Morris, Jane
Dicen que una madre haría cualquier cosa por su hijo, yo digo que una madre efectivamente lo haría, a pesar de tener que pagar un alto precio por ello.
Hoy es sábado y ya estoy pensando en lo que pasará esta noche, pero no adelantemos acontecimientos, vayamos por partes.
Soy viuda desde hace ya cinco años, cinco largos años en los que la vida me ha cambiado por completo. Mi marido era conductor de camión, iba y venía de viajes internacionales. A él le gustaba, pues le encantaba viajar. En los veranos nos íbamos con nuestra caravana por los países nórdicos y él nos hacía de guía para mí y para mi hijo, John.
Pero llegó aquel día, el día fatídico en el que me llamaron de su empresa para decirme que Mike había tenido un accidente fatal, su camión se había despeñado por una ladera a consecuencia de un choque con otro vehículo y no había sobrevivido.
En aquel momento no supe cómo reaccionar, me quedé allí de pie, al teléfono, mientras la secretaria al otro lado de la línea me preguntaba si estaba bien con la voz entrecortada, sin duda ella estaba también muy apurada, pero yo no reaccioné, tardé en hacerlo.
Pero bueno, tras aquello me quedé con mi hijo de dieciséis años por aquel entonces y tuvimos que rehacer nuestras vidas.
Yo tuve que comenzar a trabajar, pues, aunque cobramos el dinero del seguro, acumulábamos muchas deudas entre la casa y el camión, que estaban ambos por pagar, de modo que la indemnización se la llevaron los bancos que nos habían prestado el dinero.
Así que volví a ser secretaria de dirección, mientras mi hijo iba al instituto y se preparaba para la universidad.
John era un hijo magnífico, buen deportista y buen estudiante, lo que toda madre desea para su hijo, pero un buen día empezó a comportarse de una manera extraña. Tenía la mirada ausente, estaba como perdido y me llamaron del centro donde estudiaba, porque provocaban constantes peleas, ya no solo con los maestros, sino también con los profesores, a los que llegó a insultar y amenazó.
Conmigo su comportamiento también se había vuelto agresivo, si bien hasta entonces yo no daba la suficiente importancia, pensando que podría deberse a la pérdida de su padre.
Hasta que llegó el día de su ataque epiléptico, me llamaron estando yo trabajando y salí a toda velocidad hacia el hospital donde lo había llevado la ambulancia. Estuvo semanas en ese hospital mientras los médicos le hacían toda clase de pruebas sin saber el porqué de su comportamiento agresivo.
Finalmente dieron con el diagnóstico, según me dijeron, era la primera vez que venían aquellos síntomas combinados en un paciente, por un lado, tenía ataques de epilepsia y por otro tenía se sentía perseguido por la gente y oía voces, así que le diagnosticaron esquizofrenia.
Al principio empezó a tomar la medicación y parecía que funcionaba, pero a los pocos meses volvió a recaer y comenzó a mostrarse más y más agresivo, tanto conmigo como con sus amigas y profesoras, en especial con las mujeres, no se sabía bien porqué, pero sus paranoias versaban en torno a conspiraciones de las mujeres contra él.
Le aumentaron la medicación y empezó a no querer levantarse de la cama. Yo lo veía mal, pero tenía que trabajar para pagar las facturas así que me iba a mi empresa y volvía ya tarde. Él dormía casi todo el tiempo por el día, por lo que por las noches se desvelaba y no me dejaba dormir, encendía las luces, deambulaba por los pasillos de la casa y se asomaba a mi habitación. Discutíamos constantemente, pues me ponía de los nervios y cuando perdía el control a veces me pegaba.
Yo evitaba decir nada en el trabajo y me cubría los moratones con pañuelos y con ropa de cuello alto. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Hasta que un sábado le pillé espiándome mientras me duchaba, lo vi simplemente mirándome mientras salía de la ducha desnuda. Rápidamente me tapé con la toalla y le sonreí, tratando de no darle importancia al incidente, entonces él me la arrancó y se quedó mirándome.
Yo le di una bofetada y entonces él me la devolvió y caí al suelo. Por suerte para mi, pareció tener un momento de lucidez y viéndome allí se marchó a su cuarto y se encerró.
Tras pasar un rato le llevé la cena a su cama y al entrar lo pillé viendo vídeos porno mientras se masturbaba, él se tapó rápidamente y bueno, yo hice como si tal cosa y entré a verlo.
Puse la bandeja sobre la cama y hablamos, por lo visto me confesó que ver porno le relajaba y masturbarse también. Aquella noche estuvo muy lúcido y me dijo que no quería seguir tomando las pastillas a lo que yo reaccioné asustándome, pero traté de que no se me notase.
Tras el incidente siguió con sus vídeos porno, los veía a todas horas en su cuarto y le daba igual si yo estaba como si no. Yo escuchaba aquellos gemidos, aquellas voces y la verdad, tras años de no tener sexo comencé a excitarme y secretamente me masturbaba algunas noches mientras oía los gemidos de fondo, ¡aquello era de locos!
Recuerdo que otro sábado entré a su cuarto y también estaba masturbándose, salvo que ese día no paró de hacerlo.
— ¡Oh cariño, lo siento! Te traía la cena —dije muy avergonzada sin querer mirar su miembro erecto.
— No tengo hambre mamá, ¡sólo quiero follar! —exclamó mientras me miraba.
— ¡Pero hijo, por favor no seas grosero! —dije yo tratando de conservar la calma.
— ¡Tú podrías follar conmigo! —exclamó de repente.
— No hijo yo soy tu madre, ¿cómo voy a hacer tal cosa?
Seguí intentando no darle importancia a sus palabras, mientras dejaba la bandeja donde le traía el refrigerio en la mesilla de noche, junto a su cama.
— Mira mi polla mamá, ¿es que no te gusta?
— ¡Oh John, no digas esas cosas!
Exclamé mientras no pude evitar clavar mi mirada en su gran miembro erecto. Aunque escandalizada, lo cierto es que me pareció bonita, ¡pero por dios! ¡Aquello me superba!
Recuerdo que entonces él me subió la falda y sentí su mano tocarme las ingles y subir hasta mis bragas tocándome en lo más íntimo, así que de un respingo me eché hacia atrás y corrí despavorida saliendo de la habitación.
— ¡Vamos, folla conmigo, sé que lo deseas! —gritó mientras yo huía.
Ya de madrugada no podía dormir, estaba tensa pesando en su comportamiento y no sabía qué hacer, pasé toda la noche en vela.
Al día siguiente en cambio pareció no acordarse de nada así que pensé que todo aquello había sido como una pesadilla y me alegré de pensar que fuese algo pasajero.
Su enfermedad era así, cuando discutía conmigo y me pegaba, luego no se acordaba de nada. Así que de alguna forma pudimos continuar con nuestras vidas.
Pero en los días siguientes volvió a la carga, me metía mano mientras estaba cocinando y se acercaba por detrás. Y cuando lo rechazaba me llamaba puta, zorra, ramera y cosas así. Si le daba una bofetada me la devolvía y por las noches apenas dormía atemorizada pensando que podría entrar en mi cuarto, a pesar de que echaba siempre el pestillo de la puerta.
Esa semana en el trabajo estuve rara, como apenas dormía por las noches y no rendía en la oficina, tenía que quedarme hasta tarde para terminar mis tareas.
Recuerdo que aquella tarde estaba sola en la oficina, bueno sola no, estaba también el hombre de la limpieza. Un hombre joven negro. Y pensando en que tenía que volver a casa y escuchar los insultos de mi hijo me desesperé y empecé a llorar como una loca.
— Señora, ¿qué le pasa? —dijo el hombre acercándose a mí con buena voluntad.
