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Arroz con leche (XII)




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Y como mencioné, a la mañana siguiente, debíamos dar un espectáculo particular: mientras que yo abrazaba, como era de costumbre, a Pamela por la cintura, afirmándome de sus pechos, tenía a Marisol muy acaramelada, abrazándome por la espalda, enterrándome los suyos, por los que parecíamos un tren o un sándwich, conmigo al medio.

*¡Ostias, no, Marco! ¡No vayas a trabajar hoy!-replicó melindrosa mi española compañera, volteándose a medio dormir para besarme en los labios, cuando escuchó mi despertador.

+¡No, si no es eso!- Le respondió mi Ruiseñor, riéndose.- ¡Es que hoy es sábadoy él se despierta temprano para hacer otras cosas!

Pamela se sobresaltó al escuchar a su prima y sus temerosas aceitunas ganaron su viveza habitual al ver al rostro de Marisol besando el mío.

+¡Mi amor, enséñale por favor por qué me despiertas tan temprano los sábados!

-¡Encantado!- respondí y descendí entre las sábanas.

*¡Espera, so guarro! ¿Qué vas a hacer?...¡Nooo!... ¡Ostias, carajos, Marco!... ¡Saca la lengua de mi coño, animal!

Pero a pesar que protestaba y al principio me empujaba y pateaba, poco a poco fue cediendo y dejándome hacer.

Fue entonces que escuché la suave voz de Marisol:

+¡Prima, por eso no quiero que te cases!- le confesó en un tono lastimero.-Porque de verdad, te ves súper linda así y no me gustaría saber que andas con otro que no te trata bien.

* ¡Pero, coño, Mari!... ¡Que no soy guarra!

Marisol volvió a reír:

+¡Sí, lo sé!- respondió con ternura.- Pero me gusta mucho verte así, feliz… y de verdad que no te entiendo por qué quieres casarte con otro.

Y lo que siguió, fue bastante excitante por lo que pude escuchar: porque a medida que comía la entrepierna depilada de Pamela, Marisol aprovechó el goce de su prima para probar sus labios, a tal punto, que empezó a envolverme en su entrepierna y a medio menearse en mi pelo, con intenciones de montar a su prima.

* ¡Ostias, Mari… que entre tú y el guarro de tu marido… me van a volver loca!- le respondió la candente española, más receptiva a los embates de mi mujer.

+¡Es que eres linda y me gustó mucho verte con él!- le escuché decir, con ese tono tan maternal y tierno de mi esposa.- Porque tú siempre me contabas de las cosas que hacías con otros… lo mucho que lo disfrutabas… ¡Y me molestaba mucho que no me creyeras las cosas ricas que me hacía él!

Lo último, lo destacó como un reproche.

*¡Sí, Mari!... ¡Carajos!... ¡Pero entiéndeme, mujer!… ¡Que es tu marido… y el papá de tus nenas!… ¿Cómo queréis que…?

Pero su pregunta quedó inconclusa, porque le estaba metiendo un par de dedos, a medida que le succionaba fervorosamente su botoncillo rosado.

+Pero si eso no te entiendo.- prosiguió mi esposa, aprovechando el silencio de su prima.- Porque si tú lo quieres y él te quiere a ti, no hay problemas… y de verdad, te prometo que él es lindo. Que no va a dejar que las peques piensen cosas raras… y que si tú quieres tener un bebé, pues, él te lo cuidará… y tratará bien… entonces, no entiendo por qué quieres casarte con otro.

Pero el éxtasis que embargó a Pamela fue sorprendente. Porque cuando mencionó sobre el embarazo, sus piernas se contrajeron y un gran orgasmo manó desde ella, con una gran cantidad de flujo que empapó mi rostro.

Proseguí mi labor por casi una hora, ya que amanecía y a las 7, infaltable, debía dar de comer a mis hijas.

