Ya hacía mucho que no escuchaba la voz de mi tía Cris y aunque era por teléfono le note cierto temblor, me pareció que estaba a punto de echar a llorar y aunque se esforzaba en preguntar por toda la familia y hacer muestras de alegría, el hecho de que preguntara directamente por mí me hacía sospechar que algo le ocurría.
Yo ya la conocía un poco, más bien bastante sobre sus devaneos amorosos y sobre todo con su escasa suerte, pero además de lamentarlo tenía la curiosidad de saber el motivo por el que no cuajaba con ninguna pareja, como mujer era una chica normal, sin grandes atractivos físicos pero que cuando se arreglaba llamaba la atención por donde pasaba y personalmente era una persona encantadora, tenía todas las virtudes, por lo menos en lo que yo la había tratado.
Según íbamos hablando su voz se iba apagando, de la alegría desbordante se hundía casi en el llanto, mi madre a mi lado apremiaba en que le pasara el teléfono pero no quise preocuparla y cuando al final se lo di, con el dedo toque la tecla de colgar.
Clara se quedó decepcionada, pero la convencí que se había cortado la comunicación y que luego le llamaríamos nosotros.
Le di un margen de tiempo y al día siguiente con la excusa de comprarme ropa me fui a la ciudad, temía que mi madre se empeñara en acompañarme pero al fin conseguí irme solo.
En la estación estuve entreteniéndome mirando los vagones en vía muerta, había llegado con mucha antelación y había comprado el billete.
Siempre me han gustado los trenes y todo vehículo mecánico y como tenía tiempo me paseé ente ellos, me gustaba ver las reminiscencias de maquinaria de otros tiempos, del vapor, me entusiasmaba a la vez que me entristecía ver como nadie se ocupaba de darle valor a aquellos inventos y los restauraba para los aficionados del futuro, en mi interior siempre he ambicionado tener dinero, no para lujos y fiestas, sino para ir conservando cosas y devolverlas a la vida, pero solo era un sueño irrealizable y sabía que todo esto estaba destinado al soplete de la chatarra.
Estaba entre dos filas de vagones de mercancías cuando una voz me llamó la atención.
- Oiga que hace por aquí? Esto es zona restringida para los empleados.
Me volví y me extraño, me esperaba a un tipo gordo y bigotudo enfundado en un mono lleno de grasa y una gorra de color impreciso, pero no, era una chica vestida con el uniforme de la compañía, con traje chaqueta con falda y una pequeña gorra por la que le salía una melena rizada castaño claro.
Me descolocó y tarde en contestar, no creía que había sido ella la que me había amonestado, se me acercó directamente y yo por educación también fui hacia ella, su semblante serio se iba dulcificando cuando nos acercábamos.
- Perdone pero no tenía idea que no se pudiera admirar los viejos vagones, me encanta el tema ferroviario.
- Me parece muy bien, a mí también me gusta todo este mundo, pero allí hay un cartel que prohíbe el paso y tú no le has hecho caso.
- Pues no lo he visto, perdone señorita Vicenta, me vuelvo a la estación.
- Muy bien, pero… como sabes mi nombre? Me conoces?
- Bueno no, qué más quisiera, pero en la placa que llevas en la chaqueta lo dice, yo me llamo Manu.
- Oh! Que tonta soy, jajaja, encantada Manu.
- También pone que eres Jefe de Tren
- Ah bueno si, pero eso son cargos que por desgracia no se reflejan en el sueldo, jajaja.
- Entonces qué es lo que haces?
- Pues un poco de todo, en el tren me encargo de que respete los horarios, que los pasajeros no tengan problemas, que todos lleven billete, en fin que todo marche bien.
- Me encanta tu trabajo, pero me gustaría que fuera en un tren de vapor con ese olor a carbón y el humo por las ventanillas…
- Si claro y las chispas entrando y quemando los vestidos y las briznas de carbón cegando los ojos y en los túneles ahogándose de humo…
- Jajaja, vaya como pueden cambiar las cosas según el punto de vista, del placer de viajar a la rutina de hacer siempre la misma ruta.
- Pues sí, es una rutina, pero a mí me gusta, a veces sueño en las historias del Orient Express y me veo en aquellos vagones victorianos, una cosa, quieres ver un vagón que hay aquí en espera de restaurarlo? Es casi de la época.
- Claro me encantaría.
La chica echo a andar rápido y detrás de un furgón de cola lleno de graffitis estaba majestuoso, inmenso, de color azul, con el rótulo dorado medio desconchado de la Compagnie International des Wagon-Lits Cook, toda una reliquia, la chica subió al estribo e intentó abrirlo, pero estaba bloqueada la puerta.
Yo intenté saltar y verlo por dentro, apenas pude ver los respaldos de los asientos de tapicería, ella también lo intentó pero no llegaba, me ofrecí a ayudarle y le puse las manos para que apoyara el pié y se asomara, al primer intento casi se cae, pero al segundo se cogió de mi cabeza y se asomó.
- Oh que maravilla, es igual como me lo había imaginado, cuantas historias podrían contar estos asientos.
- Me lo imagino, daría cualquier cosa por estar dentro fumando en pipa con una copa de brandy acompañándote con tu Pamela, tu té con pastas y tu cigarrillo con una larga boquilla.
- Jajaja que imaginación tienes, pero bájame que te esteré haciendo daño en las manos.
- No te preocupes los zapatos de tacón se adaptan a la palma de la mano y no pesas nada.
- Gracias pero sí que peso, huy! Mira aún están las lamparitas de las mesitas de leer!
- De verdad? Eso sí que es casualidad, me gustaría verlo.
Aunque yo decía que no pesaba al moverse tanto ya mis manos se estaban durmiendo, pero en cambio compensaba que sus muslos rozaban mi cara, la falda ancha y fina solo escondían a la vista las piernas de la chica que en tensión estaban duras y firmes, pero al tacto podía describirlas perfectamente.
La chica quiso ver más y apoyó la otra pierna en el borde de la ventanilla cerrada y yo sosteniendo el otro pié, la falda se abrió lo suficiente para que mi cabeza se quedara entre las dos piernas, mirando de frente tenía las rodillas, pero subiendo la mirada los dos muslos se veían perfectamente hasta juntarse en unas bragas blancas que iluminaban las ingles, la chica estaba admirada del buen estado del vagón y me contaba todos los objetos que veía, indudablemente era aficionada también a los trenes porque se fijaba en todos los detalles, cuando quiso explicarme algo miró hacia mí y vio que mi cabeza estaba bajo su falda, rápidamente la apretó cogiéndome entre sus manos.
- Eeeeh! Que ahí no hay nada que ver!
- No creas, estaba como en un túnel oscuro pero que al final se veía una luz blanca.
- Jajaja, que cara tienes, eso solo podría ser lo que dicen que ven los que casi se han muerto o mis muslos con mis bragas blancas al final.
- Me inclino por lo último, jajaja.
Me descubrió la cabeza de su falda y cogiéndose a mi cuello se bajó, mis manos se lo agradecieron, ya casi no las sentía, pero debía ser porque casi toda mi sangre se había concentrado en mi polla, la chica al resbalar bajando me la rozó un poco, pero no dijo nada.
Fuimos andando al lado del vagón era larguísimo, en la puerta del otro extremo la cerradura estaba forzada, yo subí al estribo y con un poco de esfuerzo abrí la puerta lo suficiente para poder entrar, me colé y me asome diciéndole…
- Señorita me haría el honor de acompañarme a Estambul?
- Jajaja, por supuesto señor conde.
Se escurrió por el hueco, tuvo que pasar haciendo un quiebro pues las dos tetas no le cabían a la vez, me miró y me sonrió excusándose, ante nosotros toda la magia del siglo XIX, aún parecía oler a hulla, en un departamento me senté en el asiento, una nube de polvo inundó el recinto, sobre mí un espejo que apenas reflejaba nada y una red con un armazón, le pregunté.
- Esto qué será? Será para las maletas?
- No, no has visto el letrero? Wagon-Lits Cook. quiere decir vagón coche cama.
- Y la cama donde estaría?
- Imagino que bajando la red de arriba se convertiría en una litera.
- Que original y todavía tiene cortinillas y todo.
Intente descorrer la cortinilla y se desprendió de las anillas, estaba quemada por el sol pero no tenía polvo, la extendí sobre el asiento y le dije…
- Señorita quiere sentarse a mi lado? Desde aquí se ve mejor el paisaje.
Vicenta pasó la mano sobre la cortina descolorida, no daba mucha confianza de limpieza por lo que tuvo una mejor idea y me siguió la broma.
- Señor conde, si no le importuno demasiado prefiero no sentarme en la tapicería, mi vestido se puede manchar.
Me quedé sorprendido cuando en un rápido movimiento se sentó sobre mis piernas al lado de la ventanilla y se pegó al cristal como si mirara el paisaje pasar.
