Las semanas siguientes fueron bastante tranquilas. Mi cuñada todavía no había venido a vivir con nosotros. Mi hijo, con la excusa de ayudar a su tía con el traslado, se fue a su casa para follar con ella, día y noche. Mi marido estaba encantado con la idea de que su hermana se viniera a vivir con nosotros. Que mi hijo estuviera con su tía, me excitó y también me hizo sentirme celosa de mi propia cuñada, que podía disfrutar de la polla de mi hijo siempre que quisiera, mientras estuvieran juntos.
Mi hijo venía de vez en cuando, trayendo cajas con las cosas de su tía, que yo me encargaba de colocar en el armario de la que iba a ser su habitación; la siguiente a la de mi hijo, por supuesto. No me acosaba con tanta lujuria como al principio, no intentaba nada cuando estábamos solos colocando la ropa de mi cuñada. La muy zorra le tenía seco al pobrecito. Entonces, me acerqué a él y le sobé el paquete mientras le susurraba al oído que por favor me tocara, que me follara. Sé lo cachondo que le pone que yo le suplique y al final, conseguí que me diera por el culo. Pero en sus ojos podía ver lo satisfecho que estaba. Hubo dos días en que mi hijo se quedó a dormir, y yo, me escapé de la cama de su padre en mitad de la noche, para acostarme en su cama, y al menos pasar una o dos horas a su lado, pero muy bien aprovechadas ¡Eso sí!.
¡Cuánto lo extrañaba! Había llegado a un punto, en que necesitaba su cuerpo, su polla, su semen, sus insultos, sus humillaciones. Lo supe mientras follaba con él. Estaba deseando ya que mi cuñada se viniera, porque me entraba ansiedad, si mi hijo no me tocaba. Rezaba en silencio por la noche, para que volviera y me follara.
Al cabo de tres semanas, mi cuñada ¡por fin! vino a casa, y encima, mi marido volvió a salir de viaje, algo que hacía ya con mucha frecuencia todos los fines de semana. Mi hijo, mi cuñada, y yo, nos quedaríamos ¡solos en casa durante tres días!
Esa tarde estábamos en el sofá, mi cuñada acariciándole la polla, mientras se besaban con pasión, yo, completamente desnuda arrimada a él, acariciándole suavemente el pecho. Ninguno prestábamos atención a la tele; de repente, la apagó, apartó un poco a su tía y nos miró muy serio.
─ He hablado con unos amigos zorras, y están como locos por follaros.
Mi cuñada y yo, nos quedamos pálidas. Yo le dije que cómo se había atrevido a hacer algo así, que no podía hablar a sus amigos de nosotras de esa manera.
─ ¡Cállate! Les he dicho que si quieren follarte no tienen más que decírmelo, y que lo harás encantada.
─ ¡Pero sobrino! ¿Te has vuelto loco? ¡Eso es como si nos prostituyeras!
─ De eso nada, porque no pienso cobrarles un euro. Sois mis putas y haréis todo lo que yo diga, ¿entendido?
─ Una cosa es que seamos tus putas durante un calentón y otra muy distinta ofrecernos como si fuéramos una mercancía.
─ ¡No lo hagas, por favor, te lo suplico! —dije
─ ¡Ya está hecho! estarán aquí en una hora, y os vamos a follar entre los cuatro.
Me quedé sin palabras, no podía creer lo que estaba oyendo. Mi cuñada pegada a mí, continuaba con la cara como la nieve. La abracé tratando de darle ánimos. Mi hijo nos había ofrecido a sus amigos adolescentes, para que abusaran de nosotras.
— ¿Qué va pasar?—me preguntó mi cuñada.
— Que ¡nos van a follar a su antojo! —le dije quitando hierro al asunto, la cosa ya no tenía arreglo.
─ Imagínate, cuatro pollas jóvenes y fuertes, para nosotras solas. No es tan desagradable.
─ Nos van a dejar el conejo como un bebedero de patos—comentó mi cuñada y rompimos a reír las dos.
─ Y el ojete no digamos—dije yo, y reímos a carcajada limpia. Hasta se nos saltaron las lágrimas.
Cuando paramos de reír, ambas, nos miramos. Entonces empezó a entrarme calor por dentro. Era una mezcla de excitación y lujuria, las dos nos confesamos estar muy cachondas. Pero a mí, me asustaba la idea; nunca había estado con más de un hombre a la vez, aunque en este caso se tratase de cuatro adolescentes.
─ Bien, ahora os vais a vestir como dos putones, poneos minifalda. Nada de bragas ni sostén. Y una camisa o blusa me da igual, con tal que la llevéis bien desabrochada para que asomen vuestras tetas y poneos zapatos con tacones ¡Daos prisa, putas! —nos ordenó mi hijo.
Nos vestimos como nos había mandado y a mi cuñada se le ocurrió la idea de maquillarnos un poco y pintarnos los labios. Cuando nos miramos al espejo nos vimos espectaculares.
—Ya que somos las putas de tu hijo, lo seremos, pero de lujo— y la verdad es que lo parecíamos.
Nos presentamos en el salón para que nos diera su visto bueno. ¡La hostia puta! Mi hijo se quedó asombrado al vernos. Se acercó y empezó a sobarnos el chocho.
— Estáis buenísimas, parecéis dos putitas de lujo.
Le notaba muy excitado, tanto por nuestras ropas, como por lo que íbamos a hacer. En ese momento llamaron a la puerta. Mi hijo fue a abrir para recibir a sus amigos.
Eran tres, como había prometido, todos adolescentes, altos, guapos y fuertes.
— Son tres yogurines—susurró la guarra de mi cuñada lamiéndose los labios.
Cuando nos vieron así vestidas, se quedaron alucinados. Mirándonos con lujuria en los ojos, y medio babeando por la visión de nuestras piernas y nuestro espectacular escote. Les saludamos. Mi cuñada y yo les dimos dos besos a cada uno, acercando mucho nuestras bocas a sus labios, y pegando nuestros pechos a sus cuerpos. Debieron de empalmarse los tres en ese mismo momento.
Nos sentamos. Yo en el sofá, en medio de dos de ellos, mi cuñada en el sillón, con el otro sentado en un brazo y mi hijo al otro lado. Empezaron a hablar mientras no dejaban de desnudarnos con la mirada con todo el descaro del mundo. Me sentía incómoda, con los dos adolescentes babeando y deseando follarme, mi hijo, disfrutando viendo cómo sufría, en cambio mi cuñada se reía con el tercer joven.
─ ¿Os gustan, chicos?
─ Están buenísimas. Respondió uno de ellos pasando el brazo por mis hombros
─ Cuando les he dicho que veníais a verme, se han vestido así para recibíos, me parece que querían ponerse muy guapas y provocativas para vosotros.
Mi hijo estaba utilizando una serie de mentiras muy obvias, pero que servían para calentar todavía más el ambiente. Uno de ellos puso una mano sobre mi muslo para ver mi reacción.
─ Creo que está nerviosa ─dijo el joven.
─ Es posible, a lo mejor necesita que la animéis un poco, ¿por qué no la sobas las tetas?
Y el que tenía a mi derecha, me sacó las tetas de la camisa y me las empezó a magrear, mientras el de mi izquierda me metía la mano bajo la falda y me acariciaba el coño con la palma de la mano.
─ La cabrona no lleva bragas, y está toda mojada—dijo frotándome el chocho con la mano.
─ Ya os lo dije, son una zorras, y están cachondas porque saben que las vamos a follar hasta reventarlas, ¿verdad chicos?
─ Ya lo creo, dijo el que estaba en el sillón
El que estaba tocándome los pechos, se levantó y colocándose delante de mi cara; se bajó la bragueta y se sacó la polla. Estaba ya bastante empalmado, y su miembro era realmente grande, para ser un chaval.
Me la acercó a la boca y me ordenó que se la chupara. Mi hijo se levantó también y se acercó.
— Ya has oído, sé una buena puta y chúpasela.
