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Cuadra de putas 6

A las once, cuando me levanté, seguía con la polla morcillona. Salí de la habitación en pelotas y, después de mear, me dirigí a la cocina. Allí estaba mamá, preparado unas tostadas, con una sonrisa de oreja a oreja, y luciendo ese pijamilla de Disney que le quedaba tan ridículo, con sus tetas a punto de reventar la camiseta y el pantaloncillo que apenas podía contener su culazo.
-¡Bueno días, mamá! -le dije, caminando con el rabo bamboleante y en fase de crecimiento. La visión de la guarrilla no era para menos...
-¡Bueno días, cariño! -respondió ella dándome un pico.-Pongo el café a calentar, todavía no lo he tomado. Te estaba esperando. -al tiempo que hablaba me apretaba la polla.
Yo la morreé un poco y me separé para sentarme en una silla. Mamá puso el café al fuego. Preparó un bol con cereales y yogur líquido y me lo sirvió diciéndome:
-Toma, ¡que tendrás que recuperar fuerzas! 
La verdad es que estaba hambriento y, con el sonido de fondo de los debates políticos de la radio, empecé a comer. El olor a café inundó la cocina y mamá apagó la cafetera. 
-El café está listo. Ahora sólo me falta la leche. Hoy no voy a tomar desnatada, sino leche entera... -mientras hablaba había colocado un cojín en el suelo, frente a mi silla. –Gírate un poco. -me dijo. Lo hice sonriente, mientras devoraba los cereales con ganas. 
-Espera...-le dije- Quítate la ropa...
Ella obedeció y lanzó el pijama hecho un gurruño a un rincón de la cocina. Su cuerpo, que cada vez me parecía más espectacular, ofrecía algunas muestras de la batalla que habíamos librado horas antes, en forma de pequeños arañazos y algún chupetón. Cosas que tiene el buen sexo.
Ella me miró desafiante y exclamó, justo antes de arrodillarse ante mi tranca:
-Bueno, ahora sí que voy a por lo mío. Que no quiero que se me enfríe el café...
Y, tras escupir en la polla, empezó una mamada brutal y a un ritmo acelerado. Yo, en principio, la dejé hacer mientras terminaba los cereales. Después, dejé el bol en la mesa, la cogí de los pelos y empecé a marcarle el ritmo, sacando entera la polla y luego volviendo a meterla en la boca, entre regueros de babas. Cada vez que estaba a punto de correrme, le levantaba la cabeza y le hacía mirarme fijamente. Ella, con los ojos brillantes, la cara sudorosa y jadeando, me miraba, como distraída y dispersa. Yo le daba un par de cachetes, recordándole lo puta que era, y, después, le pasaba la palma por toda la jeta, restregando bien las babas y la saliva. Era todo un poema. A ratos, le bajaba la cabeza y le hacía comerme mis depilados cojones mientras con su manita intentaba, a duras penas, meneármela.
-¡Zorra asquerosa! Chupa... chupa! ¡A ver si vas a tener que tomar el café con leche de soja... Puta!
Cuando me oía gritarle redoblaba sus esfuerzos, pero yo, la verdad, y no es por alabarme, lo de la eyaculación lo tengo más que controlado.
Finalmente, cuando ya me empezaba a aburrir, tras un cuarto de hora de meneo, decidí darle su regalito. Sujetando bien su cabeza, la apreté con fuerza y le grité bien fuerte:
-¡Toma guarra! ¡Que no se pierda ni una gota! 
Pegué un buen bufido y me corrí como un animal. Debí soltar siete u ocho cuajarones de espesa leche sin soltar a la guarra, que bufaba desesperada tratando de asumir la lechada que inundaba su boca.
Me quedé desmadejado y la liberé. Ella se levantó rápidamente con la boca llena y escupió toda la cuajada, entre blancuzca y amarillenta, en la taza que había dejado preparada en la mesa. La leche ocupó casi un tercio del recipiente. No estaba nada mal.
Mamá comenzó a recuperarse y, respirando agitadamente, me dijo:
-¡Joder, Marcos! Casi me ahogas...
-¡Qué exagerada, mamá! Además, ha sido por una buena causa... Tú que eres tan católica deberías recordar bien aquello de "dar de comer al hambriento..."
-Anda, anda, no te rías...-respondió al tiempo que vertía el café en la taza.- Espero que no se haya enfriado...
-No, tranquila, en la cafetera aguanta bien el calor... Ya verás lo nutritivo que está. Pero, eso sí, échate bastante azúcar... ¡Porque está leche es más bien salada, ja, ja, ja...!
-¡Mmmmm, que gracioso! -contestó, tomando el primer trago.- ¡Joder, está buenísimo! Es como leche condensada... Pero más intenso...
Yo la miraba alucinando. Menudo hallazgo, pensé, y había estado allí todo ese tiempo...
Pero había llegado el momento de hablar de su emputecimiento. Y mientras mamá desayunaba las tostadas y su café con "leche", comencé a desgranarle mi proyecto:
-Bueno, mamá, supongo que eres consciente de que, a partir de ahora, las cosas van a cambiar bastante. -ella asintió y yo proseguí- Tengo muchos planes para pasarlo bien contigo. Mejor dicho, para pasarlo bien juntos. Pero antes tienes que hacer algunas cosillas...
