La Dra. Cristina se puso un par de guantes de látex y se tomó su tiempo para que cada dedo calce a la perfección mientras se acomodaba frente mío en una de ésas banquetas que hay en todos los Consultorios del mundo.
- Ahora te quedás quietito, sí?... te voy a revisar los huevitos bebé!
Ahí estaba yo, completamente desnudo en un Consultorio por primera vez desde que había dejado de visitar a mi Pediatra... otra primera vez, pera mi sorpresa.
Pero antes de comenzar con el examen testicular, la Doctora cuidadosamente me estiró el escroto un poco y lo movió observándolo de cerca; primero de un lado a otro y luego levantándolo para observarlo todavía más. Después ella empezó palpando mi testículo izquierdo, suave pero cuidadosamente (casi podría decirse sin prisa pero sin pausa) moviéndolo entre su pulgar y su índice para asegurarse de palpar toda la superficie y luego lo soltó e hizo lo mismo con el derecho. Si hubiera habido cualquier dureza o malformación o cualquier otra irregularidad ella seguramente la hubiera encontrado!
Después la Doctora atrapó mi escroto en la palma de su mano enguantada (como adivinarán, mi vergüenza seguía creciendo) casi como si estuviera estimando el peso durante lo que parecieron varios minutos, pero probablemente no fue más tiempo del que me tomó pensar: "genial... ahora sí que literalmente me tiene agarrado de las pelotas".
Yo literalmente sentí que me estaba cocinando del calor que me producía mi primer examen genital realizado por una Doctora, con mucho mucho más por venir. Sinceramente esperaba que ésa fuera la última parte de mi examen, pero todavía debía soportar mucho más antes que la Dra. Cristina si quiera mencionara permitirme cubrirme el trasero.
El paso siguiente para la Doctora fue empezar a palpar detrás de mi escrito al lado derecho alejándose hacia arriba y hacia atrás y después cambió e hizo lo mismo del lado izquierdo. En ése momento no sabía para qué, aunque supongo que debí haberlo sabido ya que ya había estudiado anatomía en la escuela (y obviamente la Doctora estaba palpando mis cordones espermáticos). En mi defensa, mi mente no tenía acceso en absoluto a su irrigación sanguínea normal, ya que más o menos a ésa altura fue cuando empecé a sentir los primeros indicios de excitación sexual y por supuesto, mi rostro se ponía cada vez más colorado.
Y así pasó otro milenio, mientras yo tenía la fortuna de empezar a tener mi primera erección completamente desnudo en un Consultorio con mi nueva Doctora no sólo observando sino estimulándome en cada uno de los vergonzosos pasos del proceso (acaso mi día podía empeorar? Sí, podía!).
Me las arreglé bastante pero no lo suficiente como para mantener dominada mi excitación pensando en las cosas menos eróticas que se me pudieron ocurrir. Pensé en ancianas haciendo el baile del caño mientras mujeres obesas se paraban detrás mío, masajeándome los hombros y diciéndome cosas obcenas cuando la Dra. Cristina apoyó su suave dedo enguantado en mi canal inguinal izquierdo.
- Tosé bebé...
Me ordenó la Doctora y yo obedecí tosiendo lo mejor que pude. En seguida llevó sus dedos a la derecha e hizo lo mismo. Mi primera vez completamente desnudo, con una media erección mientra me revisaban la hernia... un nuevo nivel superado!
Pensé: "seguramente ya terminó". No, no estaba ni cerca de terminar.
- Buenooo.... vamos a ver cómo esta el pitito del bebé... - anunció la Doctora y empezó a levantarme el pene y examinarlo con cuidado desde todos los ángulos para luego proceder a palparlo minuciosamente usando sus dedos pulgar e índice cubiertos en látex deslizándose metódicamente todo a lo largo del tronco de mi pene (y sí, estaba significativamente más largo y más ancho cuando ella termino que cuando empezó con el examen). La Dra. Cristina se tomó su tiempo, revisando primero cada lado, y luego la punta y la base, dos veces todo a lo largo desde la base hasta la corona.
Yo no podía evitar pensar algo en la línea de: "por qué me estará exprimiendo la pija?" Aunque de algún modo sabía que la Doctora se las estaba arreglando para hacer mi revisación tan humillante como fuera posible mientras seguía cumpliendo con su deber profesional por así decirlo.
