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El Chico Asustado

Escuché el timbre y miré la computadora que me había mantenido atrapada casi todo el día. Por suerte mi nuevo paciente había llegado, "me voy a poder tomar un descanso de la pantalla" pensé.
Él se acercó a mi escritorio mostrando confianza, pero me bastó mirarlo a los ojos para saber que estaba más asustado que confiado. Miré su historia clínica y vi que tenía 23 años. Parecía de 16. De altura mediana, no muy grande, piel apenas oscura, cabello oscuro y unos grandes y bellos ojos negros. Su rostro? Hermoso!
Empecé a sentir cosquillas entre mis piernas. "Dónde quedó mi profesionalismo?" me autocensuré.
Me puse de pié, le extendí mi mano y sonreí.
- Hola, yo soy la Dra. Sánchez, vos debés ser Cristian?
- Sí señora - me dijo bajando la mirada.
Tratando de hacerlo sentir cómodo, pero disfrutando levemente de mi situación de poder, me volví a sonreír.
- No hace falta que seamos tan formales Cris, te puedo decir Cris? - él asintió con su cabeza - Por favor decime Dra. Jorgelina.
- Muy bien - dijo frotándose las manos - Dra. Sán... eh... Dra. Jorgelina... eh... no creo que sea necesario que me revise. Necesito el certificado para presentar en el trabajo, la verdad es que no necesito una revisación, sólo le pido que me firme el certificado... por favor... puede ser?
Hmmmm un jovencito que le tiene miedo a la Doctora, cómo me voy a divertir! Adopté una postura de poder.
- Ya veo. Cuándo te hiciste un chequeo por última vez? - revisé en su historia clínica - Según lo que dicen los registros hace más de 5 años que no te hacés un examen médico completo. Yo no te puedo firmar ése certificado basada en la revisación que te hicieron hace 5 años.
Y ví la luz del pánico brillando en sus ojos.
- Está bien... supongo... no hay problema - tartamudeó.
Realmente él no quería pasar por esto. Sentí lástima por él, en serio, pero al mismo tiempo yo me excitaba más y más. No había tenido sexo desde hacía casi un año y la idea de ver a este chico completamente desnudo me excitaba. "Es normal" pensé, "cuántas oportunidades tiene una mujer de 35 años de observar y toquetear a un jovencito tan lindo?".
- Cris, pasá al consultorio. Mirá, te dieron un sobreturno de último momento y la recepcionista y mis enfermeras ya se fueron. Tenés algún problema si nos quedemos los dos solos?
Se puso colorado. "Yo me gané la lotería con este chico" pensé
- No te asustes... no muerdo - le dije sonriendo.
- Ehhh... no, no, Doctora... está bien... Terminemos lo más rápido posible.
Caminé delante de él por el corredor y podía sentir sus ojos mirando mi cola redonda y bien formada bajo el ambo celeste y mi corazón se me aceleró.
En cuanto entramos al Consultorio se quedó parado, confundido. Yo busqué una bata para pacientes y se la dí sonriendo.
- Quiero que te saques toda la ropa y te pongas esto Cris.
- Doctora... Es necesario?... No podemos hacer esto... no sé... más rápido...
- Cris, relajate. Ya sé que estás nervioso. Pero te voy a revisar y no creo que ninguno de los dos tenga tiempo para estas pavadas. Te voy a dejar solito para que te desnudes mientras yo voy a buscar unas cosas.
No pareció relajarse.
- Te prometo que voy a ser muy cuidadosa.
Giré sobre mis talones y salí.
Cuando regresé unos minutos más tarde, apenas golpeé la puerta del Consultorio.
Al entrar él estaba sentado en la camilla con las manos en su regazo y las piernas colgando, con el rostro tremendamente colorado.
- Listo? - le pregunté. Él asintió.
Fui hasta la camilla y le apoyé una mano sobre el hombro. Él pegó un salto.
- Bueno... por qué no venís conmigo hasta la balanza así te peso?
Cuando se puso de pié instintivamente buscó tras él para cerrase la bata que quedaba abierta atrás. Antes que tuviera chance de cerrarla pude mirarle su adorable culito.
Lo medí y lo pesé, y después hice que se sentara en la camilla de nuevo para tomarle los signos vitales. Saqué un termómetro oral y le pedí que abriera la boca. Después de unos minutos se lo quité y lo sacudí. El registro era un poco alto.
- Estuviste enfermo ultimamente? - le pregunté.
- N... n... no, por qué?
- A lo mejor por nada. Tenés un poquito de fiebre. Pero si tomaste un café o alguna bebida caliente tiende a elevar la temperatura. Vamos a tomártela de nuevo para estar seguros.
Esta vez busqué un termómetro rectal. Él abrió la boca de nuevo.
