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Mí timidez y mis tías 34

Por la mañana no me levanté pronto, mi madre ya hacía rato que se había bajado al bar y Lisa aunque siempre más tarde también estaba preparando las mesas junto a Ricardo, decidí darme una ducha reparadora antes de ir a desayunar me lié en una toalla y me metí en el baño, una oleada de calor sentí en la cara cuando entré, el espejo y los azulejos de la pared estaban empañados, desde dentro de la mampara oí una voz…
-       Quien anda ahí?, eres tu Lisa?
-       No, soy yo Manu tía Julia, perdona no sabía que estabas aquí, creí que estarías en el restaurante.
-       No, hoy tengo que ir a hacer una gestión en el ayuntamiento, un lio de papeleo.
-       Vale, luego volveré.
-       No, no te vayas, yo ya he terminado, me estoy secando ya.
-       Bueno no tengo prisa.
La mampara se abrió y la mano de mi tía sacó una toalla mojada, la echo sobre la cesta de ropa sucia.
-       Me acercas una toalla seca?
Busque entre el montón que tenía colgadas en el toallero eléctrico y le di una grande para que terminara y saliera envuelta en ella.
Julia salió, pero con la toalla en la mano, sin mirarme puso un pie sobre una banqueta y se puso a secarse las piernas desde el culo hacia abajo.
Yo sentado en la tapa del váter miraba como le colgaban las tetas mientras se inclinaba a secar los pies.
-       Me ayudas Manu, por la espalda casi no llego.
Me levanté y le pasé por la espalda toda la toalla abierta, le sequé concienzudamente desde las hasta el cuello, Julia se dio la vuelta sin avisar y mis manos abiertas quedaron sobre sus tetas, me quedé parado pero ella sin dar importancia me dijo…
Buena idea Manu, sécame también por debajo de las tetas para que no me irrite el sujetador.
Cuanto ya le había secado más que bien las tetas ya tenían los pezones rojos de tanto frotarle, Julia puso la otra pierna sobre la banqueta y me dijo…
-       Sigue secando, que por ahí no llego muy bien.
Entre los muslos todavía estaba húmeda, los repasé todos, me di cuenta de que el pubis lo tenía depilado, le separé los labios y metí una esquina de la toalla para secarlos por dentro bien, rocé el clítoris y ella separó los dos labios abriéndolos y dejando todo el coño abierto.
-       Lo haces de maravilla sobrino, has visto como me he depilado? Me iba a dejar una tira pero al final lo he dejado limpio del todo, pero me ha contado un pajarito que no soy la única que se ha depilado del todo, es verdad eso Manu?
No llegué a contestar, Julia estiró la toalla que me envolvía y dejaba mi polla al aire.
De las manipulaciones con la toalla sobre Julia mi polla ya presentaba una buena apariencia y mi tía se quedó admirada, sin decir nada sacó la banqueta al medio del baño y me dijo escuetamente.
-       Sube!
Subí y me quedé quieto, mi tía dio una vuelta entera alrededor mío pasándome la manos por el pecho y espalda hasta llegar a la polla que quedaba a la altura de su cara, me cogió del culo y acercó la cara a mi pubis, lo besó suavemente, varias veces, pasando los labios rozando la piel rasurada, cuando llegó al nacimiento de la polla la rodeó y bajo hasta los huevos, las siguió besando hasta que volvió a la polla, simplemente besaba todo el tronco hasta llegar al glande, el prepucio aún cubría casi todo el capullo cuando abrió la boca y con los labios fue retirándolo hasta que se tragó el capullo totalmente despejado, fue apretando mis nalgas hacia ella y se fue tragando mi polla hasta que su nariz tocó el depilado pubis, note como me presionaba con la lengua al paladar, le cogí al cabeza y empecé a entrar y salir lentamente, Julia pronto siguió el ritmo ella sola y se fue tragando toda la verga, yo estaba pendiente de que en cualquier momento se abriera la puerta y nos pillaran, aunque era improbable, le cogí las tetas, sabía que era una caricia de las que más le calentaba junto a que le comiera el coño así que se las acaricié hasta que brillaban de tersas que estaban, los pezones sobresalían duros, cuando ya estaba a punto de correrme en su boca le pregunté.
