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“Arroz con leche, me quiero casar, con una señorita de Portugal…” decía una antigua canción de niños.
Ese martes, volvía cansado del trabajo: teníamos un gran ajetreo, puesto que estábamos cerrando el mes de Enero y nos disponíamos a tomar las vacaciones esa semana.
Pero todo eso cambió drásticamente, cuando Marisol, me fue a recibir a la puerta…
+¡Tenemos visita!- me dijo, con una amplia sonrisa.
Al caminar hasta el living, quedé literalmente paralizado…
*¡Hola, guapo! ¿Cómo estáis?- sentenció su sedosavoz y esa mirada riquísima, cargada de coquetería y de soberbia.
Sé que en otros tiempos, Pamela, la prima de Marisol, vestía mucho más sensual, al punto de frenar a los hombres al pasar. Sin embargo, tras 3 años sin verle, la encontraba más despampanante que nunca.
Usaba unos botines de tacón negro y unos Jeans, que acentuaban más la forma de su redondeada cola; una blusa blanca de lana, que mostraba su ombligo y exaltaban más sus ya exuberantes pechos (Pamela tiene el tamaño de busto de Marisol, sin haberse embarazado) y una gargantilla en el cuello, con diseño de luna creciente.
Pero su rostro era fenomenal. A pesar que tiene la misma edad que Marisol, Pamela sabe maquillarse bien y resaltar sus rasgos a la perfección: cabello corto, color azabache; un labial carmesí, encendido, que destacaba sus gruesos y cautivadores labios; la sombra de sus ojos enaltecía sus largas y sensuales pestañas y eso, sin olvidar su atractivo natural: unos ojos castaños fieros, llenos de pasión madrileña; un tono de piel moreno, que le brinda un aspecto eternamente bronceado y una nariz respingada, tierna y coqueta, que inspira a cualquiera a robar un beso…
*¿Qué guarrerías estáis pensando?- sentenció ella al apreciar mi falta de reacción, con esa mirada de “Amazona española” con la que cada vez, me recriminaba.
-Nada.- Respondí sonriente y acalorado.- Es que te ves bellísima…
A pesar de su hostilidad, ese comentario le bajó las defensas y una mirada dulcey tierna escapó hacia mí.
Marisol, entonces, radiante por mi reacción, me explicó que había venido a verle por su cumpleaños…
-Espera, pero si eso fue la semana pasada.
*¡Ostias, tío, que ya lo sé!- replicó la soberbia “amazona española”.- Pero ya le dije a Mari que no pude venir, porque estaba de viaje en España.
+ A su papá, le dieron la libertad.- me informó mi esposa.
La noticia me tomó de sorpresa, puesto que Diego, el padre de Pamela y tío de mi esposa, había sido un depravado patán de mierda que había abusado de su hija desde los 11 hasta los 14 años, cuando finalmente Lucía, su madre, consiguió la custodia.
Pasaron 4 años más y el muy desgraciado intentó llevarse a su hija una vez más, cuando esta era acogida en la casa que Marisol y yo compartíamos y donde tras una fiera contienda conmigo, fue detenido por la policía, bajo cargos de intento de secuestro y violación, abusos deshonestos y de la golpiza que nos había dado a los 3.
De ese acontecimiento, van casi 5 años…
*¡Pero ostias, tío, que no te alteres!- agregó Pamela, al verme abrumado.- Que la abuela me invitó para compensar las sandeces de mi padre y que se las cedí a mi madre, para que ella me las guardara.
La miré con extrañeza al escuchar esto y Pamela se mostró feliz…
*¡Hala! Que solo soy una chica que todavía no termina la Uni. ¿Para qué quiero más pasta?- señaló con esa coquetería entrañable.
Esa es la mayor diferencia en comparación con mi mujer: Pamela es más madura, celosa y mesurada, ya que la vida le hizo crecer antes de tiempo, mientras que Marisol sigue siendo más niña e inocente.