Abrí la boca, el chaval me la enchufó y se la chupé. Ahora tenía una polla en la boca y el otro chico que estaba a mi lado me metía mano por todos lados. Mi cuñada le estaba haciendo una mamada al chico que estaba a su lado. Pasamos un buen rato mi cuñada y yo chupándoles las pollas y los huevos, hasta que mi hijo dijo que subiéramos todos al dormitorio. Nada más llegar, ellos empezaron a desnudarse. Mi cuñada se tumbó la primera, yo a su lado.
Cuando vi los cuatro cuerpos jóvenes desnudos, con sus grandes pollas empalmadas y muy duras, empecé a excitarme y gemí de gusto. Mi hijo se acercó y nos besó con pasión en la boca, para que los otros lo vieran bien, después, los demás se fueron acercando poco a poco, para seguir sobándonos, mientras nosotras les acariciábamos sus pollas.
─ Ojalá mi madre estuviera tan buena como la tuya, me la follaría a todas horas—dijo el chaval que me sobaba el chocho.
─ Sí, a mí, me gustaría que la mía fuera igual que ésta, y tan puta—dijo el chaval que metía mano a mi cuñada.
─ Bueno, no os preocupéis, mi madre y mi tía se han ofrecido a ser vuestras putas, cuando queráis follar con ellas no tenéis más que decírmelo o venir aquí directamente, os garantizo que se abrirán de piernas para vosotros, ¿verdad?
Yo asentí entre gemidos, mi cuñada también. Los comentarios de mi hijo les ponían todavía más cachondos, y ya no se cortaban a la hora de llamarnos putas o cosas mucho más fuertes, incluso nos llamaban mamá o mami, para humillarnos más.
Nos desnudaron y se pusieron a nuestro alrededor. Uno de ellos, me abrió las piernas, se montó encima de mí, y me la clavó en el coño, mientras otro me sobaba y me acercaba su polla a la boca para que se la chupara; el pobre chaval que me follaba, estaba tan excitado, que duró muy poco y se corrió en seguida dentro de mí, pero inmediatamente su lugar lo ocupó el otro.
El que se tiraba a mi cuñada tenía más experiencia. Primero se coló entre sus piernas abiertas y se la folló un buen rato. Ahora, ella estaba a cuatro patas y el chaval la daba por el culo. Por la forma en que la insultaba y le sobaba las tetas, adiviné que estaba muy cachondo.
El que me montaba a mí, duraba más de momento, ya llevaba un rato y me había hecho correrme una vez, al poco, decidió cambiar de postura, se tumbó boca arriba y en cuclillas yo me monté encima de él para cabalgarlo, entonces otro se colocó detrás de mí y me penetró el culo.
—Joder que culo tienes so puta—me dijo empujando a buen ritmo —Pues no veas cómo le arde el chocho, me quema la polla—exageró el que estaba debajo de mí.
Ahora me follaban el coño y el culo al mismo tiempo y la boca la tenía siempre llena con alguna lengua. Nunca me había visto en una situación así, follada por mis dos agujeros, y juro que lo estaba disfrutando. Ellos también, por supuesto
─ Cómo se deja dar por culo la muy puta —dijo el que estaba detrás de mí
─ El cornudo de tu marido debería ver cómo te follamos, a lo mejor aprendería algo —dijo el chico que daba por culo a mi cuñada.
— Joder qué chocho tiene me vuelve loco—exclamó entusiasmado el que estaba debajo de mí dando fuertes empujones contra mi coño.
Estuvimos así enchufados mucho rato. Mi cuñada y yo, nos habíamos corrido unas cuantas veces. Pero los chavales seguían dale que te pego. Cuando uno se corría, descansaba, y su lugar era ocupado por otro; siempre rotaban, de manera que los tres nos follaban a la dos a base de bien, pero a mí me empezaba a doler todo el cuerpo.
Decidieron hacer una pausa para fumar y coger unas cervezas de la cocina, mientras nosotras, nos quedábamos tumbadas, gimiendo y recuperándonos. Mi cuerpo reluciente de sudor y saliva adolescente. Mi cuñada se acercó a mí
—Tienes el conejito y el ojetito irritados—me dijo.
Me pasó la lengua arrebañando la lefa que salía por mis dos agujeros irritados.
Uno de ellos entró y nos vio.
— Joder, qué putas sois—Yo le sonreí.
— ¿Os gusta cómo lo estáis pasando? —mi cuñada no dijo nada, porque seguía chupándome.
Se acercó y empezó a volcar su cerveza sobre mi cuerpo.
— Vamos a venir muchas veces por aquí para follaros, hijas de puta —y diciendo esto se echó cerveza en la polla para que se la chupara.
Volvieron todos. Ya recuperados, siguieron follándonos, con fuerza, haciéndonos gritar de placer, hasta que ya no pudieron más. Se habían corrido cada uno dos o tres veces en nuestros cuerpos, y nosotras, habíamos perdido la cuenta de las veces que nos habíamos corrido. Estábamos todos exhaustos, sudando y jadeando. Mi cuñada y yo, teníamos el cuerpo lleno de semen, por dentro y por fuera, y nos dolía todo. Se levantaron y fueron a por más cervezas, nos trajeron una que tuvimos que beber, aunque no nos apeteciera. Les dije que teníamos que ir un momento al baño. Cuando estábamos saliendo de la habitación, uno de ellos me agarró del brazo
─ ¿Vais a mear? —me preguntó excitado
─ Sí, a mear y a ducharnos —contestamos mi cuñada y yo a dúo.
─ Pues hacedlo en el suelo —dijo
De repente, todos se animaron. Entramos en el baño y empezaron a jalearnos para que orinara allí mismo en el suelo. Pero fue mi hijo el que decidió que nos meáramos la una a la otra. Mi cuñada y yo estábamos muy excitadas. Nos pusimos en cuclillas una frente a la otra pero separadas. Yo fui la primera en soltar mi chorro contra el pecho de mi cuñada y ella contra mi estómago. Ellos nos miraban fascinados y lujuriosos, incluso mi hijo, se acercó para ver cómo nos orinábamos mi cuñada y yo.
Entonces uno se acercó y dijo: — Joder tías, yo también quiero mear — y empezó a orinarme encima.
Sorprendida, solté un grito al recibir su chorro, los demás se acercaron y se pusieron también a mearnos, llamándonos cerdas y guarras. Recibimos sus meados en la boca y en el coño, que a mí empezó a escocerme. También me entraron arcadas pero aguanté. Cuando terminaron, nos dejaron bañadas y chorreando sobre un charco de meados. Yo no quería ni moverme y sujeté a mi pobre cuñada para que no se cayera sobre el charco de pis que había a nuestros pies. Uno de ellos se me acercó mirándome sonriente
─ ¿Tú qué quieres? —le pregunté
─ Nunca me corrido en la boca de una tía —dijo.
─ Anda, siéntate ahí —le dije señalando la taza del váter.
Los demás, satisfechos, se fueron a lavar. Mi hijo fue con ellos, supongo que para hacer comentarios sobre nosotras y presumir de paso.
Mi cuñada y yo, nos miramos y sonreímos y nos acercamos contoneándonos hasta el muchacho, que ya casi se había empalmado al ver que las dos nos aproximábamos. Le eché hacia atrás y mi cuñada le alzó las piernas. Agaché la cabeza y empecé a comerle los huevos despacio; lamiéndolos y metiéndomelos en la boca de uno en uno, ascendí besándole la polla hasta llegar a la punta. Mi cuñada, mientras, le lamía el escroto y por debajo de los huevos. Yo le chupé el glande mirándole a la cara, quería ver su reacción.
Cuando mi cuñada llegó con la lengua, al agujero de su culo, el chaval sólo pudo gemir como un cervatillo indefenso. Mi cuñada y yo intercambiamos nuestros puestos. Sólo llevaba un poco lamiéndole el esfínter cuando observé que se le inflamaba la zona del perineo. Estaba a punto de correrse.
Rápidamente ascendí y ayudé a mi cuñada a comerse su polla que inmediatamente empezó a eyacular. Yo me tragué tres buenos chorros de lefa tibia. La zorra de mi cuñada anduvo más lista, se tragó el resto y succionó todo lo que pudo. La aparté, pero el chaval estaba casi seco, insistí y aún le saqué un poco más de lefa a base de darle con la lengua en la rajita del glande y el frenillo. Cuando le solté la polla, el chaval sólo resoplaba, perecía a punto de desmayarse. Como premio le chupé el culo con ansia un poco más.