-       Julia donde quieres mi leche, en la boca o en las tetas?
-       En ninguno de los dos, baja da ahí.
Se subió a la banqueta y apoyó una pierna sobre el lavabo, me miró desde arriba y me dijo.
-       Ahora cómeme el coño como tú sabes.
Le separé los labios como le había visto hacer antes y le lamí el clítoris hasta quitarle la piel y dejarlo brillante y húmedo, Julia me cogió la cabeza y me la guiaba por donde más le apetecía que le pasara la lengua.
Cuando noté que le temblaban las piernas aceleré mi lengua, recorría toda la raja hasta el culo y mi tía ya estaba muy excitada arrojando flujos a chorros, me cogí de sus nalgas para poder apretarme más a ella pero me separó la cara de su coño de golpe y me dijo…
-       Un momento muchacho, espera solo un momento.
Se bajó de la banqueta y tiró unas toallas al suelo y se tumbó encima separando las piernas.
-       Manu prefiero que me metas esa polla depilada en el coño para sentir hasta el último centímetro de tu verga, sin pelos junto a mi coño pelado, hace demasiado que no estamos juntos.
-       Como quieras Julia, pero no creo que estés muy necesitada de polla, porque Ricardo…
-       Bueno Ricardo es Ricardo, tiene una polla imponente me llena hasta donde no creía que pudiera llegar, follamos salvajemente, pero tú eres diferente, además de buena persona tu polla es tierna, joven, suave además de grande, gruesa y dura, y follamos dulcemente, que más podría pedir una mujer.
-       Gracias Julia, pero tú también eres una mujer especial, siempre me has tratado como a un hijo además de que me has acogido en tu cama dándome todo el placer que podía soñar, sabes que te quiero por todo eso con adoración.
-       No sé qué me pasa pero siempre que estamos juntos sea follando o simplemente hablando siento una ternura especial por ti, me hubiera gustado tenerte como hijo, hacéis muy buena pareja Lisa y tú, habéis congeniado desde el primer momento y me di cuenta que gracias a ti cambió radicalmente su conducta, y no quiero saber cómo lo conseguiste, aunque no soy tonta del todo.
Separó las piernas para recibirme, antes de meterle la polla busqué sus labios y le di un piquito, ella me abrazó y buscó mi boca con ardor mientras me rodeaba con sus piernas las caderas obligándome a clavarle la polla hasta dentro de su cuerpo.
No me aflojó hasta correrse, abrazada aguanto su orgasmo besándome por toda la cara y el cuello, elevó mi excitación hasta el límite máximo que me derretí dentro de ella, la leche caliente lubricaba su vagina mezclándose con sus flujos, se le salía de la vagina hasta caer en cascada sobre la toalla.
Me metí en la ducha junto a mi tía, pero le dejé que se regara el coño para limpiarlo de semen, estuvo metiéndose dos dedos hasta que dejó de salir liquido blanquecino, luego se secó y salió, me dijo que llevaba un poco de prisa.
Por la tarde Benito me dijo que era día de merienda y que Paquita me había invitado, entre otras cosas para presentarme a los demás del grupo.
Le dije a Benito que no estaba convencido de meterme en una reunión de mayores, pues el tema de conversación podría ser aburrido.
Cuando llegamos la señora me presentó como si no me conociera, más bien lo hizo Benito, allí se reunían algunas personas mayores y otras que pasaban de los cuarenta holgadamente.
Yo ya conocía a la veterinaria, al farmacéutico y alguno más, pero también conocí al párroco o al alcalde o al maestro o también al jefe de policía, en cambio ellos parecía que me conocían todos, en principio me trataron con amabilidad pero según pasaba la tarde noté como había alguno que buscaba mi conversación disimuladamente.
Doña Francisca cuando estábamos en plena merienda, con la mesa llena de platos tanto de dulces como de salado atendía a todos con muchas atenciones hizo una llamada de atención y dijo delante y en voz alta lo contenta que estaba de que yo les acompañara además de que como todos sabían había resuelto algunas de las molestias de personas queridas, por supuesto bajo la supervisión de don Benito, claro.