- Gracias por permitir sentarme sobre usted, desde aquí se ve mucho mejor, y el asiento es muy mullido.
- Es para mí un honor disfrutar de su confianza, así le podré explicar por donde vamos.
- Me gusta el vaivén del vagón parece una mecedora.
- A mí me gusta el movimiento del tren sobre todo cuando coge las curvas, me gustan mucho las curvas.
- Pues este trayecto tiene bastantes creo.
- No estoy muy seguro, no lo conozco bastante, me gustaría conocerlo de cerca.
- Puede preguntarme, yo lo conozco muy bien.
Mis manos rodearon su cintura, además que la falda le ceñía bastante tenía una cintura muy estrecha.
- De momento parece que el trayecto es bastante estrecho y no se aprecian curvas en breve.
- Es una zona intermedia, pero un poco más arriba o abajo ya empiezan, no sé si serán bastantes para usted, pero hay quien se marea con ellas.
Mis manos fueron subiendo por los laterales de su cuerpo y pasaron por la espalda.
- Bueno me creeré lo que me dice, pero de momento la zona es bastante plana, pero confío equivocarme.
- Hay que ser paciente, si usted es un viajero experimentado seguro que encontrará el camino.
Con las dos manos presioné la espalda, los omóplatos se movían suavemente con la presión de mis dedos, bajo la camisa del uniforme notaba la cinta que abrochaba el sujetador por detrás, con los dos pulgares seguí el trayecto hasta llegar al centro donde se cruzaban y se enganchaban las dos partes.
Mientras con los dedos restantes masajeaba la espalda sin llegar a extenderme a los lados, con una leve presión en el cierre noté como los dos corchetes se soltaban a la vez, los sostuve unos momentos entre mis dedos para luego mantenerlos sujetos mientras se iban separando y encogiéndose hacia adelante.
- Parece que ha encontrado un cambio de agujas.
- Eso creo, pero ahora tengo la duda de que dirección seguir.
- Ha oído alguna vez el dicho de “todos los caminos conducen a Roma”? pues dicen que los refranes son ciertos siempre.
- Me gustaría comprobarlo, pero seguiré buscando.
Solté el sujetador que por el elástico se escondió bajo las axilas de la chica, mis manos bajaron hacia la cintura de la falda.
Busqué el corchete que la sujetaba y lo solté, apenas se notó la diferencia, pero un centímetro más abajo estaba la pieza de la cremallera que bloqueaba el descenso, sujeté la pestaña y se soltó el seguro, poco a poco fui bajando los dientes del zip, la cintura apenas se ensanchaba, la dejé a medio bajar, simplemente para que liberara la camisa.
La cintura de la falda ya estaba holgada y pasé las manos por el estomago de la chica hasta llegar a los botones de la camisa, solté solo los de bajo y estiré hasta sacarla de la falda.
Mis manos volvieron a buscar las piezas del sujetador bajo los brazos de la chica, estaban flojos medio colgando, hice mención de estirarlos como si los volviera a abrochar y Vicenta separó los brazos apoyando su cuerpo contra el mío, realmente lo que hice fue seguir el curso de la prenda hasta notar que la piel de los lados de la chica se iba hinchando, paulatinamente iban ganando volumen, yo lo seguía a la vez que la chica separaba más y más los codos, la piel era tan suave que apenas notaba los progresos, pero la forma me indicaba que tomaba volumen de semi esfera, mis manos se iban aproximando por delante bajo la camisa y el sujetador, Vicenta me ayudó desabrochando los botones que quedaban en la camisa, cuando mis manos coronaron la cima de las dos colinas los tirantes del sujetador se desprendieron y cayeron hacia delante, la cabeza de Vicenta estaba apoyada sobre mi hombro y mis labios rozaron su cuello próximo a la oreja, el escalofrío que recorrió su piel fue desde el cuello hasta las puntas de las tetas que fueron adquiriendo dureza y volumen, ya no eran suaves y lisas como el resto de las tetas, ahora eran ásperas y duras y sobresalían con fuerza llenándome las manos.
- Señor conde estoy notando que el asiento ya no es tan blando como antes, serán apreciaciones mías?
- Puede que hayamos cambiado de país y aquí los raíles sean más gruesos.
- Eso será, si usted lo dice…
Ya las dos tetas estaban bajo mis manos y las apretaba subiéndolas y juntándolas mientras rodeaba los pezones con mis dedos.
Mi boca succionaba con mucho cuidado el cuello de la chica que no llegaba a relajar su piel, siempre estaba erizada, cuando le mordí el lóbulo de la oreja casi me trago el pendiente minúsculo que llevaba pero las uñas de la chica se clavaron en mis muslos, mientras separaba las piernas.
Eso me hizo recapacitar y le dije.
- Sabe señorita? Me gustaría visitar otras rutas, quizá le gusten también a usted.
- Estoy segura que me encantarán, aunque le advierto que el paisaje cambia un poco, es más húmedo y tibio.
- Gracias por el aviso, yo también procuraré que los raíles estén en condiciones y no patinen.
La chica se inclinó un poco y se levantó la falda por detrás hasta la cintura, pese a lo ligero que era la tela noté una gran diferencia de temperatura sobre mis piernas.
Noté como se apoyaban sus nalgas sobre mi mal colocada polla, la tenía atrapada en el calzoncillo y me hacía sufrir lo indecible.
- Señorita, creo que para mayor comodidad en el trayecto debería alinear bien el carril, pues a partir de esta zona puede ser muy agitada.
Vicenta se levantó un momento, las tetas le colgaban entre la camisa abierta, por detrás la falda a la altura de la cintura descubría unas bragas blancas de blonda que ya se le habían incrustado entre las nalgas.
Esperó pacientemente inclinada hacia adelante mientras yo me soltaba el pantalón y me bajaba los calzoncillos a los tobillos, cuando Vicenta se iba a volver a sentar, le metí los dedos por la cintura elástica de las bragas y se las bajé hasta sus rodillas.
Suspiró cuando se sentó, ahora sí que mi polla estaba alineada entre sus nalgas y se extendía entre sus labios del sexo.
- Cree señor conde que estará cómodo en el próximo trayecto?
- Estoy casi seguro, aunque presiento que es un trozo montañoso y tendré que sujetarla, más que nada por su comodidad.
- Haga lo que desee, como ve estoy encantada con el paisaje.
Mis manos se apoderaron de las tetas que ahora todavía al estar libres se habían endurecido más, las tenía un poco separadas y a mí me venía mejor pues las tenía cogidas por debajo de sus brazos, mientras le retorcía suavemente los pezones la chica se movía siguiendo el trac a trac del tren de delante hacia atrás, su coño discurría sobre mi polla al glande se cubría o descubría con el prepucio según pasaba sobre él.
- Que le parecería a la señorita ponerse sentada frente a mí, así podría explicarle mejor el paisaje, incluso con más detalle.
Se levantó y se volvió hacia mí, la falda le cayó a los pies, ella sacó un pie y luego otro y dejó la prenda plegada con cuidado sobre la rejilla que teníamos encima, luego se sentó sobre mí abriendo las piernas y me preguntó…
- Señor conde, sabe si este trayecto tiene algún túnel?
- Seguro que si señorita, precisamente ahora mismo en cuanto se siente entraremos en uno, espero que no se asuste si es muy largo.
- Que amable, me abrazaré a usted si tengo miedo.
Se sentó después de mojarse los dedos con saliva y humedecerse el coño, cuando iba dejándose caer y mi polla iba entrando suspiró hondamente.
- Mmm que vagón más grande, casi no cabe por el túnel, usted cree que podrá entrar?
- Estoy seguro, admito que el túnel es muy estrecho pero como hay mucha humedad no tendrá problema, además es mucho más hondo de lo que parece y el vagón no es tan grande como yo quisiera.
- No crea, es un gran vagón lo siento como un expreso entrando, y con la caldera a toda temperatura.
Le cogí las tetas y se las mordí, hasta ahora no las había visto y me encantaron, eran redondas pero llegando al pezón se estrechaban haciendo forma de pera, me volvía loco con ellas.
- Señor conde parece que el paisaje montañoso de la zona le complace o me equivoco?
- En absoluto, creí por un momento que estábamos cruzando Suiza, con sus montañas y valles.
- Yo también, pero creí estar por el túnel de San Bernardo, pero con un mercancías, y cuesta abajo.
- Le dejé las tetas para acariciarle el clítoris, hasta entonces no se lo había tocado, por lo menos con las manos, cuando lo acaricie con los dedos la chica se me abrazó al cuello y me besó quizá demasiado fuerte, temí que me hubiera dejado un chupetón.
- Por favor señor conde, me acaba de soltar el freno de mano, temo que a partir de ahora voy sin frenos y cuesta abajo…
- Me encanta saberlo si puedo ayudarla en algo…
- Siiii por dios, noto como entra todo el convoy entero.
