- Cómo?! Todavía no estás lista?! Apurate, tengo un paciente esperando.
Carina corrió por el iluminado corredor opuesto a la escalera que había descendido y hacia la voz que la llamaba impaciente. En esta ocasión la figura de cabellos oscuros de la Señora la estaba esperando al final del corredor vestida con un ambo de cirugía verde cubierto por un guardapolvos blanco totalmente desabotonado y con las mangas arremangadas hasta los codos, los brazos cruzados y uno de los zapatos de taco aguja marcando el ritmo contra el piso.
- Por favor discúlpeme, Señora - se apuró a pedir Carina.
- A partir de ahora te dirigís a mí como Dra. Sabrina o simplemente Doctora.
- Discúlpeme por favor Dra. Sabrina.
- Como estudiante y asistente te voy a exigir los más altos niveles de disciplina Dra. Carina. Es una gran falta de responsabilidad llegar a la Clínica tan tarde. Ahora cambiate.
- Le pido perdón Dra. Sabrina, ya mismo me cambio.
Rápidamente Carina tomó su ambo de cirugía verde y se cambió, dejando insinuar al igual que la Dra. Sabrina su generoso escote. También se puso un par de zapatos blancos de taco aguja como los que llevaba puestos la Dra. Sabrina. Ambas eran el fino reflejo de la otra, excepto por el impecable guardapolvos blanco de la Dra. Sabrina.
- Así estás mucho mejor, ahora vamos, tengo al paciente listo para el tratamiento.
Carina se acomodó el ambo de cirugía y siguió a la Dra. Sabrina hacia la puerta, que tenía una placa de bronce que decía: "Clínica para Terapias Correctivas - Jefa de Servicio: Dra. Sabrina - Especialista". "Por favor", pensó Carina, "en qué extraña nueva aventura me estoy embarcando!".
Carina siguió a la Dra. Sabrina a la Clínica. Lo primero que la sorprendió fue el aroma dulzón y casi pegajoso; ése típico aroma clínico que Carina recordaba de las visitas a los hospitales, una mezcla de perfumina y desinfectante. Lo segundo que sacudió a Carina fue la potente iluminación que la deslumbró. Finalmente los brillantes implementos médicos deslumbraron a Carina. Había un gabinete lleno de insumos médicos, recipientes de acero inoxidable, botellas con líquidos esterilizantes, rollos de gasa e impecables toallas blancas.
Era una habitación no muy grande en la que predominaba una camilla sobre el blanco y negro de los mosaicos del piso y sobre ella el paciente de la Dra. Sabrina. El cuerpo del paciente estaba cubierto por una sábana de cirugía blanca y tenía las piernas abiertas y apoyadas en unos estribos ginecológicos, de modo que los genitales estaban expuestos y listos para la revisación. Estaba atado a la camilla con cintas de sujección de cuero blancas. Tenía la cabeza bendada, a excepción de los ojos y la boca, que tenía un abridor de boca metálico muy intimidatorio.
- Tiene suerte Sr. Durán, hoy me va a acompañar una Residente, la Dra. Carina. Ella va a ser mi asistente en los procedimientos. Está estudiando para conseguir su diploma y quiero capacitarla en algunos de los tratamientos correctivos que son mi especialidad. Aunque la Doctora todavía no haya terminado su especialidad debe tratarla con el mismo respeto que me tiene a mi.
- Nnnnggg - gruñó el paciente, con la boca tan estirada por el abridor que no podría haber pronunciado nada más. "Supongo", consideró Carina, "que si se hubiera opuesto a ser tratado por una Residente no hubiera podido hacer demasiado al respecto".
- Ahora... sabe por qué está aquí Sr. Durán? Su esposa lo trajo a la Clínica por conducta insatisfactoria, no es así? Algunas de sus reacciones con su esposa no han sido suficientemente sumisas, o no? Me dice su esposa que lo notó sexualmente excitado mientras ella lo castigaba, es verdad éso Sr. Durán?
- Shhiigggg...
La Dra. Sabrina se dirigió a Carina y empezó a conversar en un tono profesional como la Jefa de Servicio consultando con su colega, discutiendo sobre el paciente como si él no estuviera allí.
- Este es el típico caso que internan en mi Clínica, Dra. Carina. Muchos hombres carecen de autocontrol. A veces es necesario castigarlos, y cuando no responden al castigo, las esposas los internan aquí para que reciban un tratamiento correctivo más extremo. Como este paciente - dijo señalando al hombre en la camilla - que tuvo erecciones sin la autorización de su esposa. Totalmente inaceptable. Fue internado para que encontremos el origen de su problema. En la Clínica revisamos su respuesta a diferentes estímulos y tratamos de corregir su conducta.
- Sí Doctora. La comprendo perfectamente - respondió Carina.
- Lo primero que debe hacer Doctora es revisar la historia clínica del paciente. Debe haber un formulario de consentimiento por acá... - dijo la Dra. Sabrina.
Carina abrió la carpeta. El primer documento era un formulario. Lo leyó: "Yo, Tomás Durán, acepto cualquier tipo de tratamiento de la Clínica para Terapias Correctivas, no importa cuán invasivos resulten, y reconozco que dichos tratamientos son necesarios para modificar mi inapropiada conducta." Al final había una firma.
- Sí, esto está en órden Dra. Sabrina, aquí está el formulario de consentimiento firmado.
- Excelente! Entonces podemos proceder. Mientras yo preparo y esterilizo el instrumental, empezá a preparar al paciente. Limpiale bien la boca y rasurale los testículos y el ano hasta que quede bien suave y limpio. Vas a encontrar todo lo que necesites en los armarios - dijo la Dra. Sabrina señalando - está claro Dra. Carina?
- Por supuesto Doctora.
