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Capítulo 1: Confesiones de ella
Capítulo 2: Confesiones de él
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
¿Cuánto tiempo podría llevar aquella vida? En el último mes, sin que Tony lo supiera, había seguido follándome a su novia Lola. Y sin que Lola se enterase, al mismo tiempo, me estaba empotrando a Isa (la personalidad femenina de Tony).
Entre ellos la situación parecía seguir normal, pero yo sabía lo que pasaba: el que yo les diera sexo cada uno por su lado implicaba que no necesitaban tantas relaciones entre ellos, de forma que podían seguir su relación de pareja de forma normal. Engañados mutuamente. Y yo me sentía terriblemente mal por ellos… salvo cuando me seducían con su jodido erotismo y caía en el placer.
De hecho había empezado a calmar mi mente pensando que, si en el fondo, ambos se engañaban mutuamente conmigo, yo no era culpable. Venían siempre a mi casa a consumar, en ningún momento les buscaba yo. Bueno, o me llamaban si iban a estar sólos, pero en ningún caso yo les escribía mensajes como los que me dedicaban ellos, tipo “tengo hambre, me apetece comer algo contigo” o “necesito algo mejor que mi silla para sentarme ;)”.
De hecho, un viernes por la tarde que me presenté en casa de Lola, me pidió quedarme un minuto en la puerta antes de entrar. Cuando lo hice, estaba completamente desnuda en la cama, apoyada, esperándome con las piernas separadas. Por lo que comprobé, se había depilado hacía muy poquito. Tal vez justo antes de mi llegada.
“¿Qué se siente?”, me preguntó.
“¿A qué te refieres?”
“A saber si te gusta tener una putita desnuda esperando para hacer guarradas”.
“Lola, no. Es decir, no digas eso, tú no eres ninguna putita. Eres mi amiga. Con derechos, más de los que debería tener, pero…”
No alcancé a terminar la frase pues se abalanzó a por mis labios. Me fue despojando de la camiseta muy poco a poco.
“Esa era la única respuesta correcta, cariño… si me hubieras dicho que sí, en vez de sexo, hoy te daría una patada en las pelotas”.
“¿Es que ha pasado algo?”, le pregunté extrañado. Normalmente nuestro sexo se limitaba a eso. Al sexo. Bueno, al pequeño precio de que me pusiera al día del estado de su relación con Tony.
“Mira… me estoy planteando dejarlo con Tony”, dijo para mi sorpresa. “Creo que me está engañando con otra, y bueno. Yo a él sí le estoy engañando. No nos merecemos esto”.
“No te está engañando con otra”. Pude decirlo porque la verdad es que le engañaba con otro, no con otra. Que era yo mismo.
“Aún así, últimamente ni me toca. Y yo necesito eso. Quién sabe. Lo mismo si todo termina bien con él… tú y yo podríamos replantearnos esto…”, propuso.
Pero no pude responder porque en ese momento estaba liberando mi pene de su prisión de tela. Me quedé quieto mientras me la chupaba. Lola era realmente entregada en el sexo. Cerró los ojos mientras yo contemplaba como mi flauta de carne desaparecía entre sus labios una y otra vez. Tendría que esforzarme en devolverle un buen cunnilingus luego.
Y aún así me sentía culpable de nuevo. Tal vez esa relación se estaba deteriorando por mi culpa. Debía hablarlo con Tony antes de que fuera demasiado tarde. No podía dejar de lado su relación con Lola por una aventura, y menos aún tal como lo teníamos montado. Pero no era el momento de pensar en eso, cuando mi pene soltó una carga de semen.
Echamos un polvazo. Me preguntó si podía quedar también al día siguiente. “Tony tiene planes”, me dijo. “Efectivamente, ha quedado conmigo”, pensé. Pero en su lugar me limité a decir:
“Lo siento, he quedado con una amiga”.
“¡Pero bueno! ¿Me estás engañando con otra?”, preguntó, y aunque parecía broma, había algo raro en su tono de voz.
“Emmm, no… Para engañarte tendríamos que salir…”
“Ya lo sé, joder. Mmmmm. No me hace mucha gracia compartirte con cualquiera. Quiero conocerla”.
“Mañana no podrá ser. Otro día”.
“Vaaaaaaaaaale”, dijo con fastidio. “Pero antes de irte…”
Y me fui de su casa después de haberle comido el coño durante veinte minutos.
