Recientemente he adoptado la costumbre de pensar en @Ganasdemorir (al igual que algunos centenares más, supongo). Sin embargo, no me refiero a que su imagen recurrente se me atraviesa, estroboscópica, durante los momentos cúspide de mis pajas nocturnas (al menos no sólo durante esos lapsos, quiero decir). La he pensado como se piensa en el final de un libro o en un rompecabezas indeterminado, es decir, queriendo abarcarla, tratando de comprender por qué pienso que hay más que simple exhibicionismo. A menudo me pregunto por qué decidió empezar a verter sobre nosotros sus magias morfológicas, sus ironías e insinuadas amarguras. A veces creo que sólo se trata de un egocentrismo estratosférico (su manía de no seguir a nadie podría ser interpretada de ese modo, por ejemplo); otras veces me parece altruismo puro, una benevolencia genuina e inmerecida (venga de donde venga; es decir, que el material que nos es proporcionado provenga de su puño y teta o de un tercero es un hecho que realmente no importa demasiado; lo admirable estriba en que nos llega, aunque sí, lo sé: en no pocas ocasiones la resolución de sus imágenes resulta insólita, tomando en cuenta los tiempos que corren; de tal manera que esas fotografías no logran hacerle justicia).
Su irrupción en esta página ha provocado, además de una fuga constante de líquidos onanísticos, varias preguntas: ¿quién es, dónde está, existe, esos chispazos de melancolía son ciertos o son dramatismo? Alguna vez se ha desatado el conflicto acerca de la autenticidad de Ganasdemorir. ¿Acaso puede ser real, puede ser verdad este ser casi numinoso, es posible haber coincidido en esta línea temporal y en esta página de Robertos?, nos hemos preguntado, con una mano en la barbilla y la otra en la cremallera. ¿Por qué se duda? Simple: porque resulta incomprensible su configuración inquietantemente perfecta, ese recaudo de cualidades específicas, como una obra meditada y edificada por un Pigmalión contemporáneo —aun más obsesionado con la belleza que su antecesor—, cuyo único objetivo ha sido la materialización de los más exquisitos anhelos de las mentes humanas.
Debe de ser difícil mostrar tu verdadera identidad mientras vives detrás de un par de tetas inauditas, encerrada en un cuerpo irremediablemente sicalíptico; y esto no significa que, en muchas ocasiones, este hecho no resulte ventajoso, sino que supone vivir bajo un prejuicio, vencida por la propia belleza física, que genera adeptos y enemigos, y adeptos que pueden llegar a comportarse como enemigos, y enemigos que pueden llegar a comportarse como villanos. La combinación de bellezas prodigiosas (anatómica y mental) es un elíxir peligroso para quien lo posee y para quienes se topan con su portador.
Ganasdemorir, en mi opinión, pertenece a ese reducido grupo de personas que, con su sola presencia, son capaces de pervertirlo todo, de enfermar aun a las mentes más sosegadas de la peor de las enfermedades, incluso sin proponérselo; la puedo imaginar deslizándose entre la gente, con un rostro indiferente o de disgusto o de satisfacción acaso, y tras ella va quedando una estela corruptora, imperceptible,infecciosa.
Me resulta complicado describir acertadamente a esta chica (y me gustaría evitar los elogios comunes, clónicos, pues no es mi intención remarcar lo axiomático). Mi visión respecto a Ganasdemorir es bastante limitada; no obstante, a continuación pretenderé definir su perfil lo mejor que me sea posible. Ella es una personaje extraída de una ficción de Raymond Chandler, una «femme fatale» en potencia, una hedonista silenciosa que se mira en los espejos y en los ojos de los demás con un dejo narcisista, una voyerista de sí misma, enfrascada por momentos en una lucha por superar (o equiparar) sus dones cárnicos con su inteligencia, pero se encuentra con que la muralla es casi insalvable, y sonríe y sufre por la misma razón.
Ella podría ser todo lo bueno y todo lo malo, podría ser el preludio de una obsesión, un caleidoscopio de virtudes y vicios que se entremezclan y no permiten adivinar las fronteras.
Confieso que, en un intento infructuoso por completar el resto del cuadro —los elementos faltantes de esta «Exodia»—, la he buscado, vagamente, en las entrañas de todas las páginas de videochats que he sido capaz; he esperado cada una de sus actualizaciones; he intentado leer entrelíneas sus palabras, sus encabezados de foto, escritos con su ortografía intachable, sus comentarios y respuestas cínicas, y he analizado —tratando de escapar de su magnetismo— los objetos que acompañan el fondo de sus imágenes. Y ahora escribo lo que tengo. Descubro nada o muy poco.
Alguna vez le pregunté a Ganasdemorir por qué había elegido ese nombre. “Porque se me cantó el orto ponerme así, sin más.”, fue su respuesta. Hubiera sido más fácil llamarse «TetasExtraterrestres»o «Solita27» o «NiñaCastigada» u «OgtRosa». Pero no. Decidió llamarse «Ganasdemorir».En ella subyace un aparente elemento trágico derivado de vivencias íntimas que sólo permiten conjeturas imprecisas; y se queja de su “monotonía existencial”, y se queja de ir a clase y de otras actividades ocasionales; y luego, calmada,regresa, y solicita recomendaciones musicales o netflixneanas, o sugiere un pequeño «roleplay».
Ahora sé, sin embargo, que las ganas de morir no son sólo de ella, sino mías, nuestras, de todos aquellos que empezamos a seguirla, absolutamente cautivados, y poco a poco hemos llegado a la conclusión de que ella está del otro lado del cristal, inasible, en otra dimensión, cada vez más afantasmada por la inverosimilitud de su composición milagrosa.
