Estuve largo tiempo admirando y deseando a Karina, un minón de aquellos. Ni hablar en los eneros o febreros, cuando nuestras dos familias veraneaban juntas, en departamento o chalet alquilado.
La vida en común era confusa, desordenada, no faltaban las bromas entre los cuatro adultos: Mariana-mi esposa, Karina, Aldo-su esposo- y yo. Los chicos eran un torbellino.
Yo miraba a Karina mientras se exhibía en casa, jardín o en la playa, perennemente en bikini: era una verdadera tentación. El marido, probablemente, percibía mi deseo, pero permanecía absolutamente indiferente, actitud típica de un aspirante a cornudo.
Cabello castaño largo, alta por encima de los 1,70 mts, rostro delicado, lindas tetas, culo de novela y muslos firmes y largos. Era una hermosa mujer apenas arriba de los 30 años.
Simpática, ocurrente, bien dispuesta a las bromas, más de una vez, sin que nadie pudiera oírnos, le decía que “me la volteraría” con inmenso placer.
-Sacátelo de la cabeza, boludo. Para vos yo soy la “Coca la que se mira y no se toca”- era el tipo de réplica que recibía.
Hasta que un atardecer, en la playa, decidí volver al chalet algo más temprano para consultar unos archivos en mi notebook y responder una consulta que me habían hecho desde la empresa donde trabajaba.
Karina, argumentó que tenía “una urgencia”:
-Voy con vos, así abrís vos la “puta” puerta- dijo.
La cerradura de la puerta de entrada era defectuosa – el cerrajero tardaba en venir a componerla- y costaba abrirla.
Al llegar - ella había caminado un trecho adelante mío, embelesándome con el meneo del culo- no lograba quitar el cerrojo:
-Abrí rápido, que se me escapa el pichí - dijo apremiante.
Seguí forcejando con la llave, con precaución para no romperla.
-Apurate, boludo. Me voy a orinar encima si no abrís-
-Lo estoy intentando-
Lo logré y abrí la puerta pero, Karina, había tomado una fulmínea e imprevista decisión.
-Con tu permiso, date vuelta para el otro lado, que voy a orinar aquí afuera, no consigo aguantarla más-
Dicho eso, se desplazó hasta una exigua mata, se bajó la bombachita del bikini y se agachó, doblando las rodillas, mostrando sin pudor los muslos.
No me lo esperaba, pero repenticé rápido. Me posicioné, sigilosamente, detrás de ella, oí el fluir copioso de líquido como si se tratase de una canilla abierta.
-¡Uhiii qué alivio, estaba explotando!!- murmuró mientras seguía orinando con las piernas abiertas.
El ruido de líquido fluyendo, disminuía lentamente. Me agaché, cerca de ella y le puse una mano debajo del culo y la acerqué a la concha, mientras aún estaba orinando. En los dedos percibí el calor de su orina.
-Dale terminá, Karina, que yo me encargo de enjuagarte la conchita- le dije mientras mis dedos comenzaban a frotar su fisura.
-¡Que mierda hacés, Juannn!- gritó, sin cambiar de posición
-¿Acaso sos un bidé? ¡Acabala de inmediato!-
¡Acabala? Ya me había lanzado al vacío, tanto valía seguirla, más aún que ella no se movía y, recibía, a piernas abiertas, los masajes de mi mano que, la estaba masturbando.
Al cabo de unos instantes
-¡Está bueno tu masajito! Pero terminala. Se lo voy a decir a tu mujer y a mi marido-
-¡Decíselo a quien se te ocurra, pero hagas lo que hagas, te voy a coger, putita- le respondí mientras la tomaba con ambas manos a la altura del seno y me paraba, obligándola a hacer lo mismo. Siempre tomada desde atrás, levantada en peso y bombacha del bikini a las rodillas, la arrastré dentro de la casa y la solté para girarle el cuerpo, la apoyé contra la puerta apenas cerrada. Tomándola del cabello, la obligué a levantar la cabeza que pretendía bajar y la besé con avidez en la boca. Respondió a mi beso y tuvimos unos instantes babeándonos recíprocamente.
