Durante las siguientes semanas puse a trabajar a Fátima y a mamá. Y lo hice en lo que mejor se les daba, es decir: como putas. Eran putas vocacionales y con talento para el asunto, lo cual es perfecto para ejercer una profesión.
Con Fátima no resultó complicado, porque ya tenía una cartera de clientes y me límite a anunciarla por algunas páginas guarras de internet y a racionalizar su rendimiento, por así decirlo. Le explique al Moja de qué iba su santa madre y, obviamente, decidió colaborar en su emputecimiento y se encargó de controlarla. Aunque eso es lo que él creía, porque me parece que la cortaba el bacalao era más la madre que el hijo. Y el buen hijo (de puta), no tardó mucho en empezar a follarse a su mamaíta.
Aunque el Moja, me contó que seguía añorando los polvos con mi madre. Lo vi tan tristón, cuando me lo contó, que al final me comprometí a hacer un cuarteto con ambas guarrillas. Pero eso queda para otro capítulo.
En cuanto a mamá, no le costó demasiado empezar a hacer contactos en el gimnasio. Su cuerpazo no pasaba inadvertido. Empezó a vestir mallas más ajustadas y camisetas de tirantes, marcando sus tetazas, perfectamente empitonadas. En alguna ocasión hasta iba sin sujetador... cuando no tenía que pegar muchos botes, claro.
El primer maromo que se ligó fue uno de los monitores, con el que empezó a tontear. Toquecito por aquí, “te sujeto la espalda”, “no, ponte así mejor...” etc... Ella se iba dejando hacer, hasta que un día en el que no había nadie en la sala, lo agarró del cuello y le metió la lengua hasta la campanilla, mientras le sobaba el paquete, que “ipso facto” se puso como un garrote. El monitor se asustó y reculó un momento, al mismo tiempo en el que entraba gente en la sala. Mamá disimuló perfectamente. La tenía bien adiestrada con los corneos que le hacíamos al maricón de mi padre. El monitor aturullado, no dio pie con bola en la clase que le tocó impartir a continuación. Al final de la misma, mamá se hizo la remolona y volvieron a quedarse solos. Esta vez fue él el que se acercó a ella. Parecía que intentaba ligar o iniciar algo así como una relación, mamá le dejó explicarse, hasta que, viendo que se enrollaba mucho y le cogía de la mano en plan romántico lo cortó abruptamente.
-Mira, chico, déjate de rollos. A mí lo que me interesa es follar.
El muchacho, ante una afirmación tan directa se quedó bloqueado y con la boca abierta.
-Y te digo, más. Te voy a follar porque me gustas. Y hoy igual te lo hago gratis, pero a partir de mañana pienso cobrarte. Cincuenta euros por una mamada. Setenta y cinco si quieres que me trague la leche. Follar cien y por el culo ciento cincuenta. Esto es lo que hay.
El chico seguía estupefacto. Y ella, viendo que no reaccionaba lo cogió de la mano y se lo llevó al lavabo. Se encerraron dentro, ella se sentó en la taza, le bajó los pantalones y le engulló el rabo para hacerle la mamada más salvaje que jamás le habían hecho.
El chaval no tardó ni tres minutos en correrse y mamá lo dejó allí, con la polla morcillona y la boca abierta, tras tragarse la cuajada,
-Pues nada, chico, ya sabes, si te ha gustado, prepara setenta y cinco euros para mañana. Que necesito la pasta para mi macho. –y salió lanzándole un besito.
Aquella fue la primera vez de mamá. Pero le cogió el tranquillo bastante rápido. En el gimnasio es donde hacía la mayor parte de sus “performances”, por así decirlo, pero yo también me encargue de proporcionarle algún cliente. De hecho, el primer cliente asiduo, fuera del Gym, fue Óscar un colega del ejército con el que me llevaba bastante bien y con el que me había ido de putas varias veces.
Un día me lo encontré en un bareto que frecuentaba y estuvimos hablando. Una cosa llevó a la otra y me comentó que había cortado con su novia de siempre, una tal Rosita. Yo supuse que había sido porque a la pobre le había empezado a pesar demasiado la cornamenta. Mi colega era tan crápula como yo. Y él me lo confirmó. Fue por eso, claro. Pero la cosa tenía un punto morboso. Resulta que mi entrañable colega se había enrollado con la madre de la chica, que se llamaba como ella, pero la llamaremos Rosa, sin diminutivo, para no confundir al personal. Al parecer Óscar tenía gustos parecidos a los que yo había descubierto hacía poco en mí mismo, por las jacas maduronas. La madre no es que fuese ninguna maravilla, aunque tenía un buen polvo, como pude comprobar tiempo después. Una maruja corriente y moliente, cincuentona, algo gordita, supertetuda, bastante convencional y, como suele ocurrir en estos casos, abandonada por su esposo en el aspecto sexual. Lo que la había convertido en una bomba (sexual) de relojería. Y la pinta de la jamona le ponía la polla palote al bueno de Óscar. Sobre todo desde un día en que hurgando en el cubo de la ropa sucia de su casa, se encontró unas bragas king size, de cuello vuelto, con el aroma inconfundible de un coño con pedigrí. Las estuvo esnifando un rato y luego volvió a la habitación de su novia con el rabo duro y la obligó a hacerle una mamada recordando el aroma del chochete de la madre.
A partir de entonces no pudo dejar de observarla más que como un objetivo a follar. Empezó la táctica habitual de hacerse el zalamero, el encontradizo y los rozamientos habituales, pasando la polla semidura por el pandero de la jamona y achuchón va, achuchón viene... En fin, todo el lote de pre-folleteo. Y todo ante la complaciente mirada del marido, un policía nacional con bastante mala hostia pero, por fortuna, bastante empanado para estas cosas. Y también ante la alegría de la hija por su perfecta integración de su adorado novio en su familia política. ¡Ja, que ingenuos!
He olvidado decir que mi colega es un auténtico armario ropero, mide casi dos metros y ronda los cien kilos. Muy musculoso y un fanático del gimnasio y el culto al cuerpo, la vida sana y esas paridas. Un tío cachas al que le gusta das caña a las tías. Bastante aficionado, como yo mismo, al sexo duro y cañero. El problema es que con su novia no podía practicarlo mucho y, por eso recurría a algunas prostis, que frecuentábamos juntos, o a guarronas de discoteca. El caso es que, la suegra, que era bajita, le llegaba poco más arriba de la cintura, parecía ideal para chupársela de pie. Je, je...
Finalmente, mi colega se decidió un día que estaban solos en casa, con su suegro, el futuro cornudo, de servicio, y la hija en la universidad, para probar el avance definitivo con Rosa. Y, aprovechando, que la maruja le tenía que sujetar una escalera para colgar una lámpara, le restregó por la jeta la cebolleta. Algo que para ella, por mucho que se hiciese la tonta, no podía pasar inadvertido. Después, todo fue coser y cantar. Bajar de la escalera, un morreo un tanto forzado, y ella que, finalmente, sucumbe a sus encantos y le mete la lengua hasta la campanilla... A partir de ahí, sobran los comentarios.
La sedujo y se la follo, al principio al estilo convencional y, a la cuarta o quinta vez, ya empezó con las prácticas que le gustaban: gargantas profundas y sexo anal. Ella, feliz como una lombriz, se dejaba hacer, encantada de estar descubriendo un mundo maravilloso, que se había perdido en los últimos treinta años por la inoperancia de su incompetente esposo, que la única pistola que tenía dura, era la del trabajo. Óscar le hizo afeitarse el felpudo y la convirtió en una experta guarrilla, siempre con una sonrisa en la boca y dispuesta a lo que su amante le pidiese.
Nada podía ir mejor. Óscar tenía una novia estupenda, buena estudiante y modélica persona que era perfecta para ser la madre de sus futuros hijos y, en el mismo lote, a una puta hambrienta de sexo y deseosa de aprender todas las técnicas y prácticas para dar placer a un hombre y, por supuesto, a ella misma. Genial, ¿no?
Pero todo se jodió un día en el que una maldita huelga de estudiantes hizo que la novia volviese a casa antes de la hora y pescase, en la cama matrimonial, a su encantador novio petando el culo de su solicita madre, mientras ésta se masajeaba el coño, berreando, feliz y contenta. Lo gracioso del asunto es que, cuando ambos vieron a la hija parada en el umbral de la habitación, ninguno de los dos se detuvo. Ambos volvieron la mirada hacia la puerta y la vieron salir corriendo, tapándose la cara. Óscar hizo un amago de sacar el rabo, pero las durísimas palabras de Rosa le frenaron en seco:
-¡No se te ocurra sacarla ahora, hijo de la gran puta! ¡Como lo hagas te la corto en rodajas, cabrón!
Las bonitas palabras fueron un bálsamo para Óscar, que redobló las emboladas. La suegra se corrió como una bestia y fue, entonces, cuando le permitió a Óscar que le regase las tripas con leche calentita. Óscar se vació como nunca y ambos se dejaron caer derrotados de lado sobre la cama, mientras el rabo del macho iba perdiendo rigidez. Cuando reaccionaron, habían pasado unos diez minutos. Rosa se puso una bata y le dijo a Óscar:
-Anda, machote, vístete y espérame en el recibidor, que voy a ir a ver a la tonta ésta, no vaya a ser que se le ocurra la chorrada de decirle algo al cornudo de su padre, y todavía tendremos un lío, con la mala leche que tiene el muy capullo...