Mi cuñada y yo, dejamos que recuperara el aliento, mientras, nos acariciábamos los pechos y nos besábamos con lujuria. El chaval nos miraba con los ojos muy abiertos. Mi cuñada le arrimó el chocho para que se lo chupara. Según me dijo, el muchacho lamía como un cachorrillo. Le dije a mi cuñada que se abriera de piernas todo lo que podía y guie la cara del chaval para que le chupara el culo. En muy poco tiempo le arrancó un orgasmo. Al separarle, vi que tenía los labios y la barbilla pringosa de la lefa de sus amigos y se lo lamí. Luego me tocó a mí y pude comprobar lo bien que lamía el chico. También me ayudó mi cuñada para que me chupara el culito. El pobrecillo me hizo correrme dos veces.
─ Escucha, como digas algo de esto, no vuelves más a mi casa —le advertí.
El chico asintió, como un autómata y se fue. Cuando estuvieron listos, dijeron que había sido un placer follar con unas putas como nosotras, dieron las gracias a mi hijo y se fueron.
Mi hijo se acercó.
— Lo habéis hecho muy bien, putitas ¿Os ha gustado?
─ Si cariño, lo he disfrutado muchísimo—dije y mi cuñada lo mismo.
Nos dijo que fuéramos a lavarnos, que el limpiaría la habitación. Antes de meternos en la bañera, saqué unas velas que tenía guardadas para nosotras solas y se las di a mi cuñada. Yo me metí en la bañera, mientras ella las encendía; luego apagó la luz del baño, el ambiente de la docena de velas repartidas alrededor nuestro era muy íntimo.
Mi cuñada entró en la bañera, sentándose enfrente de mí, yo le pasé una toalla para que la utilizara de almohada, como yo y simplemente disfrutamos del momento y nos relajamos. Cuando mi hijo se asomó a vernos, se desnudó rápidamente.
─ Un momento sobrino ¿Dónde crees que vas? —le detuvo mi cuñada.
─ Al baño, con vosotras—dijo sorprendido.
─ Vale, pero antes; prepáranos un té helado, con limón y unas gotas de ginebra—le pidió.
─ Joder, es que ya me he desnudado—se quejó.
─ ¿Y qué? Tu madre y yo, llevamos toda la tarde en pelotas por tu culpa y no hemos protestado ¡Baja ya!—le ordenó.
─ Sois la hostia—protestó.
─ No cariño, somos tus putas y si tú quieres ser nuestro chulo, debes cuidarnos—dijo mi cuñada. Yo no pude más, y me eché a reír.
─ Hay que ser duros con los jovencitos, cuñada, sino, se te suben a las barbas—me dijo.
─ Yo también tuve que pararle los pies y marcarle un límite—dije a mi cuñada que me masajeaba un pie.
─ ¿Y eso?—preguntó y a continuación me lamió las yemas de los deditos.
─ Dijo que me amaba, que quería preñarme —contesté lamiendo yo también sus deditos de los pies.
─ Joder qué fuerte y le cortaste en seco ¿verdad?
─ Sí. Le dije que le amaba, pero como madre, y que si quería una novia, se la buscara.
─ Muy bien dicho. Los jodidos hombres y su sentido de la posesión. No les basta con gozar de ti, no, también quieren tenerte para siempre.
─ Las mujeres cuando nos enamoramos, también somos muy posesivas, incluso más que ellos.
─ Tienes razón, quizá la experiencia de mi matrimonio es la que me ha cerrado al amor.
─ ¿Crees que eres incapaz de amar?
─ A un hombre, desde luego. Eso lo firmo ¡ya!
─ ¿Y a una mujer, serias capaz de amar a una mujer?
─ Sí —la respuesta tan rotunda de ella y su forma de mirarme, me turbaron.
─ ¿Puedo preguntarte, por qué a una mujer si la amarías? Antes has dicho que eres incapaz de amar.
─ Lo he matizado, cariño —su mirada me estaba poniendo muy nerviosa. Me sentía… ¡joder, no sé cómo me sentía! —las mujeres son distintas. Son más románticas —ahí tienes razón—más comprensivas y cuando aman, se entregan del todo.
─ También habrá hombres así—dije
─ ¡Preséntame a uno!
No supe contestarla y guardé silencio. En ese momento ella tiró de mi pie arrastrándome hacia ella. Me colocó mi pierna por encima de sus caderas y la suya, la pasó por debajo de mi pierna. Me apretó contra ella y nuestros sexos se tocaron. Noté una agradable sensación y una oleada de placer que conectaba mis pechos con mi coño. Cuando me empezó a frotar su entrepierna contra la mía, solté un gran gemido. Ella selló mis labios con su boca, metiéndome la lengua y me abandoné a la pasión que recibía.
─ ¿Amas a mi hermano?
─ Ahora mismo no puedo responder a esa pregunta pero seguro que ya no—mi cuñada me besaba el cuello y me daba pequeños mordiscos que me erizaban la piel. Me sentía hechizada. Embrujada por la muestra de cariño y ternura que recibía de ella.
─ Si tú me dejaras, yo podría amarte. Te cubriría de cariño las 24 horas del día. Siempre estarías llena de amor—me susurró.
Ahora se frotaba contra mí, más despacio. Me lo hacía de una manera tan delicada, que parecía que me estaba haciendo el amor, en vez de darme simplemente placer.
─ Estoy un poco confusa, no puedo pensar con claridad. Necesito un tiempo para aclarar mis ideas—dije acariciándola la espalda con ternura.
No dije nada más por miedo. Los sentimientos que me despertaba mi cuñada me asustaban. Ni siquiera sabía que los tenía, pero estaban ahí, dormidos, y sólo era cuestión de que los despertase la persona adecuada. Un escalofrió sacudió mi cuerpo. Mi cuñada me estaba llevando al clímax con tanta ternura, que sentí un nudo en la garganta. Noté las lágrimas en mis ojos, sentía la necesidad de llorar, pero de alegría.
Me corrí escuchando sus palabras repletas de cariño y sin poderme controlar lloré de emoción. Mi cuñada me abrazó con ternura al sentir mi silencioso llanto. No sé cómo lo sabía, quizá lo intuía. Quizá, estaba más necesitada de cariño y amor que de sexo. Quizá me estaba equivocando en mi comportamiento. ¡Joder! Tantos quizás me mareaban, y volví a derramar más lágrimas. Mi hijo entró con una bandeja y tres vasos en ese momento. Se quedó parado al vernos abrazadas de esa manera y guardó silencio. Se lo agradecí.
Pasado el momento de ternura entre las dos. Nos besamos e invitamos a mi hijo a entrar en la bañera con nosotras. Se colocó en medio de las dos, con la espalda apoyada en la bañera. Nos miró, y al vernos la cara no dijo nada. Nos acercó los vasos y bebimos los tres en silencio. La bebida estaba deliciosa. Poco a poco, nos fuimos reponiendo.
─ ¿Las caras que tenéis, son por mi culpa? —peguntó mi hijo tímidamente.
─ No cariño—le acaricié la cara— es que nos ha entrado jabón en los ojos.
─ Entonces ¿lo habéis pasado bien esta tarde?
─ De puta madre—contestó mi cuñada.
─ Ha sido una tarde muy movidita, en mi vida me habían batido el chocho tantos tíos a la vez, sólo tú, hijo—contesté yo.
─ Mira que eres guarra putona—dijo mi cuñada rompiendo a reír.
Mi hijo y yo nos unimos a la risa. Ya éramos las mismas de siempre.
─ No me hagáis reír más, que me meo joder—exclamó la guarra de mi cuñada.
─ ¿Y por qué no nos meamos? —se le ocurrió a mi hijo. Los tres nos miramos muy excitados con la idea.
Mi hijo se puso enfrente de mi cuñada, y tiró de sus piernas hasta pegarla a su cuerpo. Ella le puso las piernas por encima de la cadera; mi hijo la penetró. Ella soltó un gemido.