A la tarde siguiente me presenté en casa de Tony. Me preocupaba muchísimo que de pronto aparecieran sus padres. O quizá Lola. Pero él estaba tranquilo. Por lo que me dijo, estaríamos solos hasta que nos fuéramos. Y como tenía la intención de dormir conmigo, no aparecería por casa vestido de Isabel. Llevaría su ropa de Tony a mi casa antes de irnos a tomar algo.
“Oye. Perdona que te pregunte, pero… ¿cómo te van las cosas con Lola?”, le pregunté.
“Pues… normal. ¿Por qué lo preguntas?”
“La he visto un poco rara estos días. ¿Va todo bien?”
“Sí, bueno… como siempre…”
Miré a Tony. Poco a poco se quitó la ropa, quedando completamente desnudo. Y se puso las braguitas negras con el sujetador a juego. Ya era oficialmente Isa.
“¿Y ese como siempre significa…?”
“Ay, no sé. Mira, la quiero mucho, pero… últimamente no nos calentamos, ¿sabes? No es como estar contigo. Me das mucho placer, y logro acabar varias veces en una noche. Con ella me está costando correrme…”
Se estaba pintando los labios.
“La culpa de eso va a ser mía…”
“La verdad es que sí. Haces que me corra sin necesidad de tocarme”, admitió ella.
“Pues voy a tener que empezar a tocarte. No me apetece que rompas con Lola. Aún tienes que cumplir con ella”.
“Eso se soluciona rompiendo con ella y siendo oficialmente tu novia, ¿verdad?”, dijo mientras terminaba de aplicarse el lápiz de ojos. Realmente se veía sexy. “Mira, me arreglaré con ella, pero esta noche es nuestra, ¿vale? Uy… ya veo que sí…”
Verla reclinada sobre el espejo, apoyada en la cómoda me había encendido. Me había puesto tras ella, apoyado mi pelvis sobre su culo, y acariciaba sus caderas. Estaba demasiado femenina y atractiva como para resistirme. Pensé que me detendría, ya que la idea era salir a tomar algo, cenar, y rematar la noche con sexo.
Pero en su lugar tomó mis manos y se las llevó a las tetas. Recuerdo preguntar “¿Te apetece?” y escuchar un “Sí” en un susurro antes de tomar la iniciativa con ella. La giré para que me mirase y besé sus labios con fuerza. La sujeté del culo y la senté sobre la cómoda, quedando ofrecida a mi.
“Ten cuidado, amor… Te recuerdo que tenemos cena…”
“Lo sé”
Volví a besar a Isa mientras mis manos luchaban para quitarle las braguitas. Se las levanté pon poco, lo justo para poder alcanzar su ano. Me abrí la bragueta, y dejé que el pantalón se me cayera un poco. No quería rozarla con la tela vaquera. Eso sería molesto. Me saqué el pene, erecto.
“En el cajón… lubricante…” susurró Isa.
Abrí el cajón y localicé rápido el lubricante. Le apliqué un poco sobre su culito, y empujé despacio mi erección. Se abrió con bastante facilidad. Lentamente terminé por completo dentro de ella. Acaricié un poco sus caderas. Empecé a penetrarla con ganas. Estaa muy cachondo. Y ella me miraba… joder, si es que estaba riquísima. Nada dejaba atisbo de quién estaba bajo esa personalidad.
“Cómo sigas… voy a correrme…”, me advirtió.
“¿Y eso es malo?”
“¿Cómo va a ser malo? Sigue, mi amor…”
Nos besamos. Sentí un espasmo y en ese momento eyaculé dentro de su culito una buena carga de mi esperma. Y no sólo eso. Isa también se corrió, manchando sus braguitas con sus fluidos.
“Malo. Y te pedí que tuvieras cuidado”, protestó como una niña pequeña. “Pero cómo me puedes gustar tanto… eres una adicción, ¿sabes?”
“No me digas eso”, le dije mientras le quitaba las braguitas del todo. “Ahora ponte unas limpitas y vámonos a cenar antes de que esto se nos vaya de madre”.
Se cambió, y terminó de vestirse. Llevaba puesto un vestido azul de esos que son de una pieza, sin mangas. Con la falda muy corta, mediante la cual se me ocurría que podíamos tener diversión más de una vez. Pero debía controlarme un poco. Esa noche tenía que ser la última de aquella vida alternativa de sexo desenfrenado. Había que poner el límite en alguna parte.
Salimos de casa. Dejamos su mochila con ropa de Tony en mi casa, y luego nos fuimos a la cena. Habíamos pillado mesa en un restaurante de apertura reciente. No era un lugar especialmente caro, pero sí algo medianamente distinguido.
