran cantidad de líquidos que él se bebió encantado.
Me estaba reponiendo del orgasmo, cuando el mirón comenzó a eyacular dentro de mi boca ¡en silencio! Me pareció inaudito que un tío en esa situación no deje escapar ni un solo jadeo. A mí me daba igual, me limité a saborear su tibia y espesa lefa, y bebérmela después. Justo cuando la estaba saboreando ¡Zas! Una polla enorme me penetró de golpe el conejo.
Grité de sorpresa y de placer, porque de verdad que el fulano tenía un buen tamaño, pero me extrañó, que cuando empezó a follarme, ni siquiera notaba sus huevos chocar contra mi culo. Nada más separarse el mirón, me encontré con la cara de mi cuñada a mi lado, nos besamos, pero el beso duró poco, ya que, un cuerpo se me echó encima, me metió los brazos por debajo de mi espalda y con sus manos me sujetó por los hombros. El tío empujó con fuerza, y me la clavó hasta el fondo, colándose dentro de mi útero con una facilidad que me cortó la respiración. Ahora sí que notaba sus cojones pegados a mis nalgas.
Sentí en mi cara, el aliento de mi cuñada al jadear. Menudo polvo la tenían que estar echando. El fulano que se ocupaba de mí, empezó a follarme a buen ritmo, la metía y la sacaba, pero cuando la metía, lo hacía hasta el fondo y su enorme polla me entraba hasta las entrañas. Así una y otra vez. Sus huevos se estrellaban contra la parte baja mi culito y aunque no se los podía ver, adiviné que eran enormes. Muy parecidos a los de mi hijo. No podía verle la cara, pero de una cosa estaba segura, o era negro, o era moro por el tamaño de su miembro ¡Joder mucho más grande que el pene de mi hijo! Además, el fulano murmuraba palabras en un idioma extraño. Tampoco me importaba mucho lo que decía, porque el polvo que me estaba echando era con mucho, el mejor de mi vida, ni siquiera mi hijo me había jodido así de bien, me corrí una vez y dos y tres y cuando alcanzaba mi cuarto orgasmo sentí los potentes chorros de lefa inundándome el útero y la vagina; si sería bestia el tío, que seguía follándome y la leche de su corrida me escurría mojándome el agujero del culo. Lo más alucinante fue mirar para la entrada al sitio donde estábamos y ver un número indefinido de tíos pelándosela como monos a la espera de su turno. Cuando el tío empezó a separarse de mí, le retuve la cara y lo besé en los labios por lo bien que me había follado.
Pasaron dos tíos nuevos, uno eligió a mi cuñada y el otro, me eligió a mí e inmediatamente ocupó el lugar que había dejado el anterior. También me la clavó de un tirón pero sin empujar tanto. Éste pobre la tenía de un tamaño más normal, me recordó a la polla de mi marido, porque se afanaba por clavármela bien hondo, pero sólo me hacía cosquillas comparado con el tío que me acababa de follar. Además, se corrió enseguida, duró muy poco y no me dio tiempo ni a iniciar mi orgasmo. Sin embargo, mi cuñada bien que gemía la muy zorra, sin duda le había tocado un buen follador. El tercer tío, fue similar al segundo, la única diferencia es que con éste si me corrí, aunque el orgasmo que me provocó no fue como para tirar cohetes.
Mi hijo se había alejado, yendo a sentarse enfrente para observar la escena. Dos tíos más entraron para ocuparse de nosotras. Un nuevo tío me penetró. Tenía la polla un poco más gorda que el tercero y también me corrí. A mi cuñada se la seguían follando.
Es curioso, aun sir verles la cara, podía adivinar su estatura por la forma en me cubrían con su cuerpo. A partir del quinto tío, empecé a ponerles nota. Desde luego, el primero se merecía un diez, el segundo un suspenso, el tercero y cuarto, un aprobado alto y al quinto le califiqué con un seis.
Cuando acabó el quinto de correrse dentro de mi coño, intenté levantarme, pero mis piernas no me respondían, las tenía dormidas. Tampoco me pude levantar, porque un sexto tío se abalanzó sobre mí y me la clavó, pero por el culo. Menos mal que tenía la entrada empapada del semen de los anteriores, que si no, me habría hecho daño. Se retiró dejándome el culo bien lleno de lefa y el esfínter escocido, yo, muy satisfecha por los dos orgasmos que había tenido. Le di un ocho ¡se lo merecía!
─ Tengo que limpiarme el coño, pero sobre todo me apetece orinar—dije. Deseaba soltar una larga y prolongada meada
─ Yo también me meo, joder, y con urgencia—dijo ella.
Las dos miramos hacia donde estaba mi hijo. Un relámpago de luz fue suficiente para verle. Seguía sentado. Tenía el pantalón desabrochado y un poco bajado, la polla y los huevos por fuera y me pareció que un tío le masturbaba su maravillosa polla despacio al tiempo que le sobaba las pelotas.
─ Un tío le está tocando a tu hijo—comentó mi cuñada.
¡No podía ser! ¿Mi hijo dejándose pajear por un tío? Sin duda sus ojos traicionaban a mi cuñada. De repente hubo como un parón en la música, la sala se iluminó bastante de golpe y entonces pude ver con más claridad. Mi hijo tenía una sonrisa bobalicona mientras un tío le masturbaba con las dos manos.
─ ¡Joder! Pero si es el primer tío ¡El mirón!—exclamé sin dar crédito a lo que veía.
─ Pues mira como goza el cabronazo de tu hijo—dijo mi cuñada.
Justo cuando iba a verle la cara al mirón que me recordaba a alguien, las luces se apagaron y empezaron unos potentes flases a destellar, quitándome la oportunidad de ver con más detalle la cara del tío que estaba al lado de mi hijo.
En cambio, si vi con absoluta claridad que dos negros, con la cara negra como la noche se nos echaban encima. Yo le puse las manos sobre el pecho al mío, y sin andarme por las ramas le grité que me meaba, mi cuñada dijo lo mismo al suyo. Los dos negros nos ayudaron a levantarnos, y nos obligaron a la fuerza a acuclillarnos a ambas. Uno de ellos, se puso detrás de mí me abrió los muslos y me gritó al oído: — ¡Mea! —
Obligadas por las circunstancias, mi cuñada y yo, no tuvimos más remedio que hacerlo sobre la moqueta del suelo. Apoyé mi espalda contra el pecho del negro, el me abrió la vulva y yo solté un potentísimo chorro contra la moqueta del suelo; mi cuñada hizo lo mismo a mi lado. Tan fuerte era nuestra meada, que noté que me salpicaba los tobillos, al mismo tiempo, también noté como me salían las corridas de los tíos que me habían penetrado hasta ahora.
Acabé de mear y miré hacia donde estaba mi hijo. Ni siquiera me miraba, toda su preocupación estaba centrada en guiar la cabeza del mirón mientras que este le mamaba su polla. Estaba muy cerca, lo suficiente para ver como el mirón abría la boca y engullía el glande de mi hijo. No pude ver más, ya que el negro me tocó el chocho con los dedos para comprobar que no seguía meando.