Como se le indicó, Carina se puso un par de guantes de látex y empezó por tomar un poco de algodón con unas largas pinzas y humedecerlo con enjuague bucal. Al principio le pareció un poco extraño pero Carina pronto se concentró en sus tareas empujando el algodón cuidadosamente dentro de la boca del paciente a través del abridor de boca metálico, frotando el interior de las mejillas y la lengua. Ella no pudo evitar inclinarse sobre la cabeza del Sr. Durán mientras hacía su trabajo y era totalmente consciente de que le dejaba su escote a la vista, y sus pechos sobre el rostro del paciente. "Esta teniendo una vista privilegiada" pensó Carina mientras sentía cómo sus pechos se balanceaban mientras limpiaba la lengua de su paciente con el algodón. Karina observó y notó que la visión de sus pechos estaban excitando al hombre; su pene estaba teniendo una erección.
- Doctora, creo que el paciente tiene un problema - dijo Carina, pensando en llamar la atención sobre la conducta del Sr. Durán.
- Bien hecho Dra. Carina, buena observación! Hizo bien en informarme. Ya vé las complicaciones que tenemos con algunos pacientes - miró al paciente y le advirtió - Sr. Durán, puede ver el problema? La Dra. Carina es una profesional. Usted cree que estamos acá para su satisfacción sexual?!
- Nnnnooghhh...
- Usted sabe que no debe excitarse mientras lo revisamos, es totalmente inacpetable! Ya veo por qué lo internó su esposa. Es una conducta incorregible.
La Dra. Sabrina se dirigió hacia una de las bandejas llenas de brillante instrumental médico que había estado preparando y levantó algo. Cuando volvió al lado del paciente Carina la miró espantada. La Dra. Sabrina sostenía una Rueda de Wartenberg, un instrumento de acero quirúrgico con pequeñas agujas afiladas alrededor de una rueda.
- Vamos a usar este instrumental - dijo la Dra. Sabrina - Dra. Carina, observe.
Le exhibió el instrumento a Carina que cuidadosamente observó las afiladas puntas. "Por favor!", pensó Carina, "si se ven así de afiladas, no quiero imaginarme cómo deben sentirse en un lugar tan sensible como el pene". La Dra. Sabrina se inclinó sobre el paciente y clavó las puntas en el pene erecto haciendo girar la rueda a lo largo del tronco del pene.
- Nnnnnggggg... - gimió el paciente.
Carina sintió como si se le llenaran los ojos de lágrimas por el paciente mientras la Dra. Sabrina recorría la punta del pene y a través del pequeño orificio.
- Nnnnngggg.....
- Doctora, debería practicar este tratamiento. Proceda - dijo la Dra. Sabrina, entregándole el implemento de acero quirúrgico a Carina.
Carina tomó el instrumento en sus manos y repitió lo que le había visto hacer a la Dra. Sabrina, apretando los clavos de la rueda a lo largo del tronco del pene. La erección no cedía.
- Este paciente necesita que presione con más fuerza - recomendó la Dra. Sabrina - es un caso de extrema gravedad. No tenga piedad.
Carina hizo lo que le dijeron y clavó la rueda de acero quirúrgico profundamente en el tronco del pene del paciente.
- Aaaaggghhhhh....
- Sí, mucho mejor - dijo la Dra. Sabrina.
Carina deslizó la rueda hasta la punta del pene y presionó con fuerza yendo hacia adelante y hacia atrás a lo largo de las partes más sensibles del miembro. El cuerpo del paciente se sacudió con el dolor pero las cintas de sujección lo mantuvieron atado a la camilla. El procedimiento obtuvo el resultado deseado y el pene del paciente empezó a aflojarse.
- Bien hecho Dra. Carina, así está mucho mejor. Ya puede proceder a rasurarlo así yo comienzo con el tratamiento.
Carina se dedicó a rasurar el vello alrededor del pene del paciente. Aplicó espuma en aerosol sobre pene y testículos. Luego, con cuidada concentración, trabajó con la navaja recorriendo suavemente alrededor de la base del pene, por los testículos y a ambos lados del pliegue del trasero, lavándola cada tanto con agua tibia para quitar los restos de espuma y vello. Cuando terminó se dedicó a contemplar el resultado de su trabajo. Acarició con sus dedos cubiertos por los guantes de látex la suave piel. La Dra. Sabrina se unió, acariciando con su mano enguantada los testículos del paciente para comprobar qué suave había quedado la piel y qué bien había hecho el trabajo Carina. Finalmente, agarró el suave pene entre sus manos enguantadas.
- Buen trabajo Doctora. Ahora fíjese aquí - le dijo mientras apretaba el pene - Ve porqué el paciente necesita que lo tratemos? Fíjese, está segregando fluidos seminales, no? Usted sabe que éso está prohibido en la clínica, verdad Sr. Durán?
- Urrrr....
- Verá Dra. Carina, vamos a tener que optar por procedimientos... cómo le podría decir?... digamos... un poco más invasivos. Me va a tener que asistir, siga mis instrucciones al pié de la letra y observe bien todo lo que yo haga. Pero antes vamos a prepararnos.
La Dra. Sabrina se quitó el guardapolvos blanco y junto con Carina descartaron los guantes de látex que llevaban. Ambas se dirigieron a un rincón del Consultorio, desinfectaron sus manos con alcohol en gel y se pusieron unos delantales de algún tipo de goma transparente que dejaba traslucir los ambos de cirugía verdes, barbijos y guantes de cirugía. "Vernos a las dos así debe ser realmente aterrador", pensó Carina, mientras ambas se ubicaban a los costados de la camilla sobre el paciente, con los rostros cubiertos por los barbijos y dos pares de ojos observándolo y sus manos enguantadas elevadas frente a él. El paciente empezó a respirar más rápido.
- Dra. Sabrina... el paciente parece... ansioso
- Debería estarlo Dra. Carina. Primero vamos revisar su respuesta al estímulo anal para verificar si éso provoca incremento en sus deseos sexuales.
La Dra. Sabrina se dirigió a la bandeja con el instrumental. Levantó una terrorífica pieza metálica que brillaba con la luz del Consultorio. Carina ya conocía de qué se trataba. Era un espéculo y ella sabía exactamente para qué se usaba.
- Dra. Carina, me gustaría que prepare al paciente para la penetración. Allí está el lubricante quirúrgico - dijo señalando la bandeja - ponga una cantidad generosa en sus dedos y luego penetre el orificio anal del paciente y lubríquelo... Ya que estás podés dilatarle un poquito el culo también...
