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Arroz con leche (VI)




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*¡Hola, cari… Marco! – cambió de repente mientras me recibía, al darse cuenta que mis niñas venían a todo galope para saludarme.

Y el jugoso y suculento beso que venía a mis labios, terminó en mi mejilla, bastante cerca de mi boca, de forma sonora y excitante.

Sin embargo, su abrazo fue celestial.

Pamela es de esas mujeres que no puedes evitar enrojecerte cuando te abraza (incluso, el simple hecho es todo un hito, en vista que su personalidad es tan difícil y arisca), porque sus deliciosos senos se terminan aglutinando en torno a tu pecho y la sensación es mucho más agradable de lo que pueden imaginar.

Quedé un poco embobecido tras ello (con ella, sonriendo satisfecha) y solamente al agacharme y recibir el abrazo de mi Verito y mi Pamelita me hizo regresar a la normalidad.

Pero el recibimiento de mi esposa fue, sin lugar a dudas, la guinda de la torta.

Si bien, habíamos pasado una sola noche sin dormir juntos, su beso fue bastante tierno y tranquilizador. No había un deseo animal o sexual en lo absoluto. Al contrario, fue un suave beso de enamorados que se prolongó durante 2 o 3 suspiros.

*¡Ostias! Que os besáis todos los días…-interrumpió Pamela, simulando enfado.

Pero Marisol y yo, avergonzados por lo ocurrido, podíamos darnos cuenta que era fingido y que tampoco había celos de por medio. Más bien, era una especie de envidia sana, donde se alegraba que mi esposa estuviese con alguien como yo.

Y les ruego paciencia, pero lo que sigue  forma parte de las vicisitudes de la vida de familia.

Verito me contó las nuevas: que Marisol les había dicho a ella y a Pamelita que tenían que tratar a Pamela como una “mami falsa”, porque la tía no tiene hijos y quiere saber cómo es ser mamá.

Miré a Marisol cuestionándola, pero ella me brindó una mirada complicada, como si hubiese roto una docena de huevos y no supiese qué hacer, por lo que le pregunté a Pamelita qué pensaba, en vista que ella tiende a tomar las cosas de forma demasiado literal.

Mi retoño respondió que era solamente un juego y que solamente, duraría 3 días (contando con sus dedos con mucha ternura…) y brindándome una hermosa sonrisa.

+ Pero también, le mostré “el lado malo de ser mamá…”-complementó Marisol, intentando enmendar su error.

- ¿Verito y betarragas?

+ Verito y betarragas.- confirmó mi esposa.

Entonces, le pedí a Pamela si me acompañaba a la cocina y llamé a mi Verito, quien ya se había dado a la fuga.

Tomé del refrigerador el pote y saqué las 2 betarragas que quedaban.

Mi hija ya sabía a qué atenerse, pero no perdía el valor. Pamela, en cambio, no sabía qué hacía en ese lugar.

Le dije a mi hija que de no comerse las betarragas, yo no tenía por qué comer pescado ese mes, lo que la indignó terriblemente, diciendo que era saludable para mí, a lo que yo arremetí que lo mismo pasaba con las betarragas.

Aun así, no quería comérselas. Entonces, tomando una de ellas, me la comí y le dije que le había dicho a su tía que ella era muy valiente y que no ponía problemas, pero que ahora, por no comerse sus betarragas, papá estaba quedando como un mentiroso y que la opinión de la tía se había entristecido.

A Verito le gusta agradar a las personas y esa presión, que alguien pensara mal de ella, le pesaba más que su desagrado por las betarragas, así que haciendo un enorme esfuerzo, se comió su hortaliza y rumió, casi con tristeza, su calvario.

Pamela estaba impresionada, porque en realidad, Violeta (su hermana y la más pequeña de mis cuñadas) es una niña bastante dócil, mientras que Verito, a su corta edad, tiene su personalidad extremadamente marcada.

