Vos volvés del Hospital después de hacer una guardia. Entrás en el dormitorio con tu ambo celeste y me encontrás en la cama.
- Ey amor, qué hacés en la cama tan temprano? - me preguntás.
- Hola cielo, me sentí un poco mareado así que me metí en la cama temprano... Cómo te fue? - le pregunté con mi débil voz.
- Mmmmm bien, bastante tranquilo... pero no te preocupes por mí, cómo te sentís? - me preguntás acercándote a la cama y apoyando una mano en mi cara. Tu dulce caricia se siente cálida contra mi piel afiebrada, y yo apoyo mi mejilla contra la agradable palma de tu mano.
- Por favor! Estás ardiendo amor! Quedate acá que voy a buscar mis cosas para revisarte! - me decís con tu dulce autoridad.
- Oooohhhh no... no te vayas! - te pido tratando de retener tu mano - Quedate conmigo, acostate en la cama conmigo y abrazame. Por favor!
Te suplico dirigiéndote una mirada con ojos de cachorro mojado.
- Te lo prometo. Pero vos sabés que sos mi paciente y que tu Doctora te tiene que cuidar. Ahora portate bien y dejame ir a buscar las cosas, yo vuelvo enseguida.
Y, dicho esto, a pesar mío te dejo ir, y desaparecés del dormitorio.
Depues de lo que parece ser no más de un minuto, volvés con tu bolso de Doctora y tu estetoscopio colgando del cuello. Yo protesto en cuanto veo el estetoscopio!
- Dijiste que te ibas a acostar conmigo! No que me ibas a revisar! Por favor Doctora no me revise! No quiero que me revise, por favor!!
- Ay vamos mi amor, no seas tontito! Vos sabés que esto es por tu propio bien! No tengas miedo... La Doctora no te va a hacer mal... éso es... respirá hondo y relajate - me decís mientras dejás tu bolso al lado de la cama y me acaricias la cara - Tenemos que controlar ésa fiebre así que vamos a tomarte la temperatura.
Y agarrás la manta que estoy usando para ocultarme! Yo me aferro la manta con fuerza, pero en realidad no puedo resistirme a mi Doctora en mi frágil estado y vos retirás la manta sin esfuerzo, dejando expuesto mi cuerpo sólo cubierto por un calzoncillo blanco a tu disposición. Allí estoy yo, observándote indefenso mientras vos procedés a apoyar tu mano firmemente en mi hombro para indicar que me recueste y me das un beso en la frente.
- Así me gusta... obedecé... - me susurrás suave en el oído.
Te parás, sacás de uno de los bolsillos del ambo un par de guantes de látex y te los calzás, haciendo el típico sonido snap! snap! asegurandote que te observo como ajustás el látex a cada dedo hasta sentirte cómoda.
- Boca abajo!
- Ooohhh... por favor en la boca!... Te prometo que me voy a portar bien y no se me va a caer - te pido mientras toso un poco.
- Sshhhhh.... tranquilo, el paciente tiene que obedecer... vos sabés que no haría esto si no fuera absolutamente necesario... ahora vamos... - me decís mientras acomodás mi frágil cuerpo.
Yo intento agarrarme de tu tibio cuerpo como aprovechando un último recurso... y finalmente quedo boca abajo completamente bajo tu control...
En seguida siento las frías yemas de tus dedos enguantados en el elástico de mis calzoncillos.
- Levantá la cola - me ordenás con voz suave, y yo obedezco sabiendo que ahora la resistencia es inútil. Vos, rápida pero firmemente, me bajás los calzoncillos hasta los tobillos, dejando expuesto mi trasero al frío ambiente y a tu amorosa mirada.
Sacás una bandeja de acero inoxidable y el termómetro rectal del bolso junto con el lubricante quirúrgico, y te sentás al lado de la cama. Sacudís el termómetro notando que te estoy observando con una mirada mortificada y te tomás tu tiempo para lubricarlo cuidadosamente.
- No, no, no - murmullo contra la almohada y vos notás que yo estoy asustado y expuesto, a tu merced!
Dejás el termómetro rectal sobre una bandeja de acero inoxidable, y apoyas tus manos enguantadas en mi espalda.