-Vale, vale, Rosa... Te espero fuera
Y, apenas levemente cubierta, con una pequeña bata, Rosa acudió al sofá del comedor donde la hija lloraba desconsolada. La forma en que la convenció no la conocemos, pero consiguió hacerle creer que lo que estaba haciendo era una prueba para que ella viese el tipo con el que estaba saliendo y que no le convenía lo más mínimo. Evidentemente, la madre le contó que era la primera vez que lo hacían y que los berridos de satisfacción que oyó la chica al verlos eran completamente fingidos. En resumen, que todo lo había hecho por puro amor a su hija y para evitar que se casase con un auténtico sinvergüenza. Evidentemente, la chica no debía decirle nada al padre bajo ningún concepto... él no entendería el sacrificio de su esposa por la felicidad de la amada hija de ambos...
Y Rosita, bastante necesitada de encontrar una explicación, más o menos lógica y que le evitase ver la negrura del mundo tal y como era en realidad, se tragó el cuento chino sin pestañear. Su madre, que como manipuladora era una auténtica artista, la dejó allí en el sofá, arropada con una mantita, y se fue a despedir a Óscar.
Llegó con la bata entreabierta y las colgantes tetazas, que se desparramaban por su vientre, pugnando por salir. Mientras la veía avanzar por el pasillo, con una sonrisita de zorra cínica y viciosa en la cara, Óscar vio cómo la bata se abría del todo, por la presión de las tetas y observó su incitante coñito, apetitoso, entre las firmes columnas de su muslamen. ¡Hay que ver lo verraco que le ponía la muy puta!
Al acercarse más, vio como Rosa se llevaba la mano al culo y recogía el esperma que se escapaba de su tierno y cálido ojete. Con una risita insinuante se lo llevó a la boca y, tras chuparse los dedos hasta dejarlos relucientes, se tragó una buena porción de cuajada.
-Joder, Óscar, -dijo la guarra- parece que hoy llevabas más carga de lo normal. Me has dejado las tripas llenas de leche... Llevo diez minutos apretando el culo para que no se pierda nada. Y mientras, sermoneando a la tonta de tu novia, soportando sus lloriqueos de niña mimada... ¡En fin, lo que tiene que hacer una madre!
Mientras hablaba, volvió a llevar su zarpa de cerda al ojete, para seguir rebañando esperma...
-¡Jope, me encanta! Y todavía está calentito... ¿Quieres un poco?
Óscar la miró asombrado, aunque, eso sí, con el rabo como un garrote.
-Menuda puerca estás hecha... -se limitó a apostillar.-Y, volviendo a Rosita, ¿qué?, ¿cómo ha ido? –dijo abrazándola. Aunque, ante su sonrisita malévola, enseguida pensó que la sangre no había llegado al río.
-En fin, está claro que la niña ha salido al tonto de su padre... Todo lo que yo tengo de mala pécora, ella lo tiene de ilusa y tontorrona. Al final la he convencido de que lo que estábamos haciendo era por ella, para que viese el tipo de cabrón con el que estaba saliendo... ¡Qué sacrificios tiene que hacer una madre! –y soltó un risita algo malévola.
Óscar la miró sonriendo, hipnotizado con sus tetas, mientras se sobaba el paquete. Rosa continuó hablando:
-Nada, que la muy tonta se lo ha tragado. Pero, como comprenderás, lo vuestro se ha terminado. –Óscar pensó que, teniendo en cuenta como follaba la madre, la hija le importaba un pimiento, y si podía conservar a la vieja, perder a su novia no iba a representar un drama.
-Bueno –dijo Óscar. – En el fondo me da igual, mientras nosotros nos podamos ir viendo... –al mismo tiempo le acariciaba un pezón y se arrimó a su cuerpo. Ella inició un denso morreo y le masajeó la polla por encima el pantalón.
-¡Joder, cómo estás otra vez! –le dijo. – Pero me parece que vamos a tener que dejar que corra el aire un par de semanitas, o más... Ahora mismo no me fio mucho de que la niña no le largue nada a su padre y se nos complique el asunto. Así que tendré que ser una buena madre durante un tiempecillo... Si acaso, ya nos vamos whatssapeando y, cuando se calme el asunto, intentamos quedar para vernos. ¿De acuerdo bombón?
Rosa introdujo la lengua en la garganta de Óscar y éste, aunque decepcionado, la dejó hacer y se resignó a estar sin follar un tiempecillo.
Tras un par de semanas sin mojar el churro, Óscar intentó contactar un par de veces con la ex-suegra, para seguir follándosela, pero no hubo manera. Al parecer, la hija la tenía marcadísima y ella parecía sinceramente arrepentida, no del sexo en sí, sino de correr riesgos. Hay más peces en el mar, pensó Óscar.
Pero el caso es que, desde entonces, y ya hacía un par de meses, había sido incapaz de encontrar una folla-amiga estable. Y menos aún, una jamona madura con la que poder practicar el sexo tal y como a él le gustaba.
Y ahí es donde a mí se me encendió la bombilla y le comenté que conocía a la mujer perfecta para satisfacerle, además cuadraba a la perfección con sus gustos: jamona, madura y amante del sexo puerco. Pero, claro, no le iba a salir gratis. Le comenté que yo era su “representante” y que sabía perfectamente de qué hablaba porque me la había follado hasta las trancas. Él se interesó inmediatamente y le comencé a dar detalles de las características de la hembra, su talante sexual y, como no, de sus tarifas. Al final concerté una cita para ambos, quedando en que ella sería la que acudiría al minúsculo apartamento de Óscar. Y, al despedirme de él, no pude evitar jactarme un poco y desvelarle el secretillo:
-Y una cosa, Óscar, trátala bien... que es mi madre.
Él me miró entre incrédulo y asombrado, aunque en breve comprobaría la certeza de mis palabras.
Y la cosa fue la mar de bien. Congeniaron bastante y parece que ambos estaban en la misma onda sexual. Solían verse un par de tardes a la semana.
Un día, tras porculizar a Fátima a base de bien, ardía en deseos de contárselo a mamá. Salí sin ducharme de su casa, con la polla bien pringosa para que mi cerda probase el sabor del culo de la mora... Quería que mis putas se conociesen bien, tal vez algún día les tendría que encargar algún trabajillo juntas. ¡Nunca se sabe!
Llegué a casa y, como siempre, encontré al cornudo sentado en el sofá viendo la tele.
-¡Hola, Marcos!
-Hola papá. ¿Mamá está en la cocina?
-Sí, haciendo la cena...
-Vale, voy a verla. Hasta ahora.
-Hasta ahora. Dile que no enrede mucho. Que me muero de hambre.
-Ya se lo digo. -"¡Así estás, gordinflón!", pensé, no me extraña que el muy maricón haya perdido a la jaca de su mujer. Si sólo piensa en llenar la panza... Y eso, con una leona como mamá en el catre. ¡Increíble!
Y allí estaba mi zorra, haciendo la cena. Vestida con las mallas marcachocho del gimnasio y una camisetita técnica de tirantes dos tallas pequeña, bien ajustada, apretando sus tetorras, removiendo la olla humeante con su macizo culito respingón en pompa.
La polla, a pesar del trajín que llevaba, se me puso dura al momento. Me coloqué tras ella y la besé en la mejilla al tiempo que la saludaba:
-¡Hola putilla!
-¡Hola... -giró la cabeza y me metió la lengua hasta la garganta. - machote! -notaba mi rabo rozándole el culo- ¿Qué, parece que te alegras de verme, no?
-Siempre, mamá, siempre... ¿Sabes de dónde vengo?
-Pues no, pero supongo que de mojar el churro con alguna guarrilla por ahí... ¿Me equivoco?
-Vaya, parece que me conoces bien, ja, ja... No, no te equivocas. Vengo de petarle el culo a la Fátima...
-¡Vaya cabroncete que estás hecho! -me contestó ente risas. - Te estás vengando de lo del Moja a base de bien, eh?
-Bueno, tanto como vengarme, no sé... A ella le encanta, desde luego.
Le empecé a sobar el culo y a mordisquearle el cuello.
-Además -continué - ni siquiera me he duchado, ni me he lavado el rabo... Quiero que lo pruebes. A ver si te gusta el culo de mora...
Ella me miró con cara de sorpresa y me dijo:
-¡Joder, hijo, cada día eres más puerco! Pero, claro que me encantaría probarlo...
Yo reí y le dije:
-¡Y tú cada día más puta!
-Pero ahora no va a poder ser. Que tenemos la santa Cena de familia feliz con el cornudo de tu padre. Así, que tócate la polla lo justito y está noche, cuando el maricón esté sobando te haré una visita. Siempre me han gustado los pinchos morunos. Sobre todo chupar el palo...
-Como sigas así no sé si voy a aguantar sin tocarme hasta la noche...
-¿Y tú, qué tal tu día?
-Bien, no de los mejores. Pero no ha estado mal. Dos mamadas. Una completa, tragándome el "zumo" de macho, y otra con facial... ¡Tranquilo, que me duchado a conciencia! Nada, ciento quince euracos. Te los he puesto en el cajón. Al de la completa le he hecho un descuentillo... Tenía la leche muy sabrosa y muy espesa. Y no estaba muy salada. Tal y como me gusta. Era casi tan buena como la tuya...
-Vaya, un buen día, pues...
-Sí, sí... ¡Ah, y no me acordaba! He apalabrado un anal para el jueves... Con el colega ése tuyo cachas del ejército que me he follado un par de veces...