—Eres una bestia folladora, sobrino. Hasta teniéndola floja se la puedes meter a una mujer ¿vas a hacérmelo así? —mi hijo no decía nada.
Yo me arrimé por detrás de él, los abracé casi a los dos, pegando mi entrepierna a su espalda, y apoyé mi cara. Tras un pequeño esfuerzo, oriné contra él — qué calentito mamá— dijo mi hijo— ¡Ala que cabrón!, me estas meando el chocho hijo puta—exclamó sorprendida mi cuñada, quien también empezó a mearle a su vez. Los tres, abrazados y muy pegados, nos meamos mutuamente, sintiendo un tremendo placer.
─ Te quiero muchísimo, tía—sentí un escalofrío al escucharle—pero estate tranquila, que no estoy enamorado de ti, ni nada de eso, ya tuve suficiente con mamá— suspiré profundamente más tranquila.
─ Así es como debe de ser, querido sobrino. Goza de nuestros cuerpos, aprovéchate de nosotras todo lo que puedas, igual que tu madre y yo nos aprovechamos de tu vigor; ya tendrás tiempo de complicarte la vida. Y si decides hacerlo, búscate una buena chica que te quiera y sé feliz con ella.
─ Pues tendré que buscar mucho, porque la quiero tan putona como vosotras—dijo.
Mi hijo y mi cuñada se separaron y me dejaron sitio; me uní a ellos. Saqué la lengua y los tres nos lengüeteamos un buen rato. Él nos acariciaba el coño, yo fui a agarrarle la polla, pero la guarra de mi cuñada se me había adelantado acariciando el rabo de mi hijo desde la base hasta la punta, así que, le acaricié los gordos huevos.
─ ¿Qué sentís cuando os la meten? —nos preguntó.
─ Pues que te entra una polla—explicó mi cuñada.
─ Espera y lo verás—dije yo saliendo de la bañera.
Se me había ocurrido una idea cojonuda para que mi hijo lo entendiera. Volví a meterme en la bañera trayendo conmigo unos de mis consoladores.
─ Qué buena idea has tenido—dijo mi cuñada.
─ ¿Qué vais a hacer con eso? —preguntó mi hijo lleno de curiosidad.
─ Esto, es para que comprendas lo que sentimos cuando nos metes la polla. No es tan grande como la tuya, pero servirá. Date la vuelta y ponte en cuclillas—le pidió su tía.
─ ¿No irás a meterme eso de golpe? —preguntó un poco asustado poniéndose en cuclillas.
─ No te preocupes hijo, tú te sientas encima y así controlas hasta dónde quieres llegar—dije.
Y empecé a acariciarle la polla, sujetándole el escroto con una mano. Mi hijo levantó el culito y mi cuñada pegó la ventosa del consolador en el fondo de la bañera y lo sujetó con una mano, mientras le guiaba con la otra tanteándole el agujero del culo.
─ Poco a poco, sobrino, no te sientes de golpe, deja que te entre primero la punta, te paras, y según las sensaciones que tengas, te metes más o te quitas.
Él me miró mientras se agachaba. Hizo un gesto de dolor cuando empezó a empujar, pero fue muy breve.
─ Ya tienes la punta dentro. Ahora sube y baja lentamente, fóllatelo con el culo.
─ Perdóname mamá— me dijo—ahora sé lo que sentiste la primera vez—dijo y empezó a subir y a bajar su culito, metiéndose lentamente el consolador dentro —siento placer. Me gusta—su voz era de excitación. Siguió bajando más y más.
─ Joder sobrino, te lo has metido todo—exclamó mi cuñada asombrada.
─ ¿Qué sientes? —le pregunté.
─ Placer, montones de placer—contestó con los ojos cerrados mientras cabalgaba.
─ Podíamos salir de la bañera y tumbarnos en la cama. Ahí te puedo follar con el consolador—dijo mi cuñada y él estuvo de acuerdo.
¡No dejaba de sorprenderme mi hijo! Los tres salimos y nos secamos. Mi hijo y yo nos dimos el lote sobre la cama, mientras mi cuñada se colocaba el arnés con el consolador.
Mi hijo estaba sobre mí, yo le cobijaba entre mis piernas abiertas y su flácido pene estaba dentro de mi vagina. Nos besábamos con lujuria y mi hijo me acariciaba el cuerpo con manos ávidas y expertas. Mi cuñada se aproximó a nosotros; se arrodilló detrás de mi hijo; le ensalivó el esfínter y procedió a penetrarle lentamente. Mi hijo lanzó un gemido cargado de placer. Su tía se echó encima de él y empezó a follárselo despacio, pero a mí me aplastaban los dos con su peso y me quejé.
Cambiamos de postura. Yo me puse de lado; mi hijo por detrás, me alzó una pierna y me la enchufó por el coño y mi cuñada se puso detrás de él; también le alzó una pierna y se la enchufó por el culo. De esa forma, pudimos follar los tres sin molestias, ni aplastamientos.
Lo mejor de todo, fue sentir como se empalmaba mi hijo dentro de mí, a medida que su tía le daba por el culo. Era tanta la excitación, que nada más acabar de endurecerse su polla, tuve un orgasmo delicioso y muy prolongado, porque mi cuñada no paraba de follar a su sobrino, y éste, a mí.
La experiencia de hacerlo los tres a la vez, y de esa forma era cojonuda. Me corrí una segunda vez escuchando a mi cuñada llamarme zorrón. Pero lo mejor de todo, fue sin duda alguna, cuando mi hijo eyaculó dentro de mi coñito ¡Joder que corridón me pegó! Me llenó hasta rebosar. Nunca le había visto tan agotado, ni tan satisfecho y cuando acabó, el pobre se quedó boca arriba sin fuerzas.
Mi cuñada, le sacó la polla de mi vagina.
—Ven que te chupo el polvo, so putón—me dijo lamiéndome el coño.
Yo alcé mis piernas dejando que ella saciara su apetito con el manantial de mi vagina y me corrí una tercera vez con su lengua. Cuando terminó de limpiarme, me quedé grogui sobre la cama, al lado de mi hijo.
─ ¿Y yo qué, es que nadie se va a ocupar de mí? Sois unos hijos de puta—protestó mi cuñada con razón.
─ Pobrecita, tienes toda la razón—dije levantándome rápidamente. La quité el arnés y me lo puse yo con su ayuda.
─ Joder mamá estas de puta madre así—me dijo mi hijo excitado.
─ Si tanto te gusto, ven y chúpame la polla—dije acariciando el consolador. Él se acercó gateando, abrió la boca y empezó a chupar. Como estaba a cuatro patas, mi cuñada le chupó la polla a él por detrás.
─ Te pone cachondo chupar una polla cabrón—comentó mi cuñada. De nuevo mi hijo volvió a sorprenderme.
─ Todo esto es nuevo para mí y me excita muchísimo—dijo él mamando con lujuria el consolador.
─ Pues no sabes lo que te pierdes—le dije—una polla de verdad sabe infinitamente mejor que una de goma. ─Mi cuñada me dio la razón.
─ Ya vale hijo—le aparté con suavidad—Tú, so puta, ven aquí—dije. Agarré un pie de mi cuñada y la arrastré hacia mí.
─ ¡Socorro! —Chilló— ¡Ayúdame sobrino, que tu madre quiere follarme!
Mi hijo la sujetó los brazos mientras yo le separaba las piernas y me metía en medio. Puse la punta de goma contra su vagina y me dejé caer de golpe, penetrándola hasta el fondo.
─ ¡Hija puta! —me insultó. Yo me eché encima de ella y comencé a follarla, dándole besitos tiernos en el cuello.
─ ¡Fóllame!—me susurró en voz baja.
─ No quiero follarte, quiero poseerte—susurré en su oído para que mi hijo no me oyera.
Ella me miró a la cara fijamente y yo la sostuve la mirada sin pestañear. Nos besamos en la boca.
—Hazme tuya—me pidió al separar nuestras bocas.
Me dejé llevar por las sensaciones que me embargaban y le hice el amor a mi cuñada, bajo la atenta mirada de mi hijo, ajeno por completo a los sentimientos de mi cuñada y míos.
