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A la mañana siguiente, bajamos las dos en braguitas (le presté unas mías a mi cuñada) y con las tetas al aire entramos en la cocina y sorprendimos a mi hijo que desayunaba en ese momento.
Un guapísimo adolescente de 18 años. Afortunadamente ha heredado mí atractivo, si a eso le sumamos su altura: 1,85; que va a un gimnasio, para moldear su cuerpo; que tiene la piel suave y está completamente depilado; bueno, sus partes íntimas no lo sé con seguridad, pero me imagino que sí, porque el baño está lleno de cremas depilatorias que no son mías. Me atrevo a decir sin temor a equivocarme, que podría ser modelo sin ningún problema, aunque él no esté interesado.
No dijo nada. Sólo nos miró. Entonces me fijé en que ¡Se estaba empalmando! Al vernos ¡Santa madre de dios! Exclamé para mis adentros al ver el enorme bulto de su entrepierna. Yo preparé dos tazas de café recién hecho por mi hijo y le añadí leche y azúcar. Me volví dándole un vaso a mi cuñada y me refugié detrás de su espalda para seguir mirando a mi hijo.
Él sabía perfectamente lo que le estábamos mirando, y se apoyó en la encimera y separó las piernas. El bulto de mi hijo crecía rápidamente
— ¡Se le va a salir joder! —susurré a su espalda.
Mi cuñada me dio un ligero codazo en el estómago, se separó de mi lado y se apoyó en la mesa de la cocina con las piernas separadas, frente a su sobrino. Las braguitas que yo le había prestado le quedaban muy justas y se le marcaba el chocho perfectamente. Ambos, se miraron mutuamente la entrepierna.
Mi hijo seguía empalmándose, su apariencia era tranquila, como si su tremendo pene no formara parte de su divino cuerpo. “¡Se le sale¡ ¡Se le sale¡ ¡Se le sale¡” me repetí mentalmente mirándole a mi hijo, mientras ellos charlaban tranquilamente ¡y se le salió! Por el costado de la ingle, empezó a asomar la gruesa punta de su pene.
Mi cuñada se lo miraba con descaro y yo también, aunque sentí vergüenza por mirarle el pene a mi propio hijo. Su polla siguió creciendo y saliendo, entonces ocurrió algo asombroso. La punta empezó a ensancharse y la piel del prepucio retrocedió hasta liberar completamente su gordo glande.
Mi cuñada se calló de golpe al verlo, a mí, se me cortó la respiración y casi se me cae la taza al suelo. Mi hijo sonrió al ver nuestras caras. Se terminó el café y lentamente se agachó para colocar la taza dentro del lavavajillas. Yo le miré el culito prieto, pero mis ojos se desviaron un poco más abajo; Al tremendo bulto de su escroto. Mi hijo debía tener unos huevos enormes.
Se giró con una preciosa sonrisa en los labios. Su pollón asomaba completamente descapullado; mi cuñada y yo babeamos. Se me acercó y me atrajo contra él; me besó los labios.
— ¡Buenos días mamá!
Su polla me rozó el pubis y un escalofrío me recorrió la espalda. Se giró y se aproximó a su tía que seguía apoyada en la mesa. Incapaz de reaccionar, dejó que su sobrino la separara las piernas y con todo el descaro, se metiera entre ellas, sus sexos se rozaron, lo vi perfectamente. La abrazó.
— ¡Buenos días tía! ---Dijo y la besó en los labios.
Mi cuñada entreabrió su boca y mi hijo metió la lengua, la dio un beso de tornillo que a mí misma me cortó la respiración, al mismo tiempo mi hijo movía despacito el culo, frotando su enorme polla contra el chochazo de su tía. Cuando se separó de ella, mi cuñada suspiró dos veces; mi hijo salió tan tranquilo de la cocina. Yo, que estaba atenta, cogí al vuelo la taza que se le había deslizado de la mano.
¾ Tápate los ojos porque me voy a comer a tu hijo —se levantó de la mesa.
¾ No seas loca —la retuve por un brazo— ¡Es tú sobrino!
¾ ¡Me importa un huevo! ¡Tiene que ser mío! ¡Me caso con él si es necesario! —dijo en voz alta.
¾ Seguro que te ha escuchado ¡Estás loca! —rompí a reír a carcajadas.
¾ ¡Mira! cómo me ha dejado las braguitas el muy cabroncete —dijo mostrándome la enorme mancha de humedad.
Entre bromas, risas y cachondeo, los tres pasamos un agradable fin de semana, mi hijo nos regaló más veces la vista dejándonos ver cómo se empalmaba.
No le extrañó que su tía y yo durmiéramos juntas. Además, mi hijo no se mete en esas cosas. Desgraciadamente, el lunes nos devolvió de nuevo, a la vida monótona y aburrida.
