Buenas noches poringueras y poringueros, les dejo otra historia real, de mis jugosas experiencias...
La primera vez, se puede decir que la sentí, antes de verla.
Para aquellos que viajamos en el subte, sea la línea que sea, las apoyadas son comunes, algo de todos los días. Como yo laburo en el centro, para volver a mi casa (en esa época vivía en Villa Urquiza), tenía que hacerme prácticamente el recorrido completo en la línea B. Hora pico, un caos total, nada de lugar en el vagón.
Era otra tarde como cualquier otra, supongo. No tenía nada de emocionante, hasta que subí al subte. Entré en Carlos Pellegrini y automáticamente, la gente que subía, me empujó contra una espalda.
Cerraron las puertas y arrancó el tren. Antes de llegar a la primera estación, sentí el roce. Ahora bien, esto pasó hará cinco años; las cosas no estaban tan sensibles como ahora. Mi pija reaccionó al instante. Comencé a darme cuenta de que ella empujaba su culo hacia mí, lenta y profundamente. Tengo que decir que trabajo de pantalón de vestir y camisa, y que se me nota mucho cuando se me pone dura la poronga. Era algo increíble; una chica me estaba apoyando a mí. Son el tipo de cosas que los hombres siempre queremos vivir, y nunca nos pasa algo así.
Después de varias estaciones, ya por la altura de Dorrego y Lacroze, el vagón se vacía lo suficiente para no estar tan pegoteados, pero hasta el último momento donde pudo disimularlo, ella se quedó pegada a mi pija. El morbo de la situación era tremendo. La calentura me mataba, quería cogérmela en ese mismo vagón. Esperé a ver que pasaba.
Entonces pude verla bien. Morocha, jovencita, parecía adolescente. Petiza, un poco rellenita, pero muy bien formada. Una cara de buena…; me la endureció todavía más. La cosa es que no me miraba; de hecho, no miraba a ningún lado, estaba en su mundo. Yo no le sacaba los ojos de encima, porque quería ver que pasaba. Pero nada pasó; al llegar a Los Incas bajamos y la seguí: por primera vez le vi el culo ese que tanto me gustaba. Fue el principio.
Al día siguiente, la busqué en el andén. La encontré y como si nada, me puse detrás, esperando para subir al subte. Cuando vino, me coloqué a sus espaldas y la apoyé apenas, tanteando la situación. Otra vez lo mismo: me apoyó de lo lindo, sintiendo como me crecía la pija a través de mi pantalón. Esta vez le metí mano, acariciándole el orto mientras ella controlaba la respiración y seguía ignorándome, pero disfrutando mucho con mis movimientos y sobre todo, con mi bulto entre los cachetes del culo. Y todo, disimulando frente a los otros pasajeros. Era una sensación indescriptible.
Bajamos dónde siempre y lo mismo, nada. Tenía la cabeza a mil y no sabía nada de ella, más allá de que le gustaba que la apoyara.
Al tercer día, pasó algo que me calentó mucho más: yo bajaba por la escalera de la combinación cuando la vi, de lejos, y noté que no subía al subte, que lo dejaba pasar. Me di cuenta de que me esperaba, esperaba el viaje donde pueda sentir las caricias de mi pija en su orto.
Así pasaron meses: casi seis, donde además, empecé a encontrarla a la ida. La apoyaba dos veces por día, durante toda la semana, y no sabía su nombre. Era una situación sumamente excitante porque ella no parecía querer avanzar: sólo quería ser apoyada por mí en los viajes; esa era su fantasía.
Una tarde no pude más: baje en Los Incas con la pija al palo y la seguí. Iba por todo. Me di cuenta de que salía del subte y esperaba el 80. Me puse detrás de ella en la cola del bondi. Había preparado un papelito, con mi número de celu. Iba a jugármela.
Subimos al colectivo para el lado de Villa Pueyrredón, y yo la miraba. Mucho después ella me diría de que no se había dado cuenta de que la seguía. Cuando bajó, la seguí; caminé dos cuadras tras ella, admirándole ese culo, mientras acortaba el paso.
Antes de llegar a la esquina la alcance:
-Morocha, hola-le dije-No te asustes, pero te sigo desde hace mucho, me pareces hermosa…-
-Ay hola…-me dijo, tímida-ehhh…
-Mirá, no te voy a hacer nada, sólo te dejo aca mi celu, escribime si querés-, le solté, sorprendido de su timidez. ¿Esta es la misma chica que disfrutó de mi poronga dos veces por día, todos los días, durante 45 minutos?, Naaaaa, ¿de qué la juega?
