estuve como una hora más en mi habitación viendo el video de ella y cascándome un pajote y pensando en lo que iba a hacer a partir de ahora con mi madre. Finalmente bajé y me la encontré de pie en medio del salón, sucia, muda y sin mover ni una pestaña. Se le notaba que le costaba trabajo hasta mantenerse derecha.
- Como te dije, ahora quien manda aquí soy yo. Harás todo lo que yo te ordene. Todo, sin poner excusas ni quejas. Te daré unas normas que estarás obligada a cumplir. “Si lo has entendido asiente con la cabeza pero no abras la boca hasta que yo te dé permiso.
Mi madre asintió entre lágrimas y allí se quedó de pie mirando al suelo. Le cogí una teta, que por supuesto llevaba descubierta y apreté hasta hacerle daño. Ella dio un respingo pero no se movió de donde estaba.
- Vete a duchar y a arreglar. Cuando bajes te quiero ver más bonita que nunca. Así que ya sabes, esmérate y no me falles o vuelves al trastero.
Bajo al cabo de tres cuartos de hora. Parecía otra. Hermosa y delgadísima. Se había puesto un conjunto de pantalón y blusa negros con zapatos de tacón, perfectamente peinada y maquillada.
- Cuando estés ante mí y no estés cumpliendo una orden, estarás quieta, de pie en posición firme, o de rodillas, sentada sobre tus talones, con las piernas abiertas. Si quiero algo más de ti, ya te lo diré.
- Estás muy guapa, pero quiero que lleves los pechos descubiertos a partir de ahora, así que quítate la blusa.
Llena de vergüenza se la quitó y se quedó con los zapatos de tacón y los pantalones negros muy holgados.
- Anda a mí alrededor.
Como le ordene, mi madre empezó a pasearse algo avergonzada por la habitación, cuando pasó por mi lado, le solté un azote en las nalgas, lo cual hizo que diera un saltito y se pusiera colorada.
- Te voy a dar una noticia que supongo que te alegrará. Al final no envié tu video a nadie, así que a partir de mañana vuelves al trabajo. Envíe un e-mail a todos tus contactos diciendo que por asuntos familiares estarías ausente unas semanas.
Sonrió. Le dije:
- No me vas a dar las gracias?
- Gracias.
Y se acercó para darme un beso. Yo aguante su cabeza, acerque mis labios a los suyos e introduje mi lengua en su boca. Se quedó muy sorprendida y al principio no se movió. Poco a poco fue empezando a mover su lengua al ritmo de la mía y estuvimos diez minutos así. Deslice mi mano hasta su entrepierna y le acaricié el coño por encima del pantalón. Se sorprendió e intento separarse, pero yo la tenía bien agarrada por la espalda. Hasta que yo decidí parar y ella se quedó de nuevo parada en media del salón muerta de vergüenza mirando al suelo, pero sin decir ni una palabra. Sin lugar a duda, había aprendido. Y además el beso y las caricias parecían haberle gustado. Empezaba a asumir lo que iba a suceder en adelante.
- Hoy irás así todo el día. A partir de mañana te iré dando nuevas normas. Ahora vete a la cocina a preparar la cena.
Se dio la vuelta y se fue avergonzada moviendo levemente el culo que hizo que me pusiera otra vez caliente.
Cene en la mesa, mientras ella lo hacía en el suelo y sin utilizar las manos. Se manchó el pantalón.
- Quítatelo, le ordené. Tienes que estar limpia para mi. Ponte de pie.
Se puso de pie y se quitó el pantalón, poniéndose en en posición firme, con sus bragas negras de encaje y zapatos de tacón. Preciosa.
Ven al salón y ponte en tu posición. Se quedó de pie quieta en mitad del salón. Yo me senté y le dije: Te voy a dar las primeras normas que entrarán en vigor en cuanto acabe de decírtelas. Asintió con la cabeza.
• En casa estarás siempre desnuda. Siempre llevarás unas medias negras y zapatos de tacón, preferentemente sandalias. Ah, y alguna cosita más de la que ya hablaremos.
• Para trabajar en casa podrás ir vestida de cintura para arriba, por si tienes que contactar con alguien por videoconferencia.
• Para trabajar fuera iras vestida siempre con faldas, mientras yo no autorice otra cosa. Tampoco usarás bragas ni sujetador. Cuando vayas a salir a la calle vendrás a que te pase revista.
• Siempre me llamarás amo. Si, amo… ahora mismo amo… Depende de con quien estemos te autorizaré a que me llames de otra manera
• A partir de ahora te llamaré “Bea” o “Gata”. Es fácil, cuando te llame, vienes, si te llamo “gata o gatita”, ven inmediatamente andando a cuatro patas, como una buena gatita. Cuando te llame Bea, vienes andando o corriendo. Además, no saldrás de la casa, mientras yo no te dé permiso.
• Si desobedeces alguna de ellas, te castigaré duramente.
