- ¿Cuál es tu fantasía?
- No quiero que salgas corriendo.
- No tengas miedo, te amo y podés contarme lo que quieras.
- ¿En serio? Tengo miedo de que me dejes de ver así, como lo estás haciendo ahora.
- ¡Me estás asustando! No, en serio que podés contarme. No te digo de hacer nada, sólo quiero saber qué es lo que te calienta. Todos tenemos fantasías, algunas realizables, otras no. Pero te amo, y quiero que tengas la confianza de contarme tus morbos más íntimos.
- Está bien. Ahí va: Me encantaría ver cómo te coge un flaco con una pija mucho más grande que la mía. Sí mi amor, ¡quiero ser cornudo!
No podía creerlo, pero lo había dicho. Después de varios meses de noviazgo con Andrea, finalmente se lo había contado. No era una fantasía nueva, venía de mucho tiempo atrás. Antes de divorciarme había fantaseado con la misma situación pero con otra protagonista. No sé cuándo empezó el morbo, supongo que me influenció ver tanto porno, esas mujeres hermosas y desprejuiciadas gozaban de pijas enormes por mero placer.
Por mi parte, siempre tuve complejo de tenerla chiquita, aunque no fuera así. Mis 16 cm en erección son totalmente normales (un pene promedio, ni grande ni chiquito). Pero flácida, apenas llega a los 5 cm, un contraste muy grande con el resto del cuerpo: mido más de 1.80 y soy de contextura grande. En mi adolescencia y juventud practiqué mucho deporte y, debo admitir, siempre sufrí mucho en los vestuarios. A esa edad, un hombre heterosexual sólo ve pijas paradas en películas porno y pijas muertas en los vestuarios. En la comparación, perdía por afano en ambos lugares. Supongo que ahí nació mi complejo.
Salí con muchas mujeres, con muchas tuve sexo y jamás el tema del tamaño había sido un problema. Al contrario, siempre me consideraron buen amante, muchas me buscaban para coger regularmente sin compromisos. En fin, perdón la arrogancia, pero yo sabía que era bueno en la cama. Incluso Mariana, mi ex mujer y la madre de mis hijos, siempre me decía que conmigo tuvo el mejor sexo de su vida. Sí, ya sé, son cosas que se dicen, pero tengo razones para creerle: En los primeros meses de relación, ella festejó el cumpleaños en su departamento. Yo había trabajado y estaba hecho mierda, entonces tipo 1 de la mañana me fui al cuarto a recostarme. Ella se quedó con las amigas tomando algo y sacándole el cuero a medio mundo mientras se morían de risa. En un momento la charla se puso sexual; yo podía escucharlo todo pero ellas me creían dormido:
Amigas: Che, ¿el flaco este siempre se queda dormido? Jajaja.
Mariana: Nada que ver, jajaja. ¡No sabés cómo me coge! ¡Me vuelve loca!
Amigas: Bien ahí. ¿Este también la tiene como tu ex?
Mariana: Nooooo. Hernán la tenía gigante, jajaja, Ariel la tiene más normal, jajaja, pero no saben lo bien que chupa, y le encanta hacerlo, y bla bla bla…
La verdad que el resto era un montón de elogios a mi desempeño sexual. Cualquier otro flaco se hubiera quedado con esa parte y su ego se hubiera inflado por los aires. En mi caso solo podía pensar: “Su ex la tenía gigante”. Ese comentario fue, sumado a mi complejo, el germen de mi deseo de ser cornudo.
Con los meses (años) fui averiguando más sobre “Hernán”, generalmente en conversaciones de cama. Ella, frente a mis preguntas, admitió que el flaco la tenía enorme, más larga y mucho más gorda que la mía. Me contó que le costó acostumbrarse a tenerla adentro pero que, cuando lo hizo, le gustaba mucho. También reconoció que le había entregado la cola varias veces pero aclaraba que nunca había podido disfrutarlo (como sí lo hacía conmigo). Lo cierto es que su ex se había metido de alguna forma en nuestra cama, pero sobre todo en mis fantasías: yo la imaginaba chupando esa pija hasta atragantarse; podía ver su carita de excitación al sentir esa pijota penetrándola, primero despacio y después violentamente, imaginaba al macho enchastrando de leche las tetas hermosas de Mariana. Ahí empecé a leer relatos "cuckold" en la red, a ver videos porno de maridos viendo a sus mujeres gozar con otros flacos, generalmente más dotados; descubrí el morbo de muchos esposos al lamer y limpiar desesperados los rastros de semen que el amante de turno deja en el cuerpo de la mujer que aman. Poco a poco, ese tipo de fantasías fue monopolizando mis deseos, y ya no había forma de masturbarme sin imaginar a Mariana llena de la pija de Hernán.
En fin, con Mariana estuve 12 años de mi vida: nos casamos, tuvimos 2 hijos. Ella fue, sin dudas, uno de los grandes amores de mi vida. Nuestro sexo fue maravilloso, aunque las pocas veces que le insinué que cogiera con otro me sacó cagando. Con los años, los hijos y las obligaciones, nuestro sexo se fue transformando en rutina. Por razones que no vienen al caso, pero nada tienen que ver con el sexo, terminamos divorciándonos. Fue un golpe duro para ambos y nos costó mucho tomar la decisión.
Volví al ruedo con otras mujeres, y si bien ya no tenía ni la potencia ni el vigor de los 25 años, lo compensaba por morboso y calentón. Durante ese tiempo, a mi deseo de ser cornudo lo guardé en el placard y, sinceramente, no lo extrañé. Después de casi 1 año y medio de estar solo la conocí a Andrea y empezamos a salir. A las semanas ya me dí cuenta que las cosas iban en serio, no sólo porque la química con ella era indescriptible, sino también porque me volvía loco cada gesto que tenía. Básicamente, me enamoré.
A medida que transcurrían los meses y me enganchaba cada vez más con ella, empezaron a aparecer las fantasías de ella siendo penetrada por un macho más pijudo que yo. Así llegamos a la charla que dio inicio a este relato.
Continuará…
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20 comentarios - (Cuckold) Crónicas Cornudas 1: La Fantasía