¡Hola gente! Nuevo relato para ustedes..! Espero que sea de su agrado. Comenta y comparte. Si te sobran algunos puntitos, son bienvenidos. Tengo otros relatos anteriores. Si te interesan, acá están. Muchas gracias..!
http://m.poringa.net/posts/relatos/3193072/Domicilio-Compartido.html
http://m.poringa.net/posts/relatos/3187249/Clases-Particulares.html
http://m.poringa.net/posts/relatos/3194266/El-Problema-de-mi-Mejor-Amigo.html
Sin remedio.
Después de fracasar en el amor, volví a casa. No tenía muchos ahorros, así que mi viejo cuarto me esperaba. Mis padres no estaban casi nunca y mis hermanos habían formado sus familias. Me terminé de instalar y decidí abrir una cerveza y sentarme en la vereda como en otros tiempos.
¡Hola vecino -escuché de repente- tanto tiempo sin verte! Era Juli, mi vecinita de pocos años... bueno, tenía pocos años cuando me fuí. ¡Hola -dije- casi no te reconozco! Mi asombro fue notable, efectivamente mi vecinita habia crecido, tendria unos 17 años. ¿Una cerveza? -me escuché decir. Ella aceptó y se sentó a mi lado. Tenia puesto un short blanco ajustado y una remerita algo escotada. Sus senos habían crecido y su cola estaba bien marcadita. Hablamos recordando viejas épocas, de cuando ella era niña y yo un adolescente algo rebelde. Nos despedimos esa tarde y esa misma noche no pude sacarmela de la cabeza. La busqué por Facebook e Instagram, y medité largo tiempo si debia agregarla y seguirla por redes sociales. Al final lo hice, creyendo que tal vez no me aceptaria. La mañana me sorprendió con su confirmación, no pude evitar sonreir.
Esa misma tarde la vi, recién llegada de la facultad. ¡Qué bien me vendria una cerveza helada! -me dijo. ¡Y una pizza para acompañar! -respondí. Sin quererlo la habia invitado a cenar. Ya habia anochecido cuando llegó a casa. Tenia ese short corto que me habia impresionado y una remera que no ocultaba demasiado. Terminamos de comer y nos sentamos en el sillón a escuchar música. ¡La música actual -le dije- es bastante rara! Su risa llenó mis sentidos y sus ojos me hicieron estremecer. ¡No te burles, cuando pases los 30 años me vas a entender! Asistió y me confesó un pequeño secreto. ¡Cuando era una niña, estaba perdidamente enamorada de vos! -me dijo. ¿Porqué? -pregunté torpemente. ¡Por tus ojos, tu sonrisa, tu pelo despeinado, tu forma de hablar -y luego añadió- no has cambiado en nada! ¡Estoy más viejo! -repliqué. ¡Es verdad -dijo- pero aún me gustas!
No sabria decir como pasó, pero en un momento ella estaba sentada sobre mí. Su boca era dulce y cálida; mi lengua y la suya danzaban al son de la música. Acaricié sus piernas y sentí como se estremecía. Besé su cuello mientras ella jugaba con mi pelo. Me saqué la remera y ella recorrió con besos todo mi pecho. Un instante después tenia sus pezones en mi boca, se endurecieron al instante con el roce de mi lengua. Tenia unas tetas hermosas, no eran demasiado grandes pero tampoco pequeñas. ¡La medida justa! -pensé. Las lamí, las besé, las acaricié y las chupé una y otra vez. Se arrodilló frente a mí y sacó mi pene del pantalón. Sus besos suaves y húmedos fueron subiendo en intensidad poco a poco y mi mente viajaba con cada mamada. Lamia, besaba y succionaba con verdadera pasión mi pija que vibraba en su boca. ¡Es mi turno! -le dije. Se recostó sobre el sillón y le quité el short. Su ropa interior blanca era pequeña y con transparencias. No me molesté en quitarsela, la corrí del medio con delicadeza y comencé. Lamí con suavidad sus labios mayores hasta humedecerlos, luego seguí con sus labios menores de igual manera. Deslicé mi lengua a lo largo de su vagina haciendo incapié en su clítoris, que chupé con suavidad. Juli se retorcia de excitación y se humedecia con sus jugos y mi saliva. Seguí jugando con su dulce conchita, introduciendo mis dedos con cuidado. Primero uno y luego dos, mi lengua lamia su humedad. Me incliné sobre ella y la penetré con fuerza. La sensación fue única, mi pene en su vagina y nuestras bocas volvieron a encontrarse para silenciar los gemidos. Cojí con energia a mi dulce vecinita, mientras ella arañaba con fuerza mi espalda. Debo admitir que pasó demasiado rápido, un par de minutos después derramé mi semen sobre su vientre. Estaba fatigado y ella respiraba con evidente agitación. Tomé una servilleta para que se limpiara y nos sentamos aún desnudos sobre la alfombra. No dijimos nada más, recojimos la mesa, acomodamos el desorden y nos despedimos con un beso. ¡No te enamores de mí! -dijo antes de irse. Y yo sin remedio, volví a caer.
