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La Maduración de un Matrimonio - 01

Las palabras seguían retumbando en sus oídos "en la salud como en la enfermedad" mientras se acercaba a la cama para ver a su esposo. Katy y Miguel se habían casado hacía un mes cuando el cayó con un fuerte resfriado. Miguel estaba congestionado, con fiebre y decaído. Katy trató de confortarlo tanto como pudo, pero todo el tiempo Miguel le gruñía. Ella llegó a su límite.
Katy puso la palma de su mano en la frente de Miguel y él la quitó.
- Te quiero tomar la temperatura amor, me parece que tenés fiebre - le dijo calmada.
Miguel gruñó y levantó la mirada. Katy suspiró y fue hacia el baño y abrió el botiquín. Sacó el termómetro y regresó al dormitorio. Después de sacudirlo y sostenerlo contra la luz para asegurarse que la línea de mercurio no superara la marca de los 35º, se volvió a su esposo.
- Abrí la boca mi amor - le solicitó.
Miguel obedeció a desgano y ella deslizó con cuidado el termómetro debajo de su lengua. Él cerró la boca y empezó a tener problemas para respirar sólo por la nariz. Después de un minuto tenía la necesidad de respirar por la boca.
- No Miguel, dejá la boca cerrada y no mastiques el termómetro que lo vas a romper - le dijo ella.
- No puedo respirar! - se quejó Miguel como un chico.
Katy levantó el termómetro y lo observó. No había tomado registro y Katy se sintió frustrada sin saber qué hacer. Parecía que todo lo que intentaba salía mal.
Katy llamó a su madre que le explicó que era parte de la curva de aprendizaje para todos los recién casados y le sugirió que llamara a Diana y vea se ella podía ir a ver a su esposo. Diana era una vieja amiga de la familia que recientemente había abierto un Consultorio. Katy se había olvidado de Diana y en cuanto colgó con su madre, llamó a su amiga.
Katy llamó al Consultorio de Diana y una recepcionista la comunicó. Diana le preguntó como estaban ella y Miguel y por la luna de miel y conversaron un rato.
- Escuchame Diana, necesito tu ayuda. Miguel está en cama con un fuerte resfriado y él se está sintiendo mal y me está haciendo sentir mal a mi también. Todo lo que intento con él me sale mal y él no coopera para nada.
Diana la escuchó pacientemente.
- Qué temperatura tiene?
- No sé... - suspiró Katy - Miguel está muy incómodo y no quiere mantener la boca cerrada para que le tome la fiebre... después de un minuto escupe el termómetro.
- No te preocupes... tengo que ir a hacer una visita cerca de tu casa y cuando termine voy para allá y reviso a Miguel - ofreció Diana.
- Ay gracias Diana... sería genial - respondió Katy.
- No hay problema... pero me gustaría sugerirte algo... - dijo Diana antes de terminar - tenés que tener una actitud más dominante con tu paciente.
Katy se quedó pensativa, pero luego fue al dormitorio a informarle a su quejoso marido de la visita médica que había concretado con Diana. Miguel protestó e hizo algunos comentarios ácidos acerca de no necesitar a un Doctor y que Diana "es una médica recién recibida sin ninguna experiencia". Esto puso furiosa a Katy. Buscó su delantal blanco en la cocina y se lo puso y agarró los guantes de goma antes de volver con su esposo.
- No me dejás que me haga cargo de vos, así que tuve que pedir ayuda - empezó Katy poniéndose los guantes de goma amarillos - Ahora sacate el pijama... Tenés que estar limpio para que Diana te revise, y quiero que a partir de ahora empieces a obedecer! Está claro?
Miguel le sonrió como si fuera un nene caprichoso y asintió con la cabeza. Katy llevó a Miguel al baño y se ocupó de "supervisar" cómo se bañaba.
- Asegurate de lavar bien adelante y atrás... te quiero bien limpito para la Doctora! - ordenó Katy.
En cuanto Miguel salió de la ducha Katy se ajustó los guantes de goma y le revisó la entre pierna y el trasero para asegurarse de la higiene de su esposo, luego le entregó un nuevo par de calzoncillos y un pijama. Lo controló que se pusiera la ropa y volviera a la cama antes de quitarse los guantes y arropar a Miguel como a un chico.
Quince minutos más tarde sonó el timbre y Katy atendió. Allí estaba la Dra. Diana con los pantalones del ambo celeste y la chaquetilla médica blanca con el cuello mao y un estetoscopio colgando del cuello, no ocultó una mirada de orgullosa satisfacción cuando la vió a Katy con el delantal blanco luciendo como una perfecta Enfermera. Traía con ella su bolso de Doctora.
