Continuación de "Cinco minutos con la novia de mi jefe". Ver en: http://www.poringa.net/posts/relatos/3000775/Cinco-minutos-con-la-novia-de-mi-jefe.html
Estaba a unos diez o quince metros de la puerta del edificio, mientras el corazón me latía a mil pensando en lo que había hecho unos minutos antes. Lo volví a pensar y sonreí, un tanto nervioso, pero la adrenalina todavía me recorría por todo el cuerpo. Y lo que más incómodo me ponía era que ni siquiera sentía culpa: me había cogido a la novia de mi jefe y casi me crucé con él al salir del departamento. “Nadie tiene por qué enterarse”, me dije a mí mismo en mis adentros. Seguí caminando un poco más y escuché que gritaron mi nombre, y estaba seguro que era la voz de Pablo. Cuando me volteé a ver, comenzó a correr detrás mío gritándome “¡Hijo de puta, vení acá, hijo de puta!”. Yo no tuve más remedio que comenzar a correr, y el corazón de vuelta empezó a latir con todas sus fuerzas, las que le faltan a mis pulmones por tanto pucho. Pero aún así y todo, le saqué ventaja a Pablo una cuadra, dos hasta que dejó de seguirme. No me importaba, yo seguía corriendo, totalmente cagado porque bien sabía que la había cagado y que por más que corriera hacia el fin del mundo, no había forma de escapar de lo que había hecho.
Ni siquiera quise ir a mi casa, sino que fui a lo de un amigo. Por suerte toqué timbre y estaba, o al menos eso creí. Cuando abrieron la puerta no lo hizo Martín, sino Ariana, su novia. Le pregunté si estaba mi amigo y me dijo que no, que tenía que trabajar toda esa noche, a lo que ella me preguntó qué necesitaba, me veía algo agitado. Solo le contesté que quería pasar a saludar a Martín, pero como no estaba iría a otro lado.
-En serio, te veo bastante agitado, como asustado. ¿Te robaron o algo?- Me preguntó.
-No, no. Eh… No me robaron, pero es un poco complicada la historia y no te quiero joder. La verdad no esperaba verte acá.- Le dije, medio seco y con la cara de orto que me caracteriza. Pero ya soy así, lo hice sin querer. A ella se le fue toda la empatía en ese momento y me contestó ya sacada de onda.
-Soy la novia, boludo. Obvio que hay veces que estoy acá. ¿Sabés qué? Venite mañana a la tarde y va a estar Tincho, yo no. Ya que veo que eso te molesta.- Me dijo bastante enojada. Yo intenté recular.
-Ey, no, pará. Sabés que soy un poco antipático, no lo hice de forro. Y tampoco tengo nada con que estés acá, simplemente pensé que estaba Martín solo. Le iba a pedir para quedarme esta noche.- Ariana cambió nuevamente la cara y pareció entenderme.
-Bueno, pero decime, ¿te mandaste alguna cagada?-.
-Sí, esta vez creo que la cagué en serio. ¿Puedo pasar un toque? Así te cuento y de paso cargo mi celular que murió por el camino.
Ariana abrió un poco más la puerta, se puso a un costado y me hizo un gesto como para que pasara. No bien entramos los dos, me dijo que el cargador estaba en la mesa del living y que podía ocuparlo. Mientras ella estaba en su habitación ordenando la ropa de Martín, yo empecé a leer la cantidad de mensajes que había recibido. Me habían eliminado del grupo de trabajo en WhatsApp, Pablo mandó varios audios insultándome y diciéndome que sea donde sea me iba a encontrar y que me iba a cagar a piñas; varios compañeros también me mandaron mensajes preguntándome qué carajos había hecho, que era un sorete y cosas por el estilo. Entre esas personas estaba Camila, una piba que laburaba conmigo y con la que habíamos empezado a salir -pero nada formal-, que parecía indignada y dolida, porque me envió un mensaje que decía “Miriam es mi mejor amiga, te cogiste a mi mejor amiga, forro”. En ese momento intenté escribirle a Miriam para preguntarle cómo estaban las cosas en su casa, pero al parecer me había bloqueado. Supuse que fue Pablo el que lo hizo. Así que me quedé ahí, recostado en el sofá, pensando cómo mierda Pablo se había enterado. ¿Miriam se quebró y le contó? ¿Habré dejado semen en la mesa, en el piso? ¿La vio a Miriam vistiéndose cuando él entró al departamento? Eran algunas de las preguntas que me hacía, pero todavía no podía responder ninguna.
