You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Incorporada a la empresa.

Se me vino la noche: en plena tarea (propuesta técnica, extremadamente complicada, para un importante cliente) absolutamente impostergable, Marina mi asistente, sufrió una apendicitis aguda que requirió una intervención de urgencia e internación.
Tenía terminante necesidad de ayuda. En recursos humanos me dieron, como única solución, tomar personal técnico temporario y resolvieron brillantemente el imprevisto. Me ofrecieron una analista muy capaz, con experiencia y despierta que, entraría en tema con la rapidez que el caso requería por haberse ya desempañado en proyectos similares.
Su nombre era Ivana. El lunes temprano vino a y entrevistarse conmigo. Me agarró desprevenido. Era una “minona” desenvuelta y calificada para la función. Comenzó a trabajar de inmediato y durante la semana alternamos tareas técnicas y, breves, muy breves, charlas informales y agradables.
Era madre soltera de una nena y, de momento, sin pareja.
Aceptó venir a trabajar el sábado, para adelantar la propuesta.
A la tarde, después de un intervalo de una hora para el almuerzo, se presentó con un vestidito, livianito, que dejaba adivinar lo que había debajo. No conseguía, mientras hablábamos, mantener los ojos en sus ojos y comencé a sentir que algo iniciaba a tensarse entre mis piernas.
Era muy desenvuelta. Estimo que era consciente de me había impactado pero fingía que no y sonreía abriendo los labios rojos y mostrándome sus dientes perfectos.
“¡Si pudiese morder esos labios y meter lengua, entremedio, de esos dientitos!!” pensé.
Mientras continuaba indicándole cual eran las tareas que esperaba de ella, mis ojos “cayeron” en su seno y pude pispiar, a través de la tela, dos aureolas anchas y dos pezones tiesos y duros. Señal de excitación de su parte. ¿Y un desafío? En estos casos, creo, que vale la pena intentar, en el peor de los casos, puede surgir alguna cachetada, pero uno sabe cómo defenderse.
Estábamos solos en la empresa, era la tarde de un sábado, y teníamos todo el tiempo por delante.
-¡ Uhhfff, hace calorcito hoy aquí! ¡La tela de estos vestiditos es un engaño! – comentó.
Se tomó, con ambas manos, la pollera y la sacudió, con el movimiento típico para airearse, piernas y entrepiernas.
¿Debía seguir esperando?
-Sí, es sábado y el aire acondicionado central está apagado.- le respondí.
Me ubiqué detrás de ella que se había inclinado sobre su escritorio para maniobrar en unos papeles, apuntando su trasero hacia mí, la tomé de las caderas. No reaccionó mal, es más, de irguió y apoyó su espalda en mi pecho y su culo en mi entrepiernas, como para constatar mejor mi erección. ¡Y yo había actuado con precaución! La besé en el cuello, mientras la tenía apoyada y ella frotaba con sus nalgas mi bulto. Le aparté el cabello largo, para tener más espacio, giró la cabeza, para ofrecerse mejor y le mordí el lóbulo de la oreja.
De pronto giró, acercó su boca a la mía mostrándome su lengua roja, invitándome a chupar: la absorbí en mi boca. Nuestras lenguas se encontraron, se enroscaron mezclando las salivas e incrementando la excitación. La separé un instante:
-El equipo está apagado, mejor te saco, el vestidito que te da calor –
Le desabroché la prenda que, con su ayuda, resbaló por sus caderas y cayó a sus pies. Volví a chuparle la lengua maravillosa y metí mano en sus nalgas abultadas y firmes. Luego la tanga, fue a reunirse con el vestidito a sus pies.
Ivana, indudablemente, era “de armas tomar”. Agarró mi bulto, masajeándomelo, la tela del pantalón de verano era fina y daba la sensación que ya tenía mi verga, desnuda, en su mano. No faltó mucho para que fuese cierto, bajó el cierre de mi pantalón, hurgó en mi slip y la sacó. Quedó satisfecha ya que, dejó de besarme y con una amplia sonrisa:
-¡Qué buen útil tenés!! ¿Puedo?-
Se agachó con su boca a la altura de mi pija y se la puso en la boca. La mamó un rato y, luego, se reveló una verdadera artista, mientras con una mano la sostenía con la lengua lamía la parte inferior, hasta los testículos, metiéndoselos en la boca, uno detrás del otro chupando como una diabla, de regreso le daba besitos, lamiditas y chupaditas a la cabeza. Así reiteradamente, incrementando mi calentura, hasta que decidí pasar a otra fase.
-¡Levantate, por favor!- le sugerí.
Lo hizo refregándose contra mí. El resultado fue potenciar, más aún, el deseo ya que nuestras intimidades rozaban una con la otra, sin tela de por medio. Hice una breve pausa para bajarme pantalón y slip. La verga, bien parada, volvió a refregarle la concha, ella apoyada en el escritorio con las piernas entreabiertas. Sentía el calor de su sexo e imaginaba las maravillas de ese agujerito. No aguanté más el sólo imaginar:
-¡Vení, vamos al sofá de la gerencia!- le dije, en tono autoritario.
Tuvimos que deshacernos de las prendas que, bajadas, habían quedado a nuestros pies, impidiéndonos el libre desplazamiento. Quedaron en el piso de mi oficina. La llevé de la mano.
Se acostó en el amplio sofá con las piernas bien abiertas. Habíamos llegado al momento fatal: se la puse, con increíble facilidad, resbaló adentro como sobre manteca derretida.
La posición no era la más cómoda, pero podíamos continuar el boca a boca. Ivana sabía realmente usar la lengua, me la metía toda en la boca mientras yo me movía dentro de su concha, apretada y caliente. La estaba cogiendo con decisión y perseverancia, cuando metió una mano entre nuestros cuerpos en procura de los genitales; la muy zafada me apretaba la verga entre sus dedos apenas emergía de la concha. Ese contacto me subió a la cabeza, y sentía las pelotas llenarse, pero no quería acabar aún. Pero ella estaba decidida a que eso sucediese, se puso en el papel de una gimnasta, levantando y meneando las caderas, sacudiendo su pubis contra el mío, declamando, a viva voz, lo bien que lo estaba pasando y, por último, su orgasmo. El mío le siguió segundos después, con derroche de semen en su interior.
Transcurridos unos minutos de relajamiento físico y psíquico, me bajé de encima de ella y nos sentamos, lado a lado.
Así, aún desnudos, Ivana se sinceró que me había provocado por calentura – dijo que tenía meses de abstinencia – pero, también porque:
- ….me da calor pedírtelo, necesito un trabajo estable …. vos podes recomendarme …. a algún colega tuyo en la empresa ……-
Así fue que se convirtió en la asistente, permanente, de Guido, un ingeniero al que le interesó, a la par de la capacidad técnica de Ivana, su liberalidad, generosidad y propensión a hacer “dádivas”.
Con el tiempo me aseguró que era perfecta.

3 comentarios - Incorporada a la empresa.

bellaybestias
Muy buen relato nos gusto esperamos que pase por el nuestro y opines gracias
mdqpablo
muy buena historia . gran relato van pts
Zoe697
hot, me gusto gracias 💖➕🔟