- Hola Diana, gracias por venir. Miguel está en la cama arriba - le dijo mientras Diana la seguía escaleras arriba.
- No te preocupes... nos vamos a ocupar de nuestro paciente - contestó sugestivamente Diana.
Diana observó a Miguel y sonrió. Se veía tan incómodo. Tenía la nariz colorada por el constante drenaje de mucosidad y el roce de los pañuelos. Sus ojos estaban húmedos y le costaba respirar por la congestión.
- Qué es tan gracioso? - preguntó él protestando.
- Disculpá Miguel, no quise sonreír, pero estás en un estado deplorable - dijo ella mientras le apoyaba la mano en la frente, y en seguida se dirigió a su amiga - Katy de ahora en adelante voy a necesitar que seas mi asistente... pero nos vamos a tener que manejar con protocolos de relación médico-paciente... nosotras dos nos vamos a tratar como colegas y Miguel es nuestro paciente, de acuerdo Doctora?
Katy se sonrió.
- De acuerdo Doctora! - contestó entusiasmada con la idea.
- Un momento - se quejó Miguel - Katy no es...
- El paciente sólo va a hablar cuando se lo indiquemos - lo interrumpió Diana - está claro?
- Si... si... - respondió un dubitativo Miguel
- Está claro paciente? - insistió Diana, poniendo el acento en la palabra "paciente".
- Sí... sí, Doctora - terminó Miguel aceptando los nuevos términos de la relación.
Diana sacó dos barbijos y dos pares de guantes de látex del bolso, le entregó un barbijo y un par de guantes a Katy y ella se empezó a poner el barbijo y el otro par.
- Debido a la patología que estamos tratando vamos a usar barbijo y guantes permanentemente para tocar al paciente porque tenemos que evitar el contagio... ahora sacale la parte superior del pijama que le quiero revisar el corazón y los pulmones.
Katy estaba encantada con la situación, se puso el barbijo y los guantes de látex y empezó a sacarle la ropa a su esposo. Diana se puso el estetoscopio en los oídos y comenzó la revisación.
- Respirá hondo... muy bien Miguel... otra vez - dijo Diana.
Primero la Doctora auscultó el pecho de Miguel y luego le auscultó la espalda.
- Muy bien Doctora... puede volver a ponerle el pijama al paciente - y mientras Katy ayudaba a cubrirse a Miguel, Diana continuó - Definitivamente tiene los pulmones muy congestionados, te voy a dejar una receta para que juntas empecemos con el tratamiento... ahora vamos a tomarle la temperatura. Paciente, boca abajo!... Doctora, quítele los pantalones y los calzoncillos al paciente, lo quiero totalmente desnudo.
Miguel se puso colorado y empezó a negarse.
- No podés tomarme la fiebre en la boca?... - Katy y Diana sólo le dirigieron una severa mirada - Doctoras... por favor... ya no soy un chico...
Diana empezó a buscar en su bolso una bandeja de acero inoxidable y el termómetro.
- No paciente, no te puedo tomar la fiebre en la boca porque estás muy congestionado para una lectura oral. Por otro lado, a lo mejor no sos un chico pero te estás portando como un chico. Ahora paciente, boca abajo! - ordenó Diana antes de dirigirse a Katy - Doctora, necesitamos una lectura precisa de la temperatura del paciente, y cuando necesitamos una lectura precisa, los médicos siempre tomamos la temperatura rectal.
Vencido, Miguel protestó y se puso boca abajo en la cama. Katy retiró las sábanas y en seguida deslizó sus dedos enguantados debajo del elástico del pantalón y los calzoncillos de su esposo.
- Paciente, levante la colita! - le ordenó Katy y apenas él obedeció, ella asumió orgullosa su nuevo rol y bajó la ropa hasta los tobillos. Se sentó al lado de Miguel y no pudo resistir acariciarle el firme trasero con sus manos cubiertas por los suaves guantes de látex.
- Así me gusta... un paciente obediente... - le dijo Katy casi con ternura.
- Sí... Doctora... - respondió Miguel.
