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Nunca Faltes el Respeto a la Recepcionista - 04

Aunque había dejado mis manos a los costados del cuerpo, deseaba usarlas para cubrirme más de lo que hubiera querido un billete de lotería premiado (y éso que lo deseo mucho).
Pero estaba muy preocupado por cómo reaccionaría mi Doctora si yo intentaba ocultar o meramente echar sombra sobre mis genitales de cualquier manera: por supuesto que a ésa altura ella pretendía firmemente no notar mi creciente erección (que es exactamente lo que les enseñan a hacer a los profesionales de la medicina en caso que esto suceda durante alguna revisación o procedimiento).
(Por supuesto, que también les ensañan que deben detener la revisación para permitir que el paciente se "relaje" no sólo por una cuestión práctica sino también para minimizar la humillación del paciente. Sin embargo, minimizar mi humillación claramente no era algo que estuviera en la lista de prioridades de la Dra. Cristina).
Ya que no deseaba irritarla más pensé en dejar mis deseos de lado y simplemente me quedé acostado allí completamente desnudo con mis piernas levemente separadas, mis pies apuntado a la puerta del Consultorio, y mi pene apuntando al techo; sintiéndome más expuesto y avergonzado de lo que pensé que era humanamente posible.
(My rostro estaba explotando a ésa altura, y pese a ello estaba destinado a ponerse peor todavía).
Mientras yo permanecía acostado, la Doctora se puso otro par de guantes de látex y se paró a mi lado.
- Te voy a revisar la pancita... decime si sentís algún dolor - y empezó a presionar firmemente sobre mi abdomen.
- No... no duele - pero enseguida comencé a sentirme descompuesto. 
Resultó ser (como yo ya había empezado a sospechar), por lo que la Doctora me había dado para beber un rato antes.
Después usó su estetoscopio para escuchar los sonidos intestinales, en todos los cuatro cuadrantes debo reconocer. No existía ninguna duda en mi mente que ella estaba prolongando la situación lo más posible; parecía cómo una burla: "la Doctora está cubriendo cada centímetro de tu cuerpo desnudo, y vos no tenés nada con qué cubrirte".
La Doctora terminó con ésa parte de la revisación examinando todos mis pulsos periféricos, incluido los femorales. No es necesario decir que tener sus suaves manos enguantadas presionando a ambos lados tan cerca de mis genitales no ayudó a mis esfuerzos de luchar contra mi erección, que ya era un hecho consumado.
Quizá lo más confuso era que con tanta sangre fluyendo hacia mi rostro colorado, no parecía que quedara suficiente para mantenerme consciente y con mi pene erecto pero estimo que para ésos momentos ya fácilmente rondaba en una erección de estre el 85 al 90% pese a mis esfuerzos por mantenerlo flácido.
Hasta donde podía ver, la única oportunidad que había "perdido" a esta altura era la de la Dra. Cristina diciéndome que ponga mis piernas en los estribos para que ella pudiera separarlas a su antojo, pero felizmente había podido zafar de ésa primera vez.
(Igual, supongo que tenía que reservarse algo por si alguna vez sacaba otro turno con ella).
Justo en ése momento mi estómago comenzó a retumbar un poco más y en seguida hubo un sonido decididamente audible: antes que yo pudiera decir nada la Doctora exhibió un gesto de misericordia.
- Vamos... andá al baño y no vuelvas al Consultorio hasta que ésa pancita no haga más ruidos!
Creo que estuve en el baño el tiempo suficiente para defecar la mitad de lo que había ingerido en el último año calendario, antes de finalmente poder arreglármelas para arrastrarme de vuelta al Consultorio y quedarme ahí parado de nuevo nervioso, avergonzado y desnudo (para no decir totalmente erecto) frente a mi Doctora.
Entonces me dijo que haga algo que a ésa altura yo casi esperaba o más bien temía.
- Te subís de nuevo a la camilla y te ponés en cuatro patas... codos y rodillas apoyados... y la cabeza bien abajo... vamos... te quiero con el culito al aire!
Las encuestas a los pacientes revelan que de las 3 posiciones más utilizadas para los exámenes rectales: inclinado, recostado sobre un costado con la pierna recogida o con codos y rodillas apoyados en la camilla ésta última está mayoritariamente considerada como la menos confortable y la más vergonzosa opción por un amplio margen. Sólo permítanme agregar para que quede constancia que luego de mi experiencia de aquel día realmente puedo entender por qué.
La Doctora era bastante obsesiva respecto de la posición en que yo debía estar así que, una vez que mis rodillas estuvieron exactamente como ella deseaba yo me sentí muy expuesto de tenerlas tan separadas de modo que todo mi ser le resultaba claramente visible, al menos desde atrás.
Como un comentario aparte, yo jamás hubiera sido capaz de separar tanto mis piernas como la Doctora deseaba si hubiera tenido puesta mi ropa interior, así que supongo que hacérmela quitar había sido al menos parcialmente planeado por la Dra. Cristina.
Finalmente, la Doctora terminó de ayudarme a colocarme en la exacta posición que ella deseaba empujando suave pero firmemente mi pecho más hacia abajo: éso aumentó la sensibilidad física y emocional de la situación ya que me permitió ver mi escroto balanceándose debido a mis delicados movimientos.
Aunque yo fuera demasiado joven para siquiera considerar problemas prostáticos era muy claro que igual la Doctora me iba a hacer un examen rectal. Todavía no me había terminado de acomodar cuando la escuché poniéndose un nuevo par de guantes de látex, haciendo el típico sonido slap - slap!!
- Bueno nene... primero vas a sentir mis manos separándote las nalgas porque quiero mirarte bien ésa colita... después te voy a penetrar para el examen interno - anunció la Dra. Cristina.
En seguida, de hecho sentí sus manos enguantadas agarrando y separándome las nalgas tanto como era posible sin provocar dolor; no estaba seguro qué era lo que le resultaba tan interesante, pero me dio la sensación de que estuvo observándome el área durante muchísimo tiempo. En realidad, era la primera vez que una mujer o en realidad nadie pareciera encontrar mi trasero absoluta y completamente fascinante.
Desgraciadamente para mi, sin mencionar para lo poco que quedaba de mi intimidad, golpearon la puerta del Consultorio.
De algún modo a ésa altura yo había estado preocupado desde hacía algún rato porque la puerta se abriera aunque fuera parcialmente ya que se escuchaba bastante movimiento y actividad en el pasillo y ahora mi trasero desnudo y mi igualmente desnudos testículos hubieran quedado más o menos a la vista.
De alguna manera me las arreglé para convencerme de que estaba siendo paranoico cuando escuché a la Dra. Cristina.
- Ya era hora que vinieras... pensé que te ibas a perder toda la revisación del paciente...

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