- Si Vicenta hasta el vagón de cola, pero temo que haya una inundación en el túnel.
- No te preocupes el túnel está protegido.
Allí se acabó la fábula tan bonita, empezó a saltar sobre mis piernas yo tenía sus tetas a la altura de la boca o de la frente o más arriba y el capullo al fondo de su coño o a la misma entrada de la vagina, pero la corrida mía fue mínima comparada con la de ella, creo que se movió hasta el vagón con sus saltos.
- Quedamos abrazados, sus brazos se cruzaban en mi espalda y sus uñas se habían marcado en mi piel pero nuestros corazones sonaban juntos al mismo ritmo.
- En el silencio del apartadero de trenes se oyó un sonido familiar…
- Ding dong ding, “señores pasajeros, el tren con destino a …. Va a efectuar su salida”
- Cuando bajamos del vagón, el andén se nos hacía estrecho, ella arreglándose la chaqueta, los botones de la camisa mal abrochados y la falda la llevaba abrochada al revés, pero llegamos a subir al tren cuando estaba pitando para partir.
- Yo subí por la primera puerta que encontré, el tren empezaba a moverse, el Jefe de Estación le estaba dando vía libre cuando Vicenta subió en el último vagón.
- El tren iba casi vacío, en mi vagón unas ocho o diez cabezas apenas sobresalían sobre los respaldos de los asientos, al rato de marcha una figura se quedó parada a mi lado.
- “Por favor señor conde, su billete a Estambul”.
- Tome señorita, este le vale?
- Le alargue el sujetador blanco plegado una copa dentro de la otra que había recogido en el último momento cuando salíamos disparados.
- Ah! Gracias, lo daba por perdido, las urgencias tienen eso, me ayudaría a ponérmelo?
- La chica se sentó a mi lado, en varios asientos alrededor no se veía a nadie, se quito la chaqueta y la camisa, las dos tetas quedaron iluminadas por el sol que entraba por la ventanilla, se colocó las tetas en las copas y se dio la vuelta.
- Me hace el favor de abrocharlo?
- Solo con una condición.
- La que sea señor conde.
- Quiero chuparte un pezón mientras tú te chupas el otro.
- Los deseos del señor conde son órdenes para mí.
- Se cogió la teta desde abajo y la acercó a sus labios, con la lengua le dio dos lametazos mientras yo a su lado hacia lo mismo, luego se volvió y le aseguré los corchetes, se puso la camisa y la chaqueta estirándosela, el aspecto era impecable, cuando se separó de mi se levantó la falda y me enseño su pubis depilado, no llevaba bragas.
- Las prisas señor conde, se quedaron en el vagón.
- Te prometo que cuando vuelva las buscaré y te las dejaré en Consigna en un sobre a tu atención.
- No, mejor me las guarda para otra ocasión que coincidamos en el mismo trayecto.
- De acuerdo, pero no las lavaré hasta entonces, tienen muchos aromas de varios países.
- Espero que añada los suyos con los míos.
- Puedes estar segura.
- Vicenta siguió pidiendo los billetes a los pasajeros.
Cuando llegue a la estación ya no vi a la chica, en la calle subí al primer taxi que encontré y le dije que me llevara al centro comercial más cercano de donde vivía mi tía Cris, las compras fueron rápidas, me compré dos camisas y algún calzoncillo, al salir vi una floristería y encargué un gran ramo de rosas.
Fui andando hasta casa de mi tía, vivía en una calle del casco antiguo, la mayoría de pisos estaban rehabilitados con más o menos gusto, dependiendo del presupuesto, todo era un poco bohemio.
Desde la calle le llame al móvil, tardó en contestar con una voz adormilada, se alegró de oírme enseguida y me dijo que el otro día se había cortado la comunicación, le dije que quería continuarla y me dijo que le encantaría.
- Pues si quieres hablar ábreme la puerta, estoy bajo en la calle.
Dio un grito de alegría a la vez que decía un taco, parecía que la había pillado en mal momento.
- Cris, si no es buen momento me iré y volveré cuando quieras.
- De ninguna manera, es solo que…. Sube anda!.
Me abrió lo justo para que pudiera pasar, no parecía la misma, el pelo alborotado, la camiseta que llevaba desgarbada y arrugada que apenas le cubrían las bragas medio caídas, pensé por un momento que estaba acompañada pero ella me cogió del brazo me abrazó un segundo y me dijo…
- Perdóname un momento ahora salgo, acomódate si puedes. Mmm gracias por las flores, son preciosas.
Se metió en el baño, al momento oí la ducha, puse las flores en un búcaro que encontré, la casa estaba hecha un desastre, los almohadones por el suelo, los platos en la mesa del comedor, en su habitación no se podía entrar, la ropa casi por el suelo y la cama no se había hecho desde hacía días.
Mientras caía el agua en la ducha busque en los cajones de la cómoda y saque un juego de sabanas limpias, quité la ropa sucia y puse la limpia, organice las almohadas y puse en orden la habitación, cuando salí no parecía la misma.
Aún me dio tiempo para meter todos los platos en la cocina, sobre el banco no cabía nada más. Y cerré la puerta.
Cuando salió del baño yo estaba sentado en el sofá mirando distraídamente una revista antigua.
Cris salió disparada con solo una pequeña toalla cubriéndose por delante lo poco que había que cubrir, se metió en su habitación y nada más entrar salió con los brazos abiertos para abrazarme, se le había caído la toalla, pero era igual, sus escuetas tetas y su cuerpo menudo venían emocionado hacia mí, se me subió de un salto rodeándome con las piernas la cintura, caímos sobre el sofá.
- Manu eres un sol, no sabes la lección que acabas de darme, estaba abandonándome del todo, hacía varios días que ni me duchaba.
- Pero dime Cris, que es lo que te pasa realmente.
- Pues lo de siempre Manu, no tengo remedio, soy un desastre en mi vida privada.
- Cuéntame, no será para tanto.
- Pues después de la última vez que nos vimos he tenido dos parejas más, de chicas, claro, y después de una pequeña temporada las dos me dejaron, me deprimí y entonces conocí a un chico muy guapo que me comprendía y me hizo volver a creer en el amor, al mismo tiempo me convencí que quizá era porque solo salía con mujeres, en fin que nos enrollamos y estuvimos un fin de semana follando sin parar en esa habitación, para mí era como haber encontrado el paraíso, todo iba de maravilla, me lo notaban hasta mis amigas, hasta que un día vine antes a casa, se oía un murmullo de voces, yo creí que era la tele que estaba en marcha, pero cuando iba a entre en mi habitación vi por el reflejo del cristal de la puerta a mi chico a cuatro patas sobre la cama mientras otro le estaba dando por el culo, los dos estaban gimiendo, me quedé sin saber que hacer hasta que se corrieron los dos, el chico lo hizo dentro del culo del mío pero éste me llenó la sabana de leche.
- Me enfurecí y llene la maleta de mi chico con sus cosas y las lancé por el balcón, ellos salieron los dos desnudos a la calle a recogerlas, los vecinos me aplaudían, se armó un jaleo impresionante, pero ya no los volví a ver.
- Pero yo me hundí más todavía y he estado varios días apenas comiendo lo que encontraba y hecha un adefesio.
- Pues eso ya se ha acabado, te ves encantadora.
- Eso ha sido al verte a ti y lo que has hecho por mí.
- Lo que más siento es que estés tocada con la gente, tú te mereces lo mejor.
- Ya no se qué pensar, de lo único que estoy segura es de que hay personas buenas como tú y eso me hace seguir intentándolo.
- No digas eso, sabes que te queremos todos, pero abrígate, Cris que te vas a constipar.
- No quiero, me gusta estar así contigo, desnuda, limpia, y deseando que me acunes.
- En el fondo eres una niña más pequeña que yo, lo peor es que tienes el cuerpo de mujer y eso de acunarte…
- Y eso es malo?, a mi edad necesito tus mimos, pero también tu polla, cuando estás dentro de mí me siento segura y valorada.
No me dio tiempo a replicar, se subió sobre mí y me estiró la camisa y los pantalones hasta sacármelos, cuando ya tenía mi polla en la mano me dijo.
- Vamos a mi cama, vamos a disfrutar de las sabanas limpias que acabas de poner.
Se subió de un salto y se tumbó con las piernas abiertas, yo me tumbe a su lado, pretendía abrazarla y darle ánimos, pero ella se dio la vuelta y saltando sobre mí se metió mi polla en el coño de un golpe.
- Esto es lo que necesito ahora, sentirme llena de un hombre de verdad, que me quiera por lo que soy y no me pida nada.