- Sssshhh.... relajate mi amor.... Vos sabés que la Doctora no te va a hacer mal, y vamos a terminar rapidito... y después vas a ver que te sentís mucho mejor - me decís mientras tus manos cubiertas por el suave látex me acarician la espalda de arriba a abajo. Pronto sentís cómo me relajo, y ves cómo mis piernas dejan de apretar, y sin decir una palabra vos lentamente dirigis una mano a mi trasero, y con la otra, agarrás el termómetro rectal.
- Asi... muy bien... sentí qué suave que es el guante de la Doctora... - me decís mientras tu mano enguantada ahora separa mis nalgas lentamente. Hábilmente acercás el termómetro a mi orificio rectal dejando que la punta apoye contra mi ano sabiendo que lo voy a sentir frío y que me va a provocar que intente rechazarlo. Vos anticipás mi reacción, y me dás una fuerte palmada en la nalga.
- Quietito mientras te penetro! - me decís mientras volvés a apoyar el termómetro en mi orificio, haciendo que mi cuerpo se adapte a la sensación - Muy bien... aceptá... aceptá...
Después de unos segundos, empezás a empujar el frío cristal dentro mío sintiendo cómo es atrapado por mi recto, aceptándolo involuntariamente debido a la presión que vos ejercés para penetrarme. Retirás la mano que mantenía mis nalgas separadas y dejás que se cierren sobre el termómetro, sólo para volver a apoyarla en mi espalda para mantenerme en mi posición.
Suavemente me acariciás la espalda disfrutando de la situación, tu hombre fuerte y atractivo, yace ahí indefenso sometido a tus cuidadosas manos y con un termómetro penetrando su trasero, despojado del poco ego que podía quedarle, con su firme trasero adolorido, vos pensás: "él ahora me pertenece por completo!" Despertás de tus pensamientos conmigo abrazado a una de tus piernas.
- Ya está Doctora?... Por favor puede sacarlo? - te consulto con mirada de resignación - Siento... frío adentro mío... Doctora.
Me sacude un escalofrío.
- Pronto bebé... prontito... te lo tengo que dejar adentro unos minutos más para que tome una lectura precisa - me decís y te inclinás para darme otro largo beso en la frente y siento el aroma del guante de látex que cubre tu mano mientras me acaricia la cara. Después de lo que parecieron años, me adormezco sólo para despertar sintiendo tus frías manos enguantadas separándome las nalgas otra vez.
- Vamos a sacar esto - decís, y lentamente siento al invasor deslizándose para abandonar mi trasero - Muuuy bien.... un nene obediente... ahora vamos a ver... mmmm... tenés la fiebre alta... me voy a tener que ocupar de este tema!
Te parás dejando el termómetro en la bandeja de acero inoxidable y quitándote los guantes. Sacás del bolso una jeringa descartable, algodón y alcohol confiada en que yo estoy demasiado débil como para notarlo. Pero por supuesto estás equivocada y yo adivino lo que va a pasar.
- Oh no no no!!! No quiero una inyección!! Vos me prometiste que ibas a venir a la cama conmigo! - protesto y me alejo de vos acurrucándome del otro lado de la cama - No Doctora... no me ponga una inyección... Por favor.
Yo estoy llorando, vos notás mi reacción, dejás la jeringa en la bandeja de acero inoxidable y te acercás.
- Vení para acá bebé... abrazá a la Doctora - me decís mirándome con ternura.
- No! Me querés engañar - grito.
- No te quiero engañar mi amor, los dos sabemos que te voy a poner ésa inyección! Solamente te ofrezco una abrazo - me decís con honestidad, esperando que la situación me tranquilice y se haga más fácil.
- No es justo - digo mientras me acerco a vos lentamente.
Te abrazo, reposando mi cabeza contra tu pecho, sintiendo tu perfume en el ambo celeste y dejando que vos puedas sentir mi aliento afiebrado en tus pechos, y vos lentamente empezás a sentir mi pecho inflándose y desinflándose con mi respiración. Pronto nuestras respiraciones se sincronizan, y nos quedamos allí mientras vos lentamente me acariciás el pelo. Cuando te das cuenta que estoy totalmente relajado, lentamente llevás mi cabeza a la almohada mientras yo dejo escapar un suave gemido.