— ¡Oh nada nada! —me excusé tratando de serenarme.
El chico siguió a mi lado y yo creo que me puse colorada pues no sabía ni qué decirle, así que me dispuse a marcharme. Entonces él me dijo que al menos me tomase un café con él en la máquina y así le acompañase. De modo que no pude rechazar su invitación después de haberse mostrado tan amable conmigo.
En la máquina de café me estuvo contando que estaba estudiando medicina, pero que como necesitaba dinero trabajaba limpiando aquella oficina. Era muy joven y sonreía todo el rato, lo cierto es que me encantó su amabilidad y su sonrisa.
— Geral, ¿y tienes novia por un casual? —le pregunté directamente.
— Novia no, sólo amigas —sonrió sin darme más información.
— ¡Con que solo amigas pillín! Pues tal yo también querría ser amiga tuya, ¿me aceptarías? —me insinué.
No podía creer lo que estaba haciendo, estaba flirteando con aquel chico a quien no conocía de nada.
Seguimos hablando, yo estaba allí de pie ya muy cerca de él y empecé a sentirme muy excitada.
— Bueno Geral, ¿y no se te hace larga la noche limpiando? —le pregunté muy de cerca, rozándolo con mis pechos y metiéndole mi muslo entre sus piernas.
— ¡Oh señora, verá yo…! —dijo él asustado retirándose de mí.
— ¡Lo siento Geral, no quería ofenderte! Claro me ves muy mayor para ti —asentí mirando al suelo, sintiéndome realmente ofendida.
Entonces él se acercó a mí y me cogió el brazo suavemente.
— No señora, no me malinterprete, usted es muy guapa, es solo que antes la vi llorando y ahora me hace esta proposición y la verdad, supongo que tiene problemas y no querría que se equivocase, ¿lo entiende?
Sin duda el muchacho era sincero, con aquella frase terminó por conquistarme.
— No me equivoco créeme, ahora sólo quiero chuparte la polla, ¡vamos compláceme! —le dije arrodillándome ante él como una perra rabiosa.
Su cara ya fue suficiente respuesta, eché mano a su cinturón y lo desabroché, luego bajé su vaquero y finalmente extraje su negra herramienta por la raja de sus calzoncillos. Allí estaba, ¡una buena polla negra! Que admiré mientras la acariciaba con mis manos, aún no estaba del todo erecta, pero con mis caricias no tardó en reaccionar.
Cuando entró en mi boca la sentí suave y grande, muy grande, su capuchón me llenó toda la boca y casi no pude pasar de ahí. El chico cerró los ojos y yo me aparté las bragas para acariciar mi raja allí abajo.
Me sentía tan caliente y tan puta como decía mi hijo, entonces me acordé de sus palabras y no supe qué pensar, el caso es que seguí manando aquella gorda polla negra hasta que él, decidió recompensarme relevándome y comiéndome la raja con su larga lengua arrodillado también ante mí.
Me corrí en su boca apenas al poco de empezar, estaba tan tensa que no pude evitarlo, luego él pasó a follarme allí mismo, de pie, me incliné hacia adelante aferrándome a la máquina del café y lo sentí entrar en mi desde atrás y follarme con ganas. Se ve que el chico estaba tan necesitado como yo.
Su corrida no tardó en llegar y sentí su leche entrar en mi coño mientras pensaba que no habíamos tomado ninguna medida, pero ya era demasiado tarde, se corrió dentro de mí y gocé de cada instante de aquellas últimas acometidas.
Cuando salió de mi sentí su leche caer de mi chocho y gotear en el suelo, en aquel momento me sentí como una guarra, pero no me importó lo más mínimo, por una vez estaba satisfecha, ¡plena de gozo!
Luego la sensación fue algo tensa entre los dos, nos despedimos sin saber si besarnos o darnos la mano. Finalmente opté por acercarme y darle un casto beso en la mejilla, ¡qué estúpida, tras follar y voy y le planto un simple beso de prima! Tras eso fui a mi mesa, recogí mi bolso y salí corriendo de la oficina.
1
Me había follado al chico de la limpieza, e iba inmersa en mis pensamientos mientras conducía de vuelta a casa: ¿Acaso eres una puta? —me pregunté a mi misma mientras aceleraba.
No lo sabía, pero me había encantado el rápido polvo en la máquina del café y me mordía los labios sensualmente recordándolo.
Mientras conducía bajé mi mano y me acaricié mi coño, estaba aún muy lubricado, yo diría que hasta tal vez insatisfecho. Le hubiese gustado una segunda follada.
Paré de camino a casa y compré una píldora del día después y una caja de anticonceptivas y tomé la primera allí mismo. Después de todo lo último que necesitaba es quedarme embarazada de aquel chico negro.
Aparqué frente a la puerta y entré decidida a nuestra casa. Sin miedo por una vez en los últimos meses. Allí en el sofá estaba John.
— ¡Qué pasa puta, por qué bienes tan tarde! ¿Te has follado a alguien de camino? —me dijo a modo de recibimiento.
— Si, me he follado al chico de la limpieza, ¡y me ha encantado sabes! —le espeté acercándome desafiante.
John se levantó y se acercó a mí intentando intimidarme.
— ¿Y te ha gustado puta? —me preguntó mientras se acercaba a mi cara hasta sentir su aliento en mi boca.
— ¡Si me ha encantado hacer de puta como tú me dices! —exclamé yo aún más desafiante.
Entonces él me soltó una bofetada y acto seguido me cogió del cuello y apretó hasta dejarme sin poder respirar. Ahí me asusté mucho, y por unos momentos pensé que ese sería mi final. Pero entonces él echó mano a mi falda me la subió y apartándome las bragas introdujo su dedo en mi coño y comenzó a follarme con él mientras sentía que la presión en mi cuello menguaba.
— ¡Vamos hijo de puta! Sácate la polla que te la chupe, ¿no es eso lo que quieres? —pregunté empujándolo con violencia haciendo que tropezara al ir hacia atrás y callera en el sofá.
Me arrodillé y ante un atónito John le desabroché el vaquero, le bajé la cremallera, metí mi mano y busqué su polla hasta sacarla por la bragueta, la tenía ya dura el muy cabrón.
La introduje en mi boca y se la chupé con fuerza. Seguí chupándola con ganas mientras lo masturbaba al mismo tiempo con la mano.
John se sujetaba al sofá con las manos y no se atrevía a tocarme.
— ¡Qué cariño! Estás contento ya, ¿sí? Quieres que te la chupe todos los días, ¿eh? Así tratarás mejor a tu mami, ¿sí? —comencé a decirle mientras le masturbaba arrodillada ante él.
— ¡Oh mamá, nunca pensé que dieses este paso! —exclamó John en un momento de lucidez.
Como una posesa liberé mis pechos y John me pellizcó los pezones mientras yo me lo trabajaba arrodillada ante él. Es más, llegué a apartar mis bragas a un lado y comencé a masturbarme otra vez, a pesar de que me había follado al negro aquella misma noche y encontré gran goce al hacerlo mientras la polla de John me entraba hasta adentro.
Me sentí aún más puta que cuando me follé al negro aquella noche, aquello ya fue demasiado lejos, pero vi que John estaba tan calmado mientras se lo hacía que supe que esa sería la perfecta medicina para mantenerlo a raya en casa y asumí mi papel.
Cada noche que lo requiriera le haría una mamada y así me dejaría tranquila, él sería feliz y yo también.
Chupé y chupé hasta que su corrida me sorprendió en la boca. Nunca lo había hecho, pero estaba tan cabreada aquella noche con él y su actitud que el coraje me hizo hacerlo sin pensar.