No paró se saltar sobre mí, yo apenas pude acariciarle el clítoris con una mano y un pezón con la otra cuando se tumbó sobre mí buscando mi boca, me besó con desesperación mientras un orgasmo la sacudía, sus temblores duraron varios minutos, incluso cuando ya parecía que se había calmado su coño se estremecía, no notaba su peso sobre mi y esperé a que ella se repusiera, procuré no moverme aunque mantenía mi polla dura dentro de ella, cuando empezó a revivir me volvió a besar..
- Perdona Manu, pero me hacía mucha falta, no creas que me he olvidado de ti.
Se escurrió sobre mis piernas y se sentó sobre mis pies, su boca rodeó mi polla hasta hacerla desaparecer, notaba como me succionaba con todo el cariño que era capaz, no solo me estaba mamando la polla sino que me daba su ternura con cada lamida, incluso noté como sentada sobre mis pies buscó mis dedos para apoyar su coño entre ellos y acariciarse el clítoris y meterse el dedo gordo dentro de la vagina.
Me mantuvo la polla a mil, regulando sus caricias hasta que le cogí la cabeza y tiré de ella, cuando sus labios estuvieron a mi altura le devolví el beso que me había dado ardientemente, mientras ella buscaba mi polla y se la metía hasta dentro, casi no se movió, solo con el movimiento de los músculos de su vagina y los besos en la boca me corrí dentro de ella.
Estuvimos abrazados hasta que se calmó, cuando se separó de mí tenía unas lágrimas secas en el rostro, le besé las huellas y ella me buscó los labios otra vez, luego sonrió y me dijo.
- Ala Manu vete ya, no sabes el bien que me has hecho, siempre he pensado que la vida se podía haber portado mejor con nosotros, tu ser más mayor y yo no ser tu tía,
- Gracias Cris, no tardes en contarme cosas, y si te hago falta para cualquier cosa, no tienes más que decírmelo.
Cuando salí a la calle miré hacia el balcón de Cris, ella estaba envuelta en la sabana que acabábamos de usar, me lanzó un beso desde arriba, sentí como mis labios lo recibían y me fui.
Miré la hora, ya era la hora de comer y al pasar por una hamburguesería pensé en comer algo, pero me acordé de que mi tía Ana podría estar en casa comiendo sola y le llamé.
Me contestó enseguida, después de las preguntas de rigor por la salud de todos le pregunté si había comido, ella se extraño de la pregunta pero me dijo que estaba a punto de hacerse algo, pues estaba sola y no quería guisar mucho, le pregunté si admitía un comensal más, lanzo un grito, entonces se percató que estaba cerca de ella y me dijo que no me perdonaría si no iba a comer con ella.
Tomé otro taxi y en poco tiempo estaba llamando a Ana, me abrió y me abrazó todo lo estrechamente que pudo, el barrigón era impresionante ya, iba con un vestido de estar por casa abierto por delante con una tira de botones, me hizo pasar al salón y nos sentamos, empezó a contarme como se portaba mi primo Manuel y como lo llevaba ella, hasta que desde la cocina nos llegó un olor a guiso chamuscado, ella saltó maldiciendo pero cuando llegó el humo que invadía la cocina lo delató, se puso a retirar los cacharros ahumados y dijo…
- No pasa nada, tendré que hacer otra cosa para comer.
Yo le abrace por detrás rodeándole el bombo y le dije al oído…
- Comemos antes o…. después?.
- Creo que lo mejor es que lo dejemos para después, si te parece podemos hacer un aperitivo.
- Puedo elegir el menú?
Ana se abrió el vestido desde el primer botón hasta el último, por comodidad para estar por casa no llevaba ni bragas ni sujetador.
- Aquí tienes la carta, puedes elegir el primer plato y el segundo, el orden es lo de menos.
Se acercó a mí y me pegó las tetas a mi pecho, el vientre nos separaba pero me llevó a su habitación, cuando llegamos ya se le había caído el vestido al suelo, por detrás apenas se notaba la preñez, excepto la postura de los riñones, se inclino sobre la cama dejándome las nalgas a mi disposición, me senté en la alfombra poniendo mi cara entre sus piernas que se abrieron lo suficiente, el coño entre abierto recibió mi lengua, estaba sabroso, el clítoris lo chupe cuando ya salían los flujos de su vagina, se puso duro inmediatamente, bajo su cuerpo las dos tetas hinchadas por el embarazo oscilaban, los pezones estaban más grandes que de costumbre.
- Manu, tu primo está dándote besos desde dentro, pero seguro que espera que le des un regalo.
Me levanté, me quité los pantalones y los calzoncillos, la camisa también me sobraba y la arroje lejos, mi polla me la humedecí con saliva y la encaré al coño de Ana.
- Manuel mira lo que te traigo.
Metí una tercera parte, luego una segunda y a fondo, mi tía aguantó los empujones, me dijo que así le entraba más y que lo notaba demasiado hondo, le dije que se tumbara y me puse detrás de ella a su espalda, se la metí cuando levantó una pierna, aprecié que así no le entraba tan profunda y estaba más descansada, me cogió las manos y me las llevó a sus tetas, las estrujé con cuidado, me pareció que los pezones estaban húmedos y le pregunté si tenía leche ya, ella me dijo que a veces notaba como si gotearan, me acordé de la mujer del farmacéutico, también le sacaría la leche a Ana cuando le llegara el momento.
Ana se sentía abrazada y querida, me dijo que no tuviera prisa, que comeríamos más tarde, mantuve un ritmo de metidas suaves, tan suaves que mi tía sintió como un orgasmo la invadía por todo el cuerpo pero sin grandes espasmos, le pregunté si había tenido una corrida, me dijo que la mejor que podía esperar en mis brazos ahora, y que siguiera así hasta correrme yo.
Con el día que llevaba no tenía tampoco mucha prisa, por lo que estuve llenando de carne a mi tía, ella con mucha delicadeza se sacó mi polla del coño y lo puso en el agujero de su culo.
- Prueba por aquí Manu, empuja fuerte.
Le abrace a ella, la cogí por las caderas y empujé, ella con la pierna levantada me guiaba la polla sobre su culo, el glande se aplastaba en el agujero estrecho hasta que hizo que dilatara y entre sus dedos se escurrió mi verga dentro de su ano, cuando mis huevos le llegaron a su mano dijo…
- Ahora estate quieto un momento, tu primo quiere jugar.
En efecto por su vientre aparecieron unos bultos que se movían con fuerza, donde de momento aparecían, al otro había un hueco.
- Ahora ya puedes seguir, ya se ha tranquilizado.
Le sostuve la pierna en alto para que no se cansara mientras ella se acariciaba el clítoris y de paso comprobaba como mi polla entraba hasta el fondo de su recto, Ana lo notó enseguida, mi polla empezó a palpitar y ella cerró sus nalgas, mi polla exploto de leche a presión en su interior, cuando la saque ya blanda, Ana esperó a que el semen saliera por su natural, entre las nalgas se escurrió, mi tía se limpió antes de que llegara a la sabana.
Cuando comimos yo me había duchado antes de poner la mesa, mi tía hizo un plato combinado y lo regamos con cerveza, estuvimos hablando de varias cosas, hasta que me preguntó si sabía algo de su hermana Cris, no tuve valor de ocultárselo y le comenté lo que había pasado, ella lamentó la mala suerte de Cris y prometió llamarle con frecuencia, me apretó la mano con gesto de agradecimiento cuando le conté que habíamos hecho el amor casi de una forma desesperada.
- Lo entiendo perfectamente Manu y lo que te ha dicho Cris también te lo digo yo, me habría encantado ser tu mujer en otras condiciones.
- Gracias, y a mí que Manuel se llamara así por meritos míos.
Ana se levantó de su silla y se sentó sobre mis piernas y abrazándome me besó en la boca, su lengua buscó la mía y la encontró, sus tetas se apretaban sobre mi pecho y los corazones sonaban juntos.
Cuando se levantó suspiró y se volvió a mirar por la ventana, noté como le salían unas lágrimas, a mí se me hizo un nudo en la garganta.
Le ayudé a recoger la mesa y le acompañé un rato hasta la hora de la salida del tren, le di recuerdos para mi tío Jorge y me fui.
A la vuelta el tren iba bastante lleno, pero según iba parando en las estaciones se iba vaciando, cuando llegó al pueblo ya quedábamos pocos, yo me despiste entre la gente y corrí hacia el vagón del coche cama, entre por el hueco que había en la puerta y cuando llegué al departamento busque por el suelo las bragas de Vicenta, levanté la cortinilla por si se habían colado debajo, no hubo manera de encontrarlas, ya desesperado me rendí y fui a salir, pero vi un papel encajado en el cristal de la puerta del departamento, decía.
- “Gracias de todas formas, en el trayecto de vuelta las he recogido, espero volver a perderlas pronto, un beso”
- Bajé del vagón, al andén ya estaba solitario, me crucé con un empleado de la estación y me dijo…
- Por favor salga de aquí, no ve que hay un cartel que dice prohibido el paso?