-¿Cómo qué?
-Como tunearte...
-¿Qué quieres decir...?
-En primer lugar, depilarte el felpudo. Sí, ahora lo llevas arregladito y tal, pero a mí me gustan los coños (y los culos) perfectamente lisos. De muñeca, vamos... Así que te vas a hacer una depilación láser integral. Te dejo una tarjeta... -se la acerqué por encima de la mesa- Aquí te harán descuento...
-Espera, espera... -me interrumpió- Pero, Marcos, si hago eso... ¿Cómo se lo explico a tu padre...? Se va a dar cuenta...
-¡Tiempo muerto! -dije yo- Dos cosas. La primera: cada vez que hables de papá, te referirás a él como el cornudo, el cabrito, el pichafloja, el blandengue o similar... Ya se te irán ocurriendo motes, eres muy lista y muy imaginativa... Y la segunda cosa, a partir de ahora, sólo vas a follar conmigo, salvo yo te ordene lo contrario. Así que el cornudo ya no te va a ver más en pelota picada...
-Pero, Marcos, ¿qué le voy a decir yo a tu padre....? Perdón, al cornudo...
-¡Me importa una mierda! Ya te he dicho que eres muy lista... Si te has estado follando al moro durante un montón de tiempo sin que se entere, no te costará mucho inventarte algo... Le dices que te ha dicho el médico que tienes una infección de orina o lo que sea...
Ella me miraba asombrada. Yo proseguí:
-De todos modos no soy tan cruel... Cada vez que venga a pasar unos días en casa desde el curro, te autorizo a que le hagas una pajilla... Eso sí, me pides permiso antes y no le dejes que te sobe ni el culo ni las tetas, ahora son míos. ¡Ah, y nada de besos, ni mostrar entusiasmo! Pones toda la cara de asco que puedas. A fin de cuentas, si el maricón no ha sabido conservar una jaca como tú, no se merece más...
Ella continuaba mirándome en silencio, pero parece que iba asumiendo las cosas y en la comisura de la boca aparecía un atisbo de sonrisa de satisfacción.
-Bueno, más cosas. Aquí te dejo otra tarjeta de un salón de Tatuaje de un colega. -ella abrió los ojos como platos. La situación superaba sus expectativas.- Ya he hablado con él. Le he dicho que te haga un tatu de una lagartija en el pubis. Cómo si subiese hacia arriba y con la cola acercándose a tu clítoris. En plan esquemático. Además, en la espalda, al final de la columna, sobre el culo, te pondrá un tribal, algo así como la marca de la guarra. Y en cada cachete del culo quiero que te ponga en un lado la lengua de los Rolling y en el otro unos labios bien rojos. Estarán perfectos para darles unas buenas palmadas cuando te esté reventando el ojete. 
-Ahora sí que tendré que llevar siempre pijama cuando esté tu padre... perdón, el cornudo, en casa... -me interrumpió riendo
-¡Ves, otro motivo...! Pero sólo cuando esté él. Cuando estés conmigo, irás siempre en pelotas o con lencería bien sexi. Ya lo iré decidiendo... Pero que se te vea bien zorra. Se acabaron las bragas de cuello vuelto, sólo tanga y similar, que se vea bien ese culazo de guarra que tienes. Todo muy, muy de puta. Habrá que ir a renovarte el vestuario. Y todos los pijamas mierdosos y horteras que tienes los guardas para cuando el cornudo esté por aquí... Aunque se me está ocurriendo que a lo mejor te compro los mismos modelos pero dos tallas más pequeños, para tenerme siempre cachondo... Y si el viejo se excita mucho y te quiere meter mano, le das una buena colleja... A fin de cuentas “el médico no te va a dejar follar”. ¡Ja, ja, ja! 
Ella se rio conmigo...
-¡Joder, Marcos, me encantan tus planes! Aunque eres un poco perverso...
-Buufff, pues esto es solo el principio. Ahora te cuento lo del piercing...
Ella seguía escuchando alucinada.
-Sigue, sigue, que se me está haciendo el chocho agua...-me dijo.
-Toma.-le dije, alargando le un sobrecito por encima de la mesa. Ella lo abrió enseguida y sacó una pequeña cadenita de plata de la que colgaba una pequeña Cruz. -Ya sabes que yo no creo demasiado en las gilipolleces religiosas...
-¡No seas bruto!-me interrumpió santiguándose.
-A ver, guarrilla, a mí me importan una mierda tus supersticiones. Pero sé que tú crees firmemente en todo eso. Y quiero tenerte contenta, así que te he comprado esta cadenita de plata con el Cristo del gran poder o lo que sea... Le he dicho a mi colega de los tatus que te lo coloque en el ombligo, justo para vigilar tu chochete. ¡Ja, ja, ja! No, ahora en serio, te conviene tener algo de ayuda en este cambio de vida. Aunque sea ayuda divina. Además, te va a quedar supermorboso. Así, con el sujetador de guarrindonga, el tanguita mini, tapando apenas tu coño depilado, y todos los tatuajes... Y con Cristo presidiendo todo desde tu precioso ombligo.
