Te lo voy a contar por escrito, porque no puedo decírtelo en la cara. Vos sabés todo lo que me cuesta abrirme, calentarme. Y nadie mejor sabe lo que me cuesta conseguir un orgasmo, procurármelo sola. Ni hablar de que me lo provoquen.
Ya probé de todo.
Cuando mi marido está encima, cerrar los ojos y pensar que sos vos el que está bombeándome. Y que es tu lengua la que me roza la oreja. A veces funciona, y siento que la carne se me despierta. Y empiezo a sentir en el estómago alguna que otra vibración. Pero siempre hay algo que me recuerda que no sos vos, que es él, y todo se desvanece de inmediato.
Cuando estoy con vos, sabes que me enloquece tu pija. Sentirla adentro mío, moviéndose con furia, pero también cuando nos disfrutamos milímetro a milímetro. Me encanta cuando haces círculos con tus caderas, y te movés como si estuvieras bailando adentro mío. No hay nada que me guste más que apoyar mis manos en tus nalgas duras, y sentir cómo siguen un ritmo, exactamente igual al de la cabeza de tu pija en mi interior.
Vos, sólo vos, escuchas mis gemidos. Auténticos, irreprimibles. Te siento como a nadie.
Pero vos también sabes que no puedo llegar al orgasmo. Me pones en un punto extremo, enorme. Me prendes fuego. Y logros con mi cuerpo lo que nadie nunca jamás logró.
Por eso es que quiero que sepas lo que me pasó hace apenas unos minutos.
Porque es culpa tuya, aunque no estés ni cerca.
Vos fuiste quien me provocó a hacerlo, a decirme que mi cola, ya madura, parece el de una pendeja. Redondo, firme, levantado, dijiste.
También me dijiste que un taquito me lo levantaría aún más.
Y probé.
Y me puse unos tacos y salí a dar una vuelta a la manzana con ellos.
Y noté que me miraban el culo. No tengo ojos en la espalda, pero como si los tuviera.
También tomé nota de tus demás pedidos.
Te empecinas en emputecerme, porque sabes que si me prendo fuego nadie me detiene.
Y yo te hago caso porque cada vez que dejo que tu imaginación vuele, yo siento que estoy más cerca del orgasmo que no consigo.
Me dijiste que pruebe con tacos. Y con lencería. Y con fotos.
Y no fue más que ponerme las medias negras que me prendí fuego.
Sentí que mi cuerpo quemaba cuando las medias me apretaban hasta la mitad del muslo. Mis manos temblaron cuando quise enganchar las ligas al portaligas que llevaba en la cintura, y no resistí la tentación, después que lo logré, de mirarme al espejo.
Tenés razón.
Mi culo, por el efecto de los tacos, se realza, y queda respingón.
Apenas me vi, pensé en tu boca entre las nalgas y tus manos abriéndome para poder hundir tu lengua dentro del mayor de mis tesoros.
Me paré frente al espejo con las piernas abiertas.
La espalda erguida, sacando pecho.
Tengo tetas chicas, y eso es lo mejor que le puede pasar a una mujer grande. No se caen. Siguen en su lugar.
Me gustó lo que vi.
Por primera vez me gusté… y no pude evitar rozarme los pezones, y sentir como endurecían. Pensé en tus manos.
Pero todo se desarrolló como una vorágine de imágenes y sensaciones.
Y fue cuando me puse la tanguita negra de seda que me compraste. Fue como tenerte encima mío… sentir como se deslizaba por mis piernas, y como se perdía la tela entre mis nalgas… me da vergüenza decírtelo, pero me mojé en el instante mismo en que sentí el contacto de la tela con mi conchita depilada.
Me senté en el piso y abrí las piernas frente al espejo… y me empecé a acariciar.
Primero el vientre, luego los pechos. Siempre pensando en tu cuerpo recorriéndome.
Y me toqué el clítoris, y me asusté por lo caliente y húmedo que estaba… primero lo rocé, y después lo toqué, y después lo acaricié, e inmediatamente, empecé a darle palmaditas.