Con la mano derecha le agarré la concha, peluda, y comencé a masajeársela. Karina se puso a gemir despacito, despacito. Era evidente que el “tratamiento” era de su agrado
-¡Abrí más las piernas, putita golosa!-
-¡Bueno, pero no me deja la malla!-
Me puse de cuclillas, le saqué la pieza inferior del bikini, ella obedeció la orden y yo le metí la cara en la concha ¡Qué fantástico olor!¡Qué calorcito!¡Qué sabrosos humores vaginales!
La baboseé un rato masturbándola con los labios y con la lengua. Gemía y se mojaba cada vez más, cuando quedé saciado de sexo oral, me erguí, me bajé el slip y, verga, durísima, al aire, la llevé de la mano hasta la cama de su dormitorio, la acosté y, abriéndole aún más las piernas, me le subí encima y la penetré de un solo golpe.
-¡Ahhhh…que buena pija, tenés, guacho!¡Dale cógeme, cógeme!- murmuró
No hacía falta su incitación y comencé a clavarla con fuertes arremetidas, mientras le besaba en el cuello y la boca. Alcancé, apenas, a correrle el corpiño y, ni bien metí mano en una teta, tuvo un orgasmo acompañado de clamor y temblores de cuerpo.
Seguí cogiéndola, con pequeñas pausas para prolongar el placer, hasta que no pude más y la inundé de semen, mientras ella acabó de nuevo, gritándome su goce.
Entre aprontes, cogida y recobrar fuerzas, había transcurrido alrededor de media hora. Tomamos conciencia del riesgo que, intrigados por la demora en volver a la playa de Karina, el marido o mi esposa viniesen a ver qué pasaba. Entramos en pánico y, vertiginosamente, recogí las prendas de baño diseminadas a la entrada, me puse mi slip, le llevé la bombachita a Karina, puse la notebook en la mesa del comedor, la encendí y me senté frente a ella, mouse en mano, vista fija en la pantalla.
Justo a tiempo. No más de cinco minutos después, Aldo abrió la puerta de entrada.
-¿Qué sucede que Karina no volvió con nosotros?- me dijo.
Le respondí que no se sentía bien, que le había preguntado si necesitaba algo y me había asegurado que no, que era un malestar momentáneo.
Aldo entro al dormitorio y regresó minutos después
-Algo le cayó mal, está indispuesta. Voy a prepararle un té y un antiespasmódico- me comentó.
-¿Por qué no me lo pidió a mí?-
-Está acostada con sólo ropa interior. No habrá tenido ganas de vestirse. Andá, por favor, a la playa y avisale a tu mujer y traían de regreso a los chicos.-
¡Ufhhhh! Zafamos, pensé mientras me dirigía a la playa.
Al día siguiente, en la primera ocasión que pude hablar un instante a solas:
-Estuvo fabuloso ayer, Karina, pero con gusto a poco. Tenemos que repetirlo aumentado-
-Si, la verdad que me gustó. Pero ni hablar de volver a pasar por la angustia que pasé, por el riesgo de que nos descubrieran-
Quedamos volver a salir, una vez de regreso a la ciudad, a vacaciones terminadas.
Así fue, una semana después del regreso, entramos al hotel transitorio MIX en el barrio Balvanera.
Nos sentamos en el sofá que había en la habitación y:
-Juan, acepté este encuentro con vos porqué quedé … excitada ….. por lo fugaz que fue en la costa, pero….- abrió la previa.