Diana levantó el termómetro rectal de la bandeja junto con el lubricante quirúrgico. La Doctora sacudió el termómetro un par de veces y lubricó el gran bulbo redondeado. Katy miraba cómo Diana se acercaba a la cama con el termómetro listo en su mano derecha. Ella notó con cuanta confianza Diana usaba los enguantados dedos de su mano izquierda para separar los glúteos de Miguel. Miguel jadeaba mientras su ano era violentamente expuesto. Diana observó el rosado ano. La piel en el ajustado orificio se abrió y pareció hacerle un "guiño" anticipando lo que iba a suceder.
- Relajate paciente... te quiero bien quitito - le ordenó Diana a su paciente.
Un momento después Diana presionó suave pero permanentemente para insertar el bulbo en el ano de Miguel y lentamente llegó hasta el recto. Miguel se quejó al ser penetrado y hundió su rostro en la almohada mientra Diana revisaba su reloj.
- Bueno Dra. Katy, le voy a dejar una receta para continuar con el tratamiento del paciente, va a tener que comprar un termómetro rectal en la farmacia -ya vimos que el termómetro oral no va a funcianar con nuestro paciente. Quiero lecturas rectales cada dos horas, vamos a llevar un registro. Ya vio el procedimiento para penetrar al paciente... alguna pregunta Doctora?
- No... parece ser un procedimiento bastante simple - le respondió a Diana. Katy notó el cambio en el comportamiento de Miguel. El gritón irritable se había ido. Ahora se quedaba quieto y humillado con el termómetro asomándole brutalmente entre sus glúteos. Diana notó cómo asomaba el temómetro rectal y rápidamente separó los glúteos del paciente y volvió a empujarlo dentro del afiebrado ano. Miguel se sacudió en la cama y suspiró.
- Te dije que te quedes quieto Miguel! Todavía falta un minuto - le dijo Diana.
Diana finalmente retiró el termómetro del estremecido trasero de Miguel. Lo limpió con alcohol y registró la lectura. Miguel tenía fiebre, ahora estaba segura.
- El paciente necesita un antibiótico - anunció Diana - le parece que le apliquemos una inyección Doctora?
- Sí Doctora, completamente de acuerdo! - fue la respuesta de Katy.
- No... no... un minuto! - intentó protestar Miguel.
- Silencio paciente! - Katy le dió a Miguel una fuerte palmada en el trasero - Miguel vas a aceptar lo que nosotras decidamos...
Diana preparó la jeringa y Katy mojó un poco de algodón con alcohol. Se ubicaron una a cada lado lado de Miguel que seguía acostado boca abajo.
- Muy bien Doctora, lista para proceder con el inyectable? - consultó Diana.
- Todo listo Doctora - respondió Katy muy segura.
- Desinfecte el área que vamos a intervenir.
Y Katy pasó el algodón con alcohol por todo el trasero de Miguel y le pegó unas cuantas suaves palmadas en uno de los glúteos.
- El paciente está preparado para recibir la inyección Doctora - le comunicó Katy a Diana que, sin más ceremonia, clavó la aguja en el glúteo de Miguel.
- Ouch! - se quejó Miguel.
- Vamos paciente... no es para tanto... esta inyección va a hacer que te baje la fiebre y te vas a sentir mucho mejor. Portate bien y aceptá el tratamiento. En un par de días te vas a mejorar, pero tenes que ser obediente y aceptar el tratamiento, entendido? - le advitió Diana al paciente.
- Sí... Doctora - contestó él.
Cuando terminó, Diana descartó la jeringa y miró a Katy.
- Bueno Doctora, el paciente va a necesitar una serie de inyecciones, son subcutáneas así que no va a tener ningún problema para aplicárselas - Katy sonrió detrás del barbijo mientras Diana señalaba a Miguel amenazante - Y no quiero que el paciente se queje de las inyecciones o de las tomas de temperatura, está claro?
- Sí Doctora - respondió un avergonzado Miguel.
- Si dá trabajo, le dás una palmada en la cola y después le ponés la inyección - aconsejó Diana y las dos rieron.
Diana guardó las cosas en su bolso y ambas mujeres abandonaron el dormitorio haciendo comentarios de último minuto acerca del tratamiento del paciente, mientras se quitaban los guantes y los barbijos. Katy acompañó a Diana hasta la puerta y le agradeció por haberla visitado y especialmente por sus sabios consejos.
En seguida Katy volvió al dormitorio sólo para asomarse a ver cómo estaba Miguel.
- Descansá un rato - le dijo ella, y le adviritió - Quiero que el paciente se porte bien!
- Sí... Doctora...