Mientras preparábamos la cena, Pamelita se acercó a informarme:
o Pappa, ¿Sabes que ella se llama como yo?
- En realidad, tú te llamas como ella.- le aclaré, mirando a Pamela, que le sorprendía la soltura de mi retoño.- Ella es tu “tía Pamela”, porque es hermana de tu tía Violeta y mamá y yo la queremos tanto, que por eso te pusimos ese nombre.
o ¡Oh!-exclamó mi hija, mirando a su “tía”.
- ¿Te gusta tu nombre?- pregunté a mi retoño.
o ¡Sí,me gusta mucho!- y girando hacia Pamela, añadió con una reverencia.- ¡Gracias por prestármelo!
Y volvió con su hermana a jugar.
* ¡Mi madre! ¡Qué mona es!
- Gracias. Pero también tiene sus problemas.-agregué, colocando los vasos.- Tiene Asperger, al igual que yo…
* ¿Asperger?
- No es nada grave.- le expliqué, al verle preocupada.- Es solo que a ella, le cuesta sociabilizar más con las personas y se obsesiona por temas y temas a la vez, por lo que tenemos que mantenerla siempre motivada.
*¡Ostias!
- Pero ya te dije que no es nada grave.- agregué, mirando un poco a mis niñas.- Verito la cuida y mientras estén juntas, no habrá problemas…
Y fue entonces que noté una mirada diferente, más cálida de su parte…
- ¿Qué pasa?
* ¡No, nada!- respondió, haciéndose la desentendida, pero con las mejillas coloradas, ojos levemente más húmedos y volviendo rápidamente a la cocina, a buscar unos platos…
A partir de ese momento, algo cambió en ella. Como les he mencionado, Pamela es una mujer que no se cortaba con nada ni con nadie y que era capaz de seducir a cualquier hombre que se propusiera, sin mucho esfuerzo, por lo que me resultó peculiar su aparente timidez y nerviosismo.
*¡Os tengo que contar algo importante!- señaló, una vez que se armó de valor suficiente durante la cena.- ¡Me voy a casar!
+ ¿Qué?- preguntó mi ruiseñor, con los ojos dilatados de sorpresa.- ¿Por qué no me lo dijiste antes?
*¡Ostias!... pues… porque recién me lo han propuesto en año nuevo.
Marisol me pegó una mirada indignadísima y fulminante, como si aquello fuese mi culpa, cuando yo nada tenía que ver.
- Pero ¿Dónde está tu prometido?- pregunté, no tan sorprendido por la revelación.- ¿Por qué no vino contigo?
* ¡Joder!... pues…- Y tardó unos segundos en soltar la respuesta.-Porque no todos tienen pasta para viajar hasta aquí, ¿Entiendes?
La breve mirada que me dio Marisol vino con un suspiro. Para ella, también se le hacía sospechosa la actitud de Pamela.
Nos habló de Juan, que tiene 10 años más que ella y llevan casi un año de noviazgo. Había sido un profesor de la universidad un par de semestres atrás, quien ahora, en vista que Pamela le falta un año más para titularse, le estaba ayudando con su investigación.
Algo destacable era que, a medida que Pamela enaltecía las virtudes de Juan, se pausaba brevemente, como si estudiase cada uno de mis gestos.
Aun así, debo admitir que la noticia me demolía un poco, puesto que en un momento de mi vida, Pamela pasó a ser mi segundo gran amor y aunque creía que esos sentimientos habían caducado por la nueva vida que llevo con mi esposa y mis niñas, lentamente empezaban a emerger dentro de mí.
Sin embargo, era Marisol la más incomodada por la noticia.
+Pero… ¿De verdad estás enamorada? ¿Estás segura que lo amas?- Atacó directa mi esposa.
Una fugaz mirada de Pamela hacia mí…
*¡Claro, Mari, por supuesto que sí!