-Joder, Marcos, y ¿cuándo tengo que hacer todos estos cambios?
-¡Ya! ¡Ja, ja, ja! De momento, puedes dedicar las mañanas a ir al gimnasio, porque tienes que estar en forma, y mantener ese cuerpazo tiene su precio. Está semana, por las tardes ya la tienes cubierta, entre la depilación, los tatuajes e ir a comprar lencería de puta (a esto te acompañaré yo, no me fío de que compres horteradas) El tiempo que te sobre podrás seguir yendo a la parroquia. No me gustaría que te enemistases con Dios, además, necesito que hagas algún contacto... Ya te contaré.
-¿Y tú?
-Yo tengo muchas cosas que hacer... Ya nos iremos viendo para comer. Y, por supuesto, por las noches... Te tengo que saturar de polla. Hoy me trasladaré a vuestra habitación. Al menos la cama es más grande. Antes de irte procura cambiar las sábanas... Y otra cosa, en casa, sólo quiero verte en pelotas o en ropa interior, siempre con tanga, claro, y con zapatos de tacón, salvo para hacer las tareas de casa...
Mi zorrita ya tenía sus instrucciones. Así que la dejé para ir a ducharme antes de salir a dar una vuelta. Ella recogió la cocina y ordenó un poco la casa antes de salir para el gimnasio.
Estaba terminando de secarme cuando entro en el baño para despedirse. Ya iba equipada para hacer deporte y se despidió con un buen morreo y un besito en la polla.
-Es para llevarme un buen sabor de boca... -me dijo.
Menuda guarra, era insaciable. Yo le dije que comería fuera. Por lo que no hacía falta que volviese hasta la hora de la cena, así que podía aprovechar para ir a depilarse y pasar por el tatuador. Al mediodía podía comer cualquier cosa por ahí y, para cenar, ya le prepararía yo algo. Además de la carne en barra con huevos...
-Descuida... Está noche vas a probar un chochete mondo y lirondo.
-¡Ya, ja, ja, ja...! Anda putilla, tira para delante, que seguro que hay algún monitor del gimnasio que ya te ha echado el ojo y te espera ansioso... -mientras hablaba le iba dando palmadas en el culo...
Ella salió, esplendida como una rosa y yo empecé a vestirme con una sensación cercana a la euforia. Las cosas estaban saliendo mucho mejor de lo que había planeado.
El resto de la semana asistí a la transformación de mamá. Ya la primera noche me enseñó el chocho perfectamente depilado. Yo estaba apalancado en el sofá, viendo la tele y ella se acercó, nada más entrar por la puerta, y se plantó entre el sofá y la pantalla.
-He traído parte de tu regalo. -me dijo- No he podido hacer la depilación láser, pero me la he hecho a la cera... ¡Y duele que te cagas! Pero ha quedado bonito... ¡Espero que te guste!
Yo me puse a reír. Ella empezó a desnudarse y siguió hablando, al mismo tiempo que lo hacía:
-Ahora tengo el coño y el culo suaves como la piel de un bebé y perfectos para mi macho... Con los tatus empiezo mañana. Pero sí que me han colocado esto. -y me mostró el ombligo con su crucecita colgando- Y ya que estaba, he visto un anillo precioso para los dedos de los pies y lo he comprado... Le he dicho a tu amiguete que me grabase algo dentro.
Yo la miré interrogativo. Ella prosiguió:
-P. d. M. 
-¿Qué es eso? ¿El nombre de un partido?
-¡Ja, ja, ja... noooo, tonto! Las siglas de Puta de Marcos...
-¡Aaaaah! -asentí asombrado- ¡Qué idea más buena! Creo que lo convertiré en la marca de la fábrica cuando amplíe el harén...
A esas alturas yo ya tenía los pantalones en los tobillos y la polla apuntando al techo, así que la agarré de la muñeca y le indiqué donde tenía que sentarse. Ella obedeció sumisamente y se montó en mi rabo. Estaba chorreando y la polla entró como Pedro por su casa, aunque sería mejor decir, como Marcos por su casa.
-¡Como me pones, cabrona! Quería esperar a follarte después de cenar, pero está claro que contigo es imposible.
Ella jadeaba con un vaivén incesante, frotando y apretando el clítoris con mi pubis. Yo me agarré a su culo y le comí las tetas con hambre canina. Me puse como una moto y me corrí enseguida, pero pude aguantar con la polla dura el suficiente tiempo hasta que ella se corrió a grito pelado...
-¡Calla, zorra, que te van a oír los vecinos!-le grité.
Ella, poco a poco, recuperó la compostura y me dijo en un susurro antes de besarme y meterme la lengua hasta la tráquea:
-¡Llevo todo el día pensando en esto, hijo de la gran puta! 
Después se levantó tan fresca y me dejó allí con la picha húmeda y pringosa.
-¡Me voy a poner la mesa! ¡Tengo un hambre de loba! -y, llevando su mano al chocho, sacó un poco de leche que empezaba a chorrear por su pierna y se la llevó a la boca para saborearla- ¡Mmmmm, que aperitivo más rico! 
Allí me quedé, alucinado y con la mirada clavada en el culazo que se alejaba.