- Lo siento no me había dado cuenta.
Continuará
Yo ya la conocía un poco, más bien bastante sobre sus devaneos amorosos y sobre todo con su escasa suerte, pero además de lamentarlo tenía la curiosidad de saber el motivo por el que no cuajaba con ninguna pareja, como mujer era una chica normal, sin grandes atractivos físicos pero que cuando se arreglaba llamaba la atención por donde pasaba y personalmente era una persona encantadora, tenía todas las virtudes, por lo menos en lo que yo la había tratado.
Según íbamos hablando su voz se iba apagando, de la alegría desbordante se hundía casi en el llanto, mi madre a mi lado apremiaba en que le pasara el teléfono pero no quise preocuparla y cuando al final se lo di, con el dedo toque la tecla de colgar.
Clara se quedó decepcionada, pero la convencí que se había cortado la comunicación y que luego le llamaríamos nosotros.
Le di un margen de tiempo y al día siguiente con la excusa de comprarme ropa me fui a la ciudad, temía que mi madre se empeñara en acompañarme pero al fin conseguí irme solo.
En la estación estuve entreteniéndome mirando los vagones en vía muerta, había llegado con mucha antelación y había comprado el billete.
Siempre me han gustado los trenes y todo vehículo mecánico y como tenía tiempo me paseé ente ellos, me gustaba ver las reminiscencias de maquinaria de otros tiempos, del vapor, me entusiasmaba a la vez que me entristecía ver como nadie se ocupaba de darle valor a aquellos inventos y los restauraba para los aficionados del futuro, en mi interior siempre he ambicionado tener dinero, no para lujos y fiestas, sino para ir conservando cosas y devolverlas a la vida, pero solo era un sueño irrealizable y sabía que todo esto estaba destinado al soplete de la chatarra.
Estaba entre dos filas de vagones de mercancías cuando una voz me llamó la atención.
- Oiga que hace por aquí? Esto es zona restringida para los empleados.
Me volví y me extraño, me esperaba a un tipo gordo y bigotudo enfundado en un mono lleno de grasa y una gorra de color impreciso, pero no, era una chica vestida con el uniforme de la compañía, con traje chaqueta con falda y una pequeña gorra por la que le salía una melena rizada castaño claro.
Me descolocó y tarde en contestar, no creía que había sido ella la que me había amonestado, se me acercó directamente y yo por educación también fui hacia ella, su semblante serio se iba dulcificando cuando nos acercábamos.
- Perdone pero no tenía idea que no se pudiera admirar los viejos vagones, me encanta el tema ferroviario.
- Me parece muy bien, a mí también me gusta todo este mundo, pero allí hay un cartel que prohíbe el paso y tú no le has hecho caso.
- Pues no lo he visto, perdone señorita Vicenta, me vuelvo a la estación.
- Muy bien, pero… como sabes mi nombre? Me conoces?
- Bueno no, qué más quisiera, pero en la placa que llevas en la chaqueta lo dice, yo me llamo Manu.
- Oh! Que tonta soy, jajaja, encantada Manu.
- También pone que eres Jefe de Tren
- Ah bueno si, pero eso son cargos que por desgracia no se reflejan en el sueldo, jajaja.
- Entonces qué es lo que haces?
- Pues un poco de todo, en el tren me encargo de que respete los horarios, que los pasajeros no tengan problemas, que todos lleven billete, en fin que todo marche bien.
- Me encanta tu trabajo, pero me gustaría que fuera en un tren de vapor con ese olor a carbón y el humo por las ventanillas…
- Si claro y las chispas entrando y quemando los vestidos y las briznas de carbón cegando los ojos y en los túneles ahogándose de humo…
- Jajaja, vaya como pueden cambiar las cosas según el punto de vista, del placer de viajar a la rutina de hacer siempre la misma ruta.
- Pues sí, es una rutina, pero a mí me gusta, a veces sueño en las historias del Orient Express y me veo en aquellos vagones victorianos, una cosa, quieres ver un vagón que hay aquí en espera de restaurarlo? Es casi de la época.
- Claro me encantaría.
La chica echo a andar rápido y detrás de un furgón de cola lleno de graffitis estaba majestuoso, inmenso, de color azul, con el rótulo dorado medio desconchado de la Compagnie International des Wagon-Lits Cook, toda una reliquia, la chica subió al estribo e intentó abrirlo, pero estaba bloqueada la puerta.
Yo intenté saltar y verlo por dentro, apenas pude ver los respaldos de los asientos de tapicería, ella también lo intentó pero no llegaba, me ofrecí a ayudarle y le puse las manos para que apoyara el pié y se asomara, al primer intento casi se cae, pero al segundo se cogió de mi cabeza y se asomó.
- Oh que maravilla, es igual como me lo había imaginado, cuantas historias podrían contar estos asientos.
- Me lo imagino, daría cualquier cosa por estar dentro fumando en pipa con una copa de brandy acompañándote con tu Pamela, tu té con pastas y tu cigarrillo con una larga boquilla.
- Jajaja que imaginación tienes, pero bájame que te esteré haciendo daño en las manos.
- No te preocupes los zapatos de tacón se adaptan a la palma de la mano y no pesas nada.
- Gracias pero sí que peso, huy! Mira aún están las lamparitas de las mesitas de leer!
- De verdad? Eso sí que es casualidad, me gustaría verlo.
Aunque yo decía que no pesaba al moverse tanto ya mis manos se estaban durmiendo, pero en cambio compensaba que sus muslos rozaban mi cara, la falda ancha y fina solo escondían a la vista las piernas de la chica que en tensión estaban duras y firmes, pero al tacto podía describirlas perfectamente.
La chica quiso ver más y apoyó la otra pierna en el borde de la ventanilla cerrada y yo sosteniendo el otro pié, la falda se abrió lo suficiente para que mi cabeza se quedara entre las dos piernas, mirando de frente tenía las rodillas, pero subiendo la mirada los dos muslos se veían perfectamente hasta juntarse en unas bragas blancas que iluminaban las ingles, la chica estaba admirada del buen estado del vagón y me contaba todos los objetos que veía, indudablemente era aficionada también a los trenes porque se fijaba en todos los detalles, cuando quiso explicarme algo miró hacia mí y vio que mi cabeza estaba bajo su falda, rápidamente la apretó cogiéndome entre sus manos.
- Eeeeh! Que ahí no hay nada que ver!
- No creas, estaba como en un túnel oscuro pero que al final se veía una luz blanca.
- Jajaja, que cara tienes, eso solo podría ser lo que dicen que ven los que casi se han muerto o mis muslos con mis bragas blancas al final.
- Me inclino por lo último, jajaja.
Me descubrió la cabeza de su falda y cogiéndose a mi cuello se bajó, mis manos se lo agradecieron, ya casi no las sentía, pero debía ser porque casi toda mi sangre se había concentrado en mi polla, la chica al resbalar bajando me la rozó un poco, pero no dijo nada.
Fuimos andando al lado del vagón era larguísimo, en la puerta del otro extremo la cerradura estaba forzada, yo subí al estribo y con un poco de esfuerzo abrí la puerta lo suficiente para poder entrar, me colé y me asome diciéndole…
- Señorita me haría el honor de acompañarme a Estambul?
- Jajaja, por supuesto señor conde.
Se escurrió por el hueco, tuvo que pasar haciendo un quiebro pues las dos tetas no le cabían a la vez, me miró y me sonrió excusándose, ante nosotros toda la magia del siglo XIX, aún parecía oler a hulla, en un departamento me senté en el asiento, una nube de polvo inundó el recinto, sobre mí un espejo que apenas reflejaba nada y una red con un armazón, le pregunté.
- Esto qué será? Será para las maletas?
- No, no has visto el letrero? Wagon-Lits Cook. quiere decir vagón coche cama.
- Y la cama donde estaría?
- Imagino que bajando la red de arriba se convertiría en una litera.
- Que original y todavía tiene cortinillas y todo.
Intente descorrer la cortinilla y se desprendió de las anillas, estaba quemada por el sol pero no tenía polvo, la extendí sobre el asiento y le dije…
- Señorita quiere sentarse a mi lado? Desde aquí se ve mejor el paisaje.
Vicenta pasó la mano sobre la cortina descolorida, no daba mucha confianza de limpieza por lo que tuvo una mejor idea y me siguió la broma.
- Señor conde, si no le importuno demasiado prefiero no sentarme en la tapicería, mi vestido se puede manchar.
Me quedé sorprendido cuando en un rápido movimiento se sentó sobre mis piernas al lado de la ventanilla y se pegó al cristal como si mirara el paisaje pasar.
- Gracias por permitir sentarme sobre usted, desde aquí se ve mucho mejor, y el asiento es muy mullido.
