Entre los19 y los 36, pasaron muchos años, muchos hombres por la vida de Kali, y fueesposa y madre.
A sus36 años se enamoró locamente de A. Un hombre de su edad, separado, sensual,excelente amante. Fue una de las primeras infidelidades en su vida de casada.La más lacerante, porque estuvo a punto de dejar a su compañero de toda la viday de deshacer una familia amorosa.
Vistoa la distancia, fue un tremendo metejón, pero en esos días sentía que era elhombre para ella, para el resto de su vida. ¿La razón? Cogía como los dioses,fuerte, duro, provocando un placer indescriptible. Eso era lo que más laacercaba a él. Cada vez quería un poco más de su sexo y su pasión. Ambos loquerían, él, hacérselo sentir, ella, sentirlo. No gozaba si no era con él.
Ya lohabía comprobado en los muchos años de convivencia con su marido. A él loexcitaba la ternura, la dulzura, la suavidad. A ella la intensidad, el sexo apasionadohasta el dolor, las sensaciones agudas, extremas, urgentes.
Suamante, sin embargo, también era muy dulce, y se divertían, pero cuando decíaque necesitaba cogerla, ella obedecía gozosa, de inmediato, fuera donde fueraque estuvieran. Siempre estaba lista para él. Básicamente le gustaba el sexoanal, y literalmente la partía en dos. La cogió en baños públicos, en unrecoveco de una estación de subte de la línea A, en el cuarto de la papeleríade la oficina donde ambos trabajaban. Ella, secretaria del presidente y él, undirectivo de cuentas. En su auto, donde se le ocurriera detenerse. En unparque. En el ascensor de su departamento. Sobre su moto.
Esatemporada de sexo duro y desenfrenado y de sentimientos confusos y miedos, depasión y ternura, duró un par de años.
Finalmente,un día en que ella volvía a casa para plantearle a su esposo que iba a dejarlo,porque estaba perdidamente enamorada de A, algo la frenó y la hizo repensar.Ella optó por dejar a su amante.
Talvez también ya había entrevisto que, aparte de esos encuentros de sexomaravilloso, de la inmensa ternura y la diversión que disfrutaba con A, novendría nada más, y todo se iría volviendo rutina, como suele suceder en todaconvivencia. Fue una buena decisión. Pero le partió el corazón y la vida. Loextrañó brutalmente. Con el cuerpo y con el alma.
Aquella experiencia con A la empujó a explorar mucho más hondo en sus deseos, en sus pulsiones sexuales, en esas inquietudes que siempre había tenido sobre el dolor y el placer como una sola sensación.
Esa necesidad de explorar -entonces lo vio conclaridad- venía de tiempos inmemoriales. O quizá no tanto, pero sí teníanalgunos puntos de arraigo con pequeños incidentes en su infancia, en su mástierna infancia. Así fue como Kali descubrió el BDSM.
A sus36 años se enamoró locamente de A. Un hombre de su edad, separado, sensual,excelente amante. Fue una de las primeras infidelidades en su vida de casada.La más lacerante, porque estuvo a punto de dejar a su compañero de toda la viday de deshacer una familia amorosa.
Vistoa la distancia, fue un tremendo metejón, pero en esos días sentía que era elhombre para ella, para el resto de su vida. ¿La razón? Cogía como los dioses,fuerte, duro, provocando un placer indescriptible. Eso era lo que más laacercaba a él. Cada vez quería un poco más de su sexo y su pasión. Ambos loquerían, él, hacérselo sentir, ella, sentirlo. No gozaba si no era con él.
Ya lohabía comprobado en los muchos años de convivencia con su marido. A él loexcitaba la ternura, la dulzura, la suavidad. A ella la intensidad, el sexo apasionadohasta el dolor, las sensaciones agudas, extremas, urgentes.
Suamante, sin embargo, también era muy dulce, y se divertían, pero cuando decíaque necesitaba cogerla, ella obedecía gozosa, de inmediato, fuera donde fueraque estuvieran. Siempre estaba lista para él. Básicamente le gustaba el sexoanal, y literalmente la partía en dos. La cogió en baños públicos, en unrecoveco de una estación de subte de la línea A, en el cuarto de la papeleríade la oficina donde ambos trabajaban. Ella, secretaria del presidente y él, undirectivo de cuentas. En su auto, donde se le ocurriera detenerse. En unparque. En el ascensor de su departamento. Sobre su moto.
Esatemporada de sexo duro y desenfrenado y de sentimientos confusos y miedos, depasión y ternura, duró un par de años.
Finalmente,un día en que ella volvía a casa para plantearle a su esposo que iba a dejarlo,porque estaba perdidamente enamorada de A, algo la frenó y la hizo repensar.Ella optó por dejar a su amante.
Talvez también ya había entrevisto que, aparte de esos encuentros de sexomaravilloso, de la inmensa ternura y la diversión que disfrutaba con A, novendría nada más, y todo se iría volviendo rutina, como suele suceder en todaconvivencia. Fue una buena decisión. Pero le partió el corazón y la vida. Loextrañó brutalmente. Con el cuerpo y con el alma.
Aquella experiencia con A la empujó a explorar mucho más hondo en sus deseos, en sus pulsiones sexuales, en esas inquietudes que siempre había tenido sobre el dolor y el placer como una sola sensación.
Esa necesidad de explorar -entonces lo vio conclaridad- venía de tiempos inmemoriales. O quizá no tanto, pero sí teníanalgunos puntos de arraigo con pequeños incidentes en su infancia, en su mástierna infancia. Así fue como Kali descubrió el BDSM.
4 comentarios - El Rey Arturo