-Mmmmm... El Óscar... ¡Lo estás viendo mucho a éste!
-Creo que le gusto bastante. Y, además, está bastante bueno, la verdad. Me parece que le da mucho morbo que sea tu madre. Creo que a veces piensa que se está follando a la suya y tiene unos orgasmos bestiales...
-Vaya, interesante. Está bien saberlo.
Le cogí la cara apretando las mejillas y me acerqué a ella al tiempo que hablaba:
-Pero confío en que no te olvides de a quién perteneces. ¿No?
Ella me miró sorprendida y sonrió antes de besarme con una ferocidad inusitada.
Aquello, más que sus palabras posteriores, disipó todas mis dudas.
-Soy tuya... Soy tú puta y tú eres mi hombre, mi macho, mi amo. Y estoy dispuesta a hacer todo lo que tú digas, todo lo que me pidas...
Colocado tras ella metí la mano bajo las mallas y empecé a sobarle el culo a conciencia, mientras ella seguía removiendo la olla con la cuchara de madera. De fondo se oía el televisor que el cornudo veía apalancado en el sofá, esperando cómodamente la cena.
Yo mordisqueaba el cuello de mamá, y le iba lamiendo el lóbulo. Trataba de ponerla cachonda. Lo cual no era nada complicado. Ya sabemos lo guarra que era mi progenitora.
-Toma, prueba, verás que bueno. -me dijo al tiempo que me acercaba la cuchara a la boca y removía el culo en círculos.
Lamí la cuchara.
-¡Mmmmm... delicioso! -dije al tiempo que bajaba la mano con la que le manoseaba el culo y le metía el dedo hasta el fondo en su calentito ojete.
-¡Aaaaay, cabron, me haces daño! -gritó entre risas.
Yo también reí y le chupeteé el cuello, mientras sacaba el dedo.
-La cena te está saliendo buenísima, ahora a ver qué tal está el postre. -dije, al tiempo que olía el dedo y me lo introducía en la boca. - Maravilloso, está en su punto. Toma, prueba un poco.
Ella se giró y comenzó a comérselo. Yo la miraba admirado. Encantado con mi brillante labor de emputecimiento...
-Eres la mejor -dije, y comenzamos un intenso morreo, frotando mi rabo contra su cuerpo y sobándole las tetas.
La romántica escena la interrumpió el cornudo gritando desde el comedor reclamando el papeo.
-¡Joder, que pelmazo! -dijo mamá separando sus labios de mi boca con un hilo de saliva. - ¡Ya vaaaa! -gritó. Luego, dirigiéndose a mí, añadió. -Anda, vete, que si no, no voy a acabar nunca...
-Vale, vale... Me voy, pero deja que te dé un regalito... Abre la boca
Ella la abrió. Ya sabía lo que iba a darle. Le lancé un denso salivazo que ella se tragó con ansía viva, como diría José Mota, je, je...
-Anda, vete ya con el cornudo. - añadió dándome un último pico. - Que esta noche te haré una visita...
Ante tan excitante promesa, me alejé de ella con una sonora palmada en el culo y una frase cariñosa:
-¡Ya estás tardando, zorra!
Y, nada, cenamos como lo que éramos, una familia feliz. Mi padre, el cornudo, zampando como un poseso en la cabecera de la mesa y la zorra y yo a cada lado, hablando de banalidades y diciendo frases chorras con doble sentido para dejar en evidencia al viejo. Éste no se enteraba de nada, solo se preocupaba de llenar el plato y empinar el codo, haciendo caso omiso de los sabios consejos de mamá:
-No comas tanto, no ves que te va a sentar mal...
-Deja, deja, que yo controlo. -respondía él
Y yo, mientras tanto, estirando el pie bajo la mesa y embistiendo el coño de mi madre, apretándole los leggins con los dedos de los pies. Notaba como la abundante humedad de su chocho, atravesaba la tela del tanga, los leggins y mi calcetín, hasta mojarme los dedos. La polla la tenía como un palote. Al final frené el jueguecito, si no se me bajaba la erección un poco no me iba a poder levantar.
Mi madre se hacía la loca la mar de bien mientras la frotaba, y continuaba su insustancial charla con el cornudo. Mientras, con los muslos apretaba mi pie impidiendo que escapase. ¡Menuda guarra!
Al final, cuando estábamos en el postre, logré salir de su encharcado chochete y me recompuse un poco antes de que terminase la entrañable cena familiar.
Aquella noche todavía estaba despierto, a las dos y pico de la madrugada. Miraba el móvil, cuando se abrió la puerta, e, iluminado por el tenue reflejo de la lámpara de la mesita de noche, pude admirar el cuerpo de mi cachonda progenitora.
-¡Joder, puta guarra, sí que has tardado...!-comenté, admirando su escultural figura, al tiempo que apartaba las sábanas.
Allí, en la penumbra, elevada sobre unos tacones de vértigo, se abrió la bata y, sonriendo burlonamente, me contestó:
-Es lo que hay, hijo, el maricón de tu padre ha enredado viendo la tele lo que no está escrito... Y luego, en la cama, no había manera de que se sobase. Estaba especialmente pegajoso...y yo ¡con el coño ardiendo y pensando en tu pollazo!
-Mmmmm... ¡Pobrecita, mi guarrilla! Anda, ¡ven para acá! -la cogí de la mano, mientras la bata caía al suelo, y la introduje en la cama. Así, tal cual iba, con sus zapatitos de princesa, pero en pelota picada. Recién duchada y perfumadita para su macho. -¿Te has duchado, cerdita? ¿Qué ha pasado, que has tenido que pajear al cornudo?
-¡Sí, joder! No te imaginas. ¡Menudo asco! Y el muy cerdo no hacía más que meterme mano y arrimarse babeando... Yo creo que quería meterme la pichilla, el muy imbécil. ¡Menudo iluso! Si ni siquiera se le pone lo bastante dura...
Yo reí con ganas sobándole el culazo y girándola para poder magrear el coño a base de bien...
Ella gimió brevemente y yo empecé a masajear su lubricado chocho.
-¿Y al final...? -le pregunté.
-Al final... -me contó ella entre jadeos.-Le dije que no me tocase más, o me iba a dormir al sofá. Que ya sabía lo que había dicho el médico sobre tener relaciones y que, además, a mí a estas alturas y a mí edad me parecía una cerdada y un pecado mortal...
Yo la escuchaba risueño apretando la mano con fuerza.
-¡Menuda puta estás hecha! ¡Eres un escorpión!
Ahora la que rio fue ella:
-Me parece que tú tienes algo de culpa, ¿no?
-Ya será menos... Lo tuyo ya venía de serie... Je, je, je.
-Bueno, te termino de contar... Al final, el pichafloja ha desistido, incapaz de vencerme... -e hizo el gesto de marcar el bíceps con el brazo- A fin de cuentas era un duelo desigual: una bola de sebo, contra este cuerpo serrano...
Yo me volví a reír con ganas y redoble mis esfuerzos con su coño...
-El caso es que me he puesto a estirar la pollita dando caña, sin siquiera mirarlo, hasta que se le ha puesto un poquito morcillona y entonces, le he apretado un poco y se ha corrido en un plis, plas... Cuatro aguadas gotas de mierda. Y, nada, me he levantado enseguida y, mirándolo con cara de asco le he dicho: "¡Toma, cerdo, ya tienes lo que querías...!" Y nada, tal cual iba, con el pijama, me he ido al lavabo a lavarme bien las manos... ¡Je, je, je! Cuando he vuelto ya estaba dormitando, pero le ha faltado tiempo para disculparse y pedirme perdón, ¡el muy gilipollas! Yo me he girado de espaldas, sin contestar, y me puesto a hacerme la dormida hasta que lo he empezado a oír roncar como la puta marmota que es...
Yo la miraba admirado, meneándole el clítoris y chupándole los pezonacos.
-Y nada, hace media horita, que me he escapado. Una duchita, un poco de Chanel, y a ver si me dejas probar esa polla con gustillo a culo moruno...
¡Joder con la cabrona! Sabía cómo calentarme la muy cerda...
-En cuanto te corras te vas a hartar de comer el rabo de tu hijo, ¡puta!
Yo estaba que reventaba, así que puse en juego toda mi técnica para hacer que se corriese. Y, obviamente, lo conseguí. Ella es fruta madura para el orgasmo y cuando está excitada sólo hace falta sacudirla un poco. Eso sí, es de las que berrean de la hostia, así que tuve que plantarle la manaza en la boca para evitar que los gritos despertasen al cornudo.
-¡Qué se joda! -dijo ella.- A ver si así aprende como folla un buen macho...
-¡Ssssss! ¡Calla ya, joder! Qué hay vecinos...
-Vale... Vale...-y se fue calmando.
Yo no esperé mucho y la cogí del pelo y acerqué su cara a la mía. Ella vio la intención y, sumisa, abrió la boca, encajando un fuerte salivazo.
-¡Gracias, cariño!
-De nada, cerdita. Un poco de lubricante, que nunca está de más.
-¿Puedo ir a por mí regalo?
-Por supuesto, preciosa, está listo para ti... -y, estirando su cabellos, le encajé el rabo en la boca a lo bestia, al tiempo que colocaba el culazo en pompa para tener una buena vista mientras la muy puta me comía la polla.
Ella pegó una buena arcada y empezó a soltar babas, como una buena cerda.
-Bien, puta, bien... Ya se ve que estás en plena forma. Dos mamadas hoy y la tercera la llevas divinamente.