Pasamos las tres noches abrazados. Besándonos y Jodiendo como animales. Mi hijo a nosotras, y nosotras a él con el consolador. Aun estando mi hijo presente, También mi cuñada y yo pudimos amarnos en secreto
Mi hijo venía de vez en cuando, trayendo cajas con las cosas de su tía, que yo me encargaba de colocar en el armario de la que iba a ser su habitación; la siguiente a la de mi hijo, por supuesto. No me acosaba con tanta lujuria como al principio, no intentaba nada cuando estábamos solos colocando la ropa de mi cuñada. La muy zorra le tenía seco al pobrecito. Entonces, me acerqué a él y le sobé el paquete mientras le susurraba al oído que por favor me tocara, que me follara. Sé lo cachondo que le pone que yo le suplique y al final, conseguí que me diera por el culo. Pero en sus ojos podía ver lo satisfecho que estaba. Hubo dos días en que mi hijo se quedó a dormir, y yo, me escapé de la cama de su padre en mitad de la noche, para acostarme en su cama, y al menos pasar una o dos horas a su lado, pero muy bien aprovechadas ¡Eso sí!.
¡Cuánto lo extrañaba! Había llegado a un punto, en que necesitaba su cuerpo, su polla, su semen, sus insultos, sus humillaciones. Lo supe mientras follaba con él. Estaba deseando ya que mi cuñada se viniera, porque me entraba ansiedad, si mi hijo no me tocaba. Rezaba en silencio por la noche, para que volviera y me follara.
Al cabo de tres semanas, mi cuñada ¡por fin! vino a casa, y encima, mi marido volvió a salir de viaje, algo que hacía ya con mucha frecuencia todos los fines de semana. Mi hijo, mi cuñada, y yo, nos quedaríamos ¡solos en casa durante tres días!
Esa tarde estábamos en el sofá, mi cuñada acariciándole la polla, mientras se besaban con pasión, yo, completamente desnuda arrimada a él, acariciándole suavemente el pecho. Ninguno prestábamos atención a la tele; de repente, la apagó, apartó un poco a su tía y nos miró muy serio.
─ He hablado con unos amigos zorras, y están como locos por follaros.
Mi cuñada y yo, nos quedamos pálidas. Yo le dije que cómo se había atrevido a hacer algo así, que no podía hablar a sus amigos de nosotras de esa manera.
─ ¡Cállate! Les he dicho que si quieren follarte no tienen más que decírmelo, y que lo harás encantada.
─ ¡Pero sobrino! ¿Te has vuelto loco? ¡Eso es como si nos prostituyeras!
─ De eso nada, porque no pienso cobrarles un euro. Sois mis putas y haréis todo lo que yo diga, ¿entendido?
─ Una cosa es que seamos tus putas durante un calentón y otra muy distinta ofrecernos como si fuéramos una mercancía.
─ ¡No lo hagas, por favor, te lo suplico! —dije
─ ¡Ya está hecho! estarán aquí en una hora, y os vamos a follar entre los cuatro.
Me quedé sin palabras, no podía creer lo que estaba oyendo. Mi cuñada pegada a mí, continuaba con la cara como la nieve. La abracé tratando de darle ánimos. Mi hijo nos había ofrecido a sus amigos adolescentes, para que abusaran de nosotras.
— ¿Qué va pasar?—me preguntó mi cuñada.
— Que ¡nos van a follar a su antojo! —le dije quitando hierro al asunto, la cosa ya no tenía arreglo.
─ Imagínate, cuatro pollas jóvenes y fuertes, para nosotras solas. No es tan desagradable.
─ Nos van a dejar el conejo como un bebedero de patos—comentó mi cuñada y rompimos a reír las dos.
─ Y el ojete no digamos—dije yo, y reímos a carcajada limpia. Hasta se nos saltaron las lágrimas.
Cuando paramos de reír, ambas, nos miramos. Entonces empezó a entrarme calor por dentro. Era una mezcla de excitación y lujuria, las dos nos confesamos estar muy cachondas. Pero a mí, me asustaba la idea; nunca había estado con más de un hombre a la vez, aunque en este caso se tratase de cuatro adolescentes.
─ Bien, ahora os vais a vestir como dos putones, poneos minifalda. Nada de bragas ni sostén. Y una camisa o blusa me da igual, con tal que la llevéis bien desabrochada para que asomen vuestras tetas y poneos zapatos con tacones ¡Daos prisa, putas! —nos ordenó mi hijo.
Nos vestimos como nos había mandado y a mi cuñada se le ocurrió la idea de maquillarnos un poco y pintarnos los labios. Cuando nos miramos al espejo nos vimos espectaculares.
—Ya que somos las putas de tu hijo, lo seremos, pero de lujo— y la verdad es que lo parecíamos.
Nos presentamos en el salón para que nos diera su visto bueno. ¡La hostia puta! Mi hijo se quedó asombrado al vernos. Se acercó y empezó a sobarnos el chocho.
— Estáis buenísimas, parecéis dos putitas de lujo.
Le notaba muy excitado, tanto por nuestras ropas, como por lo que íbamos a hacer. En ese momento llamaron a la puerta. Mi hijo fue a abrir para recibir a sus amigos.
Eran tres, como había prometido, todos adolescentes, altos, guapos y fuertes.
— Son tres yogurines—susurró la guarra de mi cuñada lamiéndose los labios.
Cuando nos vieron así vestidas, se quedaron alucinados. Mirándonos con lujuria en los ojos, y medio babeando por la visión de nuestras piernas y nuestro espectacular escote. Les saludamos. Mi cuñada y yo les dimos dos besos a cada uno, acercando mucho nuestras bocas a sus labios, y pegando nuestros pechos a sus cuerpos. Debieron de empalmarse los tres en ese mismo momento.
Nos sentamos. Yo en el sofá, en medio de dos de ellos, mi cuñada en el sillón, con el otro sentado en un brazo y mi hijo al otro lado. Empezaron a hablar mientras no dejaban de desnudarnos con la mirada con todo el descaro del mundo. Me sentía incómoda, con los dos adolescentes babeando y deseando follarme, mi hijo, disfrutando viendo cómo sufría, en cambio mi cuñada se reía con el tercer joven.
─ ¿Os gustan, chicos?
─ Están buenísimas. Respondió uno de ellos pasando el brazo por mis hombros
─ Cuando les he dicho que veníais a verme, se han vestido así para recibíos, me parece que querían ponerse muy guapas y provocativas para vosotros.
Mi hijo estaba utilizando una serie de mentiras muy obvias, pero que servían para calentar todavía más el ambiente. Uno de ellos puso una mano sobre mi muslo para ver mi reacción.
─ Creo que está nerviosa ─dijo el joven.
─ Es posible, a lo mejor necesita que la animéis un poco, ¿por qué no la sobas las tetas?
Y el que tenía a mi derecha, me sacó las tetas de la camisa y me las empezó a magrear, mientras el de mi izquierda me metía la mano bajo la falda y me acariciaba el coño con la palma de la mano.
─ La cabrona no lleva bragas, y está toda mojada—dijo frotándome el chocho con la mano.
─ Ya os lo dije, son una zorras, y están cachondas porque saben que las vamos a follar hasta reventarlas, ¿verdad chicos?
─ Ya lo creo, dijo el que estaba en el sillón
El que estaba tocándome los pechos, se levantó y colocándose delante de mi cara; se bajó la bragueta y se sacó la polla. Estaba ya bastante empalmado, y su miembro era realmente grande, para ser un chaval.
Me la acercó a la boca y me ordenó que se la chupara. Mi hijo se levantó también y se acercó.
— Ya has oído, sé una buena puta y chúpasela.
Abrí la boca, el chaval me la enchufó y se la chupé. Ahora tenía una polla en la boca y el otro chico que estaba a mi lado me metía mano por todos lados. Mi cuñada le estaba haciendo una mamada al chico que estaba a su lado. Pasamos un buen rato mi cuñada y yo chupándoles las pollas y los huevos, hasta que mi hijo dijo que subiéramos todos al dormitorio. Nada más llegar, ellos empezaron a desnudarse. Mi cuñada se tumbó la primera, yo a su lado.