Isa disfrutó mucho de que la trataran de signorina, de mi bella acompañante, y yo debo reconocer que me halagaba estar con una chica así en un sitio como aquel. Tomamos un poco de vino durante la cena. Isa estaba animada, y me contó algunas cosas más que yo desconocía.
“En realidad no necesito ser así todo el día”, me confesó. “No al menos desde que me aceptaste tan bien. Pero me gusta, ¿sabes?”
“Me alegro”.
“Y creo que voy a hablar mañana con Lola. Voy a presentarme delante de ella así vestido. Y me gustaría pedirte un favor. Quiero que estés conmigo”.
“¿Estás segura? Me parece algo demasiado personal como para que haya un tercero ahí…”
“Necesito tu apoyo. Me destrozaría que se lo tomase a mal. La quiero. Pero también a ti. Y si ocurre algo, te quiero a mi lado”.
Tomé su mano y la miré directamente a los ojos.
“Estaré contigo, ¿vale?”
“Gracias”, dijo con una sonrisa. “No te merezco”.
“Tonterías. Mereces que te comprendan”.
Su sonrisa se acentuó un poco más. La verdad, no contaba con tener que estar delante en aquella situación. Si Lola se lo tomaba a mal, podría revelar que nos habíamos acostado en varias ocasiones las últimas semanas. Pero no era momento de pensar eso. Terminamos de disfrutar la cena.
Y después de una buena cena, tocaba salir a bailar. Fuimos a un bar de música alta, poca luz… un sitio que no me apetecía mucho, pero Isa se moría por visitar. Llegamos y ya había una gran cantidad de gente dentro. Como pudimos, fuimos capaces de llegar a la barra, y cuando logramos esquivar a varias personas sin que nos tirasen las copas, logramos ocupar una mesa.
“Mucho ambiente, ¿no?”, pregunté alzando la voz para hacerme oír. “Esto está hasta el culo”.
“¿Qué dices de mi culo?”, preguntó Isa, que no me oía bien.
“Que me encanta”, dije, y le guiñé el ojo.
“Tontorrón”, respondió. Se sentó a mi lado y me dio un beso que me quitó la respiración. “¿Te importa si voy a bailar un rato?”
“Adelante”.
Se marchó a la pista de baile mientras yo me quedaba degustando el sabor de mi gintonic. Estaba rico, aunque no tanto como los labios de Isa. A lo tonto, a lo tonto, me estaba quedando pillado por ella. Y eso que conocía su secreto.
Míralos, pensé mientras observaba desde mi mesa la pista de baile, y podía ver a muchos chicos lanzando miradas nada discretas a Isa y su baile. “Cuántos de vosotros la repudiaríais si supierais su secreto. Y aquí estoy yo, sufriendo por ella”. Pero sonreí al recordar que ella me quería a mi.
Cuando volvió a mi lado yo ya me había terminado mi vaso. Estaba radiante. Me eché a un lado para que se pudiera sentar, pero ella optó por ponerse encima de mi. Dejó que el vestido resbalase por sus piernas hacia arriba, estando sobre mi a horcajadas. Nos esamos con pasión.
“¿Te apetece venir?”, susurró en mi oído.
Yo no sabía dónde me quería llevar, pero dije que sí. Se levantó de un salto, vacío la copa de un trago y me fui tras ella, que me había agarrado la mano. Con poco disimulo fuimos hasta los baños, y allí entramos en el de chicos.
Verifiqué que estábamos solos y entramos en uno que estaba lo bastante limpio como para aguantar allí un rato. Me senté sobre la taza y en ese momento Isa volvió a subirse la falda. Se arrodilló delante de mi, y se aferró a mi pantalón.
“Esto es una locura… pero me apetece mucho…”
“¿Aquí? ¿Estás segura?”
“Segurísima”
Abrió mi bragueta y con mucho cuidado sacó mi pene, erecto por el morbo y el beso de antes. Lo engulló de una vez. Gruñí. Aquella garganta profunda me ponía a mil. Relajó un poco el ritmo y empezó a mamármela como normalmente. Su cabello me tapaba la vista, y lo aparté con mimo. Me miró a los ojos.
Sin decir nada, prosiguió con aquella lenta felación. Acaricié sus mejillas. Era jodidamente buena. Y yo demasiado sumiso a sus deseos de tener sexo con un hombre. Contigo. Quiere sexo contigo. No ha buscado con nadie más, me recordé, y sonreí como un idiota. Ella lo entendió como un gesto de placer y dedicó varios lametones a mi glande antes de continuar.