El resto de la velada, tuvo el mismo tono cachondo y lascivo que culminó en un par de polvos más en la habitación de mis padres.
La verdad es que yo tenía mucho aguante, pero acababa de encontrar a una rival que superaba mis energías. Si ese ritmo se prolongaba mucho me iba a fundir... Y lo de follarme a la Fátima y montar el harén que tenía previsto se iba a quedar en agua de borrajas...
A lo largo de la semana el tuneo de mamá se fue completando. Los tatuajes adornaron su cuerpo, las tangas sustituyeron a las bragas y los sostenes de encaje y de puta de luxe relevaron la cateta lencería anterior. 
Cada día seguía más o menos el mismo esquema con tres o cuatro polvos. Siempre bastante duros y con predominio del sexo más cerdo y cañero. No faltaban las gargantas profundas en las que mi puta madre aguantaba las arcadas como una campeona, soltando babas a cascoporro. Cada vez estaba más acostumbrada a mi pollón y ya era perfectamente capaz de tragárselo hasta los huevos sin pestañear. No podía faltar el sexo anal, acompañado siempre por el rítmico palmeo de su culo, que siempre acababa tan rojo como sus nuevos tatuajes. A ella le encantaba que le petase el culo y que le estirase de los pelos cuando la tenía a cuatro patas. Le encantaba, también, comerme el rabo tras correrme en sus entrañas. Al parecer, la mezcla de sabores de mi polla, el interior de su culo y los restos de cuajada, la ponían cerdísima... Obviamente, su chocho no quedaba al margen de nuestro intenso programa de ejercicios sexuales. A ella le encantaba cabalgar sobre mí y también que le comiese el coño mientras metía mis dedos en su culo. 
Uno de nuestros pasatiempos favoritos era que me comiese el ojete, los huevos y, finalmente, la polla mientras yo veía la televisión tomando una cerveza. Normalmente miraba vídeos musicales de jamonas como Beyoncé, Rihanna o, sobre todo, Niki Minaj. Aunque a veces miraba directamente porno. Así podía tirarme tranquilamente media hora o tres cuartos, mientras ella iba dejando todo el sofá y parte del suelo completamente húmedos y baboseados. La cerdita se lo curraba un montón. Por varios motivos. El principal, por puro y duro puterío. Era una zorra de campeonato y aquello le encantaba. Además, le flipaba mi leche y, tragarse al final el regalito de mi esperma, era un premio que compensaba el esfuerzo... Además, adoraba comer sano y seguro que mi lefa es supernutritiva... Pero, hay más. Ella era bien consciente de que era yo el que estaba al mando y que si no se portaba bien y no se esforzaba lo necesario, la follada de premio que vendría después, podría suprimirse. He de decir que eso nunca sucedió. Mi puta madre, siempre se hizo justa acreedora de toda la leche que se ganó, con el sudor de sus labios... ¡Ja, ja, ja!
Una tarde, en la que después de comer estábamos retozando en el sofá, sonó el teléfono. Mamá estaba en aquel momento repelándome el ojete con la lengua y levantó la cabeza dispuesta a contestar. Yo la sujeté firmemente de los pelos y le obligué a continuar el trabajito, al tiempo que miraba el número antes de contestar:
-¡Hoombre, qué sorpresa, el maricón cornudo! –grité alborozado.-Tú continúa, guarra, yo le saludaré primero...
Y, apretando con fuerza su cara contra mi culo, descolgué el aparato.
-¡Hola, papá! ¿Cómo estás? ¿Cómo te va?
El viejo empezó a largarme uno de sus rollos. Sorprendido por el repentino interés que mostraba por su trabajo, se alargó en las respuestas, atendiendo a mis dudas. Evidentemente, mi único interés era mantener al cornudo entretenido mientras la puta de su esposa me comía los huevos y se tragaba mi rabo, disfrutando adicionalmente de la humillación de su amante esposo.
Yo, mientras hablaba y, sobre todo, escuchaba, porque el cabrito tenía tendencia a enrollarse como una persiana, acentuaba la dureza con mi madre, clavándole la polla en la boca hasta la tráquea o cogiéndola de los pelos y abofeteándola... Más que nada para estimularla.
A veces, el cornudo notaba ruidos raros pero yo lo atribuía al nuevo operador telefónico que habíamos contratado. Él se lo creyó a pies juntillas, por lo que aproveche para redoblar mi mala leche y, levantando la cara de mi madre, la acerqué y escupí cuatro o cinco veces, hasta dejarla bien pringosa.
Después, tapé un momento el auricular y le dije a la guarra:
-¡Esto es por lo puta que eres!
Ella me miró, con los ojos vidriosos y toda la cara y parte del pelo mojada, entre sus babas, el sudor y mis salivazos. No supe interpretar bien esa mirada hasta que volvió a amorrase a mi polla... Está claro que me daba su aprobación y yo, sonriendo y con un poco de mala leche, volví a amamantarla con mi rabo, al tiempo que mi padre, al otro lado de la línea, seguía quejándose de los extraños ruidos de la conversación.
-Es que está compañía es una mierda, vamos a tener que cambiarnos otra vez... -le decía yo, mientras meneaba a voluntad la cabeza de mi madre. 