Cuando vi los cuatro cuerpos jóvenes desnudos, con sus grandes pollas empalmadas y muy duras, empecé a excitarme y gemí de gusto. Mi hijo se acercó y nos besó con pasión en la boca, para que los otros lo vieran bien, después, los demás se fueron acercando poco a poco, para seguir sobándonos, mientras nosotras les acariciábamos sus pollas.
─ Ojalá mi madre estuviera tan buena como la tuya, me la follaría a todas horas—dijo el chaval que me sobaba el chocho.
─ Sí, a mí, me gustaría que la mía fuera igual que ésta, y tan puta—dijo el chaval que metía mano a mi cuñada.
─ Bueno, no os preocupéis, mi madre y mi tía se han ofrecido a ser vuestras putas, cuando queráis follar con ellas no tenéis más que decírmelo o venir aquí directamente, os garantizo que se abrirán de piernas para vosotros, ¿verdad?
Yo asentí entre gemidos, mi cuñada también. Los comentarios de mi hijo les ponían todavía más cachondos, y ya no se cortaban a la hora de llamarnos putas o cosas mucho más fuertes, incluso nos llamaban mamá o mami, para humillarnos más.
Nos desnudaron y se pusieron a nuestro alrededor. Uno de ellos, me abrió las piernas, se montó encima de mí, y me la clavó en el coño, mientras otro me sobaba y me acercaba su polla a la boca para que se la chupara; el pobre chaval que me follaba, estaba tan excitado, que duró muy poco y se corrió en seguida dentro de mí, pero inmediatamente su lugar lo ocupó el otro.
El que se tiraba a mi cuñada tenía más experiencia. Primero se coló entre sus piernas abiertas y se la folló un buen rato. Ahora, ella estaba a cuatro patas y el chaval la daba por el culo. Por la forma en que la insultaba y le sobaba las tetas, adiviné que estaba muy cachondo.
El que me montaba a mí, duraba más de momento, ya llevaba un rato y me había hecho correrme una vez, al poco, decidió cambiar de postura, se tumbó boca arriba y en cuclillas yo me monté encima de él para cabalgarlo, entonces otro se colocó detrás de mí y me penetró el culo.
—Joder que culo tienes so puta—me dijo empujando a buen ritmo —Pues no veas cómo le arde el chocho, me quema la polla—exageró el que estaba debajo de mí.
Ahora me follaban el coño y el culo al mismo tiempo y la boca la tenía siempre llena con alguna lengua. Nunca me había visto en una situación así, follada por mis dos agujeros, y juro que lo estaba disfrutando. Ellos también, por supuesto
─ Cómo se deja dar por culo la muy puta —dijo el que estaba detrás de mí
─ El cornudo de tu marido debería ver cómo te follamos, a lo mejor aprendería algo —dijo el chico que daba por culo a mi cuñada.
— Joder qué chocho tiene me vuelve loco—exclamó entusiasmado el que estaba debajo de mí dando fuertes empujones contra mi coño.
Estuvimos así enchufados mucho rato. Mi cuñada y yo, nos habíamos corrido unas cuantas veces. Pero los chavales seguían dale que te pego. Cuando uno se corría, descansaba, y su lugar era ocupado por otro; siempre rotaban, de manera que los tres nos follaban a la dos a base de bien, pero a mí me empezaba a doler todo el cuerpo.
Decidieron hacer una pausa para fumar y coger unas cervezas de la cocina, mientras nosotras, nos quedábamos tumbadas, gimiendo y recuperándonos. Mi cuerpo reluciente de sudor y saliva adolescente. Mi cuñada se acercó a mí
—Tienes el conejito y el ojetito irritados—me dijo.
Me pasó la lengua arrebañando la lefa que salía por mis dos agujeros irritados.
Uno de ellos entró y nos vio.
— Joder, qué putas sois—Yo le sonreí.
— ¿Os gusta cómo lo estáis pasando? —mi cuñada no dijo nada, porque seguía chupándome.
Se acercó y empezó a volcar su cerveza sobre mi cuerpo.
— Vamos a venir muchas veces por aquí para follaros, hijas de puta —y diciendo esto se echó cerveza en la polla para que se la chupara.
Volvieron todos. Ya recuperados, siguieron follándonos, con fuerza, haciéndonos gritar de placer, hasta que ya no pudieron más. Se habían corrido cada uno dos o tres veces en nuestros cuerpos, y nosotras, habíamos perdido la cuenta de las veces que nos habíamos corrido. Estábamos todos exhaustos, sudando y jadeando. Mi cuñada y yo, teníamos el cuerpo lleno de semen, por dentro y por fuera, y nos dolía todo. Se levantaron y fueron a por más cervezas, nos trajeron una que tuvimos que beber, aunque no nos apeteciera. Les dije que teníamos que ir un momento al baño. Cuando estábamos saliendo de la habitación, uno de ellos me agarró del brazo
─ ¿Vais a mear? —me preguntó excitado
─ Sí, a mear y a ducharnos —contestamos mi cuñada y yo a dúo.
─ Pues hacedlo en el suelo —dijo
De repente, todos se animaron. Entramos en el baño y empezaron a jalearnos para que orinara allí mismo en el suelo. Pero fue mi hijo el que decidió que nos meáramos la una a la otra. Mi cuñada y yo estábamos muy excitadas. Nos pusimos en cuclillas una frente a la otra pero separadas. Yo fui la primera en soltar mi chorro contra el pecho de mi cuñada y ella contra mi estómago. Ellos nos miraban fascinados y lujuriosos, incluso mi hijo, se acercó para ver cómo nos orinábamos mi cuñada y yo.
Entonces uno se acercó y dijo: — Joder tías, yo también quiero mear — y empezó a orinarme encima.
Sorprendida, solté un grito al recibir su chorro, los demás se acercaron y se pusieron también a mearnos, llamándonos cerdas y guarras. Recibimos sus meados en la boca y en el coño, que a mí empezó a escocerme. También me entraron arcadas pero aguanté. Cuando terminaron, nos dejaron bañadas y chorreando sobre un charco de meados. Yo no quería ni moverme y sujeté a mi pobre cuñada para que no se cayera sobre el charco de pis que había a nuestros pies. Uno de ellos se me acercó mirándome sonriente
─ ¿Tú qué quieres? —le pregunté
─ Nunca me corrido en la boca de una tía —dijo.
─ Anda, siéntate ahí —le dije señalando la taza del váter.
Los demás, satisfechos, se fueron a lavar. Mi hijo fue con ellos, supongo que para hacer comentarios sobre nosotras y presumir de paso.
Mi cuñada y yo, nos miramos y sonreímos y nos acercamos contoneándonos hasta el muchacho, que ya casi se había empalmado al ver que las dos nos aproximábamos. Le eché hacia atrás y mi cuñada le alzó las piernas. Agaché la cabeza y empecé a comerle los huevos despacio; lamiéndolos y metiéndomelos en la boca de uno en uno, ascendí besándole la polla hasta llegar a la punta. Mi cuñada, mientras, le lamía el escroto y por debajo de los huevos. Yo le chupé el glande mirándole a la cara, quería ver su reacción.
Cuando mi cuñada llegó con la lengua, al agujero de su culo, el chaval sólo pudo gemir como un cervatillo indefenso. Mi cuñada y yo intercambiamos nuestros puestos. Sólo llevaba un poco lamiéndole el esfínter cuando observé que se le inflamaba la zona del perineo. Estaba a punto de correrse.
Rápidamente ascendí y ayudé a mi cuñada a comerse su polla que inmediatamente empezó a eyacular. Yo me tragué tres buenos chorros de lefa tibia. La zorra de mi cuñada anduvo más lista, se tragó el resto y succionó todo lo que pudo. La aparté, pero el chaval estaba casi seco, insistí y aún le saqué un poco más de lefa a base de darle con la lengua en la rajita del glande y el frenillo. Cuando le solté la polla, el chaval sólo resoplaba, perecía a punto de desmayarse. Como premio le chupé el culo con ansia un poco más.