Al menos eso creía yo, hasta que noté las yemas de sus dedos frotándome el clítoris. Solté un fuerte gemido.
─ Ya estás lista —me dijo
Me ayudó a ponerme en pie y me echó de espaldas en el sofá. A mi cuñada ya se la estaba follando el otro negro. El que me lo iba a hacer a mí, se desabrochó el pantalón y cuando oí el cierre de la cremallera de su bragueta, estiré las manos para palparle el miembro. ¡La tenía enorme! Y eso que el cabrón no estaba empalmado del todo. Este negro se merecía un veinte por lo menos, pensé. Palpé la polla a oscuras. A pesar de no estar dura del todo parecía un palo. Su textura era rugosa debido a sus hinchadas venas. Tiré de la piel hacia abajo y la descapullé. Su glande era gordo y puntiagudo y muy suave, lo acaricié con la yema de los dedos. Qué pena no poder ver con todo detalle el pollón que tenía en mis manos. Deseaba tanto metérmela en la boca.
Pero el negro parece que tenía prisa, me separó las piernas, se acopló y me metió la punta, luego se echó encima de mí y empezó a chuparme los pezones, estrujándome las tetas con sus grandes manos. Le acaricié la rizada cabeza y él empujaba con suavidad consciente de que podía hacerme bastante daño si se precipitaba.
A medida que su polla se abría paso en mi vagina, yo me descontrolaba, le apreté la cabeza contra mis tetas deseosa de que me las comiera. Su lengua me raspaba los pezones, que se endurecían pidiendo más caricias. Le alcé la cara y le besé en los labios, su lengua penetró en mi boca y empezamos a morrearnos descontroladamente. Su miembro seguía su camino imparable, calculé que tendría la mitad dentro cuando una ola ardiente nacía en mis entrañas; creciendo en proporción a la cantidad de polla negra y dura que me penetraba. Cuando su capullo tocó la pared de mi útero, exploté de repente. Me abracé a mi follador con fuerza. Mi vagina se abría y cerraba con unos espasmos brutales, jadeé, grité, gemí hasta quedarme sin aire y hasta me meé de gusto, unas pocas gotas tan sólo, pero me meé.
Quedé desmadejada debajo de su cuerpo. El negro no se paró. Aceleró el ritmo de sus embestidas. Lo que no estoy segura es si buscaba su propio placer, o satisfacerse con mí macerado chocho un poco más, porque no me cabía duda de que más que follarme, me machacaba el coño con su enorme pollón. Mi cuñada gritaba como una loca a nuestro lado. El negro le debía estar dando de lo lindo.
Ahora lo recuerdo con claridad, pero aquel día, perdí la noción del tiempo al llegar a mi quinto orgasmo. En ese estado, es imposible pensar. Yo tenía bastante con sentir y cuanto más sentía más se me embotaban los sentidos y me sumergí en una espiral de sensaciones imparable.
Cuando el negro eyaculó, no sé lo que me esperaba, pero desde luego no lo que noté. Su polla adquirió el tamaño de un brazo y latía con fuerza y con cada latido un chorro de lefa ardiente me abrasaba las entrañas. Su polla estuvo latiendo mucho rato, tanto, que llegué a pensar que el negro no acabaría nunca de correrse. Pero igual que todo en esta vida, mi follador acabó de correrse y terminó derrengado sobre mi pecho.
— llevaba mucho tiempo sin follar — dijo el pobre casi sin aliento —Gracias
— No me des las gracias. Yo sí que te las doy por el maravilloso polvo que me has echado. Te juro que en mi vida me han dado tanto placer como el que tú me has dado.
─ Somos ilegales, mi amigo y yo—explicó señalando al otro negro que seguía tirándose a mi cuñada y por como gemía ésta, debía estar pasándolo en grande. El negro empezó a sacármela y a pesar de todo, me produjo escalofríos notar como resbalaba por mi vagina.
─ Espera, quiero chupártela — le pedí
Me incorporé hasta sentarme, le agarré la monstruosa polla con las dos manos y me la metí en la boca poco a poco hasta sentirla en mi esófago. No pude tragarme más y sólo tenía la mitad dentro de mi boca. Me la saqué muy despacio para no lastimarme y arrebañé toda la lefa que pude con mi lengua. En mi vida me he comido una polla con tantas ganas, ni siquiera la de mi propio hijo. El trasto que también limpiaba mi cuñada, era de órdago. Nos miramos ambas y sin necesidad de palabras, nos comprendimos perfectamente. Agarré el rabazo del que estaba con ella y tiré hacia mí. El negro que estaba conmigo se cambió con su amigo. Mi cuñada y yo nos pusimos a cuatro patas una frente a la otra y los negros por detrás de nosotras, nos enchufaron sus enormes pollones en el coño, porque por el culo hubiera sido imposible no hacernos daño.
El negro que me la estaba enchufando, la tenía tan gruesa como un brazo. Nos echaron otro grandioso polvo, que duró mucho rato, por lo que nos pudimos correr ella y yo un montón de veces, además, nos jodieron en muchas posturas diferentes. También les limpiamos las pollas después de correrse. Y les observamos mientras se la guardaban por dentro de los pantalones. En ese momento, deseé volver a verle en un ambiente distinto. Bien iluminado para no perderme detalle de su esplendorosa polla negra. Mi cuñada y yo suspiramos con fuerza como dos colegialas. Nos miramos y rompimos a reír.
De pronto entraron cinco o seis tipos más, o quizá fueran algunos más. No estoy segura. El caso es que empezaron a sobarnos por todos lados. Intenté apartarles las manos, pero me era imposible. Tanto mi cuñada, como yo misma, gritamos que ya no teníamos ganas ¡qué nos dejaran en paz! Yo, lo único que conseguí fue que me sujetaran con fuerza los brazos. Me alzaron en el aire y me obligaron a ponerme a cuatro patas encima del asiento. Me agacharon la cabeza pegándome la cara contra el charco de lefa del negro. Unas manos se aferraron con mucha fuerza a mis caderas, clavándome los dedos como si fueran garras y un pene me taladró el culo con violencia.
Recuerdo que chillé de dolor y de rabia al sentirme humillada. Al oír el grito de mi cuñada, supe que también lo estaba pasando mal la pobre. Los tíos se reían cuanto más chillábamos. Y mi hijo ¿dónde coño estaba? ¿A caso le gustaba ver como unos vulgares tíos violaban a su madre y a su tía? Lo peor no fue que nos reventaran el culo ¡no! Lo malo es que querían correrse dentro de nuestras bocas, y como nos negamos, nos echaron su leche en la cara y en el pelo, poniéndonos perdidas y pringosas. Nos limpiamos la lefa de la cara con las blusas.
─ Cuando coja al hijo puta de sobrino le corto los huevos—dijo mi cuñada muy cabreada y con razón.