También les aconsejó que si tenían algún problema o duda podían preguntarme pues que aunque era muy joven tenía mucha experiencia.
Benito nos miraba complacido, entre los amigos hacían murmullos, le preguntaban a la veterinaria que tal le había curado y ella se deshacía en elogios, el cura también contaba de su hermana y del ama de llaves, que según él le había contado, el farmacéutico era el más emocionado, se conoce que ya follaba con su mujer, aunque las condiciones las ponía ella, en un momento de silencio el señor alcalde se acercó a mí disimuladamente como si no hablara conmigo, me dijo
-       Manu se que no puedes hacer milagros pero yo tengo un problema en casa que si me ayudaras a mejorarlo te lo agradecería eternamente.
-       Bien señor alcalde pero como ya sabe no soy ni medico ni nada, simplemente que procuro poner soluciones a los problemas con la mejor intención.
-       Si claro, ya lo sé pero es que el mío más que físico es mental.
-       Pues no sé, habría que evaluarlo.
-       Pues mañana si quieres te pasas temprano por la alcaldía y te pongo en antecedentes.
Por la mañana pasé por el ayuntamiento, en el despacho me esperaba el alcalde, se llamaba Avelino, y me ofreció una silla.
-       Mira Manu, como no eres de este pueblo no conoces a mi mujer, en principio siempre ha tenido mucho carácter o mejor dicho muy mal genio, pero además hace cuatro años se cayó en casa y se rompió la cadera, como está muy gruesa no quedó bien y está impedida desde entonces, estuvo en un hospital de los mejores pero no tuvo solución, ahora está en una cama ortopédica, le ayudan a moverla con una grúa y lo peor es que siempre está gruñendo y de mal genio, no podemos aguantar más.
-       Y si le pone como acompañante a una mujer que le ayude?
-       Ahora está mi hija Andrea, pero no puede con ella y también se me queja, yo procuro estar lo menos posible en casa para no oírla.
-       Puedo ver si la convenzo para que por lo menos no les haga la vida imposible.
-       Como quieras, ahora estará mi hija adecentándola o sea que es buen momento, suerte Manu.
Me dirigí a la casa del alcalde, me presenté a su hija, me dijo que se llamaba Andrea y que acababa de asear y dar el desayuno a su madre, ésta se lo había tirado al suelo en una rabieta.
Intente calmarla y le dije que me acompañara para verla, la chica amedrentada me llevó a la habitación de su madre, estaba separada de la de su padre, en una cama de hospital eléctrica estaba la mujer tumbada boca arriba.
Me presenté y le dije que quería ayudarla, que quería evitarle sufrimientos y darle una vida más fácil de llevar, la mujer se me encaró furiosa y me dijo que yo intentaba sacarle el dinero a su marido, le dije que no cobraba nada, solo quería ayudar.
A regañadientes al decirle que no cobraba y que el médico me había dado unas cremas nuevas me permitió acercarme.
Me dijo que el único que le consolaba era el señor cura que venía todas las semanas para confesarla, él parecía que la comprendía más que su familia.
Junto a su hija bajamos las barandillas de la cama y me descubrió una pierna, vi el mal aspecto que tenía en los talones, estaban llagados de tanto tiempo inmóviles, yo levanté con cuidado y me dio muy mala impresión, Andrea dijo que ella le limpiaba pero no sabía hacer más.
Saque del maletín que me había dejado Benito unas cremas, estuve suavizando el talón y después le puse un aceite de aloe vera, luego cubrí con gasa limpia y la dejé descansar.
La mujer parece que notó bastante alivio porque me dijo en seguida que el otro tobillo estaba igual, no se engañaba estaba fatal, le hice el mismo tratamiento y quedó descansada y sin dolor.