-Bueno…chau.-me dijo, y se fue.
Me fui a mi casa, sin saber que pensar. ¿Habría hecho bien? ¿Y si sólo quería eso de mí, o sea, sólo disfrutar mi apoyada? Qué sé yo…
La incertidumbre duró algo más de una hora. Me escribió.
-Hola, soy Agustina, cómo estás?
-Holaaaaaaaa, qué sorpresa, que lindo que me escribiste!!
-Hola, jajaja si…que bueno…que hacías
-Acá esperando tu mensaje morocha, que buena que estás.
-Gracias! Vos sos muuuuy lindo!
-Jajaja gracias hermosa! Vos también sos re linda y me encanta viajar con vos!!
-jaja mmm gracias! Bueno me voy a bañar, nos hablamos!
-Y nos vemos mañana temprano jeje, besos diosa!
-jaja si besos!
Demás está decir, que empezamos, muy de a poco, una relación de viajes y besos furtivos. Descubrí la causa de su forma de ser contradictoria: era evangelista, y sentir placer siendo apoyada, era pecado. También me dijo que tenía veintidós años y que era virgen. Mis ojos brillaban, mi pija cabeceaba a lo loco.
Me costó horrores convencerla, pero al fin, la llevé a un telo. Su tema era que quería esperar a casarse para perder la virginidad. Logré convencerla con probar mi plan B. Entramos a la habitación y empezamos a besarnos. Pero ella seguía sin estar segura. Para ese momento, había tocado mi pija muchas veces por sobre el pantalón, pero todavía no la había visto.
Le dije que se sentara en la cama. Lentamente, me desprendí el cinturón y me bajé el pantalón, después el bóxer. Le puse mi pedazo a centímetros de sus labios; lo miraba extasiada, sin atreverse a reaccionar. Me la empezó a acariciar.
-Hermosa, mírame a los ojos- y sin responder, me obedeció.- Abrí la boca…
Muy, muy despacio, fue separando los labios, y yo le introduje la cabeza de mi pija. Cerró los ojos y empezó a pasarle la lengua. Yo la sentía disfrutar. Le faltaba experiencia, es verdad, pero me calentaba muchísimo el hecho de saber que mi poronga era la primera en esa boquita, que nunca había sentido eso.
La dejé hacer y que se acostumbre a lo que sentía: que disfrute. Momentos después, la agarré el pelo y le mandé la pija hasta la garganta. Se atragantó y tosió, me miró con los ojos llorosos, y me sonrió. Le encantaba.
-Vení morocha, levántate.-le dije, mientras la levantaba.
-Pará, ¿qué vas a hacer?-me dijo, un poco preocupada.
-¿Te acordás lo que te sugerí, para que no sientas que estás en falta?
Asintió sin decir nada. Me dejó que le saque la ropa y se dio vuelta, mientras yo sacaba los forros y el lubricante de la mochila. Se puso en cuatro y levantó el culo.
-No me hagas doler…-susurró…
-Nunca, morocha…
Estaba tensa, pero al sentir la apoyada, se relajó. Era una sensación que conocía, bien, la había sentido durante meses, pero esta vez, era más real, más auténtica y, a pesar del miedo, estaba muy excitada, me quería bien adentro. No la iba a decepcionar.
Fui entrando despacio; costó de una manera increíble. Tuve que aplicar gel dos veces más. Soltó un grito tremendo cuando la sintió abrirse, y muy despacio, empecé a bombearla.
-Mmmmmm que placer!!, te dije que esta cola iba a ser mía, mmmmm
-Ay sí…ay, me duele…
-Me calentaste durante mucho tiempo, mmmmm que hermosa cola mmmm
No dijo nada más, solo gemía de dolor, de placer.
No sé cuánto tiempo pasó, yo estaba en la gloria. Sentí que iba a acabar y no quería hacerlo en el forro. Saqué mi pija, la liberé y la volví a meter en esa colita. Unos segundos después, le inundaba de leche los interiores.
No sé qué pasó con su culpa, con sus remordimientos. Sólo puedo decir que después de aquella vez jugamos varias veces más, pero ésas experiencias merecen otras historias. Quizás más adelante, se las cuente, son muy interesantes…
Lo que sí puedo decir ahora, es que al día siguiente de que le trabajé el culo, cuando la encontré en el andén, me pidió por favor de que no la apoyara, aunque se moría de ganas…esta vez quería viajar cara a cara…y sus manos me iba a compensar el cambio…
Y vaya que lo hicieron…
La primera vez, se puede decir que la sentí, antes de verla.