Ariana volvió al living y me vio ahí sin saber qué hacer, así que me pidió que le contara lo que había pasado. Cuando le contesté que había cogido con la novia de mi jefe, y que él se había enterado, me dijo que no podía ser tan gil, que debería tener más cuidado. Me habló, me puteó un rato hasta que culminó con la frase “igual, vos nunca tuviste códigos, así que no me extraña”. Ahí salí inmediatamente del letargo en el que estaba y le increpé por lo que me había dicho. Entonces me recordó algo que pasó ya hace muchos años, cuando éramos adolescentes, una vez en la que estando en pedo en el boliche yo la besé, y ella ya andaba con Martín. Me quedé callado un momento mientras ella me miraba burlona como diciéndome “¿Viste? Te dije”. De todos modos, y como siempre lo había hecho, intenté excusarme diciendo que esa vez estaba demasiado ebrio, que nunca le haría eso a un amigo. “Pero lo hiciste”, me retrucó ella y me volvió a recordar otra cosa que había pasado un año antes de eso. Teníamos catorce años y habíamos ido con un grupo de amigos de campamento. Cada uno llevamos nuestra novia de entonces: éramos cuatro parejas en total y, hacía al menos un mes, Ariana y Tincho comenzaron a salir. Había dos carpas y cada una para cuatro personas, así fue que Martín, Ariana, mi novia y yo dormimos en una. Eran eso de las tres de la noche, cuando en un momento me desperté, giré hacia un costado y me quedé frente a frente con Ariana. Empecé a besarla y ella me siguió la corriente, llevando mi mano hasta su culo para que lo amasara un poco. Un poco que se fue haciendo cada vez más intenso, hasta que terminé con mis dedos acariciando su conchita. Ariana comenzó a gemir y fue entonces que Martín se despertó, yo me volteé rápido para abrazar a mi novia por detrás y me hice el dormido. “Ari, ¿estás bien?”, le había preguntado Tincho. “Sí, pasa que soñé que me estabas besando y me tocabas, me calenté un poco”, susurró ella. Después de eso salieron de la carpa y seguramente fueron a garchar por ahí. Yo supuse que Ariana nunca se dió cuenta que era yo el que la besaba y la acariciaba, hasta esa noche que estábamos los dos en la casa de Martín.
“Cuando Tincho se despertó y vos te diste vuelta rápido, ahí supe que eras vos”, me dijo y nos quedamos en silencio por un rato. Traté de romper el silencio diciéndole que ella me gustaba cuando éramos más pendejos, que en realidad Martín y yo apostábamos para ver a quién de los dos le daría bola primero. Y claramente ganó Martín. Hace ya diez años que ganó. Ella me dijo que sabía eso, porque Tincho se lo contó y además me confesó que yo también le gustaba, que aún le parecía “lindo”, según sus palabras. Pero que no podía estar con alguien tan inestable, que cambia de pareja cada tres meses, que no le caben los sueños de casorio y familia. Porque eso era yo, y aún lo soy.