Ella no parecía disgustada en absoluto y cuando yo aflojaba el ritmo, ella lo aceleraba.
Así continuamos unos diez minutos o más. Yo ya iba teniendo ganas de rematar la faena, pero al mariconazo no parecía que se le acabase la cuerda, así que, al final, me decidí a cambiar de tercio yo mismo:
-Oye papá, ¿quieres hablar con mamá? Que ahora entra en el comedor...
Ella me miró desesperada, negando con la cabeza. Parece que preferiría seguir mamando en lugar de hablar con el pichafloja. Pero éste ya me había dicho que sí. Así que le arranqué mi polla de la boca, dejando un reguero de babas en el sofá y le pasé el teléfono a la zorra, al tiempo que la giraba y la ponía con el culo en pompa:
-Hola, cari...-dijo entre jadeos- perdona pero es que vengo de correr...
"Y más que te vas a correr ahora..." pensé yo. 
Así, tal y como estaba ella, con una mano apoyada en la mesita frente a la tele, la otra sujetando el teléfono y su ojete, depiladito, a dos centímetros de mi cara, le pegué un lametón desde el chocho al agujero del culo que la dejé tiritando. Ella jadeó y se disculpó al teléfono, pero sacó el culo hacia afuera y lo pegó más a mi cara. Yo le escupí en su agujerito y empecé a comérselo. Ella se meneaba insinuante y ya no esperé más. La polla ya la tenía bastante lubricada y su culo lo tenía muy bien acostumbrado a mi tranca, con la semana que llevábamos, así que la empalé a lo bruto. Ella pegó un gritó, aunque, afortunadamente pudo tapar el micro y el cornudo no se enteró de nada.
Cuando tuve la polla dentro, esperé unos segundos antes de empezar a coger ritmo, pero rápidamente mis movimientos se fueron acompasando con los suyos. Ella seguía manteniendo la conversación con monosílabos. Yo, de vez en cuando le escupía en el tribal que tenía tatuado sobre el culo y dejaba resbalar la saliva entre sus nalgas. Un poco de lubricante extra nunca está de más, cuando de petar un culo se trata. Al cabo de un par de minutos aumenté el ritmo y la cogí de los pelos, medio incorporándola. Ella se dejaba hacer, entre gemidos y grititos, para los que tapaba el auricular. Cuando lo hacía yo le gritaba al oído palabras cariñosas de las mías: "Cerda, puta, guarra, perra”, etc... Todos esos apelativos cariñosos que todo hijo de puta que le esté reventando el culo a su madre desea decir.
Cuando estaba a punto de estallar, saqué el rabo y le indiqué con señas a la puta que se arrodillase frente a él.
Ella, obediente, lo hizo, mirando sumisamente hacia arriba, mientras el viejo seguía imparable con su tabarra telefónica. Yo me la meneaba furiosamente y con rabia, apuntando directamente a su cara. Con lo excitado que estaba no tenía dudas de que iba a hacer un buen estropicio. Y, efectivamente, la corrida fue apoteósica. Le dejé la cara hecha un mapa. Los ojos, la frente, los labios, el teléfono... todo. Ella aguantó estoicamente, manteniendo la sonrisa. Aunque tenía un aspecto un poco raro, con un ojo guiñado por la lefa y tratando de mantener la compostura para que su querido esposo no se enterase de nada. Bueno, yo no habría tenido tantas precauciones, era un tontorrón inocente que vivía en la parra, como íbamos a comprobar los próximos meses.
Así, tal y como estaba mi madre, le indiqué que se mantuviese quieta. Fui a por el móvil y le hice un par de fotos. Le indiqué que tapase el micro:
-Ya tengo nuevo fondo de pantalla... -le dije.
Ella rio y retomó la conversación. Le indiqué con gestos que fuese terminando. Y cortó un poco abruptamente:
-Perdona, cari, pero te tengo que dejar, que llaman a la puerta... –una pausa- No, Marcos no puede ir, que está liado... Vaaale, vale... Adiós, yo también te quiero -menuda hipócrita- ¡Hala, un besito! Adiós, adiós...
La vi colgar el teléfono y estallar en risas:
-¡Pero que cabronazo eres, hijo! ¡Menudo polvazo!
-¿Te ha gustado, eh? -ella asintió.- Pues si quieres ya lo puedes ir limpiando todo con la lengua... –y mi adorable mamá se pusó a lamer el teléfono, como una buena perrita
-Claro, cariño, me encanta...
-Pero antes límpiame la polla que me voy a duchar y no quiero que te lo pierdas...
Ella procedió a hacerlo con tanto entusiasmo que tuve que frenarla antes de irme a la ducha, si no quería empezar otro asalto. 
-¡A ver si eres capaz de dejarlo todo tan brillante como mi polla...! Y usando la lengua, ¿eh?
Ella rio de nuevo y siguió lamiendo todo el esperma desparramado, también en la mesita e incluso sobre la pantalla de televisión.
Cuando salía de la habitación, mamá me llamó y me dijo una última cosa:
-Ah, Marcos, una cosa, que no se me olvide. Me ha dicho tu pa... perdón, el cornudo, que al final le han adelantado la vuelta y viene mañana... ¡Lo siento!