- Sí Dra. Sabrina.
Carina nunca antes había hecho algo como esto; sus clientes nunca le habían pedido juegos anales. Pero, hizo lo que se le había ordenado, lubricó sus dedos cubiertos por los guantes de látex y empezó a aplicarlo por el pliegue del trasero del paciente y luego, al encontrar su ano, deslizó un dedo dentro suavemente. El paciente gimió debajo del abridor de boca. Carina tenía que admitir que estaba disfrutando. Se sentía poderosa al tomar el control y penetrar el más intimo orificio de un hambre sin que él pudiera hacer nada al respecto.
- Muy bien Dra. Carina! Veo que tiene un talento natural para este procedimiento. Lo dejaste bien dilatado para que yo lo penetre?
- Sí Dra. Sabrina, el paciente está listo para la penetración.
- Bien... procedamos!
La Dra. Sabrina se ubico entre las piernas del paciente. Sostenía el horrible instrumento metálico en su mano enguantada. Ella insertó todo el fálico objeto profundamente dentro del paciente. El cuerpo del paciente se retorció y luchó contra las blancas cintas de cuero que lo aferraban a la camilla.
- Nnnnnnggggg.... Nnnnnggggg.... - gritó el hombre, moviendo la cabeza de lado a lado
- Vamos... Vamos Sr. Durán - dijo la Dra. Sabrina - Tiene que aceptar el tratamiento. No podemos permitir que vuelva con su esposa hasta que voluntariamente acepte sus tratamientos... Además esto es sólo el principio. Estoy segura que ya sabe que es probable que tengamos que intervenir.
El paciente asintió con la cabeza. Con el intrumento totalmente insertado la Dra. Sabrina se dedicó a girar la llave que accionaba el mecanismo del metálico espéculo y dilataba el ano. Carina observaba sorprendida con los ojos bien abiertos. Nunca había experimentado antes el fetiche médico y todo era una revelación para ella. "Cómo puede ser que este hombre tolere esto?" se preguntó, mientras el instrumento metálico se abría más y más y el paciente se ponía más y más tenso contra las cintas que lo sujetaban, y sus gritos eran ahogados por el abridor que tenía en la boca.
- Puede ver cuál es su patología Sr. Durán? - dijo la Dra. Sabrina en tono severo - Incluso bajo circunstancias tan... "invasivas"... sigue excitado! Observe el pene Dra. Carina, otra vez empieza a tener una erección... y vea ésas gotas de secreción seminal en el meato! Sí Sr. Durán, seguramente lo vamos a tener que intervenir! Pero antes quiero que la Dra. Carina me asista en este tratamiento. Doctora... busque los forceps de la bandeja de instrumental... tráigalos!
Carina obedientemente fue hasta la bandeja, observó los instrumentos quirúrgicos prolijamente ordenados, y tomó los forceps; unas largas pinzas metálicas con puntas afiladas. El brillante metal se sentía bien en sus manos. Volvió a su posición al lado de la Dra. Sabrina; conformando una imagen de pesadilla fetichista con sus barbijos, guantes, delantales y ambos de cirugía verde. Carina notó la sádica mirada de concentración en los ojos de la Dra. Sabrina.
- Perfecto Dra. Carina... presione los testículos del paciente con las pinzas mientras yo lo dilato un poco más - miró al paciente directamente a los ojos - Está listo Sr. Durán? Usted sabe que este tratamiento es absolutamente necesario, verdad?
Carina acomodó la punta de los forceps alrededor del saco escrotal y luego empezó a presionar justo mientras la Dra. Sabrina abría el espéculo un poco más. "Este hombre estaba en una situación desesperada" pensó Carina; él estaba completamente en sus manos sin posibilidad de escapar de las ajustadas cintas de cuero que lo sujetaban. Sus ahogados gritos de agonía resonaban contra las blancas paredes del Consultorio. "Realmente, es delicioso!" pensó Carina mientras soltaba un poco la presión de los forceps sólo para colocarlo en otra posición y volver a apretar. La Dra. Sabrina anticipaba los movimientos de Carina y cerraba y volvía a abrir el espéculo un poco más. Las Doctoras fetiche trabajaban en equipo para continuar con el tratamiento del paciente.
- Mucho mejor - dijo finalmente la Dra. Sabrina - Como ves el tratamiento interrumpió la erección que se estaba desarollando. Dra. Carina espero haya aprovechado la aplicación de este tratamiento, tengo que admitir que estoy impresionada de su habilidad en estos procedimientos.
- Muchas gracias Doctora - respondió Carina - Realmente le agradezco mucho que me permita asistirla Dra. Sabrina.
- Ahora Doctora... me temo que vamos a tener que intervenir...
- Sí Doctora... coincido plenamente... operar es la única opción en un paciente como este...
- Miralo.... - dijo la Dra. Sabrina sonriendo bajo su barbijo - Está muerto de miedo... Pero su conducta durante los tratamientos amerita una cirugía correctiva!
Carina intentaba descifrar qué podría ser más extremo que tener metido un instrumento metálico dilatando el trasero.
- Dra. Carina traiga el instrumental!
- Sí Dra. Sabrina.
Carina buscó la caja de acero inoxidable que le habían indicado; la excitaba la curiosidad por conocer el contenido, cuando se la entregó a la Dra. Sabrina que procedió a abrirla. Dentro de la caja, reposando sobre gasas blancas estériles, había ocho varas rígidas con uno de los extremos curvado.
- Conoce este instrumental?
Carina sacudió la cabeza.
- No.
- Son sondas. Sabe para qué las usamos?