─ El cabrón, estará dejándose chupar la polla por el mirón ese de mierda—dije yo buscando por el suelo.
─ ¿Se puede saber que buscas? —preguntó mi cuñada deseando marcharse de allí cuanto antes.
─ Las bragas joder, pero en este puto sitio no se ve una mierda—me quejé encabronada. Como no encontramos las bragas, fuimos a la salida del reservado por el otro lado de la mesa.
— ¡Su puta madre! —Exclamó mi cuñada al tropezar.
— Ten cuidado— la recomendé.
— ¡Espera! Aquí hay alguien tirado en el suelo—se agachó.
— ¡Déjalo! Será algún puto borracho emocionado por nuestro espectáculo—le dije.
Cuando la escuché decir: — ¿Sobrino estás bien?— me puse pálida y chillé.
Me agaché rápidamente a ver a mi hijo. El pobrecito tenía sangre en la boca y estaba como atontado. Mi cuñada y yo le levantamos el polo para ver si tenía más heridas. Pero el puto sitio a oscuras parecía una cueva. No veíamos nada. Entre las dos, le ayudamos a ponerse en pie y lo sacamos afuera, en dirección a los servicios. Al pasar por la barra, vimos a dos negros. Ellos nos reconocieron en el acto y acudieron en nuestra ayuda inmediatamente. Eran casi tan altos como mi hijo. Entre los dos le llevaron rápidamente a los servicios. Nosotras fuimos tras ellos. La gente, nos miraba al pasar y entre risas comentaban que estaba borracho.
Mi cuñada y yo pudimos examinarle. No tenía ninguna herida, sólo un labio partido y la cara tumefacta de los puñetazos recibidos. Le lavé la cara y le mojé la nuca. Enseguida se espabiló.
─ ¡Hijos de puta! Por lo menos eran ocho y entraron de golpe, me dieron una patada en los huevos y al agacharme me llevé un rodillazo en plena cara—dijo tocándose el labio partido.
─ A nosotros, nos pegan a menudo, por el simple hecho de ser negros—explicó uno de ellos. Pobre gente joder pensé.
─ ¡Vámonos ya! —dijo mi hijo. Pero en cuanto dio más de dos pasos, se mareó.
Nuestros amigos negros le cogieron por los hombros y lo sacaron del local. Lo llevaron hasta el aparcamiento, donde había dejado el coche. En cuanto le dio el aire. Mi hijo se recuperó del todo. Se apoyó contra el coche y dio las gracias a los amigos, nosotras también y ellos se giraron para irse, pero yo le dije que esperaran.
─ ¡esperad un momento! — Les dije.
Abrí mi bolso, busqué en la cartera y extendía un billete de 50 euros a cada uno. Mi cuñada hizo lo mismo. Pero ellos lo rechazaron, pero nosotras insistimos tanto que no les quedó más remedio que aceptar el dinero. Ellos nos dieron las gracias casi con inclinaciones de cabeza. Mi cuñada me miró angustiada, yo también lo estaba. Queríamos hacer algo más por ellos y entonces le echamos manos a la entrepierna. Eso lo aceptaron de muy buen grado. Como el coche estaba aparcado de espaldas contra un muro, mi hijo tuvo la feliz idea de abrir la puerta delantera —no sea que nos vean los cabrones de la discoteca—dijo.
Mi cuñada y yo les desabrochamos los pantalones y les bajamos las braguetas. No llevaban ropa interior y sus pollas negras y lustrosas quedaron bien a la vista. Ambas, nos agachamos ante ellos y les dedicamos nuestra atención. Además de tener la polla grande, los huevos eran enormes, el escroto les colgaba casi hasta medio muslo debido al tamaño y al peso. Les comimos los cojones literalmente y les mamamos las pollas respectivamente. Un rato después, nos colocaron contra el coche y nos la enchufaron desde detrás de nosotras.
Me llevé una enorme alegría cuando vi que mi hijo se masturbaba viendo como nos follaban los dos negros. Era el mejor síntoma de que se encontraba perfectamente. El polvo duró mucho rato y después de correrse, los negros cambiaron de hembra y nos volvieron a follar. Cuando iban a correrse, mi cuñada y yo nos giramos rápidamente y nos metimos sus enormes pollas en la boca, para degustar su néctar. Luego, se marcharon definitivamente.
─ En mi vida he tragado tanta lefa seguida como con el negro—dijo mi cuñada suspirando.
─ ¿Ni siquiera conmigo? —preguntó mi hijo.
─ Ni siquiera tú hijo—le dije y también suspiré recordándolo.
─ ¡Vaya par de zorras que sois! —protestó un poco herido en su orgullo.
Cuando llegamos a casa, eran las cuatro de la madrugada, mi marido ya estaba durmiendo. Para no despertarle, me fui con mi cuñada a su habitación para darnos un buen baño y limpiarnos. Mi hijo insistió en acompañarnos, pero le rechazamos las dos. Se fue a su habitación mosqueado como un niño pequeño.
Mi cuñada y yo, nos dimos un delicioso baño. Nos lavamos la una a la otra, limpiando todo rastro de la noche pasada. Nos acostamos desnudas en su cama y nos amamos hasta caer dormidas.
Un día, que mi hijo estaba estudiando en su habitación, y que mi cuñada había salido; hablamos sobre ello. Yo imaginaba que abordaría todos los cambios, no sólo los de la ropa << verás cómo al final ha visto cómo me dejaba meter mano por nuestro hijo >> me dije, pero me equivocaba de medio a medio. Mi marido me propuso una cosa, que me dejó perpleja y pasmada a la vez. Estábamos en el salón, y yo estaba agachada haciendo no sé qué.
─ Me ponéis muy cachondo con esa ropita que os pones mi hermana y tú; ella lleva tangas por lo menos, pero me he dado cuenta de que tú no llevas braguitas.
─ Lo hago por comodidad, nada más.
─ Pues se te ve el precioso culito, y cuando te agachas, enseñas todo el conejo. Me pones muy cachondo y a nuestro hijo también, cada vez que te mira se le hace la boca agua.
─ Joder, tenías que habérmelo dicho antes, ahora mismo subo y me cambio de ropa, también hablaré con tu hermana.
─ Ni se te ocurra golfa—dijo abrazándome.
─ ¿Eso crees que soy?
─ A ver si no.
─ No me gusta que nuestro hijo se ponga cachondo mirándome el culito a mí o a su tía.
─ Déjale mujer. El pobre se mata a estudiar; ya ves las notas tan buenas que saca. Tampoco sale los fines de semana, por lo menos darle una alegría al pobre. Yo que tú, le provocaría un poco más ¡díselo también a mi hermana!, por lo menos que se pueda hacer una buena paja soñando con el cuerpazo de su madre y su tía.
─ O sea, que no te importa que le pongamos cachondo a nuestro hijo ¿no? —no podía creerme lo que escuchaba a mi marido.
─ Mujer ¿qué hay de malo en ello?