John se contrajo mientras se corría y yo seguí chupando su glande, terriblemente hinchado y rojo como un pimiento. Su polla era blanca, de un blanco nacarado muy en contraste con la otra negra que había chupado hacía un rato.
Cuando terminé me incorporé y él se quedó allí sentado, con cara de éxtasis tras mi mamada con final feliz, pero decidí no dejarlo allí. Lo tomé de la mano y lo conduje hasta su cuarto, donde yo misma lo metí en la cama y él como un niño se dejó arropar, terriblemente tranquilo y relajado…
— Buenas noches… —le susurré al oído para despedirme.
En el fondo Jonh seguía siendo mi hijo, con esquizofrenia o sin ella y lo que hice lo hice por él y no me arrepiento, ¡pues me funcionó! Tras esto, John no volvió a molestarme en los días siguientes.
2
Justo al siguiente día llegué radiante a la oficina, ¡había dormido como un tronco, la primera vez que dormía así en meses! Creo que hasta mis compañeros lo notaron.
A mi lado estaba Frank, su mujer le había dejado hacía unos meses, aunque aparentemente no le había afectado. Frank siempre tenía buen humor y era muy servicial conmigo, prestándose a ayudarme en todo momento. Me caía bien, así que aquel día decidí que ya era hora de pagarle tantos favores.
— Frank, necesito ayuda en el archivo —le dije.
— ¿Y eso? —preguntó el sonriente como siempre.
— Es que hay unos archivadores que pesan mucho y me da miedo caerme de la escalera si los cojo.
— Bueno, entonces “super-Frank ayudar” —dijo golpeándose en el pecho como si fuese Tarzán.
Ya en el archivo, me aseguré de llevarlo a la zona más discreta del mismo, rodeados de carpetas y estanterías allí sólo había un pasillo de entrada que podíamos controlar para que nadie nos viese.
Subí a una escalera y le pedí que me la sujetara, con objeto de que me viese las bragas si guastaba de tal cosa, con la falda corta que llevaba eso no era difícil.
— Bueno Frank, ¿cómo llevas lo de Evelyn? —le dije.
— ¡Oh bueno, ya pasó! —respondió el risueño.
— Vamos Frank, puedes ser sincero conmigo, ¿cómo te sientes? —le pregunté terminado de subir lo más alto que pude para asegurarme que me veía las bragas.
Frank intentaba no mirar, pero discretamente me echó un ojo, ningún hombre se hubiese resistido a algo así.
— Bueno, ya lo llevo mejor Jane, sinceramente. Gracias por preguntar.
— Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras —le dije bajando unos peldaños poniendo mi hermoso culo a la altura de su boca.
Mi compañero pareció sentirse molesto por mi acción y carraspeó nervioso.
— ¡Vamos Frank, no te pongas nervioso hombre! Aquí no nos puede ver nadie, ¿sabes? —le dije yo mientras me giraba y ponía mi coño a la altura de su boca, abriendo las piernas y subiéndome la falda para que me viese las bragas con encaje que llevaba puestas.
— ¡Oh Jane, yo no sé qué decir! —exclamó él nervioso ajustándose las gafas en su fina nariz.
— ¡Pues entonces no digas nada y come mi coño! —exclamé mientras tiraba de su cabeza y la hacía chocar con mis bragas.
Sentí su lengua lamerme la tela, justo bajo mi coño, Frank estaba muy nervioso, tanto que tuve que apartarlas para que me lamiera el clítoris en lugar de babearme más la tela. Entonces sentí su lengua ávida de jugos entrar en mi sexo y lamer y beber cuanto salía de mí. Así pasé un buen rato mientras me lo comía, allí subida en la escalera sin darle ni un respiro, ¡todo para mí! Mientras gemía y decía —¡Así, sigue chupando, qué rico! —y cosas así.
Cuando empezó a cansarse de comer mi rico coño bajé los peldaños que me quedaban y me puse de culo agarrándome a la escalera para que el me tomase por detrás.
— ¡Vamos semental, fóllame! —le ordené con presteza.
Frank, algo torpemente se quitó el pantalón y se acercó a mí con su gruesa y corta polla, lo vi de reojo mientras lo hacía y con su gran panza pensé que tal vez no podría llegar hasta mi, pero finalmente lo consiguió y la sentí entrar en mi flor. Se aferró a mis caderas y me apretó con ganas, follándome con frenesí allí mismo mientras yo me sentía fuera de mi, la más puta de la oficina sin duda, pero entonces descubrí que ya no me importaba…
Lo sentí correrse mientras me clavaba las uñas en las caderas y este detalle me hizo enloquecer, estrujé su polla hasta la última gota gozando con ella dentro de mí y cuando me la saqué noté como la leche caía de nuevo hasta el suelo, ¡en un “déjà vu” maravilloso!
3
Una tarde vino a visitar a John su amigo Kevin, quien juagaba a baloncesto con él antes de caer enfermo. Vino a su casa a interesarse por cómo le iba, ya que había dejado los entrenamientos y apenas se veían desde que le dieron el alta hospitalaria.
Les puse unos bocadillos y les di unos refrescos mientras hablaban de sus cosas. John estuvo muy lúcido aquella tarde para variar. Yo me limité a quedarme con ellos, aunque pensé que se sentían un poco violentos por mi presencia así que les pregunté si querían que siguiese allí.
— ¡Oh no señora Morris! No molesta, puede quedarse con nosotros si quiere —dijo Kevin muy amable.
— Si, no molestas mamá.
— Bueno chicos, entonces, ¿tienes novia Kevin?
Mi pregunta le alteró, pues le cogió mientras tomaba un sorbo de su cola y ésta se derramó por sus labios de la sorpresa, en el fondo sonreí, pues me divirtió poner nervioso a un joven tan apuesto como el amigo de mi hijo.
— ¡Oh señora Morris, lo siento! —dijo lamentando que parte de la bebida acabase en el suelo del salón.
— ¡Lo siento Kevin! ¿He sido indiscreta? —dije yo sonriente mientras le alcanzaba una servilleta de la pequeña mesa que teníamos frente a nosotros, donde había dejado el refrigerio.
— ¡Bueno, no importa! Bueno sí, Daisy es mi chica, salimos desde hace unos seis meses.
— ¿Y es guapa?
— ¡Ah, pues sí, es muy guapa! —exclamó Kevin muy solícito.
Crucé las piernas y me aseguré de que Kevin me viese las bragas al hacerlo dirigiendo mis rodillas hasta donde él estaba sentado. Éste volvió a sorprenderse y con los ojos como platos me miró como la mascota que solícita espera comprender a la dueña.
— ¡Tú también eres muy guapo Kevin! —exclamé mientras posaba mi mano delicadamente sobre su pierna y le soltaba un par de palmaditas al tiempo que ponía cara melosa.
Me veía un tanto estúpida, pero era muy divertido flirtear con el amigo de mi hijo.
— ¡Gracias señor Morris! —respondió él poniéndose colorado.
La tensión fue acrecentándose con mis insinuaciones y mis preguntas a Kevin y John empezó a cabrearse por aquel flirteo mío con su amigo.
— Bueno Kevin, será mejor que te marches, mi madre creo que está indispuesta —dijo en un momento dado de la conversación.
— Pero John, ¡si lo estamos pasando muy bien hijo! —protesté yo, bueno voy a hacer un pis que veo que el ambiente está muy tenso por aquí.
Me levanté y sensualmente le guiñé un ojo a Kevin. Cuando volví la cosa no se había relajado, así que me senté al lado de Kevin en el sofá, mientras Jonh nos miraba con furia reflejada en el negro profundo de sus pupilas.
Mis manos siguieron incomodando a Kevin, mientras una de ellas estaba sobre su pantalón, le pellizcaba delicadamente si entre pierna, haciendo que él lo notase. Éste se fue sintiendo así cada vez más incómodo ante la situación y mi hijo fue incrementando también paulatinamente su cabreo.