Ella paró unos segundos para recobrar el aliento. Mientras, se restregaba la pegajosa polla por toda la cara y pasaba la nariz por todo el tallo, buscando todos los resquicios del aromático olor del culo moruno de la Fátima, su vecina, amiga y, en los últimos tiempos, compañera de puteríos.
-Qué, ¿te gusta?
-Es un olor y un sabor delicioso... y mezclado con el sabor de tu polla es sublime...
-Sublime... ¡Ja, ja! Cómo Estambul, ¡la Sublime Puerta! -y le introduje el dedo en el culo.
Ella pegó un respingo y me dijo:
-Mmmmm... Me encanta, no lo saques... Pero a eso iremos luego, en el segundo asalto. Ahora te tengo que terminar de ordeñar.
Amorró la boca y comenzó un sube y baja regular y metódico ante el que me concentré y me dediqué a disfrutar, mirando los tatuajes de su culazo y meneando el dedo dentro, en aquel culo que ya era como una segunda casa para mí índice.
Cuando se acercaba mi apoteósica corrida, está vez lo hice al revés de lo habitual y en lugar de apretar el dedo hasta el fondo lo saque de golpe y me lo lleve a la nariz, (qué olor tan extraordinario) antes de meter mi cabeza entre sus piernas y penetrarle el ano con la lengua. Al mismo tiempo, la polla se me tensó y los huevos, apretados por las manitas de mamá, empezaron a disparar borbotones le leche en su boca. Leche que ella devoraba ansiosamente.
Se tragó toda la cuajada, tal y como le había enseñado. Conocía sus obligaciones y disfrutaba cumpliéndolas. Yo la miraba encantado. Di dos palmadas en un lado de la cama para indicarle que se acurrucarse junto a mí. Ambos estábamos sudando como cerdos y, desde luego, nos convenía una pausa.
-Ven conmigo, ¡cachonda!
Ella se había sentado al borde de la cama para quitarse los zapatos, y, después, rápidamente, se giró y se tumbó abrazándome, con sus tetazas a mí costado, acariciando mi pecho y mis abdominales suavemente, con su manita. La cogí del pelo y me acerqué a su boca para pegarle un buen morreo. Nos dimos un par de largos e intensos besos. Ella me metía la lengua hasta la tráquea.
-Mira, - me dijo- la boca todavía me sabe al culo de la zorra esa...
-¡Mmmmm... es verdad! Un poquito sí.
Y me reí un poco.
-Sabes, hoy quería comentarte un par de cosas. Creo que hoy es un buen momento para hablar del futuro.
Ella me miró intrigada, sin dejar de acariciarme, bajando la mano de vez en cuando hasta la polla y los huevos y chupeteándome los pezones.
-Sigue, continua hablando.-me dijo.
-Mira, la cosa va la mar de bien. Tanto contigo, como con la Fati -mamá sonrió orgullosa. -Estamos ganando dinero a espuertas. Y me parece que, por lo menos tú estás disfrutando como una fiera y que has encontrado tu verdadera vocación.
Mamá, que continuaba con sus caricias, dejó por un momento de chuparme las tetillas e intervino:
-Marcos, hijo, jamás podré darte las gracias por lo que has hecho por mí. Me has convertido en la hembra más puta y más feliz de la tierra. Y, además, chupar pollas y ofrecer todos mis agujeros se me da divinamente. Lo haría hasta pagando, así que, cobrando, ya te digo...
Conmovido, le di un largo y húmedo beso.
-Gracias, putilla, me encanta como te estás portando. Pero, a lo que iba. Lo estáis haciendo superbien, pero creo que hay que pasar a una fase más profesional. Me explico, esto de andar haciendo mamadas furtivas en los lavabos del gimnasio, buscando pensiones de mala muerte para que te peten el culo, o follando dentro de un coche en descampados, es una puta chapuza... Ha llegado el momento de empezar a invertir la pasta en alquilar un buen picadero, decorarlo bien y empezar a trabajar en condiciones.
Ella me miraba atenta y continué.
-Además, creo que tenemos que aumentar la plantilla de zorras. Tengo algunas ideas para hacerlo. No me apetece mucho compartirte demasiado. -ante estas últimas palabras, ella me estrechó aún más.- Sólo lo justo, para que mantener tu emputecimiento y que no te acomodes. Pero lo que quiero es que seas la auténtica jefa de la cuadra de mis putas...
-Por Dios, Marcos, me encantaría...
-No esperaba menos de ti. -le respondí retorciéndole un pezón con cariño. Ella gritó y contraatacó apretando un poco mi rabo, que ya estaba despertando de su letargo,- ¡Que zorra eres!
Volví a besarla y proseguí.
-He visto un piso que sería perfecto. Piden poco de alquiler y es una finca casi sin vecinos, con un montón de pisos de alquiler turístico en la escalera. Una tarde de estás iremos a verlo con la Fátima y el Moja, te he preparado una pequeña sorpresa...
-¿Qué es, qué es? Por favor, dímelo, anda....
-Nooooo, que si no, no sería una sorpresa... Ya lo verás. Pero hay algo más. Estoy hasta los cojones de este piso tan enano. Siempre que está el cornudo en casa hay que hacer filigranas para echar un puto polvo. Y, sí, reconozco que es morboso y al principio tenía su gracia reírnos del maricón, pero ahora empiezo a estar un poco cansado de no poder meterte mano cuando me salga de la polla y de que no me puedas comer el rabo mientras miro la tele, o de verte pasear en tanga y con lencería de puta por toda la casa...
-Lo sé, Marcos, a mí me duele más que a ti, pero sabes tan bien como yo, que si el gilipollas de tu padre nos pilla es capaz de darle un síncope...
-¡Ya, joder! Por eso he pensado en una cosa. He visto un chaletito que venden, de dos plantas con garaje. He pensado en pagar la entrada. Tengo bastante ahorrado. Y después pagarlo cada mes será fácil. Al cornudo le diré que he acertado una quiniela. Si el muy capullo no se ha enterado de lo que hace su mujercita delante de sus narices, seguro que lo del premio se lo traga. Mi idea es ocupar la planta de arriba y que vosotros estéis en la de abajo. Con lo que al gordo le gusta subir escaleras, no creo que asome mucho la napia por nuestro territorio. Y arriba, pienso tenerte a cuerpo de reina. Allí si te vas a hartar de rabo y podrás vestir como una cerda de campeonato. Ya me encargaré de poner un sistema de aviso por si al cornudo se le ocurre subir las escaleras.
Ella me miraba asombrada y me dijo:
-Menudo cabroncete estás hecho, has pensado en todo...
-¡Pues sí! Y ahora, amórrate un poco al pilón, que son las cuatro y de aquí a una hora se despierta el cornudo, y todavía te tengo que petar el culazo...
Así lo hizo, pero cuando tenía la polla otra vez como una estaca, se separó de mí y se levantó de la cama:
-Pero... ¿Qué haces...?
-Un momento. -y, cogiendo el móvil me hizo varias fotos a la polla desde diferentes ángulos.
-¿Y eso...? ¿Para qué lo haces?
-¡Aaaaay! ¡Sorpresa! Ya lo verás. Te va a encantar...
Me dejó con la intriga. Guardó el móvil, subió a la cama y se acuclilló sobre mi polla ensartándosela en el culo. Entró con bastante suavidad. Ya se lo había lubricado antes con la lengua y, además, con la práctica, tenía ya las paredes anales muy elásticas. Ella disfrutaba tanto o más del sexo anal que de follar por el coño, y solía tensar el culo y apretarme la polla como si me la quisiese estrujar. Se lo debía haber enseñado la Fátima. Se había puesto de cara a mí tocándose el coño con una mano. Yo, tumbado bajo ella, me deleitaba, viendo balancearse sus tetorras, y como sobreactuaba poniendo los ojos en blanco y gimoteando como una cerda. Poco a poco, fue subiendo el tono, y empezó a jadear, como preludio a un orgasmo.
Yo, que le agarraba sus tetas, pellizcando le los pezones, intenté contener su entusiasmo:
-¡Deja de chillar, puta zorra! ¡Vas a despertar al cornudo! O a los vecinos, que es peor...
-¡Aaaaay! ¡Cabronazo! ¡Déjame disfrutar! Al menos hasta que termine de hacer las sentadillas que no hice esta mañana en el gimnasio...
-¿Porque estabas chupando pollas para financiar el chalet..? ¡Ja, ja, ja!
Y le hinque la polla hasta las entrañas...
-¡Sigue, cabrónnn, que me corrooo...!
Esto de tener orgasmos simultáneos, o casi, no solía sucedernos con frecuencia, pero esta vez, lo clavamos. Cuando ella pegó el berrido final, que me obligó a taparle los morros, yo me corrí como un animal en su culo. Y estaba tan excitado que, tras llenarle la puerta trasera de cuajada, seguí bombeando un par de minutos más con el rabo como una piedra... Cuando, finalmente, se la saque, hizo el ruido de una botella de champagne al descorcharse.
Mi madre, miró el despertador y exclamó:
-¡Joder! Las cuatro y media! ¡Me voy cagando leches! Que el capullo de tu padre se despierta en media hora...
-Bueno, bueno... -dije yo- Menos prisa, guarrindonga, ¿me vas a dejar con la polla así? -yo todavía la tenía morcillona y brillante de los flujos de su culo...
Ella, de pie junto a la cama, se rio y, acercándose, me dijo:
-¡Aaaaay, tú sí que eres un guarro! Anda, que te voy a dejar el rabo reluciente.