─ ¿Y si se pone tan cachondo que intenta tocarme, o a su tía, y si no se conforma sólo con tocarnos? Según tú ¿Qué debemos hacer?
─ Dejadle que os toque—me dijo tan tranquilo
─ Tú estás loco—dije e intenté soltarme de su abrazo.
─ Escúchame. Tú no eres un hombre. No sabes cómo nos hierve la sangre con 18 años. Nuestro hijo debería estar saliendo con chicas para soltar la presión de sus huevos. En vez de eso, se mata a estudiar para labrarse un buen futuro, como nosotros. Demasiada presión podría influir negativamente en sus estudios.
─ Entonces, siguiendo tu razonamiento, yo me debería encargar de bajarle la presión sexual a nuestro hijo y si me ayuda tu hermana, mejor que mejor ¿no?
─ Exactamente— mi marido se frotaba contra mi culito ¡Se había empalmado!
─ Lo que me estás pidiendo, me suena a prostituirme con nuestro hijo
─ Por favor cariño, no seas tan melodramática. Tanto mi hermana como tú tenéis libre elección para hacer lo que creáis más conveniente. No pido nada, sólo lo he sugerido. En tu caso, creía que una madre era capaz sacrificarse por su hijo, pero ya veo que tú no estás dispuesta. No pasa nada, todos contentos y ya está—dijo apartándose de mí.
─ Eh espera un momento. Insinúas acaso, que no soy capaz de sacrificarme por nuestro hijo ¿es eso? Pues te equivocas cielo, así que, no seas tan demagogo por favor, dame otros argumentos.
─ ¡Vale! Te daré argumentos: ¿qué te parece si contratamos a una profesional para que desfogue a nuestro hijo?
─ ¿Pretendes traer a una puta a nuestra casa? Tú estás loco de remate.
─ Ya veo que es imposible razonar contigo. En fin ¡déjalo y olvídate de todo! Me estás poniendo cachondo—dijo sobándome el culito.
─ Si tan cachondo te pongo, échame un buen polvo ahora—le acaricié el paquete, le bajé la bragueta y metí la mano dentro. Estaba muy duro y excitado.
─ ¿Aquí y ahora? —me preguntó.
─ Aquí y ahora y si nos sorprende nuestro hijo, a lo mejor aprende algo—dije acariciándole los huevos con mis uñas.
Se puso muy cachondo. Me arrastró hasta el sofá y me echó de espaldas. Yo abrí mis piernas dispuesta a recibirle, pero mi marido me sorprendió cuando se agachó y empezó a comerme el chocho y ¡De qué forma!
—Come cabrón que me tienes abandonada.
Levanté las caderas ofreciéndole mi conejo ¡Cómo me lo comía mi marido! No parecía ni él mismo, su forma de chupar y la avidez con que se comportaba, no eran propias, parecía otro. Una mujer se da cuenta de esas cosas enseguida.
─ ¡Joder qué gusto me das! Chupa más mamón.
Me acaricié los duros pezones y me abandoné. Me rendí a su hambrienta lengua que también me lamía el agujero trasero. Joder, mi marido me estaba comiendo ¡El culo!
— ¿Te gusta mi ojete? cabronazo—soltó un gruñido de satisfacción, pero no dijo nada.
Yo creo que era la primera vez que mi marido me lo hacía en todos nuestros años de matrimonio. Empecé a jadear y a gemir en voz alta.
—Me corro cariño, me corro joder—le dije apretándole la cabeza contra mi sexo.
El soltó de nuevo una especie de gruñido y siguió lamiéndome el clítoris, como un gatito la leche del plato, me corrí en su boca y él me sorbió el líquido que yo le daba, completamente encantado.
Más tarde, cuando se lo conté todo a mi cuñada y mi hijo y se quedaron tan asombrados como yo. Las dos estábamos tumbadas en el sofá, muy juntas.
─ Joder con mi hermano—dijo ella.
─ Ya sabéis, tenéis que dejaros meter mano—dijo mi hijo que ya llevaba un buen rato sobándonos el coño a las dos.
─ Eso es porque nos ha visto y se ha puesto cachondo—dije yo dejando que mi hijo me separara las piernas para comerme el chocho.
─ Es que menuda guarra que estás hecha—dijo mirando como mi hijo me comía.
─ Parece mentira que me digas eso, precisamente tú, que me estás sujetando una pierna para verlo todo mejor. Eres una jodida mirona—le dije bromeando.
─ ¿Yo una mirona? Te vas a enterar—dijo. Me agarró un pecho, me lo apretó suavemente y empezó a comerme el pezón.
─ Además de una mirona, eres un zorrón—mi cuñada levantó la cabeza y puso expresión de estar cabreada. Pero inmediatamente sonrió al ver que yo misma le ofrecía mi otro pecho. Para chuparme mejor, se puso encima de mí.
─ Vaya bocadillo de chochos que me voy a comer—dijo mi hijo encantado por tenernos a ambas a la vez.
─ Te quiero señora puta—me dijo ella muy bajito.
─ Y yo también, señora zorra, mucho más que tú—dije en voz muy baja.
Acabamos dándonos un morreo de padre y muy señor mío.
─ Me gustaría que papá pudiera vernos ahora mismo—dijo mi hijo dándose un atracón con nuestras entrepiernas.
o00o
Desde ese día, los tres teníamos escarceos delante de mi marido, y los tres pudimos darnos cuenta de que se empalmaba cuando mi hijo, nos daba un azote en el culo a su tía y a mí, o cuando nos tocaba un pecho inocentemente.
Todos los fines de semana, por la noche, mi hijo nos llevaba a alguna discoteca; mi marido veía con buenos ojos que su hermana y yo saliéramos con nuestro hijo, e incluso nos animaba, porque él se sentía cansado del trabajo. Mi cuñada y yo, vestíamos con falditas muy cortas para salir.
— Tenéis unas piernas preciosas y unos cuerpos impresionantes— vais a poner muy caliente al chaval, ─decía mi marido sin inmutarse.
A mí me costaba cada vez más, retener a mi cuñada y a mi hijo, ya que estaban dispuestos a dar un caliente espectáculo a mi marido, echando un polvo delante de él.
Una noche, antes de salir, decidí ponerme una blusa sin sujetador y desabotonada hasta el punto que se me salían los pechos al menor movimiento. Me moví a propósito delante de mi marido, a ver si decía algo, pero nada de nada, sólo me miraba y sonreía dándome su aprobación. Mi hijo, envalentonado al ver que su padre guardaba silencio, me sacó un pecho, me lo besó y me mamó el pezón delante de sus narices. Su padre le miraba y se acariciaba el paquete, pero no decía nada.
El colmo, fue cuando bajó mi cuñada para reunirse con nosotros. Llevaba una minifalda con vuelo, tan corta, que tendría que estar toda la noche de pie, si no quería enseñar su ropa interior en cuanto se sentara. Mi hijo, se aproximó a ella cogiéndola por las manos y estampándola un beso en la boca, casi de película, menos mal, que el lápiz de labios que nos habíamos puesto ambas, era resistente, incluso debajo del agua.