Ya estaba claro que la había cagado hacía un rato, que de acuerdo a Ariana yo “no tenía códigos", así que si iba a hacer las cosas mal, estaba dispuesto a cagarla sin importarme las consecuencias. No conté ni tres y empecé a besarme con Ariana, ella por suerte se entregó por completo y nuevamente me siguió la corriente. Entre besos y suspiros candentes, comencé a desabotonar la blusa que ella tenía puesta y ahí, mientras le besaba el cuello, fue que me dijo “sos hijo de puta, pendejo. Soy la novia de tu amigo”. Yo le contesté que esa noche ya no me importaba más nada, que quería terminar lo que empecé en aquella carpa, además “yo te encanto y vos a mí también”. Me pidió entonces que la desnudara por completo, y lo hice; comenzando por la blusa, después sus jeans ajustados que vestían unas piernas gorditas pero suaves. Ariana se quitó el corpiño así que empecé a chupar sus tetas mientras la tomaba por la espalda, apretando su piel. Yo me fui desvistiendo de a poco hasta quedar con la pija al aire que ya estaba bastante al palo, me recosté contra el respaldo del sofá y Ariana estaba en mi regazo frente a mí. Sin quitarle la tanga, solo la corrí un poco, empecé a frotar mi verga contra su conchita intentando penetrarla. Ella me paró, me dijo que no quería coger sin forro, entonces le pedí que sacara uno que tenía en el bolsillo de mi pantalón y lo hizo. Me lo puso ella antes de darle unos besos a mi pija, y se volvió a sentar encima mío.
No vaciló demasiado, tomó mi verga con sus manos y se la fue metiendo despacio en su conchita que se sentía bastante mojada. Pegó su pecho contra el mío, me pidió que la abrazara y empezó a cabalgarme. Se movía hacia atrás y adelante suavemente mientras me besaba el cuello, la boca, y recorría su lengua por mi oreja. Yo la tomaba por la espalda con un brazo y con el otro amasaba su culo hermoso, hasta que comencé a darle nalgadas. Sin dudas eso la excitó más, por lo que comenzó a gemir y a moverse más rápido, diciéndome “¡Ay sí, papi, pegame fuerte así que me estoy portando mal!”. Me pidió que la coja más fuerte y más, que la coja toda y que le haga acabar. “¿Sos mi putita vos?”, le decía yo y ella me contestaba que sí, que era mi puta y quería ser solo mía. Después de unos minutos y cuando tuvo su primer orgasmo, fuimos bajando la intensidad mientras nos besábamos; entonces me pidió que fuéramos a la cama, nos paramos, me tomó de la mano y me llevó hasta la habitación. Se subió primera a la cama, se puso en cuatro y meneando un poco el ojete gordito y hermoso que tenía, me dijo “cogeme mucho, papi, haceme tuya”. No lo pensé ni un segundo, y empecé a penetrarle con fuerza y rapidez hasta que volvió a gemir de nuevo. Yo también lo hacía.
Cuando le dije que tenía ganas de acabar, hizo una voz aún de más putona diciéndome que no parara, y empezó a moverse con más furia y a gemir más fuerte. Fue ahí que escuchamos unos golpes en la pared y supusimos que era el vecino pero en ese momento no paramos. Los dos empezamos a gemir, y mientras la cogía en cuatro y le tiraba del pelo, me dieron muchísimas ganas de acabar. “Posta no aguanto más, voy a acabar y te quiero llenar la boquita de leche”, le dije y Ariana se dió vuelta, me sacó el forro y empezó a comerse mi pija. Unos segundos después exploté y sentí cómo le llenaba la boca de leche a la novia de mi amigo, la putita que se la tragó toda y seguía chupándome la pija. Fue entonces que escuchamos que golpearon la puerta, por lo que Ariana se paró rápido y dijo “vecino de mierda, seguro es él”. Agarró una remera y un short de Martín y se los puso para ir a abrir la puerta. Yo fui detrás de ella para agarrar mi ropa e ir al baño, y cuando estuve ahí adentro sentí que Ariana abrió la puerta: en ese momento escuché a Martín gritándole que era una hija de puta y con quién estaba. Ella lloraba mientras él recorría la casa, yo en el baño, él se acercaba...