- Has entendido las normas? –
Ella asintió de nuevo con la cabeza y se quedó muy quieta.
- Bien, anótalas porque pronto habrá algunas nuevas.
Se le notaba la humillación y la vergüenza pero, inmediatamente, se desnudó, dejándose solo las chanclas de tacón y mirando al suelo.
- Autoriza mi amo a esta gata a subir para ponerse las medias y el calzado?
- Ve gatita, le dije.
Inmediatamente se puso a cuatro patas y subió así a cambiarse. Era una delicia verle menear el culo cuando subía a cuatro patas por la escalera. A los cinco minutos estaba en medio del salón de rodillas en su posición, preciosa con sus medias negras y sus sandalias de tacón, parecía una modelo.
- Hay que reconocer que estás buenísima, gatita.
Se quedó quieta y callada. Se empezó a dar cuenta de que lo que había pasado no era más que el principio.
Me senté en el sillón y le dije
- Ahora ven aquí gatita.
Sin levantar la mirada del suelo se acercó a mí a cuatro patas y me preguntó,
- Qué quieres?
Le di un azote en su desnudo culo que le hizo pegar un grito.
- … que quieres, amo? Lo has entendido? –
- Si amo.
Contestó colorada por la humillación.
- Ponte aquí al lado del brazo del sillón, le dije.
Ella se movía a cuatro patas moviendo su precioso culo y se colocó debajo del brazo del sillón dejando su hermoso culo al alcance de mi mano. Pase la mano desde su cabeza y por la espalda hasta el culo y se la metí entre sus nalgas. No sé cómo pude contener mi calentura. No me la podía creer. Tenía a mi madre completamente sometida para lo que yo quisiera. En cualquier caso, decidí actuar sin prisas. Le estuve acariciando el culo y las tetas por un rato. Ella dio muestras de querer protestar pero, poco a poco, fue cediendo su voluntad.
No fue muy difícil darme cuenta de su calentura, pues me inundo la mano con sus flujos en cuanto la acerque a su coño. También pude ver un pequeño charco en el suelo a esa misma altura.
- Tráeme la mantequilla, gatita.
Le ordene, dándole un cachete en el culo. Me quede completamente sorprendido. Juraría que se iba a cuatro patas y sonriendo. Volvió con la tarrina de mantequilla y me la entregó.
Volvió a su anterior posición junto al brazo del sillón. Saque un buen pegote de mantequilla con el dedo y lo aproxime a su ano. Se lo introduje hasta el fondo, Ella no se movía y permanecía en tensión, con los ojos muy abiertos. Por la estrechez, debía de ser virgen por ese agujerito, aunque no resulto excesivamente difícil gracias a la mantequilla. Empecé a mover el dedo para adentro y para afuera girándolo dentro de su ano. Poco a poco se fue calentando y comenzó a hacer movimientos para adelante y atrás para que mi dedo le entrara completamente.
- Veo que te gusta. Mañana haremos algo para agrandar ese agujerito.
- Lo que el amo decida. Contestó resignada.
Me fui a dormir y le dije:
- Ven gatita.
Me siguió a cuatro patas hasta mi habitación. Le dije:
- Hoy dormirás en la alfombra como una buena gatita. Mañana seguiremos con la instrucción. Lo has entendido todo?
- Miauu,
Me dijo con la carita sonrosada. Me di cuenta de lo bonita que se veía. Nos echamos a dormir.
A la mañana siguiente me desperté y mi madre no estaba. Baje a la cocina y la encontré allí, desnuda con la medias y sus tacones. Me miro con una mezcla entre sumisión y cariño y me pregunto: Que quiere mi amo para desayunar.
- Quiero que te subas a la mesa, te espatarres y te masturbes para mi.
Había aceptado ya ser mi esclava, pero aún se puso colorada de vergüenza mientras se subía a la mesa y comenzaba a tocarse. Primero las hermosas tetas, después fue bajando la mano derecha y siguió por su ombligo y su monte de venus siguió bajando y cogió su botoncito con dos dedos. Ahí estaba a punto de correrse cuando le dije.
- No te he autorizado a correrte. Para y baja de la mesa.
Bajo de la mesa a punto de echarse a llorar.
- De rodillas, le ordené.
Se puso de rodillas sobre sus talones mirando al suelo y con una calentura que le hacía chorrear flujo por entre sus piernas.
- Vamos a hacer unas compras por internet, Bea. Trae tu tarjeta de crédito.
Fue corriendo y me la trajo. Entre en una tienda erótica on-line y compre tres plugs anales con cola de pelo de diferentes tamaños, una diadema con dos orejitas de gata. vibradores de varios tamaños, uno de ellos gigantesco, un collar y una cadena larga con un par de candados y un par de esposas, unas pinzas para los pezones unidas con una cadenita y otras para los labios vaginales y el clítoris. También pedí varios tubos de lubricante. En otra tienda pedí una fusta de cuero. Pagué con la tarjeta de crédito y cerré el ordenador
- Ahora acércate e inclínate hacia adelante, que quiero tocarte las tetas.