-Yo también quede con unas ganas locas de vos ….-
me interrumpió para completar su pensamiento
_..... desde ya te digo que va a ser la última. Cagar a mi marido Aldo y al mismo tiempo a Mariana, amiga mía de toda la vida, es demasiado para mí. No soy tan hija de puta.-
No la contradije, preferí comenzar el precalentamiento. Nos besamos y acariciamos por un rato. Consciente de, como escribió José Hernández, ” que el fuego pa calentar / debe ir siempre por debajo” metí mano en el entrepiernas y comencé a manosearle la concha.
Nos besamos y baboseamos un buen rato, luego nos levantamos, mientras la empujaba desde atrás hacia la cama, le levanté la pollera y le di un chirlo con la mano abierta en su culo de novela. La tiré en la cama. Abrió las piernas y:
-¿Así vestida?-
-¡Claro que no! Desnudate-
Amagó comenzar a hacerlo, no le dí tiempo y, casi con furia, le quité la pollera, la blusa y el corpiño. La bombacha se la arranqué, literalmente. La putita apareció en toda su majestuosa desnudez: las tetas blancas y turgentes, los pezones tiesos, los muslos separados y la concha trepidante.
Me desnudé a mi vez y me zambullí sobre esa “gracia de Dios” a besarla, lamerla, babosearla por completo, comenzando por la boca, bajando a las tetas, al ombligo, al pubis. Le sequé la concha con su bombacha y le metí labios, lengua y un par de dedos.
Ella se movía voluptuosamente, emitía prolongados gemidos, disfrutando de mis efusiones. Comenzamos a rodar, abrazados, sobre la cama, cambiando de posición. Ella también me besaba me lamía y, de tanto en tanto, se metía mi verga en la boca, pero la soltaba enseguida, como temiendo que sucediese prematuramente, lo que quería en otro de sus orificios.
Llegó el momento que las excitaciones se volvieron tan intensas que no cabía más dilación: mi pija parecía que iba a explotar, no aguanté más y se la emboqué en su concha peluda que parecía trepidar en la espera.
La cogida fue apoteótica. Comencé a clavarla con brío y vehemencia, embistiendo con toda la fuerza, Karina, a cada entrada respondía con temblores en el cuerpo y emitiendo gemidos de placer. Cada vez que sentía que estaba a punto de acabar, detenía unos instantes el bombeo, para retomarlo lentamente y volver a acelerar con fuerza luego. Ella, cada tanto, gemía más alto hasta, casi gritar un orgasmo. Seguí de ese modo unos cuantos minutos, pero ya no pude más controlarme y, en los instantes de liberación, le solté todo mi semen adentro. Con mi cuerpo, exprimido, aun sobre ella, le susurré al oído:
-Karina, sos una putita estupenda, maravillosa ….. la cachucha más deliciosa que conocí …. –
Ella callaba pero, claramente, le agradaban los elogios.
Quedamos, lado a lado, a descansar unos diez minutos o, talvez más, ella de costado hacia mí.
Le apoyé la mano derecha en su nalga y mi verga se endureció nuevamente. En mi mente tomó forma un nuevo proyecto: culearla.
Me puse de rodillas sobre el colchón y, con una maniobra repentina, la hice girar boca abajo. Su culo apareció majestuoso, dos glúteos redondos y firmes, carne blanca y agujerito apretado.
-¿Qué mierda haces, Juannnn?¡ Ni se te ocurra encularme!-
No le respondí y comencé a lubricarle el orificio, con sus humores vaginales (tal vez mezclados con mi semen), manteniéndola acostada con el otro brazo. Intentó girar el cuerpo para ponerse panza arriba, pero no pudo, yo ya me había subido sobre las nalgas y le mantenía presionada la espalda hacia abajo.
-¡Por el culo, nooo, te lo ruego_
-Por el culo si, Karina. Tenes el más lindo culo que vi, una maravilla de la creación, no puedo desperdiciar tamaña obra del Creador. Dejate encular, te va a gustar-
-¡Por favor, por el culo no, no quiero!- continuó a quejarse pero sin forcejear.
