Continúo con esta saga de relatos respecto a una de las cosas más locas (y calientes) que me ha pasado en la vida, no sin antes pedir disculpas por la interrupción de algunos meses (largos), entenderán que todos tenemos nuestras obligaciones y es difícil conseguir el momento para sentarse a escribir como corresponde una historia así.
Retomo, entonces, donde había dejado. Me acababa de coger a Marianita, la novia de mi amigo, a lo bestia, en cuatro, y sin forro. Se había tragado mi leche primero y después le acabé todas las tetas hermosas. Le di chirlos, le metí mi dedo en el culo, me pidió que la trate como trola, una barbaridad. La pendeja cogía como una diosa de la lujuria, un polvo con ella era un 10/10 y yo todavía no había caído en lo que acababa de hacer (en la culpa un poco sí), estaba en eso cuando me dijo que mi amigo, Martín, es decir su novio, estaba regresando de San Francisco a Rafaela y que llegaba en cualquier momento. A todo esto, estábamos los dos medio locos porque habíamos fumado.
Les decía que ella volvió vestida y me dijo que vaya al quincho de la casa en la que vivían a hacerme el boludo. Pero me pudo el pánico y quise irme de ahí cuanto antes. Le dije a Marianita que mejor me iba rápido y me dijo “como quieras”, pero le pedí que me abra y así fue. Cuando nos despedimos nada raro, beso en la mejilla, todavía tenía olor a sexo la hdp, se notaba de cerquita, pero buena onda, como si nada habría pasado. Y me fui a mi casa a descansar y tratar de no pensar en lo que acababa de hacer.
Pasaron algunos días de aquel verano y yo intentaba seguir con mi vida normal, aunque estaba de vacaciones y por ahí mucho no tenía por hacer, pero pasaban los días, qué se yo. Con Marianita nada, ni un mensaje, ni nada,con Martín tampoco. Hasta que llegó un viernes en el cual me escribe Martín:
- Fede, esta noche hay asado en casa, cumple del Pipo, te acordás?
(Pipo era un amigo de el, mío no, pero compartimos algunas reuniones)
- Qué hacés Tincho... Ok estoy invitado no? Jaja
- Claro boludo
Y bueno, les decía, no tenía mucho por hacer. Con un poco de culpa por haberle cogido la novia a mi amigo, me decidí a ir, sencillo, bermudas, ojotas y camisita y fui. Por dentro, por supuesto, pensaba en si estaría la bestia de Marianita, si estarían esas tetas y ese cuerpo infernal, esa hija de puta que cogía como la mejor puta, encima con los 30 grados que hacían... No quería pensar más, porque ya me estaba calentando. Supuse que era reunión de hombres, igual, y que ella iba a hacer otra cosa.
Me equivoqué. No terminé de entrar y de saludar a Martín, a Pipo y a otro amigo de ellos (estaban ellos tres nomás) que la vi, en el borde de la pileta, a Marianita. Fui a agacharme para darle un beso en la mejilla, me dijo “hola Fede, te extrañé!” como si nada y a los gritos, y luego me dijo que vaya a armarme unos fernet para los dos.
A todo esto, dos cosas. Era de noche, eso por un lado no había aclarado. Por otro lado, a pesar de esto, Marianita estaba con la bikini puesta porque entraba y salía de la pileta a cada rato, “para refrescarse” según decía. Y la bikini era una tanga azul asesina con unos dibujitos, que se le metía bien enel culo atrás y por delante era un triangulito, y una parte de arriba también azul que apenas podía contener sus tetas, con dos triángulos, atada a cuello y espalda. Hermosa. Le pararía la verga a cualquiera, se los aseguro.
