El scrabble estaba resultando una batalla muy áspera.
Tanto esfuerzo mental ameritaba algún tipo de premio sexual.
Alguno de los dos propuso hacer alguna apuesta.
Aceptaron.
Siguieron jugando mientras pensaban las posibles prendas.
Finalmente ella perdió.
Él la tomó de la mano, la llevó a la habitación.
Le pidió que se baje la calza y la bombacha y que se acueste en la cama, bien abierta de piernas.
Risueña, intrigada y excitada, ella obedeció, mientras él buscaba algo en el primer cajón del placard.
Se dirigió a la cama con ese juguete que ella tanto disfruta.
Sin tocarla, acercó el juguete a esa concha que se abría apasionada, tan solo con sentir a ese hombre cerca.
Ella lo miraba. Él veía sus ojos y su agujero mojándose.
Introdujo suavemente el juguete hasta que hizo tope, y le indicó que se suba la ropa.
Ella sabía que él era garantía de placer.
Subió su calza en silencio, mirándolo y sonriendo, esperando conocer cómo seguía la prenda.
Él agarró su billetera e indicó:
-Vamos a compar helado.
-¿Estás seguro?
-Sí, son dos cuadras. ¿Tenés miedo de tener un orgasmo en la calle?
-Sabés que más que miedo tengo ganas.
-Vas a tener que contenerte: tenés que pedir el helado vos.
En el camino a la heladería ella encontró un cantero donde sentarse, justo en una de las puntas,
mientras hacía de cuenta que acomodaba sus cordones, se frotaba fuerte el juguete en su interior.
A él se le puso tan dura la pija que tuvo que esperar afuera del local a que ella comprara.
Al volver al departamento se repitió la secuencia de la cama: ella con la ropa baja, él acercándose.
Ella tenía las piernas cerradas, "para que el juguete no se me resbale" -dijo.
Él había bajado sus pantalones y ropa interior, al escucharla su pija chorreó.
Se agachó frente a ella y separó sus piernas, retiró suavemente el juguete empapado
y de golpe hundió su pija en esa concha que tanto lo deseaba.
Tanto esfuerzo mental ameritaba algún tipo de premio sexual.
Alguno de los dos propuso hacer alguna apuesta.
Aceptaron.
Siguieron jugando mientras pensaban las posibles prendas.
Finalmente ella perdió.
Él la tomó de la mano, la llevó a la habitación.
Le pidió que se baje la calza y la bombacha y que se acueste en la cama, bien abierta de piernas.
Risueña, intrigada y excitada, ella obedeció, mientras él buscaba algo en el primer cajón del placard.
Se dirigió a la cama con ese juguete que ella tanto disfruta.
Sin tocarla, acercó el juguete a esa concha que se abría apasionada, tan solo con sentir a ese hombre cerca.
Ella lo miraba. Él veía sus ojos y su agujero mojándose.
Introdujo suavemente el juguete hasta que hizo tope, y le indicó que se suba la ropa.
Ella sabía que él era garantía de placer.
Subió su calza en silencio, mirándolo y sonriendo, esperando conocer cómo seguía la prenda.
Él agarró su billetera e indicó:
-Vamos a compar helado.
-¿Estás seguro?
-Sí, son dos cuadras. ¿Tenés miedo de tener un orgasmo en la calle?
-Sabés que más que miedo tengo ganas.
-Vas a tener que contenerte: tenés que pedir el helado vos.
En el camino a la heladería ella encontró un cantero donde sentarse, justo en una de las puntas,
mientras hacía de cuenta que acomodaba sus cordones, se frotaba fuerte el juguete en su interior.
A él se le puso tan dura la pija que tuvo que esperar afuera del local a que ella comprara.
Al volver al departamento se repitió la secuencia de la cama: ella con la ropa baja, él acercándose.
Ella tenía las piernas cerradas, "para que el juguete no se me resbale" -dijo.
Él había bajado sus pantalones y ropa interior, al escucharla su pija chorreó.
Se agachó frente a ella y separó sus piernas, retiró suavemente el juguete empapado
y de golpe hundió su pija en esa concha que tanto lo deseaba.
7 comentarios - Juegos -Basado en hechos reales.
Gracias por pasar.
excelente.
Un beso.
Me alegra que haya gustado.
El que le metió?