- No, este termómetro no va ahí. Te voy a tomar la temperatura rectal. Es mucho más precisa.
Los ojos se le abrieron tanto que pensé que se le iban a salir de la cara y se lo notaba asustado. Lo agarré de un brazo antes de que salga corriendo.
- No, no, yo ya no soy un chico, no! Déjeme ir...
- Cris relajate. Tranquilizate. No es nada, vas a ver que no duele. Vamos, es un ratito nada más - lo consolé.
- No, yo me quiero ir de acá - tenía la bata completamente abierta en la parte de atrás dejando expuesto su lindo culito.
- Cristian - le dije en tono severo - Dejate de pavadas. Yo soy la Doctora y vos vas a obedecer! No te voy a lastimar. Relajate.
Avergonzado hasta la confusión detuvo su loca carrera hacia la puerta y se quedó mirándome.
Yo apoyé una mano sobre su hombro.
- Vamos... te quiero acostado boca abajo en la camilla. Poné la cabeza en la almohada - él obedeció - Muy bien. Yo te voy a decir todo lo que vaya a hacer, no va a haber sorpresas. Ahora te voy a levantar la bata por sobre la cintura. Si ponés los pies hacia adentro vas a relajar más fácil los músculos... Eso es...
Apoyé una mano en la base de su espalda para que se quede quieto y después me puse un par de guantes de látex y me cubrí los dedos con lubricante quirúrgico.
- Cris, te voy a aplicar lubricante para que el termómetro te penetre con más facilidad, vas a sentir un poco frío... Te quiero con las piernas más separadas... más separadas!... así.... relajadito...
Separó las piernas un poco más y creo que se le escapó un pequeño llanto. Yo desparramé el lubricante por el ano, bastante. Y empecé a insertar el termómetro y él se puso tenso y después se relajó. Pude notar que se había puesto colorado y que la estimulación le provocaba una erección. Ya lo había penetrado con el bulbo del termómetro y le dí unos segundos para que relaje el esfinter. Después lo penetré completamente.
- Rápido por favor. Es muy incómodo - se quejó.
- Esta bien. Necesito que permanezca en tu recto durante cuatro minutos, después te lo saco. Tratá de relajarte. Sabés? - le expliqué - Tenés muchas terminales nerviosas acá, si te realajás, hasta podés disfrutarlo...
Para mantenerlo tranquilo le acaricié la espalda.
Mujer, por esto podrías perder tu matrícula! Mientras le acariciaba la espalda con la mano cubierta por el suave guante de látex y giraba delicadamente el termómetro, pude ver como le crecía su erección. Yo estaba muy excitada con este jovencito y la idea de tenerlo bajo mi control.
- Mejor? Falta un minuto.
- Eh... sí, yo... eh... supongo que sí...
Cuando pasaron los cuatro minutos lentamente retiré el termómetro sabiendo que a lo mejor le provocaba una incomodidad. Lo sentí temblar y gemir suavemente.
- Esta vez la temperatura es normal. No fue tan malo, verdad?
No contestó y se incorporó, poniendo las manos delante de su involuntaria erección.
- Vamos, acostate en la camilla así te reviso ojos y oídos - le ordené mientras descartaba los guantes en el cesto.
Incómodo se trepó a la camilla. Yo dirigí la luz de la lámpara y le revisé los oídos, la nariz, la boca y finalmente sus hermosos ojos azules. Mirarlo a los ojos me hizo sentir mariposas en el estómago. Él se movió un poco para que yo lo pueda revisar y accidentalmente rozó mis pechos con la punta de sus dedos, provocando que de inmediato sintiera la humedad entre mis piernas. Volví a acomodar la lápara y le palpé las glándulas salivales. Después le ausculté los pulmones.
- Frío? - le pregunté en cuanto apoyé el estetoscopio en su espalda.
Escuché sus pulmones, después revisé sus reflejos. Él parecía haberse relajado un poco, pero la erección seguía igual.
- Cris, acostate así te escucho el corazón y te palpo el abdomen.
Él se acostó y puso sus manos en su entrepierna cubriendo la "carpita" que ahora se elevaba en su bata. Le quité la parte superior de la bata y con mis manos recorrí ése hermoso y suave pecho. Mientras hacía ésto empecé a preguntarle sobre su salud en general y su sexualidad en particular.
- Sos sexualmente activo?
Él se sonrojó.
- Er, sí Doctora.
- Algún problema con las funciones sexuales?
- No.
Palpé su hermoso estómago plano, mientras con mis manos recorría su pelvis y abdomen.
- Bueno - le dije mientras le volvía a cubrir el pecho con la bata - Ya sé que esto puede resultar un poco incómodo, pero te quiero acostado bien al borde de la camilla. Te voy a revisar las bolitas.