— Ya está bien mamá, ¡Kevin márchate por favor! —estalló John, tal vez celoso ante mis insinuaciones con su amigo.
— Por qué John, ¡esto es sólo conversación! Si lo echas no volveré a darte ningún capricho como el del fin de semana pasado, ¿te acuerdas? —le dije mirándolo fijamente para asegurarme de que comprendía a qué me refería.
John debió recordar la sesión de sexo que mantuvimos días atrás y al hacerlo su actitud cambió. En cambio, Kevin seguía muy incomodo entre ambos a raíz de nuestra discusión y mi flirteo con él.
— ¡Bueno señora Morris! Creo que será mejor que me marche —dijo levantándose.
Yo hice lo mismo y me interpuse en su camino hacia la puerta, parándolo con mi mano en su pecho, allí noté la dureza de sus pectorales definidos y bien proporcionados.
— ¡Vamos Kevin, quédate un ratito más! —le dije con voz dulce, verás cómo la cosa se calma y se alejan las tensiones.
— Vamos Kevin, ¡no ves lo caliente que está! ¡quédate a follar y complácela! Te va a gustar te lo aseguro —gruño John desde su asiento.
— Vamos John, no seas grosero con nuestro invitado. ¡Mamá no es ninguna puta! ¿recuerdas? —dije girándome y clavándole mis ojos encendidos en su cara estúpida allí sentado.
Pero Kevin, muy nervioso a estas alturas, me apartó a un lado y salió disparado en dirección a la puerta. Yo lo seguí y tirando de su mano traté de disuadirlo para que se quedara.
— Perdona a John Kevin, ¡aún no está bien! —exclamé antes de que la abriera—. ¡Y yo tampoco estoy bien! —agregué rompiendo a llorar ante su atónita mirada.
— Vale señora Morris, no se ponga así, tampoco ha sido para tanto, me quedaré —dijo finalmente cumpliendo su objetivo mis lágrimas de cocodrilo.
He de admitir que me había vuelto una buena actriz.
— ¡Estupendo Kevin! —dije abrazándome a él y achuchándolo contra mis pechos con fuerza mientras mis manos se cruzaban en su nuca—. ¡Eres la única visita de John en meses! —dije sollozando.
— Está bien señora Morris, me quedaré un rato más con vosotros —repitió convincente.
Ya de vuelta en el salón, pusieron una película y apagaron las luces, yo me puse frente a la tele, sentada en medio de ambos. La película no me gustaba nada, algo sobre unos robots asesinos, pero a ellos parecía divertirles. Traje unas palomitas de la cocina y todos cogían del gran cuenco que guardaba entre mis muslos abiertos, este gesto pareció divertir a Kevin y yo me aseguraba de que cada vez que cogía palomitas soltar un pequeño suspiro.
El juego fue avanzando y me dejaba caer de vez en cuando una palomita en mi escote, —porque otra cosa no, pero en tetas, ¡soy una mujer diez!
— ¡Oh Kevin, quieres esta que se me ha caído aquí! —le decía yo divertida mientras él sonreía y no se atrevía a cogerla—. ¡Vamos cógela tonto!
Entonces él, tímidamente ponía los dedos en pinza y la sacaba de entre mis pechos, rozándolos con ellos delicadamente.
Harta ya de juegos decidí atacar y poniendo mis manos en cada paquete se los acaricié a ambos al mismo tiempo. Kevin se sobresaltó un poco pero no lo dejé escapar. Sujetándolo con mi antebrazo le desabroché el pantalón y le bajé la bragueta accediendo a su verga y meneándosela hasta que se le puso dura.
Luego me giré hacia John y hice lo mismo, de modo que la final tenía las dos pollas en mis manos mientras las masturbaba y los dos chicos se quedaban extasiados mirando la peli, más pendientes de mis caricias que de las escenas de acción.
— Bueno machotes, ¡a ver si podéis satisfacer los dos a mamá!
Me arrodillé y les bajé los pantalones ambos, tras lo cual les pedí que se juntasen un poco y pasé a chuparles las pollas alternativamente, mientras a uno se la chupaba al otro se la meneaba y luego cambio.
Me desnudé por completo y me senté sobre la polla de Kevin mientras este me chupaba las tetas, lo follé despacio sin olvidarme de John a quien se la meneaba con la mano libre. Kevin comía muy bien mis pezones.
John al verme allí follando con su amigo empezó a meterme mano y a tirar de mi cuerpo hacia él, incitándome a que cambiase y me sentara sobre su polla, como había hecho con Kevin, esto me pareció excesivo, así que decidí levantarme y poniéndome a cuatro patas comencé a chupársela a John, mientras disimuladamente invitaba a Kevin a darme por detrás.
Este se puso detrás de mí y sentí su verga gorda y dura clavarse en mi coño y pegar su pelvis contra mi culo, comenzando así una serie de rápidas culadas que me volvieron loca, mientras yo me tragaba literalmente la de John que dejó de protestar y empezó a estar complacido con mi acción.
Luego cambiamos de tercio, yo me tumbé en el sofá y Kevin se acomodó entre mis muslos para que John siguiera ofreciéndome su polla desde arriba, así continuamos follando como cosacos hasta que la corrida de Kevin me sorprendió y la de John me llenó de nuevo la garganta con su leche, que no me quedó más opción que tragar.
Al acabar yo aún no había tenido mi orgasmo así que puse a Kevin a comerme el coño y a John a chuparme los pezones y con ambos sobre mi cuerpo caliente en el sofá, me dediqué a frotar mi clítoris hasta que alcancé un orgasmo demoledor.
Luego cambié de caballo y me coloqué encima de John follándolo un rato mientras le comía la boca a Kevin, su lengua era deliciosa y a él la parecía gustar también la mía.
Les pedí que me diesen por detrás para lo que me puse de rodillas en el sofá y bajé mi espalda hasta ponerla paralela al suelo y mientras se turnaran sin pelearse. Kevin de nuevo fue el primero y me folló con ganas mientras me pellizcaba mis gordos pezones, creí desfallecer con su polla metida desde atrás.
Mientras lo hacía, John se puso delante de mí y cogiéndome la cabeza me puso su gran seta en la boca para que se la comiera, así que no me quedo alternativa que abrir y tragar, lo que me mantuvo muy ocupada en los minutos siguientes. Luego le tocó el turno a John y Kevin no desaprovechó la oportunidad de ponerse delante y forzarme a tragar también lo suyo.
Cambiamos de tercio en la orgía que estábamos manteniendo y tumbándome ambos me cubrieron en la postura del misionero, mientras el otro me seguía ofreciendo su polla para chuparla.
Primero se corrió John y luego ocupó su lugar Kevin, quien me empujó con ganas hasta correrse también dentro de mí. Me tuvieron tan ocupada en satisfacer sus bajos instintos que me olvidé de mi misma y cuando Kevin ya se había marchado y John se había ido a la cama, me tumbé en el sofá y me masturbé.
Esa noche reflexioné y llegué a la conclusión de que tal vez era ninfómana, por lo que decidí que ya era hora de dar rienda suelta a mis más oscuras fantasías y desde entonces dejo que John me lo haga, principalmente los sábados. Ahora mismo me está dando por detrás mientras me pregunto hasta cuando estaremos así, pero bueno, al menos está calmado y está bien conmigo, ha vuelto al instituto, sigue con sus estudios dentro de los trastornos que padece y creo que ambos somos medianamente felices.
Así que ya saben hasta dónde una madre está dispuesta a llegar por su hijo.
PD.: Soy Zorro Blanco 2003, si te gustan mis relatos y quieres saber más de mi, visita mi blog.