Carina sacudió la cabeza otra vez. Abrió grande sus ojos sorprendida y asombrada cuando descubrió qué era lo que la Dra. Sabrina iba a hacer con ése instrumental. "No... no le va a hacer semejante cosa", pensó. Carina no había visto antes nada como esto. Seguramente no le iba a hacer semejante cosa. Carina observó asombrada cómo la Dra. Sabrina, con una mirada de intensa concentración, deslizaba una de las varas de acero quirúrgico a través del orificio del pene del paciente y suavemente la introducía dentro de la uretra. Carina prestó atención a la técnica; cómo la Doctora dejaba que las sondas metálicas penetraran sin empujarlas. Ella también le dedicó una mirada al hombre asegurado a la camilla para observar su reacción. "Seguramente debe ser una agonía", pensó Carina, sin embargo, aunque la respiración del paciente se había acelerado, no aparecían señales de que fuera a gritar de dolor, sólo una perdida mirada de ensueño en sus ojos. La Dra. Sabrina había penetrado todo el largo de la vara de acero quirúrgico en el pene de modo que sólo una pequeña porción de la sonda asomaba por el orificio del pene del paciente.
- Palpalo - la alentó la Dra. Sabrina - Sentí qué profundo lo estamos penetrando.
Carina se ajustó los guantes de cirugía para tener mayor sensibilidad táctil e instintivamente empezó a tocar desde la punta del pene apoyando uno de sus dedos enguantados. Empezó a deslizar el dedo hacia abajo y a lo largo del pene sintiendo en duro acero quirúrgico dentro del paciente hasta que llegó al punto donde el metal se curvaba. Era una sensación sorprendente ver lo que esta Doctora podía hacer y cómo el paciente se sometía a los procedimientos que ella decidiera.
- Wow... fascinante - dijo Carina - Nunca me imaginé que un paciente pudiera tolerar este tipo de tratamiento.
- Querida! No te imaginás lo que nuestros pacientes pueden llegar a tolerar para complacer a sus esposas... y para obedecer a la Doctora! - rió la Dra. Sabrina - Muy bien Doctora... su turno de operar!
- Qué?! - se sorprendió Carina - Quiere que yo... opere al paciente? Puedo...?
La Dra. Sabrina estaba retirando la sonda.
- Seguro! Ya me viste aplicando la técnica y yo voy a estar controlando el procedimiento. Además, nuestro Sr. Durán tiene que aceptar que la Dra. Carina lo intervenga del mismo modo que lo hice yo, no es cierto?
La Dra. Sabrina le entregó a Carina otra de las sondas que estaban en la caja de acero inoxidable, que tenía un diámetro un poco mayor que la anterior. Carina estaba un poco nerviosa; podía sentir las gotas de transpiración formándose en su sien y su pesada respiración debajo del barbijo de cirugía. Respiró profundo para calmarse y luego se concentró en su tarea. Deslizó el frío y brillante metal por el orificio del pene del paciente y sintió cómo era succionado. Ella había observado la técnica de la Dra. Sabrina, dejando que la vara de acero quirúrgico se deslizara hacia lo profundo del pene entre sus dedos, sin presionar y dejando que el peso de la sonda y la gravedad hicieran todo el trabajo. Antes de lo esperado, la mitad de la vara ya estaba dentro del pene del paciente.
- Bien hecho, Doctora... muy bien - la alentó la Dra. Sabrina.
Carina estaba concentrada operando, ocasionalmente levantaba la cabeza para observar la reacción del paciente; la respiración acelerada, algunos gemidos, pero no parecía descompensado. Era como si él estuviera dentro de su propio pequeño sueño rendido a los procedimientos de sus Doctoras. Carina a su vez se sentía embriagada y excitada por el poder que podía ejercer sobre el Sr. Durán. Finalmente, lo había hecho; la sonda estaba penetrando el pene tan profundamente como era posible. Carina palpó el final curvo de la sonda para asegurarse de que ya reposaba en su destino final y presionó suavemente el metal a través de la piel. El hombre dejó escapar un gemido de satisfacción. "Esto es fantástico!", pensó Carina. Cruzó una mirada con la Dra. Sabrina que estaba observando su reacción y una amplia sonrisa se dibujó debajo de su barbijo. Carina también sonrió y ambas dejaron escapar una risita cómplice. Ella dejó la sonda insertada en el pene del paciente por unos minutos admirando su propio trabajo antes de proceder a retirarla.
- Muy bien Sr. Durán, con esto terminamos su tratamiento de hoy - dijo la Dra. Sabrina, mientras ambas se bajaban los barbijos y los dejaban colgando de sus cuellos - Espero que cuando vuelva con su esposa tenga mejor resistencia a sus debilidades. Si vuelvo a verlo por acá voy a tener que someter su pene a tratamientos más invasivos... Ahora quiero escucharlo agradecer a la Dra. Carina.
- Ghra... ciaggghhh... - gimió el paciente a través del abridor de boca.
- Fue un placer - dijo Carina - Y si es necesario volver a operarlo quiero que sepa que tenemos seis sondas más en la caja... todas de mayor diámetro que las que usamos hoy. Va ser un placer volver a operarte la pija!
Las dos Doctoras se quitaron los guantes y los delantales y volvieron al escritorio donde la Dra. Sabrina empezó a escribir. La Dra. Carina pensó que se trataba de una receta o de la historia clínica del paciente. La Dra. Sabrina se incorporó y ceremoniosamente le entregó a la Dra. Carina un certificado. Carina lo sostuvo entre sus manos y observó que tenía un logo formado por un espéculo y un estetoscopio y el encabezado decía "Escuela de Capacitación en Fetiche Médico". Y más abajo: "Se extiende el presente Certificado para acreditar que la Dra. Carina ha completado los estudios correspondientes a terapias correctivas dictado por la Dra. Sabrina, aprobando el Nivel Inicial de Tratamientos Médicos." Carina se sintió realmente orgullosa. "Qué bueno!", pensó. No recordaba haber recibido un certificado nunca antes.
- Muchas gracias Doctora - dijo Carina con una sonrisa en el rostro.
- La felicito colega - le dijo la Dra. Sabrina - Estuviste excelente en el Consultorio. Te desempeñaste muy bien. Estoy muy contenta con vos. Espero que vuelvas a asistirme en otros procedimientos.
- Va a ser un placer Doctora.
- Ahora andá a cambiarte y salí, yo le digo a las chicas que limpien todo.
- Sí Doctora, muchas gracias - contestó Carina mientras abandonaba la Clínica.