+Pero, ¿No me decías que nadie más te gustaba, aparte de mi marido? ¿Que no podías parar de pensar en él?- Arremetió Marisol, inmisericorde.
Pamela se sulfuró un poco, avergonzada…
*¡Ostias, Mari, joder! ¡Que eso era antes!
+Porque él todavía te ama…- agregó mi esposa, sin dejarle respirar, salpicando para todos lados.
Nuestras incómodas miradas se encontraron, sabiendo que Marisol no nos mentía.
- Pero, ¿Por qué no lo dijiste antes?- insistí,tratando de mantenerme enfocado.- Créeme, esto es algo demasiado importante para dejarlo hasta el final.
Perola situación terminó sobrepasando a Pamela, que arremetió con nosotros exclamaciones furibundas.
*¡Ostias! ¡Carajos! ¡Mierda!
Por lo que en un tono calmado y respetuoso, pregunté:
-¿Tienes dudas?
Marisol se quedó más tranquila al escucharle y luego de terminar la cena, lavar la loza y acostar a las pequeñas, subimos a la terraza a mirar las luces de la ciudad…
No debieron pasar más de 15 minutos, cuando mi ruiseñor sentenció:
+¡Bueno, me voy a acostar, así que aprovechen de conversar un poco a solas!
A Pamela, eso la sobresaltó de inmediato…
*¡No, Mari! ¡Por favor, no me dejéis con él!
Marisol, más confiada y desafiante, consultó con sarcasmo…
+¿Por qué te preocupas tanto? ¿Acaso no estás “muy enamorada”?- destacó mi mujer.
Pamela me miró complicada a los ojos... y podía entenderla perfectamente.
Para aquellos que no lo sepan, decir que mi relación con Pamela fue tormentosa resultaría ser una minucia.
En realidad, llegó a ser un triángulo amoroso tan intenso, en el sentido que teníamos un romance a espaldas de mi futura cónyuge.
Incluso, cuando mi ruiseñor se enteró y “nos dio su bendición para continuar”, la relación no dejó de ser complicada, puesto que Pamela y yo nos amábamos apasionadamente, pero aun así, nos preocupaban más los sentimientos de Marisol, por lo que pasaba a extremos de ser un romance platónico.
-¡Descuida, solo vamos a hablar!-le reafirmé, para que se tranquilizara…
Algo que no agradó del todo a Marisol…
Besé a mi esposa y le di un agarrón picarón en el trasero, para que se bajara de su nube, a lo que ella respondió con una sonrisa divertida y posteriormente, volví a mirar por encima de la reja del balcón.
Bajo esa perspectiva, permanecimos en silencio, contemplando las luces de Melbourne.
Pamela olía exquisita. Ese perfume francés, tan refinado y soberbio como ella misma y que el viento deslizaba con delicadeza hasta mi nariz, despertaba sentimientos en mí que creía dormidos y olvidados.
Imagino que a ella también le sucedía lo mismo, puesto que las miradas en las que coincidíamos eran esquivas y nerviosas, aunque ocasionalmente nos sonreíamos para disimular ese sentimiento.
Aun así, los recuerdos empezaron a bajar de a poco y no pude evitar sonreír ante el arresto de su padre y las ideas que durante bastante tiempo, me trajeron consuelo y alegría.
- ¿Crees que a tu papá le rompieron bien el culo en prisión?- pregunté sonriente y en tono juguetón.
Pamela, un tanto sorprendida por la ruptura del silencio, también se llenó de esa atmosfera nostálgica y jocosa.
*¡No lo sé! Se veía más delgado y feo…-respondió, mirándome a los ojos con suavidad y brindándome una tibia sonrisa, añadió.- Pero no creo que lo haya disfrutado tanto como lo hice yo.
Al decir eso, reconoció que sus palabras escaparon por impulso y giró avergonzada, esperando que yo no le hubiese prestado tanta atención.