Sin decir “agua v vá” le abrí con ambas manos los glúteos y le apoyé el glande en el orificio, y despasito, despacito, le empujé la verga hacia adentro
-¡Ahyyy, ahyyy, me duele desgraciado!. ¡Basta, basta!-
Mientras la seguí penetrando, de decía:
-Tranqui …. Te va a gustar -
Me detuve un instante, cuando los testículos toparon con sus nalgas. Luego, me incliné sobre ella y comencé a culearla.
¡Qué sensación de placer y poderío se experimenta cuando se encula una mujer y, Karina, era una gran mujer con un gran culo.
La tenía apretada contra el colchón y la clavaba. Con una mano le manoseaba una teta y con la otra le “dedeaba” la concha. Inició a gemir de placer y la sentía, debajo de mí, entregada y proactiva (empinaba el culo como procurando una penetración más profunda)
-¡Uhhhyy, ….Mmmhhh ….está bueno …… me gusta …..seguí …. seguí …!- farfullaba, ella, entre gemidos.
Aumenté el ritmo del entra-sale. No aguanté mucho el trajín y le largué el resto de semen que me quedaba. Contemporáneamente, percibí , que también la putita gozaba de un orgasmo, gimiendo sin moderación.
De nuevo cabeza a cabeza sobre la almohada:
-Putita divina, …., sos la más hermosa hembra para cama ….. que su majestad naturaleza haya creado, …., hoy me diste una enorme alegría, …., estoy en deuda con vos y para siempre – le dije a modo de agradecimiento.
-Juaaann, ….., me hiciste feliz esta tarde. Ha sido sexo fantástico, …., la más placentera cogida que haya hecho yo, …, gracias-
Nos recompusimos, higienizamos y dejamos el hotel.
Afortunadamente, Karina, tiene firmes las carnes, las tetas, el vientre, las nalgas y las piernas.
No así su determinación: tardó meses, en ceder, pero en julio de ese mismo año, tuvimos el tercer entrevero.
Volvió a “cagar” al marido y a la amiga.
La vida en común era confusa, desordenada, no faltaban las bromas entre los cuatro adultos: Mariana-mi esposa, Karina, Aldo-su esposo- y yo. Los chicos eran un torbellino.
Yo miraba a Karina mientras se exhibía en casa, jardín o en la playa, perennemente en bikini: era una verdadera tentación. El marido, probablemente, percibía mi deseo, pero permanecía absolutamente indiferente, actitud típica de un aspirante a cornudo.
Cabello castaño largo, alta por encima de los 1,70 mts, rostro delicado, lindas tetas, culo de novela y muslos firmes y largos. Era una hermosa mujer apenas arriba de los 30 años.
Simpática, ocurrente, bien dispuesta a las bromas, más de una vez, sin que nadie pudiera oírnos, le decía que “me la volteraría” con inmenso placer.
-Sacátelo de la cabeza, boludo. Para vos yo soy la “Coca la que se mira y no se toca”- era el tipo de réplica que recibía.
Hasta que un atardecer, en la playa, decidí volver al chalet algo más temprano para consultar unos archivos en mi notebook y responder una consulta que me habían hecho desde la empresa donde trabajaba.
Karina, argumentó que tenía “una urgencia”:
-Voy con vos, así abrís vos la “puta” puerta- dijo.
La cerradura de la puerta de entrada era defectuosa – el cerrajero tardaba en venir a componerla- y costaba abrirla.
Al llegar - ella había caminado un trecho adelante mío, embelesándome con el meneo del culo- no lograba quitar el cerrojo:
-Abrí rápido, que se me escapa el pichí - dijo apremiante.
Seguí forcejando con la llave, con precaución para no romperla.
-Apurate, boludo. Me voy a orinar encima si no abrís-
-Lo estoy intentando-
Lo logré y abrí la puerta pero, Karina, había tomado una fulmínea e imprevista decisión.