Dicen que una madre haría cualquier cosa por su hijo, yo digo que una madre efectivamente lo haría, a pesar de tener que pagar un alto precio por ello.
Hoy es sábado y ya estoy pensando en lo que pasará esta noche, pero no adelantemos acontecimientos, vayamos por partes.
Soy viuda desde hace ya cinco años, cinco largos años en los que la vida me ha cambiado por completo. Mi marido era conductor de camión, iba y venía de viajes internacionales. A él le gustaba, pues le encantaba viajar. En los veranos nos íbamos con nuestra caravana por los países nórdicos y él nos hacía de guía para mí y para mi hijo, John.
Pero llegó aquel día, el día fatídico en el que me llamaron de su empresa para decirme que Mike había tenido un accidente fatal, su camión se había despeñado por una ladera a consecuencia de un choque con otro vehículo y no había sobrevivido.
En aquel momento no supe cómo reaccionar, me quedé allí de pie, al teléfono, mientras la secretaria al otro lado de la línea me preguntaba si estaba bien con la voz entrecortada, sin duda ella estaba también muy apurada, pero yo no reaccioné, tardé en hacerlo.
Pero bueno, tras aquello me quedé con mi hijo de dieciséis años por aquel entonces y tuvimos que rehacer nuestras vidas.
Yo tuve que comenzar a trabajar, pues, aunque cobramos el dinero del seguro, acumulábamos muchas deudas entre la casa y el camión, que estaban ambos por pagar, de modo que la indemnización se la llevaron los bancos que nos habían prestado el dinero.
Así que volví a ser secretaria de dirección, mientras mi hijo iba al instituto y se preparaba para la universidad.
John era un hijo magnífico, buen deportista y buen estudiante, lo que toda madre desea para su hijo, pero un buen día empezó a comportarse de una manera extraña. Tenía la mirada ausente, estaba como perdido y me llamaron del centro donde estudiaba, porque provocaban constantes peleas, ya no solo con los maestros, sino también con los profesores, a los que llegó a insultar y amenazó.
Conmigo su comportamiento también se había vuelto agresivo, si bien hasta entonces yo no daba la suficiente importancia, pensando que podría deberse a la pérdida de su padre.
Hasta que llegó el día de su ataque epiléptico, me llamaron estando yo trabajando y salí a toda velocidad hacia el hospital donde lo había llevado la ambulancia. Estuvo semanas en ese hospital mientras los médicos le hacían toda clase de pruebas sin saber el porqué de su comportamiento agresivo.
Finalmente dieron con el diagnóstico, según me dijeron, era la primera vez que venían aquellos síntomas combinados en un paciente, por un lado, tenía ataques de epilepsia y por otro tenía se sentía perseguido por la gente y oía voces, así que le diagnosticaron esquizofrenia.
Al principio empezó a tomar la medicación y parecía que funcionaba, pero a los pocos meses volvió a recaer y comenzó a mostrarse más y más agresivo, tanto conmigo como con sus amigas y profesoras, en especial con las mujeres, no se sabía bien porqué, pero sus paranoias versaban en torno a conspiraciones de las mujeres contra él.
Le aumentaron la medicación y empezó a no querer levantarse de la cama. Yo lo veía mal, pero tenía que trabajar para pagar las facturas así que me iba a mi empresa y volvía ya tarde. Él dormía casi todo el tiempo por el día, por lo que por las noches se desvelaba y no me dejaba dormir, encendía las luces, deambulaba por los pasillos de la casa y se asomaba a mi habitación. Discutíamos constantemente, pues me ponía de los nervios y cuando perdía el control a veces me pegaba.
Yo evitaba decir nada en el trabajo y me cubría los moratones con pañuelos y con ropa de cuello alto. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Hasta que un sábado le pillé espiándome mientras me duchaba, lo vi simplemente mirándome mientras salía de la ducha desnuda. Rápidamente me tapé con la toalla y le sonreí, tratando de no darle importancia al incidente, entonces él me la arrancó y se quedó mirándome.
Yo le di una bofetada y entonces él me la devolvió y caí al suelo. Por suerte para mi, pareció tener un momento de lucidez y viéndome allí se marchó a su cuarto y se encerró.
Tras pasar un rato le llevé la cena a su cama y al entrar lo pillé viendo vídeos porno mientras se masturbaba, él se tapó rápidamente y bueno, yo hice como si tal cosa y entré a verlo.
Puse la bandeja sobre la cama y hablamos, por lo visto me confesó que ver porno le relajaba y masturbarse también. Aquella noche estuvo muy lúcido y me dijo que no quería seguir tomando las pastillas a lo que yo reaccioné asustándome, pero traté de que no se me notase.
Tras el incidente siguió con sus vídeos porno, los veía a todas horas en su cuarto y le daba igual si yo estaba como si no. Yo escuchaba aquellos gemidos, aquellas voces y la verdad, tras años de no tener sexo comencé a excitarme y secretamente me masturbaba algunas noches mientras oía los gemidos de fondo, ¡aquello era de locos!
Recuerdo que otro sábado entré a su cuarto y también estaba masturbándose, salvo que ese día no paró de hacerlo.
— ¡Oh cariño, lo siento! Te traía la cena —dije muy avergonzada sin querer mirar su miembro erecto.
— No tengo hambre mamá, ¡sólo quiero follar! —exclamó mientras me miraba.
— ¡Pero hijo, por favor no seas grosero! —dije yo tratando de conservar la calma.
— ¡Tú podrías follar conmigo! —exclamó de repente.
— No hijo yo soy tu madre, ¿cómo voy a hacer tal cosa?
Seguí intentando no darle importancia a sus palabras, mientras dejaba la bandeja donde le traía el refrigerio en la mesilla de noche, junto a su cama.
— Mira mi polla mamá, ¿es que no te gusta?
— ¡Oh John, no digas esas cosas!
Exclamé mientras no pude evitar clavar mi mirada en su gran miembro erecto. Aunque escandalizada, lo cierto es que me pareció bonita, ¡pero por dios! ¡Aquello me superba!
Recuerdo que entonces él me subió la falda y sentí su mano tocarme las ingles y subir hasta mis bragas tocándome en lo más íntimo, así que de un respingo me eché hacia atrás y corrí despavorida saliendo de la habitación.
— ¡Vamos, folla conmigo, sé que lo deseas! —gritó mientras yo huía.
Ya de madrugada no podía dormir, estaba tensa pesando en su comportamiento y no sabía qué hacer, pasé toda la noche en vela.
Al día siguiente en cambio pareció no acordarse de nada así que pensé que todo aquello había sido como una pesadilla y me alegré de pensar que fuese algo pasajero.
Su enfermedad era así, cuando discutía conmigo y me pegaba, luego no se acordaba de nada. Así que de alguna forma pudimos continuar con nuestras vidas.
Pero en los días siguientes volvió a la carga, me metía mano mientras estaba cocinando y se acercaba por detrás. Y cuando lo rechazaba me llamaba puta, zorra, ramera y cosas así. Si le daba una bofetada me la devolvía y por las noches apenas dormía atemorizada pensando que podría entrar en mi cuarto, a pesar de que echaba siempre el pestillo de la puerta.
Esa semana en el trabajo estuve rara, como apenas dormía por las noches y no rendía en la oficina, tenía que quedarme hasta tarde para terminar mis tareas.
Recuerdo que aquella tarde estaba sola en la oficina, bueno sola no, estaba también el hombre de la limpieza. Un hombre joven negro. Y pensando en que tenía que volver a casa y escuchar los insultos de mi hijo me desesperé y empecé a llorar como una loca.
— Señora, ¿qué le pasa? —dijo el hombre acercándose a mí con buena voluntad.