Al momento lo hizo y empecé a magrearle los pechos, pellizcándole los pezones hasta hacerle daño, pero en lugar de gritar, ronroneaba como una gata. La muy puta estaba muy caliente.
- Acerca el coño, le dije.
Dio un pasito hacia adelante abriendo más la piernas. En cuanto le toque el clítoris dio un respingo y comenzó a respirar fuerte. Sabía que no se podía correr hasta que yo lo autorizara así que paso 15 minutos de desesperación hasta que finalmente le dije:
- Córrete.
Al instante, dio un alarido y empezó a vaciar flujo al tiempo que temblaba todo su cuerpo. Tuvo el mayor orgasmo de su vida. Con las mejillas sonrosadas me dijo susurrando:
- Puedes hacer conmigo lo que quieras.
Hasta ahora no me la había follado. Ella, por un lado lo deseaba, por otro, lo que quedaba de su moral en forma de lejana conciencia aún le decía que eso era un grave pecado. Pero ya había perdido su voluntad y sabía que estaba totalmente sometida a mí. Así que sabía que pronto llegaría el momento.
- Tengo que ir al baño, amo. Me dijo.
Le conteste que no.
- Amo, por favor,
Me dijo a punto de llorar.
- He dicho que no y es la última vez que te repito algo. Te castigaré por ello.
Ella lo asumió bajando la cabeza.
- Ahora mismo te vas a beber dos vasos de agua.
Agarrándose la barriga fue a la nevera y se llenó un vaso de agua.
- De un trago, le dije.
Así lo hizo. Temblándole la mano se llenó el segundo vaso. Esta vez no le dije nada y comenzó a beberlo poco a poco. Cuando acabo, le dije,
- Ven aquí gatita.
Se puso a cuatro patas y vino lentamente con cara de dolor.
- Cuando has visto tu a una gata ir al baño? Le dije.
No supo que decir.
- Cuando yo lo autorice lo harás ahí mismo, donde estás.
Me miro sonrojándose y asintió con la cabeza. Paso el peor rato de su vida, retorciéndose a cuatro patas. Le dije que se tumbara sobre la espalda. Que subiera las piernas dobladas y que separara las rodillas. Ella ya no podía resistir más. Le puse la mano en el coño y le dije:
- Ahora, mea.
De nuevo se puso colorada pero no podía resistir más y empezó a soltar líquido dorado como una loca. Rebotaba en mi mano y se iba para su barriga y sus tetas y se iba extendiendo por el suelo.
- Límpialo. Le dije.
Me fui al salón y me senté en el sillón. Cuando acabo de limpiar, vino a cuatro patas y se puso a mis pies.
- Miauuu,
Dijo con cara de satisfacción. Me descalce y le puse los pies encima, se tumbó en el suelo boca arriba y empecé a acariciarla con los pies de arriba abajo deteniéndome en sus tetas, hasta que le arranque unos gemiditos, después fui bajando hasta el coño. En ese punto abrió las piernas todo lo que pudo. Empecé a frotarle el botoncito con un pie mientras el otro se lo metía en la vagina casi hasta la mitad. En cinco minutos se corría chorreando gran cantidad de flujo.
- Quien te ha dado permiso para correrte gata? Ven aquí y tiéndete sobre mis rodillas.
Lo hizo enseguida con cara de miedo. Nada más alcanzar la posición le di un azote que le hizo pegar un grito e intento poner la mano. Le dije:
- Te voy a dar veinte azotes y dos más por cada vez que intentes poner la mano delante. Le di uno a uno los veinte azotes parando en algún momento. Sufrió, lloró y gimió pero no movió ni un dedo. El culo se puso primero colorado y en algunas zonas morado. Cuando acabo el castigo, le ordene ponerse de pie y darme las gracias.
- Gracias amo, dijo.
- Ahora dame un beso en la boca por lo bien que he tratado ese culito.
Humillada se acercó a mí y abriendo los labios, introdujo su lengua en mi boca suspirando y cerrando los ojos. Ahora vete a aquel rincón, cara a la pared y permanece allí con las manos cruzadas en lo alto de la cabeza hasta que yo te diga.
Había disfrutado castigándola. Tendría que repetirlo más a menudo.
En ese momento sonó el teléfono. Lo cogí. Era Cristina avisando de que vendrían a visitarnos el fin de semana. El sábado era mi cumpleaños. Cumplía 18 años
- Ha llamado Cristina, le dije,… que se pasarán a vernos ella, Alicia y Almudena este fin de semana por mi cumpleaños.
- Como quiere el amo que actuemos durante la visita? Pregunto, sin moverse del rincón.
- Actuaremos como siempre. Tú llevarás un vestido por encima de las rodillas, sin bragas y una blusa. Tampoco llevarás sujetador. Las sandalias de tacón y medias negras. Te dirigirás a mi como Jorge y yo a ti como mama. No se deben de dar cuenta de lo que pasa aquí, al menos por ahora. Me tratarás como antes. Si sacas los pies del tiesto o me faltas al respeto, te castigaré cuando nos quedemos solos.