Fui a preparar el bendito fernet al quincho y ella apareció por atrás para charlarme un poco, a preguntarme cómo andaba, qué había hecho en esos días, y no les voy a mentir, me puse re nervioso, yo actuaba como adolescente pelotudo, no sabía qué decir recordando lo que habíamos hecho pocos días atrás, había tenido a esa mujer, la novia de mi amigo, en 4 y pidiendo que la coja y la use. Enseguida me preguntó si había llevado faso, le dije que sí y se dio el siguiente diálogo:
- Bueno, entonces me voy a sacar la malla así fumo sequita acá con ustedes
- Dale, yo lo voy armando y llamamos a los chicos
- Me voy a poner cómoda, si no te molesta
Me guiñó un ojo y se fue a la pieza. No se dio vuelta pero yo le miré todo el orto mientras se iba. Ya estaba más nervioso que antes. Pero me concentré en mi labor de armar fernet y porro y al rato, por suerte, vinieron Martín y los chicos a sentarse conmigo alrededor de una mesa grande. Nos pusimos a hablar, creo que de fútbol y esas cosas, y al rato apareció Marianita con un vestido negro de verano cortísimo, a la altura de sus muslos, y arriba algo escotado y con sus tetas claramente libres. Su pelo mojado por la pileta, claro. Bastaron dos movimientos que hizo cuando vino y le metió un pico a Martín en la boca para que yo ya adivinara que debajo de ese vestidito tenía una tanga blanca divina. En los pies, ojotas.
No solamente adiviné de primera el color de su ropa interior sino que esa tanga la estuve viendo al menos durante una hora en la que charlamos de todo, y ahí si, ya medio loco y tomando algo no estaba tan nervioso, de hecho disfrutaba el tenerla en un ángulo en diagonal mío en el cual ella, sentada, me mostraba toda la tanguita. A mí, pero también a Martín que nunca dijo nada al respecto, y al otro amigo, ya que Pipo estaba al lado de ella enfrente.Aunque tampoco se le debe haber dificultado mucho verle la tanga en alguna de las ocaciones en que ella fue a sentarse en la falda de Martín, la hdp lo hizo sin ningún problema en que alguien le vea algo con ese vestidito. Sentada, a su vez, ella casi nunca cruzaba las piernas, las dejaba abiertas y cuando se reía las levantaba un poco. Un espectáculo.
Como les dije en los anteriores episodios del relato, Marian era una mina re copada, se llevaba bien con “los vagos”, hacía chistes de sexo, desfachatada. Y encima era un minón. A todos les caía bien, aunque secretamente, supongo yo, todos se la habrían querido coger también. Fue ella la que en un momento fue a poner cumbias con toda y se puso a bailar en la punta del quincho. En un momento nos sacó a bailar uno por uno. Sin ser una atorranta obvia, la hija de puta largaba sexo por los poros, era verla y quedar embobado, aunque no se podía mirar tan fijamente, no sé si me entienden. Pero sacó a bailar a los chicos, a Martín mismo que fue el que más la arrimó y le ponía onda a la noche, era nuestra reina y estábamos todos algo puestos, prendidos a la onda. Sus tetas hermosas bailaban de un lado para otro y su vestidito se subía a cada rato más de lo debido. En una hizo el baile de la botella y para qué decirles... Daba ganas de cogerla allí mismo.
Parecía que Marianita ya estaba un poco en pedo, y al ratolo confirmé. Me empezaron a llegar mensajes al WhatsApp. Y eran de ella. Claro, no estaba en el quincho, recién ahí me di cuenta. Estaba en el baño o en su habitación,supuse. Y cuando veo los mensajes, sin que nadie pueda verme la pantalla, vi que eran fotos, ahí casi me muero: en esas fotos, se distinguía claramente la tanguita blanca de Marian, con algunos dedos por encima y esto iba acompañado de la leyenda “me siento un poco putita... me calenté!”. No supe qué mierda hacer. Por eso no hice nada, y esperé. Temblaba como una hoja.
A los cinco minutos me llegó otro WhatsApp de ella que decía “perdón Fede, el mensaje era para Martín. Te pido por favor que borres las fotos. Qué vergüenza”. En esa época no se podía “eliminar mensajes” ya enviados, jeje. Le puse “ok” porque realmente no sabía qué más decir y porque no quería que los otros vagos se dieran cuenta de algo, o que me pregunten con quién chateaba. Seguía muy, muy nervioso. Además la hija de puta de Marian me tenía al palo y no quería ser descubierto. Lo cierto es que me la quería volver a coger de nuevo, pero no sabía cómo. Ya estaba sintiendo el olorcito de su culo en la nariz, recordando el polvo que nos habíamos echado. La quería hacer mierda. Pero no podía.