“Isa… me corro…”
Sin decir nada, siguió chupándomela hasta que varios chorros de mi esperma se deslizaron por su boquita y su garganta. Se aseguró de que no tenía ni una mancha por mi pantalón ni en sus labios (tuvo que limpiarse la comisura) para quedar satisfecha.
“Podríamos ir ya a tu casa… estoy muy caliente…”, me dijo.
“Isa… espera…”, dije mientras ya caminábamos por la calle, con bastante prisa por llegar y excitados. “Con calma…”
“¿Por qué? Estoy ansiosa. Quiero que me pongas mirando a la luna”
“Sí, pero con calma… Isa, me siento culpable. Es decir… tú eres muy entregada, y yo no puedo corresponderte… darte el mismo placer que me das tú…”
Era cierto que me preocupaba esa desigualdad en nuestros coitos, pero a ella no pareció importarle. Me miró seriamente sujetándome de los brazos.
“Me das muchísimo placer. No lo dudes. ¿Que no me das sexo oral? Cuando me embistes veo el cielo. Y quiero que siga así. Así que vamos a tener sexo hasta que amanezca. Extásiame”, me pidió.
Llegamos a mi casa y volamos al dormitorio. Isa tiró de mi pantalón hasta que estuve desnudo de cintura para abajo, con mi polla apuntando hacia ella. Se levantó el vestido hasta dejar accesible su culito, se quitó las bragas, e igualmente tiró hacia abajo de la prenda, liberando sus tetitas.
Me tiró sobre la cama y subió encima de mi. Llevó mi rabo a su culo abierto y se dejó caer. Tendría que haberse lubricado un poco pero estaba fuera de sí. Empezó a cabalgar sobre mi con ganas. Se movía rápidamente mientras mi pene se iba abriendo paso en su culo. No tardé mucho en tenerla metida por completo dentro de él. Me desabrochó la camisa.
“¿Estás bien?”, me preguntó.
“Sí”, dije, aunque algo preocupado por el hecho de que su erección apuntaba en dirección hacia mi.
“No te preocupes por esto… no dejaré que te manches…”, gimió mientras volvía a subir y bajar por mi polla. Me fijé en que la suya empezaba a rezumar líquido preseminal. Pero me dejé disfrutar por la sentación de mi rabo penetrando en su culo. Mi respiración se agitó cuando se acercaba mi orgasmo. Intenté aguantar el mayor tiempo posible, pero finalmente estallé en una corrida dentro de su ano.
Y entonces Isa llevó las manos a su propio pene, en el mismo momento en que empezaba a eyacular. Sus dedos quedaron impregnados por sus propios fluídos, los cuales se lamió eróticamente para mi deleite.
A continuación se puso en cuatro ofrecida a mi. Me puse tras ella y se la metí con cuidado. Esta vez debíamos ser más sosegados. Y en ese momento…
“¡Hola!”, apareció Lola en mi habitación. Me fijé en que tenía las llaves de mi casa en la mano. “Oh, pensé que estarías sólo, como es tan pronto…”, dijo, claramente cortada. Yo me había quedado inmóvil, pero Isa estaba paralizada. Y es que Lola había entrado sin camiseta. “Mierda, te he arruinado la noche… Lo sient…”. Claramente había venido con ganas de sexo. Y me había pillado con otra. Y Tony se estaba enterando de que su novia venía a follarme. “Un momento…”
Le cambió la expresión. Yo retrocedí, horrorizado. Pero Isa intentó esconderse. Lamentablemente, sólo llegó hasta la pared. Y Lola lo entendió todo. Isa era su propio novio.
“¡Serás maricón!”, gritó escandalizada.
Salió de allí. Tardé un poco en reaccionar. Tony, quien se había despojado de su “yo” masculino, estaba sentado en la cama, mirando a la nada.
“Tony, yo…”
“Así que tú te la estabas tirando, ¿no?”, preguntó en un tono tan suave que hubiera preferido que me gritase.
“Sí. Nunca me lo perdonaré, pero… joder, vuestros problemas en la cama me salpicaron y…”
Él negó con la cabeza.
“Abrázame”.
“¿Qué?”
“Abrázame. Por favor”.
Con cierto miedo lo hice. Él se dejó caer en el colchón y caí con él. Era nuevamente como estar con Isa… Con una Isa de pelo corto. Pero yo ya no discriminaba entre una personalidad u otra.
“Tengo miedo… ¿y si se lo cuenta a todos?”, me preguntó temblando.