-¡Vaya, putada! En fin, que le vamos a hacer. Al menos hemos terminado con tu Cambio Radical...
-Sí, menos mal... Pero tú tranquilo, Marcos, que ya encontraré algún modo de que hagamos algo...
Yo me reí...
-Pues claro...-le dije- No espero menos de tí... Pero no te preocupes tanto, tampoco eres la única guarra que me follo...-ella me tiró un cojín entre risas- Aunque, sin duda, eres la mejor...
Y salí de la habitación.
Antes de ducharme miré el móvil. Había un par de mensajes del Moja. Menos mal, porque se le estaba acabando el plazo y, a decir verdad, no tenía ningún plan alternativo si no aceptaba mis condiciones. 
Le contesté citándolo para esa noche. Me duché, me preparé para salir y al pasar por el salón, pude ver que éste ya estaba perfectamente ordenado, como si nunca hubiera pasado nada. Mamá estaba en la cocina, fregando los platos, vestida solo con un delantalito, el pelo recogido en una coleta corta y unos taconazos de infarto que la hacían bambolearse de lado a lado. Me acerqué por detrás y le mordisquee el cuello, al tiempo que le decía:
-¿Qué, guarrilla, ya lo has lamido todo? ¿A qué estaba bueno?
-¡Mmmmm... delicioso! ¿Te vas a dar una vuelta?
-Si... ¿Sabes con quién he quedado? -ella me miró con curiosidad- Con tu ex... El morito...-añadí
-¡Aaaaah...! ¿Y eso...?
-Creo que le voy a cobrar los atrasos por tus servicios... ¡Ja, ja, ja! Ya te contaré...
Ella me sonrió y, agarrándome el rabo me metió la lengua hasta la campanilla.
-Pues claro -me dijo- pero no enredes mucho... Que ésta es nuestra última noche (de momento) y te voy a sacar hasta el tuétano...
-¡Joder, pero que zorra eres! -le di una sonora palmada en el culazo y me dirigí a la puerta. -¡Hasta la noche!
-¡Aaaadios!
El Moja me esperaba sentado en la terraza de un bar, con una cerveza y una tapita. Se le veía más tranquilo y relajado que la última vez que nos vimos.
-Hola, Moja -le saludé cordial, dándole la mano- Yo creía que los musulmanes no tomabais alcohol...
-Pues mira... Yo sí...
-Bueno, -añadí sentándome- ¿Cómo llevas nuestro trato? El plazo se acaba ya mismo...
Él me miró y, sorprendentemente, esbozó una sonrisa de oreja a oreja, antes de empezar a hablar:
-¡No te lo vas a creer! Pero la he convencido...
Yo abrí los ojos como platos y flipé. El órdago me había funcionado. Le dejé hablar:
-La verdad es que no sabía cómo hacerlo, cómo plantearle el asunto y, después de darle muchas vueltas, la senté una noche y le conté que me había metido en un lío por tráfico de hachís y que le debía 6000 euros a una banda... Que tú habías pagado la deuda y que me pedías el dinero o follarte a mi madre... La comedia la bordé, llorando a moco tendido... Hasta mi madre se puso a llorar. No se creía que un vecino al que conocía desde niño pudiese ser tan cabrón. Está claro que no tenemos el dinero, así que sólo había una salida. Mi madre se lo ha estado pensando toda la semana... y yo ya pensaba que iría a la policía o dejaría que le partiesen los morros a su hijo... Pero anoche me sentó muy seria en el sofá y me pidió que concertara una cita contigo... Para hablar, me ha dicho, creo que te quiere convencer de perdonarnos la deuda...
Eso, obviamente, no iba a suceder... 
-¿Cuándo podemos quedar?
-Mañana mismo, si quieres...
-Ok, perfecto. Ya le puedes ir diciendo que se arregle bien el chocho y el culo. Los quiero perfectamente depilados...
-No se lo pienso decir...
-Tu procura hacer lo que te digo... -le corté- Si quieres que nos llevemos bien. Y mándame un mensaje con la hora. Me va perfecto quedar en tu casa. ¿De acuerdo?
-Bueno... Se lo diré... a ver que dice ella.
-Tu procura que diga que sí... Por la cuenta que te trae...
Aquella noche llegué a casa como unas castañuelas. Mamá me deleitó con una cena esplendida, pero lo mejor fue el postre: un par de polvos salvajes en la cama matrimonial. Sobre las cuatro de la mañana, le hice ponerse su pijama mierdoso de Disney, uno de los nuevos que había comprado, de una talla menor. Le quedaba cómo para reventar las costuras entre tetas y culazo, pero así al menos no se veían los tatus. Después, la dejé recuperándose y me fui a mi habitación.
Me levanté tarde, para no perder la costumbre. Mientras me vestía ya oí la tele, por lo que supuse que el pichafloja ya estaba apalancado en el sofá, como siempre que estaba en casa. Antes de saludarlo pasé por la cocina, donde mi progenitora estaba doblando ropa limpia. Llevaba el pijamita mini y se le marcaban todas sus curvas. Hasta el chocho, en un cameltoe perfecto. Yo la miré y la polla reaccionó al instante, pero no era el momento. Y, además, quería reservarme para la Fátima.