- Por hoy, te voy a levantar el castigo. Puedes venir a sentarte conmigo al sofá, Bea.
Ella vino sonriendo y masajeándose el culete, que estaba bastante maltrecho y se acurrucó a mi lado en el sofá. Yo empecé a tocarle el culo. Cuando pasaba por las zonas doloridas daba un leve respingo, pero su respiración se fue agitando. Le ponía muy caliente que yo la tocara.
Empezamos a charlar.
- Como van las cosas por el estudio? le pregunte.
Al fin y al cabo, aunque teníamos una pequeña fortuna en el banco, vivíamos el día a día del estudio y de ahí salía el dinero que estaba manteniendo a toda la familia.
- Muy bien. Hay varios proyectos importantes que han salido adelante y Pedro lleva todos esos asuntos muy bien, la verdad es que tenemos mucha suerte de tenerle allí. Sin embargo hay un pequeño asunto que me preocupa.
- Cuál es?
Le pregunté yo, interesado.
- He notado que falta algo de dinero de la caja de mi despacho. No son cantidades importantes pero me preocupa.
Ahí quedo la cosa por el momento. Nos fuimos a dormir, yo en la cama y Bea en la alfombra.
Al día siguiente por la tarde llegaron los dos paquetes con las cosas que compré por Internet. Los recogí en la puerta de la parcela y le di una propina al repartidor.
Entre en casa y los pasé al salón.
- Bea, ven aquí. Abre el paquete grande.
Lo primero que apareció fueron los tubos de lubricante.
- Lo bien que lo vamos a pasar con esto, dije.
Ella medio sonrió, imaginándose ya su culito invadido. Después sacó una caja y al abrirla vio los plugs anales con las colas de pelo, que hay que decir que eran preciosas. Dejó de sonreir. Abrió otro paquete y era la diadema con las orejitas de gata.
- Deja ese paquete y coge el otro.
Era alargado y ella se temió lo que contenía.
- Ábrelo.
Lo abrió y saco una preciosa fusta de cuero negro. La miro con los ojos muy abiertos y me la dio con las dos manos extendidas. Date la vuelta, le ordene. Lo hizo muy despacio. Le di flojito con la fusta en el culo y dio un respingo.
- Ya la probarás cuando te desmandes, le dije.
La colgué en unos clavitos que había dejado libres encima de la chimenea.
- Ven aquí gatita,
Le dije ya desde el sofá. Se acercó a cuatro patas
- Ponte aquí y muéstrame tu culo. Sepárate las nalgas con las manos.
Lo hizo con miedo, pero sin rechistar. Le puse bastante lubricante en el agujerito y saque de la caja el plug más pequeño. Lo acerque a su culo y lo fui introduciendo poco a poco. Ella ponía cara de dolor pero seguía sin quejarse. Llego un punto en el que hizo “gluup” y se coló para adentro. Ella suspiró de alivio. Le molestaba, pero una vez dentro no le dolía mucho. Lo iba a pasar mal para sentarse. Le di la diadema que incorporaba unas pequeñas pinzas para fijarlas al pelo y le dije: colócatela. Lo hizo inmediatamente. Le coloqué el collar. Se veía preciosa a cuatro patas, con la cola, el collar y las orejitas de gata. Los llevarás siempre y solo te los quitarás cuando yo lo autorice. Saque el móvil y le hice una foto. Se la enseñe y sonrió. Se veía guapa. Tan guapa que no pude más y allí mismo la eche sobre la alfombra y me la folle durante una hora, notando el plug apretando desde su ano, cada vez que entraba en su delicioso coñito. Tuvimos el mayor orgasmo de nuestras vidas. Ella saco su lengüita y empezó a lamerme y limpiarme la polla que estaba llena de leche. Miauuu…, me dijo mientras se acurrucaba a mi lado y allí mismo nos dormimos hasta el día siguiente.
Pasaron un par de días en los que mi madre me pedía permiso para ir al baño, yo le autorizaba a quitarse la cola y se la volvía a poner en cuanto terminaba sus necesidades. Un día, iba a subir al baño cuando le dije:
- Espera, voy contigo, quiero verte.
Se le encendieron las mejillas. Le cogí de la mano y subimos al baño. Con la mirada me pidió permiso para retirarse la cola. Asentí. Se la quitó en un momento. Ya no parecía dolerle y la lavó con cuidado dejándola en la mesita del lavabo. Se sentó en la taza y echo una larga meada. Luego se puso a cagar y cada vez estaba más ruborizada.
- Límpiate, le dije.
Se limpió y se puso en el bidet.
- Déjame, le dije.
Y le lavé la raja del culo y su agujerito metiendo y sacando el dedo enjabonado, lo cual me puso bastante cachondo y a ella también. Le dije que se volviera a poner la cola, lo cual hizo sin más lubricante que un poco de saliva. Me lave las manos y salimos.