Habrá pasado una hora o dos, lo cierto es que traté de integrarme a las charlas, seguí tomando, seguimos fumando y Marianita nunca volvió al quincho. Eso me calmó un poco. Se fueron Pipo, el otro pibe y quedamos Martín y yo mano a mano. Yo ya me estaba por ir también y ahí sí... Apareció ella. Por dios. Con otro cambio de vestimenta. Se había puesto un pijamita, tan inocente y que a la vez en sucuerpo lujurioso no hacía más que agrandar mi calentura. Era todo rosadito, con un short bien corto, con medio ojete afuera, y arriba una de esas remeritas con tiritas, también rosada. El contraste de su piel bronceada, su pelo largo y algo enrulado y sobre todo, cómo se le marcaban las tetas sueltas en la remerita, con la oscuridad de sus pezones apenas perceptibles, me hicieron despertar otra vez el indio interno. Le clavé la vista en el shorcito y no parecía llevar tanga alguna, ya que se trasparentaba un poco.
- Martín, yo me voy a dormir... Perdón, pero me puse re en pedo amor. Fede, te querés quedar?
Dude. Pero les dije que no, que pasaba al baño y me iba. Y cuando fui al baño, encontré tirada con la ropa sucia esa tanguita blanca, la que había mostrado toda la noche. Uff. Lo cual me confirmó que iba sueltita, además. La tanga, en tanto, era diminuta, de triangulito con elásticos a los costados y estaba mojada a full. Olía a hembra en celo y a culito. Estaba manchada también en las partes claves. Para mi la hija de puta se había pajeado. Lo único que se me ocurrió fue metérmela en el bolsillo, salir y pedir que me abran la puerta. Estaba al palo y con Martín ahí, no daba para más.
Este relato es puramente real y por eso les confieso que esa noche, no me quedó más que hacerme la paja oliendo esa tanguita divina del infierno o del cielo, e irme a dormir. Les dejo, para terminar por ahora, una fotito que reproduce aproximadamente la vista que tuve (y tuvimos) de Marianita durante varias horas de aquella noche.
Retomo, entonces, donde había dejado. Me acababa de coger a Marianita, la novia de mi amigo, a lo bestia, en cuatro, y sin forro. Se había tragado mi leche primero y después le acabé todas las tetas hermosas. Le di chirlos, le metí mi dedo en el culo, me pidió que la trate como trola, una barbaridad. La pendeja cogía como una diosa de la lujuria, un polvo con ella era un 10/10 y yo todavía no había caído en lo que acababa de hacer (en la culpa un poco sí), estaba en eso cuando me dijo que mi amigo, Martín, es decir su novio, estaba regresando de San Francisco a Rafaela y que llegaba en cualquier momento. A todo esto, estábamos los dos medio locos porque habíamos fumado.
Les decía que ella volvió vestida y me dijo que vaya al quincho de la casa en la que vivían a hacerme el boludo. Pero me pudo el pánico y quise irme de ahí cuanto antes. Le dije a Marianita que mejor me iba rápido y me dijo “como quieras”, pero le pedí que me abra y así fue. Cuando nos despedimos nada raro, beso en la mejilla, todavía tenía olor a sexo la hdp, se notaba de cerquita, pero buena onda, como si nada habría pasado. Y me fui a mi casa a descansar y tratar de no pensar en lo que acababa de hacer.
Pasaron algunos días de aquel verano y yo intentaba seguir con mi vida normal, aunque estaba de vacaciones y por ahí mucho no tenía por hacer, pero pasaban los días, qué se yo. Con Marianita nada, ni un mensaje, ni nada,con Martín tampoco. Hasta que llegó un viernes en el cual me escribe Martín:
- Fede, esta noche hay asado en casa, cumple del Pipo, te acordás?