Carina corrió por el iluminado corredor opuesto a la escalera que había descendido y hacia la voz que la llamaba impaciente. En esta ocasión la figura de cabellos oscuros de la Señora la estaba esperando al final del corredor vestida con un ambo de cirugía verde cubierto por un guardapolvos blanco totalmente desabotonado y con las mangas arremangadas hasta los codos, los brazos cruzados y uno de los zapatos de taco aguja marcando el ritmo contra el piso.
- Por favor discúlpeme, Señora - se apuró a pedir Carina.
- A partir de ahora te dirigís a mí como Dra. Sabrina o simplemente Doctora.
- Discúlpeme por favor Dra. Sabrina.
- Como estudiante y asistente te voy a exigir los más altos niveles de disciplina Dra. Carina. Es una gran falta de responsabilidad llegar a la Clínica tan tarde. Ahora cambiate.
- Le pido perdón Dra. Sabrina, ya mismo me cambio.
Rápidamente Carina tomó su ambo de cirugía verde y se cambió, dejando insinuar al igual que la Dra. Sabrina su generoso escote. También se puso un par de zapatos blancos de taco aguja como los que llevaba puestos la Dra. Sabrina. Ambas eran el fino reflejo de la otra, excepto por el impecable guardapolvos blanco de la Dra. Sabrina.
- Así estás mucho mejor, ahora vamos, tengo al paciente listo para el tratamiento.
Carina se acomodó el ambo de cirugía y siguió a la Dra. Sabrina hacia la puerta, que tenía una placa de bronce que decía: "Clínica para Terapias Correctivas - Jefa de Servicio: Dra. Sabrina - Especialista". "Por favor", pensó Carina, "en qué extraña nueva aventura me estoy embarcando!".
Carina siguió a la Dra. Sabrina a la Clínica. Lo primero que la sorprendió fue el aroma dulzón y casi pegajoso; ése típico aroma clínico que Carina recordaba de las visitas a los hospitales, una mezcla de perfumina y desinfectante. Lo segundo que sacudió a Carina fue la potente iluminación que la deslumbró. Finalmente los brillantes implementos médicos deslumbraron a Carina. Había un gabinete lleno de insumos médicos, recipientes de acero inoxidable, botellas con líquidos esterilizantes, rollos de gasa e impecables toallas blancas.
Era una habitación no muy grande en la que predominaba una camilla sobre el blanco y negro de los mosaicos del piso y sobre ella el paciente de la Dra. Sabrina. El cuerpo del paciente estaba cubierto por una sábana de cirugía blanca y tenía las piernas abiertas y apoyadas en unos estribos ginecológicos, de modo que los genitales estaban expuestos y listos para la revisación. Estaba atado a la camilla con cintas de sujección de cuero blancas. Tenía la cabeza bendada, a excepción de los ojos y la boca, que tenía un abridor de boca metálico muy intimidatorio.
- Tiene suerte Sr. Durán, hoy me va a acompañar una Residente, la Dra. Carina. Ella va a ser mi asistente en los procedimientos. Está estudiando para conseguir su diploma y quiero capacitarla en algunos de los tratamientos correctivos que son mi especialidad. Aunque la Doctora todavía no haya terminado su especialidad debe tratarla con el mismo respeto que me tiene a mi.
- Nnnnggg - gruñó el paciente, con la boca tan estirada por el abridor que no podría haber pronunciado nada más. "Supongo", consideró Carina, "que si se hubiera opuesto a ser tratado por una Residente no hubiera podido hacer demasiado al respecto".
- Ahora... sabe por qué está aquí Sr. Durán? Su esposa lo trajo a la Clínica por conducta insatisfactoria, no es así? Algunas de sus reacciones con su esposa no han sido suficientemente sumisas, o no? Me dice su esposa que lo notó sexualmente excitado mientras ella lo castigaba, es verdad éso Sr. Durán?
- Shhiigggg...
La Dra. Sabrina se dirigió a Carina y empezó a conversar en un tono profesional como la Jefa de Servicio consultando con su colega, discutiendo sobre el paciente como si él no estuviera allí.
- Este es el típico caso que internan en mi Clínica, Dra. Carina. Muchos hombres carecen de autocontrol. A veces es necesario castigarlos, y cuando no responden al castigo, las esposas los internan aquí para que reciban un tratamiento correctivo más extremo. Como este paciente - dijo señalando al hombre en la camilla - que tuvo erecciones sin la autorización de su esposa. Totalmente inaceptable. Fue internado para que encontremos el origen de su problema. En la Clínica revisamos su respuesta a diferentes estímulos y tratamos de corregir su conducta.
- Sí Doctora. La comprendo perfectamente - respondió Carina.
- Lo primero que debe hacer Doctora es revisar la historia clínica del paciente. Debe haber un formulario de consentimiento por acá... - dijo la Dra. Sabrina.
Carina abrió la carpeta. El primer documento era un formulario. Lo leyó: "Yo, Tomás Durán, acepto cualquier tipo de tratamiento de la Clínica para Terapias Correctivas, no importa cuán invasivos resulten, y reconozco que dichos tratamientos son necesarios para modificar mi inapropiada conducta." Al final había una firma.
- Sí, esto está en órden Dra. Sabrina, aquí está el formulario de consentimiento firmado.
- Excelente! Entonces podemos proceder. Mientras yo preparo y esterilizo el instrumental, empezá a preparar al paciente. Limpiale bien la boca y rasurale los testículos y el ano hasta que quede bien suave y limpio. Vas a encontrar todo lo que necesites en los armarios - dijo la Dra. Sabrina señalando - está claro Dra. Carina?
- Por supuesto Doctora.