“Ella no es así…”
“Eso espero…”
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¿Cuánto tiempo podría llevar aquella vida? En el último mes, sin que Tony lo supiera, había seguido follándome a su novia Lola. Y sin que Lola se enterase, al mismo tiempo, me estaba empotrando a Isa (la personalidad femenina de Tony).
Entre ellos la situación parecía seguir normal, pero yo sabía lo que pasaba: el que yo les diera sexo cada uno por su lado implicaba que no necesitaban tantas relaciones entre ellos, de forma que podían seguir su relación de pareja de forma normal. Engañados mutuamente. Y yo me sentía terriblemente mal por ellos… salvo cuando me seducían con su jodido erotismo y caía en el placer.
De hecho había empezado a calmar mi mente pensando que, si en el fondo, ambos se engañaban mutuamente conmigo, yo no era culpable. Venían siempre a mi casa a consumar, en ningún momento les buscaba yo. Bueno, o me llamaban si iban a estar sólos, pero en ningún caso yo les escribía mensajes como los que me dedicaban ellos, tipo “tengo hambre, me apetece comer algo contigo” o “necesito algo mejor que mi silla para sentarme ;)”.
De hecho, un viernes por la tarde que me presenté en casa de Lola, me pidió quedarme un minuto en la puerta antes de entrar. Cuando lo hice, estaba completamente desnuda en la cama, apoyada, esperándome con las piernas separadas. Por lo que comprobé, se había depilado hacía muy poquito. Tal vez justo antes de mi llegada.
“¿Qué se siente?”, me preguntó.
“¿A qué te refieres?”
“A saber si te gusta tener una putita desnuda esperando para hacer guarradas”.
“Lola, no. Es decir, no digas eso, tú no eres ninguna putita. Eres mi amiga. Con derechos, más de los que debería tener, pero…”
No alcancé a terminar la frase pues se abalanzó a por mis labios. Me fue despojando de la camiseta muy poco a poco.
“Esa era la única respuesta correcta, cariño… si me hubieras dicho que sí, en vez de sexo, hoy te daría una patada en las pelotas”.
“¿Es que ha pasado algo?”, le pregunté extrañado. Normalmente nuestro sexo se limitaba a eso. Al sexo. Bueno, al pequeño precio de que me pusiera al día del estado de su relación con Tony.
“Mira… me estoy planteando dejarlo con Tony”, dijo para mi sorpresa. “Creo que me está engañando con otra, y bueno. Yo a él sí le estoy engañando. No nos merecemos esto”.
“No te está engañando con otra”. Pude decirlo porque la verdad es que le engañaba con otro, no con otra. Que era yo mismo.
“Aún así, últimamente ni me toca. Y yo necesito eso. Quién sabe. Lo mismo si todo termina bien con él… tú y yo podríamos replantearnos esto…”, propuso.
Pero no pude responder porque en ese momento estaba liberando mi pene de su prisión de tela. Me quedé quieto mientras me la chupaba. Lola era realmente entregada en el sexo. Cerró los ojos mientras yo contemplaba como mi flauta de carne desaparecía entre sus labios una y otra vez. Tendría que esforzarme en devolverle un buen cunnilingus luego.
Y aún así me sentía culpable de nuevo. Tal vez esa relación se estaba deteriorando por mi culpa. Debía hablarlo con Tony antes de que fuera demasiado tarde. No podía dejar de lado su relación con Lola por una aventura, y menos aún tal como lo teníamos montado. Pero no era el momento de pensar en eso, cuando mi pene soltó una carga de semen.
Echamos un polvazo. Me preguntó si podía quedar también al día siguiente. “Tony tiene planes”, me dijo. “Efectivamente, ha quedado conmigo”, pensé. Pero en su lugar me limité a decir:
“Lo siento, he quedado con una amiga”.
“¡Pero bueno! ¿Me estás engañando con otra?”, preguntó, y aunque parecía broma, había algo raro en su tono de voz.
“Emmm, no… Para engañarte tendríamos que salir…”
“Ya lo sé, joder. Mmmmm. No me hace mucha gracia compartirte con cualquiera. Quiero conocerla”.
“Mañana no podrá ser. Otro día”.
“Vaaaaaaaaaale”, dijo con fastidio. “Pero antes de irte…”
Y me fui de su casa después de haberle comido el coño durante veinte minutos.