-¡Bueno días! -me saludó, alegremente.
-¡Bueno días, zorrita! -le respondí yo, aproximándome a ella y besándola mientras le magreaba el culo. Metí la mano bajo la cinturilla y le sobe el culo a conciencia, pasando repetidamente, la yema de mi índice por su ojete. Una vez tuve el dedo bien impregnado, saque la mano olí el dedo y se lo di a chupar.
-Toma, chupa un poco, ¡todavía huele a puta! 
Ella chupó el dedo hasta dejarlo brillante y, apretándose a mi dura polla, me dijo:
-¿Quieres que te la chupe en un momento? Seré rápida, el cornudo está empanado con la tele y no se va a enterar...
Mamá empezó a desabrocharme el pantalón, pero la detuve:
-No, no, para, para... Me encantaría, pero esta tarde me tengo que follar a otra guarra y tengo que reservar energías...
Ella me miró sorprendida, pero tampoco pareció especialmente enfadada.
-¡Uyyyyu! Vaya, vaya... Esto me lo tienes que contar. Anda tómate aquí los cereales y me lo explicas mientras plancho.
Mientras desayunaba le conté, con pelos y señales, mi plan para follarme a la mora. Y que estaba convencido de que, una vez que lo probase, no tardaría en ser ella la que me pudiese repetirlo. No sé porque, pero en este asunto del sexo, reboso autoconfianza. Mi madre me miraba divertida mientras planchaba, interrumpiéndome de vez en cuando por alguna duda o curiosidad. Cuando acabé me preguntó:
-Entonces, ahora ¿Qué? ¿Voy a tener que compartirte?
-Sí, pero puedes estar tranquila que no vas a quedar desabastecida de rabo... Que lo tengo todo pensado.
-Explícate.
-A ver, en principio eres mi puta. Y te voy a follar lo que no está escrito. Pero eso no impide que, si te sale algún plan, o si yo te consigo algún plan, te deje echar un polvo. Ya se sabe, en la variedad está el gusto... Y, además, a ver si así podemos sacar algún dinerillo...
-¡Serás cabroncete! -me gritó entre risas y con indignación fingida- ¿Pretendes ser el macarra de tu propia madre?
-¡Hoombre...! Podrías haber utilizado alguna expresión distinta, pero no habría sido tan acertada... Lo has clavado...
Ella paró un momento de planchar y se quedó meditando... Al final, retomó la conversación y añadió:
-¡Me encanta! ¡Me parece genial! De hecho, ¡se me hace el chocho agua solo de pensarlo! Me apetece recuperar todo el tiempo perdido con el maricón de tu padre... Pero una cosa sí te pido. Permiso para reservar el derecho de veto... Espero que no me obligues a follarme ningún adefesio... No serán como tú, porque has dejado el nivel muy alto, pero no quiero ni “fistros”, ni pichaflojas como tú padre.
-¡Por supuesto, eso está hecho, guarrilla! De hecho, esta tarde ya puedes ir echando el lazo en el gimnasio, que seguro que hay más de uno que se empalma cuando te ve con las mallas... ¡Ja, ja, ja! 
-Pues, no te rías demasiado, que sí que hay un par de chicos así de tu edad que veo que me miran mucho...
-Pues nada, ya tienes deberes para hoy, ve insinuándote y mañana me cuentas tus progresos...
-Ya te diré... Anda ve a saludar al cornudo, que tengo que terminar esto... Pero antes acércate que te daré un besito...
Me acerqué y, cuando aproximaba mi boca, ella me hizo una cobra, se agachó rápidamente y, en un plis plas, me saco la polla morcillona de la bragueta, le dio dos chupetones rápidos y me mandó con gestos perentorios al comedor.
-Anda, vete ya, que si no, todavía te violo, ¡cabroncete!
El Moja me dejó un mensaje concretando la cita a las cinco de la tarde. Una hora taurina, ¡ja! 
Después de comer, me duché, me afeité, cataplines incluidos, me puse elegante... todo lo elegante que consideré para follarme a la Fátima, y pillé el ascensor para ver a mi morita jamona favorita.
Sorprendentemente, no esperaba que la puerta la abriese el Moja
-¡Hoombre, Moja! No era a ti a quién esperaba ver...
-No, ya. La verdad es que pensé que mi madre te recibiría sola. Pero está en su habitación. Me ha dicho que te abra y me largue. Que te diga que toques dos veces antes de entrar.
-Vaya, que misterioso. ¿Cuál es su habitación?
-La segunda puerta después del pasillo. Yo me piro. Prefiero no ver esto.
-Hasta luego, Moja, ya te contaré. Te has portado bien. Te compensaré.
Caminé hacia la puerta entreabierta y toqué dos veces con el nudillo. 
-Pasa, Marcos.-me contestó la voz de Fátima desde dentro.
Al abrir la puerta, lo que vi desbordó mis más puercas fantasías.
Sobre la cama, a cuatro patas, con la cabeza hacia la almohada y cubierta por el hiyab, estaba la madre del Moja en pelotas, con el culo en pompa. Con las manos abría los cachetes y mostraba un agujerito marrón, tan perfectamente depilado como su coño. Era un cuerpo expuesto al sacrificio, con la salvedad de que la sacrificada no parecía que estuviese sufriendo en absoluto y musitó, con voz susurrante:
-Acércate, Marcos, te estaba esperando...