Agradecí estar sola en casa, porque se me escapó un gemido. De esos que me arrancan tus manos cuando estamos juntos.
Y seguí tocándome, pero cerré los ojos. Y con mi otra mano, separé los labios de la vagina y hundí un dedo.
Un mar de sensaciones se apoderaron de mí.
Era como si tus manos me tomaran del cuello y me apretaran, y descendiera por toda mi espalda… mis caricias se volvieron frenéticas, y dos dedos dentro de mi concha me hacían volar. Las sensaciones seguían creciendo, y por eso no me detuve. Siempre tus palabras en mis oídos. Déjate llevar, decís, déjate llevar, y nunca lo había entendido hasta este momento, en que me estaba masturbando frenéticamente pensando en tu pija dentro mío, en mis dedos rozando mi clitoris, en la lencería suave y sensual que me hacían sentir una puta, aquí, en el piso, desparramada frente al espejo.
Vi mi cara, la de una yegua hambrienta, y sentí una sensación infinita en mi vientre, que se contraía con espasmos sin que yo lo provocara.
Mi cuerpo se movía sin que yo se lo ordene. Por dentro, una sensación de vacío imponente. De final. De agujas. De electricidad que subían desde mi cabeza hasta los dedos que se hundían en mi concha.
Y de repente una explosión.
Jugos que descendían de mi cuerpo sin control. Gemidos que inundaban en el departamento. Y un gran alivio. Un orgasmo devastador que atravesó mi cuerpo.
Sólo me quedaron fuerzas para hacerme un ovillo, y agarrarme de las rodillas.
Y ahora aquí estoy, escribiendo estas palabras que te voy a dar en pocos minutos, cuando nos veamos y te explique que hice todo tal cual me dijiste, y que por eso, la tanguita está mojada, y esta sonrisa.
Quizás no entiendas por qué no esté fría y callada como de costumbre, y te diga con voz de puta, esa voz que me está saliendo ahora, cogeme de una vez, quiero sentir tu pija dentro mío.
Ya probé de todo.
Cuando mi marido está encima, cerrar los ojos y pensar que sos vos el que está bombeándome. Y que es tu lengua la que me roza la oreja. A veces funciona, y siento que la carne se me despierta. Y empiezo a sentir en el estómago alguna que otra vibración. Pero siempre hay algo que me recuerda que no sos vos, que es él, y todo se desvanece de inmediato.
Cuando estoy con vos, sabes que me enloquece tu pija. Sentirla adentro mío, moviéndose con furia, pero también cuando nos disfrutamos milímetro a milímetro. Me encanta cuando haces círculos con tus caderas, y te movés como si estuvieras bailando adentro mío. No hay nada que me guste más que apoyar mis manos en tus nalgas duras, y sentir cómo siguen un ritmo, exactamente igual al de la cabeza de tu pija en mi interior.
Vos, sólo vos, escuchas mis gemidos. Auténticos, irreprimibles. Te siento como a nadie.
Pero vos también sabes que no puedo llegar al orgasmo. Me pones en un punto extremo, enorme. Me prendes fuego. Y logros con mi cuerpo lo que nadie nunca jamás logró.
Por eso es que quiero que sepas lo que me pasó hace apenas unos minutos.
Porque es culpa tuya, aunque no estés ni cerca.
Vos fuiste quien me provocó a hacerlo, a decirme que mi cola, ya madura, parece el de una pendeja. Redondo, firme, levantado, dijiste.
También me dijiste que un taquito me lo levantaría aún más.
Y probé.
Y me puse unos tacos y salí a dar una vuelta a la manzana con ellos.
Y noté que me miraban el culo. No tengo ojos en la espalda, pero como si los tuviera.
También tomé nota de tus demás pedidos.
Te empecinas en emputecerme, porque sabes que si me prendo fuego nadie me detiene.
Y yo te hago caso porque cada vez que dejo que tu imaginación vuele, yo siento que estoy más cerca del orgasmo que no consigo.
