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Manu - 2da parte

MANU – 2da parte    No pude ya contenerme, me arrodillé en el suelo, entre sus piernas y maniobré hasta que logré abrirle el pantalón y bajarle el cierre. Sentía ese aroma a macho en celo, a hombre caliente, a erección al mango, y vi su bulto bajo el calzoncillo, y lo acaricié. Sentí la dureza de su miembro y de un tirón le bajé el calzoncillo. Su miembro saltó y lo absorbí con mi boca hambrienta de sexo.Se estiró hacia atrás, estiró y abrió más sus piernas, me agarró de los pelos, empezó a gemir, y lo mamé hasta el paroxismo. El de él y el mío. Acabó a chorros violentos en mi boca, y tragué con deleite su leche.Se relajó por completo y me miró con sorpresa. Creo que nunca imaginó que yo iba a reaccionar como lo hice. Creo que pensó que iba a tener una tarea mucho más difícil para lograr algo de mí. Jamás lo había intentado seducir, nunca se me había ocurrido algo así con un amigo de mis hijos. Era casi como un sobrino por el afecto y la cercanía que siempre habíamos tenido ambas familias.Me sentí un poco puta, y eso me gustó. Pero creo que más le gustó a Manuel. A los pocos minutos reaccionó, se subió los calzoncillos y los pantalones, se paró y me llevó de la mano a mi dormitorio. Conocía muy bien la casa.En el dormitorio cerró la puerta de un empujón y me abrazó y me besó con pasión y calentura, una calentura de adolescente. Me murmuraba que jamás se había sentido así teniendo sexo. Que tenía alguna experiencia con mujeres maduras, que las prefería a las pendejas, por la experiencia y todo eso, pero que nunca había logrado tanta excitación y ganas de hacerme el amor, de cogerme, de hacerme de todo y todo junto.Lo calmé respondiendo a su vehemencia con suavidad e intensidad. Y lo ayudé a desvestirse, porque él ya había empezado pero con tanta torpeza que se estaba enredando con sus ropas.De pronto lo tuve totalmente desnudo frente a mí y le pedí que se relajara y se quedara unos segundos quieto porque quería admirar su firmeza y la frescura de su cuerpo de muchacho joven. Y que esperara así hasta que yo me hubiera quitado mi ropa.En minutos estuvimos frente a frente, desnudos los dos, deseándonos de manera animal. Noté que él temblaba levemente. Yo no sentí pudor por mi figura un tanto excedida de peso y mis carnes ya no tan firmes. Estaba demasiado excitada. Nada me importaba.Me tiró sobre la cama y me atacó con todo su deseo, y le rodeé la cintura con mis piernas y me penetró de repente, sin preámbulos. Estaba tan erecto su pene como si nada hubiera ocurrido unos instantes atrás. Me besó los pechos, me mordisqueó los pezones, me mordió los hombros, el cuello, mientras entraba y salía con demasiado ímpetu. Le pedí que fuera más despacio, que tomara conciencia de lo que estábamos sintiendo, aminoró su ritmo, y ambos gozamos más.A los minutos de empezar, yo tuve mi primer orgasmo, mientras él resoplaba de calentura, y me agarraba las nalgas con fuerza, y los espasmos de ese orgasmo lo hicieron excitarse al punto que no aguantó y me dijo que estaba acabándome adentro. No nos dimos cuenta ni tiempo de que estábamos cogiendo sin protección.Se lo dije. Se paralizó. Me miró con culpa. Lo miré seria, y luego lo besé con toda la pasión que mi calentura me produjo.Se fue deslizando hacia abajo, besándome los pechos, los pezones, mi vientre, mi pubis y llegó a mi clítoris, separó con sus dedos mis labios y comenzó a chuparlo, a absorberlo, a mordisquearlo suavecito, mientras metía otros dos dedos de cada mano en mi vagina. No aguanté y tuve mi segundo orgasmo.Hacía mucho tiempo que no acababa de esa manera. Me había masturbado muchas veces, claro, estando sola, pero no es lo mismo. Los orgasmos provocados con tanta pasión, son otro tipo de orgasmos. Son agonías placenteras, prolongadas, espasmódicas.Allí decidí detener la locura. Quería dosificarla. Quería que viniera con frecuencia, aunque no a diario, a verme y a gozar de mi cuerpo, y yo a gozar del suyo, tan firme, tan fresco y tibio, tan caliente por momentos, tan ágil y fogoso, tan joven y tan macho.Se lo dije. No quería que se quedara a dormir. Quería que descansara un rato y luego nos despidiéramos con dulzura, anticipando la próxima sesión de sexo y pasión. Le dije que lo quería ver pronto. Que yo lo iba a llamar. Me miró entre decepcionado porque quería seguir y expectante porque le estaba ofreciendo placer a largo plazo.

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