—Estás espectacular—la dijo haciéndola girar sosteniendo su mano en alto.
Cuando mi cuñada detuvo su giro, nuestro hijo le acarició los muslos — ¿Llevas braguitas? —preguntó, pero no esperó la respuesta de su tía. La subió la minifalda y mi marido y yo pudimos ver que llevaba un tanga color carne.
Con todo el descaro, mi hijo le acarició el culo, apretando las duras nalgas de su tía mientras miraba a su padre. La dio la vuelta, poniéndola de frente a mi marido y a mí y metió la mano por dentro del tanga de su tía tocándola el coño. Mi marido se acariciaba el bulto de su entrepierna, hasta yo, me puse cachonda. Mi cuñada miraba a su hermano, y él a ella, pero sobre todo a la mano de nuestro hijo, sin perderse ningún detalle. La temperatura subía por momentos, o los frenaba, o ya no habría remedio.
— ¡Venga vámonos! —les dije y de mala gana, dejaron lo que estaban haciendo y salimos de casa.
─ Joder mamá, me has cortado todo el rollo—protestó mi hijo.
─ ¡Mala pécora! ¡Envidiosa!—me llamó mi cuñada. No les hice ni caso y nos metimos en mi coche.
Al llegar a la discoteca, nos comportamos con un cachondeo fuera de lo normal. Salimos a bailar los tres, y mi cuñada y yo intentamos poner cachondo a mi hijo, rozándonos con él. Cuando nos cansamos fuimos a sentarnos a un sitio apartado del bullicio de la pista. Mi hijo, eligió un apartado muy poco iluminado. Entre la escasa luz, y que mi hijo y mi cuñada, situados detrás de mí me iban tocando el culo, tropecé y me caí sobre el sofá de bruces. Después de reírnos un buen rato, mi hijo fue a buscar bebida. Mi cuñada y yo nos morreamos mientras tanto.
No pusimos a beber tranquilamente. ¡Bueno tranquilamente no! Porque mi hijo nos acariciaba los muslos y lentamente ascendía hacia nuestras entrepiernas. Ambas separamos las piernas para darle facilidades y su mano se metió dentro de nuestras braguitas sobándonos el chocho con deseo.
Nosotras le acercábamos el vaso de vez en cuando, para que bebiera. Nos morreamos por turnos, y los tres a la vez. Fue en uno de esos momentos, cuando me di cuenta de que en la especie de entrada de donde estábamos, había un hombre que nos observaba. No podía verle la cara por la escasa luz que reinaba allí, pero si vi cómo se acariciaba el paquete por encima del pantalón.
Se lo comenté a mi cuñada y mi hijo, que en ese momento saciaba su deseo con uno de mis pechos, abandonó mi pezón llenos de su saliva y miró. Él también vio al hombre que nos observaba pero no le dio importancia y volvió sobre mi pezón que ya estaba muy duro. Mi cuñada le acariciaba el paquete. Un rato después, mi hijo cambió hacia su tía y mientras le mamaba los pechos, era yo la que le metía mano.
Cuando fue mi turno, a pesar del placer que me daba la lengua de mi hijo, no podía dejar de mirar al extraño. Sólo le veía la figura y algunos detalles que no bastaban para identificarle, pero juraría que había algo en él que me era familiar, estaba intentando hacer memoria cuando mi hijo me susurró.
— Démosle lo que busca.
Sacó la mano de dentro de mis bragas y yo me subí la falda hasta la cintura mostrándole al mirón mis bonitas piernas y las braguitas que llevaba. Me retiré las bragas a un lado y mi hijo empezó a sobarme el chocho, primero con la palma de la mano y después con las yemas de los dedos. El mirón se sobaba el paquete con más intensidad. Mi hijo me metió dos dedos en la vagina explorando su interior y después metiéndolos y sacándolos, al mismo tiempo se apoderó de mi otro pecho y me mordió el pezón torturándome de gusto, para entonces, mi cuñada le había sacado la polla a mi hijo y se la estaba chupando.
Con los ojos entrecerrados de placer vi como nuestro mirón se abría la bragueta, se sacaba el pene totalmente empalmado y comenzaba a masturbarse sin prisa. Me sentí aún más puta de mi hijo mirando al extraño. El orgasmo nacía tan rápidamente dentro de mis entrañas que cerré los ojos y me abandoné a las caricias de mi hijo. Tardé muy poco en explotar, tan fuerte lo sentí, que cerré las piernas atrapando la mano de mi hijo que no dejaba de follarme con sus dedos dentro de mi vagina.
Tras el clímax me quedé completamente despatarrada sobre el asiento. Mi hijo sacó los dedos de mi vagina completamente empapados de mi flujo, se los chupó y se los dio a chupar también a su tía. Mientras me recuperaba, mi hijo y su tía se besaban. De repente, mi cuñada empezó a bajarme las bragas, yo no tenía fuerzas para protestar, y las pocas que me quedaban, las quemé levantando las piernas para que me sacara las bragas.
De nuevo miré al extraño y vi que seguía masturbándose, no sé si era su segunda paja o la primera, tampoco me importaba. Mi hijo, le hizo una seña y el extraño se aproximó. Intenté juntar mis piernas pero mi hijo me lo impidió: — Ni se te ocurra so puta— dijo.
─ ¿Qué pretendes? — dije excitada
─ Que te limpie el chocho con la lengua —me contestó. Lo mismo le dijo al mirón.
─ ¿Quieres comerle el chocho a esta puta? —Y me señaló— o prefieres a esta otra— dijo señalando a mi cuñada.
El extraño, que ya estaba arrodillado entre mis piernas asintió con la cabeza eligiéndome sin decir nada. Aun teniéndole tan cerca, no le veía la cara, no me extrañó pues apenas veía la de mi hijo.
─ Usa la boca solamente ¡nada más! —Le advirtió— si le tocas, aunque sea para apoyarte, te quito, y si logras que se corra tendrás una recompensa.
Me abrí de piernas, apoyando una de ellas en lo alto del sofá, a la espera de que el tío empezara su trabajo. El extraño se agachó y pegó su boca a mi húmedo chocho. En ningún momento me tocó. Siguió las instrucciones de mi hijo escrupulosamente y… ¡Qué lengua tenía el muy cabrito! Se introducía una y otra vez en mi vagina, bebiéndose de manera insaciable el flujo que destilaba mi chochito. Mi cuñada, pese a seguir mamando la polla a su sobrino, miraba como el extraño me comía el coño. A los pocos minutos de tenerlo lamiendo, logró que me corriera.
Entonces su lengua cambió de agujero y empezó a torturarme el esfínter de mi culito ¡Dios que placer! Era un gustazo tenerle en mi entrepierna. Desde luego no hacía falta que me tocara, yo misma elevaba mis caderas para que el tío se saciara a gusto. Mi cuñada había dejado de chupársela a su sobrino y se había sentado a mi derecha, besándome en la boca. A mi izquierda, mi hijo me sobaba las tetas y los pezones, observando encantado los espasmos que yo sufría al correrme con la boca del mirón.