A la tarde siguiente me presenté en casa de Tony. Me preocupaba muchísimo que de pronto aparecieran sus padres. O quizá Lola. Pero él estaba tranquilo. Por lo que me dijo, estaríamos solos hasta que nos fuéramos. Y como tenía la intención de dormir conmigo, no aparecería por casa vestido de Isabel. Llevaría su ropa de Tony a mi casa antes de irnos a tomar algo.
“Oye. Perdona que te pregunte, pero… ¿cómo te van las cosas con Lola?”, le pregunté.
“Pues… normal. ¿Por qué lo preguntas?”
“La he visto un poco rara estos días. ¿Va todo bien?”
“Sí, bueno… como siempre…”
Miré a Tony. Poco a poco se quitó la ropa, quedando completamente desnudo. Y se puso las braguitas negras con el sujetador a juego. Ya era oficialmente Isa.
“¿Y ese como siempre significa…?”
“Ay, no sé. Mira, la quiero mucho, pero… últimamente no nos calentamos, ¿sabes? No es como estar contigo. Me das mucho placer, y logro acabar varias veces en una noche. Con ella me está costando correrme…”
Se estaba pintando los labios.
“La culpa de eso va a ser mía…”
“La verdad es que sí. Haces que me corra sin necesidad de tocarme”, admitió ella.
“Pues voy a tener que empezar a tocarte. No me apetece que rompas con Lola. Aún tienes que cumplir con ella”.
“Eso se soluciona rompiendo con ella y siendo oficialmente tu novia, ¿verdad?”, dijo mientras terminaba de aplicarse el lápiz de ojos. Realmente se veía sexy. “Mira, me arreglaré con ella, pero esta noche es nuestra, ¿vale? Uy… ya veo que sí…”
Verla reclinada sobre el espejo, apoyada en la cómoda me había encendido. Me había puesto tras ella, apoyado mi pelvis sobre su culo, y acariciaba sus caderas. Estaba demasiado femenina y atractiva como para resistirme. Pensé que me detendría, ya que la idea era salir a tomar algo, cenar, y rematar la noche con sexo.
Pero en su lugar tomó mis manos y se las llevó a las tetas. Recuerdo preguntar “¿Te apetece?” y escuchar un “Sí” en un susurro antes de tomar la iniciativa con ella. La giré para que me mirase y besé sus labios con fuerza. La sujeté del culo y la senté sobre la cómoda, quedando ofrecida a mi.
“Ten cuidado, amor… Te recuerdo que tenemos cena…”
“Lo sé”
Volví a besar a Isa mientras mis manos luchaban para quitarle las braguitas. Se las levanté pon poco, lo justo para poder alcanzar su ano. Me abrí la bragueta, y dejé que el pantalón se me cayera un poco. No quería rozarla con la tela vaquera. Eso sería molesto. Me saqué el pene, erecto.
“En el cajón… lubricante…” susurró Isa.
Abrí el cajón y localicé rápido el lubricante. Le apliqué un poco sobre su culito, y empujé despacio mi erección. Se abrió con bastante facilidad. Lentamente terminé por completo dentro de ella. Acaricié un poco sus caderas. Empecé a penetrarla con ganas. Estaa muy cachondo. Y ella me miraba… joder, si es que estaba riquísima. Nada dejaba atisbo de quién estaba bajo esa personalidad.
“Cómo sigas… voy a correrme…”, me advirtió.
“¿Y eso es malo?”
“¿Cómo va a ser malo? Sigue, mi amor…”
Nos besamos. Sentí un espasmo y en ese momento eyaculé dentro de su culito una buena carga de mi esperma. Y no sólo eso. Isa también se corrió, manchando sus braguitas con sus fluidos.
“Malo. Y te pedí que tuvieras cuidado”, protestó como una niña pequeña. “Pero cómo me puedes gustar tanto… eres una adicción, ¿sabes?”
“No me digas eso”, le dije mientras le quitaba las braguitas del todo. “Ahora ponte unas limpitas y vámonos a cenar antes de que esto se nos vaya de madre”.
Se cambió, y terminó de vestirse. Llevaba puesto un vestido azul de esos que son de una pieza, sin mangas. Con la falda muy corta, mediante la cual se me ocurría que podíamos tener diversión más de una vez. Pero debía controlarme un poco. Esa noche tenía que ser la última de aquella vida alternativa de sexo desenfrenado. Había que poner el límite en alguna parte.
Salimos de casa. Dejamos su mochila con ropa de Tony en mi casa, y luego nos fuimos a la cena. Habíamos pillado mesa en un restaurante de apertura reciente. No era un lugar especialmente caro, pero sí algo medianamente distinguido.
