La historia que les voy a relatar sucedió hace varios años.
Convocado por un amigo que era directivo en un hospital, fui a hacer una actualización administrativa en un área de ese establecimiento. Ahí conocí a Estela,una mujer de unos 35 años aproximadamente, no muy alta, de piel blanca con algunas pecas, de cabello oscuro más bien corto y ensortijado con un corte que mucho no la favorecía, de cuerpo delgado con un poco de pancita, sus pechos normales no llamaban la atención, pero su cola, aunque no muy pronunciada, evidenciaba una dureza poco habitual para su edad, en síntesis parecía una mujer poco atrayente.
Al comienzo, su comportamiento era poco amigable pero una vez que iba logrando confianza, afloraba su verdadera forma de ser, la cual poco tenía que ver con su edad ya que estaba casi todo el tiempo riéndose, hasta de hechos insignificantes, algo que llegaba a ser molesto por momentos, diríamos que era como una chiquilla adolescente.
Pasado un tiempo, una compañera suya me dijo que ella le había confesado que yo le atraía, entonces, motivado por la curiosidad, me dispuse a acercarme entablando conversaciones que se prolongaron hasta encontrarnos afuera del ámbito laboral.
Pasado un tiempo, en una de esas charlas, me confió que a pesar de su edad, aún era virgen, que nunca había visto un hombre desnudo y que no le atraía mantener relaciones sexuales ya que no quería que su cuerpo se deformara; sostenía que cuando una mujer comienza a tener relaciones, se deforman sus caderas y su cuerpo en general y yo con tal de llevarle la contra, le hablaba sobre sexo oral y en particular del anal, a lo que ella se horrorizaba. Convengamos que siempre tuvo una manera muy “especial” de pensar en cuanto a muchas cosas, sobre todo en lo que refiere al contacto con otras personas.
Y llegó el día que tanta charla hizo efecto, me preguntó si era capaz de ir con ella a un hotel, que me desvistiera delante suyo porque quería conocer a un hombre desnudo pero que no quería tener relaciones, a lo cual yo acepté. Pasé dos horas como si fuera un modelo de escultura, soportando estoicamente con el miembro tan parado y duro que me dolía, ese morbo de ser observado me disparó una erección que parecía que iba a explotar al más leve roce, sin embargo, respeté como todo un caballero el juramento de no tratar de tener relaciones y debí aguantar que ella en repetidas oportunidades se fuera a esconder en el baño porque mirarme le generaba sensaciones que no podía soportar.
Su siguiente solicitud (vaya uno a saber porque) fue que quería dejar de ser virgen, pidiéndome que le practicara sexo oral hasta que tomara confianza para la penetración, pero que no quería saber nada de sexo anal, obviamente dije que sí.
Para resumir, puedo decirles que fue una misión imposible romper con su virginidad, en dos “sesiones” diferentes luché tratando de vencer su himen pero este, totalmente endurecido, no cedía ni un milímetro, era de roca, mi miembro erecto y totalmente rígido, se doblaba de la presión que hacía pero no lograba entrar, sumado a esto, no me permitía buscar otra alternativa que no fuera mi pene, ya que tenía convicciones únicas y hasta ilógicas sobre sus partes intimas, como por ejemplo no dejaba que mi lengua se aproximara a su orificio vaginal, mucho menos mis dedos, podía jugar con mis labios y lengua en su clítoris pero nunca acercarme a esa zona.
Mi cabeza volaba a mil por horas buscando la manera de lograr el objetivo propuesto y tanto pensar dio sus frutos, en una tercera “sesión”, supuse que la mejor postura para lograrlo era que ella estuviera acostada boca arriba, con sus piernas recogidas sobre su pecho y yo sobre ella, con lubricante en mi miembro, empujaría perpendicularmente desde arriba sobre su himen. Puse en práctica mi plan pero a pesar de toda la presión que hacía, no estaba logrando ningún avance, cuando de pronto sucedió lo inesperado… mi pene, sin previo aviso, resbaló por detrás y en un instante se encajó y entró hasta más de la mitad en su apretado y virgen ano; fue tal el alarido que pegó que se escuchó en todo el hotel y dio un salto sacándoselo en un solo movimiento. Yo un poco asustado y preocupado por sus gemidos de dolor, apenas pude convencerla de dejarme que le vea si se había lastimado, comprobando (para su suerte y la mía) que no había sufrido daño alguno. Tratando de reconfortarla y de contener unas terribles ganas de reír, comencé a oír como sonaban los teléfonos de las habitaciones contiguas, era la administración del albergue que trataba de saber si todo estaba bien pero no sabían en cual había sucedido. Fue una situación muy cómica pero preocupante a la vez.
Debo aclarar que si pude lograr romper su himen, pero nos llevó bastante tiempo y varias visitas al hotel, encuentros que fueron aprovechados para lograr otras tareas como que aprendiera a hacer unos petes espectaculares, llegando a convertirse en una experta. Una vez vencido el obstáculo, se convirtió en una adicta al sexo, al punto que llegó a practicar y disfrutar del sexo anal también.
Espero les haya gustado y disculpen lo extenso del relato. Saludos.
5 comentarios - En el agujero equivocado!!!