(Pipo era un amigo de el, mío no, pero compartimos algunas reuniones)
- Qué hacés Tincho... Ok estoy invitado no? Jaja
- Claro boludo
Y bueno, les decía, no tenía mucho por hacer. Con un poco de culpa por haberle cogido la novia a mi amigo, me decidí a ir, sencillo, bermudas, ojotas y camisita y fui. Por dentro, por supuesto, pensaba en si estaría la bestia de Marianita, si estarían esas tetas y ese cuerpo infernal, esa hija de puta que cogía como la mejor puta, encima con los 30 grados que hacían... No quería pensar más, porque ya me estaba calentando. Supuse que era reunión de hombres, igual, y que ella iba a hacer otra cosa.
Me equivoqué. No terminé de entrar y de saludar a Martín, a Pipo y a otro amigo de ellos (estaban ellos tres nomás) que la vi, en el borde de la pileta, a Marianita. Fui a agacharme para darle un beso en la mejilla, me dijo “hola Fede, te extrañé!” como si nada y a los gritos, y luego me dijo que vaya a armarme unos fernet para los dos.
A todo esto, dos cosas. Era de noche, eso por un lado no había aclarado. Por otro lado, a pesar de esto, Marianita estaba con la bikini puesta porque entraba y salía de la pileta a cada rato, “para refrescarse” según decía. Y la bikini era una tanga azul asesina con unos dibujitos, que se le metía bien enel culo atrás y por delante era un triangulito, y una parte de arriba también azul que apenas podía contener sus tetas, con dos triángulos, atada a cuello y espalda. Hermosa. Le pararía la verga a cualquiera, se los aseguro.
Fui a preparar el bendito fernet al quincho y ella apareció por atrás para charlarme un poco, a preguntarme cómo andaba, qué había hecho en esos días, y no les voy a mentir, me puse re nervioso, yo actuaba como adolescente pelotudo, no sabía qué decir recordando lo que habíamos hecho pocos días atrás, había tenido a esa mujer, la novia de mi amigo, en 4 y pidiendo que la coja y la use. Enseguida me preguntó si había llevado faso, le dije que sí y se dio el siguiente diálogo:
- Bueno, entonces me voy a sacar la malla así fumo sequita acá con ustedes
- Dale, yo lo voy armando y llamamos a los chicos
- Me voy a poner cómoda, si no te molesta
Me guiñó un ojo y se fue a la pieza. No se dio vuelta pero yo le miré todo el orto mientras se iba. Ya estaba más nervioso que antes. Pero me concentré en mi labor de armar fernet y porro y al rato, por suerte, vinieron Martín y los chicos a sentarse conmigo alrededor de una mesa grande. Nos pusimos a hablar, creo que de fútbol y esas cosas, y al rato apareció Marianita con un vestido negro de verano cortísimo, a la altura de sus muslos, y arriba algo escotado y con sus tetas claramente libres. Su pelo mojado por la pileta, claro. Bastaron dos movimientos que hizo cuando vino y le metió un pico a Martín en la boca para que yo ya adivinara que debajo de ese vestidito tenía una tanga blanca divina. En los pies, ojotas.
No solamente adiviné de primera el color de su ropa interior sino que esa tanga la estuve viendo al menos durante una hora en la que charlamos de todo, y ahí si, ya medio loco y tomando algo no estaba tan nervioso, de hecho disfrutaba el tenerla en un ángulo en diagonal mío en el cual ella, sentada, me mostraba toda la tanguita. A mí, pero también a Martín que nunca dijo nada al respecto, y al otro amigo, ya que Pipo estaba al lado de ella enfrente.Aunque tampoco se le debe haber dificultado mucho verle la tanga en alguna de las ocaciones en que ella fue a sentarse en la falda de Martín, la hdp lo hizo sin ningún problema en que alguien le vea algo con ese vestidito. Sentada, a su vez, ella casi nunca cruzaba las piernas, las dejaba abiertas y cuando se reía las levantaba un poco. Un espectáculo.