Una vez que terminó, me acerqué al pote de las galletas y le cedí 2, felicitándola por su esfuerzo. A pesar del desagrado, mi hija me miró feliz y cariñosa y se dejó acariciar en la cabeza.

*¡Mi madre! ¡Sois increíble!- exclamó Pamela, cuando Verito salió de la cocina.

Pero no era todo. Pidiéndole con el dedo que guardase silencio, le pedí que me siguiera a ver a mis hijas.

Mientras que Pamelita continuaba en su mesa de dibujos, llegó Verito y le cedió una de sus galletas.

- Lo han hecho así desde siempre, porque siempre han estado juntas.- le dije con orgullo.

Y la mirada de Pamela dio como un destello, porque era una faceta que no conocía de mí y que también le gustaba.

Durante la cena, no conversamos nada trascendental, salvo que Pamela me contó que había hablado con Juan por la mañana y que todo estaba bien. No obstante, lo que me terminó sorprendiendo fue la naturalidad con la que me lo dijo, como si no hubiese nada de malo con ponerle los cuernos a su prometido.

Pero las sorpresas no cesaron, ya que Marisol se fue a acostar antes que nosotros, encargándonos traviesamente que lavásemos los trastes antes de irnos a la cama y despidiéndose de mí con simples aleteos de mano, en lugar del beso en los labios que yo esperaba.

Debo decir que tuvimos buena dinámica lavando la loza y que, en cierta forma, la decisión de mi mujer fue acertada, porque nos permitió regresar al dormitorio matrimonial sin tantas complicaciones como la noche anterior, en el sentido que Pamela entró al baño a arreglarse con la misma soltura como si hubiese sido ella mi esposa.

Aun así, quedé pasmado al verla…

*¿Pasa algo?- preguntó ella, sonriendo coqueta y distinguida desde el umbral del baño.

- No… es que… extrañaba a Marisol.

Pamela no podía dar crédito a mis palabras. E imagino que fue la primera vez en sentirse rechazada para acostarse con alguien.

* ¿Queréis… queréis que la llame?- preguntó con un carraspeo y un tartamudeo incómodo.

Era evidente que ella quería estar conmigo, por la forma deliciosa de mirarme y, sin embargo, nos quería tanto a su prima y a mí, que estaba dispuesta a sacrificar su antojo.

- ¡No! ¡No!- respondí nervioso, sonriéndole y pidiéndole con la mano que se sentara en la cama.- Es solo que… ustedes son muy distintas, al momento de acostarse.

Me miraba intrigada, mientras yo le trataba de explicar la rutina que, más o menos, ha hecho mi esposa,  durante estos 4 años de matrimonio.

Simplemente, mi esposa se peina, alisándose los cabellos; se lava los dientes; se perfuma un poco y a veces, se pone labial, para luego, antes de salir el baño, retocarse el escote del pijama o camisón y que sus pechos se muestren imponentes.

Lo que me llamaba la atención es que Pamela fue más detallista: se encrespó un poco las pestañas; se lavó los dientes; usó un labial rosado; se puso cremas en la cara; me pareció verle que usó sombra; se perfumó y se hizo una cola de caballo, junto con su camisón rosado favorito haciéndola ver increíble.

*¡Ostias, Marco!- replicó ella, bastante colorada.- ¡Es obvio, tío… que una chica se arregle para alguien con quien le gusta follar!

- Pero, Pamela…

* Que no hemos cogido en 2 años, ¡Joder!... y que ya me la pones difícil, con las cosas que me hablas.

- Pero, Pamela…- insistí, sonriendo.

*¡Ostias, Marco!... que sois el único que le da la cantaleta para hablar… mientras que los otros guarros, ya me están comiendo las tetas.

Me reí.

-¿Quieres que te coma los pechos?

Pamela enrojeció más…

*¡No!... ¡O sea, sí!... ¡Sois un guarro!- replicó enardecida la “Amazona española”, pero rápidamente, menguó.- ¡Carajos, Marco!¿Por qué no solo me follas y ya?