Continuará…
- Como te dije, ahora quien manda aquí soy yo. Harás todo lo que yo te ordene. Todo, sin poner excusas ni quejas. Te daré unas normas que estarás obligada a cumplir. “Si lo has entendido asiente con la cabeza pero no abras la boca hasta que yo te dé permiso.
Mi madre asintió entre lágrimas y allí se quedó de pie mirando al suelo. Le cogí una teta, que por supuesto llevaba descubierta y apreté hasta hacerle daño. Ella dio un respingo pero no se movió de donde estaba.
- Vete a duchar y a arreglar. Cuando bajes te quiero ver más bonita que nunca. Así que ya sabes, esmérate y no me falles o vuelves al trastero.
Bajo al cabo de tres cuartos de hora. Parecía otra. Hermosa y delgadísima. Se había puesto un conjunto de pantalón y blusa negros con zapatos de tacón, perfectamente peinada y maquillada.
- Cuando estés ante mí y no estés cumpliendo una orden, estarás quieta, de pie en posición firme, o de rodillas, sentada sobre tus talones, con las piernas abiertas. Si quiero algo más de ti, ya te lo diré.
- Estás muy guapa, pero quiero que lleves los pechos descubiertos a partir de ahora, así que quítate la blusa.
Llena de vergüenza se la quitó y se quedó con los zapatos de tacón y los pantalones negros muy holgados.
- Anda a mí alrededor.
Como le ordene, mi madre empezó a pasearse algo avergonzada por la habitación, cuando pasó por mi lado, le solté un azote en las nalgas, lo cual hizo que diera un saltito y se pusiera colorada.
- Te voy a dar una noticia que supongo que te alegrará. Al final no envié tu video a nadie, así que a partir de mañana vuelves al trabajo. Envíe un e-mail a todos tus contactos diciendo que por asuntos familiares estarías ausente unas semanas.
Sonrió. Le dije:
- No me vas a dar las gracias?
- Gracias.
Y se acercó para darme un beso. Yo aguante su cabeza, acerque mis labios a los suyos e introduje mi lengua en su boca. Se quedó muy sorprendida y al principio no se movió. Poco a poco fue empezando a mover su lengua al ritmo de la mía y estuvimos diez minutos así. Deslice mi mano hasta su entrepierna y le acaricié el coño por encima del pantalón. Se sorprendió e intento separarse, pero yo la tenía bien agarrada por la espalda. Hasta que yo decidí parar y ella se quedó de nuevo parada en media del salón muerta de vergüenza mirando al suelo, pero sin decir ni una palabra. Sin lugar a duda, había aprendido. Y además el beso y las caricias parecían haberle gustado. Empezaba a asumir lo que iba a suceder en adelante.
- Hoy irás así todo el día. A partir de mañana te iré dando nuevas normas. Ahora vete a la cocina a preparar la cena.
Se dio la vuelta y se fue avergonzada moviendo levemente el culo que hizo que me pusiera otra vez caliente.
Cene en la mesa, mientras ella lo hacía en el suelo y sin utilizar las manos. Se manchó el pantalón.
- Quítatelo, le ordené. Tienes que estar limpia para mi. Ponte de pie.
Se puso de pie y se quitó el pantalón, poniéndose en en posición firme, con sus bragas negras de encaje y zapatos de tacón. Preciosa.
Ven al salón y ponte en tu posición. Se quedó de pie quieta en mitad del salón. Yo me senté y le dije: Te voy a dar las primeras normas que entrarán en vigor en cuanto acabe de decírtelas. Asintió con la cabeza.
• En casa estarás siempre desnuda. Siempre llevarás unas medias negras y zapatos de tacón, preferentemente sandalias. Ah, y alguna cosita más de la que ya hablaremos.
• Para trabajar en casa podrás ir vestida de cintura para arriba, por si tienes que contactar con alguien por videoconferencia.
• Para trabajar fuera iras vestida siempre con faldas, mientras yo no autorice otra cosa. Tampoco usarás bragas ni sujetador. Cuando vayas a salir a la calle vendrás a que te pase revista.
• Siempre me llamarás amo. Si, amo… ahora mismo amo… Depende de con quien estemos te autorizaré a que me llames de otra manera
• A partir de ahora te llamaré “Bea” o “Gata”. Es fácil, cuando te llame, vienes, si te llamo “gata o gatita”, ven inmediatamente andando a cuatro patas, como una buena gatita. Cuando te llame Bea, vienes andando o corriendo. Además, no saldrás de la casa, mientras yo no te dé permiso.
• Si desobedeces alguna de ellas, te castigaré duramente.
- Has entendido las normas? –
Ella asintió de nuevo con la cabeza y se quedó muy quieta.
- Bien, anótalas porque pronto habrá algunas nuevas.