Como se le indicó, Carina se puso un par de guantes de látex y empezó por tomar un poco de algodón con unas largas pinzas y humedecerlo con enjuague bucal. Al principio le pareció un poco extraño pero Carina pronto se concentró en sus tareas empujando el algodón cuidadosamente dentro de la boca del paciente a través del abridor de boca metálico, frotando el interior de las mejillas y la lengua. Ella no pudo evitar inclinarse sobre la cabeza del Sr. Durán mientras hacía su trabajo y era totalmente consciente de que le dejaba su escote a la vista, y sus pechos sobre el rostro del paciente. "Esta teniendo una vista privilegiada" pensó Carina mientras sentía cómo sus pechos se balanceaban mientras limpiaba la lengua de su paciente con el algodón. Karina observó y notó que la visión de sus pechos estaban excitando al hombre; su pene estaba teniendo una erección.
- Doctora, creo que el paciente tiene un problema - dijo Carina, pensando en llamar la atención sobre la conducta del Sr. Durán.
- Bien hecho Dra. Carina, buena observación! Hizo bien en informarme. Ya vé las complicaciones que tenemos con algunos pacientes - miró al paciente y le advirtió - Sr. Durán, puede ver el problema? La Dra. Carina es una profesional. Usted cree que estamos acá para su satisfacción sexual?!
- Nnnnooghhh...
- Usted sabe que no debe excitarse mientras lo revisamos, es totalmente inacpetable! Ya veo por qué lo internó su esposa. Es una conducta incorregible.
La Dra. Sabrina se dirigió hacia una de las bandejas llenas de brillante instrumental médico que había estado preparando y levantó algo. Cuando volvió al lado del paciente Carina la miró espantada. La Dra. Sabrina sostenía una Rueda de Wartenberg, un instrumento de acero quirúrgico con pequeñas agujas afiladas alrededor de una rueda.
- Vamos a usar este instrumental - dijo la Dra. Sabrina - Dra. Carina, observe.
Le exhibió el instrumento a Carina que cuidadosamente observó las afiladas puntas. "Por favor!", pensó Carina, "si se ven así de afiladas, no quiero imaginarme cómo deben sentirse en un lugar tan sensible como el pene". La Dra. Sabrina se inclinó sobre el paciente y clavó las puntas en el pene erecto haciendo girar la rueda a lo largo del tronco del pene.
- Nnnnnggggg... - gimió el paciente.
Carina sintió como si se le llenaran los ojos de lágrimas por el paciente mientras la Dra. Sabrina recorría la punta del pene y a través del pequeño orificio.
- Nnnnngggg.....
- Doctora, debería practicar este tratamiento. Proceda - dijo la Dra. Sabrina, entregándole el implemento de acero quirúrgico a Carina.
Carina tomó el instrumento en sus manos y repitió lo que le había visto hacer a la Dra. Sabrina, apretando los clavos de la rueda a lo largo del tronco del pene. La erección no cedía.
- Este paciente necesita que presione con más fuerza - recomendó la Dra. Sabrina - es un caso de extrema gravedad. No tenga piedad.
Carina hizo lo que le dijeron y clavó la rueda de acero quirúrgico profundamente en el tronco del pene del paciente.
- Aaaaggghhhhh....
- Sí, mucho mejor - dijo la Dra. Sabrina.
Carina deslizó la rueda hasta la punta del pene y presionó con fuerza yendo hacia adelante y hacia atrás a lo largo de las partes más sensibles del miembro. El cuerpo del paciente se sacudió con el dolor pero las cintas de sujección lo mantuvieron atado a la camilla. El procedimiento obtuvo el resultado deseado y el pene del paciente empezó a aflojarse.
- Bien hecho Dra. Carina, así está mucho mejor. Ya puede proceder a rasurarlo así yo comienzo con el tratamiento.
Carina se dedicó a rasurar el vello alrededor del pene del paciente. Aplicó espuma en aerosol sobre pene y testículos. Luego, con cuidada concentración, trabajó con la navaja recorriendo suavemente alrededor de la base del pene, por los testículos y a ambos lados del pliegue del trasero, lavándola cada tanto con agua tibia para quitar los restos de espuma y vello. Cuando terminó se dedicó a contemplar el resultado de su trabajo. Acarició con sus dedos cubiertos por los guantes de látex la suave piel. La Dra. Sabrina se unió, acariciando con su mano enguantada los testículos del paciente para comprobar qué suave había quedado la piel y qué bien había hecho el trabajo Carina. Finalmente, agarró el suave pene entre sus manos enguantadas.
- Buen trabajo Doctora. Ahora fíjese aquí - le dijo mientras apretaba el pene - Ve porqué el paciente necesita que lo tratemos? Fíjese, está segregando fluidos seminales, no? Usted sabe que éso está prohibido en la clínica, verdad Sr. Durán?
- Urrrr....
- Verá Dra. Carina, vamos a tener que optar por procedimientos... cómo le podría decir?... digamos... un poco más invasivos. Me va a tener que asistir, siga mis instrucciones al pié de la letra y observe bien todo lo que yo haga. Pero antes vamos a prepararnos.
La Dra. Sabrina se quitó el guardapolvos blanco y junto con Carina descartaron los guantes de látex que llevaban. Ambas se dirigieron a un rincón del Consultorio, desinfectaron sus manos con alcohol en gel y se pusieron unos delantales de algún tipo de goma transparente que dejaba traslucir los ambos de cirugía verdes, barbijos y guantes de cirugía. "Vernos a las dos así debe ser realmente aterrador", pensó Carina, mientras ambas se ubicaban a los costados de la camilla sobre el paciente, con los rostros cubiertos por los barbijos y dos pares de ojos observándolo y sus manos enguantadas elevadas frente a él. El paciente empezó a respirar más rápido.
- Dra. Sabrina... el paciente parece... ansioso
- Debería estarlo Dra. Carina. Primero vamos revisar su respuesta al estímulo anal para verificar si éso provoca incremento en sus deseos sexuales.
La Dra. Sabrina se dirigió a la bandeja con el instrumental. Levantó una terrorífica pieza metálica que brillaba con la luz del Consultorio. Carina ya conocía de qué se trataba. Era un espéculo y ella sabía exactamente para qué se usaba.
- Dra. Carina, me gustaría que prepare al paciente para la penetración. Allí está el lubricante quirúrgico - dijo señalando la bandeja - ponga una cantidad generosa en sus dedos y luego penetre el orificio anal del paciente y lubríquelo... Ya que estás podés dilatarle un poquito el culo también...