Después de mi tercer orgasmo, no era capaz de controlar mi cuerpo.
—Me voy a mear de gusto, joder—dije a mi cuñada.
Y me meé de gusto en la boca que me torturaba. El tío bebía encantado mis líquidos. Cuando acabé de mear. El tío levantó la cabeza, parecía satisfecho porque se limpió la boca con el brazo. Entonces me di cuenta de que otros dos mirones nos observaban en la entrada mientras se masturbaban descaradamente.
Mi hijo recompensó el buen trabajo del extraño ordenándome que se la mamara. Mi cuñada tiró de mí, hasta ponerme la cabeza sobre sus piernas, abrí la boca y el tío me enchufó su polla al instante. Mi hijo me abrió la blusa.
— ¡Mira que tetas! Sóbaselas si quieres —le invitó.
Yo estaba dedicada por entero, a mamarle la polla al mirón y de repente sentí una boca que me chupaba los labios de la vagina. Me sobresalté y me saqué la polla de lo boca protestando.
─ Tranquila — me dijo mi hijo sujetándome por las muñecas— déjales. ─ A mi lado, mi cuñada le chupaba la polla a otro tío.
El extraño me enchufó la polla en la boca otra vez y empecé a mamarle con más ansiedad, pues la boca que me estaba comiendo el coño me estaba volviendo loca y encima, veía la mamada que mi cuñada le hacía al otro intruso. Lo extraño de todo, era que el mirón no había pronunciado una sola silaba, ni siquiera un gemido y eso que me esmeraba por darle gusto con mi boca. En cambio, el tío al que mi cuñada trabajaba, sí que gemía y jadeaba. El otro tío que me lamía el chocho obtuvo lo que quería, me provocó un orgasmo enorme y me vi obligada involuntariamente a destilar gran cantidad de líquidos que él se bebió encantado.
Me estaba reponiendo del orgasmo, cuando el mirón comenzó a eyacular dentro de mi boca ¡en silencio! Me pareció inaudito que un tío en esa situación no deje escapar ni un solo jadeo. A mí me daba igual, me limité a saborear su tibia y espesa lefa, y bebérmela después. Justo cuando la estaba saboreando ¡Zas! Una polla enorme me penetró de golpe el conejo.
Grité de sorpresa y de placer, porque de verdad que el fulano tenía un buen tamaño, pero me extrañó, que cuando empezó a follarme, ni siquiera notaba sus huevos chocar contra mi culo. Nada más separarse el mirón, me encontré con la cara de mi cuñada a mi lado, nos besamos, pero el beso duró poco, ya que, un cuerpo se me echó encima, me metió los brazos por debajo de mi espalda y con sus manos me sujetó por los hombros. El tío empujó con fuerza, y me la clavó hasta el fondo, colándose dentro de mi útero con una facilidad que me cortó la respiración. Ahora sí que notaba sus cojones pegados a mis nalgas.
Sentí en mi cara, el aliento de mi cuñada al jadear. Menudo polvo la tenían que estar echando. El fulano que se ocupaba de mí, empezó a follarme a buen ritmo, la metía y la sacaba, pero cuando la metía, lo hacía hasta el fondo y su enorme polla me entraba hasta las entrañas. Así una y otra vez. Sus huevos se estrellaban contra la parte baja mi culito y aunque no se los podía ver, adiviné que eran enormes. Muy parecidos a los de mi hijo. No podía verle la cara, pero de una cosa estaba segura, o era negro, o era moro por el tamaño de su miembro ¡Joder mucho más grande que el pene de mi hijo! Además, el fulano murmuraba palabras en un idioma extraño. Tampoco me importaba mucho lo que decía, porque el polvo que me estaba echando era con mucho, el mejor de mi vida, ni siquiera mi hijo me había jodido así de bien, me corrí una vez y dos y tres y cuando alcanzaba mi cuarto orgasmo sentí los potentes chorros de lefa inundándome el útero y la vagina; si sería bestia el tío, que seguía follándome y la leche de su corrida me escurría mojándome el agujero del culo. Lo más alucinante fue mirar para la entrada al sitio donde estábamos y ver un número indefinido de tíos pelándosela como monos a la espera de su turno. Cuando el tío empezó a separarse de mí, le retuve la cara y lo besé en los labios por lo bien que me había follado.
Pasaron dos tíos nuevos, uno eligió a mi cuñada y el otro, me eligió a mí e inmediatamente ocupó el lugar que había dejado el anterior. También me la clavó de un tirón pero sin empujar tanto. Éste pobre la tenía de un tamaño más normal, me recordó a la polla de mi marido, porque se afanaba por clavármela bien hondo, pero sólo me hacía cosquillas comparado con el tío que me acababa de follar. Además, se corrió enseguida, duró muy poco y no me dio tiempo ni a iniciar mi orgasmo. Sin embargo, mi cuñada bien que gemía la muy zorra, sin duda le había tocado un buen follador. El tercer tío, fue similar al segundo, la única diferencia es que con éste si me corrí, aunque el orgasmo que me provocó no fue como para tirar cohetes.
Mi hijo se había alejado, yendo a sentarse enfrente para observar la escena. Dos tíos más entraron para ocuparse de nosotras. Un nuevo tío me penetró. Tenía la polla un poco más gorda que el tercero y también me corrí. A mi cuñada se la seguían follando.
Es curioso, aun sir verles la cara, podía adivinar su estatura por la forma en me cubrían con su cuerpo. A partir del quinto tío, empecé a ponerles nota. Desde luego, el primero se merecía un diez, el segundo un suspenso, el tercero y cuarto, un aprobado alto y al quinto le califiqué con un seis.
Cuando acabó el quinto de correrse dentro de mi coño, intenté levantarme, pero mis piernas no me respondían, las tenía dormidas. Tampoco me pude levantar, porque un sexto tío se abalanzó sobre mí y me la clavó, pero por el culo. Menos mal que tenía la entrada empapada del semen de los anteriores, que si no, me habría hecho daño. Se retiró dejándome el culo bien lleno de lefa y el esfínter escocido, yo, muy satisfecha por los dos orgasmos que había tenido. Le di un ocho ¡se lo merecía!
─ Tengo que limpiarme el coño, pero sobre todo me apetece orinar—dije. Deseaba soltar una larga y prolongada meada
─ Yo también me meo, joder, y con urgencia—dijo ella.
Las dos miramos hacia donde estaba mi hijo. Un relámpago de luz fue suficiente para verle. Seguía sentado. Tenía el pantalón desabrochado y un poco bajado, la polla y los huevos por fuera y me pareció que un tío le masturbaba su maravillosa polla despacio al tiempo que le sobaba las pelotas.
─ Un tío le está tocando a tu hijo—comentó mi cuñada.