Cuando salí de debajo de las sábanas, el rostro de Pamela era diáfano: una sonrisa de niña complacida y relajada, mostrándose perfecta y sin vergüenza ante mí, aunque no esperaba verla descubierta de pechos, con la mano de mi cónyuge aun afirmándose del moreno pezón.

- ¡Las niñas!- le dije a mi Ruiseñor.
+ ¡Sí sé! ¡Anda tranquilo, que yo la mantengo entretenida!

Y eché a andar el hervidor y preparé la leche, sintiendo otra vez el bastón entre mis piernas. No era la primera vez que me pasaba en un sábado y mientras esperaba, aproveché de ajustarme el pantalón, de manera tal que no pudiera apreciarse cuando llevase el desayuno a mis princesas.

Una vez que sus biberones estaban en los labios de sus respectivas dueñas, volví a zancadas a la cama y el espectáculo que me perdí, debió ser uno de los más interesantes, puesto que aparte de encontrar a Marisol también desnuda de pechos, las entrepiernas de ambas primas habían logrado enlazarse entre ellas de tal manera, que sus soberbios traseritos quedaban expuestos y sus lindos muslos luchaban por compensar el placer que un hombre brinda a una mujer.

*¡Que no es lo que piensas, guarro!- rezongó la“Amazona española”, en tan comprometida posición.- Que solo conversábamos con Mari de lo rico que comes los coñitos y de las ganas que teníamos de sentir tu polla, ¡Es todo!

Pero aparte de no creerle por la forma de actuar, también estaba la sonrisa de Marisol la que acusaba complicidad.

Fue entonces que mi mujer, avanzando de forma gatuna sobre la cama, se acercó a mi pantalón y descubrió el secreto que ocultaba.

*¡Hala, tío! ¿Cómo podéis caminar con semejante palote en el pantalón?

Marisol le sonreía con orgullo.

+ Si te digo que él es súper lindo.- y volviéndose a mí, me pidió con tierna voz.-¡Venga, mi amor, para que le cuidemos su cosita entre las 2!

Y mientras me acostaba entre ellas, me sentía flotar en una nube.

*¡Ostias, Mari! ¿Cómo se le pone así de dura?-preguntaba Pamela, mientras veía a su prima deslizar la lengua de base a punta sobre mi falo.

+¡No lo sé!... ¡Y tú, no me creías!- Aprovechaba Marisol para sacarle en cara.-Pero dime la verdad… ¿Sí o no que te dan ganas de comérsela?

* ¡Carajos, Mari!... es que… ¿Cómo podéis decir que no, tía, si sabéis lo rico que coge?- preguntó, coronando mi falo con sus labios, en una suave mordida.

+¿Cierto, sí?... por eso, me lo desayuno todos los días.- le explicó mi mujer, empezando a masturbarse lentamente, mientras se ocupaba de la base.

Pero Pamela iba a su propio ritmo, mordiendo y lamiendo mi vara por un costado, mientras que mi esposa succionaba uno de mis testículos.

*¡Ostias, Mari!... ¡Que Juan no tiene los huevos tan grandes como él!
+¿Te gustan?- le preguntó en un tono juguetón y lleno de orgullo.- porque están rellenos de juguito… y me han dado ya 3 hijos.

Las 2 me lamían impetuosas, como si la tuviese untada en miel y el gozo que sentía era lo más cercano a una experiencia religiosa.

Y al parecer, el placer sobrepasó demasiado a Pamela, quien mientras se montaba sobre mi pierna, eventualmente se irguió, se llevó el índice a la boca y mirándome de manera muy sensual, exclamó:

*¿Mari, me dejáis cogérmelo un poquito? Que sus lamidas me han puesto muy arrecha… y mi chochito demanda polla.

Mi esposa y yo nos reímos, porque su tono salió entre infantil, mimado y coqueto.

+¡Claro!, si de verdad, no me importa, ¿Cierto, mi amor?

Y recién, sentí que se acordaba de mí.

- ¡Está bien, pero yo quiero comerte a ti, eso sí!