Se le notaba la humillación y la vergüenza pero, inmediatamente, se desnudó, dejándose solo las chanclas de tacón y mirando al suelo.
- Autoriza mi amo a esta gata a subir para ponerse las medias y el calzado?
- Ve gatita, le dije.
Inmediatamente se puso a cuatro patas y subió así a cambiarse. Era una delicia verle menear el culo cuando subía a cuatro patas por la escalera. A los cinco minutos estaba en medio del salón de rodillas en su posición, preciosa con sus medias negras y sus sandalias de tacón, parecía una modelo.
- Hay que reconocer que estás buenísima, gatita.
Se quedó quieta y callada. Se empezó a dar cuenta de que lo que había pasado no era más que el principio.
Me senté en el sillón y le dije
- Ahora ven aquí gatita.
Sin levantar la mirada del suelo se acercó a mí a cuatro patas y me preguntó,
- Qué quieres?
Le di un azote en su desnudo culo que le hizo pegar un grito.
- … que quieres, amo? Lo has entendido? –
- Si amo.
Contestó colorada por la humillación.
- Ponte aquí al lado del brazo del sillón, le dije.
Ella se movía a cuatro patas moviendo su precioso culo y se colocó debajo del brazo del sillón dejando su hermoso culo al alcance de mi mano. Pase la mano desde su cabeza y por la espalda hasta el culo y se la metí entre sus nalgas. No sé cómo pude contener mi calentura. No me la podía creer. Tenía a mi madre completamente sometida para lo que yo quisiera. En cualquier caso, decidí actuar sin prisas. Le estuve acariciando el culo y las tetas por un rato. Ella dio muestras de querer protestar pero, poco a poco, fue cediendo su voluntad.
No fue muy difícil darme cuenta de su calentura, pues me inundo la mano con sus flujos en cuanto la acerque a su coño. También pude ver un pequeño charco en el suelo a esa misma altura.
- Tráeme la mantequilla, gatita.
Le ordene, dándole un cachete en el culo. Me quede completamente sorprendido. Juraría que se iba a cuatro patas y sonriendo. Volvió con la tarrina de mantequilla y me la entregó.
Volvió a su anterior posición junto al brazo del sillón. Saque un buen pegote de mantequilla con el dedo y lo aproxime a su ano. Se lo introduje hasta el fondo, Ella no se movía y permanecía en tensión, con los ojos muy abiertos. Por la estrechez, debía de ser virgen por ese agujerito, aunque no resulto excesivamente difícil gracias a la mantequilla. Empecé a mover el dedo para adentro y para afuera girándolo dentro de su ano. Poco a poco se fue calentando y comenzó a hacer movimientos para adelante y atrás para que mi dedo le entrara completamente.
- Veo que te gusta. Mañana haremos algo para agrandar ese agujerito.
- Lo que el amo decida. Contestó resignada.
Me fui a dormir y le dije:
- Ven gatita.
Me siguió a cuatro patas hasta mi habitación. Le dije:
- Hoy dormirás en la alfombra como una buena gatita. Mañana seguiremos con la instrucción. Lo has entendido todo?
- Miauu,
Me dijo con la carita sonrosada. Me di cuenta de lo bonita que se veía. Nos echamos a dormir.
A la mañana siguiente me desperté y mi madre no estaba. Baje a la cocina y la encontré allí, desnuda con la medias y sus tacones. Me miro con una mezcla entre sumisión y cariño y me pregunto: Que quiere mi amo para desayunar.
- Quiero que te subas a la mesa, te espatarres y te masturbes para mi.
Había aceptado ya ser mi esclava, pero aún se puso colorada de vergüenza mientras se subía a la mesa y comenzaba a tocarse. Primero las hermosas tetas, después fue bajando la mano derecha y siguió por su ombligo y su monte de venus siguió bajando y cogió su botoncito con dos dedos. Ahí estaba a punto de correrse cuando le dije.
- No te he autorizado a correrte. Para y baja de la mesa.
Bajo de la mesa a punto de echarse a llorar.
- De rodillas, le ordené.
Se puso de rodillas sobre sus talones mirando al suelo y con una calentura que le hacía chorrear flujo por entre sus piernas.
- Vamos a hacer unas compras por internet, Bea. Trae tu tarjeta de crédito.
Fue corriendo y me la trajo. Entre en una tienda erótica on-line y compre tres plugs anales con cola de pelo de diferentes tamaños, una diadema con dos orejitas de gata. vibradores de varios tamaños, uno de ellos gigantesco, un collar y una cadena larga con un par de candados y un par de esposas, unas pinzas para los pezones unidas con una cadenita y otras para los labios vaginales y el clítoris. También pedí varios tubos de lubricante. En otra tienda pedí una fusta de cuero. Pagué con la tarjeta de crédito y cerré el ordenador
- Ahora acércate e inclínate hacia adelante, que quiero tocarte las tetas.
Al momento lo hizo y empecé a magrearle los pechos, pellizcándole los pezones hasta hacerle daño, pero en lugar de gritar, ronroneaba como una gata. La muy puta estaba muy caliente.