A la mañana siguiente, bajamos las dos en braguitas (le presté unas mías a mi cuñada) y con las tetas al aire entramos en la cocina y sorprendimos a mi hijo que desayunaba en ese momento.
Un guapísimo adolescente de 18 años. Afortunadamente ha heredado mí atractivo, si a eso le sumamos su altura: 1,85; que va a un gimnasio, para moldear su cuerpo; que tiene la piel suave y está completamente depilado; bueno, sus partes íntimas no lo sé con seguridad, pero me imagino que sí, porque el baño está lleno de cremas depilatorias que no son mías. Me atrevo a decir sin temor a equivocarme, que podría ser modelo sin ningún problema, aunque él no esté interesado.
No dijo nada. Sólo nos miró. Entonces me fijé en que ¡Se estaba empalmando! Al vernos ¡Santa madre de dios! Exclamé para mis adentros al ver el enorme bulto de su entrepierna. Yo preparé dos tazas de café recién hecho por mi hijo y le añadí leche y azúcar. Me volví dándole un vaso a mi cuñada y me refugié detrás de su espalda para seguir mirando a mi hijo.
Él sabía perfectamente lo que le estábamos mirando, y se apoyó en la encimera y separó las piernas. El bulto de mi hijo crecía rápidamente
— ¡Se le va a salir joder! —susurré a su espalda.
Mi cuñada me dio un ligero codazo en el estómago, se separó de mi lado y se apoyó en la mesa de la cocina con las piernas separadas, frente a su sobrino. Las braguitas que yo le había prestado le quedaban muy justas y se le marcaba el chocho perfectamente. Ambos, se miraron mutuamente la entrepierna.
Mi hijo seguía empalmándose, su apariencia era tranquila, como si su tremendo pene no formara parte de su divino cuerpo. “¡Se le sale¡ ¡Se le sale¡ ¡Se le sale¡” me repetí mentalmente mirándole a mi hijo, mientras ellos charlaban tranquilamente ¡y se le salió! Por el costado de la ingle, empezó a asomar la gruesa punta de su pene.
Mi cuñada se lo miraba con descaro y yo también, aunque sentí vergüenza por mirarle el pene a mi propio hijo. Su polla siguió creciendo y saliendo, entonces ocurrió algo asombroso. La punta empezó a ensancharse y la piel del prepucio retrocedió hasta liberar completamente su gordo glande.
Mi cuñada se calló de golpe al verlo, a mí, se me cortó la respiración y casi se me cae la taza al suelo. Mi hijo sonrió al ver nuestras caras. Se terminó el café y lentamente se agachó para colocar la taza dentro del lavavajillas. Yo le miré el culito prieto, pero mis ojos se desviaron un poco más abajo; Al tremendo bulto de su escroto. Mi hijo debía tener unos huevos enormes.
Se giró con una preciosa sonrisa en los labios. Su pollón asomaba completamente descapullado; mi cuñada y yo babeamos. Se me acercó y me atrajo contra él; me besó los labios.
— ¡Buenos días mamá!
Su polla me rozó el pubis y un escalofrío me recorrió la espalda. Se giró y se aproximó a su tía que seguía apoyada en la mesa. Incapaz de reaccionar, dejó que su sobrino la separara las piernas y con todo el descaro, se metiera entre ellas, sus sexos se rozaron, lo vi perfectamente. La abrazó.
— ¡Buenos días tía! ---Dijo y la besó en los labios.
Mi cuñada entreabrió su boca y mi hijo metió la lengua, la dio un beso de tornillo que a mí misma me cortó la respiración, al mismo tiempo mi hijo movía despacito el culo, frotando su enorme polla contra el chochazo de su tía. Cuando se separó de ella, mi cuñada suspiró dos veces; mi hijo salió tan tranquilo de la cocina. Yo, que estaba atenta, cogí al vuelo la taza que se le había deslizado de la mano.
¾ Tápate los ojos porque me voy a comer a tu hijo —se levantó de la mesa.
¾ No seas loca —la retuve por un brazo— ¡Es tú sobrino!
¾ ¡Me importa un huevo! ¡Tiene que ser mío! ¡Me caso con él si es necesario! —dijo en voz alta.
¾ Seguro que te ha escuchado ¡Estás loca! —rompí a reír a carcajadas.
¾ ¡Mira! cómo me ha dejado las braguitas el muy cabroncete —dijo mostrándome la enorme mancha de humedad.
Entre bromas, risas y cachondeo, los tres pasamos un agradable fin de semana, mi hijo nos regaló más veces la vista dejándonos ver cómo se empalmaba.
No le extrañó que su tía y yo durmiéramos juntas. Además, mi hijo no se mete en esas cosas. Desgraciadamente, el lunes nos devolvió de nuevo, a la vida monótona y aburrida.
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