Ya mas convencida me dijo que tenía muchas más llagas, me ofrecí a curarlas también y ella le dijo a su hija que me las fuera enseñando, la chica fue destapando la sabana y me enseño las axilas, la señora era bastante gruesa y con lo poco que se movía, le levantó los brazos y le curé las llagas, la mujer exigió a su hija que siguiera enseñándome más, su hija bajó la sabana y descubrió sus pechos, eran gigantescos, gruesos y deformados por el peso y la cantidad de carne, se desparramaban por los lados de su cuerpo, le levanté una teta y debajo descubrí una gran llaga, le dije a su hija que me sostuviera la teta mientas se la curaba, la chica con las dos manos me sostuvo la pesada ubre, el pezón apenas se notaba rosado como su piel, cuando ya las dos mamas estaban descansando sobre sus costados otra vez la mujer le dijo algo al oído a su hija, ella me señaló la entrepierna de su madre y comprendí, le dije que le pusiera un pañuelo sobre la cabeza para que al no vernos no pasara vergüenza, la chica cuando le puso un paño ligero descubrió del ombligo hasta abajo, la escena era para salir corriendo, pensé cuantas mujeres había visto y lo que cambiaba aquella, pero le eche valor lo peor que tenía eran las ingles, apenas tenía vello en su grueso pubis y no escondía la rojez de las rozaduras.
Miré a la hija y me dijo que a ella no la dejaba tocar, le separé un poco los labios y en la ingle estaba muy mal y me tuve que emplear más todavía, Andrea a mi lado no perdía detalle.
Cuando sin querer pasé una gasa entre los labios del coño de la mujer toqué el gran clítoris que asomaba arrugado entre ellos, pero lo más asombroso es que un tobillo de la mujer se separó de donde estaba, desde hacía más de tres años no lo había movido, probé a pasar otra vez la gasa por los labios y el otro tobillo se separó también, la hija no se lo creía, pero insistió mojando otra gasa y la pasé entre los labios frotando el clítoris con más fuerza, instintivamente sus piernas se abrieron más de un palmo, los muslos que antes se apretaban uno contra otro ahora aparecían separados, me dejó pasarle la mano y limpiarle las ingles, ella incluso encogió las piernas y separó las rodillas abriendo su mofletudo coño.
Andrea miraba asombrada el coño de su madre, hacía muchos años que no le había dado la luz del sol, estaba rosado y los gruesos labios dejaban ver la entrada de la vagina, le pasé varias veces los dedos entre los labios después de curarla y ella abría las piernas más y más, bajo el leve paño se le oía suspirar, Andrea no se lo podía creer, nunca había oído de ella más que gritos y ahora gemía.
Por señas le dije que me trajera algo con forma de mango de cepillo, ella buscó en la casa y lo único que encontró en la cocina era un pepino pequeño, no era lo que yo esperaba pero me conformé, la pedí si podía ponerlo unos segundos en el microondas para que tomara una temperatura normal.
Del maletín saque un preservativo lo coloque en el pepino y lo unté de crema, Andrea esperaba de un momento a otro el grito de su madre, pero cuando vio que al sentir el falo movía los pies abriéndolos y separando las gruesas piernas pude pasearlo por entre sus labios.
Desde el paño que le cubría la cara se oyó claramente.
-       Por favor mételo, ya no puedo esperar más, mételo.
Ya lo enfrenté bien y con la otra mano le lubrique los labios, metiendo el pepino hasta la mitad, ella suspiraba hondo y gemía, le metí lo que me quedaba, al ser pequeño la mujer pedía que le metiera el resto, pero se había acabado, miré a su hija y ya supo qué hacer, volvió con un calabacín grande, a mí me pareció demasiado grande pero como lo traía ya tibio no lo dudé, le puse otro preservativo a duras penas y se lo acerqué.
El culo de la mujer que no movía nada empezó a oscilar buscando la dureza que notaba entre sus piernas, cuando lo encontró dijo.
-       Por fin esto sí que es lo que necesito, mételo Manu mételo ya.
Se lo fui metiendo con cuidado, ella soplaba un poco pero la crema hacía su papel bien y se fue metiendo, Andrea no cerraba los ojos viendo como el calabacín iba desapareciendo dentro del coño de su madre, su respiración se aceleró a la vez que lo hice yo, fui moviendo le verdura cada vez más rápido hasta que la mujer gritó pero no de enfado sino de placer, se corrió temblando todas sus carnes, cuando saqué el calabacín estaba empapado de flujo añejo, la mujer estiró las piernas dejándolas abiertas casi en los lados de la cama, luego se quedó dormida, los ronquidos se oían desde fuera de la habitación, Andrea le quitó el paño de la cara y cubrió su cuerpo con la suave sabana, cerró las cortinas un poco y salimos de puntillas.