Marisol enrojeció al instante…

+Pero… ¿Cómo me pides eso?

- ¿Cómo que no?- rebatí.- ¿Acaso tengo que aguantarme otra semana entera sin probarte?

Pero mi Ruiseñor miraba complicada a su prima.

+Pero… yo quiero verla… ¡De verdad, quiero verla!

- Y yo, quiero comerte.- proseguí intransigente.-Tienes que encontrarme en la mitad.

Marisol proseguía indecisa…

+¿No quieres demostrarle a Pamela lo mucho que disfrutas cuando te como la conchita?

Eso tornó la mirada de mi cónyuge en un volcán de lujuria, placer y malicia.

+¡Yo no sé por qué me haces hacer esto!- refunfuñó mi mujer de forma fingida, mientras se sentaba en mi pecho.- De verdad, que quería mirarla…

Pero con solo tener ese manjar a la vista, mi cuerpo reaccionó…

*¡Ostias, Mari, que le ha crecido más!- exclamó Pamela, que también se preparaba. Y explorándola con una mano, señaló- ¡Y está más dura que antes!

Una vez más, las enrojecidas mejillas de mi mujer eran coronadas por sus tímidas esmeraldas, sin poder comprender cómo me puede encender tanto.

Y permanecimos indecisos por un par de segundos, a medida que Pamela se acomodaba mi falo.

*¡Jooooolines, Mari! ¿Así te coge? A mí, nunca me había dejado así de rellena.

Marisol, apoyando sus manos en el respaldo de la cama, me miró un poco seria.

+¡No me muerdas tanto!- demandó ruborizada, para no enloquecer más frente a su prima.

]Y empezamos el lento vaivén, con Pamela llevando el ritmo.

*¡Carajos, Mari! ¡Carajos! ¡Que este cabrón me abre!- decía Pamela, meneándose con mayor consistencia.

+ ¡Más lento! ¡Más lento, mi amor! ¡No chupes tanto!- pedía Marisol, empezando a humedecer los labios de su boca, tras sus constantes mordidas.

Pero yo estaba goloso por ella y la abrazaba por sus posaderas, para degustar ese delicioso manjar a mis anchas.

* ¡Sí, Mari! ¡Sí! ¡Qué polla te gastas, cabrón!¡Qué rica la tienes!- comentaba Pamela, disfrutando a su propio ritmo.

Sin embargo,yo disfrutaba más de la indefensa Marisol…

+¡No… mi amor! ¡No me metas… dedos en la colita!... ¡No, por favor!... ¡No me muerdas la pepita!... ¡No! ¡No! ¡Espera!

Y estábamos llevando un ritmo tremendo: la cama crujía por el vaivén desbocado de Pamela y el respaldo crujía por el constante agarre de mi esposa, que en vano intentaba ahogarme con su sexo en la cara.

Hasta que, eventualmente, Pamela clamó a los 4 vientos:

* ¡Joooolines! ¿Qué es esto?

Se pausó por completo y en señal de sorpresa. Marisol le vio por encima de su hombro, aunque yo sabía qué le pasaba.

Se meneó una vez más y lo sintió de nuevo. Otra vez y sintió lo mismo. Una vez más y el mismo resultado.

*¡Ostias, Marco! ¿Qué me estáis tocando?

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Tras mucho conversarlo con Marisol, está convencida que me ha crecido un poco. Según sus argumentos, ahora, cada vez que lo hacemos, rozo los labios de su útero y los prenso, haciendo que se corra en sobremanera.

Ella cree que, tras tantas experiencias e intrusiones, “se me ha alargado” y ahora, la alcanzo con mayor facilidad, mientras que antes, rara vez lo experimentaba.

Sin embargo, yo no comparto esa teoría. Para mí, esto ha sido producto del “desgaste natural” de nuestros cuerpos: Marisol y yo nos hemos acoplado tantas veces, que ahora llego más adentro y que ahora ella, al recibirla completamente entera en su interior, puede sentirme rozar sus labios uterinos.