- Es para mí un honor disfrutar de su confianza, así le podré explicar por donde vamos.
- Me gusta el vaivén del vagón parece una mecedora.
- A mí me gusta el movimiento del tren sobre todo cuando coge las curvas, me gustan mucho las curvas.
- Pues este trayecto tiene bastantes creo.
- No estoy muy seguro, no lo conozco bastante, me gustaría conocerlo de cerca.
- Puede preguntarme, yo lo conozco muy bien.
Mis manos rodearon su cintura, además que la falda le ceñía bastante tenía una cintura muy estrecha.
- De momento parece que el trayecto es bastante estrecho y no se aprecian curvas en breve.
- Es una zona intermedia, pero un poco más arriba o abajo ya empiezan, no sé si serán bastantes para usted, pero hay quien se marea con ellas.
Mis manos fueron subiendo por los laterales de su cuerpo y pasaron por la espalda.
- Bueno me creeré lo que me dice, pero de momento la zona es bastante plana, pero confío equivocarme.
- Hay que ser paciente, si usted es un viajero experimentado seguro que encontrará el camino.
Con las dos manos presioné la espalda, los omóplatos se movían suavemente con la presión de mis dedos, bajo la camisa del uniforme notaba la cinta que abrochaba el sujetador por detrás, con los dos pulgares seguí el trayecto hasta llegar al centro donde se cruzaban y se enganchaban las dos partes.
Mientras con los dedos restantes masajeaba la espalda sin llegar a extenderme a los lados, con una leve presión en el cierre noté como los dos corchetes se soltaban a la vez, los sostuve unos momentos entre mis dedos para luego mantenerlos sujetos mientras se iban separando y encogiéndose hacia adelante.
- Parece que ha encontrado un cambio de agujas.
- Eso creo, pero ahora tengo la duda de que dirección seguir.
- Ha oído alguna vez el dicho de “todos los caminos conducen a Roma”? pues dicen que los refranes son ciertos siempre.
- Me gustaría comprobarlo, pero seguiré buscando.
Solté el sujetador que por el elástico se escondió bajo las axilas de la chica, mis manos bajaron hacia la cintura de la falda.
Busqué el corchete que la sujetaba y lo solté, apenas se notó la diferencia, pero un centímetro más abajo estaba la pieza de la cremallera que bloqueaba el descenso, sujeté la pestaña y se soltó el seguro, poco a poco fui bajando los dientes del zip, la cintura apenas se ensanchaba, la dejé a medio bajar, simplemente para que liberara la camisa.
La cintura de la falda ya estaba holgada y pasé las manos por el estomago de la chica hasta llegar a los botones de la camisa, solté solo los de bajo y estiré hasta sacarla de la falda.
Mis manos volvieron a buscar las piezas del sujetador bajo los brazos de la chica, estaban flojos medio colgando, hice mención de estirarlos como si los volviera a abrochar y Vicenta separó los brazos apoyando su cuerpo contra el mío, realmente lo que hice fue seguir el curso de la prenda hasta notar que la piel de los lados de la chica se iba hinchando, paulatinamente iban ganando volumen, yo lo seguía a la vez que la chica separaba más y más los codos, la piel era tan suave que apenas notaba los progresos, pero la forma me indicaba que tomaba volumen de semi esfera, mis manos se iban aproximando por delante bajo la camisa y el sujetador, Vicenta me ayudó desabrochando los botones que quedaban en la camisa, cuando mis manos coronaron la cima de las dos colinas los tirantes del sujetador se desprendieron y cayeron hacia delante, la cabeza de Vicenta estaba apoyada sobre mi hombro y mis labios rozaron su cuello próximo a la oreja, el escalofrío que recorrió su piel fue desde el cuello hasta las puntas de las tetas que fueron adquiriendo dureza y volumen, ya no eran suaves y lisas como el resto de las tetas, ahora eran ásperas y duras y sobresalían con fuerza llenándome las manos.
- Señor conde estoy notando que el asiento ya no es tan blando como antes, serán apreciaciones mías?
- Puede que hayamos cambiado de país y aquí los raíles sean más gruesos.
- Eso será, si usted lo dice…
Ya las dos tetas estaban bajo mis manos y las apretaba subiéndolas y juntándolas mientras rodeaba los pezones con mis dedos.
Mi boca succionaba con mucho cuidado el cuello de la chica que no llegaba a relajar su piel, siempre estaba erizada, cuando le mordí el lóbulo de la oreja casi me trago el pendiente minúsculo que llevaba pero las uñas de la chica se clavaron en mis muslos, mientras separaba las piernas.
Eso me hizo recapacitar y le dije.
- Sabe señorita? Me gustaría visitar otras rutas, quizá le gusten también a usted.
- Estoy segura que me encantarán, aunque le advierto que el paisaje cambia un poco, es más húmedo y tibio.
- Gracias por el aviso, yo también procuraré que los raíles estén en condiciones y no patinen.
La chica se inclinó un poco y se levantó la falda por detrás hasta la cintura, pese a lo ligero que era la tela noté una gran diferencia de temperatura sobre mis piernas.
Noté como se apoyaban sus nalgas sobre mi mal colocada polla, la tenía atrapada en el calzoncillo y me hacía sufrir lo indecible.
- Señorita, creo que para mayor comodidad en el trayecto debería alinear bien el carril, pues a partir de esta zona puede ser muy agitada.
Vicenta se levantó un momento, las tetas le colgaban entre la camisa abierta, por detrás la falda a la altura de la cintura descubría unas bragas blancas de blonda que ya se le habían incrustado entre las nalgas.
Esperó pacientemente inclinada hacia adelante mientras yo me soltaba el pantalón y me bajaba los calzoncillos a los tobillos, cuando Vicenta se iba a volver a sentar, le metí los dedos por la cintura elástica de las bragas y se las bajé hasta sus rodillas.
Suspiró cuando se sentó, ahora sí que mi polla estaba alineada entre sus nalgas y se extendía entre sus labios del sexo.
- Cree señor conde que estará cómodo en el próximo trayecto?
- Estoy casi seguro, aunque presiento que es un trozo montañoso y tendré que sujetarla, más que nada por su comodidad.
- Haga lo que desee, como ve estoy encantada con el paisaje.
Mis manos se apoderaron de las tetas que ahora todavía al estar libres se habían endurecido más, las tenía un poco separadas y a mí me venía mejor pues las tenía cogidas por debajo de sus brazos, mientras le retorcía suavemente los pezones la chica se movía siguiendo el trac a trac del tren de delante hacia atrás, su coño discurría sobre mi polla al glande se cubría o descubría con el prepucio según pasaba sobre él.
- Que le parecería a la señorita ponerse sentada frente a mí, así podría explicarle mejor el paisaje, incluso con más detalle.
Se levantó y se volvió hacia mí, la falda le cayó a los pies, ella sacó un pie y luego otro y dejó la prenda plegada con cuidado sobre la rejilla que teníamos encima, luego se sentó sobre mí abriendo las piernas y me preguntó…
- Señor conde, sabe si este trayecto tiene algún túnel?
- Seguro que si señorita, precisamente ahora mismo en cuanto se siente entraremos en uno, espero que no se asuste si es muy largo.
- Que amable, me abrazaré a usted si tengo miedo.
Se sentó después de mojarse los dedos con saliva y humedecerse el coño, cuando iba dejándose caer y mi polla iba entrando suspiró hondamente.
- Mmm que vagón más grande, casi no cabe por el túnel, usted cree que podrá entrar?
- Estoy seguro, admito que el túnel es muy estrecho pero como hay mucha humedad no tendrá problema, además es mucho más hondo de lo que parece y el vagón no es tan grande como yo quisiera.
- No crea, es un gran vagón lo siento como un expreso entrando, y con la caldera a toda temperatura.
Le cogí las tetas y se las mordí, hasta ahora no las había visto y me encantaron, eran redondas pero llegando al pezón se estrechaban haciendo forma de pera, me volvía loco con ellas.
- Señor conde parece que el paisaje montañoso de la zona le complace o me equivoco?
- En absoluto, creí por un momento que estábamos cruzando Suiza, con sus montañas y valles.
- Yo también, pero creí estar por el túnel de San Bernardo, pero con un mercancías, y cuesta abajo.
- Le dejé las tetas para acariciarle el clítoris, hasta entonces no se lo había tocado, por lo menos con las manos, cuando lo acaricie con los dedos la chica se me abrazó al cuello y me besó quizá demasiado fuerte, temí que me hubiera dejado un chupetón.
- Por favor señor conde, me acaba de soltar el freno de mano, temo que a partir de ahora voy sin frenos y cuesta abajo…
- Me encanta saberlo si puedo ayudarla en algo…
- Siiii por dios, noto como entra todo el convoy entero.
- Si Vicenta hasta el vagón de cola, pero temo que haya una inundación en el túnel.