¡No podía ser! ¿Mi hijo dejándose pajear por un tío? Sin duda sus ojos traicionaban a mi cuñada. De repente hubo como un parón en la música, la sala se iluminó bastante de golpe y entonces pude ver con más claridad. Mi hijo tenía una sonrisa bobalicona mientras un tío le masturbaba con las dos manos.
─ ¡Joder! Pero si es el primer tío ¡El mirón!—exclamé sin dar crédito a lo que veía.
─ Pues mira como goza el cabronazo de tu hijo—dijo mi cuñada.
Justo cuando iba a verle la cara al mirón que me recordaba a alguien, las luces se apagaron y empezaron unos potentes flases a destellar, quitándome la oportunidad de ver con más detalle la cara del tío que estaba al lado de mi hijo.
En cambio, si vi con absoluta claridad que dos negros, con la cara negra como la noche se nos echaban encima. Yo le puse las manos sobre el pecho al mío, y sin andarme por las ramas le grité que me meaba, mi cuñada dijo lo mismo al suyo. Los dos negros nos ayudaron a levantarnos, y nos obligaron a la fuerza a acuclillarnos a ambas. Uno de ellos, se puso detrás de mí me abrió los muslos y me gritó al oído: — ¡Mea! —
Obligadas por las circunstancias, mi cuñada y yo, no tuvimos más remedio que hacerlo sobre la moqueta del suelo. Apoyé mi espalda contra el pecho del negro, el me abrió la vulva y yo solté un potentísimo chorro contra la moqueta del suelo; mi cuñada hizo lo mismo a mi lado. Tan fuerte era nuestra meada, que noté que me salpicaba los tobillos, al mismo tiempo, también noté como me salían las corridas de los tíos que me habían penetrado hasta ahora.
Acabé de mear y miré hacia donde estaba mi hijo. Ni siquiera me miraba, toda su preocupación estaba centrada en guiar la cabeza del mirón mientras que este le mamaba su polla. Estaba muy cerca, lo suficiente para ver como el mirón abría la boca y engullía el glande de mi hijo. No pude ver más, ya que el negro me tocó el chocho con los dedos para comprobar que no seguía meando.
Al menos eso creía yo, hasta que noté las yemas de sus dedos frotándome el clítoris. Solté un fuerte gemido.
─ Ya estás lista —me dijo
Me ayudó a ponerme en pie y me echó de espaldas en el sofá. A mi cuñada ya se la estaba follando el otro negro. El que me lo iba a hacer a mí, se desabrochó el pantalón y cuando oí el cierre de la cremallera de su bragueta, estiré las manos para palparle el miembro. ¡La tenía enorme! Y eso que el cabrón no estaba empalmado del todo. Este negro se merecía un veinte por lo menos, pensé. Palpé la polla a oscuras. A pesar de no estar dura del todo parecía un palo. Su textura era rugosa debido a sus hinchadas venas. Tiré de la piel hacia abajo y la descapullé. Su glande era gordo y puntiagudo y muy suave, lo acaricié con la yema de los dedos. Qué pena no poder ver con todo detalle el pollón que tenía en mis manos. Deseaba tanto metérmela en la boca.
Pero el negro parece que tenía prisa, me separó las piernas, se acopló y me metió la punta, luego se echó encima de mí y empezó a chuparme los pezones, estrujándome las tetas con sus grandes manos. Le acaricié la rizada cabeza y él empujaba con suavidad consciente de que podía hacerme bastante daño si se precipitaba.
A medida que su polla se abría paso en mi vagina, yo me descontrolaba, le apreté la cabeza contra mis tetas deseosa de que me las comiera. Su lengua me raspaba los pezones, que se endurecían pidiendo más caricias. Le alcé la cara y le besé en los labios, su lengua penetró en mi boca y empezamos a morrearnos descontroladamente. Su miembro seguía su camino imparable, calculé que tendría la mitad dentro cuando una ola ardiente nacía en mis entrañas; creciendo en proporción a la cantidad de polla negra y dura que me penetraba. Cuando su capullo tocó la pared de mi útero, exploté de repente. Me abracé a mi follador con fuerza. Mi vagina se abría y cerraba con unos espasmos brutales, jadeé, grité, gemí hasta quedarme sin aire y hasta me meé de gusto, unas pocas gotas tan sólo, pero me meé.
Quedé desmadejada debajo de su cuerpo. El negro no se paró. Aceleró el ritmo de sus embestidas. Lo que no estoy segura es si buscaba su propio placer, o satisfacerse con mí macerado chocho un poco más, porque no me cabía duda de que más que follarme, me machacaba el coño con su enorme pollón. Mi cuñada gritaba como una loca a nuestro lado. El negro le debía estar dando de lo lindo.
Ahora lo recuerdo con claridad, pero aquel día, perdí la noción del tiempo al llegar a mi quinto orgasmo. En ese estado, es imposible pensar. Yo tenía bastante con sentir y cuanto más sentía más se me embotaban los sentidos y me sumergí en una espiral de sensaciones imparable.
Cuando el negro eyaculó, no sé lo que me esperaba, pero desde luego no lo que noté. Su polla adquirió el tamaño de un brazo y latía con fuerza y con cada latido un chorro de lefa ardiente me abrasaba las entrañas. Su polla estuvo latiendo mucho rato, tanto, que llegué a pensar que el negro no acabaría nunca de correrse. Pero igual que todo en esta vida, mi follador acabó de correrse y terminó derrengado sobre mi pecho.
— llevaba mucho tiempo sin follar — dijo el pobre casi sin aliento —Gracias
— No me des las gracias. Yo sí que te las doy por el maravilloso polvo que me has echado. Te juro que en mi vida me han dado tanto placer como el que tú me has dado.
─ Somos ilegales, mi amigo y yo—explicó señalando al otro negro que seguía tirándose a mi cuñada y por como gemía ésta, debía estar pasándolo en grande. El negro empezó a sacármela y a pesar de todo, me produjo escalofríos notar como resbalaba por mi vagina.
─ Espera, quiero chupártela — le pedí
Me incorporé hasta sentarme, le agarré la monstruosa polla con las dos manos y me la metí en la boca poco a poco hasta sentirla en mi esófago. No pude tragarme más y sólo tenía la mitad dentro de mi boca. Me la saqué muy despacio para no lastimarme y arrebañé toda la lefa que pude con mi lengua. En mi vida me he comido una polla con tantas ganas, ni siquiera la de mi propio hijo. El trasto que también limpiaba mi cuñada, era de órdago. Nos miramos ambas y sin necesidad de palabras, nos comprendimos perfectamente. Agarré el rabazo del que estaba con ella y tiré hacia mí. El negro que estaba conmigo se cambió con su amigo. Mi cuñada y yo nos pusimos a cuatro patas una frente a la otra y los negros por detrás de nosotras, nos enchufaron sus enormes pollones en el coño, porque por el culo hubiera sido imposible no hacernos daño.