Estaba a unos diez o quince metros de la puerta del edificio, mientras el corazón me latía a mil pensando en lo que había hecho unos minutos antes. Lo volví a pensar y sonreí, un tanto nervioso, pero la adrenalina todavía me recorría por todo el cuerpo. Y lo que más incómodo me ponía era que ni siquiera sentía culpa: me había cogido a la novia de mi jefe y casi me crucé con él al salir del departamento. “Nadie tiene por qué enterarse”, me dije a mí mismo en mis adentros. Seguí caminando un poco más y escuché que gritaron mi nombre, y estaba seguro que era la voz de Pablo. Cuando me volteé a ver, comenzó a correr detrás mío gritándome “¡Hijo de puta, vení acá, hijo de puta!”. Yo no tuve más remedio que comenzar a correr, y el corazón de vuelta empezó a latir con todas sus fuerzas, las que le faltan a mis pulmones por tanto pucho. Pero aún así y todo, le saqué ventaja a Pablo una cuadra, dos hasta que dejó de seguirme. No me importaba, yo seguía corriendo, totalmente cagado porque bien sabía que la había cagado y que por más que corriera hacia el fin del mundo, no había forma de escapar de lo que había hecho.
Ni siquiera quise ir a mi casa, sino que fui a lo de un amigo. Por suerte toqué timbre y estaba, o al menos eso creí. Cuando abrieron la puerta no lo hizo Martín, sino Ariana, su novia. Le pregunté si estaba mi amigo y me dijo que no, que tenía que trabajar toda esa noche, a lo que ella me preguntó qué necesitaba, me veía algo agitado. Solo le contesté que quería pasar a saludar a Martín, pero como no estaba iría a otro lado.
-En serio, te veo bastante agitado, como asustado. ¿Te robaron o algo?- Me preguntó.
-No, no. Eh… No me robaron, pero es un poco complicada la historia y no te quiero joder. La verdad no esperaba verte acá.- Le dije, medio seco y con la cara de orto que me caracteriza. Pero ya soy así, lo hice sin querer. A ella se le fue toda la empatía en ese momento y me contestó ya sacada de onda.
-Soy la novia, boludo. Obvio que hay veces que estoy acá. ¿Sabés qué? Venite mañana a la tarde y va a estar Tincho, yo no. Ya que veo que eso te molesta.- Me dijo bastante enojada. Yo intenté recular.
-Ey, no, pará. Sabés que soy un poco antipático, no lo hice de forro. Y tampoco tengo nada con que estés acá, simplemente pensé que estaba Martín solo. Le iba a pedir para quedarme esta noche.- Ariana cambió nuevamente la cara y pareció entenderme.
-Bueno, pero decime, ¿te mandaste alguna cagada?-.
-Sí, esta vez creo que la cagué en serio. ¿Puedo pasar un toque? Así te cuento y de paso cargo mi celular que murió por el camino.
Ariana abrió un poco más la puerta, se puso a un costado y me hizo un gesto como para que pasara. No bien entramos los dos, me dijo que el cargador estaba en la mesa del living y que podía ocuparlo. Mientras ella estaba en su habitación ordenando la ropa de Martín, yo empecé a leer la cantidad de mensajes que había recibido. Me habían eliminado del grupo de trabajo en WhatsApp, Pablo mandó varios audios insultándome y diciéndome que sea donde sea me iba a encontrar y que me iba a cagar a piñas; varios compañeros también me mandaron mensajes preguntándome qué carajos había hecho, que era un sorete y cosas por el estilo. Entre esas personas estaba Camila, una piba que laburaba conmigo y con la que habíamos empezado a salir -pero nada formal-, que parecía indignada y dolida, porque me envió un mensaje que decía “Miriam es mi mejor amiga, te cogiste a mi mejor amiga, forro”. En ese momento intenté escribirle a Miriam para preguntarle cómo estaban las cosas en su casa, pero al parecer me había bloqueado. Supuse que fue Pablo el que lo hizo. Así que me quedé ahí, recostado en el sofá, pensando cómo mierda Pablo se había enterado. ¿Miriam se quebró y le contó? ¿Habré dejado semen en la mesa, en el piso? ¿La vio a Miriam vistiéndose cuando él entró al departamento? Eran algunas de las preguntas que me hacía, pero todavía no podía responder ninguna.