- No te preocupes el túnel está protegido.
Allí se acabó la fábula tan bonita, empezó a saltar sobre mis piernas yo tenía sus tetas a la altura de la boca o de la frente o más arriba y el capullo al fondo de su coño o a la misma entrada de la vagina, pero la corrida mía fue mínima comparada con la de ella, creo que se movió hasta el vagón con sus saltos.
- Quedamos abrazados, sus brazos se cruzaban en mi espalda y sus uñas se habían marcado en mi piel pero nuestros corazones sonaban juntos al mismo ritmo.
- En el silencio del apartadero de trenes se oyó un sonido familiar…
- Ding dong ding, “señores pasajeros, el tren con destino a …. Va a efectuar su salida”
- Cuando bajamos del vagón, el andén se nos hacía estrecho, ella arreglándose la chaqueta, los botones de la camisa mal abrochados y la falda la llevaba abrochada al revés, pero llegamos a subir al tren cuando estaba pitando para partir.
- Yo subí por la primera puerta que encontré, el tren empezaba a moverse, el Jefe de Estación le estaba dando vía libre cuando Vicenta subió en el último vagón.
- El tren iba casi vacío, en mi vagón unas ocho o diez cabezas apenas sobresalían sobre los respaldos de los asientos, al rato de marcha una figura se quedó parada a mi lado.
- “Por favor señor conde, su billete a Estambul”.
- Tome señorita, este le vale?
- Le alargue el sujetador blanco plegado una copa dentro de la otra que había recogido en el último momento cuando salíamos disparados.
- Ah! Gracias, lo daba por perdido, las urgencias tienen eso, me ayudaría a ponérmelo?
- La chica se sentó a mi lado, en varios asientos alrededor no se veía a nadie, se quito la chaqueta y la camisa, las dos tetas quedaron iluminadas por el sol que entraba por la ventanilla, se colocó las tetas en las copas y se dio la vuelta.
- Me hace el favor de abrocharlo?
- Solo con una condición.
- La que sea señor conde.
- Quiero chuparte un pezón mientras tú te chupas el otro.
- Los deseos del señor conde son órdenes para mí.
- Se cogió la teta desde abajo y la acercó a sus labios, con la lengua le dio dos lametazos mientras yo a su lado hacia lo mismo, luego se volvió y le aseguré los corchetes, se puso la camisa y la chaqueta estirándosela, el aspecto era impecable, cuando se separó de mi se levantó la falda y me enseño su pubis depilado, no llevaba bragas.
- Las prisas señor conde, se quedaron en el vagón.
- Te prometo que cuando vuelva las buscaré y te las dejaré en Consigna en un sobre a tu atención.
- No, mejor me las guarda para otra ocasión que coincidamos en el mismo trayecto.
- De acuerdo, pero no las lavaré hasta entonces, tienen muchos aromas de varios países.
- Espero que añada los suyos con los míos.
- Puedes estar segura.
- Vicenta siguió pidiendo los billetes a los pasajeros.
Cuando llegue a la estación ya no vi a la chica, en la calle subí al primer taxi que encontré y le dije que me llevara al centro comercial más cercano de donde vivía mi tía Cris, las compras fueron rápidas, me compré dos camisas y algún calzoncillo, al salir vi una floristería y encargué un gran ramo de rosas.
Fui andando hasta casa de mi tía, vivía en una calle del casco antiguo, la mayoría de pisos estaban rehabilitados con más o menos gusto, dependiendo del presupuesto, todo era un poco bohemio.
Desde la calle le llame al móvil, tardó en contestar con una voz adormilada, se alegró de oírme enseguida y me dijo que el otro día se había cortado la comunicación, le dije que quería continuarla y me dijo que le encantaría.
- Pues si quieres hablar ábreme la puerta, estoy bajo en la calle.
Dio un grito de alegría a la vez que decía un taco, parecía que la había pillado en mal momento.
- Cris, si no es buen momento me iré y volveré cuando quieras.
- De ninguna manera, es solo que…. Sube anda!.
Me abrió lo justo para que pudiera pasar, no parecía la misma, el pelo alborotado, la camiseta que llevaba desgarbada y arrugada que apenas le cubrían las bragas medio caídas, pensé por un momento que estaba acompañada pero ella me cogió del brazo me abrazó un segundo y me dijo…
- Perdóname un momento ahora salgo, acomódate si puedes. Mmm gracias por las flores, son preciosas.
Se metió en el baño, al momento oí la ducha, puse las flores en un búcaro que encontré, la casa estaba hecha un desastre, los almohadones por el suelo, los platos en la mesa del comedor, en su habitación no se podía entrar, la ropa casi por el suelo y la cama no se había hecho desde hacía días.
Mientras caía el agua en la ducha busque en los cajones de la cómoda y saque un juego de sabanas limpias, quité la ropa sucia y puse la limpia, organice las almohadas y puse en orden la habitación, cuando salí no parecía la misma.
Aún me dio tiempo para meter todos los platos en la cocina, sobre el banco no cabía nada más. Y cerré la puerta.
Cuando salió del baño yo estaba sentado en el sofá mirando distraídamente una revista antigua.
Cris salió disparada con solo una pequeña toalla cubriéndose por delante lo poco que había que cubrir, se metió en su habitación y nada más entrar salió con los brazos abiertos para abrazarme, se le había caído la toalla, pero era igual, sus escuetas tetas y su cuerpo menudo venían emocionado hacia mí, se me subió de un salto rodeándome con las piernas la cintura, caímos sobre el sofá.
- Manu eres un sol, no sabes la lección que acabas de darme, estaba abandonándome del todo, hacía varios días que ni me duchaba.
- Pero dime Cris, que es lo que te pasa realmente.
- Pues lo de siempre Manu, no tengo remedio, soy un desastre en mi vida privada.
- Cuéntame, no será para tanto.
- Pues después de la última vez que nos vimos he tenido dos parejas más, de chicas, claro, y después de una pequeña temporada las dos me dejaron, me deprimí y entonces conocí a un chico muy guapo que me comprendía y me hizo volver a creer en el amor, al mismo tiempo me convencí que quizá era porque solo salía con mujeres, en fin que nos enrollamos y estuvimos un fin de semana follando sin parar en esa habitación, para mí era como haber encontrado el paraíso, todo iba de maravilla, me lo notaban hasta mis amigas, hasta que un día vine antes a casa, se oía un murmullo de voces, yo creí que era la tele que estaba en marcha, pero cuando iba a entre en mi habitación vi por el reflejo del cristal de la puerta a mi chico a cuatro patas sobre la cama mientras otro le estaba dando por el culo, los dos estaban gimiendo, me quedé sin saber que hacer hasta que se corrieron los dos, el chico lo hizo dentro del culo del mío pero éste me llenó la sabana de leche.
- Me enfurecí y llene la maleta de mi chico con sus cosas y las lancé por el balcón, ellos salieron los dos desnudos a la calle a recogerlas, los vecinos me aplaudían, se armó un jaleo impresionante, pero ya no los volví a ver.
- Pero yo me hundí más todavía y he estado varios días apenas comiendo lo que encontraba y hecha un adefesio.
- Pues eso ya se ha acabado, te ves encantadora.
- Eso ha sido al verte a ti y lo que has hecho por mí.
- Lo que más siento es que estés tocada con la gente, tú te mereces lo mejor.
- Ya no se qué pensar, de lo único que estoy segura es de que hay personas buenas como tú y eso me hace seguir intentándolo.
- No digas eso, sabes que te queremos todos, pero abrígate, Cris que te vas a constipar.
- No quiero, me gusta estar así contigo, desnuda, limpia, y deseando que me acunes.
- En el fondo eres una niña más pequeña que yo, lo peor es que tienes el cuerpo de mujer y eso de acunarte…
- Y eso es malo?, a mi edad necesito tus mimos, pero también tu polla, cuando estás dentro de mí me siento segura y valorada.
No me dio tiempo a replicar, se subió sobre mí y me estiró la camisa y los pantalones hasta sacármelos, cuando ya tenía mi polla en la mano me dijo.
- Vamos a mi cama, vamos a disfrutar de las sabanas limpias que acabas de poner.
Se subió de un salto y se tumbó con las piernas abiertas, yo me tumbe a su lado, pretendía abrazarla y darle ánimos, pero ella se dio la vuelta y saltando sobre mí se metió mi polla en el coño de un golpe.
- Esto es lo que necesito ahora, sentirme llena de un hombre de verdad, que me quiera por lo que soy y no me pida nada.
No paró se saltar sobre mí, yo apenas pude acariciarle el clítoris con una mano y un pezón con la otra cuando se tumbó sobre mí buscando mi boca, me besó con desesperación mientras un orgasmo la sacudía, sus temblores duraron varios minutos, incluso cuando ya parecía que se había calmado su coño se estremecía, no notaba su peso sobre mi y esperé a que ella se repusiera, procuré no moverme aunque mantenía mi polla dura dentro de ella, cuando empezó a revivir me volvió a besar..