El negro que me la estaba enchufando, la tenía tan gruesa como un brazo. Nos echaron otro grandioso polvo, que duró mucho rato, por lo que nos pudimos correr ella y yo un montón de veces, además, nos jodieron en muchas posturas diferentes. También les limpiamos las pollas después de correrse. Y les observamos mientras se la guardaban por dentro de los pantalones. En ese momento, deseé volver a verle en un ambiente distinto. Bien iluminado para no perderme detalle de su esplendorosa polla negra. Mi cuñada y yo suspiramos con fuerza como dos colegialas. Nos miramos y rompimos a reír.
De pronto entraron cinco o seis tipos más, o quizá fueran algunos más. No estoy segura. El caso es que empezaron a sobarnos por todos lados. Intenté apartarles las manos, pero me era imposible. Tanto mi cuñada, como yo misma, gritamos que ya no teníamos ganas ¡qué nos dejaran en paz! Yo, lo único que conseguí fue que me sujetaran con fuerza los brazos. Me alzaron en el aire y me obligaron a ponerme a cuatro patas encima del asiento. Me agacharon la cabeza pegándome la cara contra el charco de lefa del negro. Unas manos se aferraron con mucha fuerza a mis caderas, clavándome los dedos como si fueran garras y un pene me taladró el culo con violencia.
Recuerdo que chillé de dolor y de rabia al sentirme humillada. Al oír el grito de mi cuñada, supe que también lo estaba pasando mal la pobre. Los tíos se reían cuanto más chillábamos. Y mi hijo ¿dónde coño estaba? ¿A caso le gustaba ver como unos vulgares tíos violaban a su madre y a su tía? Lo peor no fue que nos reventaran el culo ¡no! Lo malo es que querían correrse dentro de nuestras bocas, y como nos negamos, nos echaron su leche en la cara y en el pelo, poniéndonos perdidas y pringosas. Nos limpiamos la lefa de la cara con las blusas.
─ Cuando coja al hijo puta de sobrino le corto los huevos—dijo mi cuñada muy cabreada y con razón.
─ El cabrón, estará dejándose chupar la polla por el mirón ese de mierda—dije yo buscando por el suelo.
─ ¿Se puede saber que buscas? —preguntó mi cuñada deseando marcharse de allí cuanto antes.
─ Las bragas joder, pero en este puto sitio no se ve una mierda—me quejé encabronada. Como no encontramos las bragas, fuimos a la salida del reservado por el otro lado de la mesa.
— ¡Su puta madre! —Exclamó mi cuñada al tropezar.
— Ten cuidado— la recomendé.
— ¡Espera! Aquí hay alguien tirado en el suelo—se agachó.
— ¡Déjalo! Será algún puto borracho emocionado por nuestro espectáculo—le dije.
Cuando la escuché decir: — ¿Sobrino estás bien?— me puse pálida y chillé.
Me agaché rápidamente a ver a mi hijo. El pobrecito tenía sangre en la boca y estaba como atontado. Mi cuñada y yo le levantamos el polo para ver si tenía más heridas. Pero el puto sitio a oscuras parecía una cueva. No veíamos nada. Entre las dos, le ayudamos a ponerse en pie y lo sacamos afuera, en dirección a los servicios. Al pasar por la barra, vimos a dos negros. Ellos nos reconocieron en el acto y acudieron en nuestra ayuda inmediatamente. Eran casi tan altos como mi hijo. Entre los dos le llevaron rápidamente a los servicios. Nosotras fuimos tras ellos. La gente, nos miraba al pasar y entre risas comentaban que estaba borracho.
Mi cuñada y yo pudimos examinarle. No tenía ninguna herida, sólo un labio partido y la cara tumefacta de los puñetazos recibidos. Le lavé la cara y le mojé la nuca. Enseguida se espabiló.
─ ¡Hijos de puta! Por lo menos eran ocho y entraron de golpe, me dieron una patada en los huevos y al agacharme me llevé un rodillazo en plena cara—dijo tocándose el labio partido.
─ A nosotros, nos pegan a menudo, por el simple hecho de ser negros—explicó uno de ellos. Pobre gente joder pensé.
─ ¡Vámonos ya! —dijo mi hijo. Pero en cuanto dio más de dos pasos, se mareó.
Nuestros amigos negros le cogieron por los hombros y lo sacaron del local. Lo llevaron hasta el aparcamiento, donde había dejado el coche. En cuanto le dio el aire. Mi hijo se recuperó del todo. Se apoyó contra el coche y dio las gracias a los amigos, nosotras también y ellos se giraron para irse, pero yo le dije que esperaran.
─ ¡esperad un momento! — Les dije.
Abrí mi bolso, busqué en la cartera y extendía un billete de 50 euros a cada uno. Mi cuñada hizo lo mismo. Pero ellos lo rechazaron, pero nosotras insistimos tanto que no les quedó más remedio que aceptar el dinero. Ellos nos dieron las gracias casi con inclinaciones de cabeza. Mi cuñada me miró angustiada, yo también lo estaba. Queríamos hacer algo más por ellos y entonces le echamos manos a la entrepierna. Eso lo aceptaron de muy buen grado. Como el coche estaba aparcado de espaldas contra un muro, mi hijo tuvo la feliz idea de abrir la puerta delantera —no sea que nos vean los cabrones de la discoteca—dijo.
Mi cuñada y yo les desabrochamos los pantalones y les bajamos las braguetas. No llevaban ropa interior y sus pollas negras y lustrosas quedaron bien a la vista. Ambas, nos agachamos ante ellos y les dedicamos nuestra atención. Además de tener la polla grande, los huevos eran enormes, el escroto les colgaba casi hasta medio muslo debido al tamaño y al peso. Les comimos los cojones literalmente y les mamamos las pollas respectivamente. Un rato después, nos colocaron contra el coche y nos la enchufaron desde detrás de nosotras.
Me llevé una enorme alegría cuando vi que mi hijo se masturbaba viendo como nos follaban los dos negros. Era el mejor síntoma de que se encontraba perfectamente. El polvo duró mucho rato y después de correrse, los negros cambiaron de hembra y nos volvieron a follar. Cuando iban a correrse, mi cuñada y yo nos giramos rápidamente y nos metimos sus enormes pollas en la boca, para degustar su néctar. Luego, se marcharon definitivamente.
─ En mi vida he tragado tanta lefa seguida como con el negro—dijo mi cuñada suspirando.
─ ¿Ni siquiera conmigo? —preguntó mi hijo.
─ Ni siquiera tú hijo—le dije y también suspiré recordándolo.
─ ¡Vaya par de zorras que sois! —protestó un poco herido en su orgullo.
Cuando llegamos a casa, eran las cuatro de la madrugada, mi marido ya estaba durmiendo. Para no despertarle, me fui con mi cuñada a su habitación para darnos un buen baño y limpiarnos. Mi hijo insistió en acompañarnos, pero le rechazamos las dos. Se fue a su habitación mosqueado como un niño pequeño.
Mi cuñada y yo, nos dimos un delicioso baño. Nos lavamos la una a la otra, limpiando todo rastro de la noche pasada. Nos acostamos desnudas en su cama y nos amamos hasta caer dormidas.
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