- Sí Dra. Sabrina.
Carina nunca antes había hecho algo como esto; sus clientes nunca le habían pedido juegos anales. Pero, hizo lo que se le había ordenado, lubricó sus dedos cubiertos por los guantes de látex y empezó a aplicarlo por el pliegue del trasero del paciente y luego, al encontrar su ano, deslizó un dedo dentro suavemente. El paciente gimió debajo del abridor de boca. Carina tenía que admitir que estaba disfrutando. Se sentía poderosa al tomar el control y penetrar el más intimo orificio de un hambre sin que él pudiera hacer nada al respecto.
- Muy bien Dra. Carina! Veo que tiene un talento natural para este procedimiento. Lo dejaste bien dilatado para que yo lo penetre?
- Sí Dra. Sabrina, el paciente está listo para la penetración.
- Bien... procedamos!
La Dra. Sabrina se ubico entre las piernas del paciente. Sostenía el horrible instrumento metálico en su mano enguantada. Ella insertó todo el fálico objeto profundamente dentro del paciente. El cuerpo del paciente se retorció y luchó contra las blancas cintas de cuero que lo aferraban a la camilla.
- Nnnnnnggggg.... Nnnnnggggg.... - gritó el hombre, moviendo la cabeza de lado a lado
- Vamos... Vamos Sr. Durán - dijo la Dra. Sabrina - Tiene que aceptar el tratamiento. No podemos permitir que vuelva con su esposa hasta que voluntariamente acepte sus tratamientos... Además esto es sólo el principio. Estoy segura que ya sabe que es probable que tengamos que intervenir.
El paciente asintió con la cabeza. Con el intrumento totalmente insertado la Dra. Sabrina se dedicó a girar la llave que accionaba el mecanismo del metálico espéculo y dilataba el ano. Carina observaba sorprendida con los ojos bien abiertos. Nunca había experimentado antes el fetiche médico y todo era una revelación para ella. "Cómo puede ser que este hombre tolere esto?" se preguntó, mientras el instrumento metálico se abría más y más y el paciente se ponía más y más tenso contra las cintas que lo sujetaban, y sus gritos eran ahogados por el abridor que tenía en la boca.
- Puede ver cuál es su patología Sr. Durán? - dijo la Dra. Sabrina en tono severo - Incluso bajo circunstancias tan... "invasivas"... sigue excitado! Observe el pene Dra. Carina, otra vez empieza a tener una erección... y vea ésas gotas de secreción seminal en el meato! Sí Sr. Durán, seguramente lo vamos a tener que intervenir! Pero antes quiero que la Dra. Carina me asista en este tratamiento. Doctora... busque los forceps de la bandeja de instrumental... tráigalos!
Carina obedientemente fue hasta la bandeja, observó los instrumentos quirúrgicos prolijamente ordenados, y tomó los forceps; unas largas pinzas metálicas con puntas afiladas. El brillante metal se sentía bien en sus manos. Volvió a su posición al lado de la Dra. Sabrina; conformando una imagen de pesadilla fetichista con sus barbijos, guantes, delantales y ambos de cirugía verde. Carina notó la sádica mirada de concentración en los ojos de la Dra. Sabrina.
- Perfecto Dra. Carina... presione los testículos del paciente con las pinzas mientras yo lo dilato un poco más - miró al paciente directamente a los ojos - Está listo Sr. Durán? Usted sabe que este tratamiento es absolutamente necesario, verdad?
Carina acomodó la punta de los forceps alrededor del saco escrotal y luego empezó a presionar justo mientras la Dra. Sabrina abría el espéculo un poco más. "Este hombre estaba en una situación desesperada" pensó Carina; él estaba completamente en sus manos sin posibilidad de escapar de las ajustadas cintas de cuero que lo sujetaban. Sus ahogados gritos de agonía resonaban contra las blancas paredes del Consultorio. "Realmente, es delicioso!" pensó Carina mientras soltaba un poco la presión de los forceps sólo para colocarlo en otra posición y volver a apretar. La Dra. Sabrina anticipaba los movimientos de Carina y cerraba y volvía a abrir el espéculo un poco más. Las Doctoras fetiche trabajaban en equipo para continuar con el tratamiento del paciente.
- Mucho mejor - dijo finalmente la Dra. Sabrina - Como ves el tratamiento interrumpió la erección que se estaba desarollando. Dra. Carina espero haya aprovechado la aplicación de este tratamiento, tengo que admitir que estoy impresionada de su habilidad en estos procedimientos.
- Muchas gracias Doctora - respondió Carina - Realmente le agradezco mucho que me permita asistirla Dra. Sabrina.
- Ahora Doctora... me temo que vamos a tener que intervenir...
- Sí Doctora... coincido plenamente... operar es la única opción en un paciente como este...
- Miralo.... - dijo la Dra. Sabrina sonriendo bajo su barbijo - Está muerto de miedo... Pero su conducta durante los tratamientos amerita una cirugía correctiva!
Carina intentaba descifrar qué podría ser más extremo que tener metido un instrumento metálico dilatando el trasero.
- Dra. Carina traiga el instrumental!
- Sí Dra. Sabrina.
Carina buscó la caja de acero inoxidable que le habían indicado; la excitaba la curiosidad por conocer el contenido, cuando se la entregó a la Dra. Sabrina que procedió a abrirla. Dentro de la caja, reposando sobre gasas blancas estériles, había ocho varas rígidas con uno de los extremos curvado.
- Conoce este instrumental?
Carina sacudió la cabeza.
- No.
- Son sondas. Sabe para qué las usamos?