- Perdona Manu, pero me hacía mucha falta, no creas que me he olvidado de ti.
Se escurrió sobre mis piernas y se sentó sobre mis pies, su boca rodeó mi polla hasta hacerla desaparecer, notaba como me succionaba con todo el cariño que era capaz, no solo me estaba mamando la polla sino que me daba su ternura con cada lamida, incluso noté como sentada sobre mis pies buscó mis dedos para apoyar su coño entre ellos y acariciarse el clítoris y meterse el dedo gordo dentro de la vagina.
Me mantuvo la polla a mil, regulando sus caricias hasta que le cogí la cabeza y tiré de ella, cuando sus labios estuvieron a mi altura le devolví el beso que me había dado ardientemente, mientras ella buscaba mi polla y se la metía hasta dentro, casi no se movió, solo con el movimiento de los músculos de su vagina y los besos en la boca me corrí dentro de ella.
Estuvimos abrazados hasta que se calmó, cuando se separó de mí tenía unas lágrimas secas en el rostro, le besé las huellas y ella me buscó los labios otra vez, luego sonrió y me dijo.
- Ala Manu vete ya, no sabes el bien que me has hecho, siempre he pensado que la vida se podía haber portado mejor con nosotros, tu ser más mayor y yo no ser tu tía,
- Gracias Cris, no tardes en contarme cosas, y si te hago falta para cualquier cosa, no tienes más que decírmelo.
Cuando salí a la calle miré hacia el balcón de Cris, ella estaba envuelta en la sabana que acabábamos de usar, me lanzó un beso desde arriba, sentí como mis labios lo recibían y me fui.
Miré la hora, ya era la hora de comer y al pasar por una hamburguesería pensé en comer algo, pero me acordé de que mi tía Ana podría estar en casa comiendo sola y le llamé.
Me contestó enseguida, después de las preguntas de rigor por la salud de todos le pregunté si había comido, ella se extraño de la pregunta pero me dijo que estaba a punto de hacerse algo, pues estaba sola y no quería guisar mucho, le pregunté si admitía un comensal más, lanzo un grito, entonces se percató que estaba cerca de ella y me dijo que no me perdonaría si no iba a comer con ella.
Tomé otro taxi y en poco tiempo estaba llamando a Ana, me abrió y me abrazó todo lo estrechamente que pudo, el barrigón era impresionante ya, iba con un vestido de estar por casa abierto por delante con una tira de botones, me hizo pasar al salón y nos sentamos, empezó a contarme como se portaba mi primo Manuel y como lo llevaba ella, hasta que desde la cocina nos llegó un olor a guiso chamuscado, ella saltó maldiciendo pero cuando llegó el humo que invadía la cocina lo delató, se puso a retirar los cacharros ahumados y dijo…
- No pasa nada, tendré que hacer otra cosa para comer.
Yo le abrace por detrás rodeándole el bombo y le dije al oído…
- Comemos antes o…. después?.
- Creo que lo mejor es que lo dejemos para después, si te parece podemos hacer un aperitivo.
- Puedo elegir el menú?
Ana se abrió el vestido desde el primer botón hasta el último, por comodidad para estar por casa no llevaba ni bragas ni sujetador.
- Aquí tienes la carta, puedes elegir el primer plato y el segundo, el orden es lo de menos.
Se acercó a mí y me pegó las tetas a mi pecho, el vientre nos separaba pero me llevó a su habitación, cuando llegamos ya se le había caído el vestido al suelo, por detrás apenas se notaba la preñez, excepto la postura de los riñones, se inclino sobre la cama dejándome las nalgas a mi disposición, me senté en la alfombra poniendo mi cara entre sus piernas que se abrieron lo suficiente, el coño entre abierto recibió mi lengua, estaba sabroso, el clítoris lo chupe cuando ya salían los flujos de su vagina, se puso duro inmediatamente, bajo su cuerpo las dos tetas hinchadas por el embarazo oscilaban, los pezones estaban más grandes que de costumbre.
- Manu, tu primo está dándote besos desde dentro, pero seguro que espera que le des un regalo.
Me levanté, me quité los pantalones y los calzoncillos, la camisa también me sobraba y la arroje lejos, mi polla me la humedecí con saliva y la encaré al coño de Ana.
- Manuel mira lo que te traigo.
Metí una tercera parte, luego una segunda y a fondo, mi tía aguantó los empujones, me dijo que así le entraba más y que lo notaba demasiado hondo, le dije que se tumbara y me puse detrás de ella a su espalda, se la metí cuando levantó una pierna, aprecié que así no le entraba tan profunda y estaba más descansada, me cogió las manos y me las llevó a sus tetas, las estrujé con cuidado, me pareció que los pezones estaban húmedos y le pregunté si tenía leche ya, ella me dijo que a veces notaba como si gotearan, me acordé de la mujer del farmacéutico, también le sacaría la leche a Ana cuando le llegara el momento.
Ana se sentía abrazada y querida, me dijo que no tuviera prisa, que comeríamos más tarde, mantuve un ritmo de metidas suaves, tan suaves que mi tía sintió como un orgasmo la invadía por todo el cuerpo pero sin grandes espasmos, le pregunté si había tenido una corrida, me dijo que la mejor que podía esperar en mis brazos ahora, y que siguiera así hasta correrme yo.
Con el día que llevaba no tenía tampoco mucha prisa, por lo que estuve llenando de carne a mi tía, ella con mucha delicadeza se sacó mi polla del coño y lo puso en el agujero de su culo.
- Prueba por aquí Manu, empuja fuerte.
Le abrace a ella, la cogí por las caderas y empujé, ella con la pierna levantada me guiaba la polla sobre su culo, el glande se aplastaba en el agujero estrecho hasta que hizo que dilatara y entre sus dedos se escurrió mi verga dentro de su ano, cuando mis huevos le llegaron a su mano dijo…
- Ahora estate quieto un momento, tu primo quiere jugar.
En efecto por su vientre aparecieron unos bultos que se movían con fuerza, donde de momento aparecían, al otro había un hueco.
- Ahora ya puedes seguir, ya se ha tranquilizado.
Le sostuve la pierna en alto para que no se cansara mientras ella se acariciaba el clítoris y de paso comprobaba como mi polla entraba hasta el fondo de su recto, Ana lo notó enseguida, mi polla empezó a palpitar y ella cerró sus nalgas, mi polla exploto de leche a presión en su interior, cuando la saque ya blanda, Ana esperó a que el semen saliera por su natural, entre las nalgas se escurrió, mi tía se limpió antes de que llegara a la sabana.
Cuando comimos yo me había duchado antes de poner la mesa, mi tía hizo un plato combinado y lo regamos con cerveza, estuvimos hablando de varias cosas, hasta que me preguntó si sabía algo de su hermana Cris, no tuve valor de ocultárselo y le comenté lo que había pasado, ella lamentó la mala suerte de Cris y prometió llamarle con frecuencia, me apretó la mano con gesto de agradecimiento cuando le conté que habíamos hecho el amor casi de una forma desesperada.
- Lo entiendo perfectamente Manu y lo que te ha dicho Cris también te lo digo yo, me habría encantado ser tu mujer en otras condiciones.
- Gracias, y a mí que Manuel se llamara así por meritos míos.
Ana se levantó de su silla y se sentó sobre mis piernas y abrazándome me besó en la boca, su lengua buscó la mía y la encontró, sus tetas se apretaban sobre mi pecho y los corazones sonaban juntos.
Cuando se levantó suspiró y se volvió a mirar por la ventana, noté como le salían unas lágrimas, a mí se me hizo un nudo en la garganta.
Le ayudé a recoger la mesa y le acompañé un rato hasta la hora de la salida del tren, le di recuerdos para mi tío Jorge y me fui.
A la vuelta el tren iba bastante lleno, pero según iba parando en las estaciones se iba vaciando, cuando llegó al pueblo ya quedábamos pocos, yo me despiste entre la gente y corrí hacia el vagón del coche cama, entre por el hueco que había en la puerta y cuando llegué al departamento busque por el suelo las bragas de Vicenta, levanté la cortinilla por si se habían colado debajo, no hubo manera de encontrarlas, ya desesperado me rendí y fui a salir, pero vi un papel encajado en el cristal de la puerta del departamento, decía.
- “Gracias de todas formas, en el trayecto de vuelta las he recogido, espero volver a perderlas pronto, un beso”
- Bajé del vagón, al andén ya estaba solitario, me crucé con un empleado de la estación y me dijo…
- Por favor salga de aquí, no ve que hay un cartel que dice prohibido el paso?
- Lo siento no me había dado cuenta.
Continuará
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