FIN.
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Sin remedio.
Después de fracasar en el amor, volví a casa. No tenía muchos ahorros, así que mi viejo cuarto me esperaba. Mis padres no estaban casi nunca y mis hermanos habían formado sus familias. Me terminé de instalar y decidí abrir una cerveza y sentarme en la vereda como en otros tiempos.
¡Hola vecino -escuché de repente- tanto tiempo sin verte! Era Juli, mi vecinita de pocos años... bueno, tenía pocos años cuando me fuí. ¡Hola -dije- casi no te reconozco! Mi asombro fue notable, efectivamente mi vecinita habia crecido, tendria unos 17 años. ¿Una cerveza? -me escuché decir. Ella aceptó y se sentó a mi lado. Tenia puesto un short blanco ajustado y una remerita algo escotada. Sus senos habían crecido y su cola estaba bien marcadita. Hablamos recordando viejas épocas, de cuando ella era niña y yo un adolescente algo rebelde. Nos despedimos esa tarde y esa misma noche no pude sacarmela de la cabeza. La busqué por Facebook e Instagram, y medité largo tiempo si debia agregarla y seguirla por redes sociales. Al final lo hice, creyendo que tal vez no me aceptaria. La mañana me sorprendió con su confirmación, no pude evitar sonreir.
Esa misma tarde la vi, recién llegada de la facultad. ¡Qué bien me vendria una cerveza helada! -me dijo. ¡Y una pizza para acompañar! -respondí. Sin quererlo la habia invitado a cenar. Ya habia anochecido cuando llegó a casa. Tenia ese short corto que me habia impresionado y una remera que no ocultaba demasiado. Terminamos de comer y nos sentamos en el sillón a escuchar música. ¡La música actual -le dije- es bastante rara! Su risa llenó mis sentidos y sus ojos me hicieron estremecer. ¡No te burles, cuando pases los 30 años me vas a entender! Asistió y me confesó un pequeño secreto. ¡Cuando era una niña, estaba perdidamente enamorada de vos! -me dijo. ¿Porqué? -pregunté torpemente. ¡Por tus ojos, tu sonrisa, tu pelo despeinado, tu forma de hablar -y luego añadió- no has cambiado en nada! ¡Estoy más viejo! -repliqué. ¡Es verdad -dijo- pero aún me gustas!
No sabria decir como pasó, pero en un momento ella estaba sentada sobre mí. Su boca era dulce y cálida; mi lengua y la suya danzaban al son de la música. Acaricié sus piernas y sentí como se estremecía. Besé su cuello mientras ella jugaba con mi pelo. Me saqué la remera y ella recorrió con besos todo mi pecho. Un instante después tenia sus pezones en mi boca, se endurecieron al instante con el roce de mi lengua. Tenia unas tetas hermosas, no eran demasiado grandes pero tampoco pequeñas. ¡La medida justa! -pensé. Las lamí, las besé, las acaricié y las chupé una y otra vez. Se arrodilló frente a mí y sacó mi pene del pantalón. Sus besos suaves y húmedos fueron subiendo en intensidad poco a poco y mi mente viajaba con cada mamada. Lamia, besaba y succionaba con verdadera pasión mi pija que vibraba en su boca. ¡Es mi turno! -le dije. Se recostó sobre el sillón y le quité el short. Su ropa interior blanca era pequeña y con transparencias. No me molesté en quitarsela, la corrí del medio con delicadeza y comencé. Lamí con suavidad sus labios mayores hasta humedecerlos, luego seguí con sus labios menores de igual manera. Deslicé mi lengua a lo largo de su vagina haciendo incapié en su clítoris, que chupé con suavidad. Juli se retorcia de excitación y se humedecia con sus jugos y mi saliva. Seguí jugando con su dulce conchita, introduciendo mis dedos con cuidado. Primero uno y luego dos, mi lengua lamia su humedad. Me incliné sobre ella y la penetré con fuerza. La sensación fue única, mi pene en su vagina y nuestras bocas volvieron a encontrarse para silenciar los gemidos. Cojí con energia a mi dulce vecinita, mientras ella arañaba con fuerza mi espalda. Debo admitir que pasó demasiado rápido, un par de minutos después derramé mi semen sobre su vientre. Estaba fatigado y ella respiraba con evidente agitación. Tomé una servilleta para que se limpiara y nos sentamos aún desnudos sobre la alfombra. No dijimos nada más, recojimos la mesa, acomodamos el desorden y nos despedimos con un beso. ¡No te enamores de mí! -dijo antes de irse. Y yo sin remedio, volví a caer.
FIN.
2 comentarios - Sin Remedio.