Ariana volvió al living y me vio ahí sin saber qué hacer, así que me pidió que le contara lo que había pasado. Cuando le contesté que había cogido con la novia de mi jefe, y que él se había enterado, me dijo que no podía ser tan gil, que debería tener más cuidado. Me habló, me puteó un rato hasta que culminó con la frase “igual, vos nunca tuviste códigos, así que no me extraña”. Ahí salí inmediatamente del letargo en el que estaba y le increpé por lo que me había dicho. Entonces me recordó algo que pasó ya hace muchos años, cuando éramos adolescentes, una vez en la que estando en pedo en el boliche yo la besé, y ella ya andaba con Martín. Me quedé callado un momento mientras ella me miraba burlona como diciéndome “¿Viste? Te dije”. De todos modos, y como siempre lo había hecho, intenté excusarme diciendo que esa vez estaba demasiado ebrio, que nunca le haría eso a un amigo. “Pero lo hiciste”, me retrucó ella y me volvió a recordar otra cosa que había pasado un año antes de eso. Teníamos catorce años y habíamos ido con un grupo de amigos de campamento. Cada uno llevamos nuestra novia de entonces: éramos cuatro parejas en total y, hacía al menos un mes, Ariana y Tincho comenzaron a salir. Había dos carpas y cada una para cuatro personas, así fue que Martín, Ariana, mi novia y yo dormimos en una. Eran eso de las tres de la noche, cuando en un momento me desperté, giré hacia un costado y me quedé frente a frente con Ariana. Empecé a besarla y ella me siguió la corriente, llevando mi mano hasta su culo para que lo amasara un poco. Un poco que se fue haciendo cada vez más intenso, hasta que terminé con mis dedos acariciando su conchita. Ariana comenzó a gemir y fue entonces que Martín se despertó, yo me volteé rápido para abrazar a mi novia por detrás y me hice el dormido. “Ari, ¿estás bien?”, le había preguntado Tincho. “Sí, pasa que soñé que me estabas besando y me tocabas, me calenté un poco”, susurró ella. Después de eso salieron de la carpa y seguramente fueron a garchar por ahí. Yo supuse que Ariana nunca se dió cuenta que era yo el que la besaba y la acariciaba, hasta esa noche que estábamos los dos en la casa de Martín.
“Cuando Tincho se despertó y vos te diste vuelta rápido, ahí supe que eras vos”, me dijo y nos quedamos en silencio por un rato. Traté de romper el silencio diciéndole que ella me gustaba cuando éramos más pendejos, que en realidad Martín y yo apostábamos para ver a quién de los dos le daría bola primero. Y claramente ganó Martín. Hace ya diez años que ganó. Ella me dijo que sabía eso, porque Tincho se lo contó y además me confesó que yo también le gustaba, que aún le parecía “lindo”, según sus palabras. Pero que no podía estar con alguien tan inestable, que cambia de pareja cada tres meses, que no le caben los sueños de casorio y familia. Porque eso era yo, y aún lo soy.