La chica me abrazó en el momento de cerrar la puerta, estaba entre emocionada y agradecida y por qué no decirlo también, excitada.
Me dijo que estaba entusiasmada por lo que había visto y me confesó que ella también tenía un problema, no la creí pues parecía muy saludable, aunque era de la misma complexión de su madre aunque aún no había engordado tanto, ya mostraba muchas curvas, sus tetas eran gruesas y su culo y muslos también.
Me contó que trabajaba en la biblioteca municipal y allí no tenía muchas posibilidades de conocer a mucha gente, además los chicos no le hacían mucho caso por sus curvas, al final me dijo que sus amigas se burlaban de ella porque aún era virgen, yo le dije que eso no era nada malo y que tenía una fácil solución, me refería al pepino de su madre, claro.
Pero ella me dijo que siempre había soñado que fuera una ocasión única, mientras me lo decía se iba despasando la camisa que llevaba, yo no quería mirar pero la curiosidad me pudo hasta que vi como se quedaba en sujetador, me pareció que había prejuzgado a la chica pues tenía unas tetas muy apetecibles, por supuesto más grandes que las de Raquel, pero dentro de aquel sujetador tan bonito que llevaba me parecieron preciosas, y realmente lo eran, pues pronto se quitó el sujetador también, las tetas cayeron un poco al quedar libres pero se notaban duras y con unos pezones jóvenes que no tenían nada que ver con los transparentes de su madre.
Me volvió a abrazar, esta vez no era de agradecimiento pues se pegó a mí hincándome sus pezones en mi pecho.
Mis defensas se estaban debilitando y mi polla iba tomando tamaño, la chica lo notó en su vientre, y sin dejar el abrazo bajó la mano y me buscó la polla, la sacó con cierta dificultad, pero cuando estuvo libre la cogió con decisión y me estuvo pajeando suavemente.
Buscó mi mano y me la llevó bajo de su falda, una bragas pequeñas me impedían tocar la piel, pero ella las bajó hasta sus tobillos, abriendo un poco las piernas, sus labios regordetes, estaban poblados de pelo rizado, hurgué entre ellos hasta encontrar sus labios, separó las piernas más a la vez que aceleraba su mano en mi polla, estuvimos pajeándonos a la misma velocidad, ella sin experiencia lo hacía bastante bien, de vez en cuando mojaba con saliva sus dedos y la repartía por mi glande, yo se lo agradecía metiéndole los dedos en el coño hasta notar su himen y mojaba el clítoris, cuando la tensión estaba al máximo, nos sentamos, yo en una silla y ella sobre mis piernas frente a mí, me preguntó.
-       Manu es buena postura para desvirgarme?, me harás daño?
-       No te preocupes, tu siéntate hasta notar mi polla en tu himen y a partir de ahí tú mandas, pero si lo haces rápido antes te llegará el placer.
Me hizo caso, se sentó frente a mí, ya sin ropa, se me abrazó al cuello y se fue sentando hasta que mi polla entró dos centímetros en su coño, le hice levantarse y del maletín saqué el gel que le daría calor, su coño se calentó haciendo desear que la llenara, volvió a sentarse y se paró cuando notó que hacía resistencia, luego me miró a los ojos, me besó y se dejó caer.
Me apretó con los diente en el labio inferior cuando mi polla le entró hasta el útero, pero valió la pena, con todo su volumen de cuerpo tenía una vagina muy estrecha, mi capullo fue rozando sus paredes pliegue a pliegue, el himen se portó bien era muy elástico y se rompió sin resistencia, sangró tan poco que el flujo disolvió cualquier resto rojo.
Cuando se corrió me clavó las uñas en la espalda y se dejó caer sentada entre mis piernas para que le entrara más verga.
No me corrí, me costó pero no me corrí, cuando se levantó se arrodilló entre mis piernas y metiéndose la polla en la boca terminó vaciándome los huevos, me miró a los ojos agradecida y se tragó la leche.