Vos te asegurás que yo queda boca abajo, y suavemente quitás la sábana dejando expuesto mi trasero. Yo giro mi cabeza sólo para verte sacar un nuevo par de guantes de látex del bolsillo del ambo y ponértelos para iniciar la ceremonia de levantar la jeringa y descubrir la afilada aguja, cargar la inyección, darle unos golpecitos para quitar el aire y presionar levemente el émbolo dejando que una pequeña gota asome por el borde de la aguja.
- Todo listo! - me anunciás sonriendo, con un algodón con alcohol en una mano y la amenazante inyección en la otra.
- Ay... Por favor... Doctora... no me haga doler.... - le suplico temiendo lo que va a pasar.
- Seguro mi amor... seguro - me decís y en seguida sentís todo mi cuerpo poniéndose tenso cuando el algodón con alcohol me toca la piel.
Entonces me pegás otra fuerte palmada en la nalga.
- Te quedás quieto mientras la Doctora te aplica la inyección! - me ordenás, y sin más me pinchás con la aguja! Liberando lentamente la droga en mi adolorido músculo.
- Oooohhhh! - grito, y dejo caer mi cuerpo al terminar la aplicación.
Sacás la jeringa y la aguja y me volvés a pasar el algodón con alcohol.
- Ya pasó... podés darte vuelta - me decís mientras dejás la jeringa y el algodón sobre la bandeja.
Yo me incorporo y me siento en la cama, vos sin quitarte los guantes me ponés una mano bajo el mentón y me levantás la cara para mirarme a los ojos.
- En un rato te vas a sentir mucho mejor - me decís con ternura.
- Sí... - respondo ingenuo. Y en un rápido movimiento ella me da una bofetada.
- Qué se dice?
- Gracias... - respondo y en seguida llega una nueva bofetada.
- Gracias... qué?
- Doctora!... Gracias, Doctora... Muchas gracias Doctora - me corrijo.
Vos sonreís, te quitás los guantes y el ambo, quedas desnuda y te metés a la cama conmigo. Nos fundimos en un abrazo.
- Ey amor, qué hacés en la cama tan temprano? - me preguntás.
- Hola cielo, me sentí un poco mareado así que me metí en la cama temprano... Cómo te fue? - le pregunté con mi débil voz.
- Mmmmm bien, bastante tranquilo... pero no te preocupes por mí, cómo te sentís? - me preguntás acercándote a la cama y apoyando una mano en mi cara. Tu dulce caricia se siente cálida contra mi piel afiebrada, y yo apoyo mi mejilla contra la agradable palma de tu mano.
- Por favor! Estás ardiendo amor! Quedate acá que voy a buscar mis cosas para revisarte! - me decís con tu dulce autoridad.
- Oooohhhh no... no te vayas! - te pido tratando de retener tu mano - Quedate conmigo, acostate en la cama conmigo y abrazame. Por favor!
Te suplico dirigiéndote una mirada con ojos de cachorro mojado.
- Te lo prometo. Pero vos sabés que sos mi paciente y que tu Doctora te tiene que cuidar. Ahora portate bien y dejame ir a buscar las cosas, yo vuelvo enseguida.
Y, dicho esto, a pesar mío te dejo ir, y desaparecés del dormitorio.
Depues de lo que parece ser no más de un minuto, volvés con tu bolso de Doctora y tu estetoscopio colgando del cuello. Yo protesto en cuanto veo el estetoscopio!
- Dijiste que te ibas a acostar conmigo! No que me ibas a revisar! Por favor Doctora no me revise! No quiero que me revise, por favor!!
- Ay vamos mi amor, no seas tontito! Vos sabés que esto es por tu propio bien! No tengas miedo... La Doctora no te va a hacer mal... éso es... respirá hondo y relajate - me decís mientras dejás tu bolso al lado de la cama y me acaricias la cara - Tenemos que controlar ésa fiebre así que vamos a tomarte la temperatura.