Isa disfrutó mucho de que la trataran de signorina, de mi bella acompañante, y yo debo reconocer que me halagaba estar con una chica así en un sitio como aquel. Tomamos un poco de vino durante la cena. Isa estaba animada, y me contó algunas cosas más que yo desconocía.
“En realidad no necesito ser así todo el día”, me confesó. “No al menos desde que me aceptaste tan bien. Pero me gusta, ¿sabes?”
“Me alegro”.
“Y creo que voy a hablar mañana con Lola. Voy a presentarme delante de ella así vestido. Y me gustaría pedirte un favor. Quiero que estés conmigo”.
“¿Estás segura? Me parece algo demasiado personal como para que haya un tercero ahí…”
“Necesito tu apoyo. Me destrozaría que se lo tomase a mal. La quiero. Pero también a ti. Y si ocurre algo, te quiero a mi lado”.
Tomé su mano y la miré directamente a los ojos.
“Estaré contigo, ¿vale?”
“Gracias”, dijo con una sonrisa. “No te merezco”.
“Tonterías. Mereces que te comprendan”.
Su sonrisa se acentuó un poco más. La verdad, no contaba con tener que estar delante en aquella situación. Si Lola se lo tomaba a mal, podría revelar que nos habíamos acostado en varias ocasiones las últimas semanas. Pero no era momento de pensar eso. Terminamos de disfrutar la cena.
Y después de una buena cena, tocaba salir a bailar. Fuimos a un bar de música alta, poca luz… un sitio que no me apetecía mucho, pero Isa se moría por visitar. Llegamos y ya había una gran cantidad de gente dentro. Como pudimos, fuimos capaces de llegar a la barra, y cuando logramos esquivar a varias personas sin que nos tirasen las copas, logramos ocupar una mesa.
“Mucho ambiente, ¿no?”, pregunté alzando la voz para hacerme oír. “Esto está hasta el culo”.
“¿Qué dices de mi culo?”, preguntó Isa, que no me oía bien.
“Que me encanta”, dije, y le guiñé el ojo.
“Tontorrón”, respondió. Se sentó a mi lado y me dio un beso que me quitó la respiración. “¿Te importa si voy a bailar un rato?”
“Adelante”.
Se marchó a la pista de baile mientras yo me quedaba degustando el sabor de mi gintonic. Estaba rico, aunque no tanto como los labios de Isa. A lo tonto, a lo tonto, me estaba quedando pillado por ella. Y eso que conocía su secreto.
Míralos, pensé mientras observaba desde mi mesa la pista de baile, y podía ver a muchos chicos lanzando miradas nada discretas a Isa y su baile. “Cuántos de vosotros la repudiaríais si supierais su secreto. Y aquí estoy yo, sufriendo por ella”. Pero sonreí al recordar que ella me quería a mi.
Cuando volvió a mi lado yo ya me había terminado mi vaso. Estaba radiante. Me eché a un lado para que se pudiera sentar, pero ella optó por ponerse encima de mi. Dejó que el vestido resbalase por sus piernas hacia arriba, estando sobre mi a horcajadas. Nos esamos con pasión.
“¿Te apetece venir?”, susurró en mi oído.
Yo no sabía dónde me quería llevar, pero dije que sí. Se levantó de un salto, vacío la copa de un trago y me fui tras ella, que me había agarrado la mano. Con poco disimulo fuimos hasta los baños, y allí entramos en el de chicos.
Verifiqué que estábamos solos y entramos en uno que estaba lo bastante limpio como para aguantar allí un rato. Me senté sobre la taza y en ese momento Isa volvió a subirse la falda. Se arrodilló delante de mi, y se aferró a mi pantalón.
“Esto es una locura… pero me apetece mucho…”
“¿Aquí? ¿Estás segura?”
“Segurísima”
Abrió mi bragueta y con mucho cuidado sacó mi pene, erecto por el morbo y el beso de antes. Lo engulló de una vez. Gruñí. Aquella garganta profunda me ponía a mil. Relajó un poco el ritmo y empezó a mamármela como normalmente. Su cabello me tapaba la vista, y lo aparté con mimo. Me miró a los ojos.
Sin decir nada, prosiguió con aquella lenta felación. Acaricié sus mejillas. Era jodidamente buena. Y yo demasiado sumiso a sus deseos de tener sexo con un hombre. Contigo. Quiere sexo contigo. No ha buscado con nadie más, me recordé, y sonreí como un idiota. Ella lo entendió como un gesto de placer y dedicó varios lametones a mi glande antes de continuar.