Para aquellos que viajamos en el subte, sea la línea que sea, las apoyadas son comunes, algo de todos los días. Como yo laburo en el centro, para volver a mi casa (en esa época vivía en Villa Urquiza), tenía que hacerme prácticamente el recorrido completo en la línea B. Hora pico, un caos total, nada de lugar en el vagón.
Era otra tarde como cualquier otra, supongo. No tenía nada de emocionante, hasta que subí al subte. Entré en Carlos Pellegrini y automáticamente, la gente que subía, me empujó contra una espalda.
Cerraron las puertas y arrancó el tren. Antes de llegar a la primera estación, sentí el roce. Ahora bien, esto pasó hará cinco años; las cosas no estaban tan sensibles como ahora. Mi pija reaccionó al instante. Comencé a darme cuenta de que ella empujaba su culo hacia mí, lenta y profundamente. Tengo que decir que trabajo de pantalón de vestir y camisa, y que se me nota mucho cuando se me pone dura la poronga. Era algo increíble; una chica me estaba apoyando a mí. Son el tipo de cosas que los hombres siempre queremos vivir, y nunca nos pasa algo así.
Después de varias estaciones, ya por la altura de Dorrego y Lacroze, el vagón se vacía lo suficiente para no estar tan pegoteados, pero hasta el último momento donde pudo disimularlo, ella se quedó pegada a mi pija. El morbo de la situación era tremendo. La calentura me mataba, quería cogérmela en ese mismo vagón. Esperé a ver que pasaba.
Entonces pude verla bien. Morocha, jovencita, parecía adolescente. Petiza, un poco rellenita, pero muy bien formada. Una cara de buena…; me la endureció todavía más. La cosa es que no me miraba; de hecho, no miraba a ningún lado, estaba en su mundo. Yo no le sacaba los ojos de encima, porque quería ver que pasaba. Pero nada pasó; al llegar a Los Incas bajamos y la seguí: por primera vez le vi el culo ese que tanto me gustaba. Fue el principio.
Al día siguiente, la busqué en el andén. La encontré y como si nada, me puse detrás, esperando para subir al subte. Cuando vino, me coloqué a sus espaldas y la apoyé apenas, tanteando la situación. Otra vez lo mismo: me apoyó de lo lindo, sintiendo como me crecía la pija a través de mi pantalón. Esta vez le metí mano, acariciándole el orto mientras ella controlaba la respiración y seguía ignorándome, pero disfrutando mucho con mis movimientos y sobre todo, con mi bulto entre los cachetes del culo. Y todo, disimulando frente a los otros pasajeros. Era una sensación indescriptible.
Bajamos dónde siempre y lo mismo, nada. Tenía la cabeza a mil y no sabía nada de ella, más allá de que le gustaba que la apoyara.
Al tercer día, pasó algo que me calentó mucho más: yo bajaba por la escalera de la combinación cuando la vi, de lejos, y noté que no subía al subte, que lo dejaba pasar. Me di cuenta de que me esperaba, esperaba el viaje donde pueda sentir las caricias de mi pija en su orto.
Así pasaron meses: casi seis, donde además, empecé a encontrarla a la ida. La apoyaba dos veces por día, durante toda la semana, y no sabía su nombre. Era una situación sumamente excitante porque ella no parecía querer avanzar: sólo quería ser apoyada por mí en los viajes; esa era su fantasía.
Una tarde no pude más: baje en Los Incas con la pija al palo y la seguí. Iba por todo. Me di cuenta de que salía del subte y esperaba el 80. Me puse detrás de ella en la cola del bondi. Había preparado un papelito, con mi número de celu. Iba a jugármela.
Subimos al colectivo para el lado de Villa Pueyrredón, y yo la miraba. Mucho después ella me diría de que no se había dado cuenta de que la seguía. Cuando bajó, la seguí; caminé dos cuadras tras ella, admirándole ese culo, mientras acortaba el paso.
Antes de llegar a la esquina la alcance:
-Morocha, hola-le dije-No te asustes, pero te sigo desde hace mucho, me pareces hermosa…-
-Ay hola…-me dijo, tímida-ehhh…
-Mirá, no te voy a hacer nada, sólo te dejo aca mi celu, escribime si querés-, le solté, sorprendido de su timidez. ¿Esta es la misma chica que disfrutó de mi poronga dos veces por día, todos los días, durante 45 minutos?, Naaaaa, ¿de qué la juega?