Ya estaba claro que la había cagado hacía un rato, que de acuerdo a Ariana yo “no tenía códigos", así que si iba a hacer las cosas mal, estaba dispuesto a cagarla sin importarme las consecuencias. No conté ni tres y empecé a besarme con Ariana, ella por suerte se entregó por completo y nuevamente me siguió la corriente. Entre besos y suspiros candentes, comencé a desabotonar la blusa que ella tenía puesta y ahí, mientras le besaba el cuello, fue que me dijo “sos hijo de puta, pendejo. Soy la novia de tu amigo”. Yo le contesté que esa noche ya no me importaba más nada, que quería terminar lo que empecé en aquella carpa, además “yo te encanto y vos a mí también”. Me pidió entonces que la desnudara por completo, y lo hice; comenzando por la blusa, después sus jeans ajustados que vestían unas piernas gorditas pero suaves. Ariana se quitó el corpiño así que empecé a chupar sus tetas mientras la tomaba por la espalda, apretando su piel. Yo me fui desvistiendo de a poco hasta quedar con la pija al aire que ya estaba bastante al palo, me recosté contra el respaldo del sofá y Ariana estaba en mi regazo frente a mí. Sin quitarle la tanga, solo la corrí un poco, empecé a frotar mi verga contra su conchita intentando penetrarla. Ella me paró, me dijo que no quería coger sin forro, entonces le pedí que sacara uno que tenía en el bolsillo de mi pantalón y lo hizo. Me lo puso ella antes de darle unos besos a mi pija, y se volvió a sentar encima mío.
No vaciló demasiado, tomó mi verga con sus manos y se la fue metiendo despacio en su conchita que se sentía bastante mojada. Pegó su pecho contra el mío, me pidió que la abrazara y empezó a cabalgarme. Se movía hacia atrás y adelante suavemente mientras me besaba el cuello, la boca, y recorría su lengua por mi oreja. Yo la tomaba por la espalda con un brazo y con el otro amasaba su culo hermoso, hasta que comencé a darle nalgadas. Sin dudas eso la excitó más, por lo que comenzó a gemir y a moverse más rápido, diciéndome “¡Ay sí, papi, pegame fuerte así que me estoy portando mal!”. Me pidió que la coja más fuerte y más, que la coja toda y que le haga acabar. “¿Sos mi putita vos?”, le decía yo y ella me contestaba que sí, que era mi puta y quería ser solo mía. Después de unos minutos y cuando tuvo su primer orgasmo, fuimos bajando la intensidad mientras nos besábamos; entonces me pidió que fuéramos a la cama, nos paramos, me tomó de la mano y me llevó hasta la habitación. Se subió primera a la cama, se puso en cuatro y meneando un poco el ojete gordito y hermoso que tenía, me dijo “cogeme mucho, papi, haceme tuya”. No lo pensé ni un segundo, y empecé a penetrarle con fuerza y rapidez hasta que volvió a gemir de nuevo. Yo también lo hacía.
Cuando le dije que tenía ganas de acabar, hizo una voz aún de más putona diciéndome que no parara, y empezó a moverse con más furia y a gemir más fuerte. Fue ahí que escuchamos unos golpes en la pared y supusimos que era el vecino pero en ese momento no paramos. Los dos empezamos a gemir, y mientras la cogía en cuatro y le tiraba del pelo, me dieron muchísimas ganas de acabar. “Posta no aguanto más, voy a acabar y te quiero llenar la boquita de leche”, le dije y Ariana se dió vuelta, me sacó el forro y empezó a comerse mi pija. Unos segundos después exploté y sentí cómo le llenaba la boca de leche a la novia de mi amigo, la putita que se la tragó toda y seguía chupándome la pija. Fue entonces que escuchamos que golpearon la puerta, por lo que Ariana se paró rápido y dijo “vecino de mierda, seguro es él”. Agarró una remera y un short de Martín y se los puso para ir a abrir la puerta. Yo fui detrás de ella para agarrar mi ropa e ir al baño, y cuando estuve ahí adentro sentí que Ariana abrió la puerta: en ese momento escuché a Martín gritándole que era una hija de puta y con quién estaba. Ella lloraba mientras él recorría la casa, yo en el baño, él se acercaba...
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