“Isa… me corro…”
Sin decir nada, siguió chupándomela hasta que varios chorros de mi esperma se deslizaron por su boquita y su garganta. Se aseguró de que no tenía ni una mancha por mi pantalón ni en sus labios (tuvo que limpiarse la comisura) para quedar satisfecha.
“Podríamos ir ya a tu casa… estoy muy caliente…”, me dijo.
“Isa… espera…”, dije mientras ya caminábamos por la calle, con bastante prisa por llegar y excitados. “Con calma…”
“¿Por qué? Estoy ansiosa. Quiero que me pongas mirando a la luna”
“Sí, pero con calma… Isa, me siento culpable. Es decir… tú eres muy entregada, y yo no puedo corresponderte… darte el mismo placer que me das tú…”
Era cierto que me preocupaba esa desigualdad en nuestros coitos, pero a ella no pareció importarle. Me miró seriamente sujetándome de los brazos.
“Me das muchísimo placer. No lo dudes. ¿Que no me das sexo oral? Cuando me embistes veo el cielo. Y quiero que siga así. Así que vamos a tener sexo hasta que amanezca. Extásiame”, me pidió.
Llegamos a mi casa y volamos al dormitorio. Isa tiró de mi pantalón hasta que estuve desnudo de cintura para abajo, con mi polla apuntando hacia ella. Se levantó el vestido hasta dejar accesible su culito, se quitó las bragas, e igualmente tiró hacia abajo de la prenda, liberando sus tetitas.
Me tiró sobre la cama y subió encima de mi. Llevó mi rabo a su culo abierto y se dejó caer. Tendría que haberse lubricado un poco pero estaba fuera de sí. Empezó a cabalgar sobre mi con ganas. Se movía rápidamente mientras mi pene se iba abriendo paso en su culo. No tardé mucho en tenerla metida por completo dentro de él. Me desabrochó la camisa.
“¿Estás bien?”, me preguntó.
“Sí”, dije, aunque algo preocupado por el hecho de que su erección apuntaba en dirección hacia mi.
“No te preocupes por esto… no dejaré que te manches…”, gimió mientras volvía a subir y bajar por mi polla. Me fijé en que la suya empezaba a rezumar líquido preseminal. Pero me dejé disfrutar por la sentación de mi rabo penetrando en su culo. Mi respiración se agitó cuando se acercaba mi orgasmo. Intenté aguantar el mayor tiempo posible, pero finalmente estallé en una corrida dentro de su ano.
Y entonces Isa llevó las manos a su propio pene, en el mismo momento en que empezaba a eyacular. Sus dedos quedaron impregnados por sus propios fluídos, los cuales se lamió eróticamente para mi deleite.
A continuación se puso en cuatro ofrecida a mi. Me puse tras ella y se la metí con cuidado. Esta vez debíamos ser más sosegados. Y en ese momento…
“¡Hola!”, apareció Lola en mi habitación. Me fijé en que tenía las llaves de mi casa en la mano. “Oh, pensé que estarías sólo, como es tan pronto…”, dijo, claramente cortada. Yo me había quedado inmóvil, pero Isa estaba paralizada. Y es que Lola había entrado sin camiseta. “Mierda, te he arruinado la noche… Lo sient…”. Claramente había venido con ganas de sexo. Y me había pillado con otra. Y Tony se estaba enterando de que su novia venía a follarme. “Un momento…”
Le cambió la expresión. Yo retrocedí, horrorizado. Pero Isa intentó esconderse. Lamentablemente, sólo llegó hasta la pared. Y Lola lo entendió todo. Isa era su propio novio.
“¡Serás maricón!”, gritó escandalizada.
Salió de allí. Tardé un poco en reaccionar. Tony, quien se había despojado de su “yo” masculino, estaba sentado en la cama, mirando a la nada.
“Tony, yo…”
“Así que tú te la estabas tirando, ¿no?”, preguntó en un tono tan suave que hubiera preferido que me gritase.
“Sí. Nunca me lo perdonaré, pero… joder, vuestros problemas en la cama me salpicaron y…”
Él negó con la cabeza.
“Abrázame”.
“¿Qué?”
“Abrázame. Por favor”.
Con cierto miedo lo hice. Él se dejó caer en el colchón y caí con él. Era nuevamente como estar con Isa… Con una Isa de pelo corto. Pero yo ya no discriminaba entre una personalidad u otra.
“Tengo miedo… ¿y si se lo cuenta a todos?”, me preguntó temblando.
“Ella no es así…”
“Eso espero…”
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