Sonriendo, pero manteniéndome tranquilo, decidí finalmente preguntar.
- Bueno, Pamela, dime, ¿Por qué no te quieres casar?
Pamela me miró sin entender…
*¿Por qué pensáis que no me quiero casar?-replicó ella, avergonzada como una chiquilla normal.
Me mantuve firme y la miré serio.
-Porque te conozco y me llama mucho la atención que no se lo dijeras a Marisol por teléfono y que tuvieses que viajar hasta aquí, sola, sin tu prometido.
*¡Pero qué burro sois, tío!- insistió otra vez la“amazona española”, con ese enfado saleroso que tanto me encantaba.- ¡Que ya os he dicho que Juan no tiene dinero!
La seguí mirando imperturbable…
- Pamela, viajaste medio mundo, no solamente para ver a tu prima, sino que para ver también a uno de tus antiguos amantes, sin tu pareja… e incluso, todavía te sientes inquieta al estar conmigo a solas.
Se empezó a ofuscar más y más, destacando ese espíritu salvaje que me seducía.
*¡Joder, pero si es obvio!- replicó exasperada.-Cada vez que tú y yo quedábamos a solas, terminábamos cogiendo sin parar… y tenías un aguante soberbio, que no me dejabas en paz toda la noche…
Otro breve silencio más, por revelar más allá de lo que ella quería...
- Pero te aseguro que ya no soy ese tipo, Pamela.-respondí, manteniéndome tranquilo.- Ahora, estoy más calmado.
Aun así, los celos de mi exacerbada compañera salían a la superficie con bastante facilidad.
* ¡Sí, claro! ¡Ahora que estáis en una oficina llena de chicas y sois el jefecillo guarro, me dices que te comportas como un angelito! ¡Sí, cómo no!
- Pues… sí.- repliqué, sin perturbarme.- Es más, me sorprende que Marisol no te haya contado que me estaban acosando sexualmente.
Y una vez más, esa mirada desequilibrada, donde no podía contener sus emociones, apareció de nuevo.
* ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!- Volvió a exclamar, hundiendo el rostro entre sus brazos.
Una vez que pudo descargarse, me miró más calmada.
* ¿Me estáis diciendo que… en todo este tiempo…has estado solo con Marisol?
- Pues… sí.
Y aunque eso era una mentira, para mí, sí es una realidad: durante este tiempo, solamente he querido estar con mi esposa y mis hijas y lo sucedido con Hannah, Gloria y Sonia lo atribuyo a las circunstancias del momento.
*Entonces… ¿Me estáis diciendo que… en todo este tiempo, te has estado guardando?
- ¡Epa, que no es como tú crees!- le aclaré, interpretando su mirada al instante.- ¡No es por ti! ¡Ha sido por las pequeñas!
Pamela azotó un poco la reja y miró para el lado.
* ¡Joder, Marco! ¡Que los tíos no cambian!- señaló ella, mirándome como una fiera.- ¡Yo he estado con tipos que tenían hijas de mi edad y aun así, seguíamos cogiendo!
- Pues, sí, Pamela… pero desde siempre, quise ser papá…
Y nuevamente, su mirada se ablandó. Sabía que le estaba siendo más o menos sincero, puesto que en ese medio año alocado de romance a escondidas de Marisol, nos habíamos sacado las respectivas caretas y nos terminamos conociendo bastante bien.
Le hablé de mis hijas y del cambio de trabajo. De la manera positiva que ha influido en su crianza y de la forma en que todavía se afligen cuando les digo que debo viajar por algunos días.
Todo eso, volvió a tranquilizar más a Pamela.
- Ahora, dime por qué no te quieres casar.-insistí, mirándola como un amigo.