Katy quedó conforme, se quitó el delantal blanco y manejó hasta la farmacia con la receta de Diana. Una atractiva farmacéutica de unos 25 años de cabello rubio recibió la receta y le entregó el medicamento.
- Va a necesitar algo más? - le consultó.
- Sí, jeringas y agujas subcutáneas descartables para aplicar las inyecciones y un termómetro rectal - respondió Katy.
La farmacéutica buscó entre los estantes y volvió con las jeringas las agujas y una caja con el termómetro rectal.
- Sólo me queda este modelo de termómetro rectal, es un modelo anterior a los que vienen ahora, es un poco más grande... va a necesitar vaselina o lubricante quirúrgico para usarlo - advirtió la joven.
- No hay problemas, en casa tengo vaselina y alcohol, gracias - explicó Katy, que un momento antes de dejar la farmacia notó que podía llegar a necesitar algunos insumos más - Por casualidad tenés un guardapolvos como para mi?
- Seguro, pasá por acá - y la farmacéutica le indico el camino a otro sector con percheros repletos de todo tipo de variedad de indumentaria médica.
Había ambos, batas, guardapolvos y chaquetillas de todas las variedades y colores. Después de probar varios modelos, Katy finalmente eligió un pantalón de ambo color celeste combinada con una fina chaquetilla blanca con cuello mao y una delicada martingala que resaltaba su figura.
- También voy a llevar barbijos y una caja de guantes de látex por favor - terminó de comprar Katy.
Dejó la farmacia rápidamente y estaba tan ansiosa por regresar a casa que se pasó un semáforo en rojo. Subió las escaleras y se puso el pantalón celeste y la chaquetilla médica blanca. Acomodó todos los insumos médicos en una bandeja de acero inoxidable y muy orgullosa y decidida entró en el dormitorio.
- Cómo está el paciente? - preguntó ella.
- Kat...!!! - la expresión de sorpresa de Miguel era evidente. Todavía estaba un poco aturdido, y la visión de su esposa con todo el aspecto y la actitud de una auténtica profesional de la medicina terminó de convencerlo de su nuevo rol en la relación de pareja - Doctora...
Ella sólo sonrió mientras se colocaba el barbijo, sacaba un par de guantes de látex de la caja y se los ponía, ajustándolos hasta estar cómoda.
- Vamos a empezar con el tratamiento... Desnudate! - le ordenó ella.
Y sin decir palabra él obedeció. Se quitó toda la ropa y quedó acostado y completamente desnudo frente a ella, que le acarició el rostro con sus manos cubiertas por los guantes de látex.
- Así me gusta - dijo Katy - un paciente obediente...
Y empezó a preparar la jeringa para aplicarle la inyección. Miguel observaba la aguja y ella lo notó.
- Tenés miedo? - preguntó Katy.
- Un poco... Sí... Doctora - fue la respuesta entrecortada de Miguel.
- No tengas miedo... Solamente duele si yo quiero que te duela...
Y sin más preámbulo, la Dra. Katy desinfectó el muslo de la pierna derecha de Miguel con un algodón con alcohol y de inmediato aplicó la inyección.
- Aauuucchh....
- Shhhh... te tenés que quedar bien quietito durante los procedimientos - advirtió ella mientras inyectaba la droga.
- Sí... sí Doctora.
Ella retiró la aguja y la jeringa del muslo y lo volvió a desinfectar antes de darle unos golpes suaves con la palma de su mano enguantada.
- Ya pasó... ahora te quiero boca abajo! - continuó ordenando Katy.
Por supuesto él volvió a obedecer, sabiendo lo que le esperaba, ya que ahora Katy había levantado de la bandeja el termómetro rectal y estaba procediendo a lubricarlo cuidadosamente. Miguel sintió cómo le abrían los glúteos y cerró los ojos. Katy procedió a insertar el termómetro en el ano de su esposo y se sentó a su lado acariciándole el trasero con la suaves manos enguantadas.
- Te vas a tener que acostumbrar a esto mi amor... si no, la Doctora va a tener que castigarte - advirtió a su avergonzado esposo.
- No Doctora... no... me voy a portar bien... por favor, perdóneme si fui desobediente Doctora - se disculpó él.
Después de unos minutos Katy retiró el termómetro y anotó el registro de temperatura.
- Ahora descansá - dijo Katy mientras descartaba los guantes y el barbijo.
Mientras abandonaba el dormitorio se sentió segura de sí misma, había logrado que su matrimonio madurara y estaba segura de su rol en la relación de ahora en más.

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