Cuando iba por la plaza hacia mi casa, me cruce con el párroco, parecía que quería algo de mí y me saludó muy afectivo, me preguntó que si había visitado su iglesia, le dije que no por falta de tiempo, me invitó a hacerlo con la excusa de que era muy bonita.
Me dejé llevar, no tenía ninguna prisa, me estuvo enseñando todas las imágenes y contando la historia de los retablos, habían verdaderas obras de arte, pasamos por una zona en penumbra y vi que habían alineados tres confesionarios.
-       Vaya, los confesionarios, a saber cuántos misterios habrán oído esas paredes.
-       Jajaja, no creas, la mayoría de veces son cosas sin importancia, ni siguiera llegan a pecados veniales.
-       Ahora que dice eso me da una idea… usted no va a confesar a la señora del alcalde todas las semanas?
-       Pues sí, exige que vaya todas las semanas, entre nosotros tiene muy mal genio, tengo que ir.
-       Pues es que vengo de su casa y he visto el problema que tiene, o por lo menos uno de ellos, y he pensado que usted podía ayudar a aliviar su sufrimiento bastante.
-       Pues no sé, como yo solo soy un modesto cura.
-       Ya lo sé, pero me parece que también ayuda a su ama de llaves.
-       Bueno si, me contó el mal que tenía y que le mejoraban los masajes y yo se los voy dando de vez en cuando.
Nada mas decir esto se tapó la boca, comprendió que había hablado quizá demasiado sabiendo que yo le había curado el eczema que tenía por las tetas y las ingles.
Me cogió del brazo y me dijo…
-       Vamos a seguir la conversación en la sacristía.
Nos sentamos ante una mesa antigua de madera y me dijo.
-       Espero que no mal interpretes mis palabras, yo solo le ayudo espiritualmente a Fina, bueno a la señora Fina.
Por la puerta que daba de la sacristía a la casa del cura asomó la señora Fina, con su delantal estaba realmente hermosa.
-       Marcos, que quieres que te haga para comer?
-       El padre Marcos, bajó la cabeza y sin mirarla le contestó.
-       Lo que mejor le vaya señora Fina.
No me hice el enterado de la confianza entre ambos y seguí.
-       Bueno padre Marcos, como le decía, usted puede ayudar mucho a esta señora. Por supuesto recordará las obras de misericordia, yo todavía las recuerdo del catecismo.
-       Claro que las recuerdo, es mi obligación.
-       Pues fíjese que casi todas las puede aplicar a la señora alcaldesa, visitar a los enfermos, que ya lo hace, dar de comer al hambriento, en eso creo que la señora la dará ideas, igual que después le dará de beber al sediento, que ella le agradecerá, cuidará sus heridas, tiene las ingles fatal, y al final vestir al desnudo, es lo propio para que no coja frio.
-       Pues no acabo de entender bien, algunas cosas sí creo.
-       No es que quiera saber cosas que no puede decir, pero que pecados puede tener la señora para confesar todas las semanas?
-       Pues no puedo hablar de eso pero son tonterías, lo de siempre, malos pensamientos y cosas que no son ni siquiera pecado, que su marido no le hace caso, son más que nada para tranquilizar su espíritu.
-       Me lo imaginaba, pues imagine por un momento que se lleva para confesar una sotana.
-       Si eso ya no se lleva!
-       Bueno pero tendrá alguna, y se la puede poner allí mismo, lo que se ponga o no se ponga debajo es cosa suya, pero tiene treinta y tres botones para elegir para dejar abiertos, a la altura que le sea más cómodo, a la señora le encantará de ver que usted se alegra de verla y ella seguro que querrá corresponderle, por lo poco que la conozco sé que es muy fogosa y no despreciará una buena visita, ella tiene hambre y sed, y no le dejará ni rastro, de todas formas es solo una idea, usted puede variar cualquier cosa con su imaginación.
El cura ya más tranquilo me invitó a una copa de vino dulce y unas pastas. Cuando salimos de la iglesia me acompaño a la puerta y me dijo…
-       Todo esto lo considero como secreto de confesión, verdad Manu?
-       Por supuesto ya lo he olvidado.
Me fui andando hacia mi casa, en el reloj del campanario estaban dando las dos y era hora de comer.
Continuará

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