Y agarrás la manta que estoy usando para ocultarme! Yo me aferro la manta con fuerza, pero en realidad no puedo resistirme a mi Doctora en mi frágil estado y vos retirás la manta sin esfuerzo, dejando expuesto mi cuerpo sólo cubierto por un calzoncillo blanco a tu disposición. Allí estoy yo, observándote indefenso mientras vos procedés a apoyar tu mano firmemente en mi hombro para indicar que me recueste y me das un beso en la frente.
- Así me gusta... obedecé... - me susurrás suave en el oído.
Te parás, sacás de uno de los bolsillos del ambo un par de guantes de látex y te los calzás, haciendo el típico sonido snap! snap! asegurandote que te observo como ajustás el látex a cada dedo hasta sentirte cómoda.
- Boca abajo!
- Ooohhh... por favor en la boca!... Te prometo que me voy a portar bien y no se me va a caer - te pido mientras toso un poco.
- Sshhhhh.... tranquilo, el paciente tiene que obedecer... vos sabés que no haría esto si no fuera absolutamente necesario... ahora vamos... - me decís mientras acomodás mi frágil cuerpo.
Yo intento agarrarme de tu tibio cuerpo como aprovechando un último recurso... y finalmente quedo boca abajo completamente bajo tu control...
En seguida siento las frías yemas de tus dedos enguantados en el elástico de mis calzoncillos.
- Levantá la cola - me ordenás con voz suave, y yo obedezco sabiendo que ahora la resistencia es inútil. Vos, rápida pero firmemente, me bajás los calzoncillos hasta los tobillos, dejando expuesto mi trasero al frío ambiente y a tu amorosa mirada.
Sacás una bandeja de acero inoxidable y el termómetro rectal del bolso junto con el lubricante quirúrgico, y te sentás al lado de la cama. Sacudís el termómetro notando que te estoy observando con una mirada mortificada y te tomás tu tiempo para lubricarlo cuidadosamente.
- No, no, no - murmullo contra la almohada y vos notás que yo estoy asustado y expuesto, a tu merced!
Dejás el termómetro rectal sobre una bandeja de acero inoxidable, y apoyas tus manos enguantadas en mi espalda.
- Sssshhh.... relajate mi amor.... Vos sabés que la Doctora no te va a hacer mal, y vamos a terminar rapidito... y después vas a ver que te sentís mucho mejor - me decís mientras tus manos cubiertas por el suave látex me acarician la espalda de arriba a abajo. Pronto sentís cómo me relajo, y ves cómo mis piernas dejan de apretar, y sin decir una palabra vos lentamente dirigis una mano a mi trasero, y con la otra, agarrás el termómetro rectal.
- Asi... muy bien... sentí qué suave que es el guante de la Doctora... - me decís mientras tu mano enguantada ahora separa mis nalgas lentamente. Hábilmente acercás el termómetro a mi orificio rectal dejando que la punta apoye contra mi ano sabiendo que lo voy a sentir frío y que me va a provocar que intente rechazarlo. Vos anticipás mi reacción, y me dás una fuerte palmada en la nalga.
- Quietito mientras te penetro! - me decís mientras volvés a apoyar el termómetro en mi orificio, haciendo que mi cuerpo se adapte a la sensación - Muy bien... aceptá... aceptá...
Después de unos segundos, empezás a empujar el frío cristal dentro mío sintiendo cómo es atrapado por mi recto, aceptándolo involuntariamente debido a la presión que vos ejercés para penetrarme. Retirás la mano que mantenía mis nalgas separadas y dejás que se cierren sobre el termómetro, sólo para volver a apoyarla en mi espalda para mantenerme en mi posición.
Suavemente me acariciás la espalda disfrutando de la situación, tu hombre fuerte y atractivo, yace ahí indefenso sometido a tus cuidadosas manos y con un termómetro penetrando su trasero, despojado del poco ego que podía quedarle, con su firme trasero adolorido, vos pensás: "él ahora me pertenece por completo!" Despertás de tus pensamientos conmigo abrazado a una de tus piernas.
- Ya está Doctora?... Por favor puede sacarlo? - te consulto con mirada de resignación - Siento... frío adentro mío... Doctora.
Me sacude un escalofrío.