Mi cuñada y yo, dejamos que recuperara el aliento, mientras, nos acariciábamos los pechos y nos besábamos con lujuria. El chaval nos miraba con los ojos muy abiertos. Mi cuñada le arrimó el chocho para que se lo chupara. Según me dijo, el muchacho lamía como un cachorrillo. Le dije a mi cuñada que se abriera de piernas todo lo que podía y guie la cara del chaval para que le chupara el culo. En muy poco tiempo le arrancó un orgasmo. Al separarle, vi que tenía los labios y la barbilla pringosa de la lefa de sus amigos y se lo lamí. Luego me tocó a mí y pude comprobar lo bien que lamía el chico. También me ayudó mi cuñada para que me chupara el culito. El pobrecillo me hizo correrme dos veces.
─ Escucha, como digas algo de esto, no vuelves más a mi casa —le advertí.
El chico asintió, como un autómata y se fue. Cuando estuvieron listos, dijeron que había sido un placer follar con unas putas como nosotras, dieron las gracias a mi hijo y se fueron.
Mi hijo se acercó.
— Lo habéis hecho muy bien, putitas ¿Os ha gustado?
─ Si cariño, lo he disfrutado muchísimo—dije y mi cuñada lo mismo.
Nos dijo que fuéramos a lavarnos, que el limpiaría la habitación. Antes de meternos en la bañera, saqué unas velas que tenía guardadas para nosotras solas y se las di a mi cuñada. Yo me metí en la bañera, mientras ella las encendía; luego apagó la luz del baño, el ambiente de la docena de velas repartidas alrededor nuestro era muy íntimo.
Mi cuñada entró en la bañera, sentándose enfrente de mí, yo le pasé una toalla para que la utilizara de almohada, como yo y simplemente disfrutamos del momento y nos relajamos. Cuando mi hijo se asomó a vernos, se desnudó rápidamente.
─ Un momento sobrino ¿Dónde crees que vas? —le detuvo mi cuñada.
─ Al baño, con vosotras—dijo sorprendido.
─ Vale, pero antes; prepáranos un té helado, con limón y unas gotas de ginebra—le pidió.
─ Joder, es que ya me he desnudado—se quejó.
─ ¿Y qué? Tu madre y yo, llevamos toda la tarde en pelotas por tu culpa y no hemos protestado ¡Baja ya!—le ordenó.
─ Sois la hostia—protestó.
─ No cariño, somos tus putas y si tú quieres ser nuestro chulo, debes cuidarnos—dijo mi cuñada. Yo no pude más, y me eché a reír.
─ Hay que ser duros con los jovencitos, cuñada, sino, se te suben a las barbas—me dijo.
─ Yo también tuve que pararle los pies y marcarle un límite—dije a mi cuñada que me masajeaba un pie.
─ ¿Y eso?—preguntó y a continuación me lamió las yemas de los deditos.
─ Dijo que me amaba, que quería preñarme —contesté lamiendo yo también sus deditos de los pies.
─ Joder qué fuerte y le cortaste en seco ¿verdad?
─ Sí. Le dije que le amaba, pero como madre, y que si quería una novia, se la buscara.
─ Muy bien dicho. Los jodidos hombres y su sentido de la posesión. No les basta con gozar de ti, no, también quieren tenerte para siempre.
─ Las mujeres cuando nos enamoramos, también somos muy posesivas, incluso más que ellos.
─ Tienes razón, quizá la experiencia de mi matrimonio es la que me ha cerrado al amor.
─ ¿Crees que eres incapaz de amar?
─ A un hombre, desde luego. Eso lo firmo ¡ya!
─ ¿Y a una mujer, serias capaz de amar a una mujer?
─ Sí —la respuesta tan rotunda de ella y su forma de mirarme, me turbaron.
─ ¿Puedo preguntarte, por qué a una mujer si la amarías? Antes has dicho que eres incapaz de amar.
─ Lo he matizado, cariño —su mirada me estaba poniendo muy nerviosa. Me sentía… ¡joder, no sé cómo me sentía! —las mujeres son distintas. Son más románticas —ahí tienes razón—más comprensivas y cuando aman, se entregan del todo.
─ También habrá hombres así—dije
─ ¡Preséntame a uno!
No supe contestarla y guardé silencio. En ese momento ella tiró de mi pie arrastrándome hacia ella. Me colocó mi pierna por encima de sus caderas y la suya, la pasó por debajo de mi pierna. Me apretó contra ella y nuestros sexos se tocaron. Noté una agradable sensación y una oleada de placer que conectaba mis pechos con mi coño. Cuando me empezó a frotar su entrepierna contra la mía, solté un gran gemido. Ella selló mis labios con su boca, metiéndome la lengua y me abandoné a la pasión que recibía.
─ ¿Amas a mi hermano?
─ Ahora mismo no puedo responder a esa pregunta pero seguro que ya no—mi cuñada me besaba el cuello y me daba pequeños mordiscos que me erizaban la piel. Me sentía hechizada. Embrujada por la muestra de cariño y ternura que recibía de ella.
─ Si tú me dejaras, yo podría amarte. Te cubriría de cariño las 24 horas del día. Siempre estarías llena de amor—me susurró.
Ahora se frotaba contra mí, más despacio. Me lo hacía de una manera tan delicada, que parecía que me estaba haciendo el amor, en vez de darme simplemente placer.
─ Estoy un poco confusa, no puedo pensar con claridad. Necesito un tiempo para aclarar mis ideas—dije acariciándola la espalda con ternura.
No dije nada más por miedo. Los sentimientos que me despertaba mi cuñada me asustaban. Ni siquiera sabía que los tenía, pero estaban ahí, dormidos, y sólo era cuestión de que los despertase la persona adecuada. Un escalofrió sacudió mi cuerpo. Mi cuñada me estaba llevando al clímax con tanta ternura, que sentí un nudo en la garganta. Noté las lágrimas en mis ojos, sentía la necesidad de llorar, pero de alegría.
Me corrí escuchando sus palabras repletas de cariño y sin poderme controlar lloré de emoción. Mi cuñada me abrazó con ternura al sentir mi silencioso llanto. No sé cómo lo sabía, quizá lo intuía. Quizá, estaba más necesitada de cariño y amor que de sexo. Quizá me estaba equivocando en mi comportamiento. ¡Joder! Tantos quizás me mareaban, y volví a derramar más lágrimas. Mi hijo entró con una bandeja y tres vasos en ese momento. Se quedó parado al vernos abrazadas de esa manera y guardó silencio. Se lo agradecí.
Pasado el momento de ternura entre las dos. Nos besamos e invitamos a mi hijo a entrar en la bañera con nosotras. Se colocó en medio de las dos, con la espalda apoyada en la bañera. Nos miró, y al vernos la cara no dijo nada. Nos acercó los vasos y bebimos los tres en silencio. La bebida estaba deliciosa. Poco a poco, nos fuimos reponiendo.
─ ¿Las caras que tenéis, son por mi culpa? —peguntó mi hijo tímidamente.
─ No cariño—le acaricié la cara— es que nos ha entrado jabón en los ojos.
─ Entonces ¿lo habéis pasado bien esta tarde?
─ De puta madre—contestó mi cuñada.
─ Ha sido una tarde muy movidita, en mi vida me habían batido el chocho tantos tíos a la vez, sólo tú, hijo—contesté yo.
─ Mira que eres guarra putona—dijo mi cuñada rompiendo a reír.
Mi hijo y yo nos unimos a la risa. Ya éramos las mismas de siempre.
─ No me hagáis reír más, que me meo joder—exclamó la guarra de mi cuñada.
─ ¿Y por qué no nos meamos? —se le ocurrió a mi hijo. Los tres nos miramos muy excitados con la idea.
Mi hijo se puso enfrente de mi cuñada, y tiró de sus piernas hasta pegarla a su cuerpo. Ella le puso las piernas por encima de la cadera; mi hijo la penetró. Ella soltó un gemido.
—Eres una bestia folladora, sobrino. Hasta teniéndola floja se la puedes meter a una mujer ¿vas a hacérmelo así? —mi hijo no decía nada.