Así que supuse que ella pudo haber racionalizado lo que estaba haciendo como un examen de los distintos tipos de secreción peneana que pudieran indicar la presencia de alguna clase de enfermedad venérea.
De un modo u otro, mi pene se ponía vergonzosamente cada vez más grande, duro y palpitante en su hermosa y cálida mano cubierta de látex... otra primera vez? Sí, y hablando de calidez me sorprendió que a ésa altura mi rostro no estuviera suficientemente caliente como para apagar el sensor del calefactor (aunque desgraciadamente para mí cosas aún peores iban a suceder).
Luego comenzó a dirigir su aparentemente interminable examen de mis genitales revisándome cuidadosamente el frenillo y el glande (mientras decía entre labios algo que sospechosamente sonó como: "AAhhh... encontraste las respuestas a tus dudas, eh?.... mi lindo bebito circuncidado?").
Y en seguida ella suavemente me abrió el meato uretral, mientras yo pensaba: "Por favor... por qué está haciendo esto?" (el frenillo palpado por una mujer que también me inspeccionó el orificio del pene... Verificados: tantas cosas me estaban pasando por primera vez y yo no las podía evitar!).
A pesar de todo, la Doctora no había terminado, porque me volvió a abrir el meato y mientras lo mantenía abierto usó su otra mano para palpar mi pene otra vez. Primero a los costados, y luego la base y el glande, todo a lo largo desde la base hasta la corona y de nuevo hacia atrás, sólo que esta vez lo hizo más lentamente y con un toque más firme que también resultó más sensible supongo, porque a ésa altura mi pene estaba más que duro.
Evidentemente, ella no sintió haberle dado suficiente importancia al primer examen de secreción peneana: o quizá sea más probable que la Dra. Cristina haya querido darme la oportunidad de tener la más vergonzosa erección que sea posible.
Casi antes de poder abrir y cerrar los ojos me dió otra órden.
- Acostate en la camilla - me dijo quitándose los guantes de látex y descartándolos en un cesto. Mis esperanzas de poder cubrir mis (ahora totalmente expuestas) partes privadas en algún momento cercano se desvanecieron apenas me recosté en posición supina - las manos a los costados del cuerpo!
Yo me preguntaba que nuevas humillaciones estarían por venir. No tuve que esperar mucho tiempo para descubrirlas.
- Ahora te quedás quietito, sí?... te voy a revisar los huevitos bebé!
Ahí estaba yo, completamente desnudo en un Consultorio por primera vez desde que había dejado de visitar a mi Pediatra... otra primera vez, pera mi sorpresa.
Pero antes de comenzar con el examen testicular, la Doctora cuidadosamente me estiró el escroto un poco y lo movió observándolo de cerca; primero de un lado a otro y luego levantándolo para observarlo todavía más. Después ella empezó palpando mi testículo izquierdo, suave pero cuidadosamente (casi podría decirse sin prisa pero sin pausa) moviéndolo entre su pulgar y su índice para asegurarse de palpar toda la superficie y luego lo soltó e hizo lo mismo con el derecho. Si hubiera habido cualquier dureza o malformación o cualquier otra irregularidad ella seguramente la hubiera encontrado!
Después la Doctora atrapó mi escroto en la palma de su mano enguantada (como adivinarán, mi vergüenza seguía creciendo) casi como si estuviera estimando el peso durante lo que parecieron varios minutos, pero probablemente no fue más tiempo del que me tomó pensar: "genial... ahora sí que literalmente me tiene agarrado de las pelotas".
Yo literalmente sentí que me estaba cocinando del calor que me producía mi primer examen genital realizado por una Doctora, con mucho mucho más por venir. Sinceramente esperaba que ésa fuera la última parte de mi examen, pero todavía debía soportar mucho más antes que la Dra. Cristina si quiera mencionara permitirme cubrirme el trasero.
El paso siguiente para la Doctora fue empezar a palpar detrás de mi escrito al lado derecho alejándose hacia arriba y hacia atrás y después cambió e hizo lo mismo del lado izquierdo. En ése momento no sabía para qué, aunque supongo que debí haberlo sabido ya que ya había estudiado anatomía en la escuela (y obviamente la Doctora estaba palpando mis cordones espermáticos). En mi defensa, mi mente no tenía acceso en absoluto a su irrigación sanguínea normal, ya que más o menos a ésa altura fue cuando empecé a sentir los primeros indicios de excitación sexual y por supuesto, mi rostro se ponía cada vez más colorado.