Treinta segundos después estaba montándola como alma que lleva el diablo, alternando su húmedo chochete con su cálido culo. Ella jadeaba, marcando el ritmo y, cuando le petaba el culo, hacia fuerza con el recto como intentando estrujarme la polla. Algo que nunca me habían hecho y me encantó. Yo la sujetaba de la cadera y empujaba con fuerza, mientras veía sus tetas apretadas contra el colchón y su cabeza, cubierta por el pañuelo subiendo y bajando al ritmo de las emboladas...
Apenas habían pasado cinco minutos cuando le inundé el culo de leche y me desplomé sobre su espalda.
Ella empezó a reírse mientras me preguntaba irónica:
-¿Eso es todo, yogurín? ¿Ya está?
Yo me tumbé a su lado y me reí también.
-Espera... ¡Qué es el primer asalto! Oye, menuda zorra estás hecha... Lo que haces con el culo ¿Dónde lo has aprendido?
Ella se tumbó a mi lado acariciándome el pecho, con sus tetas apretando mi costado y su lengua lamiéndome los pezones. 
-En Marruecos. -me dijo- Había que llegar virgen a la boda, así que cuando salías con un chico tenías que usar la boca... O el culo...
-¿Y tú tuviste muchos novios, no?
-¡Un montón... Ja, ja, ja! Con el culo soy una experta...
-Vaya, y que lo digas, Fátima...
-Tú también te defiendes, Marquitos, parece que esto se te da la mar de bien. -mientras hablaba, me masturbaba suavemente- Mira, parece que te animas otra vez... 
-Anda zorra, chúpamela un poco y sácale los grumos. 
-Claro, pequeñín.
-¿Te puedo quitar el pañuelo? Estás muy morbosa, pero me gusta darles caña a las cerdas... Tirarles del pelo... Esas cosas, ya sabes.
-Pues, claro... -respondió arrancándose el hiyab de la cabeza y soltando una cascada de precioso pelo azabache- El cliente siempre tiene razón.... Aunque ya te digo que a mis clientes les encantan mis mamadas islámicas, con el hiyab y en plan sumisa...
-¿A tus clientes? -ahí me había pillado.
-¡Pues, claro! A ver si te crees que limpiando pisos iba a poder pagar el alquiler y mantener al parásito de mi hijo...
-Para, para... O sea que, cuando sales a hacer escaleras, lo que vas es a comer pollas y follar por ahí...
-¡Claro, tonto! -se reía- Por eso tampoco me pareció tan terrible ni escandaloso cuando Mohamed me dijo lo que le había pasado y que te debía pasta. Tengo el dinero, aunque él no lo sabe, pero prefiero echar un polvo a pagar. Además, tú estás muy bueno y te conozco de toda la vida...
Yo alucinaba...
-Bueno, me alegro de que te guste -le dije- Y ya que estamos sincerándonos, he de decirte que lo de la deuda era falso. En realidad le estaba chantajeando porque le pillé follándose a mi madre y quería vengarme...
-¿Qué...? -ahora la asombrada era ella- Mi pequeñín... Quién lo iba a decir...
-Si es una larga historia... Mejor te la cuento otro día... Ahora sólo me gustaría hacerte una propuesta.
-Dime.
-¿Te gustaría trabajar para mí? Cómo puta, quiero decir.
-¿Quieres ser mi chulo?
-Más o menos... Tengo idea de montar una especie de club. Para mujeres maduras, jamonas y potentes. A ser posible que estén casadas, pero a las que les guste el sexo bien puerco. Y no necesariamente con sus maridos. Yo me encargaría de proporcionarles los clientes hasta que tuviésemos un local y me quedaría un porcentaje...
-Bueno... Lo que sería un proxeneta en toda regla, ¿no? 
-Así, así, prefiero llamarme mánager o algo similar... 
-Es lo mismo... ¿Y cuántas mujeres has encontrado?
-Tú serías la segunda. Pero estoy seguro de que conseguiré más. Hay muchas marujas que llevan una puta dentro, sólo hay que hacerla aflorar...
-¡Qué poético! -apostilló con ironía.- ¿Y el negocio lo vas a llevar tu solo?
-Pensaba llevarlo yo solo, pero me parece que voy a contar con el Moja como ayudante, parece buen chico y no me gustaría que se descarriase...
-¡Qué altruista! 
-Por cierto ¿Él sabe que te dedicas a esto?
-¡Nooooo, que va!
-Tal vez sería bueno que se lo contases... E incluso que te planteases follártelo de vez en cuando. Desde que le corté el rollo con mi madre se debe estar matando a pajas.
-¡Pero estás loco! ¡Soy su madre! 
-Bueno, bueno... No dramatices, ¡su polla es como todas las demás. Tampoco te va a venir de eso...
-¡Es como si yo te dijese que te follases a tu madre! 
-¡Hala, déjate de cháchara y amórrate ya! ¡Que hablas más que un sacamuelas! -y, cogiéndola del pelo, la puse a mamar.

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