Y se amorró al pilón.
-Muy bien, mamá, así te vas con un buen sabor de boca...
Con Fátima no resultó complicado, porque ya tenía una cartera de clientes y me límite a anunciarla por algunas páginas guarras de internet y a racionalizar su rendimiento, por así decirlo. Le explique al Moja de qué iba su santa madre y, obviamente, decidió colaborar en su emputecimiento y se encargó de controlarla. Aunque eso es lo que él creía, porque me parece que la cortaba el bacalao era más la madre que el hijo. Y el buen hijo (de puta), no tardó mucho en empezar a follarse a su mamaíta.
Aunque el Moja, me contó que seguía añorando los polvos con mi madre. Lo vi tan tristón, cuando me lo contó, que al final me comprometí a hacer un cuarteto con ambas guarrillas. Pero eso queda para otro capítulo.
En cuanto a mamá, no le costó demasiado empezar a hacer contactos en el gimnasio. Su cuerpazo no pasaba inadvertido. Empezó a vestir mallas más ajustadas y camisetas de tirantes, marcando sus tetazas, perfectamente empitonadas. En alguna ocasión hasta iba sin sujetador... cuando no tenía que pegar muchos botes, claro.
El primer maromo que se ligó fue uno de los monitores, con el que empezó a tontear. Toquecito por aquí, “te sujeto la espalda”, “no, ponte así mejor...” etc... Ella se iba dejando hacer, hasta que un día en el que no había nadie en la sala, lo agarró del cuello y le metió la lengua hasta la campanilla, mientras le sobaba el paquete, que “ipso facto” se puso como un garrote. El monitor se asustó y reculó un momento, al mismo tiempo en el que entraba gente en la sala. Mamá disimuló perfectamente. La tenía bien adiestrada con los corneos que le hacíamos al maricón de mi padre. El monitor aturullado, no dio pie con bola en la clase que le tocó impartir a continuación. Al final de la misma, mamá se hizo la remolona y volvieron a quedarse solos. Esta vez fue él el que se acercó a ella. Parecía que intentaba ligar o iniciar algo así como una relación, mamá le dejó explicarse, hasta que, viendo que se enrollaba mucho y le cogía de la mano en plan romántico lo cortó abruptamente.
-Mira, chico, déjate de rollos. A mí lo que me interesa es follar.
El muchacho, ante una afirmación tan directa se quedó bloqueado y con la boca abierta.
-Y te digo, más. Te voy a follar porque me gustas. Y hoy igual te lo hago gratis, pero a partir de mañana pienso cobrarte. Cincuenta euros por una mamada. Setenta y cinco si quieres que me trague la leche. Follar cien y por el culo ciento cincuenta. Esto es lo que hay.
El chico seguía estupefacto. Y ella, viendo que no reaccionaba lo cogió de la mano y se lo llevó al lavabo. Se encerraron dentro, ella se sentó en la taza, le bajó los pantalones y le engulló el rabo para hacerle la mamada más salvaje que jamás le habían hecho.
El chaval no tardó ni tres minutos en correrse y mamá lo dejó allí, con la polla morcillona y la boca abierta, tras tragarse la cuajada,
-Pues nada, chico, ya sabes, si te ha gustado, prepara setenta y cinco euros para mañana. Que necesito la pasta para mi macho. –y salió lanzándole un besito.
Aquella fue la primera vez de mamá. Pero le cogió el tranquillo bastante rápido. En el gimnasio es donde hacía la mayor parte de sus “performances”, por así decirlo, pero yo también me encargue de proporcionarle algún cliente. De hecho, el primer cliente asiduo, fuera del Gym, fue Óscar un colega del ejército con el que me llevaba bastante bien y con el que me había ido de putas varias veces.
Un día me lo encontré en un bareto que frecuentaba y estuvimos hablando. Una cosa llevó a la otra y me comentó que había cortado con su novia de siempre, una tal Rosita. Yo supuse que había sido porque a la pobre le había empezado a pesar demasiado la cornamenta. Mi colega era tan crápula como yo. Y él me lo confirmó. Fue por eso, claro. Pero la cosa tenía un punto morboso. Resulta que mi entrañable colega se había enrollado con la madre de la chica, que se llamaba como ella, pero la llamaremos Rosa, sin diminutivo, para no confundir al personal. Al parecer Óscar tenía gustos parecidos a los que yo había descubierto hacía poco en mí mismo, por las jacas maduronas. La madre no es que fuese ninguna maravilla, aunque tenía un buen polvo, como pude comprobar tiempo después. Una maruja corriente y moliente, cincuentona, algo gordita, supertetuda, bastante convencional y, como suele ocurrir en estos casos, abandonada por su esposo en el aspecto sexual. Lo que la había convertido en una bomba (sexual) de relojería. Y la pinta de la jamona le ponía la polla palote al bueno de Óscar. Sobre todo desde un día en que hurgando en el cubo de la ropa sucia de su casa, se encontró unas bragas king size, de cuello vuelto, con el aroma inconfundible de un coño con pedigrí. Las estuvo esnifando un rato y luego volvió a la habitación de su novia con el rabo duro y la obligó a hacerle una mamada recordando el aroma del chochete de la madre.
A partir de entonces no pudo dejar de observarla más que como un objetivo a follar. Empezó la táctica habitual de hacerse el zalamero, el encontradizo y los rozamientos habituales, pasando la polla semidura por el pandero de la jamona y achuchón va, achuchón viene... En fin, todo el lote de pre-folleteo. Y todo ante la complaciente mirada del marido, un policía nacional con bastante mala hostia pero, por fortuna, bastante empanado para estas cosas. Y también ante la alegría de la hija por su perfecta integración de su adorado novio en su familia política. ¡Ja, que ingenuos!
He olvidado decir que mi colega es un auténtico armario ropero, mide casi dos metros y ronda los cien kilos. Muy musculoso y un fanático del gimnasio y el culto al cuerpo, la vida sana y esas paridas. Un tío cachas al que le gusta das caña a las tías. Bastante aficionado, como yo mismo, al sexo duro y cañero. El problema es que con su novia no podía practicarlo mucho y, por eso recurría a algunas prostis, que frecuentábamos juntos, o a guarronas de discoteca. El caso es que, la suegra, que era bajita, le llegaba poco más arriba de la cintura, parecía ideal para chupársela de pie. Je, je...
Finalmente, mi colega se decidió un día que estaban solos en casa, con su suegro, el futuro cornudo, de servicio, y la hija en la universidad, para probar el avance definitivo con Rosa. Y, aprovechando, que la maruja le tenía que sujetar una escalera para colgar una lámpara, le restregó por la jeta la cebolleta. Algo que para ella, por mucho que se hiciese la tonta, no podía pasar inadvertido. Después, todo fue coser y cantar. Bajar de la escalera, un morreo un tanto forzado, y ella que, finalmente, sucumbe a sus encantos y le mete la lengua hasta la campanilla... A partir de ahí, sobran los comentarios.
La sedujo y se la follo, al principio al estilo convencional y, a la cuarta o quinta vez, ya empezó con las prácticas que le gustaban: gargantas profundas y sexo anal. Ella, feliz como una lombriz, se dejaba hacer, encantada de estar descubriendo un mundo maravilloso, que se había perdido en los últimos treinta años por la inoperancia de su incompetente esposo, que la única pistola que tenía dura, era la del trabajo. Óscar le hizo afeitarse el felpudo y la convirtió en una experta guarrilla, siempre con una sonrisa en la boca y dispuesta a lo que su amante le pidiese.
Nada podía ir mejor. Óscar tenía una novia estupenda, buena estudiante y modélica persona que era perfecta para ser la madre de sus futuros hijos y, en el mismo lote, a una puta hambrienta de sexo y deseosa de aprender todas las técnicas y prácticas para dar placer a un hombre y, por supuesto, a ella misma. Genial, ¿no?
Pero todo se jodió un día en el que una maldita huelga de estudiantes hizo que la novia volviese a casa antes de la hora y pescase, en la cama matrimonial, a su encantador novio petando el culo de su solicita madre, mientras ésta se masajeaba el coño, berreando, feliz y contenta. Lo gracioso del asunto es que, cuando ambos vieron a la hija parada en el umbral de la habitación, ninguno de los dos se detuvo. Ambos volvieron la mirada hacia la puerta y la vieron salir corriendo, tapándose la cara. Óscar hizo un amago de sacar el rabo, pero las durísimas palabras de Rosa le frenaron en seco:
-¡No se te ocurra sacarla ahora, hijo de la gran puta! ¡Como lo hagas te la corto en rodajas, cabrón!
Las bonitas palabras fueron un bálsamo para Óscar, que redobló las emboladas. La suegra se corrió como una bestia y fue, entonces, cuando le permitió a Óscar que le regase las tripas con leche calentita. Óscar se vació como nunca y ambos se dejaron caer derrotados de lado sobre la cama, mientras el rabo del macho iba perdiendo rigidez. Cuando reaccionaron, habían pasado unos diez minutos. Rosa se puso una bata y le dijo a Óscar:
-Anda, machote, vístete y espérame en el recibidor, que voy a ir a ver a la tonta ésta, no vaya a ser que se le ocurra la chorrada de decirle algo al cornudo de su padre, y todavía tendremos un lío, con la mala leche que tiene el muy capullo...