-Bueno…chau.-me dijo, y se fue.
Me fui a mi casa, sin saber que pensar. ¿Habría hecho bien? ¿Y si sólo quería eso de mí, o sea, sólo disfrutar mi apoyada? Qué sé yo…
La incertidumbre duró algo más de una hora. Me escribió.
-Hola, soy Agustina, cómo estás?
-Holaaaaaaaa, qué sorpresa, que lindo que me escribiste!!
-Hola, jajaja si…que bueno…que hacías
-Acá esperando tu mensaje morocha, que buena que estás.
-Gracias! Vos sos muuuuy lindo!
-Jajaja gracias hermosa! Vos también sos re linda y me encanta viajar con vos!!
-jaja mmm gracias! Bueno me voy a bañar, nos hablamos!
-Y nos vemos mañana temprano jeje, besos diosa!
-jaja si besos!
Demás está decir, que empezamos, muy de a poco, una relación de viajes y besos furtivos. Descubrí la causa de su forma de ser contradictoria: era evangelista, y sentir placer siendo apoyada, era pecado. También me dijo que tenía veintidós años y que era virgen. Mis ojos brillaban, mi pija cabeceaba a lo loco.
Me costó horrores convencerla, pero al fin, la llevé a un telo. Su tema era que quería esperar a casarse para perder la virginidad. Logré convencerla con probar mi plan B. Entramos a la habitación y empezamos a besarnos. Pero ella seguía sin estar segura. Para ese momento, había tocado mi pija muchas veces por sobre el pantalón, pero todavía no la había visto.
Le dije que se sentara en la cama. Lentamente, me desprendí el cinturón y me bajé el pantalón, después el bóxer. Le puse mi pedazo a centímetros de sus labios; lo miraba extasiada, sin atreverse a reaccionar. Me la empezó a acariciar.
-Hermosa, mírame a los ojos- y sin responder, me obedeció.- Abrí la boca…
Muy, muy despacio, fue separando los labios, y yo le introduje la cabeza de mi pija. Cerró los ojos y empezó a pasarle la lengua. Yo la sentía disfrutar. Le faltaba experiencia, es verdad, pero me calentaba muchísimo el hecho de saber que mi poronga era la primera en esa boquita, que nunca había sentido eso.
La dejé hacer y que se acostumbre a lo que sentía: que disfrute. Momentos después, la agarré el pelo y le mandé la pija hasta la garganta. Se atragantó y tosió, me miró con los ojos llorosos, y me sonrió. Le encantaba.
-Vení morocha, levántate.-le dije, mientras la levantaba.
-Pará, ¿qué vas a hacer?-me dijo, un poco preocupada.
-¿Te acordás lo que te sugerí, para que no sientas que estás en falta?
Asintió sin decir nada. Me dejó que le saque la ropa y se dio vuelta, mientras yo sacaba los forros y el lubricante de la mochila. Se puso en cuatro y levantó el culo.
-No me hagas doler…-susurró…
-Nunca, morocha…
Estaba tensa, pero al sentir la apoyada, se relajó. Era una sensación que conocía, bien, la había sentido durante meses, pero esta vez, era más real, más auténtica y, a pesar del miedo, estaba muy excitada, me quería bien adentro. No la iba a decepcionar.
Fui entrando despacio; costó de una manera increíble. Tuve que aplicar gel dos veces más. Soltó un grito tremendo cuando la sintió abrirse, y muy despacio, empecé a bombearla.
-Mmmmmm que placer!!, te dije que esta cola iba a ser mía, mmmmm
-Ay sí…ay, me duele…
-Me calentaste durante mucho tiempo, mmmmm que hermosa cola mmmm
No dijo nada más, solo gemía de dolor, de placer.
No sé cuánto tiempo pasó, yo estaba en la gloria. Sentí que iba a acabar y no quería hacerlo en el forro. Saqué mi pija, la liberé y la volví a meter en esa colita. Unos segundos después, le inundaba de leche los interiores.
No sé qué pasó con su culpa, con sus remordimientos. Sólo puedo decir que después de aquella vez jugamos varias veces más, pero ésas experiencias merecen otras historias. Quizás más adelante, se las cuente, son muy interesantes…
Lo que sí puedo decir ahora, es que al día siguiente de que le trabajé el culo, cuando la encontré en el andén, me pidió por favor de que no la apoyara, aunque se moría de ganas…esta vez quería viajar cara a cara…y sus manos me iba a compensar el cambio…
Y vaya que lo hicieron…
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