- Acerca el coño, le dije.
Dio un pasito hacia adelante abriendo más la piernas. En cuanto le toque el clítoris dio un respingo y comenzó a respirar fuerte. Sabía que no se podía correr hasta que yo lo autorizara así que paso 15 minutos de desesperación hasta que finalmente le dije:
- Córrete.
Al instante, dio un alarido y empezó a vaciar flujo al tiempo que temblaba todo su cuerpo. Tuvo el mayor orgasmo de su vida. Con las mejillas sonrosadas me dijo susurrando:
- Puedes hacer conmigo lo que quieras.
Hasta ahora no me la había follado. Ella, por un lado lo deseaba, por otro, lo que quedaba de su moral en forma de lejana conciencia aún le decía que eso era un grave pecado. Pero ya había perdido su voluntad y sabía que estaba totalmente sometida a mí. Así que sabía que pronto llegaría el momento.
- Tengo que ir al baño, amo. Me dijo.
Le conteste que no.
- Amo, por favor,
Me dijo a punto de llorar.
- He dicho que no y es la última vez que te repito algo. Te castigaré por ello.
Ella lo asumió bajando la cabeza.
- Ahora mismo te vas a beber dos vasos de agua.
Agarrándose la barriga fue a la nevera y se llenó un vaso de agua.
- De un trago, le dije.
Así lo hizo. Temblándole la mano se llenó el segundo vaso. Esta vez no le dije nada y comenzó a beberlo poco a poco. Cuando acabo, le dije,
- Ven aquí gatita.
Se puso a cuatro patas y vino lentamente con cara de dolor.
- Cuando has visto tu a una gata ir al baño? Le dije.
No supo que decir.
- Cuando yo lo autorice lo harás ahí mismo, donde estás.
Me miro sonrojándose y asintió con la cabeza. Paso el peor rato de su vida, retorciéndose a cuatro patas. Le dije que se tumbara sobre la espalda. Que subiera las piernas dobladas y que separara las rodillas. Ella ya no podía resistir más. Le puse la mano en el coño y le dije:
- Ahora, mea.
De nuevo se puso colorada pero no podía resistir más y empezó a soltar líquido dorado como una loca. Rebotaba en mi mano y se iba para su barriga y sus tetas y se iba extendiendo por el suelo.
- Límpialo. Le dije.
Me fui al salón y me senté en el sillón. Cuando acabo de limpiar, vino a cuatro patas y se puso a mis pies.
- Miauuu,
Dijo con cara de satisfacción. Me descalce y le puse los pies encima, se tumbó en el suelo boca arriba y empecé a acariciarla con los pies de arriba abajo deteniéndome en sus tetas, hasta que le arranque unos gemiditos, después fui bajando hasta el coño. En ese punto abrió las piernas todo lo que pudo. Empecé a frotarle el botoncito con un pie mientras el otro se lo metía en la vagina casi hasta la mitad. En cinco minutos se corría chorreando gran cantidad de flujo.
- Quien te ha dado permiso para correrte gata? Ven aquí y tiéndete sobre mis rodillas.
Lo hizo enseguida con cara de miedo. Nada más alcanzar la posición le di un azote que le hizo pegar un grito e intento poner la mano. Le dije:
- Te voy a dar veinte azotes y dos más por cada vez que intentes poner la mano delante. Le di uno a uno los veinte azotes parando en algún momento. Sufrió, lloró y gimió pero no movió ni un dedo. El culo se puso primero colorado y en algunas zonas morado. Cuando acabo el castigo, le ordene ponerse de pie y darme las gracias.
- Gracias amo, dijo.
- Ahora dame un beso en la boca por lo bien que he tratado ese culito.
Humillada se acercó a mí y abriendo los labios, introdujo su lengua en mi boca suspirando y cerrando los ojos. Ahora vete a aquel rincón, cara a la pared y permanece allí con las manos cruzadas en lo alto de la cabeza hasta que yo te diga.
Había disfrutado castigándola. Tendría que repetirlo más a menudo.
En ese momento sonó el teléfono. Lo cogí. Era Cristina avisando de que vendrían a visitarnos el fin de semana. El sábado era mi cumpleaños. Cumplía 18 años
- Ha llamado Cristina, le dije,… que se pasarán a vernos ella, Alicia y Almudena este fin de semana por mi cumpleaños.
- Como quiere el amo que actuemos durante la visita? Pregunto, sin moverse del rincón.
- Actuaremos como siempre. Tú llevarás un vestido por encima de las rodillas, sin bragas y una blusa. Tampoco llevarás sujetador. Las sandalias de tacón y medias negras. Te dirigirás a mi como Jorge y yo a ti como mama. No se deben de dar cuenta de lo que pasa aquí, al menos por ahora. Me tratarás como antes. Si sacas los pies del tiesto o me faltas al respeto, te castigaré cuando nos quedemos solos.