Me dijiste que pruebe con tacos. Y con lencería. Y con fotos.
Y no fue más que ponerme las medias negras que me prendí fuego.
Sentí que mi cuerpo quemaba cuando las medias me apretaban hasta la mitad del muslo. Mis manos temblaron cuando quise enganchar las ligas al portaligas que llevaba en la cintura, y no resistí la tentación, después que lo logré, de mirarme al espejo.
Tenés razón.
Mi culo, por el efecto de los tacos, se realza, y queda respingón.
Apenas me vi, pensé en tu boca entre las nalgas y tus manos abriéndome para poder hundir tu lengua dentro del mayor de mis tesoros.
Me paré frente al espejo con las piernas abiertas.
La espalda erguida, sacando pecho.
Tengo tetas chicas, y eso es lo mejor que le puede pasar a una mujer grande. No se caen. Siguen en su lugar.
Me gustó lo que vi.
Por primera vez me gusté… y no pude evitar rozarme los pezones, y sentir como endurecían. Pensé en tus manos.
Pero todo se desarrolló como una vorágine de imágenes y sensaciones.
Y fue cuando me puse la tanguita negra de seda que me compraste. Fue como tenerte encima mío… sentir como se deslizaba por mis piernas, y como se perdía la tela entre mis nalgas… me da vergüenza decírtelo, pero me mojé en el instante mismo en que sentí el contacto de la tela con mi conchita depilada.
Me senté en el piso y abrí las piernas frente al espejo… y me empecé a acariciar.
Primero el vientre, luego los pechos. Siempre pensando en tu cuerpo recorriéndome.
Y me toqué el clítoris, y me asusté por lo caliente y húmedo que estaba… primero lo rocé, y después lo toqué, y después lo acaricié, e inmediatamente, empecé a darle palmaditas.
Agradecí estar sola en casa, porque se me escapó un gemido. De esos que me arrancan tus manos cuando estamos juntos.
Y seguí tocándome, pero cerré los ojos. Y con mi otra mano, separé los labios de la vagina y hundí un dedo.
Un mar de sensaciones se apoderaron de mí.
Era como si tus manos me tomaran del cuello y me apretaran, y descendiera por toda mi espalda… mis caricias se volvieron frenéticas, y dos dedos dentro de mi concha me hacían volar. Las sensaciones seguían creciendo, y por eso no me detuve. Siempre tus palabras en mis oídos. Déjate llevar, decís, déjate llevar, y nunca lo había entendido hasta este momento, en que me estaba masturbando frenéticamente pensando en tu pija dentro mío, en mis dedos rozando mi clitoris, en la lencería suave y sensual que me hacían sentir una puta, aquí, en el piso, desparramada frente al espejo.
Vi mi cara, la de una yegua hambrienta, y sentí una sensación infinita en mi vientre, que se contraía con espasmos sin que yo lo provocara.
Mi cuerpo se movía sin que yo se lo ordene. Por dentro, una sensación de vacío imponente. De final. De agujas. De electricidad que subían desde mi cabeza hasta los dedos que se hundían en mi concha.
Y de repente una explosión.
Jugos que descendían de mi cuerpo sin control. Gemidos que inundaban en el departamento. Y un gran alivio. Un orgasmo devastador que atravesó mi cuerpo.
Sólo me quedaron fuerzas para hacerme un ovillo, y agarrarme de las rodillas.
Y ahora aquí estoy, escribiendo estas palabras que te voy a dar en pocos minutos, cuando nos veamos y te explique que hice todo tal cual me dijiste, y que por eso, la tanguita está mojada, y esta sonrisa.
Quizás no entiendas por qué no esté fría y callada como de costumbre, y te diga con voz de puta, esa voz que me está saliendo ahora, cogeme de una vez, quiero sentir tu pija dentro mío.
11 comentarios - Lencería
le confieso que no fue fácil
Hermoso, caliente, excelente!!
Un placer leerte!!
Besitos y apoyaditas
tanto como los orgasmos que puedo arrancarle