Como les dije en los anteriores episodios del relato, Marian era una mina re copada, se llevaba bien con “los vagos”, hacía chistes de sexo, desfachatada. Y encima era un minón. A todos les caía bien, aunque secretamente, supongo yo, todos se la habrían querido coger también. Fue ella la que en un momento fue a poner cumbias con toda y se puso a bailar en la punta del quincho. En un momento nos sacó a bailar uno por uno. Sin ser una atorranta obvia, la hija de puta largaba sexo por los poros, era verla y quedar embobado, aunque no se podía mirar tan fijamente, no sé si me entienden. Pero sacó a bailar a los chicos, a Martín mismo que fue el que más la arrimó y le ponía onda a la noche, era nuestra reina y estábamos todos algo puestos, prendidos a la onda. Sus tetas hermosas bailaban de un lado para otro y su vestidito se subía a cada rato más de lo debido. En una hizo el baile de la botella y para qué decirles... Daba ganas de cogerla allí mismo.
Parecía que Marianita ya estaba un poco en pedo, y al ratolo confirmé. Me empezaron a llegar mensajes al WhatsApp. Y eran de ella. Claro, no estaba en el quincho, recién ahí me di cuenta. Estaba en el baño o en su habitación,supuse. Y cuando veo los mensajes, sin que nadie pueda verme la pantalla, vi que eran fotos, ahí casi me muero: en esas fotos, se distinguía claramente la tanguita blanca de Marian, con algunos dedos por encima y esto iba acompañado de la leyenda “me siento un poco putita... me calenté!”. No supe qué mierda hacer. Por eso no hice nada, y esperé. Temblaba como una hoja.
A los cinco minutos me llegó otro WhatsApp de ella que decía “perdón Fede, el mensaje era para Martín. Te pido por favor que borres las fotos. Qué vergüenza”. En esa época no se podía “eliminar mensajes” ya enviados, jeje. Le puse “ok” porque realmente no sabía qué más decir y porque no quería que los otros vagos se dieran cuenta de algo, o que me pregunten con quién chateaba. Seguía muy, muy nervioso. Además la hija de puta de Marian me tenía al palo y no quería ser descubierto. Lo cierto es que me la quería volver a coger de nuevo, pero no sabía cómo. Ya estaba sintiendo el olorcito de su culo en la nariz, recordando el polvo que nos habíamos echado. La quería hacer mierda. Pero no podía.
Habrá pasado una hora o dos, lo cierto es que traté de integrarme a las charlas, seguí tomando, seguimos fumando y Marianita nunca volvió al quincho. Eso me calmó un poco. Se fueron Pipo, el otro pibe y quedamos Martín y yo mano a mano. Yo ya me estaba por ir también y ahí sí... Apareció ella. Por dios. Con otro cambio de vestimenta. Se había puesto un pijamita, tan inocente y que a la vez en sucuerpo lujurioso no hacía más que agrandar mi calentura. Era todo rosadito, con un short bien corto, con medio ojete afuera, y arriba una de esas remeritas con tiritas, también rosada. El contraste de su piel bronceada, su pelo largo y algo enrulado y sobre todo, cómo se le marcaban las tetas sueltas en la remerita, con la oscuridad de sus pezones apenas perceptibles, me hicieron despertar otra vez el indio interno. Le clavé la vista en el shorcito y no parecía llevar tanga alguna, ya que se trasparentaba un poco.
- Martín, yo me voy a dormir... Perdón, pero me puse re en pedo amor. Fede, te querés quedar?
Dude. Pero les dije que no, que pasaba al baño y me iba. Y cuando fui al baño, encontré tirada con la ropa sucia esa tanguita blanca, la que había mostrado toda la noche. Uff. Lo cual me confirmó que iba sueltita, además. La tanga, en tanto, era diminuta, de triangulito con elásticos a los costados y estaba mojada a full. Olía a hembra en celo y a culito. Estaba manchada también en las partes claves. Para mi la hija de puta se había pajeado. Lo único que se me ocurrió fue metérmela en el bolsillo, salir y pedir que me abran la puerta. Estaba al palo y con Martín ahí, no daba para más.
Este relato es puramente real y por eso les confieso que esa noche, no me quedó más que hacerme la paja oliendo esa tanguita divina del infierno o del cielo, e irme a dormir. Les dejo, para terminar por ahora, una fotito que reproduce aproximadamente la vista que tuve (y tuvimos) de Marianita durante varias horas de aquella noche.
12 comentarios - Marianita, la novia de mi amigo. Parte V.