-Vale, vale, Rosa... Te espero fuera
Y, apenas levemente cubierta, con una pequeña bata, Rosa acudió al sofá del comedor donde la hija lloraba desconsolada. La forma en que la convenció no la conocemos, pero consiguió hacerle creer que lo que estaba haciendo era una prueba para que ella viese el tipo con el que estaba saliendo y que no le convenía lo más mínimo. Evidentemente, la madre le contó que era la primera vez que lo hacían y que los berridos de satisfacción que oyó la chica al verlos eran completamente fingidos. En resumen, que todo lo había hecho por puro amor a su hija y para evitar que se casase con un auténtico sinvergüenza. Evidentemente, la chica no debía decirle nada al padre bajo ningún concepto... él no entendería el sacrificio de su esposa por la felicidad de la amada hija de ambos...
Y Rosita, bastante necesitada de encontrar una explicación, más o menos lógica y que le evitase ver la negrura del mundo tal y como era en realidad, se tragó el cuento chino sin pestañear. Su madre, que como manipuladora era una auténtica artista, la dejó allí en el sofá, arropada con una mantita, y se fue a despedir a Óscar.
Llegó con la bata entreabierta y las colgantes tetazas, que se desparramaban por su vientre, pugnando por salir. Mientras la veía avanzar por el pasillo, con una sonrisita de zorra cínica y viciosa en la cara, Óscar vio cómo la bata se abría del todo, por la presión de las tetas y observó su incitante coñito, apetitoso, entre las firmes columnas de su muslamen. ¡Hay que ver lo verraco que le ponía la muy puta!
Al acercarse más, vio como Rosa se llevaba la mano al culo y recogía el esperma que se escapaba de su tierno y cálido ojete. Con una risita insinuante se lo llevó a la boca y, tras chuparse los dedos hasta dejarlos relucientes, se tragó una buena porción de cuajada.
-Joder, Óscar, -dijo la guarra- parece que hoy llevabas más carga de lo normal. Me has dejado las tripas llenas de leche... Llevo diez minutos apretando el culo para que no se pierda nada. Y mientras, sermoneando a la tonta de tu novia, soportando sus lloriqueos de niña mimada... ¡En fin, lo que tiene que hacer una madre!
Mientras hablaba, volvió a llevar su zarpa de cerda al ojete, para seguir rebañando esperma...
-¡Jope, me encanta! Y todavía está calentito... ¿Quieres un poco?
Óscar la miró asombrado, aunque, eso sí, con el rabo como un garrote.
-Menuda puerca estás hecha... -se limitó a apostillar.-Y, volviendo a Rosita, ¿qué?, ¿cómo ha ido? –dijo abrazándola. Aunque, ante su sonrisita malévola, enseguida pensó que la sangre no había llegado al río.
-En fin, está claro que la niña ha salido al tonto de su padre... Todo lo que yo tengo de mala pécora, ella lo tiene de ilusa y tontorrona. Al final la he convencido de que lo que estábamos haciendo era por ella, para que viese el tipo de cabrón con el que estaba saliendo... ¡Qué sacrificios tiene que hacer una madre! –y soltó un risita algo malévola.
Óscar la miró sonriendo, hipnotizado con sus tetas, mientras se sobaba el paquete. Rosa continuó hablando:
-Nada, que la muy tonta se lo ha tragado. Pero, como comprenderás, lo vuestro se ha terminado. –Óscar pensó que, teniendo en cuenta como follaba la madre, la hija le importaba un pimiento, y si podía conservar a la vieja, perder a su novia no iba a representar un drama.
-Bueno –dijo Óscar. – En el fondo me da igual, mientras nosotros nos podamos ir viendo... –al mismo tiempo le acariciaba un pezón y se arrimó a su cuerpo. Ella inició un denso morreo y le masajeó la polla por encima el pantalón.
-¡Joder, cómo estás otra vez! –le dijo. – Pero me parece que vamos a tener que dejar que corra el aire un par de semanitas, o más... Ahora mismo no me fio mucho de que la niña no le largue nada a su padre y se nos complique el asunto. Así que tendré que ser una buena madre durante un tiempecillo... Si acaso, ya nos vamos whatssapeando y, cuando se calme el asunto, intentamos quedar para vernos. ¿De acuerdo bombón?
Rosa introdujo la lengua en la garganta de Óscar y éste, aunque decepcionado, la dejó hacer y se resignó a estar sin follar un tiempecillo.
Tras un par de semanas sin mojar el churro, Óscar intentó contactar un par de veces con la ex-suegra, para seguir follándosela, pero no hubo manera. Al parecer, la hija la tenía marcadísima y ella parecía sinceramente arrepentida, no del sexo en sí, sino de correr riesgos. Hay más peces en el mar, pensó Óscar.
Pero el caso es que, desde entonces, y ya hacía un par de meses, había sido incapaz de encontrar una folla-amiga estable. Y menos aún, una jamona madura con la que poder practicar el sexo tal y como a él le gustaba.
Y ahí es donde a mí se me encendió la bombilla y le comenté que conocía a la mujer perfecta para satisfacerle, además cuadraba a la perfección con sus gustos: jamona, madura y amante del sexo puerco. Pero, claro, no le iba a salir gratis. Le comenté que yo era su “representante” y que sabía perfectamente de qué hablaba porque me la había follado hasta las trancas. Él se interesó inmediatamente y le comencé a dar detalles de las características de la hembra, su talante sexual y, como no, de sus tarifas. Al final concerté una cita para ambos, quedando en que ella sería la que acudiría al minúsculo apartamento de Óscar. Y, al despedirme de él, no pude evitar jactarme un poco y desvelarle el secretillo:
-Y una cosa, Óscar, trátala bien... que es mi madre.
Él me miró entre incrédulo y asombrado, aunque en breve comprobaría la certeza de mis palabras.
Y la cosa fue la mar de bien. Congeniaron bastante y parece que ambos estaban en la misma onda sexual. Solían verse un par de tardes a la semana.
Un día, tras porculizar a Fátima a base de bien, ardía en deseos de contárselo a mamá. Salí sin ducharme de su casa, con la polla bien pringosa para que mi cerda probase el sabor del culo de la mora... Quería que mis putas se conociesen bien, tal vez algún día les tendría que encargar algún trabajillo juntas. ¡Nunca se sabe!
Llegué a casa y, como siempre, encontré al cornudo sentado en el sofá viendo la tele.
-¡Hola, Marcos!
-Hola papá. ¿Mamá está en la cocina?
-Sí, haciendo la cena...
-Vale, voy a verla. Hasta ahora.
-Hasta ahora. Dile que no enrede mucho. Que me muero de hambre.
-Ya se lo digo. -"¡Así estás, gordinflón!", pensé, no me extraña que el muy maricón haya perdido a la jaca de su mujer. Si sólo piensa en llenar la panza... Y eso, con una leona como mamá en el catre. ¡Increíble!
Y allí estaba mi zorra, haciendo la cena. Vestida con las mallas marcachocho del gimnasio y una camisetita técnica de tirantes dos tallas pequeña, bien ajustada, apretando sus tetorras, removiendo la olla humeante con su macizo culito respingón en pompa.
La polla, a pesar del trajín que llevaba, se me puso dura al momento. Me coloqué tras ella y la besé en la mejilla al tiempo que la saludaba:
-¡Hola putilla!
-¡Hola... -giró la cabeza y me metió la lengua hasta la garganta. - machote! -notaba mi rabo rozándole el culo- ¿Qué, parece que te alegras de verme, no?
-Siempre, mamá, siempre... ¿Sabes de dónde vengo?
-Pues no, pero supongo que de mojar el churro con alguna guarrilla por ahí... ¿Me equivoco?
-Vaya, parece que me conoces bien, ja, ja... No, no te equivocas. Vengo de petarle el culo a la Fátima...
-¡Vaya cabroncete que estás hecho! -me contestó ente risas. - Te estás vengando de lo del Moja a base de bien, eh?
-Bueno, tanto como vengarme, no sé... A ella le encanta, desde luego.
Le empecé a sobar el culo y a mordisquearle el cuello.
-Además -continué - ni siquiera me he duchado, ni me he lavado el rabo... Quiero que lo pruebes. A ver si te gusta el culo de mora...
Ella me miró con cara de sorpresa y me dijo:
-¡Joder, hijo, cada día eres más puerco! Pero, claro que me encantaría probarlo...
Yo reí y le dije:
-¡Y tú cada día más puta!
-Pero ahora no va a poder ser. Que tenemos la santa Cena de familia feliz con el cornudo de tu padre. Así, que tócate la polla lo justito y está noche, cuando el maricón esté sobando te haré una visita. Siempre me han gustado los pinchos morunos. Sobre todo chupar el palo...
-Como sigas así no sé si voy a aguantar sin tocarme hasta la noche...
-¿Y tú, qué tal tu día?
-Bien, no de los mejores. Pero no ha estado mal. Dos mamadas. Una completa, tragándome el "zumo" de macho, y otra con facial... ¡Tranquilo, que me duchado a conciencia! Nada, ciento quince euracos. Te los he puesto en el cajón. Al de la completa le he hecho un descuentillo... Tenía la leche muy sabrosa y muy espesa. Y no estaba muy salada. Tal y como me gusta. Era casi tan buena como la tuya...
-Vaya, un buen día, pues...
-Sí, sí... ¡Ah, y no me acordaba! He apalabrado un anal para el jueves... Con el colega ése tuyo cachas del ejército que me he follado un par de veces...
-Mmmmm... El Óscar... ¡Lo estás viendo mucho a éste!