Y luego de toda esta parafernalia inútil, lo que me resta por decirle a Ganasdemorir (si acaso llega a leer esto) es que, por favor, continúe dejando esas pequeñas pistas —aunque no demasiadas, para mantener el misterio— y que sería agradable leerla más, que se atreva a intercalar sus gracias evidentes con sus gracias sutiles.
Desde la periferia, con cariño hasta su Madagascar argentinizada.
Su irrupción en esta página ha provocado, además de una fuga constante de líquidos onanísticos, varias preguntas: ¿quién es, dónde está, existe, esos chispazos de melancolía son ciertos o son dramatismo? Alguna vez se ha desatado el conflicto acerca de la autenticidad de Ganasdemorir. ¿Acaso puede ser real, puede ser verdad este ser casi numinoso, es posible haber coincidido en esta línea temporal y en esta página de Robertos?, nos hemos preguntado, con una mano en la barbilla y la otra en la cremallera. ¿Por qué se duda? Simple: porque resulta incomprensible su configuración inquietantemente perfecta, ese recaudo de cualidades específicas, como una obra meditada y edificada por un Pigmalión contemporáneo —aun más obsesionado con la belleza que su antecesor—, cuyo único objetivo ha sido la materialización de los más exquisitos anhelos de las mentes humanas.
Debe de ser difícil mostrar tu verdadera identidad mientras vives detrás de un par de tetas inauditas, encerrada en un cuerpo irremediablemente sicalíptico; y esto no significa que, en muchas ocasiones, este hecho no resulte ventajoso, sino que supone vivir bajo un prejuicio, vencida por la propia belleza física, que genera adeptos y enemigos, y adeptos que pueden llegar a comportarse como enemigos, y enemigos que pueden llegar a comportarse como villanos. La combinación de bellezas prodigiosas (anatómica y mental) es un elíxir peligroso para quien lo posee y para quienes se topan con su portador.
Ganasdemorir, en mi opinión, pertenece a ese reducido grupo de personas que, con su sola presencia, son capaces de pervertirlo todo, de enfermar aun a las mentes más sosegadas de la peor de las enfermedades, incluso sin proponérselo; la puedo imaginar deslizándose entre la gente, con un rostro indiferente o de disgusto o de satisfacción acaso, y tras ella va quedando una estela corruptora, imperceptible,infecciosa.
Me resulta complicado describir acertadamente a esta chica (y me gustaría evitar los elogios comunes, clónicos, pues no es mi intención remarcar lo axiomático). Mi visión respecto a Ganasdemorir es bastante limitada; no obstante, a continuación pretenderé definir su perfil lo mejor que me sea posible. Ella es una personaje extraída de una ficción de Raymond Chandler, una «femme fatale» en potencia, una hedonista silenciosa que se mira en los espejos y en los ojos de los demás con un dejo narcisista, una voyerista de sí misma, enfrascada por momentos en una lucha por superar (o equiparar) sus dones cárnicos con su inteligencia, pero se encuentra con que la muralla es casi insalvable, y sonríe y sufre por la misma razón.
Ella podría ser todo lo bueno y todo lo malo, podría ser el preludio de una obsesión, un caleidoscopio de virtudes y vicios que se entremezclan y no permiten adivinar las fronteras.
Confieso que, en un intento infructuoso por completar el resto del cuadro —los elementos faltantes de esta «Exodia»—, la he buscado, vagamente, en las entrañas de todas las páginas de videochats que he sido capaz; he esperado cada una de sus actualizaciones; he intentado leer entrelíneas sus palabras, sus encabezados de foto, escritos con su ortografía intachable, sus comentarios y respuestas cínicas, y he analizado —tratando de escapar de su magnetismo— los objetos que acompañan el fondo de sus imágenes. Y ahora escribo lo que tengo. Descubro nada o muy poco.
Alguna vez le pregunté a Ganasdemorir por qué había elegido ese nombre. “Porque se me cantó el orto ponerme así, sin más.”, fue su respuesta. Hubiera sido más fácil llamarse «TetasExtraterrestres»o «Solita27» o «NiñaCastigada» u «OgtRosa». Pero no. Decidió llamarse «Ganasdemorir».En ella subyace un aparente elemento trágico derivado de vivencias íntimas que sólo permiten conjeturas imprecisas; y se queja de su “monotonía existencial”, y se queja de ir a clase y de otras actividades ocasionales; y luego, calmada,regresa, y solicita recomendaciones musicales o netflixneanas, o sugiere un pequeño «roleplay».
Ahora sé, sin embargo, que las ganas de morir no son sólo de ella, sino mías, nuestras, de todos aquellos que empezamos a seguirla, absolutamente cautivados, y poco a poco hemos llegado a la conclusión de que ella está del otro lado del cristal, inasible, en otra dimensión, cada vez más afantasmada por la inverosimilitud de su composición milagrosa.
Y luego de toda esta parafernalia inútil, lo que me resta por decirle a Ganasdemorir (si acaso llega a leer esto) es que, por favor, continúe dejando esas pequeñas pistas —aunque no demasiadas, para mantener el misterio— y que sería agradable leerla más, que se atreva a intercalar sus gracias evidentes con sus gracias sutiles.
Desde la periferia, con cariño hasta su Madagascar argentinizada.
30 comentarios - Carta abierta para Ganasdemorir
Comparto sus morfológicas quirúrgicas dietéticas...
De nada 😎
Paso @ si me lo piden