Por la forma que lo expresó, noté que quería olvidarme. Ella también quería dejar pasar esos sentimientos que nos atormentan.

- Es que Pamela, yo te amo…

*¡Y dale con las flores, tío!- respondió,encendida como un sol.- Marco, yo no soy Mari. No necesito tus palabras bonitas. Soy feliz con una cogida y ya…

- Es que no puedo evitarlo.

* ¡Ostias, Marco! ¡Que es solo una follada!-exclamó exaltada la “Amazona Española”- Además, tú no me amas, tío. He sido siempre un culo contigo y a ti te gustan solo mis tetas.

Entonces, la tomé de la cintura y aproximé mi rostro cercano al de ella. Pamela, anonadada, me contemplaba con temor, puesto que nunca tomaba yo la iniciativa.

-¡Eso no es verdad! ¡Yo te sigo amando!

* Pero ¿Por qué, tío?-preguntó, sonriendo nerviosa.-Tenéis a Mari, que es una chica súper guay y yo…

- Pues, por lo mismo.-interrumpí.- Pamela, me encantaría que Marisol fuese tan celosa como tú, que tuviese un carácter tan complicado como el tuyo… pero también la amo, porque es dulce, es tierna y necesitada de cariño… y también, es sexy…

Y no quiero sonar arrogante, pero que le dijera “sexy” le hizo sentir algo: sus ojos se cerraron, su rubor se remarcó en sus mejillas y soltó un suspiro suave, mientras sus tibias manos se posaban en mis mejillas, añorando un beso.

*¡Marco, no digas mentiras! ¡Fui una zorra! ¡Una guarra! ¿Cómo podéis amarme?- preguntó, a ojos cerrados, con esa trompita seductora y excitante, levantada levemente para indagar más.

-¡Es que eres soberbia!- le respondí, sujetándome los dientes con todas mis fuerzas, para no devorarla a besos.- Tienes un trasero increíble… (mi mano acariciaba esa tibia obra de arte, luchando fieramente contra la gravedad, el peso de la cintura de Pamela y el colchón, con tal de palparlo en gloria y majestad) unos pechos seductores y riquísimos…(para mayor afrenta, esos sensuales globos marcaban a gritos los pezones, demarcándose lascivamente con la agitada respiración de mi compañera) y esa actitud tan altanera y arrogante, ¡Me vuelves loco!

Para esas alturas, ya no me podía contener: lamía su cuello moreno con alevosía y le hacía sentir cuánto la deseaba.

*Pero… ¡Ostias, cariño!- se trataba todavía de resistir, a pesar que sus suspiros se tornaran cada vez más infames con mis besos en su cuello.- ¡Sois el esposo de mi prima!... ¡Y tenéis esta dura y gorda polla, que me encanta! (dijo, agarrándola y estrujándola con las 2 manos, volviéndome más loco en el proceso)… y la forma que me miras… y la manera que me coges…

Y el éxtasis fue pleno, porque Pamela, al igual que Marisol, hizo una mueca entremezclada de dolor, lujuria y placer al forzar mi glande en su tibio y mojadísimo interior.

Sus manos subieron rápidamente a mis hombros, su boca se abrió en forma de un largo“0” y sus ojos, al parecer, se emblanquecieron por completo.

Y como si estuviésemos zozobrando en alta mar, mis arremetidas eran largas, suaves y extremadamente placenteras para ella, que no paraba de fluir.

*¡Cariño… si estuvieras casado conmigo… te sería fiel!- me dijo, en un fugaz momento de lucidez.- ¡Cogería contigo… todos los días… y haría contigo… lo que pidieras… mientras me beses… y me abraces todo el tiempo!

- Como yo con Marisol…- respondí, disfrutando de esa sensual ninfa.

Y ese pensamiento le hizo explotar de una forma sobrenatural: su gemido pareció querer retumbar por las paredes y no fue más potente, porque terminé subyugando su boca con mis labios.

- ¡Pamela, no grites!- le imploré, cuando se repuso un poco.