Curiosamente, la única evidencia que tiene Marisol al respecto es sobre la medida que la misma Pamela registró de mi falo erecto (18 cm.) 4 años atrás, una noche que toda mi familia política se puso de acuerdo para calentarme, en comparación de los 19.2 cm que registró mi uróloga Debbie, en Adelaide, con “propósitos netamente investigativos”.

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Como fuese, la sensación puso a Pamela extremadamente melosa.

* ¡Ostias, cariño! ¡Tu polla me encanta! ¡Me toca tan rico!- comentó, mientras empezaba a disfrutarlo.

Pero si a ella le gustaba aquello, se llevaría un placer mayor al sentirme después.

+¡No… mi amor!... ¡No me lamas así!... ¡Nooo!... ¡Por favor!... ¡Déjame en paz la colita!- suplicaba mi esposa, manoteando en vano al intruso que se colaba por su retaguardia.

* ¡La tienes… caliente… pichón!... ¡Qué verga…cariño!... ¡Qué verga!- exclamaba la amazona, completamente alborotada, rebotando y absorbiéndome de una forma despampanante.

+¡No, mi vida!... ¡No me comas tan rico!... ¡Por favor!... ¡Por favor, déjame tranquila la colita!... ¡No! ¡No muevas así tus dedos!... ¡Por favor!- clamaba mi esposa en un tono desesperado.

Y eventualmente, no pude evitarlo. A pesar de mis restricciones, quería sentir el tesoro de mi esposa y a la vez, el vientre de mi amada Pamela y así,  soltando una de mis manos y posándola sobre el muslo sudoroso y suculento de nuestra visitante madrileña, enfilamos hacia el orgasmo.

* ¡Marco, estás tan adentro! ¡Estás tan adentro!¡Sí, mi amor! ¡Sí, mi amor! ¡Me vas a preñaaaaaar! ¡Ahhhh!

+¡Ay, mi vida! ¡Ay, mi vida! ¡Qué rico! ¡Qué rico! ¡Ya voy a llegar! ¡Ahhhhh!

Al final, los 3 acabamos de forma descompasada. Sentí que me desintegraba por completo, a medida que eyaculaba. El agotamiento fue tal, que Marisol colapsó hacia un costado y Pamela hizo lo suyo, en torno a mis costillas.

Luego de unos minutos tras descifrar dónde terminaba uno y comenzaba el otro, me empecé a arreglar.

-¡Bueno, mi vida, tenemos que levantarnos!- dije, restregándome y relamiéndome los fluidos de mi cónyuge, contemplándola perfecta y desmadejada sobre la cama, con un rostro de mucha tranquilidad.- ¡Tenemos visitas y tengo que ir a comprar!

Y luego, contemplé a Pamela, que trataba de recuperar sus sentidos.

- ¡Pamela, tu trasero se ve tan rico, que te llevaría para hacértelo en la ducha!

A lo que ella, por supuesto, protestó…

* ¡Ostias, cariño! Dame un respiro, ¿Sí?... que ha sido mi mejor cogida en toda la vida.

Y tras eso, me di una ducha bien helada.


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1 comentarios - Arroz con leche (XII)

pepeluchelopez +1
Muuuy bueno esas experiencias son las que mejor sentido dan a la vida y el amor
metalchono +1
Tienes razón... pero tú, que me puedes comprender mejor, llegué a un punto que estoy feliz con Marisol. De verdad amo a Pamela, pero sigo teniendo la fe que ella encontrará a alguien que le haga sentir más amor que conmigo. Pienso que algún día, le avisará contenta a mi Ruiseñor y será capaz de verme a la cara, sin pensar nada más, entusiasmada y que no habrá segundas intenciones ni juegos deshonestos. Al menos, en eso creo. Saludos, amigo y sigue andando.
pepeluchelopez
@metalchono te contaré algo por mensaje, en efecto llega el día que así pasa. Ya cuando te escriba sabras por que, saludos y un abrazo