— ¡Oh nada nada! —me excusé tratando de serenarme.
El chico siguió a mi lado y yo creo que me puse colorada pues no sabía ni qué decirle, así que me dispuse a marcharme. Entonces él me dijo que al menos me tomase un café con él en la máquina y así le acompañase. De modo que no pude rechazar su invitación después de haberse mostrado tan amable conmigo.
En la máquina de café me estuvo contando que estaba estudiando medicina, pero que como necesitaba dinero trabajaba limpiando aquella oficina. Era muy joven y sonreía todo el rato, lo cierto es que me encantó su amabilidad y su sonrisa.
— Geral, ¿y tienes novia por un casual? —le pregunté directamente.
— Novia no, sólo amigas —sonrió sin darme más información.
— ¡Con que solo amigas pillín! Pues tal yo también querría ser amiga tuya, ¿me aceptarías? —me insinué.
No podía creer lo que estaba haciendo, estaba flirteando con aquel chico a quien no conocía de nada.
Seguimos hablando, yo estaba allí de pie ya muy cerca de él y empecé a sentirme muy excitada.
— Bueno Geral, ¿y no se te hace larga la noche limpiando? —le pregunté muy de cerca, rozándolo con mis pechos y metiéndole mi muslo entre sus piernas.
— ¡Oh señora, verá yo…! —dijo él asustado retirándose de mí.
— ¡Lo siento Geral, no quería ofenderte! Claro me ves muy mayor para ti —asentí mirando al suelo, sintiéndome realmente ofendida.
Entonces él se acercó a mí y me cogió el brazo suavemente.
— No señora, no me malinterprete, usted es muy guapa, es solo que antes la vi llorando y ahora me hace esta proposición y la verdad, supongo que tiene problemas y no querría que se equivocase, ¿lo entiende?
Sin duda el muchacho era sincero, con aquella frase terminó por conquistarme.
— No me equivoco créeme, ahora sólo quiero chuparte la polla, ¡vamos compláceme! —le dije arrodillándome ante él como una perra rabiosa.
Su cara ya fue suficiente respuesta, eché mano a su cinturón y lo desabroché, luego bajé su vaquero y finalmente extraje su negra herramienta por la raja de sus calzoncillos. Allí estaba, ¡una buena polla negra! Que admiré mientras la acariciaba con mis manos, aún no estaba del todo erecta, pero con mis caricias no tardó en reaccionar.
Cuando entró en mi boca la sentí suave y grande, muy grande, su capuchón me llenó toda la boca y casi no pude pasar de ahí. El chico cerró los ojos y yo me aparté las bragas para acariciar mi raja allí abajo.
Me sentía tan caliente y tan puta como decía mi hijo, entonces me acordé de sus palabras y no supe qué pensar, el caso es que seguí manando aquella gorda polla negra hasta que él, decidió recompensarme relevándome y comiéndome la raja con su larga lengua arrodillado también ante mí.
Me corrí en su boca apenas al poco de empezar, estaba tan tensa que no pude evitarlo, luego él pasó a follarme allí mismo, de pie, me incliné hacia adelante aferrándome a la máquina del café y lo sentí entrar en mi desde atrás y follarme con ganas. Se ve que el chico estaba tan necesitado como yo.
Su corrida no tardó en llegar y sentí su leche entrar en mi coño mientras pensaba que no habíamos tomado ninguna medida, pero ya era demasiado tarde, se corrió dentro de mí y gocé de cada instante de aquellas últimas acometidas.
Cuando salió de mi sentí su leche caer de mi chocho y gotear en el suelo, en aquel momento me sentí como una guarra, pero no me importó lo más mínimo, por una vez estaba satisfecha, ¡plena de gozo!
Luego la sensación fue algo tensa entre los dos, nos despedimos sin saber si besarnos o darnos la mano. Finalmente opté por acercarme y darle un casto beso en la mejilla, ¡qué estúpida, tras follar y voy y le planto un simple beso de prima! Tras eso fui a mi mesa, recogí mi bolso y salí corriendo de la oficina.
1
Me había follado al chico de la limpieza, e iba inmersa en mis pensamientos mientras conducía de vuelta a casa: ¿Acaso eres una puta? —me pregunté a mi misma mientras aceleraba.
No lo sabía, pero me había encantado el rápido polvo en la máquina del café y me mordía los labios sensualmente recordándolo.
Mientras conducía bajé mi mano y me acaricié mi coño, estaba aún muy lubricado, yo diría que hasta tal vez insatisfecho. Le hubiese gustado una segunda follada.
Paré de camino a casa y compré una píldora del día después y una caja de anticonceptivas y tomé la primera allí mismo. Después de todo lo último que necesitaba es quedarme embarazada de aquel chico negro.
Aparqué frente a la puerta y entré decidida a nuestra casa. Sin miedo por una vez en los últimos meses. Allí en el sofá estaba John.
— ¡Qué pasa puta, por qué bienes tan tarde! ¿Te has follado a alguien de camino? —me dijo a modo de recibimiento.
— Si, me he follado al chico de la limpieza, ¡y me ha encantado sabes! —le espeté acercándome desafiante.
John se levantó y se acercó a mí intentando intimidarme.
— ¿Y te ha gustado puta? —me preguntó mientras se acercaba a mi cara hasta sentir su aliento en mi boca.
— ¡Si me ha encantado hacer de puta como tú me dices! —exclamé yo aún más desafiante.
Entonces él me soltó una bofetada y acto seguido me cogió del cuello y apretó hasta dejarme sin poder respirar. Ahí me asusté mucho, y por unos momentos pensé que ese sería mi final. Pero entonces él echó mano a mi falda me la subió y apartándome las bragas introdujo su dedo en mi coño y comenzó a follarme con él mientras sentía que la presión en mi cuello menguaba.
— ¡Vamos hijo de puta! Sácate la polla que te la chupe, ¿no es eso lo que quieres? —pregunté empujándolo con violencia haciendo que tropezara al ir hacia atrás y callera en el sofá.
Me arrodillé y ante un atónito John le desabroché el vaquero, le bajé la cremallera, metí mi mano y busqué su polla hasta sacarla por la bragueta, la tenía ya dura el muy cabrón.
La introduje en mi boca y se la chupé con fuerza. Seguí chupándola con ganas mientras lo masturbaba al mismo tiempo con la mano.
John se sujetaba al sofá con las manos y no se atrevía a tocarme.
— ¡Qué cariño! Estás contento ya, ¿sí? Quieres que te la chupe todos los días, ¿eh? Así tratarás mejor a tu mami, ¿sí? —comencé a decirle mientras le masturbaba arrodillada ante él.
— ¡Oh mamá, nunca pensé que dieses este paso! —exclamó John en un momento de lucidez.
Como una posesa liberé mis pechos y John me pellizcó los pezones mientras yo me lo trabajaba arrodillada ante él. Es más, llegué a apartar mis bragas a un lado y comencé a masturbarme otra vez, a pesar de que me había follado al negro aquella misma noche y encontré gran goce al hacerlo mientras la polla de John me entraba hasta adentro.
Me sentí aún más puta que cuando me follé al negro aquella noche, aquello ya fue demasiado lejos, pero vi que John estaba tan calmado mientras se lo hacía que supe que esa sería la perfecta medicina para mantenerlo a raya en casa y asumí mi papel.
Cada noche que lo requiriera le haría una mamada y así me dejaría tranquila, él sería feliz y yo también.
Chupé y chupé hasta que su corrida me sorprendió en la boca. Nunca lo había hecho, pero estaba tan cabreada aquella noche con él y su actitud que el coraje me hizo hacerlo sin pensar.
John se contrajo mientras se corría y yo seguí chupando su glande, terriblemente hinchado y rojo como un pimiento. Su polla era blanca, de un blanco nacarado muy en contraste con la otra negra que había chupado hacía un rato.