-Con tu permiso, date vuelta para el otro lado, que voy a orinar aquí afuera, no consigo aguantarla más-
Dicho eso, se desplazó hasta una exigua mata, se bajó la bombachita del bikini y se agachó, doblando las rodillas, mostrando sin pudor los muslos.
No me lo esperaba, pero repenticé rápido. Me posicioné, sigilosamente, detrás de ella, oí el fluir copioso de líquido como si se tratase de una canilla abierta.
-¡Uhiii qué alivio, estaba explotando!!- murmuró mientras seguía orinando con las piernas abiertas.
El ruido de líquido fluyendo, disminuía lentamente. Me agaché, cerca de ella y le puse una mano debajo del culo y la acerqué a la concha, mientras aún estaba orinando. En los dedos percibí el calor de su orina.
-Dale terminá, Karina, que yo me encargo de enjuagarte la conchita- le dije mientras mis dedos comenzaban a frotar su fisura.
-¡Que mierda hacés, Juannn!- gritó, sin cambiar de posición
-¿Acaso sos un bidé? ¡Acabala de inmediato!-
¡Acabala? Ya me había lanzado al vacío, tanto valía seguirla, más aún que ella no se movía y, recibía, a piernas abiertas, los masajes de mi mano que, la estaba masturbando.
Al cabo de unos instantes
-¡Está bueno tu masajito! Pero terminala. Se lo voy a decir a tu mujer y a mi marido-
-¡Decíselo a quien se te ocurra, pero hagas lo que hagas, te voy a coger, putita- le respondí mientras la tomaba con ambas manos a la altura del seno y me paraba, obligándola a hacer lo mismo. Siempre tomada desde atrás, levantada en peso y bombacha del bikini a las rodillas, la arrastré dentro de la casa y la solté para girarle el cuerpo, la apoyé contra la puerta apenas cerrada. Tomándola del cabello, la obligué a levantar la cabeza que pretendía bajar y la besé con avidez en la boca. Respondió a mi beso y tuvimos unos instantes babeándonos recíprocamente.
Con la mano derecha le agarré la concha, peluda, y comencé a masajeársela. Karina se puso a gemir despacito, despacito. Era evidente que el “tratamiento” era de su agrado
-¡Abrí más las piernas, putita golosa!-
-¡Bueno, pero no me deja la malla!-
Me puse de cuclillas, le saqué la pieza inferior del bikini, ella obedeció la orden y yo le metí la cara en la concha ¡Qué fantástico olor!¡Qué calorcito!¡Qué sabrosos humores vaginales!
La baboseé un rato masturbándola con los labios y con la lengua. Gemía y se mojaba cada vez más, cuando quedé saciado de sexo oral, me erguí, me bajé el slip y, verga, durísima, al aire, la llevé de la mano hasta la cama de su dormitorio, la acosté y, abriéndole aún más las piernas, me le subí encima y la penetré de un solo golpe.
-¡Ahhhh…que buena pija, tenés, guacho!¡Dale cógeme, cógeme!- murmuró
No hacía falta su incitación y comencé a clavarla con fuertes arremetidas, mientras le besaba en el cuello y la boca. Alcancé, apenas, a correrle el corpiño y, ni bien metí mano en una teta, tuvo un orgasmo acompañado de clamor y temblores de cuerpo.
Seguí cogiéndola, con pequeñas pausas para prolongar el placer, hasta que no pude más y la inundé de semen, mientras ella acabó de nuevo, gritándome su goce.
Entre aprontes, cogida y recobrar fuerzas, había transcurrido alrededor de media hora. Tomamos conciencia del riesgo que, intrigados por la demora en volver a la playa de Karina, el marido o mi esposa viniesen a ver qué pasaba. Entramos en pánico y, vertiginosamente, recogí las prendas de baño diseminadas a la entrada, me puse mi slip, le llevé la bombachita a Karina, puse la notebook en la mesa del comedor, la encendí y me senté frente a ella, mouse en mano, vista fija en la pantalla.