Pamela titubeó, como una chiquilla tímida, pero sonriendo más amena…
* ¡Ostias, Marco! No es que no me quiera casar…
- ¡Es natural tener dudas, Pamela!- insistí, mirando al paisaje.- Incluso yo, cuando iba a casarme con Marisol, las tenía…
* ¡Sí, claro!- comentó con esa sapiencia coqueta y vanidosa.- Tenías a mi tía, a mi prima Amelia…
- ¡En realidad, no!- interrumpí, mirándole directamente a los ojos.- ¡Te tenía a ti!
No quería ser ruin en esos momentos, pero le estaba siendo sincero.
Pamela bajó su soberana mirada, tornándose una chica maravillosa y avergonzada, a la que le habían dicho un lindo halago.
- Pero yo no entiendo por qué te quieres casar tan joven…- le recriminé, mirando al horizonte para que se recuperara.
*¿Ah, no?- preguntó con ese tono tan desafiante y una mirada confianzuda.- Entonces… ¿Lo de tú y Mari…?
- Eso es distinto.-Le aclaré.- Marisol ya sabía que me quería a su lado para siempre y yo sabía que no iba a encontrar una mejor esposa que ella…
Pude percatarme que lo último le había lastimado, pero como siempre, trató de disimularlo…
* ¡Ostias, Marco! ¡Que quiero casarme para tener críos, es todo!
- No es el argumento más convincente que me puedes dar…
* ¿Por qué no?
- Porque eres muy joven y sigues estudiando. Aun no encuentras trabajo ni te independizas.
* Pero tú y Mari…- volvió a insistir.
- Te digo, yo y Marisol somos distintos.- le interrumpí, mirándola más serio.- Marisol quería ser mamá y estaba segura que quería que yo fuese el padre. Tú hablas de tener hijos… no de estar casada con alguien.
Eso la volvió a callar.
- Entonces, dime por qué quieres casarte…
* ¡Ostias, Marco! ¡Que no te decides!- exclamó la irritada “Amazona española”.
- ¡Es obvio!- repliqué, riéndome de su mueca.- Si aceptaste a casarte, es por algo, ¿No?
Y ahí, ocurrió algo que pocas veces pude ver: Pamela siendo sincera.
* ¡Joder!... pues, Juan es un tío más maduro.-respondió, mirándome con dificultad.
- ¿Pero él sabe todo de ti?
* ¡Ostias, no, Marco! ¿Cómo se te ocurre?- comentó con indignación.
- Pues, debería saberlo. Va a pasar el resto de tu vida contigo.
Pamela se veía complicada…
* ¡Joder, Marco!... es que si Juan supiese las guarrerías que he hecho…
- ¿No podría amarte?
Asintió afligida.
* Pues, yo supe de las guarrerías que hiciste y aun así, me enamoré de ti.- le aclaré, abochornándola de nuevo. - El problema está, Pamela, en que tú eres muy buena en la cama y que eso, fácilmente se puede confundir con enamoramiento. Si él no te conoce bien y no descubre esos arrebatos locos que te dan cuando te vuelves una “Amazona española”, lo terminarás hastiando y se irá.
Y en un gesto que nunca le había visto antes, Pamela mostró madurez y retrospectiva.
* ¡Ostias, tío! Pero puedo cambiar…
- No, no encuentro que valga la pena.- le dije,tomándole la mano al notarla tan nerviosa.- Pamela, eres una mujer excelente, con virtudes y falencias, como todos nosotros. Y si te soy sincero, esos arrebatos locos que te daban los encontraba bastante tiernos y por eso, me daban ganas de cuidarte. No creo que debas cambiar eso, puesto que es parte de tu atractivo.
La noche siguió avanzando, pero el tema lo dejamos hasta ahí y conversamos de varias cosas más, relacionadas con sus estudios y con mi trabajo, que le ayudaron a desenfocarse del problema principal, pero sería el día siguiente donde Marisol tomaría cartas más activas en el asunto.
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3 comentarios - Arroz con leche (I)
Regalanos unas fotos de las chicas!
se me ratonea la cabeza pensando con ellas
Un saludo a marisol!