Y así pasó otro milenio, mientras yo tenía la fortuna de empezar a tener mi primera erección completamente desnudo en un Consultorio con mi nueva Doctora no sólo observando sino estimulándome en cada uno de los vergonzosos pasos del proceso (acaso mi día podía empeorar? Sí, podía!).
Me las arreglé bastante pero no lo suficiente como para mantener dominada mi excitación pensando en las cosas menos eróticas que se me pudieron ocurrir. Pensé en ancianas haciendo el baile del caño mientras mujeres obesas se paraban detrás mío, masajeándome los hombros y diciéndome cosas obcenas cuando la Dra. Cristina apoyó su suave dedo enguantado en mi canal inguinal izquierdo.
- Tosé bebé...
Me ordenó la Doctora y yo obedecí tosiendo lo mejor que pude. En seguida llevó sus dedos a la derecha e hizo lo mismo. Mi primera vez completamente desnudo, con una media erección mientra me revisaban la hernia... un nuevo nivel superado!
Pensé: "seguramente ya terminó". No, no estaba ni cerca de terminar.
- Buenooo.... vamos a ver cómo esta el pitito del bebé... - anunció la Doctora y empezó a levantarme el pene y examinarlo con cuidado desde todos los ángulos para luego proceder a palparlo minuciosamente usando sus dedos pulgar e índice cubiertos en látex deslizándose metódicamente todo a lo largo del tronco de mi pene (y sí, estaba significativamente más largo y más ancho cuando ella termino que cuando empezó con el examen). La Dra. Cristina se tomó su tiempo, revisando primero cada lado, y luego la punta y la base, dos veces todo a lo largo desde la base hasta la corona.
Yo no podía evitar pensar algo en la línea de: "por qué me estará exprimiendo la pija?" Aunque de algún modo sabía que la Doctora se las estaba arreglando para hacer mi revisación tan humillante como fuera posible mientras seguía cumpliendo con su deber profesional por así decirlo.
Así que supuse que ella pudo haber racionalizado lo que estaba haciendo como un examen de los distintos tipos de secreción peneana que pudieran indicar la presencia de alguna clase de enfermedad venérea.
De un modo u otro, mi pene se ponía vergonzosamente cada vez más grande, duro y palpitante en su hermosa y cálida mano cubierta de látex... otra primera vez? Sí, y hablando de calidez me sorprendió que a ésa altura mi rostro no estuviera suficientemente caliente como para apagar el sensor del calefactor (aunque desgraciadamente para mí cosas aún peores iban a suceder).
Luego comenzó a dirigir su aparentemente interminable examen de mis genitales revisándome cuidadosamente el frenillo y el glande (mientras decía entre labios algo que sospechosamente sonó como: "AAhhh... encontraste las respuestas a tus dudas, eh?.... mi lindo bebito circuncidado?").
Y en seguida ella suavemente me abrió el meato uretral, mientras yo pensaba: "Por favor... por qué está haciendo esto?" (el frenillo palpado por una mujer que también me inspeccionó el orificio del pene... Verificados: tantas cosas me estaban pasando por primera vez y yo no las podía evitar!).
A pesar de todo, la Doctora no había terminado, porque me volvió a abrir el meato y mientras lo mantenía abierto usó su otra mano para palpar mi pene otra vez. Primero a los costados, y luego la base y el glande, todo a lo largo desde la base hasta la corona y de nuevo hacia atrás, sólo que esta vez lo hizo más lentamente y con un toque más firme que también resultó más sensible supongo, porque a ésa altura mi pene estaba más que duro.
Evidentemente, ella no sintió haberle dado suficiente importancia al primer examen de secreción peneana: o quizá sea más probable que la Dra. Cristina haya querido darme la oportunidad de tener la más vergonzosa erección que sea posible.
Casi antes de poder abrir y cerrar los ojos me dió otra órden.
- Acostate en la camilla - me dijo quitándose los guantes de látex y descartándolos en un cesto. Mis esperanzas de poder cubrir mis (ahora totalmente expuestas) partes privadas en algún momento cercano se desvanecieron apenas me recosté en posición supina - las manos a los costados del cuerpo!
Yo me preguntaba que nuevas humillaciones estarían por venir. No tuve que esperar mucho tiempo para descubrirlas.
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