Justo a tiempo. No más de cinco minutos después, Aldo abrió la puerta de entrada.
-¿Qué sucede que Karina no volvió con nosotros?- me dijo.
Le respondí que no se sentía bien, que le había preguntado si necesitaba algo y me había asegurado que no, que era un malestar momentáneo.
Aldo entro al dormitorio y regresó minutos después
-Algo le cayó mal, está indispuesta. Voy a prepararle un té y un antiespasmódico- me comentó.
-¿Por qué no me lo pidió a mí?-
-Está acostada con sólo ropa interior. No habrá tenido ganas de vestirse. Andá, por favor, a la playa y avisale a tu mujer y traían de regreso a los chicos.-
¡Ufhhhh! Zafamos, pensé mientras me dirigía a la playa.
Al día siguiente, en la primera ocasión que pude hablar un instante a solas:
-Estuvo fabuloso ayer, Karina, pero con gusto a poco. Tenemos que repetirlo aumentado-
-Si, la verdad que me gustó. Pero ni hablar de volver a pasar por la angustia que pasé, por el riesgo de que nos descubrieran-
Quedamos volver a salir, una vez de regreso a la ciudad, a vacaciones terminadas.
Así fue, una semana después del regreso, entramos al hotel transitorio MIX en el barrio Balvanera.
Nos sentamos en el sofá que había en la habitación y:
-Juan, acepté este encuentro con vos porqué quedé … excitada ….. por lo fugaz que fue en la costa, pero….- abrió la previa.
-Yo también quede con unas ganas locas de vos ….-
me interrumpió para completar su pensamiento
_..... desde ya te digo que va a ser la última. Cagar a mi marido Aldo y al mismo tiempo a Mariana, amiga mía de toda la vida, es demasiado para mí. No soy tan hija de puta.-
No la contradije, preferí comenzar el precalentamiento. Nos besamos y acariciamos por un rato. Consciente de, como escribió José Hernández, ” que el fuego pa calentar / debe ir siempre por debajo” metí mano en el entrepiernas y comencé a manosearle la concha.
Nos besamos y baboseamos un buen rato, luego nos levantamos, mientras la empujaba desde atrás hacia la cama, le levanté la pollera y le di un chirlo con la mano abierta en su culo de novela. La tiré en la cama. Abrió las piernas y:
-¿Así vestida?-
-¡Claro que no! Desnudate-
Amagó comenzar a hacerlo, no le dí tiempo y, casi con furia, le quité la pollera, la blusa y el corpiño. La bombacha se la arranqué, literalmente. La putita apareció en toda su majestuosa desnudez: las tetas blancas y turgentes, los pezones tiesos, los muslos separados y la concha trepidante.
Me desnudé a mi vez y me zambullí sobre esa “gracia de Dios” a besarla, lamerla, babosearla por completo, comenzando por la boca, bajando a las tetas, al ombligo, al pubis. Le sequé la concha con su bombacha y le metí labios, lengua y un par de dedos.
Ella se movía voluptuosamente, emitía prolongados gemidos, disfrutando de mis efusiones. Comenzamos a rodar, abrazados, sobre la cama, cambiando de posición. Ella también me besaba me lamía y, de tanto en tanto, se metía mi verga en la boca, pero la soltaba enseguida, como temiendo que sucediese prematuramente, lo que quería en otro de sus orificios.
Llegó el momento que las excitaciones se volvieron tan intensas que no cabía más dilación: mi pija parecía que iba a explotar, no aguanté más y se la emboqué en su concha peluda que parecía trepidar en la espera.