* ¡Ahh!... ¡Ahhh!... ¿Cómo me pides eso?

- Es que la vecina de al lado nos escucha.

Pamela se contrajo un poco más por el nerviosismo…

*¿Qué?- preguntó, sin bajar para nada el ritmo de nuestras potenciadas sacudidas.

-¡Sí! A Marisol… y a mí, ya nos ha venido a reclamar… porque ella acababa muy fuerte…

Podía sentir enormes inundaciones emanar de ella por solo mencionarle aquello y su ritmo enfermante buscaba empalarse cada vez, con mayor ansiedad.

* Pero, ¡Ostias, cariño!... ¡No me cojas tan fuerte!...- me imploraba con desesperación, pero aferrándose con fuerza a mis hombros y envolviéndome con sus piernas para que no la sacara de su interior.

- Pero Pamela… ¡No puedo evitarlo!... ¡Hacen 2 años que no te hago el amor!

Y cada frase, parecía encenderla más. Como he mencionado, Pamela es multiorgásmica (al punto que el amante más mediocre le podía brindar placer) y era realmente sorprendente sentir cómo cada embestida era recibida por una marejada inagotable de flujo.

La cama se anegaba y aparte de la sensualidad de la prima de mi mujer, una curiosidad morbosa quería saber cuánto más podía hacerla correr, si la enterraba un buen rato en lo más profundo de su centro.

* ¡Ostias, Marco!... ¡No sigas!... ¡Carajos!...¡Maldito!... ¡Qué polla tienes, pichón!... ¡Para de cogerme así, bastardo!...¡Por favor, cariño!... ¡Me vas a matar!...

Pero por alguna razón, quería excitarla más. Se me quedaba muy marcada la conversación en la cena de cómo había hablado con Juan y el morbo y la arrogancia, la tenía impregnada en la sangre.

- Pero Pamela… te vas a casar con Juan…- repuse, con un enfado y haciéndome nudos mentales sobre mi glande para no acabar antes.- ¿Cómo quieres que me ponga… si otro más te va a preñar?

Y eso fue algo que Marisol me reveló al poco tiempo, tras la partida de Pamela: que las 2 fantaseaban con que yo las embarazara.

Que“era enfermizo, pervertido y traicionero”, según Pamela, pero a la vez, no podía dejar de pensar en ello.

* ¡Ostias, cariño, no sigas!- replicaba ella, afirmándose con violencia sobre mi hombro.- ¡No sigas, por favor!

-¿Qué pasará cuando nos visites?- pregunté.- Te veré y serás de otro… y no podré marcarte…

Sus uñas se enterraban profundamente en mis hombros.

*¡Marcoooo!… ¡Cariñoooo!... ¡No siiigas!... ¡Poorfavoooor!- replicaba nuevamente desbocada.

-¡Me pondré celoso… de mi Amazona Española! ¡Y no te podré hacer el amor… más!

Y eso me hizo estallar de una forma desencadenada. Conté, al menos, 4 explosiones, mientras que mi ritmo frenético apenas bajaba.

*¡Nooo, Marcooo! ¡Noo sigaas! ¡Podrás follarme!¡Podrás follarme y hacerme lo que quieras!- replicó ella, agotada y bajando de a poco el ritmo. - ¡Seré tu zorra! ¡Seré tu puta!... y cuando Mari y tú vengan a verme… podrás cogerme. ¡Quiero tener tus niños, cariño!... ¡Que seas el único que me preñe!

Yo me iba drenando con satisfacción. Su cuerpo sudoroso, tibio y blando, con el aire densamente cargado con nuestros olores mutuos, junto con esa mirada coqueta, lasciva y deseosa, confirmaba que mi espera había valido la pena y que la noche estaba lejos de acabar.


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1 comentarios - Arroz con leche (VI)

pepeluchelopez +1
Fiuuu que intenso mi hermano! Espero la continuidad, saludos
metalchono
Ahí sigue. Espero que las cosas estén mejorando para ti.