Yo me arrimé por detrás de él, los abracé casi a los dos, pegando mi entrepierna a su espalda, y apoyé mi cara. Tras un pequeño esfuerzo, oriné contra él — qué calentito mamá— dijo mi hijo— ¡Ala que cabrón!, me estas meando el chocho hijo puta—exclamó sorprendida mi cuñada, quien también empezó a mearle a su vez. Los tres, abrazados y muy pegados, nos meamos mutuamente, sintiendo un tremendo placer.
─ Te quiero muchísimo, tía—sentí un escalofrío al escucharle—pero estate tranquila, que no estoy enamorado de ti, ni nada de eso, ya tuve suficiente con mamá— suspiré profundamente más tranquila.
─ Así es como debe de ser, querido sobrino. Goza de nuestros cuerpos, aprovéchate de nosotras todo lo que puedas, igual que tu madre y yo nos aprovechamos de tu vigor; ya tendrás tiempo de complicarte la vida. Y si decides hacerlo, búscate una buena chica que te quiera y sé feliz con ella.
─ Pues tendré que buscar mucho, porque la quiero tan putona como vosotras—dijo.
Mi hijo y mi cuñada se separaron y me dejaron sitio; me uní a ellos. Saqué la lengua y los tres nos lengüeteamos un buen rato. Él nos acariciaba el coño, yo fui a agarrarle la polla, pero la guarra de mi cuñada se me había adelantado acariciando el rabo de mi hijo desde la base hasta la punta, así que, le acaricié los gordos huevos.
─ ¿Qué sentís cuando os la meten? —nos preguntó.
─ Pues que te entra una polla—explicó mi cuñada.
─ Espera y lo verás—dije yo saliendo de la bañera.
Se me había ocurrido una idea cojonuda para que mi hijo lo entendiera. Volví a meterme en la bañera trayendo conmigo unos de mis consoladores.
─ Qué buena idea has tenido—dijo mi cuñada.
─ ¿Qué vais a hacer con eso? —preguntó mi hijo lleno de curiosidad.
─ Esto, es para que comprendas lo que sentimos cuando nos metes la polla. No es tan grande como la tuya, pero servirá. Date la vuelta y ponte en cuclillas—le pidió su tía.
─ ¿No irás a meterme eso de golpe? —preguntó un poco asustado poniéndose en cuclillas.
─ No te preocupes hijo, tú te sientas encima y así controlas hasta dónde quieres llegar—dije.
Y empecé a acariciarle la polla, sujetándole el escroto con una mano. Mi hijo levantó el culito y mi cuñada pegó la ventosa del consolador en el fondo de la bañera y lo sujetó con una mano, mientras le guiaba con la otra tanteándole el agujero del culo.
─ Poco a poco, sobrino, no te sientes de golpe, deja que te entre primero la punta, te paras, y según las sensaciones que tengas, te metes más o te quitas.
Él me miró mientras se agachaba. Hizo un gesto de dolor cuando empezó a empujar, pero fue muy breve.
─ Ya tienes la punta dentro. Ahora sube y baja lentamente, fóllatelo con el culo.
─ Perdóname mamá— me dijo—ahora sé lo que sentiste la primera vez—dijo y empezó a subir y a bajar su culito, metiéndose lentamente el consolador dentro —siento placer. Me gusta—su voz era de excitación. Siguió bajando más y más.
─ Joder sobrino, te lo has metido todo—exclamó mi cuñada asombrada.
─ ¿Qué sientes? —le pregunté.
─ Placer, montones de placer—contestó con los ojos cerrados mientras cabalgaba.
─ Podíamos salir de la bañera y tumbarnos en la cama. Ahí te puedo follar con el consolador—dijo mi cuñada y él estuvo de acuerdo.
¡No dejaba de sorprenderme mi hijo! Los tres salimos y nos secamos. Mi hijo y yo nos dimos el lote sobre la cama, mientras mi cuñada se colocaba el arnés con el consolador.
Mi hijo estaba sobre mí, yo le cobijaba entre mis piernas abiertas y su flácido pene estaba dentro de mi vagina. Nos besábamos con lujuria y mi hijo me acariciaba el cuerpo con manos ávidas y expertas. Mi cuñada se aproximó a nosotros; se arrodilló detrás de mi hijo; le ensalivó el esfínter y procedió a penetrarle lentamente. Mi hijo lanzó un gemido cargado de placer. Su tía se echó encima de él y empezó a follárselo despacio, pero a mí me aplastaban los dos con su peso y me quejé.
Cambiamos de postura. Yo me puse de lado; mi hijo por detrás, me alzó una pierna y me la enchufó por el coño y mi cuñada se puso detrás de él; también le alzó una pierna y se la enchufó por el culo. De esa forma, pudimos follar los tres sin molestias, ni aplastamientos.
Lo mejor de todo, fue sentir como se empalmaba mi hijo dentro de mí, a medida que su tía le daba por el culo. Era tanta la excitación, que nada más acabar de endurecerse su polla, tuve un orgasmo delicioso y muy prolongado, porque mi cuñada no paraba de follar a su sobrino, y éste, a mí.
La experiencia de hacerlo los tres a la vez, y de esa forma era cojonuda. Me corrí una segunda vez escuchando a mi cuñada llamarme zorrón. Pero lo mejor de todo, fue sin duda alguna, cuando mi hijo eyaculó dentro de mi coñito ¡Joder que corridón me pegó! Me llenó hasta rebosar. Nunca le había visto tan agotado, ni tan satisfecho y cuando acabó, el pobre se quedó boca arriba sin fuerzas.
Mi cuñada, le sacó la polla de mi vagina.
—Ven que te chupo el polvo, so putón—me dijo lamiéndome el coño.
Yo alcé mis piernas dejando que ella saciara su apetito con el manantial de mi vagina y me corrí una tercera vez con su lengua. Cuando terminó de limpiarme, me quedé grogui sobre la cama, al lado de mi hijo.
─ ¿Y yo qué, es que nadie se va a ocupar de mí? Sois unos hijos de puta—protestó mi cuñada con razón.
─ Pobrecita, tienes toda la razón—dije levantándome rápidamente. La quité el arnés y me lo puse yo con su ayuda.
─ Joder mamá estas de puta madre así—me dijo mi hijo excitado.
─ Si tanto te gusto, ven y chúpame la polla—dije acariciando el consolador. Él se acercó gateando, abrió la boca y empezó a chupar. Como estaba a cuatro patas, mi cuñada le chupó la polla a él por detrás.
─ Te pone cachondo chupar una polla cabrón—comentó mi cuñada. De nuevo mi hijo volvió a sorprenderme.
─ Todo esto es nuevo para mí y me excita muchísimo—dijo él mamando con lujuria el consolador.
─ Pues no sabes lo que te pierdes—le dije—una polla de verdad sabe infinitamente mejor que una de goma. ─Mi cuñada me dio la razón.
─ Ya vale hijo—le aparté con suavidad—Tú, so puta, ven aquí—dije. Agarré un pie de mi cuñada y la arrastré hacia mí.
─ ¡Socorro! —Chilló— ¡Ayúdame sobrino, que tu madre quiere follarme!
Mi hijo la sujetó los brazos mientras yo le separaba las piernas y me metía en medio. Puse la punta de goma contra su vagina y me dejé caer de golpe, penetrándola hasta el fondo.
─ ¡Hija puta! —me insultó. Yo me eché encima de ella y comencé a follarla, dándole besitos tiernos en el cuello.
─ ¡Fóllame!—me susurró en voz baja.
─ No quiero follarte, quiero poseerte—susurré en su oído para que mi hijo no me oyera.
Ella me miró a la cara fijamente y yo la sostuve la mirada sin pestañear. Nos besamos en la boca.
—Hazme tuya—me pidió al separar nuestras bocas.
Me dejé llevar por las sensaciones que me embargaban y le hice el amor a mi cuñada, bajo la atenta mirada de mi hijo, ajeno por completo a los sentimientos de mi cuñada y míos.
Pasamos las tres noches abrazados. Besándonos y Jodiendo como animales. Mi hijo a nosotras, y nosotras a él con el consolador. Aun estando mi hijo presente, También mi cuñada y yo pudimos amarnos en secreto
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