La cogida fue apoteótica. Comencé a clavarla con brío y vehemencia, embistiendo con toda la fuerza, Karina, a cada entrada respondía con temblores en el cuerpo y emitiendo gemidos de placer. Cada vez que sentía que estaba a punto de acabar, detenía unos instantes el bombeo, para retomarlo lentamente y volver a acelerar con fuerza luego. Ella, cada tanto, gemía más alto hasta, casi gritar un orgasmo. Seguí de ese modo unos cuantos minutos, pero ya no pude más controlarme y, en los instantes de liberación, le solté todo mi semen adentro. Con mi cuerpo, exprimido, aun sobre ella, le susurré al oído:
-Karina, sos una putita estupenda, maravillosa ….. la cachucha más deliciosa que conocí …. –
Ella callaba pero, claramente, le agradaban los elogios.
Quedamos, lado a lado, a descansar unos diez minutos o, talvez más, ella de costado hacia mí.
Le apoyé la mano derecha en su nalga y mi verga se endureció nuevamente. En mi mente tomó forma un nuevo proyecto: culearla.
Me puse de rodillas sobre el colchón y, con una maniobra repentina, la hice girar boca abajo. Su culo apareció majestuoso, dos glúteos redondos y firmes, carne blanca y agujerito apretado.
-¿Qué mierda haces, Juannnn?¡ Ni se te ocurra encularme!-
No le respondí y comencé a lubricarle el orificio, con sus humores vaginales (tal vez mezclados con mi semen), manteniéndola acostada con el otro brazo. Intentó girar el cuerpo para ponerse panza arriba, pero no pudo, yo ya me había subido sobre las nalgas y le mantenía presionada la espalda hacia abajo.
-¡Por el culo, nooo, te lo ruego_
-Por el culo si, Karina. Tenes el más lindo culo que vi, una maravilla de la creación, no puedo desperdiciar tamaña obra del Creador. Dejate encular, te va a gustar-
-¡Por favor, por el culo no, no quiero!- continuó a quejarse pero sin forcejear.
Sin decir “agua v vá” le abrí con ambas manos los glúteos y le apoyé el glande en el orificio, y despasito, despacito, le empujé la verga hacia adentro
-¡Ahyyy, ahyyy, me duele desgraciado!. ¡Basta, basta!-
Mientras la seguí penetrando, de decía:
-Tranqui …. Te va a gustar -
Me detuve un instante, cuando los testículos toparon con sus nalgas. Luego, me incliné sobre ella y comencé a culearla.
¡Qué sensación de placer y poderío se experimenta cuando se encula una mujer y, Karina, era una gran mujer con un gran culo.
La tenía apretada contra el colchón y la clavaba. Con una mano le manoseaba una teta y con la otra le “dedeaba” la concha. Inició a gemir de placer y la sentía, debajo de mí, entregada y proactiva (empinaba el culo como procurando una penetración más profunda)
-¡Uhhhyy, ….Mmmhhh ….está bueno …… me gusta …..seguí …. seguí …!- farfullaba, ella, entre gemidos.
Aumenté el ritmo del entra-sale. No aguanté mucho el trajín y le largué el resto de semen que me quedaba. Contemporáneamente, percibí , que también la putita gozaba de un orgasmo, gimiendo sin moderación.
De nuevo cabeza a cabeza sobre la almohada:
-Putita divina, …., sos la más hermosa hembra para cama ….. que su majestad naturaleza haya creado, …., hoy me diste una enorme alegría, …., estoy en deuda con vos y para siempre – le dije a modo de agradecimiento.
-Juaaann, ….., me hiciste feliz esta tarde. Ha sido sexo fantástico, …., la más placentera cogida que haya hecho yo, …, gracias-
Nos recompusimos, higienizamos y dejamos el hotel.
Afortunadamente, Karina, tiene firmes las carnes, las tetas, el vientre, las nalgas y las piernas.
No así su determinación: tardó meses, en ceder, pero en julio de ese mismo año, tuvimos el tercer entrevero.
Volvió a “cagar” al marido y a la amiga.
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