-Creo que le gusto bastante. Y, además, está bastante bueno, la verdad. Me parece que le da mucho morbo que sea tu madre. Creo que a veces piensa que se está follando a la suya y tiene unos orgasmos bestiales...
-Vaya, interesante. Está bien saberlo.
Le cogí la cara apretando las mejillas y me acerqué a ella al tiempo que hablaba:
-Pero confío en que no te olvides de a quién perteneces. ¿No?
Ella me miró sorprendida y sonrió antes de besarme con una ferocidad inusitada.
Aquello, más que sus palabras posteriores, disipó todas mis dudas.
-Soy tuya... Soy tú puta y tú eres mi hombre, mi macho, mi amo. Y estoy dispuesta a hacer todo lo que tú digas, todo lo que me pidas...
Colocado tras ella metí la mano bajo las mallas y empecé a sobarle el culo a conciencia, mientras ella seguía removiendo la olla con la cuchara de madera. De fondo se oía el televisor que el cornudo veía apalancado en el sofá, esperando cómodamente la cena.
Yo mordisqueaba el cuello de mamá, y le iba lamiendo el lóbulo. Trataba de ponerla cachonda. Lo cual no era nada complicado. Ya sabemos lo guarra que era mi progenitora.
-Toma, prueba, verás que bueno. -me dijo al tiempo que me acercaba la cuchara a la boca y removía el culo en círculos.
Lamí la cuchara.
-¡Mmmmm... delicioso! -dije al tiempo que bajaba la mano con la que le manoseaba el culo y le metía el dedo hasta el fondo en su calentito ojete.
-¡Aaaaay, cabron, me haces daño! -gritó entre risas.
Yo también reí y le chupeteé el cuello, mientras sacaba el dedo.
-La cena te está saliendo buenísima, ahora a ver qué tal está el postre. -dije, al tiempo que olía el dedo y me lo introducía en la boca. - Maravilloso, está en su punto. Toma, prueba un poco.
Ella se giró y comenzó a comérselo. Yo la miraba admirado. Encantado con mi brillante labor de emputecimiento...
-Eres la mejor -dije, y comenzamos un intenso morreo, frotando mi rabo contra su cuerpo y sobándole las tetas.
La romántica escena la interrumpió el cornudo gritando desde el comedor reclamando el papeo.
-¡Joder, que pelmazo! -dijo mamá separando sus labios de mi boca con un hilo de saliva. - ¡Ya vaaaa! -gritó. Luego, dirigiéndose a mí, añadió. -Anda, vete, que si no, no voy a acabar nunca...
-Vale, vale... Me voy, pero deja que te dé un regalito... Abre la boca
Ella la abrió. Ya sabía lo que iba a darle. Le lancé un denso salivazo que ella se tragó con ansía viva, como diría José Mota, je, je...
-Anda, vete ya con el cornudo. - añadió dándome un último pico. - Que esta noche te haré una visita...
Ante tan excitante promesa, me alejé de ella con una sonora palmada en el culo y una frase cariñosa:
-¡Ya estás tardando, zorra!
Y, nada, cenamos como lo que éramos, una familia feliz. Mi padre, el cornudo, zampando como un poseso en la cabecera de la mesa y la zorra y yo a cada lado, hablando de banalidades y diciendo frases chorras con doble sentido para dejar en evidencia al viejo. Éste no se enteraba de nada, solo se preocupaba de llenar el plato y empinar el codo, haciendo caso omiso de los sabios consejos de mamá:
-No comas tanto, no ves que te va a sentar mal...
-Deja, deja, que yo controlo. -respondía él
Y yo, mientras tanto, estirando el pie bajo la mesa y embistiendo el coño de mi madre, apretándole los leggins con los dedos de los pies. Notaba como la abundante humedad de su chocho, atravesaba la tela del tanga, los leggins y mi calcetín, hasta mojarme los dedos. La polla la tenía como un palote. Al final frené el jueguecito, si no se me bajaba la erección un poco no me iba a poder levantar.
Mi madre se hacía la loca la mar de bien mientras la frotaba, y continuaba su insustancial charla con el cornudo. Mientras, con los muslos apretaba mi pie impidiendo que escapase. ¡Menuda guarra!
Al final, cuando estábamos en el postre, logré salir de su encharcado chochete y me recompuse un poco antes de que terminase la entrañable cena familiar.
Aquella noche todavía estaba despierto, a las dos y pico de la madrugada. Miraba el móvil, cuando se abrió la puerta, e, iluminado por el tenue reflejo de la lámpara de la mesita de noche, pude admirar el cuerpo de mi cachonda progenitora.
-¡Joder, puta guarra, sí que has tardado...!-comenté, admirando su escultural figura, al tiempo que apartaba las sábanas.
Allí, en la penumbra, elevada sobre unos tacones de vértigo, se abrió la bata y, sonriendo burlonamente, me contestó:
-Es lo que hay, hijo, el maricón de tu padre ha enredado viendo la tele lo que no está escrito... Y luego, en la cama, no había manera de que se sobase. Estaba especialmente pegajoso...y yo ¡con el coño ardiendo y pensando en tu pollazo!
-Mmmmm... ¡Pobrecita, mi guarrilla! Anda, ¡ven para acá! -la cogí de la mano, mientras la bata caía al suelo, y la introduje en la cama. Así, tal cual iba, con sus zapatitos de princesa, pero en pelota picada. Recién duchada y perfumadita para su macho. -¿Te has duchado, cerdita? ¿Qué ha pasado, que has tenido que pajear al cornudo?
-¡Sí, joder! No te imaginas. ¡Menudo asco! Y el muy cerdo no hacía más que meterme mano y arrimarse babeando... Yo creo que quería meterme la pichilla, el muy imbécil. ¡Menudo iluso! Si ni siquiera se le pone lo bastante dura...
Yo reí con ganas sobándole el culazo y girándola para poder magrear el coño a base de bien...
Ella gimió brevemente y yo empecé a masajear su lubricado chocho.
-¿Y al final...? -le pregunté.
-Al final... -me contó ella entre jadeos.-Le dije que no me tocase más, o me iba a dormir al sofá. Que ya sabía lo que había dicho el médico sobre tener relaciones y que, además, a mí a estas alturas y a mí edad me parecía una cerdada y un pecado mortal...
Yo la escuchaba risueño apretando la mano con fuerza.
-¡Menuda puta estás hecha! ¡Eres un escorpión!
Ahora la que rio fue ella:
-Me parece que tú tienes algo de culpa, ¿no?
-Ya será menos... Lo tuyo ya venía de serie... Je, je, je.
-Bueno, te termino de contar... Al final, el pichafloja ha desistido, incapaz de vencerme... -e hizo el gesto de marcar el bíceps con el brazo- A fin de cuentas era un duelo desigual: una bola de sebo, contra este cuerpo serrano...
Yo me volví a reír con ganas y redoble mis esfuerzos con su coño...
-El caso es que me he puesto a estirar la pollita dando caña, sin siquiera mirarlo, hasta que se le ha puesto un poquito morcillona y entonces, le he apretado un poco y se ha corrido en un plis, plas... Cuatro aguadas gotas de mierda. Y, nada, me he levantado enseguida y, mirándolo con cara de asco le he dicho: "¡Toma, cerdo, ya tienes lo que querías...!" Y nada, tal cual iba, con el pijama, me he ido al lavabo a lavarme bien las manos... ¡Je, je, je! Cuando he vuelto ya estaba dormitando, pero le ha faltado tiempo para disculparse y pedirme perdón, ¡el muy gilipollas! Yo me he girado de espaldas, sin contestar, y me puesto a hacerme la dormida hasta que lo he empezado a oír roncar como la puta marmota que es...
Yo la miraba admirado, meneándole el clítoris y chupándole los pezonacos.
-Y nada, hace media horita, que me he escapado. Una duchita, un poco de Chanel, y a ver si me dejas probar esa polla con gustillo a culo moruno...
¡Joder con la cabrona! Sabía cómo calentarme la muy cerda...
-En cuanto te corras te vas a hartar de comer el rabo de tu hijo, ¡puta!
Yo estaba que reventaba, así que puse en juego toda mi técnica para hacer que se corriese. Y, obviamente, lo conseguí. Ella es fruta madura para el orgasmo y cuando está excitada sólo hace falta sacudirla un poco. Eso sí, es de las que berrean de la hostia, así que tuve que plantarle la manaza en la boca para evitar que los gritos despertasen al cornudo.
-¡Qué se joda! -dijo ella.- A ver si así aprende como folla un buen macho...
-¡Ssssss! ¡Calla ya, joder! Qué hay vecinos...
-Vale... Vale...-y se fue calmando.
Yo no esperé mucho y la cogí del pelo y acerqué su cara a la mía. Ella vio la intención y, sumisa, abrió la boca, encajando un fuerte salivazo.
-¡Gracias, cariño!
-De nada, cerdita. Un poco de lubricante, que nunca está de más.
-¿Puedo ir a por mí regalo?
-Por supuesto, preciosa, está listo para ti... -y, estirando su cabellos, le encajé el rabo en la boca a lo bestia, al tiempo que colocaba el culazo en pompa para tener una buena vista mientras la muy puta me comía la polla.
Ella pegó una buena arcada y empezó a soltar babas, como una buena cerda.
-Bien, puta, bien... Ya se ve que estás en plena forma. Dos mamadas hoy y la tercera la llevas divinamente.