- Por hoy, te voy a levantar el castigo. Puedes venir a sentarte conmigo al sofá, Bea.
Ella vino sonriendo y masajeándose el culete, que estaba bastante maltrecho y se acurrucó a mi lado en el sofá. Yo empecé a tocarle el culo. Cuando pasaba por las zonas doloridas daba un leve respingo, pero su respiración se fue agitando. Le ponía muy caliente que yo la tocara.
Empezamos a charlar.
- Como van las cosas por el estudio? le pregunte.
Al fin y al cabo, aunque teníamos una pequeña fortuna en el banco, vivíamos el día a día del estudio y de ahí salía el dinero que estaba manteniendo a toda la familia.
- Muy bien. Hay varios proyectos importantes que han salido adelante y Pedro lleva todos esos asuntos muy bien, la verdad es que tenemos mucha suerte de tenerle allí. Sin embargo hay un pequeño asunto que me preocupa.
- Cuál es?
Le pregunté yo, interesado.
- He notado que falta algo de dinero de la caja de mi despacho. No son cantidades importantes pero me preocupa.
Ahí quedo la cosa por el momento. Nos fuimos a dormir, yo en la cama y Bea en la alfombra.
Al día siguiente por la tarde llegaron los dos paquetes con las cosas que compré por Internet. Los recogí en la puerta de la parcela y le di una propina al repartidor.
Entre en casa y los pasé al salón.
- Bea, ven aquí. Abre el paquete grande.
Lo primero que apareció fueron los tubos de lubricante.
- Lo bien que lo vamos a pasar con esto, dije.
Ella medio sonrió, imaginándose ya su culito invadido. Después sacó una caja y al abrirla vio los plugs anales con las colas de pelo, que hay que decir que eran preciosas. Dejó de sonreir. Abrió otro paquete y era la diadema con las orejitas de gata.
- Deja ese paquete y coge el otro.
Era alargado y ella se temió lo que contenía.
- Ábrelo.
Lo abrió y saco una preciosa fusta de cuero negro. La miro con los ojos muy abiertos y me la dio con las dos manos extendidas. Date la vuelta, le ordene. Lo hizo muy despacio. Le di flojito con la fusta en el culo y dio un respingo.
- Ya la probarás cuando te desmandes, le dije.
La colgué en unos clavitos que había dejado libres encima de la chimenea.
- Ven aquí gatita,
Le dije ya desde el sofá. Se acercó a cuatro patas
- Ponte aquí y muéstrame tu culo. Sepárate las nalgas con las manos.
Lo hizo con miedo, pero sin rechistar. Le puse bastante lubricante en el agujerito y saque de la caja el plug más pequeño. Lo acerque a su culo y lo fui introduciendo poco a poco. Ella ponía cara de dolor pero seguía sin quejarse. Llego un punto en el que hizo “gluup” y se coló para adentro. Ella suspiró de alivio. Le molestaba, pero una vez dentro no le dolía mucho. Lo iba a pasar mal para sentarse. Le di la diadema que incorporaba unas pequeñas pinzas para fijarlas al pelo y le dije: colócatela. Lo hizo inmediatamente. Le coloqué el collar. Se veía preciosa a cuatro patas, con la cola, el collar y las orejitas de gata. Los llevarás siempre y solo te los quitarás cuando yo lo autorice. Saque el móvil y le hice una foto. Se la enseñe y sonrió. Se veía guapa. Tan guapa que no pude más y allí mismo la eche sobre la alfombra y me la folle durante una hora, notando el plug apretando desde su ano, cada vez que entraba en su delicioso coñito. Tuvimos el mayor orgasmo de nuestras vidas. Ella saco su lengüita y empezó a lamerme y limpiarme la polla que estaba llena de leche. Miauuu…, me dijo mientras se acurrucaba a mi lado y allí mismo nos dormimos hasta el día siguiente.
Pasaron un par de días en los que mi madre me pedía permiso para ir al baño, yo le autorizaba a quitarse la cola y se la volvía a poner en cuanto terminaba sus necesidades. Un día, iba a subir al baño cuando le dije:
- Espera, voy contigo, quiero verte.
Se le encendieron las mejillas. Le cogí de la mano y subimos al baño. Con la mirada me pidió permiso para retirarse la cola. Asentí. Se la quitó en un momento. Ya no parecía dolerle y la lavó con cuidado dejándola en la mesita del lavabo. Se sentó en la taza y echo una larga meada. Luego se puso a cagar y cada vez estaba más ruborizada.
- Límpiate, le dije.
Se limpió y se puso en el bidet.
- Déjame, le dije.
Y le lavé la raja del culo y su agujerito metiendo y sacando el dedo enjabonado, lo cual me puso bastante cachondo y a ella también. Le dije que se volviera a poner la cola, lo cual hizo sin más lubricante que un poco de saliva. Me lave las manos y salimos.
Continuará…
1 comentarios - Asuntos de familia 2