Carina sacudió la cabeza otra vez. Abrió grande sus ojos sorprendida y asombrada cuando descubrió qué era lo que la Dra. Sabrina iba a hacer con ése instrumental. "No... no le va a hacer semejante cosa", pensó. Carina no había visto antes nada como esto. Seguramente no le iba a hacer semejante cosa. Carina observó asombrada cómo la Dra. Sabrina, con una mirada de intensa concentración, deslizaba una de las varas de acero quirúrgico a través del orificio del pene del paciente y suavemente la introducía dentro de la uretra. Carina prestó atención a la técnica; cómo la Doctora dejaba que las sondas metálicas penetraran sin empujarlas. Ella también le dedicó una mirada al hombre asegurado a la camilla para observar su reacción. "Seguramente debe ser una agonía", pensó Carina, sin embargo, aunque la respiración del paciente se había acelerado, no aparecían señales de que fuera a gritar de dolor, sólo una perdida mirada de ensueño en sus ojos. La Dra. Sabrina había penetrado todo el largo de la vara de acero quirúrgico en el pene de modo que sólo una pequeña porción de la sonda asomaba por el orificio del pene del paciente.
- Palpalo - la alentó la Dra. Sabrina - Sentí qué profundo lo estamos penetrando.
Carina se ajustó los guantes de cirugía para tener mayor sensibilidad táctil e instintivamente empezó a tocar desde la punta del pene apoyando uno de sus dedos enguantados. Empezó a deslizar el dedo hacia abajo y a lo largo del pene sintiendo en duro acero quirúrgico dentro del paciente hasta que llegó al punto donde el metal se curvaba. Era una sensación sorprendente ver lo que esta Doctora podía hacer y cómo el paciente se sometía a los procedimientos que ella decidiera.
- Wow... fascinante - dijo Carina - Nunca me imaginé que un paciente pudiera tolerar este tipo de tratamiento.
- Querida! No te imaginás lo que nuestros pacientes pueden llegar a tolerar para complacer a sus esposas... y para obedecer a la Doctora! - rió la Dra. Sabrina - Muy bien Doctora... su turno de operar!
- Qué?! - se sorprendió Carina - Quiere que yo... opere al paciente? Puedo...?
La Dra. Sabrina estaba retirando la sonda.
- Seguro! Ya me viste aplicando la técnica y yo voy a estar controlando el procedimiento. Además, nuestro Sr. Durán tiene que aceptar que la Dra. Carina lo intervenga del mismo modo que lo hice yo, no es cierto?
La Dra. Sabrina le entregó a Carina otra de las sondas que estaban en la caja de acero inoxidable, que tenía un diámetro un poco mayor que la anterior. Carina estaba un poco nerviosa; podía sentir las gotas de transpiración formándose en su sien y su pesada respiración debajo del barbijo de cirugía. Respiró profundo para calmarse y luego se concentró en su tarea. Deslizó el frío y brillante metal por el orificio del pene del paciente y sintió cómo era succionado. Ella había observado la técnica de la Dra. Sabrina, dejando que la vara de acero quirúrgico se deslizara hacia lo profundo del pene entre sus dedos, sin presionar y dejando que el peso de la sonda y la gravedad hicieran todo el trabajo. Antes de lo esperado, la mitad de la vara ya estaba dentro del pene del paciente.
- Bien hecho, Doctora... muy bien - la alentó la Dra. Sabrina.
Carina estaba concentrada operando, ocasionalmente levantaba la cabeza para observar la reacción del paciente; la respiración acelerada, algunos gemidos, pero no parecía descompensado. Era como si él estuviera dentro de su propio pequeño sueño rendido a los procedimientos de sus Doctoras. Carina a su vez se sentía embriagada y excitada por el poder que podía ejercer sobre el Sr. Durán. Finalmente, lo había hecho; la sonda estaba penetrando el pene tan profundamente como era posible. Carina palpó el final curvo de la sonda para asegurarse de que ya reposaba en su destino final y presionó suavemente el metal a través de la piel. El hombre dejó escapar un gemido de satisfacción. "Esto es fantástico!", pensó Carina. Cruzó una mirada con la Dra. Sabrina que estaba observando su reacción y una amplia sonrisa se dibujó debajo de su barbijo. Carina también sonrió y ambas dejaron escapar una risita cómplice. Ella dejó la sonda insertada en el pene del paciente por unos minutos admirando su propio trabajo antes de proceder a retirarla.
- Muy bien Sr. Durán, con esto terminamos su tratamiento de hoy - dijo la Dra. Sabrina, mientras ambas se bajaban los barbijos y los dejaban colgando de sus cuellos - Espero que cuando vuelva con su esposa tenga mejor resistencia a sus debilidades. Si vuelvo a verlo por acá voy a tener que someter su pene a tratamientos más invasivos... Ahora quiero escucharlo agradecer a la Dra. Carina.
- Ghra... ciaggghhh... - gimió el paciente a través del abridor de boca.
- Fue un placer - dijo Carina - Y si es necesario volver a operarlo quiero que sepa que tenemos seis sondas más en la caja... todas de mayor diámetro que las que usamos hoy. Va ser un placer volver a operarte la pija!
Las dos Doctoras se quitaron los guantes y los delantales y volvieron al escritorio donde la Dra. Sabrina empezó a escribir. La Dra. Carina pensó que se trataba de una receta o de la historia clínica del paciente. La Dra. Sabrina se incorporó y ceremoniosamente le entregó a la Dra. Carina un certificado. Carina lo sostuvo entre sus manos y observó que tenía un logo formado por un espéculo y un estetoscopio y el encabezado decía "Escuela de Capacitación en Fetiche Médico". Y más abajo: "Se extiende el presente Certificado para acreditar que la Dra. Carina ha completado los estudios correspondientes a terapias correctivas dictado por la Dra. Sabrina, aprobando el Nivel Inicial de Tratamientos Médicos." Carina se sintió realmente orgullosa. "Qué bueno!", pensó. No recordaba haber recibido un certificado nunca antes.
- Muchas gracias Doctora - dijo Carina con una sonrisa en el rostro.
- La felicito colega - le dijo la Dra. Sabrina - Estuviste excelente en el Consultorio. Te desempeñaste muy bien. Estoy muy contenta con vos. Espero que vuelvas a asistirme en otros procedimientos.
- Va a ser un placer Doctora.
- Ahora andá a cambiarte y salí, yo le digo a las chicas que limpien todo.
- Sí Doctora, muchas gracias - contestó Carina mientras abandonaba la Clínica.
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