Cuando terminé me incorporé y él se quedó allí sentado, con cara de éxtasis tras mi mamada con final feliz, pero decidí no dejarlo allí. Lo tomé de la mano y lo conduje hasta su cuarto, donde yo misma lo metí en la cama y él como un niño se dejó arropar, terriblemente tranquilo y relajado…
— Buenas noches… —le susurré al oído para despedirme.
En el fondo Jonh seguía siendo mi hijo, con esquizofrenia o sin ella y lo que hice lo hice por él y no me arrepiento, ¡pues me funcionó! Tras esto, John no volvió a molestarme en los días siguientes.
2
Justo al siguiente día llegué radiante a la oficina, ¡había dormido como un tronco, la primera vez que dormía así en meses! Creo que hasta mis compañeros lo notaron.
A mi lado estaba Frank, su mujer le había dejado hacía unos meses, aunque aparentemente no le había afectado. Frank siempre tenía buen humor y era muy servicial conmigo, prestándose a ayudarme en todo momento. Me caía bien, así que aquel día decidí que ya era hora de pagarle tantos favores.
— Frank, necesito ayuda en el archivo —le dije.
— ¿Y eso? —preguntó el sonriente como siempre.
— Es que hay unos archivadores que pesan mucho y me da miedo caerme de la escalera si los cojo.
— Bueno, entonces “super-Frank ayudar” —dijo golpeándose en el pecho como si fuese Tarzán.
Ya en el archivo, me aseguré de llevarlo a la zona más discreta del mismo, rodeados de carpetas y estanterías allí sólo había un pasillo de entrada que podíamos controlar para que nadie nos viese.
Subí a una escalera y le pedí que me la sujetara, con objeto de que me viese las bragas si guastaba de tal cosa, con la falda corta que llevaba eso no era difícil.
— Bueno Frank, ¿cómo llevas lo de Evelyn? —le dije.
— ¡Oh bueno, ya pasó! —respondió el risueño.
— Vamos Frank, puedes ser sincero conmigo, ¿cómo te sientes? —le pregunté terminado de subir lo más alto que pude para asegurarme que me veía las bragas.
Frank intentaba no mirar, pero discretamente me echó un ojo, ningún hombre se hubiese resistido a algo así.
— Bueno, ya lo llevo mejor Jane, sinceramente. Gracias por preguntar.
— Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras —le dije bajando unos peldaños poniendo mi hermoso culo a la altura de su boca.
Mi compañero pareció sentirse molesto por mi acción y carraspeó nervioso.
— ¡Vamos Frank, no te pongas nervioso hombre! Aquí no nos puede ver nadie, ¿sabes? —le dije yo mientras me giraba y ponía mi coño a la altura de su boca, abriendo las piernas y subiéndome la falda para que me viese las bragas con encaje que llevaba puestas.
— ¡Oh Jane, yo no sé qué decir! —exclamó él nervioso ajustándose las gafas en su fina nariz.
— ¡Pues entonces no digas nada y come mi coño! —exclamé mientras tiraba de su cabeza y la hacía chocar con mis bragas.
Sentí su lengua lamerme la tela, justo bajo mi coño, Frank estaba muy nervioso, tanto que tuve que apartarlas para que me lamiera el clítoris en lugar de babearme más la tela. Entonces sentí su lengua ávida de jugos entrar en mi sexo y lamer y beber cuanto salía de mí. Así pasé un buen rato mientras me lo comía, allí subida en la escalera sin darle ni un respiro, ¡todo para mí! Mientras gemía y decía —¡Así, sigue chupando, qué rico! —y cosas así.
Cuando empezó a cansarse de comer mi rico coño bajé los peldaños que me quedaban y me puse de culo agarrándome a la escalera para que el me tomase por detrás.
— ¡Vamos semental, fóllame! —le ordené con presteza.
Frank, algo torpemente se quitó el pantalón y se acercó a mí con su gruesa y corta polla, lo vi de reojo mientras lo hacía y con su gran panza pensé que tal vez no podría llegar hasta mi, pero finalmente lo consiguió y la sentí entrar en mi flor. Se aferró a mis caderas y me apretó con ganas, follándome con frenesí allí mismo mientras yo me sentía fuera de mi, la más puta de la oficina sin duda, pero entonces descubrí que ya no me importaba…
Lo sentí correrse mientras me clavaba las uñas en las caderas y este detalle me hizo enloquecer, estrujé su polla hasta la última gota gozando con ella dentro de mí y cuando me la saqué noté como la leche caía de nuevo hasta el suelo, ¡en un “déjà vu” maravilloso!
3
Una tarde vino a visitar a John su amigo Kevin, quien juagaba a baloncesto con él antes de caer enfermo. Vino a su casa a interesarse por cómo le iba, ya que había dejado los entrenamientos y apenas se veían desde que le dieron el alta hospitalaria.
Les puse unos bocadillos y les di unos refrescos mientras hablaban de sus cosas. John estuvo muy lúcido aquella tarde para variar. Yo me limité a quedarme con ellos, aunque pensé que se sentían un poco violentos por mi presencia así que les pregunté si querían que siguiese allí.
— ¡Oh no señora Morris! No molesta, puede quedarse con nosotros si quiere —dijo Kevin muy amable.
— Si, no molestas mamá.
— Bueno chicos, entonces, ¿tienes novia Kevin?
Mi pregunta le alteró, pues le cogió mientras tomaba un sorbo de su cola y ésta se derramó por sus labios de la sorpresa, en el fondo sonreí, pues me divirtió poner nervioso a un joven tan apuesto como el amigo de mi hijo.
— ¡Oh señora Morris, lo siento! —dijo lamentando que parte de la bebida acabase en el suelo del salón.
— ¡Lo siento Kevin! ¿He sido indiscreta? —dije yo sonriente mientras le alcanzaba una servilleta de la pequeña mesa que teníamos frente a nosotros, donde había dejado el refrigerio.
— ¡Bueno, no importa! Bueno sí, Daisy es mi chica, salimos desde hace unos seis meses.
— ¿Y es guapa?
— ¡Ah, pues sí, es muy guapa! —exclamó Kevin muy solícito.
Crucé las piernas y me aseguré de que Kevin me viese las bragas al hacerlo dirigiendo mis rodillas hasta donde él estaba sentado. Éste volvió a sorprenderse y con los ojos como platos me miró como la mascota que solícita espera comprender a la dueña.
— ¡Tú también eres muy guapo Kevin! —exclamé mientras posaba mi mano delicadamente sobre su pierna y le soltaba un par de palmaditas al tiempo que ponía cara melosa.
Me veía un tanto estúpida, pero era muy divertido flirtear con el amigo de mi hijo.
— ¡Gracias señor Morris! —respondió él poniéndose colorado.
La tensión fue acrecentándose con mis insinuaciones y mis preguntas a Kevin y John empezó a cabrearse por aquel flirteo mío con su amigo.
— Bueno Kevin, será mejor que te marches, mi madre creo que está indispuesta —dijo en un momento dado de la conversación.
— Pero John, ¡si lo estamos pasando muy bien hijo! —protesté yo, bueno voy a hacer un pis que veo que el ambiente está muy tenso por aquí.
Me levanté y sensualmente le guiñé un ojo a Kevin. Cuando volví la cosa no se había relajado, así que me senté al lado de Kevin en el sofá, mientras Jonh nos miraba con furia reflejada en el negro profundo de sus pupilas.
Mis manos siguieron incomodando a Kevin, mientras una de ellas estaba sobre su pantalón, le pellizcaba delicadamente si entre pierna, haciendo que él lo notase. Éste se fue sintiendo así cada vez más incómodo ante la situación y mi hijo fue incrementando también paulatinamente su cabreo.