- Pronto bebé... prontito... te lo tengo que dejar adentro unos minutos más para que tome una lectura precisa - me decís y te inclinás para darme otro largo beso en la frente y siento el aroma del guante de látex que cubre tu mano mientras me acaricia la cara. Después de lo que parecieron años, me adormezco sólo para despertar sintiendo tus frías manos enguantadas separándome las nalgas otra vez.
- Vamos a sacar esto - decís, y lentamente siento al invasor deslizándose para abandonar mi trasero - Muuuy bien.... un nene obediente... ahora vamos a ver... mmmm... tenés la fiebre alta... me voy a tener que ocupar de este tema!
Te parás dejando el termómetro en la bandeja de acero inoxidable y quitándote los guantes. Sacás del bolso una jeringa descartable, algodón y alcohol confiada en que yo estoy demasiado débil como para notarlo. Pero por supuesto estás equivocada y yo adivino lo que va a pasar.
- Oh no no no!!! No quiero una inyección!! Vos me prometiste que ibas a venir a la cama conmigo! - protesto y me alejo de vos acurrucándome del otro lado de la cama - No Doctora... no me ponga una inyección... Por favor.
Yo estoy llorando, vos notás mi reacción, dejás la jeringa en la bandeja de acero inoxidable y te acercás.
- Vení para acá bebé... abrazá a la Doctora - me decís mirándome con ternura.
- No! Me querés engañar - grito.
- No te quiero engañar mi amor, los dos sabemos que te voy a poner ésa inyección! Solamente te ofrezco una abrazo - me decís con honestidad, esperando que la situación me tranquilice y se haga más fácil.
- No es justo - digo mientras me acerco a vos lentamente.
Te abrazo, reposando mi cabeza contra tu pecho, sintiendo tu perfume en el ambo celeste y dejando que vos puedas sentir mi aliento afiebrado en tus pechos, y vos lentamente empezás a sentir mi pecho inflándose y desinflándose con mi respiración. Pronto nuestras respiraciones se sincronizan, y nos quedamos allí mientras vos lentamente me acariciás el pelo. Cuando te das cuenta que estoy totalmente relajado, lentamente llevás mi cabeza a la almohada mientras yo dejo escapar un suave gemido.
Vos te asegurás que yo queda boca abajo, y suavemente quitás la sábana dejando expuesto mi trasero. Yo giro mi cabeza sólo para verte sacar un nuevo par de guantes de látex del bolsillo del ambo y ponértelos para iniciar la ceremonia de levantar la jeringa y descubrir la afilada aguja, cargar la inyección, darle unos golpecitos para quitar el aire y presionar levemente el émbolo dejando que una pequeña gota asome por el borde de la aguja.
- Todo listo! - me anunciás sonriendo, con un algodón con alcohol en una mano y la amenazante inyección en la otra.
- Ay... Por favor... Doctora... no me haga doler.... - le suplico temiendo lo que va a pasar.
- Seguro mi amor... seguro - me decís y en seguida sentís todo mi cuerpo poniéndose tenso cuando el algodón con alcohol me toca la piel.
Entonces me pegás otra fuerte palmada en la nalga.
- Te quedás quieto mientras la Doctora te aplica la inyección! - me ordenás, y sin más me pinchás con la aguja! Liberando lentamente la droga en mi adolorido músculo.
- Oooohhhh! - grito, y dejo caer mi cuerpo al terminar la aplicación.
Sacás la jeringa y la aguja y me volvés a pasar el algodón con alcohol.
- Ya pasó... podés darte vuelta - me decís mientras dejás la jeringa y el algodón sobre la bandeja.
Yo me incorporo y me siento en la cama, vos sin quitarte los guantes me ponés una mano bajo el mentón y me levantás la cara para mirarme a los ojos.
- En un rato te vas a sentir mucho mejor - me decís con ternura.
- Sí... - respondo ingenuo. Y en un rápido movimiento ella me da una bofetada.
- Qué se dice?
- Gracias... - respondo y en seguida llega una nueva bofetada.
- Gracias... qué?
- Doctora!... Gracias, Doctora... Muchas gracias Doctora - me corrijo.
Vos sonreís, te quitás los guantes y el ambo, quedas desnuda y te metés a la cama conmigo. Nos fundimos en un abrazo.
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