Ella paró unos segundos para recobrar el aliento. Mientras, se restregaba la pegajosa polla por toda la cara y pasaba la nariz por todo el tallo, buscando todos los resquicios del aromático olor del culo moruno de la Fátima, su vecina, amiga y, en los últimos tiempos, compañera de puteríos.
-Qué, ¿te gusta?
-Es un olor y un sabor delicioso... y mezclado con el sabor de tu polla es sublime...
-Sublime... ¡Ja, ja! Cómo Estambul, ¡la Sublime Puerta! -y le introduje el dedo en el culo.
Ella pegó un respingo y me dijo:
-Mmmmm... Me encanta, no lo saques... Pero a eso iremos luego, en el segundo asalto. Ahora te tengo que terminar de ordeñar.
Amorró la boca y comenzó un sube y baja regular y metódico ante el que me concentré y me dediqué a disfrutar, mirando los tatuajes de su culazo y meneando el dedo dentro, en aquel culo que ya era como una segunda casa para mí índice.
Cuando se acercaba mi apoteósica corrida, está vez lo hice al revés de lo habitual y en lugar de apretar el dedo hasta el fondo lo saque de golpe y me lo lleve a la nariz, (qué olor tan extraordinario) antes de meter mi cabeza entre sus piernas y penetrarle el ano con la lengua. Al mismo tiempo, la polla se me tensó y los huevos, apretados por las manitas de mamá, empezaron a disparar borbotones le leche en su boca. Leche que ella devoraba ansiosamente.
Se tragó toda la cuajada, tal y como le había enseñado. Conocía sus obligaciones y disfrutaba cumpliéndolas. Yo la miraba encantado. Di dos palmadas en un lado de la cama para indicarle que se acurrucarse junto a mí. Ambos estábamos sudando como cerdos y, desde luego, nos convenía una pausa.
-Ven conmigo, ¡cachonda!
Ella se había sentado al borde de la cama para quitarse los zapatos, y, después, rápidamente, se giró y se tumbó abrazándome, con sus tetazas a mí costado, acariciando mi pecho y mis abdominales suavemente, con su manita. La cogí del pelo y me acerqué a su boca para pegarle un buen morreo. Nos dimos un par de largos e intensos besos. Ella me metía la lengua hasta la tráquea.
-Mira, - me dijo- la boca todavía me sabe al culo de la zorra esa...
-¡Mmmmm... es verdad! Un poquito sí.
Y me reí un poco.
-Sabes, hoy quería comentarte un par de cosas. Creo que hoy es un buen momento para hablar del futuro.
Ella me miró intrigada, sin dejar de acariciarme, bajando la mano de vez en cuando hasta la polla y los huevos y chupeteándome los pezones.
-Sigue, continua hablando.-me dijo.
-Mira, la cosa va la mar de bien. Tanto contigo, como con la Fati -mamá sonrió orgullosa. -Estamos ganando dinero a espuertas. Y me parece que, por lo menos tú estás disfrutando como una fiera y que has encontrado tu verdadera vocación.
Mamá, que continuaba con sus caricias, dejó por un momento de chuparme las tetillas e intervino:
-Marcos, hijo, jamás podré darte las gracias por lo que has hecho por mí. Me has convertido en la hembra más puta y más feliz de la tierra. Y, además, chupar pollas y ofrecer todos mis agujeros se me da divinamente. Lo haría hasta pagando, así que, cobrando, ya te digo...
Conmovido, le di un largo y húmedo beso.
-Gracias, putilla, me encanta como te estás portando. Pero, a lo que iba. Lo estáis haciendo superbien, pero creo que hay que pasar a una fase más profesional. Me explico, esto de andar haciendo mamadas furtivas en los lavabos del gimnasio, buscando pensiones de mala muerte para que te peten el culo, o follando dentro de un coche en descampados, es una puta chapuza... Ha llegado el momento de empezar a invertir la pasta en alquilar un buen picadero, decorarlo bien y empezar a trabajar en condiciones.
Ella me miraba atenta y continué.
-Además, creo que tenemos que aumentar la plantilla de zorras. Tengo algunas ideas para hacerlo. No me apetece mucho compartirte demasiado. -ante estas últimas palabras, ella me estrechó aún más.- Sólo lo justo, para que mantener tu emputecimiento y que no te acomodes. Pero lo que quiero es que seas la auténtica jefa de la cuadra de mis putas...
-Por Dios, Marcos, me encantaría...
-No esperaba menos de ti. -le respondí retorciéndole un pezón con cariño. Ella gritó y contraatacó apretando un poco mi rabo, que ya estaba despertando de su letargo,- ¡Que zorra eres!
Volví a besarla y proseguí.
-He visto un piso que sería perfecto. Piden poco de alquiler y es una finca casi sin vecinos, con un montón de pisos de alquiler turístico en la escalera. Una tarde de estás iremos a verlo con la Fátima y el Moja, te he preparado una pequeña sorpresa...
-¿Qué es, qué es? Por favor, dímelo, anda....
-Nooooo, que si no, no sería una sorpresa... Ya lo verás. Pero hay algo más. Estoy hasta los cojones de este piso tan enano. Siempre que está el cornudo en casa hay que hacer filigranas para echar un puto polvo. Y, sí, reconozco que es morboso y al principio tenía su gracia reírnos del maricón, pero ahora empiezo a estar un poco cansado de no poder meterte mano cuando me salga de la polla y de que no me puedas comer el rabo mientras miro la tele, o de verte pasear en tanga y con lencería de puta por toda la casa...
-Lo sé, Marcos, a mí me duele más que a ti, pero sabes tan bien como yo, que si el gilipollas de tu padre nos pilla es capaz de darle un síncope...
-¡Ya, joder! Por eso he pensado en una cosa. He visto un chaletito que venden, de dos plantas con garaje. He pensado en pagar la entrada. Tengo bastante ahorrado. Y después pagarlo cada mes será fácil. Al cornudo le diré que he acertado una quiniela. Si el muy capullo no se ha enterado de lo que hace su mujercita delante de sus narices, seguro que lo del premio se lo traga. Mi idea es ocupar la planta de arriba y que vosotros estéis en la de abajo. Con lo que al gordo le gusta subir escaleras, no creo que asome mucho la napia por nuestro territorio. Y arriba, pienso tenerte a cuerpo de reina. Allí si te vas a hartar de rabo y podrás vestir como una cerda de campeonato. Ya me encargaré de poner un sistema de aviso por si al cornudo se le ocurre subir las escaleras.
Ella me miraba asombrada y me dijo:
-Menudo cabroncete estás hecho, has pensado en todo...
-¡Pues sí! Y ahora, amórrate un poco al pilón, que son las cuatro y de aquí a una hora se despierta el cornudo, y todavía te tengo que petar el culazo...
Así lo hizo, pero cuando tenía la polla otra vez como una estaca, se separó de mí y se levantó de la cama:
-Pero... ¿Qué haces...?
-Un momento. -y, cogiendo el móvil me hizo varias fotos a la polla desde diferentes ángulos.
-¿Y eso...? ¿Para qué lo haces?
-¡Aaaaay! ¡Sorpresa! Ya lo verás. Te va a encantar...
Me dejó con la intriga. Guardó el móvil, subió a la cama y se acuclilló sobre mi polla ensartándosela en el culo. Entró con bastante suavidad. Ya se lo había lubricado antes con la lengua y, además, con la práctica, tenía ya las paredes anales muy elásticas. Ella disfrutaba tanto o más del sexo anal que de follar por el coño, y solía tensar el culo y apretarme la polla como si me la quisiese estrujar. Se lo debía haber enseñado la Fátima. Se había puesto de cara a mí tocándose el coño con una mano. Yo, tumbado bajo ella, me deleitaba, viendo balancearse sus tetorras, y como sobreactuaba poniendo los ojos en blanco y gimoteando como una cerda. Poco a poco, fue subiendo el tono, y empezó a jadear, como preludio a un orgasmo.
Yo, que le agarraba sus tetas, pellizcando le los pezones, intenté contener su entusiasmo:
-¡Deja de chillar, puta zorra! ¡Vas a despertar al cornudo! O a los vecinos, que es peor...
-¡Aaaaay! ¡Cabronazo! ¡Déjame disfrutar! Al menos hasta que termine de hacer las sentadillas que no hice esta mañana en el gimnasio...
-¿Porque estabas chupando pollas para financiar el chalet..? ¡Ja, ja, ja!
Y le hinque la polla hasta las entrañas...
-¡Sigue, cabrónnn, que me corrooo...!
Esto de tener orgasmos simultáneos, o casi, no solía sucedernos con frecuencia, pero esta vez, lo clavamos. Cuando ella pegó el berrido final, que me obligó a taparle los morros, yo me corrí como un animal en su culo. Y estaba tan excitado que, tras llenarle la puerta trasera de cuajada, seguí bombeando un par de minutos más con el rabo como una piedra... Cuando, finalmente, se la saque, hizo el ruido de una botella de champagne al descorcharse.
Mi madre, miró el despertador y exclamó:
-¡Joder! Las cuatro y media! ¡Me voy cagando leches! Que el capullo de tu padre se despierta en media hora...
-Bueno, bueno... -dije yo- Menos prisa, guarrindonga, ¿me vas a dejar con la polla así? -yo todavía la tenía morcillona y brillante de los flujos de su culo...
Ella, de pie junto a la cama, se rio y, acercándose, me dijo:
-¡Aaaaay, tú sí que eres un guarro! Anda, que te voy a dejar el rabo reluciente.
Y se amorró al pilón.
-Muy bien, mamá, así te vas con un buen sabor de boca...
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