— Ya está bien mamá, ¡Kevin márchate por favor! —estalló John, tal vez celoso ante mis insinuaciones con su amigo.
— Por qué John, ¡esto es sólo conversación! Si lo echas no volveré a darte ningún capricho como el del fin de semana pasado, ¿te acuerdas? —le dije mirándolo fijamente para asegurarme de que comprendía a qué me refería.
John debió recordar la sesión de sexo que mantuvimos días atrás y al hacerlo su actitud cambió. En cambio, Kevin seguía muy incomodo entre ambos a raíz de nuestra discusión y mi flirteo con él.
— ¡Bueno señora Morris! Creo que será mejor que me marche —dijo levantándose.
Yo hice lo mismo y me interpuse en su camino hacia la puerta, parándolo con mi mano en su pecho, allí noté la dureza de sus pectorales definidos y bien proporcionados.
— ¡Vamos Kevin, quédate un ratito más! —le dije con voz dulce, verás cómo la cosa se calma y se alejan las tensiones.
— Vamos Kevin, ¡no ves lo caliente que está! ¡quédate a follar y complácela! Te va a gustar te lo aseguro —gruño John desde su asiento.
— Vamos John, no seas grosero con nuestro invitado. ¡Mamá no es ninguna puta! ¿recuerdas? —dije girándome y clavándole mis ojos encendidos en su cara estúpida allí sentado.
Pero Kevin, muy nervioso a estas alturas, me apartó a un lado y salió disparado en dirección a la puerta. Yo lo seguí y tirando de su mano traté de disuadirlo para que se quedara.
— Perdona a John Kevin, ¡aún no está bien! —exclamé antes de que la abriera—. ¡Y yo tampoco estoy bien! —agregué rompiendo a llorar ante su atónita mirada.
— Vale señora Morris, no se ponga así, tampoco ha sido para tanto, me quedaré —dijo finalmente cumpliendo su objetivo mis lágrimas de cocodrilo.
He de admitir que me había vuelto una buena actriz.
— ¡Estupendo Kevin! —dije abrazándome a él y achuchándolo contra mis pechos con fuerza mientras mis manos se cruzaban en su nuca—. ¡Eres la única visita de John en meses! —dije sollozando.
— Está bien señora Morris, me quedaré un rato más con vosotros —repitió convincente.
Ya de vuelta en el salón, pusieron una película y apagaron las luces, yo me puse frente a la tele, sentada en medio de ambos. La película no me gustaba nada, algo sobre unos robots asesinos, pero a ellos parecía divertirles. Traje unas palomitas de la cocina y todos cogían del gran cuenco que guardaba entre mis muslos abiertos, este gesto pareció divertir a Kevin y yo me aseguraba de que cada vez que cogía palomitas soltar un pequeño suspiro.
El juego fue avanzando y me dejaba caer de vez en cuando una palomita en mi escote, —porque otra cosa no, pero en tetas, ¡soy una mujer diez!
— ¡Oh Kevin, quieres esta que se me ha caído aquí! —le decía yo divertida mientras él sonreía y no se atrevía a cogerla—. ¡Vamos cógela tonto!
Entonces él, tímidamente ponía los dedos en pinza y la sacaba de entre mis pechos, rozándolos con ellos delicadamente.
Harta ya de juegos decidí atacar y poniendo mis manos en cada paquete se los acaricié a ambos al mismo tiempo. Kevin se sobresaltó un poco pero no lo dejé escapar. Sujetándolo con mi antebrazo le desabroché el pantalón y le bajé la bragueta accediendo a su verga y meneándosela hasta que se le puso dura.
Luego me giré hacia John y hice lo mismo, de modo que la final tenía las dos pollas en mis manos mientras las masturbaba y los dos chicos se quedaban extasiados mirando la peli, más pendientes de mis caricias que de las escenas de acción.
— Bueno machotes, ¡a ver si podéis satisfacer los dos a mamá!
Me arrodillé y les bajé los pantalones ambos, tras lo cual les pedí que se juntasen un poco y pasé a chuparles las pollas alternativamente, mientras a uno se la chupaba al otro se la meneaba y luego cambio.
Me desnudé por completo y me senté sobre la polla de Kevin mientras este me chupaba las tetas, lo follé despacio sin olvidarme de John a quien se la meneaba con la mano libre. Kevin comía muy bien mis pezones.
John al verme allí follando con su amigo empezó a meterme mano y a tirar de mi cuerpo hacia él, incitándome a que cambiase y me sentara sobre su polla, como había hecho con Kevin, esto me pareció excesivo, así que decidí levantarme y poniéndome a cuatro patas comencé a chupársela a John, mientras disimuladamente invitaba a Kevin a darme por detrás.
Este se puso detrás de mí y sentí su verga gorda y dura clavarse en mi coño y pegar su pelvis contra mi culo, comenzando así una serie de rápidas culadas que me volvieron loca, mientras yo me tragaba literalmente la de John que dejó de protestar y empezó a estar complacido con mi acción.
Luego cambiamos de tercio, yo me tumbé en el sofá y Kevin se acomodó entre mis muslos para que John siguiera ofreciéndome su polla desde arriba, así continuamos follando como cosacos hasta que la corrida de Kevin me sorprendió y la de John me llenó de nuevo la garganta con su leche, que no me quedó más opción que tragar.
Al acabar yo aún no había tenido mi orgasmo así que puse a Kevin a comerme el coño y a John a chuparme los pezones y con ambos sobre mi cuerpo caliente en el sofá, me dediqué a frotar mi clítoris hasta que alcancé un orgasmo demoledor.
Luego cambié de caballo y me coloqué encima de John follándolo un rato mientras le comía la boca a Kevin, su lengua era deliciosa y a él la parecía gustar también la mía.
Les pedí que me diesen por detrás para lo que me puse de rodillas en el sofá y bajé mi espalda hasta ponerla paralela al suelo y mientras se turnaran sin pelearse. Kevin de nuevo fue el primero y me folló con ganas mientras me pellizcaba mis gordos pezones, creí desfallecer con su polla metida desde atrás.
Mientras lo hacía, John se puso delante de mí y cogiéndome la cabeza me puso su gran seta en la boca para que se la comiera, así que no me quedo alternativa que abrir y tragar, lo que me mantuvo muy ocupada en los minutos siguientes. Luego le tocó el turno a John y Kevin no desaprovechó la oportunidad de ponerse delante y forzarme a tragar también lo suyo.
Cambiamos de tercio en la orgía que estábamos manteniendo y tumbándome ambos me cubrieron en la postura del misionero, mientras el otro me seguía ofreciendo su polla para chuparla.
Primero se corrió John y luego ocupó su lugar Kevin, quien me empujó con ganas hasta correrse también dentro de mí. Me tuvieron tan ocupada en satisfacer sus bajos instintos que me olvidé de mi misma y cuando Kevin ya se había marchado y John se había ido a la cama, me tumbé en el sofá y me masturbé.
Esa noche reflexioné y llegué a la conclusión de que tal vez era ninfómana, por lo que decidí que ya era hora de dar rienda suelta a mis más oscuras fantasías y desde entonces dejo que John me lo haga, principalmente los sábados. Ahora mismo me está dando por detrás mientras me pregunto hasta cuando estaremos así, pero bueno, al menos está calmado y está bien conmigo, ha vuelto al instituto, sigue con sus estudios dentro de los trastornos que padece y creo que ambos somos medianamente felices.
Así que ya saben hasta dónde una madre está dispuesta a llegar por su hijo.
PD.: Soy Zorro Blanco 2003, si te gustan mis relatos y quieres saber más de mi, visita mi blog.
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