- Por favor... usted no.... O sea... por favor... espere... - protestó mientras lo ayudaba a poner las piernas en los estribos y él trataba de incorporarse - No, yo.... Por qué me hace poner las piernas ahí....? O sea... Doctora...
Rechazaba las cintas de sujección que yo le estaba colocando en los tobillos.
- Cris, te tengo que revisar. Si estás preocupado por tu erección no tengas vergüenza, es una reacción natural. Te estoy sujetando los tobillos porque además te voy a hacer un tacto rectal y no quiero que te lastimes tratando de escaparte... Si no te relajás y lo tomás con calma te voy a tener que sujetar los brazos también!
Cuando escuchó lo del tacto rectal empezó a rechazarme con más fuerza. Prácticamente empezó a suplicar.
- Doctora... nooo... por favor Doctora... No me toque de nuevo... ahí por favor - pedía.
- Cristian - le dije con firmeza - Ya casi termino, esto es lo último. Si te relajás va a ser mucho más facil para vos. Yo te voy a revisar el pitito y después las bolitas. Te prometo que no te voy a lastimar.
Atado y obviamente resignado a la humillación, dejó de protestar. No pude menos que sentirme más excitada al verlo sometido a mi merced mientras me tomaba mi tiempo para ponerme un nuevo par de guantes de látex, asegurándome que calzara perfectamente en cada dedo para tener mayor sensibilidad. Empecé a acariciar su perfecto pene y testículos. Su erección empezó a palpitar y su respiración se aceleró. Yo empecé a masturbarlo suavemente. Cuando observé signos que que podría eyacular, me detuve.
- Bueno, ya casi terminamos bebé. Ahora la colita - le anuncié mientras repetía la ceremonia de cambiarme los guantes.
- Por favor no... no puedo más Doctora... es muy... incómodo... por favor Doctora!
- Vas a ver que no es tan malo como creés Cris... vamos, respirá hondo y relajate - él me obedeció - Eso es... de paso te voy a tomar una muestra de esperma, no te asustes yo me ocupo de todo. Vos relajate y dejame a mi... te prometo que no te va a doler nada... vas a ver que te va a gustar...
- Doc... Doctora... no es justo...
Estaba asustado pero no tenía escapatoria. Le acaricié con mis suaves manos enguantadas el interior de sus muslos tratando de tranquilizarlo.
- Vamos Cris... como antes, primero te voy a lubricar y después vas a sentir que te penetro.
Él se cubrió su pene y al verlo yo delicadamente le agarré las manos y lo obligué a dejarlas a los costados del cuerpo.
- Portate bien... acostate y relajate
Empecé penetrándolo con la punta de mi dedo cubierto por el guante de látex. En cuanto le toqué el orificio, se puso tenso.
- Relajate... - empujé la primer falange y esperé a que su esfinter se relajara. Cuando lo hizo empujé mi dedo un poco más y después lo penetré por completo. Palpé en busca de algún bulto o hinchazón fuera de lo usual y después encontré su próstata. Empecé a masajearla. A medida que lo hacía su erección palpitaba y en glande del pene empezó a acumularse fluido pre eyaculatorio. Él gimió con fuerza.
- Aaaahhhh.... qué... qué me pasa Doctora?.... qué me pasa?"!! - me preguntó confundido por las reacciones de su propio cuerpo. Se le aceleró la respiración y en seguida me dí cuenta que estaba en éxtasis.
- Relajate bebé... ahora sos mío! Sentíme.... sentime palpándote la próstata!
Su pene se retorcía y él estaba listo para eyacular. Le acericié de arriba a abajo el pene y los testículos con mi otra mano enguantada y lubricada y él volvió a gemir sonoramente.
- Vamos Cris... entregate! Obedecé a la Doctora! Hacé caso y dame lo que quiero!
En cuanto le dí la órden sus caderas se sacudieron y empezó a derramar semen. Yo tomé de la bandeja un recipiente y recogí una buena muestra.
Muy lentamente retiré mi dedo de su ano mientrás él gemía y jadeaba de placer. Lo limpié, descarté los guantes y aflojé sus ataduras.
Me paré a su lado y yo ayudé a incorporarse.
- Ya pasó... ya pasó... Cómo te sentís?
Él me miró a los ojos y me abrazó hundiendo su rostro en el escote de mi ambo.
- Yo soy suyo Doctora.... - me dijo entre lágrimas - Por favor, quiero ser un paciente obediente Doctora...
Instintivamente recorrí con mis manos su cuerpo desnudo. Él temblaba en mis manos.
Ésa noche tomé otra muestra de su semen.
Él se somete a mis exámenes todas las semanas.

5 comentarios - El Chico Asustado

MRjoses
Deberias hacer una historia tipo "Mommy Kink" pero heterosexual